Sweet Bitter Beauty Song
Miyuki no se había dado por vencida en su idea de alquilar una sala de ensayos. Con el inminente regreso de sus padres, sentía que era su única oportunidad de vivir aquella experiencia. Por su parte, Hibuki se mantenía recio en su opinión de ser cautelosos, al punto de que solo tocaba el tema cuando Natsuki no se encontraba con ellos.
—Vamos, es solo una vez —rogó Miyuki cierta vez que ambos almorzaban en la universidad.
—Aunque sea solo una vez, no quiero que te arriesgues. No sabemos qué tipo de castigo te darán si te descubren.
—No lo harán, no seas ave de mal agüero. No me han descubierto antes, no lo harán ahora.
—¿Y si regresan y no te encuentran en casa?
—Les diré que estaba en casa de un compañero estudiando, o en la biblioteca. Mis calificaciones me respaldan, así que no podrán desconfiar de mi palabra.
Hibuki meditó por un momento. Su amiga parecía tener todos los puntos cubiertos y, en el fondo, él también quería ese tiempo de ensayo adicional con la banda. Decidiendo confiar en la buena fortuna de su amiga, dijo:
—De acuerdo. Llamaré al señor Horiuchi para hacer una reservación.
—¡Ese es mi Yamazaki! —exclamó Miyuki, casi dando saltos de alegría—. Sabía que podía contar contigo.
El señor Horiuchi era amigo del padre de Hibuki. Se conocieron en secundaria y juntos tuvieron una banda que duró hasta bien entrada la universidad, cuando Yamazaki tuvo que dejarla de lado tras ganarse una beca de intercambio en el extranjero. Horiuchi intentó mantenerse dentro del mundillo musical como intérprete, sin mayor éxito, hasta el día en que se dio cuenta de que podría ser más útil a la escena ayudando a las bandas emergentes. Fue así que decidió fundar Make some Noise, un pequeño sello discográfico independiente, en cuyas instalaciones también contaba con salas de ensayo, un estudio de grabación y un escenario abierto al público que funcionaba como Live House.
Natsuki, al enterarse del cambio de parecer de Hibuki, se emocionó casi tanto como lo estaba Miyuki. Todo parecía ir viento en popa para la banda, por lo que comenzó a bajar la guardia en ese aspecto y a dejarse llevar por el entusiasmo.
—Te veo bastante animada últimamente —comentó Nozomi una mañana en la que ambas se dirigían a tomar el metro para ir a la universidad—. ¿Progresos con Yuuko? —preguntó con tono sugestivo.
—Mi vida no gira en torno a Yuuko, ¿sabes? Ella y yo seguimos igual que siempre. Mi ánimo viene de la banda.
La flautista sonrió.
—Eso veo. He notado que Yamazaki y Tsujimoto están más relajados por estos días. Me alegra saber que están en un buen momento.
—Espero que ese buen momento sea duradero. —Natsuki cruzó sus manos tras su cabeza—. No es por ser soberbia, pero pienso que tenemos un gran futuro por delante.
Nozomi rio con delicadeza. Natsuki supo que esa risilla de su amiga no era de burla, por lo que lo dejó pasar.
—Espero que te acuerdes de nosotros los desconocidos cuando seas famosa.
Fue el turno de Natsuki para reír ante aquel comentario.
—Te lo aseguro: tú, Yuuko, Mizore, Tomoe y todos a los que considero mis amigos tienen su nombre bien grabado en mi memoria.
Aquel era un día diferente para Ao no Danjon. El trío caminaba por las calles tras finalizar sus clases, las chicas llevando sus instrumentos a cuestas dentro de sus estuches. Su rumbo: Make some Noise. Hibuki había rentado una de las salas de ensayo por un par de horas, con la posibilidad de extenderse más tiempo de ser necesario.
