Dr. Stone no me pertenece es propiedad de Inagaki y Boichi, yo sólo tomo prestado a los personajes para fines de esta historia.

~Es mi deber. ~

Aclaraciones: Este Fic se enfoca en su mayoría a mis OCs Senhaku y MozLuna, aunque también hay un poco de Senhaku aquí, oh y claro esto es un AU basado en Mulán :3

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El hombre yacía en el suelo sobre un charco de sangre, su mano inerte aún sostenía la espada que no logró salvarle la vida de ese brutal ataque.

El arma afilada se había incrustado en su corazón.

—¡Un anciano como él no era rival para el poderoso Oarashi! —el hombre se jactó con grandilocuencia impregnado en su tono de voz al tiempo que sacaba su Katana del cuerpo sin vida.

El aroma de la sangre inundó el ambiente.

—Buen trabajo Oarashi —coincidió el hombre de apariencia desgarbada pero que tenía un aura oscura y casi siniestra sobre él —. Los demás, tomen lo necesario de este pueblo. Nos abasteceremos esta noche y luego seguiremos con la ruta establecida hacia las montañas.

Los soldados intercambiaron miradas desagradablemente satisfactorias entre sí antes de acatar las órdenes de su líder e irse por el oscuro sendero que llevaba hacia lo que quedaba de aquel infortunado pueblo.

—¿Llegaremos pronto al segundo objetivo, mi señor? —Oarashi sonrió de manera desagradable ante la expectativa de su siguiente masacre.

—Veo que estás más que entusiasmado.

—No puedo esperar para deshacernos del emperador y tomar la ciudad capital.

El anciano no lo miró ante su declaración y en lugar de eso, observó el cuerpo que tenía a sus pies mientras una siniestra sonrisa tiraba de sus labios resecos, sirviéndose de la breve victoria y ventaja que había tenido esa noche sobre el infame imperio que pronto sería suyo.

Entonces un estruendo cortó el aire y los gritos desgarradores hicieron eco en la oscuridad.

—Muy pronto Oarashi, todavía tenemos estorbos qué quitar de nuestro camino… —la voz del infame hombre se impuso sobre el barullo en la lejanía.

Y tras una última mirada despectiva hacia el cadáver, se dió la vuelta para reunirse con sus hombres en el caótico saqueo. Oarashi lo siguió sin chistar, dejando al oficial sin vida como una certera advertencia hacia el emperador.


— ¿Cuánto tiempo? —preguntó solemne el joven a su oficial.

El hombre de apariencia arrogante extendió el mapa sobre la mesa y colocó estratégicamente algunos objetos sobre él para ejemplificar su explicación.

—Al menos un mes antes de que las líneas se recuperen y puedan entrar en el territorio —Movió un par de piezas por el mapa de un extremo a otro y luego miró a su superior—. Al parecer el objetivo es el emperador pero para ello deben bordear los pueblos aledaños y ocultarse en las montañas. Aunque también está la posibilidad de un ataque a nuestros pueblos de abastecimiento.

Byakuya frunció el ceño haciendo que ambas cejas casi se tocaran en el medio de su frente. Lo que Magma estaba exponiendo era la suposición de una emboscada; las laderas de las montañas eran un lugar agreste de difícil acceso, claro, a no ser que se decida ir a pie, lo cual ya era arriesgado debido a los peligros de derrumbes.

No pondría a sus hombres en semejantes condiciones, menos a una muerte segura.

—Los esperaremos al pie de la montaña para impedir el paso —informó el jóven Ishigami sin apartar la mirada del mapa extendido—. Pero necesitaremos reclutar a más hombres para hacerles frente, el ejército de Ibara no debe tomarse a la ligera, se rumorea que algunos rezagados se unieron a él.

