¡Hola a todos! ¡Espero que estén muy bien y contentos! Aquí les comparto un capítulo más de nuestra historia. Recuerdo a los lectores que esta es una historia clasificación M, por lo que, sin intención de ofender a nadie, les pido su discreción al respecto, u obviar su lectura si te ofende o si eres menor de edad. Muchas gracias por comprender. Continuamos.

"UNA DECISIÓN DE VIDA"

CAPÍTULO XIX

Aun recordaba aquella noche que dejó Lakewood para no regresar más. Nada había sido igual desde entonces. Miró a través de la ventana, y los campos de cultivo y las casas dispersas por el campo pasaban frente a él y desaparecían a medida que el tren avanzaba. Su corazón ahora se sentía tranquilo, y a pesar de la incertidumbre de las últimas semanas, todo se resumía a una sola verdad en su mundo, Ella… su pecosa. Su rostro se volvió y contempló el bello rostro de su esposa dormida, recostada sobre su hombro en su abrazo. Anthony sonrió enamorado, acercándola aún más hacia sí. Sigue cansada, mi princesa, pensó Anthony y besó con dulzura su dorado cabello. Había sido un viaje largo, y aunque habían tenido que pasar varios días viajando en auto y parando en pequeños hostales - algo incómodos -, en la cuarta noche habían hecho una parada en un hotel muy acogedor en Michigan City, Indiana, a dos horas de su destino: la Estación de trenes de South Bend. Anthony había sabido del lugar hace un año, cuando Stear le comentara que la familia de Patty se había hospedado allí en su viaje a Lakewood y que habían quedado encantados con sus bellas instalaciones en madera y sus extensos y decorados jardines.

Y esa noche, pensando que podrían averiguar hasta el día siguiente sobre sus boletos para Nueva York y el embalaje del auto para esa segunda parte de su viaje, Anthony decidió que ese sería un hermoso lugar para darle a su pecosa un poco de descanso y de comodidad, y también la ansiada privacidad que ella merecía para que compartieran su primera noche juntos como esposos. Los otros días, solamente habían disfrutado de una tímida noche de besos y caricias, talvez por la tensión misma del viaje, y también por lo cansados que se sentían de horas en el automóvil en los polvorientos caminos. Esas tres primeras noches juntos - a pesar de la espontaneidad de su breve encuentro al hacer las maletas a su salida de Lakewood-, los había dejado las siguientes noches extrañamente tímidos a la hora de acostarse. El hecho de darse cuenta de que un encuentro romántico era esperado - planificado o implícito - al estar casados, y siendo ambos primerizos, resultó en crear una expectativa que los inhibía hasta cierto punto a ambos. Bueno, talvez no a ambos, pero sí fue más difícil de propiciarse de lo que Anthony pensaba, ya que Candy se ponía bastante nerviosa cuando la acariciaba íntimamente en esos momentos nocturnos, haciendo que él prefiriera no presionarla, justificándose también en posponerlo al tener que salir ambos, temprano, al día siguiente para continuar con su viaje.

Así que, esas tres noches, ambos se habían conformado con solo dormir abrazados y disfrutar de su nueva compañía, acostumbrándose a esa cercanía de pareja que se les concedía, y perderse la vergüenza mutuamente, rompiendo mentalmente tantas normas sociales entre hombres y mujeres que habían tenido bien marcadas en su educación desde niños. Pero al llegar a ese hotel, Anthony sintió que estaban al fin listos y que el momento de su luna de miel con su pecosa finalmente había llegado.

Una sonrisa iluminó el rostro del muchacho Brower en el tren, al recordarlo.

Inicio del Flashback

"Buenas noches", dijo Anthony al entrar ambos en el Brewery Lodge Hotel, en Michigan City. La elegante recepción estaba en ese momento con poca gente, eran casi las 20:00 hrs.