Al llegar al lugar, Natsuki quedó bastante impresionada. El edificio contaba con varios pisos, incluyendo uno subterráneo donde estaba el escenario para conciertos. El hall de bienvenida era amplio, contando con varias vitrinas donde se exhibían cuerdas, baquetas, púas y otros accesorios para instrumentos musicales, libros de partituras, discos y otros artículos relacionados. Quizás a la salida podría comprar algo.
La sala de ensayos que les asignaron tenía una batería modesta, pero más que suficiente para Hibuki. Además, una de las paredes tenía espejos, mientras que las demás estaban forradas en madera, adornadas con paneles acústicos decorados con los rostros de leyendas de la música.
El ensayo fluyó sin mayores inconvenientes. Miyuki y Hibuki improvisaban ocasionalmente, sacando un poco de onda a Natsuki, aunque no tardó mucho en unírseles. Al notar lo bien que encajaban, los tres se sonrieron, confiados en que esa sinergia continuaría por mucho tiempo.
Y hablando de tiempo, el trío tuvo que pedir varias prorrogas debido a lo bien que se sentían en el ensayo. Tuvieron suerte de que ninguna otra banda necesitara el espacio, así que su sesión se extendió hasta que el señor Horiuchi les suplicó que se marcharan, ya que él debía ya cerrar e irse a dormir. Los apenados jóvenes se disculparon y, tras pagar por todo el tiempo que usaron, se dispusieron también a regresar a sus respectivos hogares. Fue tanto el tiempo que tardaron en su ensayo que, cuando llegaron a la estación del metro, esta ya se encontraba cerrada. Esto no era un problema para Miyuki y Hibuki, quienes vivían por esa zona, pero para Natsuki sí lo era.
—Supongo que tendré que tomar un taxi —meditó.
—Si quieres, podemos acompañarte mientras lo tomas —sugirió Hibuki.
—Oh, no, no hace falta. Ustedes deben estar cansados y ya hicieron bastante por mí hoy.
—¿Estás segura? —preguntó Miyuki.
—Completamente. Puedo cuidarme sola. Si les tranquiliza, les escribiré cuando llegue a casa.
La seguridad en la forma en que Natsuki dijo aquello no dejó lugar a réplicas, por lo que los tres se despidieron y Miyuki y Hibuki partieron rumbo a sus respectivas casas.
El estómago de Natsuki gruñó. No había comido nada desde el almuerzo, por lo que, antes de buscar algún transporte, decidió hacer una parada previa y buscar algo de comer. Con esto en mente, se dirigió a Torihara Snack, sabiendo que era un establecimiento que funcionaba las 24 horas del día. Al llegar ahí, se sorprendió de aún encontrar a Yuuko.
—Creí que ya estarías en tu casa —dijeron las dos a la vez—. ¡Feliz helado!
Ambas rieron por un instante ante su excepcional coordinación al hablar.
—Es algo tarde para helado, ¿no crees? —preguntó Yuuko.
—Nunca es tarde, aunque no planeo demorarme tanto. Por cierto, ¿aún no termina tu turno?
La cajera negó con la cabeza.
—El encargado de este turno enfermó y me pidió que lo cubriera. El señor Yamazaki lo sabe y me prometió una compensación por ello. ¿Qué hay de ti?
—El ensayo de la banda se extendió bastante. Todavía siento pena con el dueño del local de ensayo por la demora. —Natsuki puso en el mostrador su ya tradicional paquete de papas fritas junto a una botella de jugo—. Pasé a comprar algo ligero para comer antes de tomar un taxi para volver a Uji… —Al revisar su monedero, la guitarrista notó que no tenía suficiente dinero para costear el taxi—. Disculpa, ¿podrías prestarme algo de dinero?
Yuuko adoptó una actitud pensativa mientras pasaba los productos por la caja registradora. Ella tampoco cargaba con mucho efectivo al no verlo necesario, y por obvias razones no podía disponer del de la caja. Su rostro se enserió, algo que puso nerviosa a Natsuki.
