Había dos cosas que eran de conocimiento general en el Jardín de Balamb, dos certezas tan absolutas como el hecho de que el agua moja y de que el fuego quema, y esas dos cosas eran: en primer lugar, el temperamento frío y analítico de su comandante y, en segundo lugar, el temperamento volátil e imprevisible de su némesis, Seifer Almasy.
No era tarea sencilla mantener a raya un temperamento tan intenso como el suyo, sobre todo en circunstancias como las presentes, con la furia que hervía en su interior mezclándose con una sensación de ultraje, con la afrenta dándose la mano con la injusticia de la situación de forma palmaria.
Seifer, en absoluto interesado en dar a conocer su presencia al interlocutor ausente, trató de controlar su respiración, forzando una lenta y larga inspiración.
"He cambiado", el mantra que recitaba no parecía estar teniendo demasiado éxito en convencer a su terco cerebro de que relajara sus niveles de resentimiento, y Seifer buscó con la mirada algo en la habitación que le ayudara a calmarse.
Frente a él, la pantalla iluminada con el logotipo de la empresa tecnológica que había fabricado su sistema operativo no mostraba el rostro a quien pertenecía la voz que salía de los altavoces, la del director Caraway. Aunque la voz del director sonaba calmada y razonable, neutra a esa meliflua manera de los políticos cuando no están lanzando soflamas, sino tratando de convencerte de que el rojo es en realidad azul, y de que es tu culpa exclusivamente si no ves el mundo de la manera correcta, no actuaba precisamente como bálsamo para sus indignación, sino como combustible, y Seifer se obligó a apartar la mirada del monitor antes de que la necesidad que sentía de reventarlo de una patada se tornara irrefrenable.
Por supuesto, no era solo el tono de voz lo que le soliviantaba hasta el punto de necesitar un desahogo físico, sino el maldito mensaje.
"Fury Caraway, maldito hijo de…"
Apartando la mirada de la pantalla, haciendo oídos sordos por unos segundos a las palabras que se estaban pronunciando, sus ojos se detuvieron entonces en su compañero. Squall escuchaba con atención las palabras que surgían del sistema de sonido, con las manos enlazadas a la espalda, erguido sobre sus piernas ligeramente separadas, plantado en la posición reglamentaria como si el director estuviera empleando una videoconferencia y pudiera verle en su propio receptor. Aunque, si Caraway pudiera ver el ceño fruncido del comandante y su expresión implacable, seguramente llamaría a su propia seguridad por temor a que el furioso comandante pudiera afectar negativamente a su salud a través de la pantalla.
Seifer conocía bien esa mirada. Era toda una sentencia, una de la que no había escapatoria posible. Caraway llevaba mucho tiempo, desde el final de la guerra, puede que incluso antes, en el lado equivocado del mundo, según la inflexible norma que Squall Leonhart utilizaba para clasificar a las personas con las que se tropezaba. Seifer estaba seguro de que solo el hecho de que el director del Jardín adorara a su nieto le había salvado de ocupar ese lugar de no retorno en la lista en el que Leonhart colocaba a todos los que estaban muertos para él, metafóricamente hablando, pero aún no lo sabían.
La furia de Seifer se mitigó levemente al sentirse respaldado, y la curiosidad comenzó a abrirse camino en su mente. ¿Qué perversa y retorcida moral anidaba en la cabeza de su antiguo rival que le permitía ser absolutamente implacable incluso ante miembros de su propia familia? ¿Qué sentido de la justicia llevado al límite provocaba que diera la espalda a los suyos a favor de una persona que ni siquiera le caía bien?
Porque si Squall Leonhart se estaba enfrentando al director del Jardín, y al Consejo que le respaldaba, era a causa suya.
"…todo ello para regresar al punto inicial, comandante", decía Caraway en ese momento. "El resto de los ítems son irrelevantes en comparación, lo que nos lleva a descartar la evaluación resultante. No debería necesitar recordarle que en esta nueva época tras la Guerra y la debacle de la Lágrima lunar, el papel de los SeeDs se centra especialmente en ayudar a controlar el creciente número de criaturas que amenazan a la población, contrato mediante. Por eso, ese ítem en particular era especialmente importante desde un punto de vista global, lo bastante como para declarar el examen de Seifer Almasy suspenso. Durante la duración del examen el aspirante eliminó únicamente a un bom. Comprenda, comandante, que cualquier cadete de segundo año es perfectamente capaz de liquidar un bom sin ayuda. Si promocionáramos al cadete Almasy, ¿por qué no a todos a los de segundo año y superiores?"
