Los Dioses del Amor
Temporada de Bodas
Se sentía un poco perdida y más cohibida de lo usual con el exceso de atención. No estaba acostumbrada a recibirla y no sabía cómo sentirse al respecto además de abochornada.
–Grettia, ¿podrías levantar la cabeza un momento, por favor? Solo aplicaré un poco de color a tus ojos y tus labios, no parece que necesites rubor –dijo Liesseleta con un tono divertido, haciendo que Grettia deseara que Verbergen tirara su sudario sobre de ella para esconderla de nuevo.
Cerró los ojos sintiendo como un pincel se paseaba con suavidad sobre su piel. Nunca la habían mimado tanto como ese día.
Desde la tarde, su señora las había convocado al templo para que escogieran algunas doncellas grises, luego las dejó en una habitación del ala de invitados en el castillo y les recordó que esperaba ver a Grettia más hermosa que nunca cuando llegara la hora de la ceremonia. La joven de cabellos grises todavía podía escuchar la suave voz de su señora cargada de emoción y sentir las suaves manos de Aub Rozemyne en las suyas.
"¡Has crecido mucho, Grettia! No solo como asistente, sino como persona. Espero que tú y Matthias formen una hermosa familia y si no se comporta como debe, solo dime y lo tendré en un entrenamiento especial."
Que su señora rematara el ofrecimiento con una sonrisa tan venenosa y siniestra como la de Aub Ferdinand la dejó temblando y asegurando, por alguna razón, que Matthias no sería capaz de no comportarse.
Después tuvo la experiencia más extraña del mundo al ser bañada, vestida y arreglada por las doncellas del Templo y por Liesseleta, quién le estaba dando entre una cosa y otra algunas recomendaciones que, imaginaba, debería estárselas dando su propia madre… ¿Qué le habría dicho su madre de estar ahí? ¿Complácelo en todo y jamás lo hagas enojar?... era muy posible, nada que ver con las recomendaciones de Liesseleta.
"Puede que te sientas ansiosa, pero es natural, son los nervios. Te aseguro que te sentirás reconfortada cuando las luces de bendición caigan sobre ti." "Esta noche, si no estás preparada para recibir a tu nuevo esposo en el lecho, puedes decirlo y solo ir a dormir. Nadie te obliga a ir a su lecho o a recibirlo en el tuyo." Y por supuesto, lo que le estaba diciendo justo ahora…
–Grettia, sé que Matthias va a cuidar de ti, a pesar de ello, si alguna vez necesitas hablar con alguien, recuerda que me tienes para apoyarte, ¿de acuerdo? Y no te preocupes por lo de la espada en el cáliz, Matthias debe saber que hacer. Nadie espera que sepas cómo complacerlo todavía, claro que si quieres buscar información, solo debes decirle a Philine la próxima vez que vayas a la biblioteca y ella te guiará a la sección especial.
Eso último la dejó helada. Ella sabía… demasiado sobre cómo complacer… y Matthias estaba consciente de eso. Si bien la siguió escoltando a su casa cada noche, o llevándola a caminar cada vez que tenían el día libre, nunca mencionaba la forma en que ella lo había tocado aquella lejana vez en el pasillo. Tampoco hizo más que intercambiar uno o dos besos con ella y un poco de mana por medio de las manos… siempre después de preguntarle si estaba bien hacerlo.
Cuando Liesseleta la condujo al espejo, quería llorar. La mujer ante sus ojos era preciosa, con su brillante cabello plateado atado en un elegante rodete alto adornado con flores de hilo a juego con su vestido y sus ojos, además de tener finas trenzas simulando cadenas que colgaban de su cabello aquí y allá, dejando algunos caireles delgados al lado de su fleco, como enmarcando un rostro sonrojado.
En cuanto a su vestido, no solo acentuaba su cintura, también la hacía ver delicada y elegante además de disimular un poco del exceso de bendiciones recibidas por Geduldh.
