Primera historia luego de un largo hiatus, espero que les guste, literalmente no podia sacarmela de mi cabeza. Tal vez es un pequeño comienzo, pero por otra parte no me gusta leer capitulos muy largos y hacerle eso a los lectores no me parece muy justo xd. Enjoy!


Viviendo con los Loud

Todo comienza en una gran casa en los suburbios de Royal Woods, algo fea por las constantes renovaciones, pero rebosante de vida y de mucho ruido. En ella existían muchas habitaciones, en ella vivían muchas chicas, pero un solo chico, el mismo que usaba la habitación del fondo, la más pequeña. En esa habitación sobria, carente de toda decoración más que de una cama y un escritorio, dormía un chico de cabello tan blanco como la nieve, cubierto por sus sábanas, soñaba con un mundo mejor.

Pues sus pequeños sueños eran el único escape a una realidad que deseaba no afrontar.

– ¡Despierta tarado!

De súbito, el aire escapó de sus pulmones de aquel chico y sus ojos se pusieron como platos. Un fuerte golpe en el estómago lo dejó tosiendo y desesperado por la falta de aire. En medio del pánico apenas pudo ver a la causante, una mancha roja que estaba sentada encima de él. Cerró los ojos y trató de calmar su corazón que latía fuerte en sus tímpanos, irregular, caótico, mortífero.

Solo bastaron unos segundos para volver a recomponerse, pero incluso eso le pareció una eternidad.

Abrió de nuevo los ojos, esta vez con el ceño fruncido y la mandíbula apretada, estaba furioso de ver a su hermana mayor sentada sobre él como si nada. Lynn Loud, esa bola de energía vestida de ropa deportiva carmesí estaba sentada sobre su estómago, con una sonrisa llena de superioridad en su rostro y los brazos cruzados, como si montara un caballo imaginario.

– ¿Te sientes bien Linky? – le dijo ella con cierta ironía.

– ¡Lynn! – le gritó el chico, tomando su almohada y lanzándola directo a la cara de esa entrometida – Rayos, estaba llegando a la mejor parte del sueño.

– Oh, ¿y estaba yo en él?

– Claro que no, tu solo sales en mis pesadillas.

Ella chistó la lengua y le devolvió la almohada con un fuerte lanzamiento, justo cuando él la tomó entre sus manos, ella comenzó a darle unos incesantes coscorrones.

– ¡Ow ow ow ya basta! – dijo Lincoln, tratando de sacarla de encima.

– Dejaré los coscorrones hasta que te levantes dormilón.

Fastidiado con su entrometida hermana mayor hizo un amago de levantarse, pero fue demasiado rápido, una fuerte jaqueca casi lo hace caer de nuevo a la cama. Trato de aguantar el dolor, no quería darle una excusa para que ella siguiera entrometiéndose en su vida.

– Ya estoy de pie… – dijo Lincoln, levantándose lentamente una vez que ella saltó de su regazo – Ahora lárgate.

– No me iré hasta que te vistas. – le dijo Lynn, cruzándose de brazos.

– Primero agradecería algo de privacidad.

– A mi no me engañas, solo quieres volver a dormir.

– Admite que solo quieres verme en calzoncillos.

– Oh ya cállate pervertido.

– Eres un fastidio.

Sin pensarlo dos veces se sacó el piyama y se quedó en calzoncillos, aun siendo verano hacía frío ese día, el clima de Royal Woods no le sentaba nada bien. Busco con la vista su ropa y la encontró sobre su escritorio, no recordaba haberla puesto allí, pero eso no importaba, necesitaba abrigarse y rápido.

Mientras se ponía sus calcetines pudo ver de reojo como Lynn lo miraba boquiabierta, con una extraña expresión que rayaba entre la sorpresa y la vergüenza.

– Vamos, si tienes algo que decir solo dilo.

– ¡Como si tuviera algo que decir! – dijo la chica, con sus mejillas coloradas – T-te espero abajo, prepare waffles.

– ¿No quieres seguir viéndome poniéndome los pantalones? - le dijo en tono de broma.