— ¿Qué sugiere entonces?... " Señor" —El oficial pronunció aquel apelativo con el que se refería a su superior, de tal manera que dejaban en claro su escepticismo y desdén—. Capitán Ishigami ¿Qué medidas debemos tomar entonces? ¿Tiene acaso alguna idea mejor?

Estaba poniéndolo a prueba. Magma podría ser un rango inferior a Byakuya pero sin duda el hombre arrogante se negaba a aceptarlo del todo como su capitán; para el hombre él apenas era un chiquillo cuyo puesto había sido delegado gracias a la influencia y fama de sus abuelos, el emperador y el capitán de la guardia real respectivamente. Para Magma todo se redujo a la influencia de su estatus como hijo del abnegado príncipe Ishigami ¿Qué podría saber un mocoso como él?

Byakuya supo leer entre líneas la actitud de su subordinado, gracias a los comentarios de su madre sabía de sobra lo antipático que solía ser el hombre, ya que Kohaku conocía a la perfección a ese sujeto y le advirtió sobre éste.

Sin embargo, Ishigami tampoco le daría el gusto de mofarse de él.

—Un comunicado, necesito que enlistes a todos aquellos guerreros que solían servir a la guardia del emperador. —dictaminó por fin Byakuya sin un ápice de vacilación en su voz.

Ishigami tomó unos rollos de un estante cercano a él, mojó la pluma en la espesa tinta y se dispuso a su labor; escribir la misiva en el que se solicitaba el edicto de un reclutamiento de emergencia debido a los tiempos que se avecinaban. Byakuya lo reconsideró un poco, decidiéndose por fin a enlistar a aquellos que estuvieran a disposición, tanto si habían pertenecido o no a la guardia real del emperador, el requisito indispensable era tener buena salud y en un rango de edad que sobrepasara los quince años pero menos de los sesenta.

Una vez terminado el documento se lo entregó a Magma para que éste se encargara del resto e hiciera copias del mismo. Tardaría poco más de un par de horas en llevar a cabo la encomienda por lo que Byakuya esperaba que su subordinado estuviese entregando las misivas al día siguiente y sólo un día después de ese, sus nuevos reclutas estuvieran a su disposición.

—Me retiro… Capitán. —Magma caminó todo el tiempo a espaldas de la salida. Sin el afán de reverenciar prefirió salir sin darle la espalda a su capitán, era preferible eso a bajar la cabeza ante alguien como él: un chiquillo que ostentaba un lugar que no le correspondía.

Byakuya no le dijo nada más, dando por zanjado el tema. Apenas Magma desapareció de su vista, la mano del jóven viajó hasta su cintura donde su katana descansaba; ese era un presente de su madre, Kohaku se la había delegado el día de su ascenso a capitán como un gesto explícito de la confianza y orgullo que depositaba en él.

Esa espada fue un regalo de su padre hacia su madre en el pasado, para Kohaku aquel arma representaba mucho más que sólo un artículo de defensa con exquisita belleza; Senku se había encargado de diseñar e incluso en la medida de lo posible ayudar a forjarla especialmente para ella.

Byakuya supo entonces lo mucho que esa espada significaba para ambos y ahora ésta le pertenecía, definitivamente no los defraudaría ni a ellos ni a sus abuelos.

El menor de los Ishigami suspiró con cansancio. Esperaba de todo corazón poder llenar las expectativas que ellos tenían sobre él o incluso superarlas.


La tetera de fina porcelana resbaló de sus manos antes de que ella pudiera evitarlo, el humeante té se esparció como una llovizna que bañó inevitablemente a la mujer que estaba a centímetros de Amy.

No era su intención verter todo el líquido caliente sobre esa pobre mujer, sino que esto fue una mala jugada de su coordinación, una traición de sus nervios.

— ¡¿Pero qué has hecho?! —aulló la casamentera ante la ardiente sensación que quemaba su piel. Por inercia sus manos trataron de proteger su rostro pero fue inútil, siendo esa la parte más afectada.