—¿Crees que soy tu banco? Pues te equivocas. Además, ¿cómo crees que voy a permitir que te expongas a los peligros de la noche? Será mejor que pases la noche en mi residencia.
—¿Eh? —La joven Nakagawa abrió sus ojos ante aquellas palabras.
—¿Por qué me miras así? No es la primera vez que pasamos la noche juntas.
Aunque las palabras de la joven Yoshikawa sonaban con firmeza y determinación, había un tinte rojizo en sus mejillas.
—Pero sí la primera vez que lo hacemos fuera de algún campamento escolar o de entrenamiento, o de alguna pijamada con Nozomi y Mizore.
—"Lo hacemos", ¿eh?
—Pasar la noche, malpensada —refunfuñó Natsuki, ruborizándose.
—¡No me refiero a eso, pervertida! Estás hablando en presente, como si ya hubieras aceptado mi propuesta.
—Más que propuesta, eso sonó como una orden. —Natsuki se encogió de hombros—. Aun así, acepto.
Yuuko sonrió ante la respuesta de Natsuki.
—Bien, entonces espera un poco a que llegue el encargado del siguiente turno y nos vamos juntas.
—Entendido.
Natsuki tomó su teléfono y escribió en el chat grupal de la banda acerca de su cambio de planes, extrañándose de solo recibir respuesta de Hibuki.
A pesar de estar agotada por el agitado día, Miyuki continuaba entusiasmada con los resultados. Haber perdido la noción del tiempo en Make some Noise era algo de lo que no se arrepentía, aunque sí sentía un poco de pena con el señor Horiuchi por haberlo hecho esperar tanto antes de poder cerrar. La música era su mayor pasión, y en ese instante sentía que nada ni nadie podría aplacar ese sentimiento, pero pronto se daría cuenta de lo equivocada que estaba.
Apenas entró a su casa, se sorprendió de hallar las luces encendidas. Ella recordaba no haberlas encendido en la mañana, ya que las diferentes habitaciones de su hogar reciben una muy buena iluminación natural. Entonces comenzó a temer lo peor, y eso sucedió.
—¿Qué son estas horas de llegar, jovencita?
Su madre apareció frente a ella con los brazos cruzados y una expresión aún más seria que de costumbre en su rostro.
—¿Y qué es eso que traes en tu espalda? No será una guitarra, ¿o sí?
Al lado de ella, su esposo aparecía con expresión furiosa. Miyuki maldijo en su interior que su suerte se hubiera terminado. Estaba temblando, sin poder siquiera abrir la boca para responder lo que sus padres habían preguntado.
—Imaginarás lo decepcionados que estamos de ti, Miyuki —declaró su padre—. Llegamos esta tarde, sabiendo que ya habías terminado tus clases, pero no estabas en casa. Supusimos que estarías en la biblioteca, pero pasaron las horas y no aparecías. Y cuando por fin apareces, lo haces trayendo una guitarra. ¿Cómo explicas eso?
—No es una guita…
—No intentes negarlo —interrumpió su madre—. Estás perdiendo el tiempo con eso de la música, aprovechándote de nuestra ausencia. Pero eso no volverá a ocurrir. De ahora en adelante tienes prohibido cualquier tipo de actividad extracurricular. Finalizan tus clases y regresas de inmediato a casa. Y en cuanto a esto…
La señora Tsujimoto estiró su brazo con intención de quitarle a su hija el estuche que contenía su instrumento. Miyuki reaccionó y corrió tan rápido como pudo, temiendo que sus padres pudieran destruir su preciado bajo. No quiso asegurarse de si ellos la habían seguido o no. Tampoco de qué camino había tomado. Solo corrió hasta que sus fuerzas se agotaron. Ahí, en una calle desierta, siendo casi media noche, la joven se detuvo y rompió en llanto, aferrándose con fuerza al estuche de su bajo.