Esta vez recibió un coscorrón tan fuerte que lo dejó viendo estrellitas, puso ambas manos sobre su cabeza y maldijo mentalmente a aquella chica que lo veía con la cara roja de la rabia.

– ¡Tonto!

Gritó su hermana, la que salió hecha un tornado de su habitación, por alguna razón ese día parecía tener más prisa de lo normal. Pensándolo mejor, tal vez ella sí se sintió avergonzada de verlo en ropa interior y por eso se comportó tan mal educada con él, o tal vez era fútil tratar de entender la lógica detrás de Lynn Loud.

Lynn, la que a pesar de ser su hermana más cercana, apenas conocía del todo, tanto así que tal vez ella ni siquiera lo veía como su hermano, sino como un chico extraño con el que compartía su hogar.

Aquello lo hizo sentirse un poco triste.

Se sentó en la cama y soltó un sonoro suspiro, tener que aguantar a Lynn lo dejaba bastante cansado, la más energética y atlética de los Loud siempre se las arreglaba para despertarlo primero y luego maltratarlo de lo lindo después. Pero extrañamente ese día lo dejó dormir hasta tarde, hasta muy tarde.

Giró la cabeza con lentitud y observó la pequeña ventana de su habitación, los rayos solares teñían el cielo de un hermoso tono anaranjado. Parecía un amanecer, pero el dolor en su cuello y el cansancio le decían que ese era más bien un atardecer. Su reloj de pulsera le confirmó sus sospechas, eran casi las seis de la tarde, no recordaba exactamente a qué hora se había quedado dormido la noche pasada, probablemente después del atardecer. Un día, había dormido casi un día entero de atardecer a atardecer. Aquello era un nuevo récord personal.

¿Qué había hecho ayer? ¿Qué había comido? ¿De qué había hablado y con quien?, ni siquiera lo recordaba, esos días de vacaciones de verano eran tan intrascendentes que no valía la pena recordar. Solo recordaba sus sueños, esos en los que era una persona diferente, libre de todos las preocupaciones que en esos momentos aquejaban a su joven mente.

Movió la cabeza de lado a lado tratando de borrar esos malos pensamientos que volvían con cada despertar, no valía la pena hacerles caso, había abierto los ojos para vivir un día más y eso debería ser suficiente para él, pero en el fondo no lo era, ni de cerca.

Se levantó de la cama y caminó hasta su puerta, giró el picaporte y cruzó el pasillo hasta las escaleras. Un rítmico golpeteo a sus espaldas lo hizo detenerse, como si la dueña de aquellas pisadas deseara ser escuchada, probablemente para no asustarlo.

– Lincoln. – dijo su hermana con timidez.

– Hola mi querida Merlina.

– …

Su hermana menor y emo de la familia estaba parada a sus espaldas, como siempre callada, como siempre vestida de luto, mirándolo con una expresión que no podía descifrar del todo, probablemente porque su oscuro cabello le cubría los ojos. Aquella curiosa chica le agradaba bastante, hablaba poco y siempre parecía mantener una distancia prudente hacia su persona, cosas que realmente apreciaba en esa casa de locos.

– Tengo un nombre, Lincoln. – le respondió la chica, con sus mejillas algo infladas.

– Ya lo sé, solo te tomaba el pelo… Esto…

– … Lucy.

– ¡Claro, Lucy! Lucy Loud, el rayito de luz y alegría de la familia.

– Retracta esas palabras en este momento o dejaré de hablarte por toda la eternidad.

– Solo bromeaba, cielos, no tienes que tomarte todo tan en serio.

– Tus bromas carecen de toda gracia y tacto, hermano mayor.

Parecía que la había hecho enojar, otra vez. Una persona tan solemne como ella siempre chocaba con su propia actitud liviana, esa que gastaba bromas a todos y no se tomaba nada en serio, ni siquiera la amnesia que lo aquejaba de vez en cuando, la misma que había borrado las memorias de gran parte de su vida antes de su primera crisis. Si se tomaba en serio a sí mismo, ¿entonces cómo se sentiría? Probablemente horrible.

