Colección de historias NaruHina ubicadas en Universos Alternos, desde el mundo actual hasta algo de época, con finales felices o muy agridulces. Algunos capítulos pueden ser más largos que otros y su rating puede variar (cada uno tendrá sus notas iniciales).
Naruto no me pertenece.
Universo Alterno (espías/asesinos a sueldo), descripción explícita de escena sexual (así que +18). Es más corto en comparación a otros fics de capítulo único que he subido pero creo vale la pena compartirlo; es más, es el que me inspiró a hacer esta colección :D
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Paraíso.
«El Paraíso».
Para las personas del común era un lugar actualmente clausurado. Desde que había empezado a funcionar había recibido constantes quejas de algunos ciudadanos pero sólo recientemente la entrada que quedaba sobre la calle principal tenía un letrero de «Sellado» gracias a una o dos cosas que la ley no había dejado pasar por alto. No obstante, eso no iba a ponerle freno a las maravillas que se conseguía con droga, trabajadoras sexuales y extensa rumba, todo esto último citado en los pequeños papeles publicitarios que personas a escondidas sabían a quién repartir.
Y aunque en otras ocasiones Hinata había estado allí, hoy era la primera vez que asistía al sitio por asuntos personales.
—¿Realmente no lo has visto? —preguntó aunque ya sabía que era infructuoso hacerlo.
Sólo quería verlo, eso era todo. Probablemente verlo desde la distancia.
—No —respondió el hombre, Hidan, que pocos minutos antes había abierto la puerta trasera del lugar. Intuyendo bien que Hinata no estaba segura de qué hacer, el hombre consideró que estaba perdiendo el tiempo y chasqueando con la lengua se devolvió en sus pasos para entrar en la oscuridad tras la pequeña entrada. Aún así no cerró del todo la pesada puerta, sobre todo cuando la mano de ella se ubicó en su fría superficie para impedirlo.
Un minuto después Hinata entró, bajando las largas escaleras que habían justo después de dicha puerta —el rastro del hombre completamente perdido ahora— para luego girar entre los cortos pasillos que le seguían.
Entonces faltando algunos pasos más el sonido de música estridente llegó a sus oídos y luego la imagen de personas entrando y saliendo de su campo de visión, todas a la vez como un sólo cuerpo, era la inequívoca exhibición de siluetas que no tenían muy en claro donde empezaban las otras.
Luces, carcajadas, besos y delirio.
Pecado, diría alguien fuera de aquellas altas paredes, nada que ver con el real Paraíso o el Cielo. Aún así allí había ángeles, eso lo sabía todo el mundo. Ángeles que hacían que el sufrimiento fuese olvidado por unas cuantas horas y era lo que facilitaba que el bochornoso sitio fuese un perfecto punto de interés y recuperación de información: en anteriores ocasiones ella había cazado a narcotraficantes o ayudantes de éstos allí, ahorrando tiempo de haberlo hecho de formas más burocráticas; o había engañado a mujeres de las cuales sabía poseían datos que necesitaba sobre el paradero de algún político al cual debía llegar.
Pero no...
El sitio no era el paraíso, pensó Hinata, ni aunque una alcoholizada chica rubia y con rostro hermoso se había atrevido a ir con baratas alas plásticas en su espalda y saltara también al compás de la estridente música sintética versionando la pista de una vieja canción pop.
Hinata entonces cerró efímeramente los ojos para retomar un poco la respiración y caminó hasta visualizar algún resquicio que no estuviera tan lleno de personas o luces de neón.
En El Paraíso, aquel clandestino lugar al que acudían tantos buscándose, ¿la encontraría —o incluso buscaría— Naruto allí? Internamente estaba rogando porque así fuera; incluso, casi de rodillas, durante eternos días había estado implorando por aquello.
Pero ella sólo quería volver a verlo una vez más. Sólo una única vez más, se prometió.
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No había sido su intención encararla allí, ni siquiera la había estado buscando aunque todos sus instintos le seguían gritando cada mes que lo hiciera.
Tampoco había llegado allí para cometer —de nuevo— el error que había hecho al permitirse besarla tan pronto ella mostró un mínimo interés por hacerlo.
Naruto estaba allí por trabajo, porque Jiraiya le había pasado una carpeta con información confidencial y una serie de nombres y lugares que había tenido que memorizar antes de destruir dicha carpeta con el único propósito de cumplir su más reciente misión asignada.
Pero estaba allí con fastidiosas luces destellantes sobre ellos y la señal del baño de mujeres sobre sus cabezas, deteniendo las manos de Hinata, encantadora y sonrojada Hinata. Deteniendo que con sus impolutas uñas rasgara más del chaleco que él llevaba.
