Disclaimer: Sólo sé que no son míos.
Trigger Warning: Eufemismos referentes a lo ocurrido el capítulo anterior y a frotting. Masturbación y "Hotdogging" (No sabía que se llamaba así, para mí era frotting/frottage entre nalgas xD) y referencias a futuras interacciones.
Días después
Las palabras de Todoroki habían rondado la cabeza de Izuku en los últimos días. Su «¿Es porque sois novios?» dejaba paso, continuamente a «Si cuidar de alguien, estar pendiente de sus necesidades y cerciorarse de que esté bien no es una declaración de amor, entonces ¿qué lo es?».
El razonamiento lo había impresionado la primera vez que lo escuchó, pero había vuelto con fuerza a su cabeza la mañana siguiente a la lesión de Katsuki. Tal y como este le había pedido, Izuku había dormido con él, permitiendo que sus brazos lo abrazasen y que sus caderas y pecho se presionasen contra su cuerpo, atrayéndolo más cerca de sí. La naturalidad con la que habían despertado, cumpliendo el deseo de Katsuki de que Izuku «cuidase» de él igual que la noche anterior, algo a lo que había accedido sin demora y ansioso por repetirlo, se había visto un tanto truncada cuando, al salir del dormitorio con la intención de mezclarse con el resto de alumnos en la rutina matinal, habían coincidido con Kirishima, cuyo dormitorio era adyacente al de Katsuki.
Nervioso, Izuku había observado a ambos hablar en susurros durante el desayuno. Kirishima dirigió miradas de curiosidad hacia Izuku en varias ocasiones. Este agachó la cabeza, ruborizado, e ignoró las preguntas de sus amigos, que le interrogaban sobre su desaparición en el entrenamiento del día anterior y su fugaz visita a la cocina, de la que sólo Uraraka y Todoroki habían sido testigos. Kirishima sonreía mientras hablaba con Katsuki, pero este, serio y malhumorado, sólo le contestaba con monosílabos. Negativos, a juzgar por su lenguaje corporal.
Izuku había querido preguntarle al respecto, pero no encontró el momento. Sin una lesión que les diese la excusa, tuvieron que limitarse a interactuar igual que el resto de sus compañeros. Que Iida escuchase la propuesta de Izuku de estudiar juntos había dado al traste con su secreto intento de tener una excusa para estar con Katsuki a solas en su dormitorio. Habían terminado en una suerte de grupo de estudio formado por los amigos más cercanos de ambos. Kaminari, a pesar de lo ruidoso, descubrió un bromista innato en Todoroki, afirmando que cuando este estaba relajado era mucho más gracioso que en las clases. Uraraka, Tsuyu y Ashido, por su parte, intercambiaron susurros cómplices sin disimular las descaradas miradas con las que observaban a Izuku y Katsuki.
Por ello, tuvieron que conformarse con seguir sentándose juntos en las comidas, aunque no necesitaron alternar entre sus compañeros, que tras varias sesiones de estudio se llevaban tan bien que acabaron compartiendo mesa en los desayunos, almuerzos y cenas. Sin embargo, el cambio era notorio incluso para la inseguridad de Izuku. Aunque no habían vuelto a mencionar el tema, ni tampoco habían tenido oportunidad de volver a besarse, pues siempre había gente a su alrededor, se daban los buenos días a diario, ignorando las risitas de las chicas o la mirada curiosa de Kirishima. Izuku no se atrevía a escaparse a la habitación de Katsuki y este no le había visitado en la suya, pero este siempre se colocaba al lado de Izuku: en los entrenamientos, al comer en el comedor y en la sala común.
Sin embargo, no era suficiente. No para Izuku, al menos. Y no sabía si para Katsuki sí lo era, pero esperaba sinceramente que no. No creía estar seguro de poder responder a la pregunta de Todoroki, ni siquiera para sí mismo, pero sí estaba de acuerdo con él en que sus cuidados mutuos con Katsuki habían sido una declaración bastante explícita de lo que había entre ellos.