– ¿Te sientes bien? – le dijo de pronto.

– Sabes, eres la segunda persona que me dice lo mismo esta mañana.

– Ya es de tarde.

– Oh… Claro. – dijo Lincoln, ahora él sintiéndose algo avergonzado – El punto es que no deberían preocuparse tanto por mí, necesito mi espacio, ¿sabes?

– … De acuerdo, no volveré a hablarte. – le dijo la chica, dándole la espalda.

– ¡Espera un momento! Eso sonó mal… El punto es que me preocupa que se preocupen por mí, eso es todo.

– Solo bromeaba, cielos, no tienes que tomarte todo tan en serio. – le respondió la pequeña con una sonrisa.

Aquello lo tomó por sorpresa, no era común verla a ella sonreír, menos aún gastarle una broma a sus expensas.

– Touche pequeña. – le dijo Lincoln, admitiendo su derrota y dándole una afectuosa palmada en la cabeza– Ven, vamos a ver la tele.

– Hoy debías salir con Luna, ¿no lo recuerdas?

– ¿En serio? – dijo Lincoln, tratando de hacer memoria – Creo que sí…

– Quería recordarte eso, Luna se pone mal cuando la dejan plantada, además dudo que Lynn te lo haya recordado.

– ¿Por qué lo dices?

– Porque ella quiere que pases todo el tiempo con ella. – le dijo su hermana.

Por alguna extraña razón esas palabras lo dejaron helado, pasar todo el tiempo con Lynn Loud no era un prospecto del todo prometedor, ella no haría más que hacerlo correr por toda la casa y llevarlo a ejercitarse, solo para después caer muerto al correr más de diez metros. Sí, su estado físico era patético y rayaba en lo cómico.

– Suerte con Luna hermano mayor, nos veremos después.

– Te veo luego.

Dejó a la chica atrás y bajó las escaleras, esperando no encontrarse con Lynn. Pero un fuerte ruido de pasos al frente le llamó la atención y casi se cayó de espaldas cuando fue emboscado por dos chicas de cabello rubio casi idénticas.

– ¡Lincoln! – gritaron las dos.

– H-hola gemelas… Esto… ¿Leif y Lexx?

Sus palabras hicieron que ellas dos, aquellas gemelas desconocidas, se pararan en seco para mirarse extrañadas. Claro, aun después de dos semanas de vivir entre ellas no recordaba del todo sus nombres, solo esperaba que no lo tomaran de manera personal, ya que técnicamente no era su culpa.

– Ven a ver el bote de amor con nosotras, te reservamos un asiento. – le dijo la chica del mono de mecánico.

– Más bien YO le reservé un asiento. – dijo la chica vestida de princesa.

– Fue un trabajo en equipo, siempre tratas de llevarte todo el crédito Lola.

– Oh, deja de mentir Lana.

"Lola y Lana, Lola y Lana, Lola y Lana, Lola y Lana" Se repitió una y otra vez en su cabeza, esperando que su tonto cerebro las recordara la próxima vez que lo emboscaran de pronto.

– Dejen a Lincoln, él comerá los waffles que aprendí a preparar yo solita. – dijo Lynn, llegando desde la cocina vistiendo un delantal bastante quemado.

– Oye oye, no queremos que Linky sufra una indigestión jajaja – dijo la chica mayor con frenillos sentada en el sillón.

– ¡¿Qué dijiste payasa?!

Si su vida se parecía a la de un protagonista de una tonta caricatura, entonces aquella chica de frenillos era la que siempre traía el alivio cómico, no importaba lo serio que pareciese todo, siempre estaba ella para poner todo patas arriba con sus malas bromas y bizarras historias. Aquella Loud le agradaba, solo porque con ella en escena podía escurrirse de su familia más fácil y así dejar de ser el centro de atención de todas ellas.

– En su defensa tu sentido del gusto es horrible. – dijo Lana (¿O era Lola?)

