Disclaimer. Los personajes de Naruto NO me pertenecen, sino al mangaka Masashi Kishimoto.

Advertencia. Esta historia es clasificada como M porque contiene y/o contendrá temas que pueden herir la susceptibilidad de ciertos lectores. Leer bajo su propio criterio. Gracias.


CONVERGENCIA

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Capítulo 1

Luna oscura

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El destello mortecino del cielo era todo lo que cubría la inmensidad de los cuerpos muertos en batalla. Caídos en desgracia cuya sangre había servido al Dios Árbol para alimentar la sed violenta del Jūbi, la bestia que había nacido de la muerte de todo lo que conocía.

Hinata, ya sucia y casi harapienta, no entendía todavía cómo había quedado viva tras la barrida inmensa de chakra que descargó su furia contra sus camaradas. Sus ojos opalinos se contorsionaban de horror cada que veía el humo ascender de entre los cuerpos quemados. Todo un mar de pieles enrojecidas, hechas jirones de masa negruzca que se mezclaba con el lodo y los retazos de tela mugrosa.

Casi no sentía sus piernas y luchaba por levantarse resintiendo los estertores de su cuerpo. Con las rodillas temblorosas, consiguió ponerse de pie. El aire viciado de la repugnante muerte la golpeó con fuerza, una bofetada directa a sus fosas nasales que le proporcionó un espasmo de náuseas, mismo que le hizo arquear la espalda y hacerle botar la bilis, lo único que le quedaba.

Sollozó, pero no se entregó al llanto. Todo lo que podía ver era el manto carmesí extendiéndose más allá de todo lo que estaba en su rango de visión regular. Volteó hacia un lado, luego hacia el otro, intentando discernir el ambiente entre los vapores del sendero.

Hizo un primer intento famélico por activar su técnica ocular, pero consiguió apenas pronunciar una sílaba antes de sentir que debía prepararse mejor.

—By... —Alzó los dedos a la altura de sus labios, con lentitud y cansancio, sintiendo la aspereza de su garganta—. ¡Byakugan!

La visión se extendió en un radio más amplio y ella pudo controlar la consciencia espacial de su cuerpo y su mente. No concurrió su chakra hasta su punto ciego porque no estaba segura de que no lo necesitaría después. Estaba rodeada de tanta muerte y desesperanza que podría jurar que escuchaba su corazón retumbar de una forma tan estruendosa que cualquiera podía saber su ubicación sin estar buscándola.

Hinata inhaló con profundidad y luego se obligó a seguir, atenta y sin desactivar su Byakugan solo por precaución. No se oía ni un alma, lo que quería decir que el barrido de la coraza del Jūbi había mandado a todos a volar demasiado lejos del furor de la verdadera batalla.

«Naruto-kun...»

Con todas sus fuerzas, estaba intentando localizar su paradero. Lo último que había visto... Oh, Kami. Nunca iba a poder sacar de su memoria la imagen de Naruto a merced del enemigo mientras el Kyūbi era forzosamente extraído de su cuerpo. El hecho de pensar que podría estar muerto...

Negó con la cabeza y las arterias de sus ojos se tensaron, forzando su dōjutsu hasta sus límites. No podía fallar, no se lo permitía. Primero moriría antes de faltar a sus propias convicciones, antes de rendirse, y en esta situación, morir no era una opción factible. Las circunstancias ameritaban que ella se infundiera de fortaleza.

Naruto-kun debía estar vivo en alguna parte.

—Vamos, vamos... —Sin darse cuenta, su simple desesperación la hizo correr a través del campo, virando el rostro.

Para Hinata no existía el cansancio, incluso si había sido la única superviviente de aquella descarga. Había sobrevivido por algo, y ella misma estaba escogiendo la razón detrás de ello.

Sus sandalias derraparon y levantaron polvillo de la tierra antes de que sus pupilas se volvieran hasta el borde del bosque, mismo hasta el cual corrió con más ímpetu, porque sabía que ella podía darle razones.

Sakura-san estaba cerca.

Sin embargo, lo que esperó al llegar nunca la preparó para ver las heridas del salvador del mundo, quien estaba sobre un charco de su propia sangre mientras la alumna de la Hokage apretaba los dientes en una difusa concentración. Las líneas de tinta que corrían desde su sello y se extendían por su cuerpo, eran la muestra de que se estaba esforzando en hacer todo lo posible por salvarlo.

—¡No me hagas esto, Naruto! ¡Abre los ojos!

Hinata reaccionó a la violenta oración, como si se la hubiese gritado a ella en el oído. Fue entonces que reparó en los puntos que enfocaba su Byakugan.

No había puntos de circulación de chakra. No había... nada.

Presa del pánico, cayó de un salto a los pies inertes del ninja rubio y Sakura a duras penas reaccionó. Sus ojos verdes estaban a punto de quebrarse, como un vidrio astillado al que solo le faltara un pequeño golpe para estallar en pedazos.

—¿Sakura-san...?

—El bombeo manual no funcionó, tenía demasiadas heridas para cuando pude acercarme —dijo la aludida, casi gritando, a toda prisa—. ¡No llegué a tiempo! ¡Maldita sea!

Hinata la vio intentando con más fiereza, empujando el chakra curativo en su sistema paralizado. Estaba temblando, estaba pálida y, como ella misma, estaba aterrada.

