Cuando salimos hacia NY semanas después, había recuperado al menos unas diez libras de peso. La verdad es que estaba tan delgado en la Isla Volcán, que hasta lucía mayor de lo que realmente era. Impresionaba, sin embargo, ver como en esa villa, Candy y Albert se turnaban para cocinar. Jamás pensé que Candy pudiera defenderse en la cocina, pero parece que Albert había logrado enseñarle. De hecho, a ella le encantaba cómo cocinaba Albert, y también engordó unas libras que le hacían falta, importante para la salud de su embarazo, que ya comenzaba a notársele algo más.

Más allá, luego de una estadía más larga de lo esperada, hasta me sorprendió bastante en el puerto de Southampton comprobar que muchas de las personas que allí laboraban día a día conocieran a Albert y a Candy. Considerando la historia de Candy y los años perdidos de Albert, era ciertamente una novedad para mí. Me preguntaba por qué, siendo que Albert estuvo tanto tiempo escondido, pero tampoco le di mayor importancia. Tampoco sabía entonces, y eso me lo contó Candy después, que cuando se escapó del Colegio, había desarrollado también amistad duradera con varias personas que también la conocían no sólo por ser una Ardlay.

No fue, sin embargo, sino en medio de nuestra travesía de regreso a Estados Unidos que me dio con preguntarle a Albert sobre su trabajo y cómo es que lo reconocieron de este modo en el puerto, y Albert, algo nervioso y hasta esquivo, me contestó, así de la nada, que era asistente de Georges. ¿Asistente de Georges? La verdad, no le creí ni la mitad, porque una cosa es que Georges fuera fundamental en el esquema de vida del tío abuelo y sus negocios y sus secretos, y otra muy distinta es que Albert fuera su asistente, y más cuando veía al mismo Georges y a Roger tratarlo como si fuera de la realeza. Nunca realmente entendí por qué me dijo algo así. Quizás fue por salir del paso. Y no, no soy tonto, algo raro pasaba, pero luego pensé que era mejor dejar las cosas para otro momento, porque muy bien sabía que de ellos no saldría ni un ápice de información. Como el asunto de Patty, del que tampoco me querían hablar demasiado, lo tomé también como algo que querían discutirlo cuando estuviéramos de regreso, sin presiones y más tranquilos todos. Lo de Patty, sin embargo, fue claro desde el principio, aunque nadie me lo quiso confirmar. Ella estaba casada, era obvio. Y era de esperarse que tuviera algún tipo de reacción cuando la viera, porque fue alguien importante para mí. Claro, ya no éramos los mismos jóvenes de antes, y yo, para todos los efectos, estaba muerto. Sentía algo de dolor y celos, pero luego reflexionaba que no debía esperar nada más. La verdad, no había razón para reclamarle. Todos éramos distintos al momento en que nos conocimos. Tampoco podía esperar llegar y encontrar las cosas cómo las dejé. Pero claro, todos sabían que se requeriría una adaptación para volver a la realidad, Patty incluida. Por eso era tan difícil para ellos tocar también ese tema.

Otra cosa que me llamó la atención fue el anuncio de una NUEVA TEMPORADA DE BUEN TEATRO SHAKESPERIANO CON LA COMPAÑÍA STRATFORD Y SU DIRECTOR EJECUTIVO ROBERT HATHAWAY, pronto, muy pronto, además del primer actor Terence Graham. Una corta dedicatoria a la memoria de Susanna Marlowe me sorprendió muchísimo. No sabía demasiado de esta hermosa joven más que lo que me contaba Candy cuando comenzó a perseguir el sueño de Terry, pero ahí fue que supe que ella había muerto hacía poco, y Candy fue muy consecuente en contarme que, después de que la dejé en la estación de trenes en Chicago ese día de invierno, regresó dos días después con el corazón roto, pues Terry, como se rumoraba en ese tiempo, tenía algo con esa actriz. Ella había sufrido un accidente en uno de los ensayos por salvarlo a él, y perdió una pierna. Terry se sintió en deuda con ella, y se quedó en NY, separándose de Candy para siempre. Sí, siempre sospeché que pasaría, pero una cosa es sospecharlo, y otra muy distinta es verlo de frente. Hasta me sentí molesto conmigo mismo por no tener el valor de decirle las cosas a Candy en su momento, pero era que, en esa búsqueda de su felicidad, se nos hacía muy duro provocarle una pena como la que todos sabíamos que sentiría cuando Terry le fallara, como lo hizo. Por eso quizás es que no podía reaccionar de otro modo. Y claro, le dimos el beneficio de la duda, pero la verdad, y eso nunca se lo dije a Candy, es que no merecía ni siquiera la menor lástima de nuestra parte. Siendo un gran actor de teatro, como era, fue bien bajo eso de carecer de profundidad, y haber herido de ese modo a Candy. Jamás sabrá, por cierto, lo que perdió por ser tan miserable. No me alegro de lo que le pasó, pero tampoco siento que merezca ni un "lo siento" de nuestra parte. Lastimó a Candy, y eso es más que suficiente como para ni nombrarlo siquiera.