– ¡Princesita del demonio!

– No peleen. – dijo la chica del mono de mecánico.

– Jajaja Lynn no sabe CO-CI-NAR jajaja

Aquella frase sin gracia alguna fue la que dejó a Lynn con una sonrisa maligna en sus labios y sus mejillas rojas de furia. Una tormenta se avecinaba y él estaría en el centro como siempre. Calladamente, se escurrió de ellas como un ninja, camino con cuidado y silencio, sin hacer ruido alguno, giró el pomo de la puerta de la calle y la cerró tras de sí.

Un ruido de cacerolas, cojines y gritos a sus espaldas le hizo dar un salto del susto, se había salvado.

Aunque pareciese extraño, eso era un acontecimiento de todos los días en la casa que lo vio nacer. Gritos, peleas, explosiones y más peleas, sus hermanas se la pasaban haciendo tanto ruido que el apellido Loud les quedaba de maravilla.

Se dio la vuelta y chocó con alguien, alguien que lo miraba con una cara de pocos amigos, su hermana mayor, Lori Loud.

– Lo-Lo-Lori.

– ¿Qué pasa allí adentro?

– Oh, nada fuera de lo normal, Lynn solo juega a las luchas con las gemelas.

El sonido de aquella lucha fraternal a sus espaldas sonó aún más fuerte, tanto así como para activar las alarmas de los autos aparcados en la calle de enfrente.

– ¡Te voy a matar!

– ¡Inténtalo cabeza de músculo!

– No me suena a un juego de luchas, ¿me ocultas algo Lincoln?. – le dijo Lori, la que lo observaba con sospecha.

– Ya sabes como son. – dijo Lincoln, soltando una risa nerviosa – Yo no hice nada, te lo juro.

La rubia solo soltó un gran suspiro y se masajeó las sienes, ella sí que tenía un trabajo difícil, siendo la única que llevaba orden a ese caos que era su familia.

Lori Loud, era la mayor de todas sus hermanas y la que más recordaba. Solo tenía cinco cuando ambos dejaron de verse, pero aun así tenía un cierto respeto innato hacia ella, uno que más que respeto era miedo a hacerla enojar. Ya de pequeño recordaba como ella levantaba la voz cuando él y Lynn hacían alguna estupidez, o cuando le imponía castigos espartanos porque le hacían una broma al viejo del vecino.

– Ven, vamos a tu cita.

– Claro.

Soltó un suspiro de alivio y caminó hasta la van familiar, ese viejo cacharro que su viejo no quería dejar ir por nada del mundo. Abrió la puerta abollada y se sentó en el incómodo asiento de adelante. Pero Lori no estaba por ningún lado, ¿acaso ella había entrado a la casa cuando no la estaba mirando?

– ¡QUÉ RAYOS CREEN QUE HACEN MANADA DE BESTIAS!

El grito de su hermana mayor lo hizo saltar en su asiento y golpear el techo de la van. Sí, esa era la Lori que recordaba, la que lo aterrorizaba de pequeño y de adolescente. Al menos con eso sus hermanas dejarían de pelear.

Se ciñó el cinturón de seguridad y esperó a su hermana en silencio. Observo las casas del vecindario, no recordaba a ninguna de ellas, observo el bosque, no recordaba haber pisado ese lugar en su vida, observó el cielo a través del parabrisas, las estrellas eran innumerables y brillaban hermosas esa noche. Tal y como aquel fatal día hace ya unos meses.

Sintió a su corazón latir de nuevo en sus tímpanos, como siempre errático e impredecible. Cerró los ojos y trató de calmarse. Juntó ambas manos como en una plegaria y apretó la mandíbula, soportando el dolor que a veces llegaba con sus ataques.

– ¿Me escuchas? – dijo en una vocecilla.

Nadie respondió, solo el silencio, el silencio que había comenzado a extrañar.

– Aún sigo vivo, Sofía… Espero… – dijo Lincoln con su voz entrecortada por la tristeza – Espero que estés en un lugar mejor…