Aclaración: Esta historia a parte de ser corta, ya está terminada. La empecé a escribir porque he sufrido un bloqueo horrible en las otras dos, además de cuestiones en el trabajo que me han puesto un tanto... bueno, eso. Aquí alcancé a desahogar un poco mis emociones.

Espero lo disfruten.

Lu li la~


Si alguna vez tuvo las razones suficientes para jamás abrir su corazón, ahí estaban, escritas en tinta dentro de dos sobres diferentes.

Todo había sido maravilloso hasta ese momento. Demasiado bueno para ser verdad, ¿no?

¿Y que? ¿No lo merecía acaso? ¿Un poco de paz y amor en su desastrosa y solitaria vida? Al parecer, alguien en el cielo decidió por él que no iba a ser así.

A su lado, a la derecha, tenía la caja abierta con un revolver nuevo y municiones. A la izquierda, un par de sobres de colores opuestos, ambos con instrucciones.

No iba a ser la primera vez que iría a dispararle a alguien, pero sí la primera dónde las lágrimas serían imposibles de retener en el momento.


Era inicios de primavera cuando ocurrió el primer asesinato. Un disparo acabó con la vida de un hombre cuyo único error, aparentemente, fue salir a correr sólo esa mañana.

Los árboles florales estaban en su punto y la cálida brisa de la temporada hacia danzar los pétalos en el aire.

La orden no solo consistió en disparar, sino que ahora, Felix debía esperar para localizar su siguiente objetivo.

Algo arriesgado, sin duda, pero era obedecer las órdenes o sufrir el mismo destino que aquel desdichado.

La policía especial no tardó en hacer aparición. De su carreta bajaron cuatro oficiales y la que parecía ser la líder del escuadrón, a juzgar por la fina espada que colgaba en su cintura.

No era eso lo más llamativo de ella, sin embargo. La chica parecía bastante más joven a comparación de sus compañeros de brigada, de cabello negro azabache peinado en dos coletas bajas, piel clara y bastante más pequeña que el resto.

Felix contuvo la sonrisa al verla. La imagen era similar a la de un ratón dando órdenes a una banda de gatos. Unos muy obedientes, por cierto.

Acordonaron el área y pronto un par de patrullas más llegaron para reforzar la zona.

Feliz miraba desde una distancia prudente, sentado debajo del único árbol de cerezo del parque mientras fingía leer un libro.

A veces sí que lo hacía, permitiéndose el ocio a sabiendas de que el peritaje tardaría lo suyo y podría corroborar la información recibida antes de que los oficiales tuvieran que marcharse. Además, el libro era bastante interesante y se preguntaba por qué no lo había terminado antes en sus ratos libres en su departamento.

Pasó un rato y luego alzó la mirada. Ya estaban tomando declaraciones de los testigos. No parecía haber rastro de su siguiente objetivo, pero debía ser paciente.

Repasó en su mente la escueta nota con la única característica a considerar.

"Debe portar la Espada Venom."Decía.

Y Félix no podía mostrarse más frustrado al respecto.

Una espada. En específico "esa" espada. Algo así de importante no estaría en manos de cualquiera, menos un oficial de policía como suponía el equipo de inteligencia.

Si se lo preguntaban, el plan le parecía estúpido. Matar a una persona para sacar de sus oficinas al cuerpo especial contra homicidios de la policía, con la muy poca probabilidad de confirmar así la identidad del portador de la espada que estaban buscando.

Demasiado obvio para su gusto. Nadie caería en algo tan absurdo. Seguramente el portador era el sargento o algún otro pez gordo, alguien que no saldría de la comodidad de su escritorio por un simple homicidio.

—¡Buenos días!

Lo tomó por sorpresa. Sin embargo, no sé inmutó apenas.

Aquella chica que había captado su atención, estaba delante de él con una sonrisa amable en su rostro.

¿Acaso no sabía que habían matado a alguien? ¿Por qué se mostraba tan feliz?

—Al fin haces caso, vaya. Debe ser un libro bastante interesante como para no prestarme atención la primera vez que te hablé.

¿Era en serio? Félix se disculpó al instante.

—No hay problema. Solo quiero hacerte unas preguntas.

Asintió. Ya tenía su coartada pensada.

—Pero antes, el protocolo. —Y al mismo tiempo que sacaba de su bolsillo izquierdo del uniforme un bloc de notas, del derecho extrajo una placa muy llamativa. —Bridgette Dupain-Cheng, detective de primer grado de la policía especializada contra homicidios, ¿podría ofrecerme alguna información respecto a lo ocurrido, caballero?

No tenía opción, realmente. Así que asintió, mientras recordaba sus líneas y se aclaraba la garganta.

Estornudó sin desearlo, pero fue conveniente para aclarar su voz.

—Uy, esperemos que no sea un resfriado de primavera. Han habido muchos contagios últimamente. —Se rio la oficial, lista para escribir.

Ella tuvo que removerse un poco, parecía que el peso de la espada la incomodaba. Y le hizo caso sentir pena por ella, casi, de no ser porque se había reído en su cara.

Entendía que aquella arma era un símbolo de su rango y capacidad, sin embargo, estaba bastante seguro de que para las mujeres les entregaban algo similar a un florete o un estoque, muchísimo más fino y elegante, e igual de eficiente que un sable dependiendo de qué casos.