—¡Tiene que haber una forma! —Hinata también gritó, desesperada.

Eso pareció ser un latigazo en la espalda de Sakura, quien levantó su mirada y la cruzó directamente con el Byakugan tenso de la muchacha Hyūga. Sus ojos de jade reflejaron el reconocimiento en los iris pálidos de su dueña. De alguna forma, reconoció la desesperación que ella misma sentía por la impotencia, por el miedo.

Por la posibilidad de perder a Naruto para siempre más allá de sucumbir ante la guerra.

Para nadie era un secreto a estas alturas que Hinata Hyūga profesaba su amor y devoción a Naruto, su inspiración y modelo de vida. Era lo suficientemente claro ahora para Sakura, que reconocía a la perfección los síntomas y las formas de sus gestos ante el amor en medio de una tormentosa lucha.

Era eso lo que alguna vez había sentido por Sasuke-kun cuando fue declarado un criminal. Una desesperación enorme que no había podido manejar de la mejor manera, que la había hecho ser más impulsiva que nunca y la había orillado a derramar sus sentimientos sobre Naruto demasiado temprano en el tiempo, cuando aún no entendía lo que realmente pasaba en su interior.

Internamente, solo para ella, sabía que los amaba a los dos, de una forma que la hacía sentirse tan egoísta como los deseos de destrucción del Uchiha a quien le había jurado su amor eterno, pero su amor ya no era solo suyo a pesar de todo.

Sakura haría lo que fuese por Naruto. Moriría por él si ese fuera el único camino. Y esa misma determinación la halló en los ojos de Hinata, quien amaba a Naruto tanto o más que la propia Sakura.

Respiró hondo, porque Hyūga se merecía el amor de Naruto más de lo que ella misma se lo merecería jamás, pero no sería necesario sufrir cuando todo esto acabara y Naruto los salvara a todos una vez más, mostrando esa sonrisa tan característica y dejando que todos vieran esos ojos azules tan hermosos que siempre estarían atesorados en su memoria.

En vida y en muerte.

—Hay una manera —respondió la fémina de hebras rosadas, trémula.

—¿Cuál?

—Hinata-san, ¿puedes ver mi flujo de chakra? —pidió sin dar detalles, pero la joven hizo lo que pidió.

—Todo lo que tienes es el sello, todavía te queda media reserva.

—Es todo lo que necesito... espero —murmuró con el ceño más fruncido aún.

Hinata la vio colocar ambas palmas sobre el corazón inerte de Naruto y cerrar sus ojos. Las líneas oscuras envolvieron la piel del shinobi mientras el flujo del verde medicinal cambiaba al azul cálido. Supo entonces que ella no le estaba curando, sino dándole estimulación con su propio chakra, pero, ¿por qué...? Abrió mucho los párpados cuando se percató del flujo vital en el cuerpo de Sakura. ¿Acaso ella iba a…?

Sakura Haruno solo había visto esta técnica una vez, ejecutada por una persona que ya no estaba entre los vivos y que había muerto luego de realizarla.

Si era por Naruto, nada más importaba. Lo haría.

Un vistazo a la abuela Chiyo bastó para que se grabara a fuego en su memoria, desarrollando su propia teoría e hipótesis de estudio a partir de la puesta en práctica. Hubiese querido poder traer de vuelta a dos personas más antes de finalmente morir, pero no tendría el tiempo de paz en su casa para seguir estudiando la técnica. Solo sabía intercambiar una única vida por otra a través de la transferencia energética del chakra, cediendo sus puntos claves y su vida en el proceso.

Hubiese querido ver a Sasuke-kun una última vez, decirle que, si le hacía algo más a Naruto, su fantasma le perseguiría por siempre, siendo tan molesta como en su niñez. Le hubiese gustado decirle que nunca dejó de amarlo, que le perdonaba con el corazón en la mano, y que el vínculo de los tres era tan fuerte que ni la muerte podría separarlos.

Aún con los ojos cerrados, podía sentir sus lágrimas recorriendo su rostro teñido por la batalla, lamentando solo el hecho de no poder ver la victoria de sus pares, porque estaba segura de que Sasuke-kun y Naruto sabrían cómo ganar esta guerra.

Abrió los ojos con sorpresa cuando sintió que el chakra de Hinata también fluía a través de las palmas que había colocado sobre ambos dorsos de las manos de la integrante del equipo siete.

—Estás inestable, Sakura-san. Está siendo doloroso para ti —comentó Hinata, reflexiva como nunca antes.

La alumna de la Hokage se impresionó aún más de la entereza que demostraba, calmándola todo lo que podía, soportando el dolor. Neji-san había muerto frente a sus ojos y Hinata solo había sabido reponerse ante la adversidad. Tenía una tenacidad envidiable que hizo enternecer a su corazón sensible cubierto por su coraza temperamental.

—Hinata-san... Dile a Tsunade shishou que esta fue la única manera que encontré para ganar.

Su voz se quebró hacia las últimas silabas. Hinata asintió, solemne ante las últimas palabras de su compañera, la sacrificada alma que estaba dando su vida por traer de vuelta al hombre que ambas amaban. Debía estar a la altura de las circunstancias, prometiendo en una mirada silenciosa que ella haría también lo que fuese por mantenerlo vivo y a salvo, aún si arriesgaba su propia vida en el proceso. Ya lo había hecho una vez, ante Pain.

