Te agradezco Yani por tu ayuda rapidísima para corregir el capítulo.


Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.

Capítulo 13

Esme

Seis meses antes…

¿Casa de la familia Cullen? Soy Joseph Jenks. Le hablo porque no he podido localizar al señor Edward Cullen, he tenido noticias importantes sobre el caso de la señora Isabella Cullen, es muy probable que la hayamos localizado en una entidad de…

Ni un ápice de remordimiento sentí al finalizar la llamada de golpe. Había funcionado haber cambiado el número de celular de Edward y también haría lo mismo con el teléfono de la casa.

Estaba cansada de saberlo miserable cada día. Ahora que apenas sonreía no iba a permitir que todo mi trabajo se volviera nada, por ningún motivo dejaría que volviera a decaer.

Estas malditas noticias que solo jugaban con sus sentimientos venían ocurriendo desde hacía tiempo, era el motivo por el que mi hijo parecía más un zombi que una persona pensante.

―Angela ―hablé por la bocina del celular―, necesito que vengas a casa. Se me ocurre una buena idea para que Edward y tú se vayan de esta ciudad.

.

Edward

―¿Qué hacías en casa de mi madre?

Angela me miraba como si estuviera viendo al mismo diablo. Me invitó a pasar a su apartamento y, de mala gana, me adentré en busca de una explicación.

―¿Me viste?

―Sí, te vi saliendo de su casa. Me sorprendió porque una vez mencionaste que no habías vuelto a verla desde que ella se recuperó de la lesión de su pierna. No es la primera vez que te sorprendo mintiendo.

Ella levantó el mentón, desviando la mirada.

―Por favor siéntate, te traeré algo de beber. ―Me guio al sofá.

—No quiero nada. Necesito saber la razón de que estuvieras en su casa.

―No entiendo tu enfado. Solo fui a visitarla por cortesía.

―Te he preguntado en más de una ocasión si ustedes tienen alguna amistad y siempre lo has negado. Ahora la visitaste y quiero saber por qué. ¿Cuál es la razón?

Me tomó de la mano, me hizo sentarme en el sofá y me ofreció una copa de whisky, la misma que dejé en la mesa de centro.

Me sentía exhausto, necesitaba llegar a casa. Tiré de mi corbata en busca de aire.

―Tu madre se siente sola, Ed. Nosotras platicamos de cosas de mujeres y, bueno, está feliz de que estemos teniendo algo. ―Angela se arrodilló en el sofá junto a mí―. ¿No has pensado en que podríamos irnos a vivir lejos de aquí?

La miré directamente a los ojos.

―No. No tengo ningún interés en irme ―espeté―. Es extraño que mi madre me sugiriera lo mismo

Angela se abrazó a sí misma.

―No puedo ―la escuché musitar entre dientes.

Resoplé.

―Tengo esta sensación de que algo ocultas.

―No estoy ocultando nada, Ed. ―Una de sus manos empezó a masajear mi hombro―. ¿Quieres un masaje?

―No.

―¿Cuándo dejarás de ser tan cortante?

Alejé mi hombro de su toque. Era un cabrón maleducado con ella y lo peor era que no sentía culpa.

―No me gustan los acercamientos y lo sabes. ―Mis palabras eran frías.

―Lo sé, no hemos podido repetir lo que pasó entre nosotros.

Me incorporé de golpe. Angela quería ir a ese día que yo necesitaba olvidar, al día que terminé cediendo y por el que me aborrecía.

Sus manos se enredaron en mi cuello buscando besarme y no lo permití, alejé mi rostro. Ella suspiró derrotada.

―No quiero continuar ―articulé firme―. No puedo ni quiero olvidar a Bella.

―No repitas su nombre. ―Una de sus manos intentó cubrir mi boca―. Por favor, Ed.

Me zafé de su agarre.

―Vamos a terminar la amistad que tenemos, por nuestro propio bien.

―¡No! Por favor, no, Ojitos bonitos.

―¡No vuelvas a llamarme como lo hacía mi esposa! ―estallé contra ella, sujetando sus brazos―. Por Dios, deja de querer parecerte a ella. Crees que no me doy cuenta de lo que haces al tratar de vestirte igual, maldita sea. No sé quién demonios te está sugiriendo que lo hagas, ¡te suplico que pares!

Sus lágrimas empezaron a descender, recorriendo sus mejillas.

―Lo siento. No pensé que te pondrías tan mal por un apodo.

―¡No es cualquier apodo! Es como mi Bella me llamaba y no tienes derecho a repetirlo, no lo tienes. ―Sacudí su cuerpo haciendo que cayera sobre el sofá.