Permaneció ahí hasta que ya no tuvo más lágrimas que derramar. Se sentía perdida, no solo por el hecho de haber corrido sin rumbo, sino por la prohibición recién impuesta por sus padres. Aún no se sentía lista para independizarse de ellos y comenzar a vivir su propia vida por su cuenta. Las responsabilidades de la adultez la aterraban, pero no sabía cuánto tiempo más podría soportar los inquisitivos tratos que sus padres le daban. Tras meditarlo unos momentos, notó con tristeza que el terror a vivir por su cuenta, a que las responsabilidades de la vida adulta fuesen tanto o más restrictivas que sus propios padres, era más fuerte que su deseo de libertad.
Sacó el teléfono de su bolsillo. Lo había tenido silenciado casi todo el día y por eso no se había percatado de los mensajes de sus padres avisándole de su regreso. Y se maldijo a sí misma por ser tan descuidada. Hibuki tuvo razón a final de cuentas: no debió arriesgarse.
Una última sonrisa alcanzo a dibujarse en su rostro al abril el chat grupal de la banda y ver que Natsuki había optado por pasar la noche con Yuuko. No tuvo el valor de enviar un último mensaje antes de abandonar el chat, así que solo salió de la aplicación, abrió la de mapas para ubicarse y se dirigió a la casa de los Yamazaki.
Hibuki y su familia se extrañaron de que alguien estuviera llamando a la puerta a esas horas. El joven temía que algo hubiese ido mal con su amiga al regresar, su silencio en el chat ante el mensaje de Natsuki le preocupó. Sus temores fueron confirmados tan pronto su madre miró por la mirilla de la puerta para luego apresurarse a abrirla. Casi de inmediato, Hibuki se vio envuelto en los brazos de Miyuki, quien comenzó a balbucear palabras de disculpa.
—¿Qué pasó? —preguntó tan pronto como ella pareció calmarse.
—Tenías razón. No debí arriesgarme así.
—¿Quieres una taza de té? —ofreció la señora Yamazaki. Miyuki negó con la cabeza.
—No, señora, gracias. Vengo de paso a dejar esto aquí. —Descolgándose el estuche con su bajo, se lo entregó a Hibuki, que lo recibió extrañado—. Perdóname por romper nuestra promesa, pero no puedo continuar en la banda. Espero que tú y Nakagawa encuentren a alguien que sí pueda quedarse por mucho tiempo.
Hibuki no pudo replicar, pues su amiga abandonó la casa tan pronto como terminó de hablar. Una mezcla de tristeza, impotencia y rabia lo invadió, manifestándose en lágrimas que comenzaban a acumularse. Aferrándose al estuche, juró que haría lo que estuviera a su alcance para sacar a Miyuki de aquel infierno que ella tenía por hogar.
—¿Dónde rayos lo metí? —refunfuñó Yuuko, revolviendo y desocupando las diferentes gavetas de su armario en busca de un futón para Natsuki.
—No hace falta que desbarates todo el lugar. Puedo dormir en una silla…
—¡¿Qué clase de anfitriona crees que soy?!
—Una que no tiene futones extra —rio la guitarrista.
—¡Cállate!
Natsuki negó con la cabeza, aún sonriendo, para luego echar un vistazo alrededor, reparando en los objetos que su anfitriona tenía sobre su mesa de noche, en especial en aquel amuleto que le había dado casi dos años atrás.
—Así que aún conservas este amuleto —comentó con tono burlón.
—Es valioso para mí, así que no voy a deshacerme de él.
La guitarrista sonrió ante aquella respuesta. Comenzaba a reconsiderar algunos aspectos de su relación con Yuuko, dándole cada vez más credibilidad a las veces que Nozomi había insinuado que sus sentimientos románticos podrían ser correspondidos. Si bien no lo había exteriorizado, al menos intencionalmente, sí que estaba emocionada por pasar la noche con la rubia. Quizás no pasaría nada de los clichés de historias románticas, pero el solo hecho de que la dejara acceder a algunos de sus espacios más íntimos era, sin duda, un gran avance.