Sakura ladeó la cabeza hacia ella, mostrándole una sonrisa adormecida. Su Byakugan veía claramente cómo los puntos energéticos estaban tratando, desesperadamente, de que la vida no se le escapara del cuerpo.

Faltaba poco. Muy poco. Pero entonces, el dolor que la atravesó fue demasiado intenso para que gritara siquiera.

Quien sí gritó fue Sakura, temblando solo un poco en su control, pero obligándose a mantenerlo intacto. Hinata también se obligó a no desfallecer mientras miraba hacia abajo. Una estaca de madera la había atravesado y la sangre apenas era un hilillo a sus costados. No viviría, ni siquiera sacando el intruso de su bajo torso, se desangraría antes de poder pedir ayuda. El Jūbi de nuevo estaba actuando.

Vomitó sangre esta vez, a los pies de Naruto, y tuvo que prescindir de su técnica ocular para guardar lo último que le quedaba para ayudar en el último respiro de Sakura.

Para apoyar el regalo de la vida en los ojos de Naruto-kun, quien no tardó mucho en abrir los párpados una vez más, algo desorientado en el contexto. Hinata quiso llorar de felicidad, pero solo pudo esbozar una sonrisa sangrante antes de percatarse de que no podía escuchar sonido alguno.

Ambas retiraron sus manos del torso de un Naruto que volvía a alzarse. Más fuerte, más imponente, más merecedor de la vida que nunca antes. Él debía salir victorioso. Debía ser feliz. Eso era lo único que las dos féminas estaban pidiendo al universo.

Ambas intercambiaron una última mirada.

«¡Está vivo! ¡Está vivo!», pensaron al unísono, como si pudiesen leer sus pensamientos mutuos.

Fue Sakura la primera en perder la luz de la vida cuando sus ojos se opacaron. Muertos, sin llama. Hinata la seguiría de cerca, muy cerca, pero antes tuvo que ver el desgarrador momento que precedería a su muerte.

Lo último que vio fue a Naruto gritando algo que no podía escuchar, con el dolor reflejado en sus pupilas que ahora estaban hechas cúmulos de llanto. Intentaba acunarlas a ambas entre sus brazos. Sintió la calidez de su último abrazo.

Fue en ese preciso momento que Hinata murió.


"Todo converge. Todo está conectado."

El susurro de una voz apremió a que los párpados se abrieran con lentitud. La ausencia de dolor fue lo que más llamó su atención, pues había empujado su flujo de chakra hasta límites inimaginados antes, así que debía haber sentido dolor hasta en el punto más recóndito de su cuerpo, ¿no?

El par de esmeraldas viraba su mirada a diferentes lugares mientras el talle de su dueña se alzaba hasta dejarla sentada. ¿Por qué el bosque se veía blanco? ¿Por qué el cielo también se veía así? Sakura Haruno frunció el ceño y se dispuso a despejar el genjutsu, pero resultó que este lugar no era producto de una ilusión.

Era un ambiente en el que jamás había estado antes.

Se levantó con parsimonia, en guardia. Se percató de que tenía su ropa de equipo con su brillante chaleco rojo y su falda rosa, no el uniforme estándar chūnin que había utilizado desde el comienzo de la Cuarta Guerra Ninja.

«¿Dónde estoy?», pensó antes de hacer una mueca de hostilidad con los labios.

Haber quedado varada en un lugar completamente desconocido, la colocó en alerta máxima, aunque pronto se daría cuenta de que algo no encajaba en todo aquello.

¿Por qué estaba viva? Sakura intentó medir sus niveles de chakra, analizar su cuerpo de manera interna, pero le resultó imposible una primera vez. Pensó que estaba demasiado cansada y por ello no había funcionado, pero realmente no se sentía así. No tenía agotamiento de ningún tipo a pesar de estar en medio de una guerra, y eso, sumado a su indumentaria estándar, empezaba a tornarse demasiado extraño.

—¿Sakura…san?

La voz de Hinata la hizo girar el cuerpo, saltando de alerta. El suave rostro de la Hyūga le devolvía una mirada pálida de incertidumbre y miedo. También tenía sus ropajes de misión y no su uniforme de guerra.

—No sé dónde estamos… —respondió la de cabello rosa de inmediato, intuyendo lo que quería preguntarle antes de que siquiera Hinata alcanzara a pensarlo.

La muchacha del Ojo Blanco apretó el puño a la altura de su pecho y la ninja médico paseó la palma desde su frente hasta su barbilla, en un intento de serenar sus sentidos. Nada de lo que estaba pasando ahora tenía sentido. ¿Por qué estaban allí las dos? ¿Habían muerto? ¿Era el otro plano? Necesitaba explicaciones.

—Puedo darte esas explicaciones.

La voz resonó a lo largo y ancho del iluminado lugar. Ambas jóvenes se sobresaltaron en el acto y corrieron una junto a la otra, sincronizadas hasta colocarse espalda contra espalda para cubrir el terreno. Para ellas, ese simple movimiento resultó sorprendente, porque ninguna de las dos conocía a profundidad las reacciones sutiles de la otra y no podían intuir sus movimientos. Rara vez habían formado parte de un mismo equipo y nunca actuaron como pareja independiente.

