Harold
Walk me home de Pink era la canción que había escogido como despertador para mi primer día de Bachillerato. ¿Han escuchado eso de que tu despertador es el intro del anime de tu vida? Bueno, iba a entrar a prepa. ¡Maldita sea! Era el momento de vivir una épica historia de amor, gloria y drama. Si Pink no era la opción obvia para ello nadie lo sería. O al menos eso pensaba en ese entonces.
Me gusta pensar que todo el proceso de prepararme para las clases fue bastante épico, yo soy bastante épico después de todo. Había elegido la ropa que usaría el día anterior: mi playera azul de hamburguesa espacial (con una playera rosa de manga larga abajo porque mi piel es muy sensible al sol), unos pantalones verdes ajustados y tenis.
Estaba mirándome al espejo, orgulloso del resultado, cuando mi hermano abrió la puerta de mi cuarto.
—¡Apúrate rata de laboratorio, que vamos a llegar tarde!
Azotó la puerta al salir sobresaltándome.
—No hay nada mal contigo— murmuré mientras recargaba mi frente contra el espejo—. Es él el que tiene un problema, no tú.
No iba a dejar que nadie arruinara mi primer día, mucho menos el apestoso de mi hermano mayor. Así que bajé saltando las escaleras de dos en dos, lo que fue una muy mala idea considerando que casi me rompí el tobillo. Me senté a comer mi plátano con granola.
—¡Mamá, Harold está haciendo esa cosa rara de comer con palillos otra vez!— gritó mi hermana menor mientras yo empezaba a comer mi desayuno, decidí ignorarla.
—Haley, ya te dije que sí no te afecta en nada ni a ti o a la casa dejes que tu hermano haga lo que se le dé la gana— le respondió mi mamá mientras terminaba de empacar su almuerzo.
—¡Pero es raro!
—Me sirve para desarrollar mis habilidades motrices finas. ¡Cielos!— me defendí.
—Por Dios santo, parece que tienen cinco años— se quejó mi mamá mientras se paraba entre los dos y dejaba la lonchera rosa de mi hermana frente a ella y una bolsa de papel frente a mí.
—¿Y mí lonchera?— pregunté.
Era color café y tenía un mapa del tesoro, me la había regalado mi abuela cuando tenía seis años y me encantaba.
—La donamos— contestó mi hermano mientras dejaba sus trastes sucios en la tarja.
—¿Qué!
—Cariño, te fue mal en secundaria, y tu hermano pensó que…
—Te van a hacer pedazos— volvió a hablar el estúpido—. Al menos si no llevas tu loncherita esperaran a conocerte antes de hacerlo, pero con ella eres blanco seguro desde el minuto uno.
—Clark, no seas grosero con tu hermano— lo regañó mamá.
—¡A mí me gustaba esa lonchera!
—Lo sé cariño, pero ya no hay nada que hacer. No es tan malo llevarlo en una bolsa, ya lo veras, te vas a acostumbrar más rápido de lo que crees.
—¡Pero es antiecológico!— le di un último intento y mi mamá suspiró ruidosamente.
—Aguanta un poco. ¿Está bien? Sino buscaremos una nueva opción.
Sabía que la discusión había terminado, mi lonchera había desaparecido para siempre. Mi hermano siempre hacía ese tipo de cosas, y mi mamá siempre lo escuchaba porque era el único de sus hijos con vida social activa.
Fui al coche, me regresé porque se me había olvidado mi mochila, me volví a dirigir al coche, volví a regresar porque noté que mi mochila estaba muy ligera porque había dejado mis libros en una silla, volví a ir al coche y regresé una última vez porque había olvidado cerrar la puerta.
—Hasta que finalmente te apareces— gruñó mi hermano desde el asiento de atrás cuando cerré la puerta.
—Vamos con tiempo, no hay problema— le quitó importancia mi mamá mientras arrancaba.
A veces extraño esos momentos, los caminos de la casa a la escuela con mi mamá. Mis hermanos siempre se sentaban atrás, mirando a sus teléfonos, mientras ella y yo escuchábamos en silencio la capsula de datos curiosos que daban en la radio a esa hora. Mi mamá y yo somos muy distintos, pero en esos momentos los dos juntos, sin hablarnos pero reaccionando a toda la nueva información que nos ofrecía la locutora, éramos prácticamente iguales.