Que su vestido y el tocado en su cabello tuviera algunas florecillas en los colores del cabello y los ojos de Matthias eran una novedad. Recordó que su señora le había pedido permiso para diseñarle su vestido para la ceremonia y sus mejillas tomaron un aspecto más rojizo que rosado.
–Liesseleta, yo… gracias. Lamento que tuvieras que atenderme y…
–Grettia, está bien. Eres una de las protegidas de nuestra señora, es normal que ella me pidiera ayudarte hoy. Hizo lo mismo cuando fue el turno de Philine de casarse, así que no te preocupes. Solo relájate y disfruta de la noche.
Grettia sonrió entonces, bajando su mirada, incapaz de sostener la de su compañera de trabajo y sintiendo que las lágrimas saldrían en cualquier momento, metiendo su mano a su bolsa de piedras Fey hasta calmarse en tanto sus brazos se mantenían pegados a sí misma.
Estaba a punto de levantar la mirada de nuevo cuando escucharon que alguien tocaba a la puerta. Aub Rozemyne, todavía en sus túnicas de Suma Obispa apareció de inmediato, acelerando el paso y ampliando su sonrisa apenas verla.
–¡Grettia te ves hermosa! Liesseleta, te luciste esta vez. Menos mal que no estarás en la socialización de solteros, Grettia, o esta noche tendrías una fila de pretendientes tratando de ser tus segundos y terceros esposos.
Estaba sonrojada, MUY sonrojada. También contenta y algo tímida. El entusiasmo de su señora debía estarse filtrando por su mana y no solo por sus palabras ahora, porque podía sentir algo cálido cobijándola entera, haciéndola sentir a salvo. Al menos hasta que su señora guardó silencio y se le quedó mirando todavía con una sonrisa.
–Grettia, sé que lo que voy a preguntar no es usual, pero te ves tan linda que no puedo evitar aprovecharme de mi rol como tú guardiana. ¿Puedo darte un abrazo?
Sonrió más. Miró a Liesseleta, la cual asintió escondiendo una sonrisa detrás de un abanico sencillo y pudo asentir, sintiendo de inmediato los brazos y el cuerpo suave de su señora abrazándola con tanto afecto, que quería llorar una vez más.
Las princesas de Alexandria debían ser muy amadas por los dioses para tener a Aub Rozemyne como su madre.
–Mi linda, tímida y trabajadora Grettia, en verdad espero que seas feliz y si no es así, dímelo y te divorcio, entonces serás solo para mí.
–¡Milady! –respingó un poco, logrando ahuyentar sus lágrimas y relajarse al escuchar la risa de su señora conforme la soltaba.
–¡Mucho mejor! Ya estás más relajada. Dado que tú y Matthias son mis lindos y hermosos protegidos, espero que regresen a esta habitación. Los estará esperando una espléndida cena y luego de eso, pueden decidir si ir a casa de Laurenz o quedarse en esta habitación –instruyó su señora–. Y, Grettia, no quiero verlos a ninguno de los dos trabajando el resto de la semana. Quédense en casa, vayan de compras, visiten Ibiza o ¡qué se yo! Lo que los haga felices a ambos .. ahora, si me disculpan, debo ir a buscar una piedra Fey para cargarla con una cantidad de mana adecuada para la bendición o Ferdinand me va a regañar por darles una bendición absurdamente grande a ustedes dos.
Su señora era como la tempestad en ocasiones. Así como llegó, se fue, dejándolas atrás a ella y todas las chicas en su habitación las cuales rompieron a reír en pequeñas risas a duras penas contenidas.
Era una pena que su madre no estuviera ahí, apreciándola y felicitándola en modo alguno, pero era igualmente afortunada por ser acogida por Lady Rozemyne tantos años atrás.
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–Jazmín, ¿de verdad no hay un hechizo para que Geduldh te bendiga un poco más?
–Ya te dije que si quieres más bendiciones puedo presentarte a mi hermano mayor.
–¡Pero, Jazmín!
–Laurenz, aún cuando es muy divertido estar discutiendo contigo por tonterías tenemos que entrar, se nos hará tarde para NUESTRA ceremonia de enlace, tú, cínico desvergonzado.