Amy miró con horror el resultado de sus acciones, petrificada mientras su infortunada víctima se retorcía de dolor.

—Fue un accidente. —alegó vehemente tratando de justificar su desliz. Tenía que actuar pronto o todo sería peor.

No podía hacer nada por la tetera resquebrajada, pero al menos quería resarcir lo que había hecho así que en un desesperado intento tomó el cuenco de agua sucia que reposaba a un lado y se lo aventó a la mujer. El líquido marrón (casi negruzco) entró de lleno en la boca de ésta, no la ahogó pero sí le provocó unas ruidosas arcadas.

Sí, definitivamente ese no era el mejor día para Amy.

Quizá su madre y su abuelo deberían sentirse timados ante las predicciones de la sacerdotisa del templo al que iban los últimos años a orar, una mujer tan joven no podía adivinar cuándo sería el mejor día para acudir donde la casamentera del pueblo, y en todo caso, Amy sabía mejor que nadie que ella aún no estaba preparada para visitarla.

— ¡Eres una vergüenza para tu familia! —bramó Turquoise al borde de la desesperación mientras se limpiaba los restos de té de su rostro y ropa.

De nuevo… sí. Tal vez lo era.

Siendo la única hija del matrimonio entre una mujer extranjera y uno de los soldados del emperador (y por si fuera poco, un antiguo traidor exiliado del bastión enemigo) quizá no se esperaba demasiado de ella; sin embargo fue ese peso el que orilló a Amy a tomar (o al menos tratar de seguir) el camino de la obediencia, respeto, educación y modales dignos de alguien acaudalado y en todo caso, una digna hija… pero sobre todo, nieta.

Landon Wright nunca aprobó aquel matrimonio pues como un respetable hombre de familia y heredero de un apellido importante en occidente, no pudo aceptar que su única hija se casara con un paria aún si éste incluso fue acogido por el emperador como uno más de sus soldados.

Amy sabía que aún después de todo ese tiempo el abuelo todavía guardaba resentimiento hacia su difunto padre, así como también sabía que debía demostrarle a Landon que ella sería una digna heredera de Mozu… ella sería una buena hija y nieta. Derribaría el estigma.

Esta era su oportunidad.

Al no haber un varón en la familia, sobre Amy recaía el deber de encontrar un marido y brindar el siguiente heredero y con esto asegurar el linaje. Con el tiempo y a pesar de todo, Landon había conseguido hacerse un lugar dentro de esa ciudad gracias al comercio de algunos productos traídos de occidente.

—En verdad lo siento mucho. —aludiendo a las costumbres del lugar, la joven se inclinó en una prolongada reverencia, tratando con ese gesto de pedir una exhaustiva disculpa a la afectada.

La mesita se volcó cuando la furibunda mujer se levantó, llevándose consigo las tazas de té que estaban aún vacías y cuanto había sobre la áspera madera. Ignoró olímpicamente la disculpa y en cambio le dio a la joven una mirada de odio en su máximo esplendor; la mirada de Turquoise podría atravesar el cuerpo de Amy en un santiamén si tan sólo ésta tuviese el poder de hacerlo.

Por fortuna era improbable.

La casamentera buscó un trapo en la habitación casi vacía, remojándola y restregándose el rostro con ella para tratar de bajar la hinchazón y el ardor que aún prevalecía sobre su azorada piel. Se sentía tan insultada y humillada; jamás en todos sus años le había sucedido algo como eso ¡jamás! Las jovencitas que ella recibía por lo general eran perfectas señoritas bien entrenadas para su tarea: ser una digna mujer lista para encontrar y atender a un marido.

Sin embargo, esa chica (a quien ella reconoció como la hija de la mujer extranjera que llegó a Japón años atrás, y del paria del palacio imperial) no era ni por asomo el mejor prospecto de "esposa". Lo supo en cuanto la vio entrar a su casa, su interés por el asunto estaba muy lejos del que hubiese visto en otras jovencitas que sí acudían a ella por ese motivo: el de someterse bajo su inspección y así encontrarle a la susodicha un marido.