Me giré sobre mis talones y caminé hacia la puerta.

―No te vayas, dame una oportunidad. Prometo que no…

―No puedo ―dije sin verla―, mi Bella sigue siendo la única persona que podré querer.

Ella sujetó mi brazo con fuerza.

―Eres lo único que tengo en este país. No quiero estar sola, por favor, tú conoces lo que es la soledad. No me dejes, Ed.

―¿De qué hablas? ―Levanté su mentón y la hice mirarme.

―Te lo contaré porque necesito pedirte un favor. Te juro que no volveré a molestarte nunca más.

―Pongamos reglas, Angela, porque yo tampoco quiero que intentes imitar a mi mujer. Me pone mal siquiera que te peines como mi Bella.

―Te lo juro. No volverá a suceder, solo escúchame.

Mis hombros se hundieron. Y de esa manera accedí a escucharla.

.

.

Una semana antes…

―De verdad que nunca entendí por qué Esme insiste en que te vayas de Seattle —murmuraba James mientras mi vista se mantenía en la pantalla de la computadora.

Era jueves. Teníamos mucho trabajo y no nos dábamos abasto para terminar los pendientes de los nuevos contratos. Llevaba media mañana revisando planos.

―Mamá es extraña.

―Me contaron que has vuelto a ver a Angela, ¿volvieron?

Levanté mi vista directamente a su rostro. James parecía ansioso esperando una respuesta.

―No nos habíamos visto, hasta ayer. Lo curioso es que sepas, ¿quién te dijo?

―Tu hermana me contó.

Estreché los ojos. No tenía idea de que Irina se hablara con Angela.

―Me casaré con Angela ―revelé sin más.

James se puso de pie e inclinó medio cuerpo sobre mí escritorio.

―¿¡Qué!? Pensé que ustedes no seguían juntos.

―En efecto. Terminamos.

―Explícame que no entiendo una mierda.

―Angela es de nacionalidad Filipina. Al llegar aquí vino con un permiso que expiró después de tres años y no lo pudo volver a renovar porque no tiene trabajo. Está desesperada y me pidió hace seis meses que la ayudara a obtener su residencia permanente. La cual se obtiene si me caso con ella.

―Pero… ―James parpadeó incontables veces― ¿eso quiere decir que ustedes…?

—No tendremos vida marital ―aclaré―. Sabemos que debemos vivir juntos por requisito, pero no seremos un matrimonio real.

―Guau, me dejaste sin palabras. ¿Qué pasará con las Ardillas? ¿Están enterados de lo que harás?

―No les he contado, supongo que debo hacerlo pronto porque todo está listo para contraer matrimonio.

―¿En serio no sientes nada por ella? Angela es muy bonita, una chica dulce que bien podría ser una buena madre para los niños.

Negué con la cabeza.

―Desde que Bella desapareció morí por dentro. No soy el mismo, James. Mi carácter se volvió voluble, cualquier cosa me puede hacer estallar, tanto que hasta yo mismo me desconozco. Mi Bella me arrancó el corazón de una tajada y solo soy un hombre que intenta sobrevivir.

―Comprendo, hermano. Fui testigo de todo lo que has pasado y del gran cambio que tuviste después de su desaparición. ―Cuadró sus hombros―. Llegué a creer que sentirías algo por Angela.

―Fue un grave error aceptar una relación que estaba destinada a fracasar. Angela lo supo y desistió en buen momento.

―Me desconcierta que ella haya aceptado una amistad.

―No somos precisamente amigos, seguimos enviándonos mensajes, no lo niego. Ella me hace preguntas sobre cómo estoy yo o mis hijos, le respondo con amabilidad y ahí termina. Anoche nos vimos y solo fue estrictamente por negocios.

―¿Quiere decir que ella te hará un pago a cambio de casarse?

―No. Pero así le llamo yo, negocio.

―Piénsalo bien, Cullen, no vaya a suceder que no quiera darte el divorcio. Por cierto, ¿qué te ha dicho Jenks?

―Luego de esa confusión que tuvo hace medio año, hemos hablado muy poco. Me pide que mantenga la esperanza, pero no sé… quiero ser positivo, solo que no tengo energía.

Mis ojos fueron al portarretrato donde Bella estaba sonriendo con nuestros mellizos. Acaricié con mi índice su rostro y sonreí.

Seguía hablándole cada noche como desde hacía cinco años.


¿Les parece que subamos la segunda parte hoy por la noche? Díganme si quieren leerla ya.

Gracias totales por leer 💚