—¡Hemos llegado!— anunció mi mamá con una sonrisa, a pesar de que aún faltaba una cuadra.
—¡Ni se te ocurra abrir la boca, Doris!— me gritó mi hermano saliendo del coche antes de que me pudiera quejar.
—Tu hermano lo prefiere así— me explicó mi mamá—. Tú sabes, nadie quiere que sus amigos vean como tú mamá te deja en la escuela.
"Pero yo no tengo amigos", pensé en decir, pero me contuve. No quería preocuparla, ella siempre está preocupada por mí. Aparte, técnicamente eso no era cierto. Claro, la mayoría de mis amigos se habían quedado en Manitoba. Pero me llevaba más o menos bien con un par de chicas de mis clases de patinaje sobre hielo, y mi tropa de boys escauts no estaba tan mal.
—Nos vemos en la tarde— le contesté en su lugar.
—Está bien, cuídate… ¡Te amo!
Empecé mi camino hacia la escuela. Mi hermano se había adelantado, pero al parecer me estaba esperando a la siguiente esquina.
—Mira, hermanito, quiero que algo quede muy claro— me dijo cuando llegué a su altura—, lo de la lonchera es toda la ayuda que recibirás de mi parte.
—Sí eso lo consideras ayuda no quiero saber que es para ti sabotearme— le contesté.
—Mira Harold, seré tu hermano mayor pero no te debo nada. Te dejaré tranquilo si tú me dejas tranquilo, pero si intentas acercarte a mí no dudaré en patearte el trasero— me miró de arriba abajo antes de suspirar frustrado—. Solo… intenta que no te maten. ¿Sí? No quiero que mamá se ponga triste.
Obviamente no le di importancia. Iba a entrar a Bachillerato. ¿Qué tan mal podía ir?
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Mi casillero iba a necesitar mucho trabajo. Había decidido que lo iba a decorar con tres temas: hasta arriba mitología japonesa, en medio medieval y hasta abajo nórdica. El problema es que era demasiado delgado, así que no estaba seguro de cómo le iba a hacer para meter todo lo que quería. El escudo de armas de los McGrady ya estaba descartado.
Terminé de dejar lo que tenía que dejar y saqué las cosas para mi segunda clase, la primera nos la perderíamos por la asamblea de bienvenida, y cerré el casillero. Entonces fue cuando la vi.
Ella no era un riachuelo serpenteando por la selva, calmando con sus amables aguas a las criaturas sedientas. Ella era una tormenta completa, agitando todo a su paso, destruyendo las hojas más débiles, pero también llegando hasta los más recónditos lugares de la selva.
—¿Qué me dices amigo?— saludó al chico a dos casilleros de mí, ella estaría entre nosotros— ¡Dame un poco de azúcar muñeco!
—Nunca había visto una chica como tú en la vida real— las palabras salieron de mi boca antes de que pudiera pensar.
—¿Disculpa?
Era muy tarde, me estaba mirando, ya no había vuelta atrás.
—¡Eres muy grande!— creo que mi hermano tenía razón después de todo, no llevaba ni cinco minutos ahí y ya me estaba metiendo en problemas— ¡Y ruidosa!
—¡¿Qué me dijiste?! ¡Oh no, no lo dijiste!— ella estaba lista para pelear— Todavía no has visto nada. ¡Y yo te enseñaré lo que es grande!
Yo me preparé para defenderme. Probablemente estén pensando que no es digno de un caballero como yo prestarse para luchar contra una dama. Pero en mi defensa hubiera sido aún más descortés de mi parte negarme al duelo. Aparte, secretamente también deseaba impresionarla con mis locas habilidades en las artes marciales, desarrolladas después de meses de ver intensivamente videos en YouTube. Pero el chico al que había saludado y una chica a un par de casilleros la detuvieron antes de que pudiera acercarse demasiado y la tranquilizaron. Yo le sonreí en señal de paz.
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La asamblea había estado bien. El director, un hombre bajito con sombra de barba que descubriríamos rápidamente que está completamente loco, nos dio un pequeño discurso sobre como ese sería nuestro hogar por los siguientes cuatro años, y las personas que estaban a nuestro alrededor serían nuestros compañeros y quizás incluso nuestros amigos. También nos dijo que si queríamos sobrevivir al bachillerato debíamos recordar que todo en esta vida es una competencia y que a veces es necesario destruir para no ser destruido, pero no vamos a hablar de eso.