Pero esa chica…

Aunque su apariencia denotara cierta obediencia, sus ojos demostraban algo muy diferente: una fiera oposición y rebeldía que luchaban por salir.

¿Qué demonios quería probar con esto?

No, esperen, de hecho… a Turquoise le recordó a alguien más, una jovencita que había conocido muchos años atrás. La hija de un querido amigo suyo y de Jasper, otro desastre andante cuya rebeldía y coraje le hicieron difícil su tarea de casamentera en aquel entonces. Sin embargo y para sorpresa de todos, aquellas cualidades lograron atrapar el corazón del abnegado príncipe del imperio.

Esta chica ¿Correría con la misma suerte?

No, esta vez era muy diferente. Al menos eso fue lo que se dijo Turquoise.

La Casamentera la miró una última vez antes de avanzar por la habitación hacia la puerta para correr la delgada hoja de papel, afuera, aguardando, se encontraba una mujer de apariencia similar a la torpe joven.

La primera reacción de la Casamentera fue mover la cabeza de un lado a otro hacia la mujer, dando a entender una negativa explícita .

—Nunca será apta —comunicó o más bien sentenció Turquoise—. No podría encontrar algún hombre para ella, ni aunque buscara incluso debajo de las piedras. —La mirada se endureció lo suficiente para hacerle saber a la madre de la desastrosa chica que no se trataba de un comentario sarcástico. Porque no lo era de todos modos.

Luna esbozó una lenta sonrisa sin humor, expresando resignación. Lo supo desde el principio y aún así ignoró por completo aquel detalle con la esperanza de que sus suposiciones fueran erradas. Ella conocía mejor que nadie a su hija…

Qué ingenua.

Amy se encontró con los ojos de su madre, unos muy parecidos a los de ella, y con una tácita mirada se acercó hasta donde estaba. En el último instante bajó la cabeza sintiéndose indigna de estar frente a ella después de prometerle que llevaría "honor" a la familia. La sensación de vergüenza se apoderó de la jovencita.

Luna le agradeció a la casamentera por su tiempo y a pesar de no haber obtenido el resultado esperado le retribuyó por al menos haberlo intentado. Con una limpia reverencia se alejó del lugar junto a su hija, emprendiendo así el camino de vuelta a casa.

Las calles de la pequeña ciudad eran estrechas, dejando a la vista los tejados de las casas tradicionales así como los portones elevados de las mismas. Caminaron en la medida de lo posible, lo que sus arreglados kimonos les permitían pero evitando ensuciarse con el camino pedregoso y el polvo que se levantaba con la ventisca de aquella tarde.

—Al abuelo, esto no va a gustarle. —Amy rompió el cómodo silencio que las envolvía.

Desde que abandonaron la casa de la casamentera, en su mente sólo la imagen del abuelo se hacía presente, o más bien el reflejo de la decepción en el rostro del hombre.

¿Cómo lo miraría a los ojos ahora? Había deshonrado a su familia. No obstante Amy reconoció la satisfacción emergente al haber arruinado su reunión con la casamentera, no quería casarse; odiaba los convencionalismos que se le adjudicaban por el simple hecho de haber nacido mujer.

Quizá tenía la belleza de su madre pero ella era como su padre después de todo, la fachada de obediencia comenzó tras la muerte de Mozu al ver a su madre tan destrozada por la pérdida del único hombre que alguna vez había amado. Amy no quería causarle más preocupaciones a Luna, mucho menos después de que el abuelo las había acogido en su casa para otorgarles protección.

Observó a su madre, Luna podría parecer alguien sumisa que acataba los mandatos sin chistar siempre con ese rostro afable y su actitud amable que rayaba en un cariño incondicional, sin embargo Amy sabía que eso no era así, al menos no cuando su padre aún vivía, la pérdida había cambiado a Luna.