Sakura no pudo darle más vueltas a sus cavilaciones porque, al costado de ambas y a una distancia prudencial, se materializaron dos figuras de lo más peculiares para ellas. Intercambiaron una breve mirada de soslayo antes de tensarse, pero ninguna pudo reunir chakra en su sistema.

Eso era lo peor.

—¿Q-Quiénes son? —La voz envalentonada de Hinata rompió el hilo de silencio que se formó.

Una especie de humo blancuzco fue disipándose hasta mostrar completamente a las siluetas de piel pálida, enfundadas en unos largos kimonos blancos. Hebras marrones y cortas adornaban la cabellera de uno mientras que las grisáceas con un tono azulado se mecían en la melena larga del otro. Las protuberancias en los laterales de sus frentes les conferían un aspecto amenazador, pero las jóvenes no sentían ese viento hosco y sanguinolento de la guerra en ellos.

Si es que podían sentir algo a estas alturas, claramente.

Sakura fue la primera en fijarse en los ojos de ambos. Un breve vistazo antes de desviar la mirada, maldiciéndose por lo bajo por haber fallado a una de sus importantes lecciones: "nunca veas directamente a los ojos de tu enemigo sin tomar previsiones". Los papeles de ambos no estaban muy claros, pero era mejor prevenir que lamentarlo; no obstante, ese breve momento le sirvió para notar la particularidad en el par de miradas.

—¿Viste…?

—Lo vi —contestó Hinata de inmediato, sorprendiéndola una vez más por lo compenetradas que parecían estar en este extraño espacio—. El Rinnegan y el Byakugan —susurró con ese aire de sospecha que era difícil hallar en su voz habitualmente suave.

Hinata probablemente sabía mucho más de la teoría de esos dōjutsus, pensó Sakura, porque ella misma era poseedora de uno, así que resultaba muy incómodo estar rodeada de seres con técnicas oculares de las cuales no podía defenderse ahora mismo, y a juzgar por la leve perturbación que podía sentir en la espalda de su compañera, comprendió que ella estaba en la misma condición y tampoco podía utilizar chakra.

—Perdonen por haberlas asustado al traerlas aquí.

La voz de aquel hombre con el cabello marrón y el tercer ojo similar a un Sharingan, retumbó en todo el lugar, causando que ambas se refugiaran aún más la una en la otra.

—No respondieron a la pregunta de mi compañera. ¿Quiénes son? —A estas alturas, a la alumna de la Godaime no le importaba sonar terriblemente hostil. Estaba perdiendo la paciencia y tenía miedo, uno que ocultaba bastante bien detrás de sus facciones en constante rigidez y su ceño fruncido.

—Es una suerte que la Princesa del Byakugan esté aquí —habló el otro hombre.

Sakura sintió que Hinata separaba su espalda de la de ella para encarar al hombre que se había desplazado hacia su posición, así que la imitó y enfrentó directamente al hombre que había hablado primero.

—Disculpas una vez más. Somos de la familia Ōtsutsuki, Hagoromo y Hamura — —señaló el que parecía ser el mayor, señalándose a sí mismo y luego a su hermano.

Eso no encendió la tranquilidad en el cuerpo de las kunoichis, por el contrario, parecía que ambas estaban indignadas con solo escuchar ese apellido. ¡¿Estaban frente a otros genocidas?! La joven de cabello rosa estuvo a un solo segundo de enfundar su puño para intentar partirle la cara a cualquiera de los dos, pero Hinata la retuvo en el último momento mientras tomaba su antebrazo, más reflexiva y cohibida con la situación, pero su mirada pálida pedía explicaciones.

—Sé lo que nuestra madre representa para ustedes. La sellamos una vez hace mucho tiempo, pero ahora todo se ha dado para despejar su sello —aseguró Hamura con una leve nota de desacierto.

—La guerra no le hace bien al mundo, pero el mundo sigue siendo cíclico con su cadena de batallas interminables. Nuestra madre, Kaguya, se dejó llevar por la soberbia y adquirió una visión sesgada de la vida que trazó un camino directo hasta esta guerra —prosiguió Hagoromo.

—Su voluntad, el Zetsu Negro, manipuló todos los hilos detrás. Los humanos involucrados solo fueron marionetas en su juego de poder para convertirlos a todos en sus vasallos sin voluntad. —Hamura culminó con una pausa empírica que serviría para el análisis de ambas mujeres.

Sakura estaba intentando procesar toda esa información. De haber podido sentir náuseas en ese espacio, entonces las hubiera sentido. Hinata no estaba mucho mejor que ella, pues respiraba entrecortada y sus manos hechas un puño temblaban como ramas secas ante la ventisca.

—La mayoría están muertos… Estoy segura de que morí —murmuró la muchacha de cabello azulado.

—En efecto, murieron.

Aunque la pareja de féminas lo sabía, la sentencia de Hagoromo no fue menos contundente. Sí, estaban muertas.

—¿Qué es este lugar? —inquirió Sakura a la par que sus ojos verdes daban otro rodeo al espacio.

