Disclaimer: Sólo sé que no son míos.

Trigger Warning: Sexo oral. Masturbación. Algo de worship.


Osadía

—¿Dónde vas, Deku? —La fuerza de One For All era tal que Katsuki pudo abandonar el pabellón de entrenamiento aparentando caminar sobre su propio pie.

—A las duchas, por supuesto. —No se habían detenido en el vestuario más que para ayudar a Katsuki a quitarse aquellas partes del traje de héroe más aparatosas y guardarlas adecuadamente en su taquilla, pero este todavía llevaba la parte interior, diseñada para generar calor y hacerlo sudar.

—No es necesario —dijo Katsuki, pero la mirada que Izuku le lanzó fue suficiente para acallarlo. Había estado entrenando y estaba empapado en sudor. Además, si no iba a llevarlo a la enfermería, Izuku lo necesitaba limpio, por mucho que le gustase su olor.

Sin discutir con él, Izuku lo sentó en una de las pequeñas banquetas del baño. Con el ceño fruncido y los ojos entrecerrados, Katsuki le ayudó a desnudarle, tirando las prendas a un lado. Después, para sorpresa de Izuku, relajó los hombros y esbozó una sonrisita petulante, sin quitar el ojo de encima a Izuku, que estaba desnudándose también para no empaparse el uniforme deportivo. Acercando otra banqueta, Izuku se situó tras él y le extendió el gel por la espalda con una caricia.

—Frota más fuerte, Deku —ordenó Katsuki en tono socarrón.

—¿Eh? —Izuku, que se había abstraído, excitado no sólo por la cantidad de piel expuesta, sino por la repentina consciencia de que Katsuki se había relajado, dispuesto a dejarse bañar por él, parpadeó—. ¡Sí, claro!

—Mucho mejor así. —Satisfecho, Katsuki movió la cabeza a ambos lados, estirando el cuello, y estiró el pie lesionado, dejándose lavar sin más protestas.

El resto de sus compañeros todavía estaban en el entrenamiento, probablemente ya cambiándose en los vestuarios para dar por finalizado la jornada escolar, cuando cruzaron la vacía sala común y los pasillos hasta el dormitorio de Katsuki. Izuku había propuesto, con timidez, cargarlo en su espalda, pero el bufido de respuesta había sido lo suficientemente contundente como para conformarse con volver a sujetarle por la cintura. Afortunadamente, Katsuki no había protestado cuando usó One For All de nuevo para prácticamente transportarlo en vilo; aunque pudiese parecer que caminaba, sus pies apenas rozaban el suelo. Ni lo hicieron hasta que llegaron a la habitación. Sólo entonces Katsuki apoyó el pie y no pudo disimular una mueca de dolor, cojeando durante la escasa distancia que separaba la puerta de la cama y dejándose caer encima de ella.

—¿Estás seguro de esto? —Katsuki lo observó con el ceño fruncido.

—Por supuesto —asintió Izuku. Como Katsuki, vestía solo un pantalón corto de deporte y una camiseta vieja, lo único que tenían en las taquillas del cuarto de baño, y se había sentado a los pies de la cama, con las piernas cruzadas y el tobillo de Katsuki en su regazo—. Salvo que quieras ir con Recovery Girl.

—Ya te he dicho que es sólo una torcedura y que se me pasará dentro de un rato —dijo Katsuki, entrecerrando los ojos, hostil. Izuku reprimió un suspiro, pero no la sonrisa que le afloró en los labios.

—Me tocó de pareja con Iida-kun durante las clases de fisioterapia. A él se le sobrecargan las piernas y los pies por los motores, así que el profesor nos explicó algunos trucos para descargar los músculos y relajarlos cuando están adoloridos. —Mientras hablaba, Izuku comenzó a masajear el tobillo y moverlo con cuidado, atento a la expresión facial de Katsuki para encontrar las pistas de que estuviese disimulando el dolor.