La oportunidad había tardado en presentarse, pero por fin lo hizo. Con la llegada del invierno y el frío que invadía los pabellones de entrenamiento, habían cambiado a sus trajes de invierno, pero Katsuki había acusado igualmente el contraste de temperatura, resfriándose. Esa noche, Izuku había preparado una sopa de miso para él y le había enjugado la fiebre con un paño húmedo. A riesgo de contagiarse, se había acurrucado entre sus brazos, contento de estar refugiado de nuevo entre ellos, y había dormido con él aquella noche. Katsuki no se había opuesto, argumentando que, si Izuku se contagiaba, entonces volvería a ser su turno de cuidarlo. Y, aunque la forma en la que lo había dicho había estremecido de placer anticipado a Izuku, este había negado con la cabeza, condescendiente.
—No podemos hacerlo así todo el tiempo —dijo Izuku. Katsuki se había despertado muy temprano, sin fiebre, y se había frotado contra el cuerpo de Izuku con evidente deseo hasta que este se había dado media vuelta y, bajándose los pantalones lo justo para poder rozar con su erección la de Katsuki y auparse mutuamente al clímax, lo había besado, lento y ansioso.
—¿Qué? —Izuku se sonrojó al comprender que sus palabras podían malinterpretarse. Aunque, pensándolo bien, expresaban con exactitud lo que quería decir. Incluso aunque esa noche no hubiesen hecho nada físico, ni tan solo unos besos, en deferencia a la enfermedad de Katsuki. Sin embargo, la expresión desconcertada de Katsuki, que no había conseguido disimular el pánico en su mirada, por encima del aturdimiento de placer posterior al orgasmo, hizo que se apiadara de él.
—Me refiero a que no podemos estar esperando a que uno de los dos se ponga enfermo para estar juntos, Kacchan. —«Ya está. Las cartas encima de la mesa», pensó Izuku, conteniendo la respiración.
—No hacemos eso. Además de haberte cuidado, me siento a tu lado, entreno contigo, no…
—Lo sé, Kacchan. Pero no me refiero sólo a eso. —Katsuki frunció el ceño y apretó los dientes.
—¿Es por el idiota del pelopincho? ¿Te ha dicho algo? Nos vio salir de aquí el otro día, pero no va a decir nada a nadie. Aunque está muy pesado con sus preguntas constantes. —Izuku alzó las cejas. No era, precisamente, temor a que Kirishima hablase. Conocía lo suficiente al chico, y su nobleza, para suponer que no iba a chivarse a ningún profesor responsable de la residencia, ni que eso fuese a servir de algo más que para que los adultos cotilleasen entre ellos—. Vale, entonces habla claro, Deku.
—Tú y yo… —«¿Es porque sois novios?». La pregunta volvía una y otra vez a sus pensamientos—. Prometiste que me cuidarías y estarías pendiente de mis necesidades, y que yo haría lo mismo por ti… —«Si cuidar de alguien, estar pendiente de sus necesidades y cerciorarse de que esté bien no es una declaración de amor, entonces ¿qué lo es?»—. Pero no sé si tú y yo… Si nosotros…
—Joder, Deku —dijo Katsuki, poniéndose bocarriba en la cama y cruzando las manos sobre su pecho. Al cabo de unos segundos, Izuku se acurrucó junto a su costado y Katsuki le pasó el brazo por la espalda para atraerlo más cerca y guiar su cabeza hasta apoyarla en su hombro. Aunque no tenía fiebre ya, estaba muy caliente y olía a caramelo quemado. Izuku cerró los ojos e inspiró hondo para deleitarse en su aroma.
—Las madres y los padres cuidan de sus hijos. Los hermanos mayores cuidan de los pequeños. Los amigos se preocupan unos de otros —añadió, pensando que, a su modo, tanto sus amigos como los de Katsuki habían cuidado de ellos al observarlos, preocuparse o guardar silencio.