"Buenas noches, señor" contestó el recepcionista. "Bienvenidos al Brewely Lodge Hotel. ¿Su nombre por favor?"

"Anthony Brower" le dijo, "no tengo reservación, pero quería ver si tendrían disponible alguna de sus suites para mi esposa y para mí."

El muchacho vio a la hermosa joven del brazo del apuesto caballero. En uno de los pueblos anteriores, Anthony había insistido en comprarle un ajuar completo de vestidos, prendas y zapatos a Candy, y ahora se presentaba junto a él elegantemente vestida, con su abrigo y sombrero a juego.

"Por supuesto, señor. Tenemos la suite principal disponible si la desean. Su costo es de US14.00 diarios. O si desea solo una habitación doble…"

"Tomaremos la suite." Sonrió el rubio.

"Con gusto señor. Su nombre otra vez para el registro, por favor."

"Anthony Brower Andley." Dijo por costumbre su nombre completo, y luego se dio cuenta de su error.

"¡¿Andley?!", se sorprendió el recepcionista. "¡Por supuesto, señor! ¡Uno de los nietos de la señora Elroy! ¡Un gusto tenerlos en nuestro Hotel, señor Andley! - Por favor, Patrick. -" Le habló a otro empleado, mientras Anthony intentaba corregirlo en el uso de su apellido, pero el hombre ni siquiera lo escuchó, "reemplázame aquí un momento. Yo mismo los guiaré hasta su suite." Les dijo el caballero complacido. "¿Su equipaje está en su vehículo?"

"Así es. En el vehículo azul, al frente. Pero mi apellido es Brower."

"Por supuesto, señor Brower Andley. - Alfred -" dijo, volviéndose al botones. "Por favor lleva el equipaje de los señores a la Suite Especial y aparque el vehículo en el área de invitados especiales."

"Sí, señor." Dijo el muchacho.

"Encontrará bastantes maletas." Advirtió Anthony.

"No se preocupe, señor Brower Andley, todo será colocado en su habitación sin que nada se lastime." Le dijo el señor recepcionista con total confianza, llamando a un segundo botones.

Anthony volteó a ver a Candy y ella le sonrió divertida por la reacción del encargado ante la sola mención del apellido Andley.

Anthony se encogió de hombros resignado, y suspiró. Viendo salir a los dos botones, intervino "El vehículo tiene un sistema especial de encendido." Dijo Anthony al primer botones. "Mejor lo moveré yo. Solo bajen todo antes."

"Sí, señor." Dijo el botones.

"¿Amor?," se volteó hacia su pecosa, "Espérame aquí un momento." Le dijo. "Ya regreso."

"Sí, amor." Dijo Candy sonriente.

"Tome asiento, por favor, señora Brower." Le dijo el encargado de recepción, ubicándola en uno de los finos sillones en un pequeño salón junto a la recepción. "¿Sofi?", llamó a una de las mucamas. La joven de cabello castaño y uniforme elegante se aproximó.

"¿Podemos ofrecerle algo de beber mientras espera, Madame?", preguntó la atenta joven.

"Un vaso de jugo, por favor", dijo apenada la joven señora. Pensó en pedir una taza de té, como lo haría cualquier señora de alcurnia, pero en realidad se le antojaba un jugo en ese momento.

"¿De naranja estaría bien, Madame?" preguntó la mucama de vuelta.

"Sí, muchas gracias.", dijo Candy aún no muy acostumbrada a ser atendida por otros, y a no ser ella quien atendiese.

Dos horas después, tras una elegante cena en el restaurant del Hotel, en la que Candy dio gracias al cielo de saber qué cubiertos usar con qué - ya que logró conocerlos bien en la mansión Andley al ayudar a poner la mesa para la familia -, la cansada pareja se retiró a su suite ubicada en una edificación aparte, con jardín propio, que contaba con una habitación lujosa, con walking closet, con un gran baño con regadera y bañera doble, una sala y un comedor privado.