-Las circunstancias del examen… -comenzó Squall.
"Son perfectamente conocidas por el Consejo", le interrumpió Caraway, añadiendo una nueva ofensa a su larga lista. Squall se molestaba en mantener una conversación raramente, y le irritaba de forma superlativa ser interrumpido o ignorado cuando trataba de dar forma a una argumentación. "El informe que nos remitió sobre el examen incluía todos los detalles, comandante. Que el Dracguar hubiera ahuyentado a las criaturas de menor nivel de su territorio funcionaría como excusa aceptable si el cadete Almasy no hubiera dispuesto de 12 horas para cambiar de localización y continuar con su misión."
Seifer supuso que en ese punto Squall sacaría a colación el hecho de que no habían podido hacer semejante cosa porque él, su examinador, había resultado herido de gravedad, pero para su sorpresa, Squall simplemente preguntó:
-Ya que las circunstancias del examen fueron extraordinarias, y dado que se produjo un error por parte de la administración del Jardín al elegir como localización un área de experimentación, ¿sería posible repetir el examen?
"Imposible, comandante Leonhart. El cadete Almasy, con sus antecedentes, disfrutaba de una convocatoria extraordinaria, comandante. Lo extraordinario rara vez se repite y puedo asegurarle que en este caso no lo hará."
-¿Cuál es el plazo para recurrir la decisión del Consejo?
La mano de Eleone se posó en ese momento sobre el brazo de Seifer, sobresaltándole. Su mirada se cruzó con los grandes ojos oscuros de la joven, aunque halló escaso consuelo en ellos a pesar de la simpatía que le expresaba.
Era imposible encontrar consuelo en la persona a la que había acudido en busca de ayuda y que, tajantemente, se había negado a prestársela, procediendo a continuación a chantajear a su hermano sin temor a las consecuencias que semejante acción pudiera acarrear en el frágil vínculo que todavía les unía. "Si yo fuera tú, Leonhart", pensó con rencor, "la mandaría a la puta mier…"
"10 días", contestó el director, y la mente de Seifer regresó a su dilema más inmediato con un sobresalto.
¿Sólo 10 días?
Squall asintió y añadió:
-Enviaré…
"En persona, Leonhart", le interrumpió nuevamente el director. "Circunstancias extraordinarias, recuerde. Cualquier defensa que quiera realizar de este caso, deberá hacerse ante el Consejo en una reunión formal, ya que fue el pleno quien decidió otorgar al cadete Almasy esta oportunidad. Es el…"
-Comprendido –le interrumpió Squall, cortando la comunicación antes de que el Director terminara de hablar.
Girando en el sitio, el comandante apenas prestó atención a Seifer antes de clavar una mirada acerada y furiosa en su hermana. Por lo visto, éste era un día de afrentas compartidas.
-¿Et tu, Eleone?
La joven vaciló apenas unos segundos antes de contestar.
-No tengo nada más que añadir a lo que ya he dicho, Squall.
En una lista de las peores respuestas que Squall pudiera recibir en ese momento, esa, probablemente, era la primera de todas ellas.
Por un momento, Seifer se preguntó si Squall sería capaz de mostrarse todavía más hostil con Eleone. Había demasiada tensión acumulada y, aunque jamás había visto a Squall emplear ningún tipo de violencia contra un civil, su intensidad estaba comenzando a preocuparle, así que, echándole un par al asunto, se interpuso entre ambos hermanos.
-Tómate un calmante, Leonhart –le aconsejó elevando una ceja burlona, y un sentimiento de anticipación hizo burbujear la excitación en su pecho. Pese a su actitud relajada estaba plenamente alerta. "Ven a por mí, León de Balamb" pensó "Aleja tus zarpas de la chica".
Interrumpido en su momento de furia silente, los ojos de Squall se abrieron unos segundos con sorpresa antes de estrecharse nuevamente en amenazadoras rendijas. Y entonces… se dirigió a Eleone, como si Seifer no estuviera ahí en medio, bloqueando su línea visual.