Lo triste es que sabía que ese aún era un tema incompleto en su vida y en la vida de Albert. La realidad es que Terry era un inmaduro, y no pensaba más que en él. Porque no hay excusa que justifique lo que hizo con Candy. Cuando somos adultos, debemos responsabilizarnos por nuestras acciones. Yo lo hice, Candy, también supe, lo hizo y luego Albert también. Para completar, por la conversación que por fin tuve con Candy de ese asunto, se me hacía claro que ella, aún habiendo superado bastante ese trago amargo en su vida aún, sentía alguna responsabilidad de lo que le había pasado a Terry, faltaba más. Y era hasta triste. Pero sigo diciendo, más coraje tenía conmigo mismo, por cobarde. Al final, supe que todos y cada uno de nosotros, excepto Annie, que aún cuestionaba por qué Candy había dejado ir a Terry, quizás auto-proyectándose en esa historia, sabíamos que pasaría lo que pasó. En fin, esta fue la conversación que me alteró bastante un tiempo…

"Candy", le pregunté, no porque me interesara, sino por mera cortesía y, no lo niego, para llevarla a donde quería. "¿Terry nunca trató de volver a ti?"

"No. La verdad es que me envió una nota bastante críptica con Albert. Ni siquiera pude entender lo que me decía realmente. No fue ni carta; fue como un telegrama, como un libreto leído y escrito. Pienso que era una despedida de algún modo, muy a lo Terry, ya sabes, sin decir demasiado, quizás por no delatarse, o quizás para ver si yo reaccionaba distinto a como lo hice. Más adelante, sin embargo, nos vimos en una presentación de caridad en Chicago, y ya yo estaba comprometida. No parecía haberle impactado demasiado que Albert y yo hubiéramos formalizado, pero quién sabe; con él todo siempre fue un misterio para mí. Si te digo la verdad, Terry siempre ha estado de algún modo en medio de nosotros, como un fantasma que ha permanecido más allá de lo razonable. Ahora más que nunca quisiera que nos dejara para siempre, pero fue mi estupidez y una terrible culpabilidad la que me mantuvo atada por años a ese recuerdo".

Y ahí estaba la respuesta que no quería escuchar de sus labios. Aunque había superado el dolor de un mal amor, sencillamente que se sintiera como si Terry estuviera de por medio en su vida, a mí me provocaba más rabia y furia por ella, por ellos, por Candy y Albert. No era justo. Era como la serpiente venenosa que se había colado en el Jardín del Edén para destruir a Adán y Eva. Por ella, ambos perdieron el paraíso. Esperaba que no ocurriera lo mismo con Albert y Candy, aunque la verdad es que lucían tan y tan enamorados, que me resultaba algo difícil, aunque no imposible, y ese poquito de posibilidad era de nervios para cualquiera.

"Me sorprendes, Candy", le respondí. "Tú de joven estabas muy enamorada de él", le respondí, "pero, si te digo la verdad, no me parece que lo mereciera".