—Nosotros no somos nada de eso, Deku. —El suspiro de alivio de Izuku fue más notorio de lo que esperaba al dejarlo escapar—. Amigos de la infancia sí, claro, pero eso ahora ya no… Los amigos de la infancia no hacen lo que tú y yo hacemos.
—Eso mismo. —«Los novios…», Izuku había pensado bastante en ello, en la soledad de su habitación, cuando le costaba conciliar el sueño a solas en una cama estrecha que parecía enorme desde que sus brazos habían sanado. «Los novios van al cine y se toman de la mano. Pasean por la feria y comen crepes juntos».
—¿Eso es lo que quieres que hagamos tú y yo, Deku? —Katsuki se rio entre dientes y su pecho tremoló bajo la mano de Izuku, que lo acariciaba distraídamente.
—¿Lo he dicho en voz alta?
—Mascullas demasiado alto al pensar, te lo he dicho más veces. ¿Era eso por lo que estabas agobiado? —Izuku se encogió de hombros. En ese momento, el despertador de Katsuki sonó con pitidos insistentes y desagradables, indicando que era la hora de levantarse. Este lo golpeó descuidadamente para hacerlo callar—. Será mejor que bajemos a ducharnos y desayunar o llegaremos tarde.
—Deberías quedarte en la cama y descansar hoy también, Kacchan —dijo Izuku, aunque imaginaba que no iba a convencerlo. Katsuki se había levantado de la cama con un enérgico salto.
—Estoy bien, ya te dije anoche que sólo había pillado un poco de frío mientras entrenábamos. —Izuku, sentado en el borde de la cama, lo miró con una expresión de divertido escepticismo ante su cabezonería—. Si me encuentro mal te lo diré. Prometido.
—De acuerdo —asintió Izuku. Katsuki se acercó a él y, tirándole de la camiseta, lo obligó a incorporarse. Sus pechos chocaron y sus rostros quedaron tan cerca el uno del otro, que Izuku cerró los ojos instintivamente, abriéndolos cuando Katsuki lo besó en los labios, apenas un roce.
—Y más te vale que no te hayas contagiado.
—Pensé que querías cuidarme —susurró Izuku, riéndose entre dientes, pero Katsuki lo acalló con otro beso.
—Lo haré igualmente. Pero no te pongas enfermo.
El mensaje de texto de Katsuki había llegado un par de días después, a media mañana, durante la clase de Present Mic, aunque Izuku no lo había visto hasta la hora de la comida. Habían vuelto a coincidir con Kirishima al salir del dormitorio, pero este se había limitado a saludarlos con alegría y a acompañarlos en el trayecto hasta las duchas comunes. Las cosas no habían variado demasiado los días siguientes a aquella conversación, aunque Katsuki sí le había robado varios besos en los pasillos e Izuku le había tomado de la mano bajo la manta con la que se arropaban en la sala común, entrelazando sus dedos con los de él mientras veían series en el teléfono móvil de Izuku.
«Año Nuevo, en el templo, a las 6».
Era escueto, pero Izuku no había necesitado más información. Las clases terminaban ese día y todos volvían a sus casas. Las casas de Katsuki y él estaban cerca la una de la otra, pero este le había informado de que pasarían los primeros días de las vacaciones, hasta el día de Año Nuevo, en la ciudad de sus abuelos paternos, por lo que no podrían verse durante ese tiempo.
—Feliz año, Kacchan. —Al llegar al templo, este ya lo estaba esperando, con las manos embutidas en los bolsillos del abrigo y el rostro semioculto tras la gruesa bufanda.
—Ha —dijo Katsuki en respuesta, asintiendo.
Realizaron su primera ofrenda del año en silencio. Al mirarlo de reojo, Izuku se dio cuenta de que Katsuki también lo estaba observando, con media sonrisa en el rostro. Al salir, el sol brillaba en el cielo despejado, calentando débilmente el aire frío que soplaba con fuerza. Con las mejillas ruborizadas por la temperatura, Izuku se llevó las manos a la boca para calentárselas con el aliento, parado en la calle sin saber bien qué hacer o a dónde ir.