Candy había tomado un breve baño antes de que fueran a cenar, y al regreso ahora había sido el turno de Anthony, y al salir él del baño con su cabello dorado mojado y vistiendo únicamente el pantalón de su pijama, su joven y apenada esposa se le quedó viendo fijamente desde la amplia y lujosa cama donde estaba recostada con su camisón de seda blanca, esperándolo para dormir.

El joven guardó algunos efectos personales en el pequeño closet donde el personal había colocado su equipaje completo y colgado alguna de su ropa por el valet asignado a la habitación. Una dama de servicio había colocado la de Candy en la otra sección del walking closet.

"Anthony…" dijo su esposa con un hilo de voz.

"¿Sí, amor?" le dijo el rubio, haciéndose el desentendido, apagando la luz del pequeño closet y volviéndose hacia ella. Y al verla, su corazón se detuvo, viendo a su rubia de cabello dorado suelto y de camisón sexy, sentada en la gran cama de cuatro postes con dosel, mirándole embelesada, con las sábanas de hilo italiano cubriendo hasta su fina cintura.

Candy no contestó a su pregunta, su verde mirada se había desviado lentamente del apuesto rostro de su esposo, hacia su atractivo y bien proporcionado cuerpo. Habían dormido juntos ya tres noches, pero nunca había salido su esposo casi desnudo para acostarse junto a ella. Para Candy era una maravilla inquietante ver por primera vez sus músculos bien marcados en su pecho y vientre, a pesar de haberlos tocado al dormir en su abrazo, y esto combinado con su alta estatura, y la sonrisa seductora con la que ahora la veía, la hacían sentirse… extraña… inquieta… y, por primera vez, deliciosamente indefensa ante él. En ese momento la pecosa supo también que el momento había llegado para ambos.

Anthony caminó hacia ella y subiendo del lado que él dormía en la cama, entró también bajo las sábanas, y apagando la lámpara en la mesita de su lado, dejó únicamente encendida la del lado de Candy. La chimenea encendida por el personal del hotel también hacía que la habitación fuera cálida y acogedora. Anthony se acercó a su hermosa rubia, que hipnotizada, aún lo miraba sin hablar... el joven rubio le sonrió y acariciando su mejilla con su mano, se inclinó y besó brevemente su frente y encontrando su mirada de vuelta en la suya, ambos se perdieron en la intención no dicha entre ambos de aquella noche y sosteniendo su verde mirada, el joven Brower deslizó su mano por su cuello hasta su delicado camisón, bajando el tirante de seda de su hombro derecho sin apartar su vista de sus ojos. Este movimiento de su parte hizo que Candy se estremeciera, cerrando sus ojos apenada, al sentir su hombro descubierto. Su apuesto esposo tomó aquello como una invitación y durante los próximos pocos minutos se deleitó en descubrir lentamente y acariciar y besar con ternura y embeleso la belleza nívea de su pecosa en silencio, extasiándola al bajar finalmente con sus besos hasta sus descubiertos pechos y encender en ella un fuego hasta entonces desconocido, al sentir sus gentiles labios besar, y luego lamer y luego, recostándola sobre la cama, sorprenderla succionándolos con pasión, haciéndola luego de un momento casi gritar de placer, arqueando ella su espalda inconscientemente, para no perder su sorprendente contacto.

Sin pensarlo más, Anthony la atrajo más hacia sí, y estrechando su pequeña y femenina figura entre sus fuertes brazos, regresó por su cuello hasta sus labios y la besó con todo el amor y la pasión que había contenido en su cuerpo y en su corazón desde aquel primer beso de amor en la oscuridad de los jardines de la Mansión de Lakewood.