—¿Qué estaba haciendo está mañana al momento del incidente?

Además, a medida que iba respondiendo cada una de las preguntas, Félix notó que el abrigo que cargaba sobre el uniforme también era pesado. Quizá porque la chica guardaba varias cosas en sus bolsillos además de la placa y el bloc.

—A eso de las nueve de la mañana, ¿podría indicarme dónde se encontraba?

No pudo señalar el revolver reglamentario en alguna parte de su cintura.

Apenas tenía que alzar la mirada para verla a los ojos, lo que le decía que la chica no era muy alta a comparación suya.

—Conoce bien este sitio, ¿no? ¿Cree que el perpetrador pudo haber escapado por algún sitio que no podamos imaginar ahora mismo?

Cuando enfocó la mirada al mango de la espada, algo en él se congeló.

Pronto se convenció de que eso no le pertenecía una espada convencional. No. Se trataba de una katana. Y antes de que pudiera apreciar mejor el arma, la oficial retrocedió unos pasos de él.

—¡Muchas gracias por su cooperación, caballero! —Le sonrió, y de nuevo, quedó desconcertado por su actitud. —Como miembro de la policía especial, es mi deber asegurarle que la paz en la ciudad es nuestra prioridad.

Por lo visto, su coartada funcionó. No le veía intenciones de seguir preguntando y tampoco de llamar al resto de su equipo. Además, conocía los ojos de alguien que sospecha, y para desgracia de la oficial, los suyos parecían ser incapaces de esconder cualquier atisbo de secreto. Era demasiado expresiva para su gusto.

—Y por favor, si se siente mal acuda al médico de inmediato. No queremos una epidemia por gripe de primavera entre manos.

—Así lo haré, oficial. Muchas gracias —respondió el joven de forma automática.

La chica asintió y dio media vuelta para regresar con sus compañeros.

Por el resto de la tarde, ningún otro jefe o líder de brigada se apareció en la escena, pero con lo que había visto, creyó tener un buen punto de partida.


Llamaron a su puerta esa misma noche. Cuando alzó la mirada hacia el reloj de pared de su departamento, vio la hora y comprobó una vez más la puntualidad de aquella persona.

No tardó más que en ponerse las pantuflas para abrirle la puerta.

—Bee —saludó Félix sin emoción y sin obtener respuesta, cómo siempre.

Dejó entrar a una bella joven de cabellos rubios vestida como un cartero, al interior de su apartamento de forma discreta, y por mera cortesía le preparó un té.

—¿La encontraste? —Preguntó ella, tomando asiento frente a la mesa. Aceptó la bebida, pero no tenía planeado quedarse más tiempo.

—Tengo una ligera sospecha.

Félix se sirvió un poco para sí mismo también. Solo que al suyo echó un poco de leche.

—¿Podrás confirmarla?

Félix asintió.

Queen Bee no era alguien de muchas palabras desde que la conoció. Aunque, bueno, no conocía casi nada más de ella de hecho. Nada más a parte de su apariencia, nula habilidad para entablar conversaciones largas y su nombre clave. Podía intentar adivinar su edad, pero a ciencia cierta, Queen Bee era un misterio total como el resto de sus compañeros en aquella organización.

Bee dio un educado sorbo a su taza, antes de continuar.

—¿Nombre?

—Bridgette Dupain-Cheng, detective.

Bee asintió, asegurándose de recordarlo.

—La investigaremos. Encuentra la espada, Argos.

—Sí, no te preocupes.

Queen Bee llevó consigo un bolso, del que no se separó en ningún momento. Y llevando las manos hacia su interior, extrajo una caja blanca de pequeño tamaño que le extendió al varón.

—Tu arma aquí. Las municiones puedes conservarlas, mientras no permitas que alguien más las descubra.

La forma en la que le miraba y hablaba, tan desprovista de toda emoción, le asustaba. Ni siquiera él era tan frío y dudaba mucho que Bee siempre haya sido así siempre.

Acató la orden y depositó tanto el revolver utilizado como las balas que sobraron. Por él, prefería no correr riesgos.

Cuando volvió a colocar la caja dentro de su bolso, la rubia dió un último sorbo a su té y se puso de pie dispuesta a irse.

Félix, de forma educada, la acompañó a la salida y le abrió la puerta.

—Gracias por todo —fue lo último que dijo Queen Bee antes de desaparecer del edificio.

El rubio suspiró. Esos encuentros eran arriesgados, ¿por qué un cartero haría entregas tan tarde? ¿Y para colmo entrando a las casas de sus entregas?

No comprendía cómo es que nadie nunca hubiera sospechado de ella al exponerse tanto.

Por el bien de la organización, y por su propio bien, esperaba que fuera como muchas de las otras veces dónde le permitía el paso a su departamento y nada más ocurría.

Pero siempre hay una primera vez para todo, ¿no?


Notas finales: Esta historia está pensada para ser un drama policial~

Félix el asesino, Bee la informante y Bridgette la detective que estará detrás de él...

¿Qué más se puede pedir a la vida?

Aprecio su interés por la trama y muchas gracias por leer hasta aquí.