–¡Alguien está bastante impaciente por ser LA dueña de éste cínico desvergonzado, ¿eh?!
Laurenz miró a su prometida poner los ojos en blanco antes de sonreír sin dejar de caminar, mirar atrás, obligarlo a apretar el paso para dar la vuelta y luego… pellizcarlo en el trasero con todo el descaro del mundo y la fuerza que la chica tenía, haciéndolo disfrazar un grito de dolor con una risa alegre.
–Pues yo sospecho que ALGUIEN está intentando hacerse para atrás como un cobarde –rebatió Jazmín, tomándolo del brazo de nuevo y sonriendo a la gente que venía detrás… la familia de Jazmín–. Digo, si quieres que tu amigo Matthias y la dulce y tierna Judithe se regodeen de que ellos pueden poner sus manos donde se les da la gana y tú no…
–Bien, bien, lo admito. Estoy un poco nervioso. Voy a unir mis estrellas con la mujer más bella, talentosa, inteligente y divertida que he conocido… Muero de ganas porque me desnudes y me nalguees esta noche, ¡RAWR!
Su prometida cubrió su boca con un abanico a juego con su ajuar, incapaz de contener la risa y él trató de calmarse por enésima vez desde que llegó a la casa de su prometida a recogerla… solo para recordar que su hermanito, la única familia que le quedaba, estaba en el Templo de Ehrenfest, incapaz de ir a felicitarlo por su enlace en tanto Jazmín tenía toda una comitiva de padres, hermanos y un par de primos acompañándola luego de haberla felicitado más temprano.
Su futura esposa se veía radiante y encantadora, no podía negarlo… y tampoco pudo decirle mucho al respecto, no con la mirada severa de su futuro suegro y los hermanos de Jazmín mirándolo con cierto nivel de desprecio mal disimulado.
Estaba bastante consciente de que la familia de Jazmín aceptó tomarlo como yerno solo porque él pertenecía a la guardia directa de la Aub. Si no fuera porque Aub Rozemyne seguía siendo su guardiana, era muy probable que no habría podido casarse con Jazmín, sin importar cuan compatibles fueran en carácter o en mana.
Estaba en serio agradecido… y nervioso a causa de sus estúpidos celos que lo llevaban a decirle todo tipo de tonterías a Jazmín. Era una suerte que a su prometida parecía no importarle mucho que estuviera haciéndole más bromas de lo normal. Ella seguía respondiendo y guiándolo a dónde deseaba.
–Jazmín, gracias por ser mi Diosa de la Luz –soltó él de pronto, tentado a besarla y sintiendo las miradas de toda la familia conforme entraban en el castillo–, si no fuera así, tendría que ofrecerme de segunda esposa para Lord Matthias y no podemos permitir eso, ¿cierto?
Jazmín comenzó a reír de inmediato detrás de su abanico, pasándole un poco de mana en cuanto su cuerpo se pegó más al de él.
–Laurenz, eres un desvergonzado. ¿Tienes idea de los problemas que podrías haberle causado a Lord Matthias o a Lady Grettia?
–No te preocupes por ellos, querida. Lord Matthias se la va a pasar en grande sumergiéndose en ese enorme par de…
–¿Ojos de doncella tímida y enamorada?
Una mirada atrás y Laurenz soltó una risa tonta antes de tomar la amable salida que su prometida acababa de darle.
–Si, los ojos de Lady Grettia siempre han sido enormes y hermosos, puedes ver cómo Bluanfah baila dentro de ellos rodeada de todo tipo de brotes y flores abriendo cuando ve a Lord Matthias. Solo espero que tengan hijos que puedan jugar con los nuestros.
Jazmín ya no respondió, solo le sonrió apretando un poco el brazo con que él la estaba escoltando y luego se detuvo a pocos pasos de la entrada al Gran Salón.