Podemos resumir el resto del día como una constante lucha por conseguir el penúltimo lugar de al lado de la ventana en cada una de las clases (misión de la que casi siempre salí victorioso) y un minucioso análisis de mis compañeros. Intentaba adivinar quienes serían mis personajes de apoyo, quienes se perderían en el fondo y, no es por presumir, pero logre identificar bastante bien quien sería el principal antagonista de mi historia.
La tormenta que me había azotado en la mañana, a la que a partir de ahora me referiré como mi musa, estaba en dos clases conmigo. La tercera y cuarta. Pero hagamos un pequeño salto temporal a la quinta, la última, donde una chica que parecía haber estado llorando me preguntó si se podía sentar al lado de mí.
Supongo que también podría describirla como grande y ruidosa, aunque de una forma distinta. Si tuviera que compararla con un evento natural lo haría con una bandada de cigarras. Solo para aclararlo, creo que las cigarras son geniales.
—Claro— contesté—. ¡Cielos! Te ves terrible.
—Gracias, tú tampoco eres tan guapo— contestó ella mientras se limpiaba las lágrimas.
—¡Oye! Yo soy muy lindo— le aseguré.
—¿Lindo? ¡Oh, te enseñaré que es lindo!
Sacó su celular y rápidamente lo puso en la foto de ella, otra chica con la que parecía haberse puesto de acuerdo para vestirse y un chico que parecía sacado de un libro de fantasía situado en las islas polinesias. Aunque debo decir que después de que te acostumbras a su presencia no es tan impresionante. Claro que para ese punto de mi existencia aún no me había acostumbrado. Pero evidentemente aceptarlo no era una opción.
—¿Te das cuenta de que también toma clases aquí, en nuestro mismo grado?— la cuestioné— Probablemente lo veras todos los días por los próximos cuatro años. ¿Para qué te tomaste una foto con él? No es tan genial, tomo clase de matemáticas con él y no lo vi tomar notas ni una sola vez.
—Si tú te vieras como él tampoco harías notas— ella se mordió el labio mientras miraba la foto—. ¡Es que míralo! ¿Cómo no le iba a tomar una foto? Es obscenamente sexi… ¿Sabes? Quizás tú si pudieses ser considerado como lindo, algo así como un hurón.
Estaba bien, me agradan los hurones. Así que supuse que era un buen momento para cambiar de tema, antes de que ella cambiara de opinión.
—¿Y quién es la otra chica de la foto?
Sus ojos se llenaron de lágrimas y parecía a punto de romper en llanto.
—¡Cielos! ¿Ella está muerta?
Su expresión se congelo y de un momento a otro se estaba riendo. Una chica de piel morena y cabello castaño hasta los hombros que un segundo antes se dirigía a nosotros con expresión preocupada se detuvo en su lugar y después de titubear un poco dio media vuelta.
—Katie está bien, solo la extraño mucho— explicó después de que recuperó la compostura—. Por cierto, mi nombre es Sadie.
—Harold— contesté y le di un apretón de manos.
—Está bien Harold. Creo que podemos ser amigos, pero solo si nunca vuelves a decir que me veo terrible.
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Probablemente están esperando a que llegue a algún punto, así que les diré que gran parte del resto de la semana pasó sin mucha relevancia. Conocí a Katie, que al parecer no solo también iba en la misma escuela que Sadie, sino que incluso compartía dos clases con ella, por lo que no tenía ningún sentido que sufrieran tanto cada que se separaban. El miércoles intenté pasar el almuerzo con ellas, pero fue agotador. Las aprecio, a las dos, en serio (está bien, a Sadie mucho más), pero juntas son simplemente demasiado.
Aparte de eso no tuve ninguna interacción importante, lo que realmente no me importaba porque me dio la oportunidad de avanzar en los textos de apoyo que recomendaban en los programas de la escuela antes de que empezáramos con las lecturas obligatoria. Digo, si hubiera sido cool y popular desde el inicio. ¿Cómo me iba a asegurar de también sacarle todo el jugo posible a las clases?