Algunas veces, especialmente esas veces en que todo había sido casi idílico, verla era como un sueño, algo demasiado valioso como para mancillar con vulgares actos.
Sin embargo, en un movimiento rápido y fluido hizo girar a la joven mujer hasta que su guapa cara y abundantes senos quedaran contra la fría pared. Naruto usualmente no exageraba sus acciones contra alguien si no había un claro contexto para hacerlo —o una orden dada por su empleador—, pero ahora probablemente enojado evitó que Hinata tratara de girar la cabeza hacia él. Para ello agarró un puñado de cabello envidiablemente brillante, ahora mucho más corto de la última vez que la había visto, empujando de regreso la cabeza para impedírselo. No podría concentrarse si se fijaba en la excitante expresión que antes de someterla había alcanzado a vislumbrar de ella.
Era injusto tenerla así, era algo que él completamente no se merecía.
Quiso gritarle eso.
Aún así, Naruto se acercó más a ella de modo que la parte delantera de su chaleco ahora se presionaba contra la espalda de su exnovia —o la chica de la cual nunca podría estar seguro si desinteresadamente había sido su novia—, consciente de las armas que guardaba en sus bolsillos; parecía que ella no llevaba ninguna, quizá no estaba de misión, quizá sólo había estado esperando por un hombre que la llevara a casa antes de Naruto aparecer.
Tan tan cruel, quién lo hubiese imaginado.
Pero entonces ella tuvo que soltar un placentero gemido sacando más de quicio al rubio. (En otra anterior vida ya la habría tenido arruinándole la piel de porcelana de su espalda y otras tantas partes al mismo tiempo que dejaba suaves besos en ella).
—Tú... —dijo él despacio, su voz sonando áspera, nada amigable como cuando estaba con otra mujer— no quieres esto.
El cuello y los hombros expuestos de Hinata se estremecieron al ritmo de sus palabras pero él no necesitaba de tal espectáculo y retomando por un momento la claridad de su mente a pesar de que él estaba cada vez más enérgico mantuvo aún presionado aquel bonito rostro contra la pared, apretando los dedos casi que dolorosamente en ese sedoso cabello.
—Ah —jadeó ella.
Por favor, que sea dolor, pensó el rubio con fervor. Sólo dilo, Hina, sólo dime «basta»; así puedo irme de acá…
Intuyó que las palmas de ella ahora estaban firmes extendiéndose en la pared pero no sabía qué expresión habría en su rostro. Por supuesto, y aunque eso lo pusiera también en desventaja y a pesar de ser lo que por frustración Naruto había estado pensando una y otra vez como disco rayado durante semanas o meses, prefería que en ella estuviese formándose un rostro de excitación en vez de culpa o ganas de llorar.
Fue entonces que Naruto sintió que algo lo rozaba a la altura de su entrepierna y se dio cuenta, para su abrumadora vergüenza y mayor enojo, que estaba tan duro como una roca, y miró hacia abajo para ver el trasero de la ahora lasciva mujer empujando hacia atrás, hacia él.
Sin duda pretendía restregarse en él.
Gruñendo enojado, pensando en vías de escape antes de que Hinata ideara por su parte algo más audaz, revirtiera posiciones y la mirada de ella volviera a ubicarse en él, Naruto agarró la cadera de ella con su mano libre, clavando las yemas de los dedos por sobre la delgada tela y escultural figura, empujando las caderas de Hinata hacia adelante hasta que su femenina entrepierna quedara pegada a la pared en un golpe sordo; como un castigo o como una súplica no lo sabía.
Sí sabía, sin embargo, que todo aquello podía ser un show de ella, una mentira como cuando con aspecto de chica buena tenía que ir a seducir arrogantes y estúpidos hombres que tenía por objetivo. O por la simple razón de querer distraerlo justo ahora de su objetivo porque le habían ordenado hacerlo, por algo Hinata era miembro activo de un departamento secreto dentro del gobierno de Konoha, precisamente de un departamento experto en tácticas de distracción e inteligencia.
En eso, en su trabajo, eran como el agua y el aceite, una relación condenada al fracaso, la razón por la que tanto tiempo atrás cuando lo supieron ella había dejado de dormir en su cama y él había destruido su cepillo de dientes y todo lo que había dejado por si había un chip o una grabadora en ellos: las misiones de Hinata siempre buscaban evitar que la política se saliera de control, evitar que los medios —sobre todo los independientes, aquellos sobre los que el gobierno no tenía tanto control— y el público en general conociera sucios secretos cocinados a puerta cerrada —vamos, lo que muchos consideraban como «riesgos a la seguridad de la nación»—. Él, por su lado, no le importaba si uno o dos cerdos corruptos morían durante sus procedimientos y aparecían al día siguiente en plena calle si significaba que él recibiría un buen cheque ese mismo día.