Mirando en derredor, Laurenz encontró varias familias dando sus últimas felicitaciones a las futuras parejas. La familia de Jazmín no fue la excepción. Él se mantuvo erguido y sonriente conforme era ignorado por la familia de su futura esposa, quienes se seguían deshaciendo en todo tipo de recomendaciones, felicitaciones y palabras de afecto para con Jazmín. Decidió ignorarlos también. Jazmín estaba feliz. Nada más importaba.
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Si algo amaba Jazmín del cambio en su ducado eran las ceremonias. Ahora todos podían ver a la hermosa Aub, el avatar de la diosa Mestionora, realizar las ceremonias de todo el año para nobles y plebeyos por igual en la ciudad principal, observar el espectáculo que eran sus bendiciones y recibirlas. Ella en particular ansiaba recibir una bendición. Su Aub no solo era inteligente, hermosa y talentosa, aún si sus padres y sus hermanos mayores insistían en que solo era una hermosa muñeca a la que Lord Ferdinand movilizaba a su antojo; Aub Rozemyne era una mujer cálida en todo sentido.
Jazmín se abrazó con fuerza al brazo de Laurenz, bebiendo cada palabra dicha por la Mestionora encarnada que los gobernaba ahora, cerrando los ojos en cuanto las luces negras y doradas de bendición comenzaron a llover como una cálida y gentil lluvia de verano sobre ellos.
Estaba tan embelesada, que no dudó en devolverle a Laurenz el beso que acababa de darle. Apropiado o no, sus padres no estaban ahí para llamarle la atención por mostrarse demasiado afectuosa… al menos así no la verían comparando el sabor y la sensación del mana de Laurenz y el de la bendición recibida. Había una nota similar en ambos que la hizo sonreír.
–Oye, preciosa. Por mucho que quiera honrar a Brennwärme y Beischmacht aquí mismo, temo que debemos irnos ahora. Mi señora ofreció dejarnos una habitación con comida para esta noche en el ala de invitados y una semana libre para hacer cualquier cosa que queramos.
–¿A sí?
Siguió a Laurenz hacia una salida lateral y no la salida principal por la que las otras parejas salían. No le sorprendió mucho encontrarse con los amigos de Laurenz en el pasillo hacia el ala de invitados, de hecho sonrió ante la oportunidad. Lady Grettia era una joven hermosa que rara vez hablaba y Lord Matthias era muy caballeroso, pero solía retirarse en cuanto ella se les acercaba para darle espacio. Por mucho que agradeciera el gesto, en verdad deseaba llevarse bien con ellos dos.
–¿También les dieron una habitación de lujo para cenar y recibir al invierno? –preguntó Laurenz en cuanto alcanzaron a la otra pareja.
Lady Grettia se sonrojó como de costumbre, pegándose un poco más a la espalda de su, ahora esposo, y asintiendo sin hablar, dejando que las hermosas y delicadas trenzas colgando de su rodete bailarán apenas un poco. Su peinado en verdad la hacía parecer una princesa con una complicada corona plateada adornada con flores.
–Laurenz, no todo el mundo piensa con su espada –regañó ella a su esposo antes de sonreírles a ambos–. ¡Muchas felicidades por su enlace, Lord Matthias, Lady Grettia! Que las bendiciones de la Diosa de la luz, su Dios Oscuro, Bluanfah, Erwachlehren, Greifechan, Gebotordnung, Wiegenmilch, Duldsetzen y Ventuchte caigan sobre ustedes.
Lo decía de verdad. Que algunas luces de colores salieran de su anillo y cayeran sobre los recién casados la dejó un poco exhausta, pero feliz y asombrada, tan orgullosa que bien podría regresar a presumirle a sus hermanos y sus padres lo que acababa de hacer.
–Es un verdadero honor para nosotros recibir palabras tan sinceras, Lady Jazmín –respondió Lord Matthias con una sonrisa más sincera de lo normal–. Por favor, no dude en decirme si el… estrafalario de mi amigo la molesta en modo alguno, me aseguraré de aleccionarlo para que no vuelva a ofenderla en modo alguno.