Pero vamos a el miércoles de la semana siguiente en la última clase del día. Yo le cepillaba el cabello a Sadie, que lo tiene bonito, negro y corto, mientras ella me platicaba de la ocasión en la que ella y Katie se habían enfermado del estómago y habían vomitado sobre la tapicería nueva de su abuela.
—Fue como, super asqueroso. Aunque olía mucho mejor de lo que se veía.
—No me hubiera gustado estar ahí para comprobarlo.
—¡Hey… chicos!
Un tipo rubio con sombrero de vaquero y que con trabajos se podía decir que tenía una camisa puesta se acercó a nosotros. Estaba seguro de que no estábamos juntos en esa clase, aunque si lo había visto en otras.
—¿Qué cuentan?
—Estábamos hablando sobre vomito— contesté.
—¡Oh, eso es genial!— exclamó él— Saben, voy a dar una gran fiesta el viernes en mi casa. Ustedes saben, para festejar el inició de clases. Y me encantaría que fueran.
—¿Si quiera sabe…?— Sadie me tapó la boca antes de que pudiera terminar de preguntar.
—¡Nos encantaría!— exclamó ella— ¿Puedo llevar a una amiga?
—¡Claro! Mientras más personas mejor. ¿Me pasan sus números para que los agregue a un grupo y les pueda mandar la dirección?
Sadie le pasó su número, el de Katie y el mío sin darme la oportunidad de decir nada al respecto.
—A mí no me gustan las fiestas— pude hablar cuando el chico finalmente se fue a la siguiente mesa.
—¿Cómo no te van a gustar las fiestas? Son como lo mejor del mundo— contestó ella mientras le mandaba un mensaje a Katie para darle las buenas nuevas.
—No lo son, menos cuando dicen que "mientras más personas mejor", eso siempre significa que en algún punto alguien me va a quitar los lentes y van a querer jugar a la papa caliente con ellos.
—Ya no somos niños, Harold, ese tipo de cosas no pasan en estas fiestas.
—Pero tenemos catorce.
—Oh, vamos, no seas así. ¡Tienes que ir! No puedes dejarme sola.
—No vas a estar sola, Katie va a estar contigo.
—¡Exacto! Katie siempre está conmigo. Si tú no vas van a pensar que ella es mí única amiga.
—Pero si voy ni siquiera me vas a hacer caso.
—¡Claro que lo haré!
—Pero no me gustan las fiestas.
—Harold…
Y ahí me tenían, dos días después, con un vaso rojo en la mano en la esquina de la casa de un desconocido, completamente solo. La verdad no estaba seguro de cuánto tiempo llevaba que había perdido a Sadie, pero me había dedicado a comer botana y tomar refresco desde entonces. Al inició no había estado tan mal, Sadie y Katie ya me habían aturdido después de todo, pero cuando me di cuenta de que si no me movía iba a empezar a tragarme la tercera bolsa de papas de mala calidad decidí salir al jardín.
Una parejita ya estaba afuera mirando las estrellas, así que decidí que yo también podía tirarme al pasto a buscar constelaciones. Escúchenme, yo soy bastante bueno con eso de observar el cielo nocturno y puedo pasar horas mirándolo, identificando distintos objetos celestes. Pero en ese momento estaba aburrido, cansado, y mi batería social estaba completamente drenada, así que cerré los ojos solo por un segundo… y me quedé dormido.
No recuerdo que estaba soñando, de todos modos no es como si eso afectara en algo, pero nunca creo ser capaz de olvidar el despertar.
La última vez que me había orinado en la cama tenía seis años, me estaba retorciendo de dolor por la apendicitis, y estaba completamente despierto. Años después mi hermano me intentó convencer que esa había sido la razón por la que nuestro papá nos había abandonado.
En esta ocasión había sido mucho menos doloroso, aparte de que no estaba en una cama en el sentido estricto de la palabra.
—Oh, qué asco. ¡Sí funciona, se orinó en los pantalones!— exclamó alguien al lado de mí, haciéndome abrir los ojos y descubrir que mi mano izquierda estaba dentro de una taza con agua tibia.
Tardé un segundo en darme cuenta que era lo que había pasado, pero cuando lo hice una cámara con flash me recibió en el rostro.
—Odiaría ser tú en estos momentos— dijo el chico con una sonrisa.