Fue Katsuki quien, sacando una mano del bolsillo para tomar la de Izuku, lo guio hacia un cercano parque. Estaba, gracias a las fiestas invernales, lleno de actividad: Niñes jugando, personas ancianas paseando, alguna madre empujando un carrito por los caminos marcados entre los jardines. En uno de los extremos del parque, una furgoneta grande atendía a varios adolescentes que, protegidos del frío por abrigos y bufandas, reían y gritaban entre ellos.
—¿Kacchan? —preguntó Izuku, adivinando sus intenciones.
—Crepes, dijiste. Feria no hay ahora, me temo, pero sí tengo entradas para el cine. —Izuku tartamudeó algo ininteligible, a medio camino entre la emoción y la sorpresa, lo cual hizo salir a relucir la característica sonrisa satisfecha de Katsuki, que lo arrastró hasta la furgoneta para comprarles una crepe a cada uno.
«Somos novios», pensó Izuku varias horas después, embargado de una inmensa felicidad, cuando se despidieron en la esquina que separaba las calles de sus casas. Katsuki no había soltado su mano durante la película, ni tampoco en el camino de regreso. Ni cuando se había acercado un poco más a él, arrinconándolo contra el muro, para besarlo en los labios durante tanto rato que Izuku estaba convencido de que tenía los labios rojos e hinchados. Y, después de haberlo besado, mirando primero hacia los lados y luego al suelo, ruborizado por el frío y la vergüenza, había mascullado en voz baja.
—¿Queda claro ya que somos novios, Deku?
—¡Sí!
—Cojonudo. —El escandalizado «¡Kacchan!» por la palabrota quedó ahogado por las siguientes palabras de Katsuki—. Porque los novios también se cuidan el uno al otro. Ya me entiendes.
Katsuki se despidió tras aquellas palabras, dejando a Izuku tan sonrojado que podría haber estado en la calle sin abrigo sin pasar frío. Ni siquiera atinó a contestar un «¡Por supuesto, Kacchan!», pues Katsuki caminaba ya a varias decenas de metros de distancia cuando por fin reaccionó, pero sí se lo escribió en un mensaje de texto, todavía ruborizado, agradeciendo de que ambos fuesen capaces de comunicarse, aunque fuese escuetamente, a través de ese medio.
Y por eso lo había seguido de inmediato días después, ya de regreso en la U.A., cuando, mientras sus amigos le interrogaban con poco tacto y mucha emoción acerca de qué había hecho en sus vacaciones, Katsuki se había acercado para proponerle ver una película juntos en el cuarto de Izuku.
Katsuki, vestido con unos pantalones y una camiseta amplios, se había dejado caer sobre el colchón, ocupándolo en su mayoría, mientras Izuku, sentado en el borde, escogía la película en su teléfono móvil. La pantalla era pequeña, pero ambos estaban acostumbrados, dado que el único televisor de la residencia estaba en la sala común y era frecuente que cada cual consumiese sus series favoritas en sus dispositivos móviles.
—Elige una, da igual cual, Deku —lo reprendió Katsuki al cabo de un rato. Indeciso, Izuku había estado saltando entre varias opciones. Al final, optó por una de acción y superhéroes, de la misma franquicia que habían ido a ver al cine, suponiendo que esa les gustaría a ambos por igual.
Colocando el teléfono en la mesita de noche, orientado para que ambos pudiesen verlo correctamente, y no sabiendo que hacer con las manos libres de pronto, Izuku se abrazó al pequeño cojín de All Might que utilizaba para decorar su cama. Exasperado, Katsuki se apartó, haciéndole sitio en la cama, y palmeó el colchón, impaciente. Izuku se tumbó, a su lado, en una postura similar a la que habían encontrado para dormir con comodidad. De inmediato, Katsuki lo abrazó por la cintura, atrayéndolo más cerca de su cuerpo, y apoyó la barbilla en la cabeza de Izuku para poder ver mejor la pequeña pantalla.