Izuku no había mentido al decir que sabía qué hacer. Envolvió el pie de Katsuki en una toalla, realizando varios ejercicios que, aunque al principio molestaron al otro chico por la incomodidad de la lesión, acabaron relajándolo sobre el colchón.

—Es cierto que aprovechaste bien la clase. Eres un friki, ¿sabes? —dijo Katsuki al cabo de un rato. Izuku sonrió para sí mismo, orgulloso por el elogio.

—¿Te duele menos?

—No me dolía prácticamente nada antes. —Izuku no hizo amago de contener la carcajada en esta ocasión, limitándose a negar con la cabeza—. Bastará con que no lo apoye hasta mañana. Pero el masaje ha ayudado —añadió al ver la cara de desilusión de Izuku.

«Kacchan siempre sabe qué hacer para cuidar. El profesor Aizawa creía que no, que necesitaba aprender a hacerlo y por eso quería que practicase conmigo, pero a Kacchan se le da todo bien, incluso eso. Sin embargo, yo ni siquiera estoy seguro de que yo sepa cuidar de él igual de bien y…»

—Deku. —Katsuki lo observaba con el ceño fruncido. Izuku, ruborizado, se dio cuenta de que probablemente llevaba un rato llamando su atención.

—Lo siento…

—He dicho que el masaje ha ayudado.

—¿Eh? —Desconcertado, Izuku miró a Katsuki. Este sonreía con una mueca maliciosa y los ojos rojos le brillaban, traviesos.

—Puedes seguir, si quieres. Así nos aseguraremos de que mañana esté en plena forma para entrenar. Le diremos a All Might que tengo que practicar un movimiento contigo y te daré una paliza para demostrarte que ninguna mala pisada puede impedírmelo.

«Él quiere que siga haciéndole el masaje», comprendió Izuku, sonrojándose más. «Y quiere entrenar conmigo».

—¡Por supuesto, Kacchan! —asintió, tan feliz que no podía disimularlo—. Mañana entrenaremos juntos. Cuidaré de ti lo mejor posible para conseguirlo.

—Claro que lo harás. Eres un friki de cuidado, Deku. —Satisfecho, Katsuki se recostó, acomodando la mano izquierda bajo la nuca a modo de almohada.

Izuku se empapó las manos del gel que utilizaba cuando descontracturaba sus propias lesiones leves tras los entrenamientos y que había sacado de su taquilla al vestirse, y se esmeró en aplicarlo en el tobillo de Katsuki, extendiéndolo por la planta y el dorso de su pie y después por el músculo del gemelo, presionando con fuerza para descargar la tensión de la zona.

«El Don de Kacchan es fuerte, pero pone a prueba sus articulaciones», pensó al llegar a la rodilla, deslizando los dedos pulgares por encima de la rótula, justo en el borde del pantalón de deporte de Katsuki. «Cuando aterriza, tras impulsarse con sus explosiones, tiene que hacer fuerza con las piernas para compensar la fuerza de la gravedad. Por no hablar de la resistencia que ha de oponer para no sufrir el retroceso de los impactos».

—Te he dicho mil veces que no murmures así. —Sonrojado, Izuku levantó la vista. Había vuelto a murmurar en voz audible—. ¿Vas a apuntar todo eso en tu libreta? —Y, como sospechaba, Katsuki se había vuelto muy hábil escuchándolo.

—¡Sí! —respondió sin amilanarse, no obstante, con una sonrisa.

—Más te vale que lo hagas. —«Kacchan es genial», pensó, mordiéndose el labio y sin poder dejar de mirarlo. Katsuki, contemplándolo desde su posición, sonrió orgulloso.

Al regresar a su tarea de masajear la pierna a Katsuki, a pesar de que ya no tenía la excusa de estar ayudándolo a recuperarse de una mala caída, la mirada de Izuku se posó en la poco discreta elevación de tela de los pantalones de este. Y, al volver a mirar a Katsuki, los ojos rojos de este brillaban con algo que Izuku no supo interpretar correctamente, pero que era cálido y cómodo. Inclinando la cabeza para esconder su emoción, Izuku se acercó el otro tobillo de Katsuki y, aunque no se lo había lesionado, empezó a masajearlo con la intención de descargar sus músculos de la tensión y el cansancio acumulados por el entrenamiento.