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¿Saben de esos momentos que parecen cotidianos pero que cambian el rumbo de la Historia? No hablo de cuando Dante publicó La Divina Comedia, sino de cuando conoció a Beatriz.
Pues ahí, en un baño desconocido con el corazón latiéndome en los oídos mientras intentaba desesperadamente secar mis pantalones con papel de baño. Alguien abrió la puerta y mi historia tuvo uno de esos momentos.
—¡Esta ocupado!— exclamé, pero la persona en cuestión de todos modos entró y cerró la puerta atrás de sí.
—¡Bese a un chico!— un muchacho bajito con el cabello castaño, los ojos abiertos de par en par y la cara más roja que había visto en mi vida, y eso que en mi familia tendemos a tener quemaduras con el sol frecuentemente— Bueno, en realidad él me beso a mí, pero fue definitivamente mi culpa… ¡Mierda, mierda, mierda! Ahora él de seguro debe odiarme… ¿Qué te pasó?
El chico volteó a ver mi pantalón y al montón de papel que tenía en la mano. Debo decir que por un segundo casi había olvidado mi pequeño problema.
—¿Has escuchado ese rumor de que si le metes una mano en agua tibia a alguien que está dormido se orina en los pantalones?— le pregunté, a lo que él asintió— Resulta que no es solo un rumor.
—Mierda…
—Lo mismo pensé yo.
—¿Fue Duncan?— yo lo miré confundido y él pareció entender que no sabía de quien hablaba— Cabello pintado de verde y pearcings.
—Sí, ese mismo.
—Nunca me dio confianza. En el primer día jaló a Noah por el labio— me contó, como si yo supiera de quien estaba hablando—. Aparte, tiene la energía de…
—…Un villano de anime— dijimos los dos al mismo tiempo.
—O de un protagonista— agregó el chico—. Pero me gusta pensar que no soy el personaje secundario de la historia de un protagonista como él.
—A mí me gusta pensarme como un protagonista.
—¿Es por eso por lo que siempre te sientas en el penúltimo asiento al lado de la ventana?— su rostro se iluminó— Yo también pensé en sentarme ahí, pero tú ya habías tomado el puesto. Aparte estaba esta chica super linda sentada enfrente… Aunque al final parece que no es mi tipo después de todo, y creo que tiene algo con Tyler. Eso está bien, ellos dos se ven muy lindos juntos.
—¿Entonces compartimos una clase?— no recordaba haberlo visto antes.
—En realidad todas con excepción de inglés.
Mierda.
Los dos nos quedamos en un pequeño silencio incomodo por un par de segundos. Él se veía un poco más joven que el resto de mis, bueno al parecer nuestros, compañeros. No tenía un rostro muy llamativo, pero se me hacía difícil creer que tuviéramos tantas materias juntos y no lo hubiera notado. Aunque, claro, también estaban todas estas personas de las que él había estado hablando y que yo no tenía idea de quien eran. Al parecer no había hecho un buen trabajo en mi identificación de personajes secundarios.
—Soy Cody, por cierto— se presentó estirando una mano.
—No creo que sea una buena idea— comenté mientras levantaba la bola de papel que aún sostenía.
—Oh, cierto.
—Soy Harold, por cierto— me presenté mientras decidía que lavarme las manos, más allá de si iba a darle la mano a Cody o no, era una buena idea.
—Lo sé— contestó él—. Te prometo que no soy un acosador, es solo que…
—No te preocupes, no pensé que lo fueras.
Me sequé las manos y pensé en contarle que la toalla moderna se inventó en Bursa, Turquía, pero él habló antes de darme la oportunidad.
—¿Qué planeas hacer ahora?
—Supongo que le llamaré a mi mamá y me esconderé aquí hasta que llegue por mí.
—¡Suena bien! ¿Te importa si hago lo mismo?
—Para nada.
Le marqué a mi mamá y no necesitó que le diera muchos detalles para que me dijera que ya estaba en camino. Creo que una parte de ella ya esperaba que algo así sucediera.
Cuando volví a mirar a Cody sostenía su teléfono entre sus manos mientras su mirada se perdía en algún lugar fuera de mi alcance.
—Mi mamá llegara en unos diez minutos— le informé y él quitó sus ojos de la pantalla al mismo tiempo que parpadeaba un par de veces, como si estuviera intentando apartar algo que nublaba su mirada.