"No, realmente nunca estuve enamorada de él, Stear. La verdad es que me encapriché como adolescente tonta. Jamás conocí a Terry. Todo fue una ilusión. Yo realmente creo que él sí me quiso de algún modo, pero se me quedó debiendo, como decía la tía Elroy. Yo era la que lo buscaba y lo perseguía. Él hizo muy poco".

"La tía Elroy, ¿ah?", de pronto comencé a burlarme inocentemente de Candy. "Bueno, pues quiero saber lo que pasó con la tía Elroy, ¿se puede ahora? Digo, de pronto captaste mi interés con ella", le pregunté con una sonrisita picarona, y tratando de cambiarle el tema que sé que era difícil para ella.

"Stear, la verdad es que esa historia con la tía Elroy te la tengo que contar con Albert. Necesitamos estar en Chicago, tranquilos. Son demasiadas cosas que no conoces, demasiados detalles que ignoras. Pero en cuanto a Terry, él nunca más me buscó, así que bórralo. Yo me cansé de perseguirlo, pero realmente no pareció sorprenderse de mi relación con Albert, y eso me tranquilizó un tiempo el alma. Lo que quisiera es olvidarlo el tiempo suficiente para enderezar mi vida. Digo, siempre lo recordaré de algún modo, pero no quiero que se siga entrometiendo en nuestras vidas," punto para Candy. "Por favor, no lo menciones; que no salga de aquí", me terminó, logrando que yo le hiciera esa promesa, que para todos los efectos, no era para nada difícil, siendo que quería dejar ese asunto muerto y enterrado.

Y así, de pronto, cambiamos de tema cortesía de Stear. Estaba feliz con los acontecimientos de la vida de Candy porque sentía que me liberaba de ese tormento de años con alguien que no merecía nuestra atención, pero de pronto, notamos por un momento que el silencio era incómodo. Yo estaba loco por hablar de Patricia, y Candy, naturalmente, no sabía qué decirme, pero de que sí sabía lo que quería, eso es más que seguro, por el nerviosismo que comenzó a mostrar. Ciertamente, la única razón por la que tolerábamos a Terry era por ella, además de que, hay que admitirlo, él hizo algo bueno cuando abandonó el colegio para que no la expulsaran. Pero yo quería hablar de Patty, y luego de esquivar el asunto por semanas, ella como que se resignó al darse cuenta de que le daba la vuelta para llegar al tema que realmente quería tocar. Terry era sólo una excusa para seguir hablando con ella y que, por fin, me contara lo que quería saber.

Con sus grandes ojos verdes, que parpadearon sin cesar, me miró de pronto y me dijo, resignada…

"Ok, ganaste, Stear, sé que quieres hablar de Patricia. Veo que hace tiempo tienes esa intención, y de algún modo se te cuela en la conversación, pero no sabes cómo hacerlo y entonces traes otros temas para calentar el agua".

"Candy, realmente no soy tonto, y me doy cuenta de que ustedes llevan días esquivándome todo lo que quiero saber. Patty…se casó, ¿verdad? Porque no puede ser sino eso para que esquiven cada vez que le doy la vuelta al asunto. De verdad, me alegro de que Terry sea historia para ti, pero me gustaría hablar de cosas más cercanas a nosotros y dejar a los personajes secundarios de nuestra historia ser lo que son realmente, noticia vieja, quizás un recuerdo, pero nada más. Perdóname, por favor. Quizás ese recuerdo no es el mejor para ti, y menos en ese estado".

Candy de pronto miró al piso, como esquivándome momentáneamente la mirada, pero de algún modo, dándome la razón. Luego, segundos después, levantó la vista, y comenzó a confirmar con un movimiento algo lento de cabeza lo del matrimonio y enseñándome su propio aro.

"¡Oh, entonces, sí se casó!", fue lo único que atiné a decir, y me quedé mirando hacia el horizonte, hacia la distancia. Minutos después desperté, luego de analizar lo que ahora comprobaba. "Bueno, era de esperarse. Para ella, yo había muerto", y de verdad, era lógico.