Ninguno habló mientras lo hacía. Ni siquiera cuando los dedos de Izuku se introdujeron bajo la tela del pantalón para levantar el dobladillo sobre el muslo y presionarlo con los pulgares también, distendiendo el músculo con facilidad. Ni cuando, ignorando deliberadamente la erección de Katsuki, dio un par de golpecitos impacientes con el dedo índice en la cadera de este, señalando su mano derecha.

—Te hiciste daño también ahí, ¿no? —Katsuki estuvo a punto de negarlo, pero la mirada de Izuku no dejaba resquicio al enésimo intento de hacerse el fuerte del otro chico.

—La apoyé en el suelo para amortiguar la caída cuando me torcí el tobillo —admitió, un tanto renuente. Unos segundos después, depositó suavemente el brazo sobre el abdomen, sin descolocar su estudiada pose de indolencia.

De rodillas sobre la cama, con las piernas de Katsuki entre las suyas, Izuku la tomó entre sus dedos, no muy seguro de qué hacer. Tras dudar unos segundos, tragó saliva y sonrió con seguridad. No había practicado esa parte en el curso de fisioterapia, pero tenía claro que no era una lesión, sólo un golpe. A juzgar por cómo Katsuki había evitado utilizar la mano, renunciando incluso a ponerla bajo su nuca para remarcar su postura, debía dolerle bastante, eso sí. Con delicadeza, le acarició el antebrazo, masajeando los ligamentos y tendones, fuertes y nervudos. Después, paseó las yemas de los dedos por el dorso y volteó la mano para que la palma quedase hacia arriba.

Las manos de Katsuki eran callosas. Izuku lo sabía perfectamente, podía intuir dónde estaban todas y cada una de las durezas, provocadas por las constantes explosiones, sólo por el recuerdo de su tacto al frotarle el cuero cabelludo en la ducha, al rascarle la punta de la nariz, acariciarle el abdomen en las tardes de sofá o sujetar gentilmente su erección en sus manos. Ahora podía reseguir esas durezas mientras las veía, presionarlas con las yemas de sus dedos y frotarlas. Hizo fuerza con los pulgares, como había hecho en sus pies, tobillo, gemelos y muslo, y luego siguió el músculo hasta la muñeca, guiándose por su intuición. Masajeó sus dedos, uno a uno, empezando por el pulgar, siguiendo por el meñique y acabando por el corazón, largo y delgado.

El que había estado dentro de él.

Siguiendo un impulso, tan excitado como Katsuki bajo sus pantalones, Izuku se acercó la mano a los labios y besó la yema del dedo, esa que había tocado su parte más íntima. Se sonrojó al escuchar que Katsuki contenía la respiración y, mirándolo a los ojos, le lamió el dedo, introduciéndoselo hasta la primera falange.

—Joder, Deku —masculló Katsuki, con la voz ronca—. Hace tres puñeteros días te sonrojabas como un idiota por un beso y ahora vas y haces esto.

—Sigo sonrojándome —dijo Izuku, bromeando sólo a medias. Depositó con delicadeza la mano de Katsuki encima de su abdomen. Le ardían las orejas y las mejillas sólo por el atrevimiento. Una parte de su mente estaba recreando las imágenes del momento en que había utilizado la boca para devolver a Katsuki el mismo placer que él había sentido, dotando lo que acababa de hacer de gran significado para ambos—. P-puedo hacerlo otra vez, si Kacchan quiere.

—¿Y por qué no iba a querer? —preguntó Katsuki, devolviéndole la mirada, todavía impregnada de ese brillo que Izuku había distinguido antes.