Candy no dijo más… se limitó a dejarse amar y cautivar por la magia de los besos y las caricias de su marido. Poco a poco la joven esposa se dejó perder en las nuevas sensaciones, en especial la electrizante sensación de recibir la lengua apasionada de su esposo en su boca, invitando a la suya a responderle en una danza igual de sinuosa y osada, algo para ella hasta entonces desconocido. Confiando plenamente en Anthony, Candy invadió la boca de su esposo con timidez luego de un momento e imitándolo, lo besó también con abandono, sin poder evitar gemir en el proceso. Las manos fuertes de Anthony estrujaron en respuesta su derrière con posesividad y fuerza, al reafirmarla bajo su peso, haciéndola temblar de deseo y avivando la respuesta de sus inexpertos besos, haciéndola abrazar su cintura con sus blancas piernas, con igual emoción. Anthony, fascinado por su reacción, bajó con sus besos por su largo y cálido cuello, de vuelta hacia su desnudo pecho, besando con adoración y abandono sus firmes montes, tomando con emoción uno de ellos con su boca abierta, provocando en su pecosa una exclamación de pasión. Luego de deleitarse por unos minutos más en aquella parte tan fascinante del cuerpo de su esposa, alentado por sus expresiones de placer, Anthony se incorporó brevemente para tomar el borde inferior del camisón de seda de su esposa, enrollado ahora de la parte superior a nivel de la cintura de su amada, y jaló de él sacándolo sobre su cabeza, con su ayuda - había sido un regalo para la rubia de parte de la esposa del doctor Harris el día de la boda y solo hasta esa noche se lo había visto puesto-. Al retirarlo, comprobó con sorpresa que era la única pieza de ropa que cubría a su pecosa en aquel momento. Deteniéndose hincado sobre la cama a verla tan hermosa y tan agitada frente a él, con el reflejo de la cálida chimenea sobre su blanca piel y sus montes coronados por exquisitos botones rosados, el enamorado joven Brower se detuvo para acariciarla con ternura, como quien aprecia una invaluable obra de arte a la que se le ha dado el increíble privilegio de tocar. La más deseada, las más bella de todas… ¡su esposa!

Luego, buscando finalmente sus ojos esmeralda, Anthony se agachó sobre ella y besó sus labios, y apartándose brevemente retiró, bajo la sábana, su pantalón de dormir, y colocándose nuevamente sobre su pecosa, mirándola enamorado la besó nuevamente con ternura y comenzó una danza delicada, rozando su parte baja a la de ella, manteniendo, sin embargo, sus cinturas bajo la protección de las sábanas blancas. En alguna parte de su subconsciente sabía que no debía avergonzarla dejándola totalmente al descubierto, siendo él el caballero que era.

Luego de unos pocos minutos esta danza los hizo temblar a ambos, a medida que aumentaba en intensidad, embargando a Candy con una mezcla de alegría, pasión y victoria al tiempo que el movimiento de su amado se hacía cada vez más enérgico… creando sensaciones que los abrumaban a ambos y que hacían que sus bocas intentaran inhalar el oxígeno que al parecer sus pulmones ya no eran capaces de obtener.

Envueltos en la pasión de sus movimientos, Anthony regresó a sus montes ahora firmes y los succionó emocionado, haciendo que Candy buscara la almohada bajo su cabeza, para sujetarse desesperadamente de algo, estrujándola por los extremos, trató sin éxito de no gritar y en un momento de intensos movimientos de su amado, la rubia la soltó y entonces estrujó los anchos hombros de Anthony y dio un grito ahogado sintiéndose de pronto salir de su cuerpo por la fuerza de aquella calidez que de pronto la envolvía, y se encontró, sin saber cómo, flotando en un lugar sin tiempo ni espacio en completo éxtasis. Anthony se detuvo por unos segundos, tratando de no perder su propio control, temblando al contenerse… y frotándose con ella solo dos veces más, se contentó con contemplar la expresión deslumbrante y abstraída del rostro de su pecosa en medio de su inesperado primer clímax.