¿Fue la pérdida del amor lo que la hizo cambiar? Amy era incapaz de saber la verdadera razón pero a lo largo del tiempo quiso adjudicar dicho comportamiento al vacío que Mozu había dejado en sus vidas, porque si de algo estaba muy segura era de que sus padres se amaban.

La historia de sus padres era complicada en realidad, una que no se hablaba demasiado dentro de su familia ahora. El pasado de su padre era un misterio, pero lo único que le importaba a Amy (y a su madre) era en lo que Mozu se había convertido para ellas, nada más. Ni siquiera las miradas desdeñosas del abuelo o los comentarios malintencionados sobre su humilde origen o su dudoso pasado.

Mozu dejó ir su pasado y eso era todo lo que importaba.

—El abuelo entenderá que no es tu culpa Amy. —Y si él no lo entendía entonces ella le haría entender que nada de lo ocurrido era por caprichos de su hija. Desde el momento en el que Luna sostuvo a Amy entre sus brazos supo que ella era diferente.

Incluso desde muy pequeña daba señales de su propia independencia, cosa que a Mozu jamás le molestó sino que incluso alentó; no así, Landon hizo hasta lo imposible por tratar de "aplacarla". Las clases de modales así como de escritura lograron calmar un poco la naturaleza de su hija más no erradicar por completo esa voluntad en ella.

—Pero no va a desistir —Amy levantó el rostro para mirar el horizonte, observó las nubes rojizas que se teñían por los últimos rayos del sol—. Esto no es lo mío, no me veo como el abuelo quiere, en un hogar siendo una mujer sumisa a las órdenes de su esposo. ¿Es a lo que tengo que resignarme por ser una mujer? —Sus ojos se fijaron en una bandada de pájaros que surcaban el cielo y en ese preciso momento los envidió como nunca, ansiaba la libertad que esas criaturas poseían.

Actuar como una señorita de familia comenzaba a ser tedioso. Amy sentía que se estaba traicionando a sí misma ¿Por qué no podía apelar por una vida diferente a la que tenía? Tener la oportunidad por una sola vez de poder tomar sus propias decisiones y crear su propia senda; tal vez estaba siendo demasiado atrevida al soñar con oportunidades… ella… una mujer.

¿Y por qué no? Sin el afán de sonar pretenciosa, ella podía catalogarse como alguien capaz. Era inteligente, astuta y llena de curiosidad. Sin mencionar que poseía cierto dominio con la espada y en algunas técnicas de defensa, las más básicas para no ser víctima de sorpresas. Todo gracias a las enseñanzas de su padre cuando pequeña.

Luna pudo notar el anhelo en el tono de su hija, un anhelo implícito que brotaba en aquellas palabras. La compadeció. Por desgracia las mujeres no eran tomadas en cuenta para otra cosa que no fuese engendrar o servir a un marido, casarse y ser obediente.

Pero Amy, con tal mentalidad... Su futuro era incierto.


—Te he estado buscando por todas partes Leona ¿Qué haces aquí? —Senku observó con detenimiento la figura de su esposa, ella estaba de espaldas a él, sentada en el suelo de madera de la que alguna vez fue su casa.

Y él sabía por qué.

Lentamente se acercó para tomar asiento junto a ella, aunque claro, tomando una distancia prudente ya que se encontraba sudando y con manchas polvorientas en su ropa debido a la jornada de trabajo que había estado ejecutando desde el día anterior.

—No ha habido noticias de mi padre o de algún otro hombre en el fuerte, ni un solo informe de la situación —Kohaku exteriorizó su preocupación pero no lo miró, sus ojos permanecieron en algún punto frente a ella, más allá de la muralla que separaba al palacio del emperador del exterior—. Lo último que supimos de su batallón es que estaban acampando en una de las aldeas cercanas a las montañas, la que se encuentra en la posible ruta de Ibara… no hemos tenido noticias en más de dos semanas.