—No sé si es… Tú estás… Quiero cuidarte lo mejor posible. —Katsuki entrecerró los ojos e inspiró aire con brusquedad, como si fuese a responder, pero Izuku continuó hablando—. No quiero decir… Es sólo que no sé si tú… o sea, ahora sí lo sé, claro, porque me lo acabas de decir, por supuesto que yo sí…

—Claro que es cuidar, Deku. Y si no lo es, lo será para nosotros y que se joda el mundo. —Izuku se lo quedó mirando unos instantes, analizando sus palabras antes de asentir con una sonrisa radiante.

—¡Claro! ¡Kacchan es genial!

En realidad, había estado pensando en esto desde que lo hicieron la vez anterior. También en la mano de Katsuki deslizándose dentro de sus pantalones, en lo que ocurrió en la ducha… Ahora que ya podía utilizar las manos, la noche anterior había podido aliviarse a sí mismo, aunque la explosión de placer, nimia en comparación con las compartidas con Katsuki, no había mitigado lo mucho que le había echado de menos ni el recuerdo de este en su cama, aprisionándole con los brazos con una fuerza y una seguridad apabullante.

Había repasado los horarios de las clases en su cabeza, preguntándose cuándo podrían coincidir a solas, lo que necesitarían madrugar para utilizar las duchas sin la interferencia de nadie más o cuán arriesgado era deslizarse con frecuencia por los pasillos durante la noche, teniendo en cuenta que dormían en pisos diferentes. No había contado con algo así. Una lesión inconveniente para Katsuki, desde luego, pero oportuna para ambos. Y, a juzgar por cómo las quejas de este se habían desvanecido un buen rato atrás, también se había dado cuenta de ello.

Envalentonado, Izuku introdujo los dedos por debajo de la camiseta de Katsuki, acariciándole el abdomen. Este no se rio, pero los músculos firmes se tensaron, delatando que tenía tantas cosquillas como Izuku. Con impaciencia, tiró de la gomilla de los pantalones hacia abajo, lamiéndose ambos labios y mirando con los ojos abiertos de par en par la orgullosa erección de Katsuki.

No se lanzó a por ella de inmediato, como estaba deseando. Primero se limitó a seguir con los dedos las líneas de la musculatura del abdomen de Katsuki, que gruñó, impaciente, y se tensó por las cosquillas. Después, presionó con los pulgares los huesos de las caderas, que lo invitaban a desembocar en el vello público, donde enredó los dedos con una risita tan traviesa como nerviosa. Katsuki, dividido entre el placer y la impaciencia, se removió bajo él.

—Dek… —No terminó siquiera el nombre, porque Izuku se había acomodado sobre sus piernas, con cuidado de no descargar el peso sobre él, y acunó sobre la palma de su mano el saco escrotal del Katsuki.

Grandes, más pesados de lo que parecía a simple vista y enmarcados en una diadema de vello rubio, estaban calientes y suaves. Izuku los palpó, divertido por las reacciones de Katsuki, que seguía retorciéndose debajo de él. En cierto modo, era similar a cuando él jugaba con los suyos propios, pero al mismo tiempo era diferente. Se veían más grande, más delicados.

Lo besó ahí, siguiendo el mismo impulso que lo había impelido a lamer el dedo de Katsuki. Uno a uno, se los metió en la boca, succionando con suavidad. Katsuki, fingiendo estoicismo, lo miraba. Todavía tenía la mano izquierda detrás de la nuca, pero todo su cuerpo estaba en tensión y apretaba los dientes para contener el gemido que amenazaba con abandonar su boca. Enormemente excitado por la situación, sin importarle en esta ocasión que la luz estuviese encendida, pues él conservaba todas sus prendas de ropa en su sitio, Izuku no apartó la mirada de sus ojos rojos mientras se metía en la boca la punta, enrojecida, aterciopelada y dura, y la acariciaba con la lengua, sin dejar de acunarle los testículos con una de sus manos.

Fue la mano derecha de Katsuki, la que se suponía que le dolía, la que se cerró sobre su cabello, tirando con fuerza de él al cabo de unos minutos para apartar bruscamente los labios de Izuku de su erección. Justo a tiempo. El líquido tibio le manchó los labios, la nariz y las mejillas, antes de derramarse sobre el vello púbico de Katsuki, formando un charquito lechoso.

