La noche estrellada estaba en todo su esplendor, el hospital del Santuario se alzaba imponente en la oscuridad. En medio de aquello una que otra ráfaga de viento rompía el silencio y se podía observar cómo una habitación de repente se iluminaba desde dentro, antes inundada de la misma oscuridad como todas.

Dentro de esa iluminada habitación se encontraba un joven de cabellos verdes, quien luego de haber paseado por el jardín a causa de la ansiedad, se disponía a dormir tranquilo. Apagó la luz y decidió descansar, ya que en la mañana tendría que dejar ese lugar después de tanto tiempo.

De pronto algo lo despertó de su sueño reparador. Salió de la cama, se colocó sus pantuflas y se acercó por inercia a su espejo. Allí se encontró consigo mismo, tenía unas leves ojeras a causa del desvelo y su cabello estaba alborotado como solía estar de costumbre.

«Sólo es mi reflejo», pensó mientras continuaba viéndose, pero algo de repente su anatomía lucía un tanto diferente. Su cabello se veía más oscuro de lo normal.

«Debe ser la oscuridad de la noche», se dijo, pero en el lapso de su pensamiento algo más había cambiado. Sus ojos, antes azules estaban negros, casi de un negro azabache y su piel estaba pálida, casi blanca como un papel. Shun sintió una opresión en su pecho y su corazón comenzó a latir desenfrenado.

Cuando colocó la mano en su pecho se dio cuenta que tenía un extraño objeto colgado de su cuello. Era un medallón que lo inquietaba, porque en su centro tenía escrita una frase posesiva a su parecer.

«Pero... ¿Qué es esto? Yo no poseo ningún medallón... ¿O sí?», caviló con angustia. Apretó con su mano aquel objeto y en cuestión de segundos la imagen del espejo... su imagen comenzó a verse borrosa y se movía como agua.

De inmediato, aquel que se suponía que era su reflejo marcaba una sonrisa ¿En qué momento había comenzado a sonreír? Y luego aquella sonrisa se transformó en una carcajada estridente. Se estaba riendo como un maniático.

«Acaso esto es... un sueño? ¡Tiene que serlo!», pensaba con desesperación mientras sentía cómo no tenía dominio total de su cuerpo.

«Oh no mi querido Shun esto no es un sueño», le respondió una voz que habría jurado, provenía de él mismo.

Por un momento sintió que se desmayaba y su vista se tornó de color negro, pero en ese preciso momento se despertó en una cama de hospital revuelta llena de almohadas por doquier. Se tocó el pecho y ahí no había nada de lo que vio en el espejo.

Con aquella sensación de rareza, Shun se encaminó hacia la cama y al fin pudo conciliar el sueño. A lo mejor la ansiedad y nervios por salir de aquel lugar le estaba provocando pesadillas, ya que debía aceptar que su mente le había provocado mucho insomnio las noches anteriores. Todas sus pesadillas terminarían en cuanto saliera de aquel lugar, totalmente reformado para comenzar a vivir de nuevo.

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¡Hola! He venido con esta idea desde hace meses y he decidido comenzar a publicar esta nueva historia, esperando que les guste. Bye 3