-Te recuerdo –su voz tenía exactamente el mismo tono que antes, como si la interrupción no hubiera tenido lugar y Seifer inhaló, exasperado, y trató de calmar su propia sensación de agravio. Odiaba ser ignorado- que estás en deuda conmigo. Una deuda que no podrás pagar por muchos favores que me hagas, ¿y te atreves a exigirme un precio?
-Yo sólo… -comenzó Eleone, pero Squall ignoró su intento.
-Ya expusiste tus razones, y las comprendo perfectamente. Lo que quiero saber es si mantienes tus condiciones. –la mujer asintió y se tapó la boca con las manos para contener un sollozo. La forma en la que Squall podía destilar desprecio sin alterar la expresión de su rostro era digna de un estudio en profundidad por parte un complejo equipo multidisciplinar- ¿Te pido que ayudes a Seifer a buscar respuestas y me pones un precio a mí? –insistió el comandante poniendo un marcado énfasis en la pregunta.
Eleone no contestó y Squall miró directamente a Seifer a los ojos, causándole un sobresalto. Apenas tuvo tiempo de preguntarse qué podía estar rondando por la mente del enfurecido comandante, cuando Squall añadió, en un tono de voz más calmado.
-Muy bien. Acepto tus condiciones.
Había una sensación de finalidad en sus palabras. No solo la discusión había terminado, sino que Squall claramente daba a entender que había terminado con Eleone. Conociéndole, seguramente para siempre. Se dio la vuelta y salió de la habitación. La puerta se cerró con un anticlimático zumbido automático y Seifer se quedó a solas en la sala con la llorosa mujer.
-Oh, Hyne, me odia –suspiró Eleone, mientras hacía esfuerzos por calmarse.
"Y yo también". Seifer estaba tan emocionalmente agotado y tan literalmente harto de todo y todos, que ni siquiera lo dijo en voz alta.
Cómo demonios iba a conseguir Leonhart que el Consejo aprobara su examen era algo que escapaba a su capacidad de razonamiento e incluso de imaginación. Y eso que nunca en su vida había tenido dificultad para imaginar escenarios imposibles.
-Pero… -Eleone esperó a que hiciera nuevamente contacto visual con ella. Ante el gesto de absoluta determinación en el rostro de la mujer, Seifer tuvo que recordarse a sí mismo que entre los dos hermanos no había ningún vínculo de sangre- comprenderá –finalizó.
Y, a oídos de Seifer, sonó como una amenaza.
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..
..
Media hora más tarde, Seifer se reunía con Quistis y Selphie en la sala de estar del alojamiento que el Presidente Loire les había proporcionado, en la zona residencial del complejo presidencial.
-¿Leonhart? –preguntó, intrigado al no ver al comandante allí.
Había esperado que Squall se reuniera directamente con el equipo mientras él estiraba un rato las piernas para calmar sus ánimos y reflexionar acerca de los hechos y de la montaña rusa en la que se había convertido su vida últimamente. Una vida que, para su sorpresa, giraba cada vez más y más en torno al hierático comandante.
-Con el Presidente –respondió Selphie, cerrando el libro que estaba leyendo y levantándose para acercarse a él-. Tengo dos noticias para ti, rubito. Una buena y otra mejor, ¿cuál quieres escuchar primero?
Seifer alzó ambas cejas, divertido.
-La buena –contestó.
-El señor Laguna va a contratar nuestros servicios. Squall pronto estará aquí con los detalles -la joven asintió satisfecha cuando Seifer sonrió ampliamente-. Ya sabía yo que te iba a gustar.
-¿Conocemos ya el nivel de la misión?
-No, pero será alto. Somos tres SeeDs de nivel A, y luego tú, que técnicamente también lo eres, aunque tu salario sea el de un recién graduado. Sería absurdo que nos dieran una misión que sus propias Fuerzas de Seguridad pudieran solventar.
-Más bien sospecho que necesitan a gente diestra en el uso de magia –intervino Quistis-. Me parece que esto tiene que ver con las evacuaciones en el norte. La ola de frío no está desplazando sólo a la población, sino también a muchas criaturas que generalmente se mantienen apartadas de las zonas habitadas.
-Cualquier misión es preferible a esperar aquí sentados mientras Eleone invoca a las hadas –acotó Seifer, y dirigiéndose a Quistis, preguntó- ¿Sigo en nómina?