Yuuko suspiró con una mezcla de alivio y resignación al no haber encontrado lo que buscaba.
—Pues parece que tendrás que dormir en mi cama —comentó.
—¿Y dónde dormirás tú?
—Pues… —Un ligero rubor adornó las mejillas de la rubia mientras observaba la cama—. Creo que cabemos juntas.
—¿Estás segura? No me importa dormir en una silla.
—Olvídalo, Natsuki. No permitiré que mi invitada duerma incómoda.
—¿Crees que estaré cómoda contigo a mi lado? —Una pícara sonrisa se asomó en el rostro de Natsuki, aumentando el tono rojizo en el de Yuuko.
—Más que en una silla seguro que sí. —Tomando una pijama y una toalla de las que tenía a la mano, la rubia se la entregó a la guitarrista—. Toma, ve, báñate y cámbiate.
Natsuki recibió las prendas con una sonrisa, algo avergonzada. Una vez cumplidas las indicaciones, la guitarrista halló a su anfitriona contemplando la cama, ya de vuelta a su orden. Abrió la boca para insistir, pero Yuuko se adelantó.
—No insistas, Natsuki. Dormiremos juntas.
—Iba a decir que ya puedes pasar a bañarte también —mintió la guitarrista con una sonrisa—. ¿Tienes algún lado que prefieras?
—Lo tengo, pero no diré cuál es. Sé que querrás ocuparlo para fastidiarme, así que buena suerte adivinando.
Ambas se sonrieron de forma juguetona mientras Yuuko salía de la habitación. Natsuki se sentó en el borde de la cama, con la mirada fija en la mesa de noche. Con delicadeza tomó el cuadro con la foto donde ellas dos estaban junto a Nozomi y Mizore. Para el momento en que se tomaron esa foto, sus dos amigas ya habían formalizado su noviazgo. Las cuatro estaban con sus brazos entrelazados, sonriendo a la cámara y sosteniendo sus instrumentos. Con delicadeza, acarició la imagen del rostro de Yuuko mientras una sonrisa nostálgica se formaba en su rostro.
Al sentir los pasos de su anfitriona acercándose a la habitación, Natsuki regresó el cuadro a su lugar y se recostó en la cama. Yuuko entró en silencio, con su pijama ya puesta y terminando de secar su cabello con una toalla.
—Casi no te reconozco sin el listón puesto —comentó la guitarrista con tono burlón.
Yuuko rodó sus ojos y guardó silencio. Natsuki sonrió, acomodándose en el lado de la cama que estaba pegado a la pared de la habitación.
—Fallaste —afirmó la rubia con una sonrisa burlona.
—Da igual. Tienes clase a primera hora mañana, ¿verdad?
—Así es.
—Entonces a ambas nos conviene que yo duerma a este lado. No quiero que llegues tarde a clase por mi culpa. —Diciendo esto, Natsuki se dio vuelta, quedando mirando hacia la pared, y se cubrió con una de las sábanas de la cama—. Buenas noches, Yuuko.
La joven Yoshikawa sonrió mientras terminaba de arreglarse para dormir. Tenía algunas dudas respecto a poder conciliar el sueño debido a la emoción que le generaba compartir la cama con aquella chica que la enloquecía en más de un sentido. Tras apagar la luz de la habitación, Yuuko se acostó en su lado de la cama. Su espalda hizo contacto con la de Natsuki, sorprendiéndola por un instante al creer que la había despertado. Notando que no había cambios en su compañera, se relajó. De repente, Natsuki se giró y, con suavidad, la envolvió en sus brazos.
—¿Esto es una broma? —murmuró sin obtener respuesta de su dormida compañera de cama. Yuuko sonrió, se acomodó para que su cuerpo quedara pegado por completo al de Natsuki y cerró sus ojos. —Buenas noches.
Arrullada por la suave respiración y el calor corporal de Natsuki, Yuuko, contrario a lo que pensaba, no tardó en también quedarse dormida.