Afortunadamente, era una película que Izuku conocía, porque no se enteró demasiado de la introducción. La respiración de Katsuki cosquilleándole el pelo, su pecho fuerte y caliente tras su espalda, las caderas rozándole las nalgas y sus dedos acariciándole distraídamente la piel del abdomen por debajo de la camiseta lo distraían. Sonrojando y feliz por estar con Katsuki haciendo algo tan simple como ver una película en su dormitorio, se abrazó con más fuerza al cojín de All Might. Hasta que Katsuki, que había dejado de acariciarle el abdomen unos segundos antes, tiró con fuerza de él y lo arrojó a un lado con brusquedad, volviendo a abrazarlo con posesividad.
—¿Kacchan está celoso de un cojín? —dijo Izuku, conteniendo una carcajada.
—Calla, Deku —dijo Katsuki, con voz gutural, al mismo tiempo que le mordía la mejilla.
—Si Kacchan quiere que lo abrace a él, sólo necesita pedírmelo —se burló Izuku, callándose de inmediato cuando los dedos de Katsuki, en lugar de acariciarle la tripa, se deslizaron por debajo de la cinturilla de sus calzoncillos.
No tardaron en removerse lo justo para que la ropa que les estorbase acabase en el suelo. Cuando Katsuki volvió a apretar a Izuku contra su pecho, este pudo sentir la piel caliente de su pecho en su espalda. Y también su erección, dura y ligeramente húmeda por la excitación, entre sus nalgas.
—¿Te parece bien, Deku? —preguntó Katsuki. Para remarcar sus palabras, se presionó contra Izuku, que sintió la punta de su erección presionar de una forma similar a como lo habían hecho los dedos de este, semanas atrás. Sorprendentemente, no se puso nervioso, ni entró en pánico. Lo cual fue positivo, dado que Katsuki no había pretendido insinuar lo que Izuku había entendido—. Sólo así. Nada más, te lo prometo. Cuando queramos hacerlo así, tendré cuidado, ahora sólo es…
—Claro, Kacchan. Confío en que cuidarás de mí cuando llegue el momento. Ahora… yo también quiero cuidar de Kacchan. P-puedes… Puedes hacer lo que quieras.
—Por supuesto. —Imaginándose su sonrisa lobuna esbozándose tras él, Izuku se lamió los labios y cerró los ojos, abandonándose a las sensaciones. La mano de Katsuki había vuelto a rodear su erección y se movía a un ritmo que lo iba a catapultar rápidamente al clímax. Detrás de él, la cadencia del movimiento de Katsuki entre sus nalgas era fricción suficiente para multiplicar su placer y, a su vez, proporcionar el de este.
—¡Kacchan! —susurró, provocando un gruñido de respuesta en Katsuki, que estaba respirando directamente sobre su oreja.
El líquido caliente de este le manchó la espalda y entre las nalgas, pero Katsuki no dejó de rozarle hasta que Izuku se derramó entre sus dedos, balbuceando palabras de placer.
«Yo creo que estamos más que preparados», fue su último pensamiento antes de caer dormido, todavía con el sonido de la película sonando de fondo, los brazos de Katsuki alrededor de su cintura y su mano húmeda acariciándole distraídamente el abdomen, sin molestarse ninguno de ellos en levantarse para limpiarse.
La película siguió su curso en la pequeña pantalla, pero ninguno de los dos, profundamente dormidos y descansando plenamente por primera vez en semanas, se enteró. Ni esa noche, ni ninguna de las siguientes.
Nota final: Ahora sí, defintivamente, llegamos al final, jajaja. Espero que os haya gustado (y pido perdón a la gente que estuviese esperando a que jugasen a rellenar el pavo, pero al escribirlo me pareció que era más coherente así con su desarrollo y sin hacer un gran salto temporal. Al fin y al cabo, pocos días atrás estaban liándose a puñetazos y tienen mucho que disfrutar antes de dar otro paso). Mil y una gracias.