-Squall terminó esta mañana con todos los trámites –asintió la instructora-. Si no has recibido todavía la transferencia, se demorará como mucho un par de horas más.
-Mi primer sueldo me lo gasté íntegramente en comprar discos y merchandising de mi grupo punk favorito –rememoró Selphie con una sonrisa- ¿Y tú, Seifer? ¿Ya sabes en qué te lo vas a gastar?
El aludido se encogió de hombros, preguntándose no si, sino cuándo la administración del Jardín cancelaría la transferencia. Le hubiera encantado actualizar su equipo. Le gustaba el sistema de anclaje del Lionheart de Squall, y pensaba hacerse con uno igual lo más rápido posible.
-Es hora de escuchar la noticia "mejor", Selphie -contestó, en cambio.
-El Jardín siempre ha estado muy interesado en mantener una buena imagen ante Esthar. Ya sabes, la nación más rica y avanzada del planeta y todo eso. Así que nos envía un refuerzo. Probablemente alguien de nuestro equipo. Pronto Irvine, Zell o Kenan se reunirán con nosotros. Supongo que Squall estará mejor informado.
Seifer contestó con un gruñido, deseando internamente que se tratara de Dincht. Mejor una gallina que un nuevo gallo en el corral.
-Yo también tengo una novedad que compartir –anunció con una amplia sonrisa, como si fuera a comunicar una buena noticia-. En un plazo de diez días mi nombramiento como SeeD del Jardín de Balamb dejará de tener efecto. El Consejo acaba de suspender mi examen.
Las caras de las mujeres se demudaron al momento y Seifer se sintió confortado por su simpatía. Su pasado como mano derecha de una bruja era todavía demasiado reciente como para que diera por sentada ningún tipo de camaradería y era todo un alivio constatar que tenía compañeros con los que compartir sus problemas y su indignación.
Quizás debería aflojar un poco en su actitud provocadora, y dejar de buscarle las cosquillas a Squall, después de todo. El comandante había sido de los primeros en demostrar que estaba de su lado y…
…y era una pena que molestar al sociópata en cuestión fuera para él algo tan natural y necesario como respirar.
-¿Lo sabe Squall? –preguntó Selphie.
Seifer aisntió.
-Recibió una llamada del Jardín hace menos de una hora. El director Caraway le informó de la decisión del Consejo.
Selphie asintió con firmeza.
-No te preocupes, Seifer. Squall lo arreglará –añadió con una convicción absoluta.
El aludido enarcó las cejas ante esa muestra de fe desmedida en la capacidad del comandante de solventar cualquier situación. Habiendo estado presente en el intercambio entre Squall y el Director, a Seifer le había dado la impresión de que la mano ganadora la tenía Caraway, aunque tenía que ser honesto y reconocer al menos ante sí mismo, que en cierta medida el también compartía esa fe ciega en el taciturno comandante.
De todas formas, Seifer todavía se consideraba un SeeD, y gastaría su salario, malditos fueran todos ellos, claro que lo haría. Squall se sacaría algo de la manga, seguro. Siempre lo hacía. Si alguien era capaz de plantar cara al Consejo y a toda la panda de tecnócratas que habían invadido el Jardín tras la guerra, ése era él.
-A propósito, ¿qué tal la charla con Eleone? –la pregunta de Quistis frenó la deriva de sus pensamientos, demasiado elogiosa de la figura de su antiguo rival para su gusto, y Seifer se lo agradeció internamente.
-Es una chica encantadora –contestó, con un tono de voz que desmentía sus propias palabras- Accedió a nuestra petición.
-Eleone es encantadora –apuntó Quistis, con un marcado énfasis en el "es". Sus azules ojos se clavaron en Seifer, estudiando sus reacciones como si todavía estuvieran en un aula y ella fuera la encargada de evaluarle.
-Muchos consideran que yo también soy encantador –señaló irónicamente-. Así es este mundo, y su triste relativismo. Excepto cuando nos referimos a Leonhart, claro. Ahí existe consenso. Todos estamos de acuerdo en que es un cabrón.
Quistis se acercó a él y le dio unas palmaditas en el brazo.
-Siempre olvidas –sonrió la instructora- que, cuando se trata de Squall y de ti, son más las semejanzas que las diferencias.
-Me hieres, Trepe –replicó Seifer, llevándose una mano teatralmente al pecho- Profundamente.