Katsuki suspiró profundamente, satisfecho, e Izuku sonrió, radiante por haberlo complacido.

—Ven —ordenó Katsuki—. Te lo haré con la izquierda.

—No hace falta, Kacchan.

—Claro que hace falta. —Katsuki frunció el ceño, pero Izuku no estaba dispuesto a ceder, porque quería que la lasitud que había invadido los músculos de Katsuki tras el éxtasis del orgasmo se conservase.

Incorporándose sobre las rodillas, todavía con el rostro manchado por las consecuencias del placer de Katsuki, Izuku hurgó entre sus pantalones. Katsuki comprendió, porque la protesta enmudeció en sus labios, sus ojos se abrieron de par en par y no apartó la mirada hasta que Izuku, al que le bastaron apenas unas pocas sacudidas durante un minuto, tan excitado estaba, unió al de Katsuki su propio semen, manchándole el pene, todavía con restos de la erección que había exhibido unos segundos antes, el vello púbico y el escroto.

—Joder, Deku. —A pesar de su expresión, su voz había sonado ronca, excitada e intensa. «Aprobadora», pensó Izuku, satisfecho, antes de utilizar la misma toalla que había usado para reconducir los músculos del tobillo de Katsuki y destensarlos para limpiarlos a ambos, primero su rostro y luego el pubis de este, húmedo y viscoso por el líquido mezclado—. Eres bueno en esto de cuidar. Yo soy mejor, eso sí —le advirtió Katsuki cuando terminó.

—Por supuesto que soy bueno. Aprendí del mejor —le concedió Izuku, con una carcajada.

—Ha —dijo Katsuki, todavía con una sonrisa presuntuosa.

Estuvo a punto de inclinarse hacia adelante para besarlo, pero recordó lo que había estado haciendo y no estaba seguro de que a Katsuki le agradase. Ahora, echaba de menos no haberlo besado antes, pues desde que había descubierto lo mucho que le gustaban, también había pensado muy a menudo en los besos con Katsuki, sobre todo lamentando lo improbable que era que se diesen las circunstancias para ellos.

—Creo que será mejor que baje a la cocina a por hielo. Ayudará a terminar de bajar la inflamación del tobillo —dijo, en cambio, colocando adecuadamente el pantalón de Katsuki—. También te subiré algo de cena y el cepillo de dientes, será mejor que no camines en toda la noche.

—¡Deku! —lo llamó Katsuki, cuando Izuku se estaba calzando las zapatillas de felpa. Este, extrañado, se acercó a él, preguntándose qué querría.

La mano izquierda de Katsuki, veloz, lo sujetó por la pechera de la camiseta y tiró de él con fuerza, atrayéndolo. Desprevenido, Izuku estuvo a punto de chocarse contra su rostro, pero Katsuki había controlado el movimiento con precisión, deteniéndolo en el momento en que sus labios se juntaron. Ni siquiera le dio tiempo a protestar, pues en cuanto exclamó, tratando de advertirle, la lengua de Katsuki aprovechó el hueco entre sus labios para colarse dentro de su boca. Y, después de eso, Izuku sólo pudo pensar en embriagarse de los besos de Katsuki una vez más.

—Te quedarás a dormir aquí —dijo Katsuki cuando lo soltó, un rato después, lamiéndose los labios mientras sonreía con satisfacción, divirtiéndose con la expresión un tanto perdida de los ojos de Izuku, que todavía estaba ensimismado en el beso—. Voy a necesitar que mañana por la mañana me des otro masaje para cerciorarte de que podré entrenar. Si no, me tocará ir a ver la vieja y tú tendrás que llevarme, así que será mejor que estés aquí para no llegar tarde a clase.

—¡Claro, Kacchan! —respondió Izuku antes de salir por la puerta, asintiendo con la cabeza, divertido por la forma en la que este había expresado sus deseos y dispuesto a tardar lo menos posible, para regresar cuanto antes.