Suspiró antes de mirar a Lady Grettia, todavía oculta detrás de su marido como un shumil nervioso.
–Muchas gracias. Lady Grettia, es usted muy afortunada por haber atado sus estrellas a un caballero tan perfecto como Lord Matthias.
–Gracias –le respondió la otra asistente en un tono aliviado, asomándose un poco más –. Espero que Laurenz no la incomode mucho. Nunca sabe cuándo guardar silencio.
–¡Oye!
Ante el reclamo de su esposo, la chica de cabellos plateados volvió a esconderse y ella a reír.
–¡Que tengan una noche agradable! –se despidió Lord Matthias y Lady Grettia solo le dedicó una sonrisa sonrojada y un asentimiento de cabeza.
–¡Diviértanse ustedes dos! –se despidió Laurenz antes de soltarse riendo y seguir a la asistente que los estaba esperando para guiarlos a su habitación.
Jazmín estaba sorprendida.
Conocía la habitación porque la había preparado en algunas ocasiones para la familia de sus Aubs, sin embargo, nunca la había visto iluminada con velas y pétalos de flores, sin contar con las hermosas toallas dobladas como un par de aves marítimas, una junto a la otra. La comida fue deliciosa y que los atendieran como si fueran invitados extranjeros solo la hizo sentir aún más especial.
Terminada la cena y todas las bromas de Laurenz, los tres asistentes prestados se despidieron dándoles una felicitación y luego se retiraron para dejarlos solos, cada uno de los recién casados con una copa con la poción de sincronización del otro, mismas que tomaron apenas la puerta se cerró. Por un momento, Jazmín lamentó no saber del plan o hubiera llevado consigo a su asistente personal para que la ayudara a asearse.
–¿Jazmín?
–¡Debiste decirme de esto, Laurenz! ¡Pude haber traído a Berniece para que me ayudara a prepararme!
–Yo te veo preciosa, ¿qué otra preparación necesitas?
–Bueno… tú sabes…
–No, no sé. Es mi primera vez atando mis estrellas.
Jazmín se rio entonces, dejándose levantar por Laurenz y fundiéndose con él en un beso apasionado, sintiendo las manos de su esposo recorrerla por todas partes como si el hombre no pudiera decidir que deseaba tocar y estrujar primero.
–¡Eres increíble, Laurenz!
–Oh, pero por supuesto. Ahora dime por dónde se abre este precioso vestido antes de que lo convierta en preciosos andrajos.
Casi no paró de reír al principio, dejando que Laurenz la desvistiera y desvistiéndolo a su vez. Se estaban divirtiendo tanto que casi no sintió pudor alguno al quedar tan expuesta como el día de su nacimiento, también se sorprendió quemándose en las famosas flamas de Brennwärme un par de veces, con Laurenz estimulándola y burlándose de ella cada vez que le suplicaba que la tomara del todo.
–¡Laurenz, por favor!
Era la segunda vez que se quemaba. La boca de Laurenz no dejaba de besarla y consentirla de modos que no habría imaginado, con la mano de Laurenz jugueteando en su jardín sin dignarse a entrar demasiado en su cáliz.
–No, no. Todavía puedes disfrutarlo más, Jazmín.
–¡Pero! ¡Laurenz! ¡¿porqué?!
Su marido tan solo le sonrió con coquetería, alejándose de ella un palmo, todavía en el lecho y tomando su espada con una mano.
–Mi espada está casi lista para ti, Jazmín. Claro que, así como te he estado convenciendo, deberías tratar de convencerme tú a mí.
Verlo tocándose de manera descarada, más allá de parecerle vulgar o inapropiado no hizo más que elevar su necesidad de él. Sin pensarlo demasiado, Jazmín alcanzó la espada de Laurenz para tocarlo, entrelazando sus dedos con la mano experta que no dejaba de pulir la espada con calma sin dejar de mirar la cabeza rosada asomando entre las manos de ambos cada vez que descendían hasta la empuñadura.