—Esperaba que ustedes nos dijeran qué veían. Este es el espacio donde todo chakra y vitalidad convergen. Muy pocas veces dos personas comparten el mismo espacio, pero es entendible en el caso de ustedes dos —añadió Hagoromo con voz pensativa, como si se le estuviese ocurriendo algo.

Hinata le ofreció una mirada interrogativa a Hamura, quien la había llamado "Princesa del Byakugan". No había escuchado aquel título desde que era pequeña.

—Hay un bosque y un horizonte extenso… ¿ves lo mismo, Hinata-san? —preguntó Sakura y la aludida solo asintió sin despegar la mirada opalina del menor de los Ōtsutsuki.

—Comparten el mismo espacio vital porque ambas se sacrificaron para revivir al Salvador del Mundo. La sangre y el chakra fluyeron de ustedes hasta la tierra, lo que hizo posible que aparecieran aquí estando conscientes y nosotros hayamos podido comunicarnos —informó Hamura.

—A esto me refería con la enseñanza del Ninshū —habló de vuelta Hagoromo—, pero debí suponer que el mundo nunca está preparado para manejar tanta responsabilidad de una sola vez. Si tan solo mis hijos hubiesen podido trabajar juntos tras mi deceso…

—¿Sus hijos? —intervino Hinata, recibiendo un asentimiento de su parte.

—Indra y Asura Ōtsutsuki, encargados de portar mis enseñanzas, pero sus ciclos de reencarnaciones se han encargado de torcer el verdadero propósito.

—¿A qué se refiere con eso? —terció Sakura frunciendo aún más el ceño, pero adquiriendo un tinte más formal en su dialecto.

—Se refiere a que esa es la razón de su estadía y aparición aquí. La sangre de Asura e Indra se ha derramado una vez más —respondió Hamura—. Mi aparición se debe más al sacrificio del linaje Hyūga —finalizó, volviendo a atraer la atención de Hinata.

—Hashirama Senju y Madara Uchiha. Naruto Uzumaki y Sasuke Uchiha. Son las encarnaciones de mis hijos que ustedes más reconocen.

Hagoromo observó el semblante de ambas con atención, pero las mujeres presentes solo intercambiaron una mirada compungida. Volteó un momento a ver a su hermano, quien le ofreció un único asentimiento, de acuerdo con la idea que rondaba sus pensamientos.

—Creo que será prudente relatarles una historia —aseveró.

Ellas asintieron.

Con cada palabra que salía de la boca de Hagoromo, más se sorprendían. Conocer su identidad, las enseñanzas que había dejado y la manera en la que su pretensión de conexión con los demás seres humanos fue tergiversada a través del ninjutsu, causó conflictos en Sakura y momentos de introspección en Hinata.

Saber que compartían el mismo plano espiritual fluyendo con sus corrientes de chakra porque ambas se habían sacrificado por el bien de Naruto, las hizo enternecer en lo más profundo de sus corazones, aunque también les dolía profusamente haberlo dejado devastado y solo contra el mundo.

Sakura sabía cuánto lo lamentaría Naruto y lo menos que quería era que se culpara por su decisión. Esperaba que entendiera su proceder y hasta qué punto llegaba su amor por él. Hinata no estaba diferente, aunque simplemente dejaba denotar una sonrisa al saber que Naruto ahora tenía la vida entre sus manos sin depender de la bestia con cola. El campo de batalla seguiría siendo desolador, pero esperaba que sus ingeniosos amigos hubiesen hallado el resguardo que les ayudaría para hacerse con la victoria.

Hagoromo les habló de la Voluntad de Fuego en guerra eterna con la Maldición del Odio y cómo sus descendientes lidiaban con ello. Supieron las razones de la existencia de Zetsu Negro y el propósito que finalmente logró cumplir a través de los deseos de Obito Uchiha siendo manipulado por un anciano Madara. Supieron la razón detrás de la creación del Jūbi.

Procesar tanta información resultó más fácil de lo que creyeron. Quizás se debía a que en este plano estaban muertas y los pesares del mundo eran menos pesados, aunque eso no quitaba que el origen del chakra y todos los ciclos de los que habían escuchado, fueran menos impresionantes.

—Creo que ustedes pueden acabar con este ciclo —concedió Hagoromo luego de una reflexión.

—¿Cómo podríamos acabar con un ciclo estando muertas? —cuestionó Sakura entre dientes. Detestaba que le tomaran el pelo y no le importaba si este era el mismísimo Sabio de los Seis Caminos.

—Todo está conectado en el plano espiritual. El chakra ha formado parte del mundo desde hace un milenio y no solo sirve para el ninjutsu. La tierra se ha bañado de sangre y de chakra durante centenas de períodos, y ese solo hecho hace que todos los ejes temporales se conecten. En este plano, el tiempo es inexistente y la muerte es solo el siguiente paso —informó el mayor de los Ōtsutsuki.

—¿Por qué cree que podríamos contra a-algo que existe desde hace demasiado tiempo? —irrumpió la suave voz de Hinata.

—Porque el amor que ustedes albergan en su interior, que es tan grande como para llegar al punto de sacrificar sus vidas, es la clave para que la Voluntad de Fuego prevalezca sobre los deseos destructivos que en cada reencarnación invaden al mayor de mis hijos. Son ustedes aquellos dos seres que más aman a las actuales encarnaciones de Indra y Asura, así que solo puedo confiar en que ustedes sabrán hacerlo.