Luego de una pausa, tras ver regresar lentamente a su amada de las alturas indescriptibles a las que la había llevado y de las cuales Anthony solo había oído mencionar antes a su primo Archie - al contarle este de su experiencia al ver tal reacción de una joven en sus brazos, al tener él un encuentro inesperado con una dama muy apasionada, una vez que visitó Nueva Orleans, por asuntos del Consorcio, - recordando lejanamente su charla y sus consejos que en aquellos días consideró inapropiados – y sin embargo, ahora constituían su mayor guía -, el joven esposo Brower continuó entonces, cuidadoso, con la estimulación de su pecosa con su mano, y con sumo cuidado, asegurándose de no lastimarla, la penetró con delicadeza, deteniéndose cada cierto tiempo, luchando consigo mismo, deteniendo su fuerte impulso e instinto de tomar lo que sabía suyo ¡de una buena vez!; concentrándose, en cambio, en ver las reacciones de su joven esposa a su intrusión y, sin embargo, con mucha pena el joven rubio no pudo evitar sentirse culpable al escuchar la exclamación de dolor de parte de su pecosa, al profundizar finalmente su unión.

"¿Estás bien, amor?" Anthony preguntó, preocupado, con una voz entrecortada, por el esfuerzo de quedarse quieto en su interior.

Candy con sus ojos cerrados fuertemente, solo sacudió su cabeza levemente, y con sus pequeñas manos se aferró a su fuerte espalda, tratando de no emitir sonido alguno. Apenado, Anthony, a pesar de su abrumador placer actual, la abrazó consolándola y se inclinó, diciéndole al oído a su pecosa tiernas palabras de amor, tratando de distraerla con suaves caricias, sabiendo que ese momento, aunque necesario, era más incómodo para ella que para él. Le habló con ternura de cuánto la amaba y cuánto le agradecía le hubiese dado la alegría y el honor de ser su esposo y de poderla amar como lo hacía ahora. Sus palabras eran avaladas por su fuerte mano acariciando a lo largo de su desnudo cuerpo, y también acariciando suavemente su cadera, y con el paso de unos pocos minutos, la pecosa finalmente abrió sus verdes ojos aliviada, buscando la mirada azul cielo de su amado, a la cual ella le sonrió suavemente. La pecosa levantó su rostro y besó su mejilla al ver que la expresión preocupada de su esposo no desaparecía, y luego alcanzó sus serios e inmóviles labios, dándoles besitos que él no respondía y luego rozando después su nariz a la de él de manera juguetona, le invitó a besarla nuevamente, retrocediendo al él intentar finalmente besarla, riendo Candy suavemente, divertida, rozando su nariz otra vez a la de él, invitándolo otra vez a seguirla.

Anthony, viendo su actitud tierna y juguetona, sonrió aliviado y cerrando sus ojos, le dio a su pecosa el beso más excitante de su vida, al tiempo que su cadera comenzaba su danza de amor una vez más. El tiempo dejó de significar algo para los esposos Brower, se trataba de dar y de recibir, de compartir y de aprender… de descubrir y de maravillarse. Era más que solo sus cuerpos… eran sus corazones, descubriéndose mutuamente como jamás habían pensado era posible hacerlo antes. Luego de infinitos minutos de placer, la pecosa, siempre curiosa, intentó imitarlo, y luego de un poco de coordinación entre ambos, su entrega continuó en una danza mutua, en medio de besos y caricias de absoluta adoración y felicidad. El calor aumentó de manera imposible para ellos… y Anthony, sujetando con fuerza la cadera de su esposa, en medio de movimientos potentes, ya no pudo aguantar más y con un fuerte movimiento alcanzó el ápice de su danza, quedando inmóvil con un grito seco. Candy, abrumada por los movimientos de su esposo, sintiendo de pronto una potente y cálida descarga en su interior, se abandonó a una fuerte e inesperada contracción que la hizo ver estrellas blancas detrás de sus ojos cerrados, gritando el nombre de su príncipe sin poder controlarse, mientras las fuertes e inesperadas contracciones los hacían perderse a ambos en medio de gritos y exclamaciones, en el paraíso de su gran y recién descubierto apasionado amor...