–¿Quieres probarla? –le susurró Laurenz luego de atraerla para besarla con suavidad, mirándola de un modo demasiado sugerente para pasarlo por alto.
–¿Probarla?
–Ya sabes. Darle un beso o algo así.
Lo miró sonriendo y negando despacio, con su mano todavía en la espada de Laurenz, regodeándose en la piel tersa bajo su palma.
–Tal vez otro día, querido esposo.
Fue la primera vez que notó las orejas y la base del cuello de Laurenz teñirse del noble color de Geduldh.
–Yo probé tu cáliz. Parecías disfrutarlo mucho, querida esposa.
Jazmín le sonrió, besándolo para disimular el suspiro de satisfacción que acababa de sentir, besándole el cuello a Laurenz antes de alejarse de nuevo.
–En otra ocasión, Laurenz. Que te siga el juego casi siempre no significa que sea igual de desvergonzada que tú.
–Pues para ser una recatada esposa, estás puliendo mi espada con singular alegría.
Lo soltó en ese momento, usando sus manos para tomarlo de los hombros y jalarlo con fuerza, besándolo de nuevo y abriendo la boca en cuanto sintió el colchón a su espalda.
–Laurenz, quiero tu espada en mi cáliz AHORA. No en un rato, no cuando le dé una probada. ¡Ahora o me visto como pueda y me voy a casa de mis padres!
El hombre sobre ella soltó una carcajada antes de llenarla de besos por todo el rostro, susurrándole con una voz más ronca y profunda de lo usual...
–Recuerda que tú lo pediste, Jazmín.
Tal vez por el vize que tomaron antes o por los juegos de Laurenz, cuando la espada ingresó en su cáliz sintió un poco de incomodidad con placer y un poco de dolor mezclados que solo la excitó más. Pronto se encontró a sí misma pidiendo a su esposo que no se detuviera por nada, solo para que Laurenz la abrazara, obligándola a abrazarlo con las piernas antes de girar con ella, sentándose en el lateral de la cama para darle una fuerte nalgada que la hizo saltar y comenzar a moverse con desesperación, quemándose de nuevo no mucho después.
Laurenz la llenó de besos, amasando sus asentaderas y meciéndola sobre de él, obligándola a construir de nuevo la hoguera, obligándola a sentir las flamas lamiendo su cuerpo, alertándola de que pronto volvería a sentir aquella deliciosa sensación.
Justo cuando estaba por ser alcanzada de nuevo por las flamas, Laurenz la abrazó con fuerza, impidiéndole moverse o llevar el ritmo.
–¡Laurenz!
–Sshhh. Espera, espera.
–Pero…
–Quieres quemarte de nuevo y lo entiendo, pero quiero que esperes un momento.
–¡¿Laurenz?!
–No, no, no. Quiero grabarme tu rostro sonrojado, tu mirada cargada del baile de Bluanfah y Brennwärme, estando a los pies de Beischmacht solo por mí… junto conmigo. Tan hermosa que Efflorelume jamás podrá brillar del mismo modo, tan intoxicante que Vantole nunca podrá conseguir el mismo efecto que tú tienes en mí. Jazmín… tú, tú eres lo mejor que me ha pasado.
Un beso más y de pronto sintió que flotaba en un abrazo que le impedía caer, con la espada perforando su cáliz de una manera tal, que las flamas la alcanzaron de inmediato, sin aviso y con más fuerza de la que esperaba, robándole un grito y haciéndola temblar en tanto se abrazaba a él como si estuviera por ahogarse en el mar embravecido de verano.
Cuando terminó de consumirse en las deliciosas flamas, Laurenz la bajó, volteándola, pegándole otra nalgada antes de besar la zona ofendida para luego volver a penetrarla, embistiéndola con fuerza y paseando sus dedos sobre la espalda de ella con tanto mana, que le parecía una dulce tortura.
–Mi diosa… yo… lo lamento… llegué a mi límite.