La puerta se abrió en ese momento para dejar paso a Squall, que sin ningún tipo de preámbulo o saludo, les hizo un seco gesto con la mano para que se acercaran a él. Seifer suspiró ante la enésima demostración de falta de respeto a las convenciones sociales exhibida por el comandante, pero se acercó sin hacer ningún comentario caustico al respecto. Después de presenciar lo furioso que Squall se había puesto con Eleone, sabía que la capa de calma que recubría al comandante era demasiado fina como para soportar el más leve de los pinchazos.
Squall encendió el terminal y después de un par de selecciones, proyectó un mapa de Esthar en el que señaló tres puntos.
-El Presidente me ha propuesto dos misiones. Expondré solo la que he aceptado. Tendremos transporte desde la capital –comenzó señalando el primer punto- hasta el bosque de los chocobos. A los pies de la Cordillera de Tahr hay un asentamiento de unos trecientos habitantes que ha resultado aislado por las ventiscas. La mayoría de los pobladores han sido evacuados, pero los equipos de rescate no han podido acceder a todos. Desde la escuela se siguen recibiendo señales de petición de rescate y los ya evacuados confirman que un grupo de gente se refugió en el edificio cuando las condiciones climatológicas se volvieron demasiado adversas. De acuerdo con el recuento, permanecen desaparecidos tres adultos y doce niños de edades comprendidas entre el año de vida y los 7 años, cuyas identidades coinciden con un grupo de huérfanos y sus cuidadores que no consiguieron alcanzar el punto de evacuación. Nuestra misión es llegar hasta ellos y traerlos de vuelta, o custodiarlos en caso de que el desplazamiento resulte imposible. Las ventiscas y las nevadas han provocado una gran afluencia de seisojos y bengales en cotas bajas.
-Maldita la gana que tengo de pasar frío y de aguantar a un grupo de mocosos –se quejó Seifer- ¿Cuál era la otra misión?
-Escoltar a un grupo de diplomáticos de regreso a Trabia.
-Me aseguraré de llevar carga extra de pañuelos para los pequeños –rectificó al momento-. Las misiones humanitarias dan más lustre a nuestra reputación, ¿cierto?
-La logística será más complicada en esta misión –comentó Quistis y Squall la miró y asintió- ¿Debemos prever equipación extra para los niños y para los adultos?
-Si queremos que lleguen vivos a su destino, sí –afirmó Squall y algo en el tono de su voz llamó la atención de Seifer, recordándole que su rival tenía un hijo de corta edad. El comandante había sonado ligeramente a la defensiva y protector, evidenciando que, por una vez, no era indiferente al bienestar de los "sujetos" de una misión, por una razón distinta a los objetivos de la misma-. No tenemos datos actualizados de su situación, ni sabemos si disponen de comida o de elementos de protección suficiente contra los elementos y las bestias. El Presidente Loire dio a entender que entra dentro de lo posible que únicamente encontremos sus cadáveres. Estad preparados para ello.
-¿Cuánto tiempo llevan aislados? –preguntó Selphie.
-Tres días. Tardaremos al menos otros dos en alcanzar su posición. Tendremos que realizar como mínimo 30 kilómetros por nuestros propios medios en condiciones climáticas muy complicadas. La red de comunicaciones no funciona. Son necesarias reparaciones que no podrán llevarse a cabo hasta que el tiempo mejore, así que estaremos además incomunicados.
-¿Qué hay del refuerzo que el Jardín iba a enviar?
Squall asintió.
-Zell e Irvine estarán aquí en unas horas. Traen consigo equipo y un amplio stock de magia e ítems mágicos.
-Leonhart… -llamó su atención Seifer, e indicó con la cabeza una esquina de la habitación para indicar que quería hablarle en privado-. Esta misión –comenzó en voz muy baja en cuanto se reubicaron, inclinándose hacia el comandante para que pudiera escucharle. Era consciente de que estaba incomodando a su asocial compañero con su proximidad, pero en ese momento estaba mucho más preocupado por su privacidad que por las fobias sociales del otro. Si iba a mostrarse vulnerable, no quería hacerlo frente a los otros miembros del equipo- …llevará mucho más de diez días.
Squall asintió y retrocedió un paso, y Seifer cerró la nueva distancia, como si estuvieran en un baile.
-Es el plazo que ha dado el Consejo –le recordó, sintiendo crecer su irritación. ¿Por qué era tan difícil la comunicación con este tío?