A partir de esa primera noche, los esposos Brower escasamente abandonaron su suite, compartiendo los tres tiempos de comida, ya sea dentro de la habitación o en el desayunador del jardín privado, relegando la compra de boletos y la averiguación del embalaje del auto para un futuro muy distante… Estaban juntos y eso era lo único que les importaba. Nueva York podía esperar… y el mundo con sus complicaciones también… - Y bueno, al final, ¡fueron más de dos semanas! -.

Fin del Flashback

Anthony volvió a su presente. Todavía recordaba el momento que lo había llevado a tomar aquella decisión de vida, de la cual no se arrepentía, sonrió viendo nuevamente a su dormida esposa. Dejar atrás el apellido Andley había sido la mejor decisión que había tomado en su vida, pero estaba seguro de que su familia quizás jamás le perdonaría, ni tampoco el Concejo Andley. Sobre todo, sus primos, sabía cuánto la querían a Candy, y a él también, y no los habían podido invitar a su boda. Esperaba que el padre Albino lograra dar su mensaje a sus primos en algún punto. Había sido tan duro para él dejarlos fuera así, pero no había tenido opción. En realidad, no había 'encontrado' otra opción en la situación en que estaban. No podía arriesgarse a un escándalo de la tía abuela y de los abogados de la familia el día de su boda. Así que, por el momento, ellos tendrían que esperar. Por lo pronto, mantendrían su distancia. No quería una escena desagradable con los Andley que amargara su felicidad presente, o que entristeciera a su esposa con reclamos y desplantes que ya no tenían cabida en sus vidas. Sus pensamientos se enfocaron entonces en su próximo encuentro con sus abogados en Nueva York y con ello, en la preparación de varios asuntos legales que no quería dejar sin resolver. Esperaba que su estancia en esa ciudad fuera breve, y con suerte, podrían llegar todavía dos semanas antes de navidad a su nuevo hogar en Norfolk, Virginia.

Candy suspiró, dormida, y sonrió hablando en sueños.

Anthony la vio con adoración y rió calladamente al no entender sus balbuceos. Algo sobre no correr… y sobre comer sus zanahorias... Viendo a su alrededor en su compartimento, sentados ambos en un sillón doble, Anthony se alegró otra vez de haber logrado conseguir un vagón Pullman de lujo para su viaje a Nueva York. Tenía todas las comodidades para ellos dos y tenían acceso al carro comedor. El bienestar y comodidad de su pecosa lo era todo para él, y su deseo por llevarla a conocer su nuevo hogar lo llenaba de gran ilusión.

El tren continuó su camino a través de esa extensa planicie y se perdió en el horizonte, bañado en la suave luz del atardecer de la penúltima semana de noviembre, mientras los Brower soñaban, cada uno a su manera, con un futuro juntos, lleno de felicidad.

Continuará…

¡Muchas gracias por leer!

¡Nuestros rubios comenzaron su vida juntos! ¡Qué bueno!

¡Muchas gracias por sus comentarios, y me alegra mucho que la historia les guste!

¡Gracias por sus comentarios al capítulo anterior a Sharick, Anguie, Guest 1, Guest 2, Guest 3, Julie-Andley-00, GeoMtzR (¡Me mataba de la risa con eso de las manos correctas! ¡Ji, ji, ji! Aunque creo que ¡es una total verdad! ¡Ja, ja! ¡Un abrazo!), y querida Mayely león! ¡Un gusto que les haya gustado la boda!

Espero este capítulo les haya agradado también.

¡Les envío un fuerte abrazo! ¡Feliz fin de semana!

lemh2001

16 de septiembre de 2023

P.D. Publicaré la continuación el martes. ¡Bendiciones!