Entonces ella tuvo que jadear de nuevo.
—Ngh, Naru… no —soltó en suspiros ella.
Naruto sin soltarla extendió sus brazos para apartar su cuerpo del de ella pero no sintió alivio, por el contrario reconocía a qué se estaba refiriendo ella, a lo que la había llevado las circunstancias, y entre el parpadeo de las luces miró esta vez a las uñas de Hinata tratando de clavarse en el fuerte material frente a ella.
Otro error al parecer. Otro momento en que su respiración estaba tan acelerada que casi que podía bramar a causa de ella.
Desde el momento en que habían coincidido en una misión —ella tratando de llevar a un lugar seguro a un posible testigo con información sensible y él tratando de arrastrar tal posible testigo a una bodega de mala suerte hasta que cantara lo que sabía al hijo de un magnate heredero de importantes conglomerados—, Hinata había pasado de la categoría «mujer por la podría dejarlo todo para casarme con ella» a la categoría de «personas en las que no sé si puedo confiar; probablemente no».
Y a partir de allí habían seguido los errores.
El primero cuando habían estado alcoholizados en un fin de año y alguno había llamado al otro —y ninguno de sus empleadores podía saberlo—. El siguiente, perfectamente sobrios en un lujoso guardarropa, esa vez realmente como los civiles invitados a una gala de caridad en la mansión Uchiha y él había ido con una risueña mujer creyendo que podía intentar una nueva relación —había revisado sus antecedentes, desde luego— y Hinata había ido con lo que parecía ser una primera cita, un hombre incluso más apenado que ella, más tímido.
El tercer error… El tercero era hoy y si los errores sólo se suponían que pasaban una vez, ¿por qué ellos seguían haciéndolos?
Con esa idea en su cabeza Naruto dio un paso atrás soltando todo contacto con Hinata y sin obstáculos observó al grácil cuerpo temblar y a lo que se le había pasado por alto: Hinata tenía sus piernas casi que entrecruzadas, sus sedosos muslos estaban pegados expertamente desde algún tiempo haciendo presión en su entrepierna, excitándose ella misma, llegando a la casi finalización de su autocomplacencia.
Él mismo estaba palpitando tan fuertemente que no duda que Hinata podía escuchar a su corazón dar vuelcos en su pecho.
Era un error, ¿cierto? Pero El Paraíso no eran los únicos que estaban cometiendo errores y Naruto no se detuvo cuando volvió hacia ella, subió con fuertes manos el dobladillo de su vestido hasta llevarlo sobre la exquisita cintura, bajó sus suaves y casi inexistentes bragas y entró en ella como tantas semanas atrás mientras le escuchaba decir en susurros que lo amaba.
Para Naruto no había nada que se sintiera mejor que eso. En sus más momentáneos y arrepentibles errores se sentía como estar en el cielo y ella debajo sus manos parecía transformarse en un ángel.
Cuando él acabó inmediatamente salió de ella, dejando de agarrarla y permitiendo que hábilmente acomodara su vestido. Hinata entonces por fin giró con el único propósito de besarlo —como si su vida dependiera de ello— y Naruto se dio cuenta, incongruentemente en una mezcla de anhelo y angustia, que nunca iba a ser capaz de sacar de su vida a tal ángel, incluso aunque ambos sabían que la categoría de «mujer por la que podría dejarlo todo para casarme con ella» ya nunca aplicaría con Hinata.
Aunque en realidad, si Naruto era sincero consigo mismo, desde un inicio había sido algo ingenuo fantasear con tener una mujer todas las noches en su cama, y luego adoptar un perro y un año después a un gato y después tener quizá tres hijos.
Ahora mismo podían estar correspondiendo con igual ansía el beso pero con un historial de manos ensangrentadas como las que tenía él y las habilidades y formación académica que tenía Hinata —todo cosechado por Konoha en un claro vínculo con ellos, una deuda casi que inquebrantable—, el tiempo que habían compartido sólo había sido algo idílico, una ilusión.
Un paraíso condenado al fracaso.
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Quisiera decir que está abierto a continuación pero estoy enfocada en un SasuHina de aprox. 6 caps que sí o sí quiero subir, por tanto hasta aquí llego con esta idea. Igual si alguien quiere retomar/apropiarse de este NaruHina (Hinata como espía del gobierno y Naruto como asesino a sueldo quienes salían románticamente hasta enterarse del trabajo del otro) por favor hágalo!