No estaba segura de que pasó, pero algo pareció vibrar dentro de ella, encendiendo de nuevo la hoguera del Dios del Tesoro y quemándola con menos fuerza que antes, arrancándole gemidos y jadeos entrecortados antes de derrumbarse, sintiendo a Laurenz derrumbarse detrás de ella y besándola en los hombros y el cuello de inmediato.
Un waschen después, mientras ambos se abrazaban debajo de las sábanas, Laurenz soltó una risilla que le picó la curiosidad.
–Laurenz, ¿te importaría decirme que es tan gracioso?
–Oh, nada. Solo pensaba que Grettia va a llevarse una verdadera sorpresa esta noche con Matthias. Me aseguré de arrastrarlo conmigo a Ibiza un par de veces para prepararlo para hoy.
Le soltó un golpe en el pecho, sonriendo y sin dejar de negar.
–¡Laurenz, no deberías alardear frente a tu esposa de que has tomado flores! ¡Y menos que llevaste a buscar ofrendas a tu mejor amigo!
–¿A no? Bueno, la próxima vez te llevaré conmigo, Jazmín. Todo lo que mi diosa de la luz desee se lo daré.
–¡Laurenz!
El chico solo se soltó riendo antes de besarla y abrazarla más contra su pecho, más alegre que de costumbre, tranquilizándola al notar que su prometido no cambiaría con facilidad a pesar del enlace.
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–¿Estas seguro que no quieres que yo…?
Besó a su esposa, abrazándola más fuerte y mirándola a los ojos un momento, guiándola a la cama para sentarse, moviéndose muy despacio al notarla temblando.
–Grettia, esta es NUESTRA noche de las estrellas. Haremos lo que tú quieras. Lo que te haga sentir cómoda.
–Pero, se supone que debo complacerte y...
–No, no es verdad, Grettia. La Diosa de la Luz no vive para complacer al Dios de la Oscuridad. Es la oscuridad del Dios lo que acentúa el brillo de la Diosa.
Le besó una mano y luego la otra sin dejar de mirarla, preocupado por cómo proceder.
Los meses previos la había llenado de amuletos para que pudiera sentirse más cómoda con él y protegida cuando no estaba cerca. La llevó de paseo a todos los lugares que pensó que podrían gustarle a ella. Habló con Philine sobre cómo podría hacer que Grettia se sintiera más confiada y cuando el idiota de Laurenz lo arrastró más de un par de veces a Ibiza, se dedicó a hablar con las chicas que trabajaban ahí en lugar de tomar sus ofrendas. No sabía cómo tratarla para ayudarla a mejorar, lo cierto es que incluso Philine, que no tenía idea de lo que le había pasado a Grettia, le dijo que estuviera atento al estado de ánimo en ella y la escuchara con atención cada vez que quisiera compartirle algo.
–… ¿en verdad? ¿no es… decepción porque… tengo experiencia?
Podía notar la incomodidad en Grettia, la ansiedad en sus dedos y en sus voz, la inseguridad… y una culpa que no debería estar ahí.
La tomó de la barbilla con delicadeza, obligándola a levantar el rostro y mirarlo.
–Grettia, no estoy decepcionado de ti en modo alguno. Haz sido tan valiente, tan fuerte de seguir adelante. Que tengas experiencia no es algo de lo que te culpe y por tanto, tampoco me siento decepcionado. Fuiste lastimada por gente perversa que ya está pagando frente a Gebotordnung y los Dioses Supremos. Sin importar lo que hagas o no hagas, yo jamás voy a juzgarte o a reclamarte nada. Quiero que seas feliz. Quiero que disfrutes de la vida. Quiero que nuestro matrimonio sea tu lugar seguro y que en algún momento puedas sentirte orgullosa de ser quien eres. No necesito quemarme en las flamas de Brennwärme… no si voy a hacerlo solo yo. ¿Lo entiendes, Grettia?
Confusión, asombro, vergüenza y angustia. Luego de tanto hablar con las mujeres de Ibiza sabía que debía rezarle mucho a Duldsetzen y tratar de ser un lugar seguro. Iba a ser difícil y lo sabía. Sería un cobarde si no tomaba el reto y perseveraba. Por el bien de su diosa, rendirse no era una opción.