-Durante el transcurso de una misión, habitualmente, se interrumpen todos los plazos administrativos, Almasy –contestó Squall, y añadió como única explicación-: Somos SeeDs.
-¿Incluso en este caso? –insistió Seifer- ¿Incluso cuando se trata de mí? ¿El "extraordinario"?
Squall inspiró profundamente y retrocedió, topando con la pared. Frunciendo el ceño, cambió de táctica y con la mano empujó el pecho de Seifer para hacerse sitio.
-Una situación extraordinaria, como ellos la llaman, no puede justificar un número ilimitado de excepciones a la norma –volvió a empujar a Seifer, haciéndole retroceder un poco más, y le miró a los ojos-. Tu expulsión tiene que declararla el pleno del Consejo, y el pleno no puede constituirse sin su Presidente. El Presidente Loire está de acuerdo en no presentarse hasta que estemos preparados.
-¿Y después? –continuó preguntando Seifer, no queriendo reconocer ante Squall el alivio que sentía al saber que había conseguido el respaldo del Presidente- ¿Qué pasará una vez que voten y decidan mi expulsión?
El comandante se encogió de hombros.
-No te voy a engañar. Habrá que pelear cada paso, cada coma escrita en cada informe que se presente. Pero no puedo prever la forma en que reaccionarán o lo que alegarán en tu contra. Tendremos que preocuparnos de cada cosa en su momento.
El cuadro que esbozaba Squall no sonaba nada halagüeño.
-¿Desde cuando eres un experto en burocracia y administración, Leonhart? Esa es una batalla perdida.
-Por eso confío en nuestro plan B –se sonrió levemente al captar la incomprensión de Seifer y añadió mientras se alejaba, dando por terminada la conversación-. Eleone.
Estirándose, Seifer agarró su brazo antes de que se pusiera fuera de su alcance y de un fuerte tirón le forzó a regresar a su lado. La brusca maniobra llamó la atención de las mujeres, que interrumpieron su conversación para mirar en su dirección.
-¿Tengo que recordarte… –comenzó, apretando con fuerza el brazo de Squall al notar que éste trataba de retirarse- que estaremos en medio de una puñetera misión? ¿Has pensado que puedes perder el conocimiento en medio de un combate? ¿O que puedes caer simplemente donde te encuentres y yacer entre la nieve, incomunicado, durante el tiempo suficiente como para que hasta tu cabeza hueca se congele?
-Almasy –Squall prácticamente masticó su apellido, tanta era la tensión acumulada en su mandíbula-, estás haciendo un hábito de cuestionarme, y mi paciencia comienza a agotarse. –Seifer le conocía lo bastante como para saber que no habría un aviso la próxima vez, sino seguramente un puñetazo certeramente plantado donde buenamente le apeteciera.- Suéltame –silabeó, en lo que a Seifer le pareció una cuenta atrás para iniciar un combate.
La súbita aparición de Quistis a la derecha de Squall estuvo a punto de provocar que Seifer diera un bote en el sitio, de tan absorto como estaba en lo que a todas luces era el preludio de su tan buscada confrontación.
Hyne… a pesar de todo, vivía para momentos como éste.
-Nada de peleas, Squall –advirtió Quistis en su mejor tono de instructora. Sus ojos se estrecharon cuando sus palabras parecieron enervar todavía más al comandante-. Squall, cálmate de una vez, no le des lo que está buscando.
-En realidad… -comenzó Seifer.
Un tirón a la altura de su cintura le obligó a girar la cadera, y el resto del cuerpo, para evitar una caída. Selphie le lanzó una mirada admonitoria antes de arrastrarlo en dirección al sofá.
-Ven conmigo, Seifer. El rincón de pensar te está esperando.
-… no le estaba provocando –terminó Seifer, dejándose caer en el sofá al lado de la menuda mujer-. Hyne, Tilmitt, es culpa suya, de verdad. Estaba tratando de tener una conversación con él pero el tío es un jodido tullido verbal. Hay que arrancarle la información como si… deja de hacer eso –añadió molesto. Selphie estaba dándole toquecitos conmiserativos en el brazo, como si fuera un niño pequeño.