A Hinata se le hizo un nudo en la garganta. Sakura suspiró y enfocó su mirada verdosa en el suelo blanquecino. Hasta cierto punto era cierto, pues ambas habían profesado amor incondicional a Naruto y a Sasuke, y a pesar de no haber sido correspondidas por sus respectivos amores, el sentimiento revoloteando en el interior de cada una era lo suficientemente intenso como para eclipsar a la luna.

No obstante, en el caso de Sakura, quizás se había vuelto un poco más grande al estar consciente de que amaba a Naruto y a Sasuke con la misma extraña intensidad propia de su carácter. Había tenido que morir para aceptarlo.

—Es una responsabilidad muy grande —emitió la de cabello rosa en un murmullo—. Pero si acabar con el Zetsu Negro puede impedir tantas tragedias acaecidas, entonces haré todo lo que esté a mi alcance —continuó con una mirada y una voz determinada. Observaba directamente a los ojos sonrientes de Hagoromo.

—¿Cuáles serán las consecuencias? ¿Cómo pretende colocarnos en un punto exacto en el tiempo? —interrogó más a profundidad la muchacha del Ojo Blanco. Sakura apoyó sus preguntas.

—Primero, deben tomar en cuenta que, una vez que lleguen allí, el futuro dejará de ser predeterminado. En ese plano, ya no existirá todo lo que ustedes conocieron antes de morir. —Las dos se miraron con idénticas pupilas llenas de aprehensión.

El hecho de no poder verlos a todos una vez más resultaba desgarrador.

—Como solo tienen antecedentes de dos de las encarnaciones de Indra y Asura, las enviaré hasta el tiempo de los Estados Combatientes. La era de la Guerra entre Clanes está lo suficientemente lejana como para proteger sus identidades y no hay un sistema de aldeas del que deberán cuidarse. Todo el territorio puede ser explorable siempre que tomen precauciones. —Hagoromo tenía todo estructurado en su cabeza, aunque Hinata volvió a hablar, claramente aterrada por la posibilidad.

—¿C-Cómo oculto mis ojos? Son muy visibles y todos sabrían de inmediato que soy una Hyūga.

—Ahí es donde yo ayudaré, Princesa —dijo Hamura de inmediato—. No podré eliminar tu Byakugan, pero sí proporcionarle un avance útil que cambiará su aspecto. Los Hyūga descienden de mi linaje, aunque aviso que, una vez que vuelvas a la vida, podrán resultar incómodos los primeros días —advirtió antes de caminar con lentitud hacia la aludida.

Hinata se quedó plantada en su sitio, y aunque sintió que la ansiedad y la incertidumbre la invadían, dejó que Hamura colocase sus manos sobre sus sienes y bombeara chakra a su sistema alrededor de las arterias oculares (¡ellos sí podían utilizar chakra aquí!). Ella no sintió nada, pero se guardó con cuidado toda la información que Hamura le estaba recitando sobre ese dōjutsu llamado Tenseigan. El Ojo de la Reencarnación. Sonaba irónico y apropiado a su vez.

—¿Dónde podremos encontrar al Zetsu Negro? ¿Hay una manera de localizarlo o atraerlo?

Sakura quería empaparse de toda la información que pudiese reunir, porque pretendía acabarlo lo más pronto posible sin entrar demasiado en contacto con las personas involucradas. Debían mantenerse aislada de los Senju y los Uchiha sobre todo, y en especial, de los ninjas que los lideraban por esos años. El simple hecho de recordar a Madara Uchiha en el campo de batalla, le daba escalofríos.

—Es probable que esté siempre cerca del lugar donde residen las encarnaciones de mis hijos, esperando el momento oportuno para transformar las constantes batallas en odios personales para la encarnación de Indra, Madara Uchiha. Sin embargo, podría estar recolectando la sangre de tantas batallas alrededor del mundo también.

La ninja médico sintió que la vena de su frente se tensaba en disconformidad. Bien, no tenía nada entonces más allá de permanecer cerca de los dos Clanes que no debían saber de su existencia. Excelente. Magnífico. Hagoromo resultaba ser un perfecto esclarecedor de los hechos. Ojalá poder darle un puñetazo y saber si recordaba algo más específico en el proceso.

—Creo que es la hora. Saben lo que tienen que saber —anunció Hamura y Hagoromo asintió.

Una corriente de temor repentino las atravesó, pero la mirada jade y la perlada se conectaron de inmediato y viraron sus cuerpos para quedar frente a frente. Fue Sakura la primera en hablar mientras extendía la mano hacia Hinata.

—Estamos juntas en esto. Debemos mantenernos aisladas de las personas de nuestra historia mientras buscamos la manera de crear un mejor futuro sin el Zetsu Negro —soltó Sakura con fiereza. De verdad se notaba molesta por todo lo acontecido, y probablemente estaba igual de triste que Hinata, pero lo ocultaba detrás de su temperamental carácter.

La mencionada estrechó su mano.

—Solo nos tendremos la una a la otra... Cumplamos esta misión —correspondió mientras Hagoromo y Hamura intercambiaban una mirada rápida.