Los dedos de Kohaku se apretaron sobre la tela de su traje de entrenamiento y perforaron levemente hasta lastimar la piel de sus muslos, el coraje y la preocupación se arremolinaron lenta y pesadamente en su pecho causando notables estragos en ella.

Kohaku fue la primera en pedirle a Kokuyo que desistiera en tomar la misión para contener al ejército de Ibara y evitar su avance, esa misión era suya y ese era su deber como parte de la guardia del emperador. Aún si ella era la actual esposa del príncipe, aquel ostentoso título no haría desaparecer su deber ni su antigua vida como la guerrera en la que se convirtió.

Ella era la hija de Kokuyo después de todo, uno de los mejores soldados que ese imperio hubiese conocido alguna vez.

—Son varios kilómetros de distancia y aunque los caballos son veloces, tomará al menos un par de días más recibir noticias del frente. —Senku trató de calmarla, y aunque sabía que tenía razón también consideró que el tiempo de respuesta del escuadrón de Kokuyo tenía un retraso de al menos tres días.

No quería sacar conclusiones apresuradas pero era algo que no podían seguir ignorando, y mucho menos Kohaku al ser la primera en exigir al guerrero que se quedara.

—Algo no anda bien… la ausencia de noticias es aún peor. Te juro que estoy a nada de tomar el primer caballo e ir a donde está mi padre.

Por el tono serio impregnado en la voz de su esposa, Senku supo que ella no estaba haciendo alguna broma para aminorar la tensión y la preocupación del ambiente. Y conociéndola como ya lo hacía después de casi veinte años de matrimonio, e incluso más (debido a sus años de amistad) sabía que esa mujer cumpliría ese repentino juramento si tuviera la oportunidad.

—Ni siquiera lo pienses Kohaku, o me veré en la obligación de amarrarte a uno de esos postes de entrenamiento que utilizas con los novatos. —bueno, él tampoco estaba jugando con esa absurda amenaza.

Él la vió sonreír levemente, aunque fue más bien como la sombra de una mueca en sus labios. Bueno al menos era un avance y esas líneas de preocupación se desvanecieron por unos segundos.

—Tampoco he tenido noticias de Byakuya. —soltó con evidente cansancio.

Kohaku apenas comía o dormía en esos meses, aunque no necesariamente por el extensivo entrenamiento de los soldados del palacio para enfrentar la amenaza latente de invasión, sino más bien debido a la preocupación por su padre y también por su hijo.

—Llegó una carta esta mañana. —él le informó, ganándose la completa atención de la mujer.

—¿Y por qué demonios no me lo dijiste?

—El viejo me informó de su llegada hace apenas una hora, el tiempo que he llevado buscándote. —Senku le recriminó con un bufido mientras estrechaba su mirada carmín hacia ella.

Y no mentía, fue el viejo Byakuya quién lo buscó directamente mientras Senku trabajaba en el artefacto que aseguraba les daría la victoria sobre Ibara. Durante esos meses había puesto en práctica años de investigación sobre el poder destructivo de la pólvora para mejorar el armamento que tenían a disposición.

—Es una órden de reclutamiento, planean avanzar hacia las montañas para interceptar la ruta de Ibara hacia nuestros pueblos abastecedores, parece que los invasores pretenden terminar con nuestro abastecimiento de comida para debilitarnos, o en el peor de los casos, tomar a los pueblos como prisioneros para obligar a mi padre a rendirse y entregarse.

Cualquiera de las dos opciones era fatal y ambos lo sabían. Ibara era un monstruo que arrasaba con cualquiera que se entrometiera en su camino y obstaculizara su hambre de poder. Sus manos estaban manchadas de sangre y ahora pretendía derrocar el poder del emperador para usurpar su lugar y tener el control total del territorio.

—Las montañas… ¿Irán al campamento de mi padre? —Kohaku cayó en cuenta.