"Stear, la verdad es que ella esperó mucho tiempo para comprometerse y casarse. Patricia ya no es la misma que conociste. Ella…sufrió mucho tu pérdida, pero…"

"Ella tenía derecho a conocer a alguien y formalizar. Sí, Candy, eso también lo sé. Además, ya somos adultos. No somos los mismos. Las cosas han cambiado mucho. Yo no podía esperar que ella se quedara soltera para complacer a alguien que había muerto. No es justo. Bueno, en fin, pero háblame de él, cómo es", a lo que Candy esperó unos segundos para contestar de una forma que no sonara mal para mí.

"Stear, el esposo de Patricia se llama Eddie y es miembro de una reconocida familia de Chicago. Él…es ahora parte del corporativo Ardlay…".

"Oh, bueno, pues parece que el joven Eddie provocó la mejor de las impresiones como para que ahora forme parte de nuestro consorcio familiar", dije algo celoso, pero nuevamente la razón se apoderó de mí al darme cuenta de que estaba actuando como chiquillo al que le estaban quitando su juguete. "No, perdona, Candy, soy un estúpido. No quise decir eso así".

Candy me miró de pronto consolándome un poco, y tocándome el hombro.

"Te entiendo mucho más de lo que crees", y de pronto recordé a Anthony y todo el dolor que ella sintió aún su joven corazón cuando perdimos a nuestro primo. "Stear, ten la certeza de que Eddie es muy bueno con ella, y la esperó, además de que te admira mucho. Es que…Eddie nos resultó inventor también. Es como tú. Hasta amigo de Archi ha resultado".

"Ah, y sus inventos, ¿son como los míos, que explotan de sólo mirarlos?", pregunté con algo de curiosidad, y tratando de relajar el tenso tema, que había logrado entristecernos momentánente.

"Sí, ciertamente, sus inventos son tan explosivos como los tuyos", y ahí ambos comenzamos a reírnos.

Luego de analizarlo un poco y de finalmente calmarme la ansiedad que tenía incluso antes de comenzar con el tema, continué hablando con Candy más relajado.

"Gracias, amiga, por decirme estas cosas. De verdad, me siento un poco mejor. Malo hubiera sido que llegara, y no supiera que Patty sí estaba casada. De verdad, espero que sea feliz. Yo lo soy también por ella".

"Pero ¿estás bien? Digo, sé que has guardado su recuerdo con cariño, pero quizás…"

"Sí", le contesté con algo de duda, pero sinceramente. "Además, Patty debe ser distinta ahora en todos los aspectos. Yo lo soy también".

"Pues mira, si la vez ahora, te caes de espaldas. Lleva el pelo al estilo pixie-bob, que es una moda en cabello corto en Estados Unidos, en vez de traje, se la pasa en pantalones, como si fuera una vaquera. Y ahora está también ayudando al Hogar, porque la Srta. Pony es muy mayor para continuar correteando niños y haciéndole de mamá. Patty tiene un doctorado en Educación y había decidido irse a trabajar a la universidad, pero desistió ante la posibilidad de ayudar allí. Es que hay muchísimo trabajo".

"Ah, el Hogar, sí. Qué bueno que lo mencionas, y qué tonto no haberte preguntado antes. Qué ha pasado con el Hogar. Está igual…ha cambiado…quiero saber".

"Bueno, Stear, ahora el Hogar es una corporación manejada por mis madres y yo…"

"No, pero y cómo pasó eso…"

"Pues, el tío abuelo nos dio ese regalo a mis madres y a mí".

"¿El tío abuelo…? A poco ya lo conoces".

Ahí Candy se dio cuenta de que había cometido otra indiscreción con ese tema, que sí esperaría a Chicago. Era obvio que yo quería saber quién era el viejo William, y el hecho de que me lo negaran disimuladamente me tenía algo nervioso. Candy no fue la excepción.

"Te digo qué, Stear", respondió a los minutos de pasar el pasme. "Ese es un secreto que no me toca a mí revelarte, así que no me des vueltas con el mismo. Lo único que te puedo decir es que el viejo William no es tan viejo como piensas, ni está en su lecho de muerte, y su interés en el Hogar, bueno, eso te lo tenemos que contar Albert y yo en otro momento".

Y así me cortó y no volvió a tocar ese tema hasta mucho después, demasiado después para mi curiosidad enferma.

CONTINUARÁ...