—Antes de que se vayan. —Hagoromo se acercó a Sakura y de imprevisto colocó un dedo sobre el sello en su frente para restaurarlo, no sintiéndose ofendido por el hecho de que Sakura siguiese a la defensiva y echase la cabeza hacia atrás con rapidez, aunque se relajó pronto—. Tu sello está restaurado y podrás continuar perfeccionando esa técnica que devolvió a la vida a Naruto Uzumaki, aunque procura no intentarlo demasiadas veces. Sabes que ese sello acorta la vida del usuario.

—Lo sé —contestó en un tono bajo. Sabía todo lo que tenía que saber sobre sus habilidades. Tsunade shishou se había encargado de ello.

Sakura Haruno y Hinata Hyūga no se deshicieron del agarre de sus manos cuando ambos hermanos se alejaron. Tendrían todo un arsenal de asuntos que resolver en cuanto llegaran al punto en el cual debían ejecutar la misión. Probablemente sería más a largo plazo que a corto, así que tendrían que ingeniárselas e investigar hasta tener un mapeo completo del mundo.

Aún con la enorme pena que las embargaba por haber dejado todo atrás, estaban dispuestas a impedir la mayor cantidad de desgracias que pudieran. Sabían que sería difícil, pero la propia aparición de Hagoromo y Hamura Ōtsutsuki daba una entrada completa a asumir que no era imposible querer cambiar los hechos.

Y así, con esos pensamientos, fueron enviadas de vuelta a la vida.


El panorama en el rocoso campo de batalla subió de temperatura con el jutsu de fuego lanzado por dos miembros del Clan Uchiha. El oxígeno avivó todas las llamas a su paso y un cuarteto de los miembros del Clan Senju tuvieron que apartarse a toda velocidad. El impacto de las flamas desestabilizó la corteza de la hilera de viejos árboles y todos se precipitaron en caída libre hacia la línea de defensa formada por los exploradores ocasionales del clan.

Los gritos de comando se alzaron sobre los alaridos de dolor adornados con el choque constante de las armas entre los linajes con eterna rivalidad.

Fue solo unos segundos después de todo aquello, que la masa de ninjas se tensó y se alivió a partes iguales cuando sintieron la presencia de los líderes Senju y Uchiha, deteniendo momentáneamente la encarnecida batalla que ya llevaba varios muertos y una cantidad insana de heridos.

El Mokuton de Hashirama Senju se hizo presente, barriendo en retroceso las posiciones alineadas de los miembros de los Uchiha mientras la cascada acuática de Tobirama sofocaba el fuego en los bordes boscosos.

Del otro lado del terreno, Madara Uchiha gruñó, mostrando el semblante lleno de fiereza a la par que afianzaba su gunbai entre los dedos tensos.

—Vamos a acabar de una vez con ellos. —Izuna Uchiha, a su lado, reflejó y se hizo eco de los pensamientos de su hermano mayor, henchidos de ansias por la batalla y la sangre de sus enemigos tintando el campo.

—Hoy es el día —correspondió con voz sombría poco antes de que el cuarteto de líderes saltara hasta el suelo plano y los miembros de cada clan abriesen paso para ellos.

Hashirama tenía un semblante tenso y sus ojos reflejaban un sentimiento que, Madara sabía, era preocupación, pero no se dejó amedrentar por las cursilerías de su viejo amigo y eterno rival. La paz no era una opción ni remotamente viable para ellos y así se lo hizo saber cuando endureció el brillo enfurecido en su mirada.

Se preparó para acabar con esto de una vez por todas.

—¡Hashiramaaaa!

—¡Madaraaaaa!

Fueron esos los gritos de guerra que llenaron el ambiente antes de volver a enfrascarse en la batalla. El viento volvió a oler a quemado y la madera volvió a alzarse hasta casi tocar el cielo entre los estertores moribundos y los sonidos ahogados de las gargantas carbonizadas.

Y entonces, el ramalazo intenso de una poderosa fibra de chakra manifestándose en algún lugar cercano, desestabilizó a todos por igual. Madara hizo retroceder el golpe de viento de su gunbai y Hashirama despejó el firme agarre de su muñeca antes de que sus hermanos se acercaran a su posición.

—A tres kilómetros —mencionó un severo Tobirama, cuyos ojos rojos no se despegaron de cualquier cambio en la postura de los Uchiha.

—¡Deténganse! —gritó Hashirama antes de seguir la indicación de su hermano menor.

Evitar que Madara e Izuna los persiguieran, no estuvo entre sus prioridades inmediatas y, al parecer, tampoco en las de Tobirama, aunque se hallaba en alerta máxima, buscando la mínima oportunidad para perderse de la vista de ambos; sin embargo, mientras más se acercaban al punto de aquella explosión de chakra, unos gritos que parecían ser femeninos se hicieron más y más fuertes.

Tobirama frunció mucho más el ceño, aparentemente malhumorado.


Sakura sintió náuseas cuando el mundo se apagó ante sus ojos y volvió a encenderse. Parecía que habían tenido una caída terrible en espiral hasta la tierra, pues se sentía magullada y el pitido en sus oídos casi la hacía gritar de furia y dolor.

Por un momento pensó que los alaridos que empezó a escuchar paulatinamente salían de su garganta, hasta que se percató de que Hinata estaba tumbada en la tierra a su lado, cubriéndose los ojos con las manos entretanto sus rasgos se tergiversaban en muecas de profundo dolor.