Se giró para comprobar lo que hacía el comandante y se encontró con que sus ojos seguían clavados en él y no habían variado un ápice ni en intensidad ni en hostilidad. A pesar de que Quistis le estaba hablando, Squall no le prestaba la más mínima atención. Aparentemente, no había dado por terminado aún su intercambio de hostilidades.
-Hyne… -suspiró Seifer- ¿has visto eso? –señaló vagamente en dirección al iracundo comandante- Me burlé de ese nido de pájaros que tiene por pelo, le eché arena en la taza, critiqué su forma de utilizar su maldito sable pistola y hasta cuestioné su capacidad como padre –un músculo se crispó en la mandíbula de Selphie, pero Seifer no se dio cuenta-. Intenté darle donde más duele y picarle de mil y una maneras, sin conseguir respuesta alguna ¿y ahora quiere arrancarme la cabeza sólo porque no es capaz de seguir una jodida conversación?
-Seifer –el tono admonitorio de Selphie era tan inusual en la jovial mujer que Seifer dejó de lado su autodefensa para prestarle toda su atención- Déjale en paz de una vez –advirtió la joven con una seriedad absoluta-. Está metido en todo esto por ti, no lo olvides.
-Yo no le he pedido… -comenzó Seifer molesto.
El puñetazo de Selphie seguramente no tenía ni la mitad de la fuerza que un puñetazo de Squall, pero la mujer brillantemente suplió esa deficiencia con una colocación perfecta. El golpe provocó que la cara interna de su mejilla se cortara contra sus propios dientes y Seifer cayó del sofá, más por evitar males mayores, que por la potencia del golpe.
Con el sabor de la sangre en la boca, y un par de dientes aflojados, Seifer se incorporó rápidamente, por puro reflejo aprendido, con una mano sobre su cara magullada. Casi se le escapó la risa al ver la expresión de sorpresa de Squall y la boca abierta en una "o" perfecta de Quistis.
-Vale, vale –alzó las manos para aplacar a Selphie, que parecía plantearse si sería necesaria una nueva dosis, con todavía más impacto-. Me lo merecía. A lo mejor. Quizás.
Moviendo la mandíbula de un lado a otro para asegurarse de que no había nada roto, Seifer se acercó a Squall y a Quistis y le tendió la mano al comandante en un gesto de paz.
Por supuesto, Squall no respondió a la mano tendida, limitándose a mirarle fijamente. Al menos, el brillo de hostilidad que había animado su mirada ya no estaba presente. Sin perder comba Seifer alzó la mano y dio un par de secos golpes amistosos en el hombro del comandante, quizás con un poco más de fuerza de la necesaria.
-Gracias, Leonh-… Squall – se remedó sobre la marcha-. Supongo que ni tú eres el mejor en captar el ambiente, ni yo soy quizás el mejor a la hora de expresarme. No te estaba cuestionando ni a ti, ni a tus capacidades ni a tus decisiones con respecto a la misión. Supongo que… que estoy –Hyne, ¿por qué costaba tanto decirlo?- …estoy preocupado por t… por lo que pueda pasar. Si por ayudarme a resolver mi conflicto con el Jardín alguien resultara herido de gravedad… bueno, digamos que sería una carga más en mi estúpida conciencia.
Squall no contestó. Seifer se encogió de hombros y regresó junto a Selphie.
-Bien hecho, rubito. Pero tú y yo todavía tenemos que hablar sobre esa tendencia tuya a dejar suelta esa lengua venenosa contra quienes…
-He pactado una hora con Eleone. –Ni Seifer ni Selphie habían escuchado al comandante acercarse y los dos se giraron hacia él al unísono- Me mostrará el pasado a las 300, días alternos –un momento de silencio-. Impares –añadió, en un extraño esfuerzo por proveer toda la información que a Seifer le pareció dolorosamente torpe.
Sintiéndose extraño ante la evidente incomodidad del otro, Seifer asintió. Squall le devolvió el gesto y vaciló durante unos segundos antes de apartar la mirada y alejarse en dirección al dormitorio.
Selphie sonreía de oreja a oreja, demasiado ampliamente para el gusto de Seifer.
-¿Qué? –preguntó éste a la defensiva.
Su tono pareció divertir todavía más a la mujer, que en un movimiento súbito, se aferró a su brazo y se puso de puntillas para darle un beso en la mejilla magullada.
-Sé que ya te lo había dicho antes pero… Bienvenido al equipo, Seifer.