—La mía no me contestó— dijo—. Le envié un mensaje pero… ¡Estoy seguro de que en algún momento lo verá!
Y así como así estaba sonriendo otra vez.
—¿Quieres contarme sobre ese beso?— le pregunté mientras me sentaba en el filo de la tina.
—En realidad no hay mucho que contar— contestó él sentándose a mi lado—. Fue un accidente… estábamos dormidos.
—¿Cómo pudo ser tú culpa si estaban dormidos?
—Digamos que yo lo vi… y no sé, pensé que se veía cómo, muy cómodo… Y llevaba un buen rato dando vueltas por toda la casa sin saber muy bien que hacer… Así que simplemente me recosté cerca de él porque… ¿Quería verlo dormir? Se que suena muy creepy, pero es que no puedo explicarlo, simplemente me daba mucha paz…
—Ósea que te gusta— no le estaba preguntando.
—¡Oh no! Soy hetero… Digo, no tengo nada en contra de los gays o algo así, es solo que yo… no… lo soy…
—Hum, mira, yo no sé mucho de esto, pero si…
—No, en serio no. Es solo que estaba cansado ¿sabes? Esta es mi primera fiesta, y tenía todas estas expectativas que simplemente no se estaban cumpliendo… y Noah parecía estar teniendo mucha más diversión dormido de la que estaba teniendo yo… Aparte el beso fue en la oreja, tampoco es que haya sido la gran cosa… no sé porque lo hice parecer la gran cosa.
Otra vez hubo un silencio, pero ahora fue mucho menos incómodo.
—Vaya par que somos ¿no?— comenté divertido— O triada, si contamos al chico del beso. Estamos en nuestra primera fiesta de preparatoria, y nos quedamos dormidos. No es por ser negativo, pero creo que eso es un poco patético.
—Bueno, al menos no somos el chico que dijo que los hombres eran claramente mejores en deportes y más inteligentes que las mujeres— dijo Cody.
—¿En serio un chico dijo eso?— busqué comprobar a lo que él asintió—. Casi me siento mal por él.
—Nadie le volverá a hablar.
—Definitivamente… ¿Quieres que nosotros seamos la excepción?
—Oh, no gracias. Quiero conseguirme una novia, no puedo arriesgar mi estatus social de ese modo.
La música de la fiesta se alcanzaba a escuchar a través de la puerta. Conocía la canción, no era de mis favoritas pero cuando recién había salido aprendí a tocarla en el teclado y aún me sabía la letra.
—I drove by all places we used to hang out getting wasted— empezó a cantar Cody en voz baja—. I thought about our last kiss…
—How it felt, the way you tasted— canté yo haciendo que él se detuviera y me volteara a ver sorprendido—. And even though your friends tell me you´re doing fine…
—Are you somewhere feeling lonely even though he´s right beside you? — cantamos los dos al mismo tiempo.
Seguimos cantando juntos. Nuestras voces eran muy distintas, aunque la forma en la que se combinaban sonaba muy bien. No es por presumir, pero creo que nuestra versión sonaba mejor que la original. Cuando la canción estaba a punto de terminar mi mamá me mandó un mensaje avisándome que ya estaba afuera.
—¿Tú mamá ya vio el mensaje?— le pregunté a Cody que revisó rápidamente su celular y negó con la cabeza— Y… ¿Vives muy lejos?
—A unos veinte minutos caminando— contestó él a la expectativa
—En ese caso, estaba pensando… ¿Te gustaría que te lleváramos?
Su mirada se iluminó y la sonrisa más genuina que le había visto se posó en su rostro.
—Me encantaría.
Esta historia lleva años en mi cabeza. Varias cosas han cambiado desde que la concebí, entre ellas mi visión de los que serán los protagonistas, pero el amor que siento por la historia solo ha aumentado. Siendo completamente honesta no me sentía digna de escribirla, pero finalmente estoy aquí ofreciéndoselas con mi corazón abierto. Tengo como mil headcanons para cada uno de los personajes, así que esperen verlos, aún así voy a intentar mantener sus personalidades lo más cercanas al canon posible. En fin, me harían muy feliz si me dijeran que les pareció.
Los quiere: yo.