Un grito especialmente fuerte, hizo que se arrastrara hasta ella y la tomara entre sus brazos. ¿Qué estaba pasando?

—¡Hinata! —exclamó, hablando mucho más fuerte para llamar a los sentidos de su compañera, pero esta solo seguía gritando.

Estaba perlada en sudor, pálida. Temblaba como una hoja al viento entre sus brazos y no despegaba sus manos de sus párpados. La fémina de pelo rosa notó que sus arterias oculares estaban tensas y se habían hecho voluminosas a los costados de sus ojos. Supo que a eso se refería Hamura cuando advirtió que podía ser incómodo los primeros días, pero a Sakura le pareció que incomodidad era un eufemismo. ¡Hinata parecía que se estaba muriendo!

—¡D-Duele… mucho! —alcanzó a balbucear la afectada antes de morderse la lengua.

—¡No muerdas tu lengua! —reprendió Sakura suavemente mientras llamaba a su conocido chakra curativo para examinarla después de quitarse uno de los guantes.

Colocó una mano sobre su frente y se concentró en recorrer todo el sistema ocular con una precisión invaluable, incluso ignorando los gritos de la Hyūga.
Supo que había algo incompatible entre la evolución de los ojos de Hinata y la sangre que esta poseía, pero no tenía ni idea de cómo pedir ayuda a los hermanos Ōtsutsuki. ¿Y si Hinata moría de nuevo? ¿Y si no podía sobrellevar la situación?

—S-Sak…

—¡Esto no puede ser más fuerte que yo! ¡Sha! —exclamó con un rugido.

La sintió convulsionar y volvió a colocarla en el suelo, despojándose del otro guante y trabajando con ambas manos sobre ella…

O al menos eso intentó antes de percatarse de que algo estaba mal. Muy mal. Y no era simplemente por el cuarteto de sombras que se acercaban, sino por el fuerte chakra que emanaba de ellos… ¿O es que era más sensible ahora que había vuelto a la vida en otro tiempo?

Sus ojos verdosos se elevaron, solo para terminar por maldecir su suerte. El Primer Hokage, el Segundo, Madara Uchiha y otro miembro desconocido, se detuvieron al borde del cráter que rodeaba a ambas mujeres. Un maldito cráter. Sakura Haruno estuvo segura de que si hubiese podido matar a Hagoromo aunque este ya estuviese muerto, lo hubiese hecho en ese mismo instante. No había podido encontrar una manera más llamativa de lanzarlas a un lugar hostil con una Hinata fuera de combate.

—¡¿Quiénes son?! —bramó el Uchiha mayor, causándole un escalofrío de muerte. Estaba claro que aquello no era una bienvenida.

Oi, oi, Madara —habló Hashirama, aunque con una voz cautelosa—. Creo que las señoritas aquí tienen problemas —dijo con simpleza intentando aminorar la desconfianza, aunque Sakura pudo observar directamente hacia dónde apuntaban sus ojos oscuros.

El hitai-ate de Hinata, mostrándose con todo su esplendor a la altura de su cuello. Por puro impulso, Sakura cubrió el símbolo y le arrancó el protector. Estúpida, estúpida, estúpida. ¿Cómo no se había dado cuenta antes? Por supuesto, es que Hagoromo las había prácticamente lanzado sin avisarles de este particular encuentro.

¿De verdad no podía volver al plano espiritual y reventarlo a puño limpio?

Sin esperar palabras, sin medir consecuencias ni tener el tiempo para idear una estrategia consciente, Sakura hizo lo primero que se le vino a la mente: intentar huir. No podía, bajo ningún concepto, desamparar a Hinata, así que se la subió al hombro cual saco de arroz y procedió a dar un fuerte pisotón que removió la tierra hasta sus cimientos. Esto tomó por sorpresa a la estabilidad de dos de los ninjas más poderosos de todos los tiempos y a sus acompañantes, haciéndolos tambalear.

No se quedó para ver cómo su coartada hecha de grandes rocas dispersas, era comprimida por la fuerza combinada de sus improvisados visitantes.

Irónico era que, las primeras personas a las que había visto, eran exactamente esas a las que había esperado evitar.


Comentarios generales. Otra historia surgida que había estado en pausa entre mis escritos desde hace un tiempo, más concretamente desde que quise leer una historia en la cual Hinata y Sakura viajaran en el tiempo para impedir algunas catástrofes y no encontré ninguna. ¿Y qué se hace en ese caso? Pues escribirla (mejor que nada). En un inicio, esta historia está pensada para tener pocos capítulos, pues también tengo en el tintero otra historia relacionada a esta que sería más larga (además de otra cantidad de one-shots independientes sobre el universo de Naruto), aunque dependiendo de todo, quizás haga algunos ajustes sobre el camino, pues estoy evaluando varias aristas para estructurar el final de esta travesía.

Puede que haya algunos cambios muy ligeros del canon conocido, probablemente ni se note, y el más destacable aquí es que Sakura estuvo desarrollando algo basado en la técnica de Chiyo cuando revivió a Gaara.

¡Gracias por leer! Comenta si la idea te llama la atención, lo agradecería mucho y siempre es motivante leer las opiniones de los lectores.