–¿Qué quieres hacer, Grettia? ¿Qué quieres hacer de verdad para sentirte bien?
La observó pensarlo.
En lo que ella lo consideraba, Matthias recordó lo feliz y asombrada que su esposa se había visto al recibir las bendiciones, el sentimiento cálido al mirarla disfrutando su comida con ese rostro serio y sus movimientos rápidos y elegantes, la dulzura que sintió al besarla luego de intercambiar las pociones de sincronización, o cómo ambos se retiraron la ropa hasta quedar en ropa interior… y luego el pánico y la angustia en los ojos de Grettia conforme la joven intentaba pintarlo y frotarse en él para estimularlo, momento en que la detuvo.
–¿Está bien si… solo… nos acostamos a dormir... y me abrazas?
–¡Por supuesto! Me sentiré más que honrado de servirte de almohada esta y todas las noches que así lo desees.
Ella de verdad parecía confundida en tanto él alargaba su brazo para mover las sábanas y entraba despacio, mirándola con su mano extendida hacia ella.
Grettia estaba muy herida. La observó abrazarse sin dejar de mirar su mano, tratando de soltarse para aceptarla, todavía temblando, indecisa y torpe hasta que sus dedos lo tocaron y él alargó más la mano para tomarla con suavidad, sonriéndole con calma y esperando con paciencia a qué ella se acercara a su propio ritmo sin soltarlo, acurrucándose hasta quedar frente a él .
Matthias la cubrió con la sábana, recostándose junto a ella sin dejar de mirarla.
–La primera vez que te vi de verdad… pensé… que eras demasiado bonita y demasiado tímida. Cuando me permitiste ser tu amigo y protegerte, me sentí feliz.
–¿Y ahora?
Se veía como los niños pequeños que llegaban a escuchar historias a la biblioteca de su Aub. Expectante, ansiosa. Le sonrió con tanta calidez como pudo, adelantando la mano que no sostenía a Grettia para acomodarle un cairel rebelde detrás de la oreja, pasando más tiempo del necesario para acariciar su rostro.
–Ahora soy el hombre más afortunado del mundo, porque aceptaste ser mi esposa.
–¿Aún si estoy rota?
–Grettia… si estás rota, encontraremos el modo de sanarte. Mereces sentirte completa.
Ahora parecía incómoda. Alejó su mano un poco, viéndola actuar como un zantze domesticado buscando la mano de su dueño, de modo que siguió acariciando su rostro y peinando sus cabellos despacio.
–¿De verdad estás bien… así? ¿De verdad vas a conformarte… con esto?
No estaba seguro de si se refería a ella o a la situación, así que se acercó lo suficiente para besarla en la frente antes de volver a su lugar.
–Yo estoy bien si tú estás bien. No tomaré nunca otra esposa. Y no buscaré complacerme si no te complazco primero. Así que, si quieres dormir, dormiremos. Si quieres hablar, te escucharé. Si quieres que conversemos de algo, trataré de no aburrirte…
Eso último debió parecerle gracioso a Grettia, porque la notó apretando los labios, sonrojada, con la sonrisa bailando en las comisuras de sus labios y ella temblando un poco de un modo diferente al de un momento atrás.
–¿De verdad podemos dormir?
–¡Por supuesto!
–… y… ¿está bien… si me abrazas?
Sonrió, jalándola un poco y recibiéndola entre sus brazos, aspirando el aroma de su rinsham conforme la iba envolviendo despacio en sus brazos, haciéndose para atrás para poder mirarla una última vez antes de besarla en los labios, en la nariz y en la frente.
–Que descanses con la bendición de Schlätraum. Que te bendiga con sueños hermosos y esperanzadores que te hagan sentir descansada cuando la diosa de la luz vuelva a iluminar el mundo.
No mucho después se quedaron dormidos. No necesitaba más, solo sentirla respirando tranquila entre sus brazos.