Las montañas rodeaban el primer pueblo de abastecimiento de la provincia, y ese se había convertido en el objetivo de Ibara como parte de su estrategia de derrocamiento. Kokuyo había aceptado sin objeción alguna la misión, instalándose muy cerca de ahí para impedir la masacre de aquel infortunado lugar.

—Exacto. Y es por eso que Kaseki y yo necesitamos terminar en lo que estamos trabajando. —así les tomara día y noche, lo lograrían—. Entonces este absurdo conflicto terminará pronto.

—Eso espero —Ella jamás dudaría de las palabras de su esposo, pero en ese momento necesitaba escuchar algo tranquilizador viviendo de él—. La vida de mi padre y la de nuestro hijo está en juego aquí Senku.

Por supuesto que él era consciente de eso, lo tenía presente cada maldito segundo que pasaba.

—Ellos van a regresar, Leona. —Poco le importó estar cubierto de suciedad, su mano buscó la de Kohaku para estrecharla en un gesto de silencioso apoyo y cariño.

Senku haría todo lo posible para cumplir con aquella promesa.


Las espadas se movieron rápidamente en el aire en un par de estocadas hacia su objetivo, el sonido metálico de la fina hoja de una de éstas impactó en la pared rocosa que se cernía frente a la usuaria del arma al momento de lanzar un fallido ataque. Sin embargo, tras un último giro, la niña cortó de un par de tajos al muñeco de entrenamiento predispuesto en el centro de la espaciosa área de combate.

Un par de aplausos resonaron en el lugar justo cuando el cuerpo del muñeco se deshizo y cayó al suelo en dos pedazos.

—No cabe duda que heredaste la destreza y habilidades de tu madre —una genuina y orgullosa sonrisa se plasmó en el semblante del viejo Byakuya mientras se acercaba a la niña—. Fue una suerte, Senku es muy inteligente pero tiene una fuerza lamentable. —el anciano se rió de su aseveración.

Yugen volvió la mirada hacia su abuelo, quién estaba mirándola con una socarrona y divertida sonrisa plasmada en sus labios, ella no pudo evitar devolverle dicho gesto al hombre mientras se incorporaba nuevamente dejando su posición de ataque. Con sumo cuidado envainó las dos Katanas que sostenía en sus manos y lo saludó con una rápida reverencia.

—No debería estar aquí " gran señor". —ella lo reprendió con una pizca de socarronería, aunque había algo de verdad en sus palabras.

Por motivos de seguridad el emperador tenía prohibido estar en las áreas abiertas del palacio y mucho menos sin compañía alguna para escoltarlo. Cosa que a Byakuya obviamente no terminó de agradarle del todo.

—No le digas así al abuelo Yu-chan… además necesitaba tomar un poco de aire fresco. Estar encerrado en el castillo no le hace bien a nadie —él le revolvió ligeramente el cabello a su nieta, ganándose un pequeño lamento de disconformidad de su parte al deshacer parcialmente la coleta de caballo que tenía, la que por cierto sólo usaba cuando de entrenamiento o una situación que lo "ameritase" se tratara—. Por cierto, estuviste increíble con las espadas y veo que ya no se tratan de katanas de bambú.

Yugen se encogió de hombros antes de tomar la mano de su abuelo para llevarlo de vuelta al castillo, o mejor dicho, para ir con él a la cocina por su aperitivo favorito después de cada entrenamiento.

—Mamá me dijo que ya estaba lista para dejar las de entrenamiento, papá le pidió al viejo Kaseki que me forjara estas dos… aunque aún no les pongo un nombre.

Algunos quizá consideraban que era demasiado pronto, pero Kohaku parecía estar más que segura de su decisión y no se equivocó, Yugen pasaba la mayor parte del tiempo entrenando para tener un mejor dominio de su técnica con ambas Katanas. No quería decepcionar a su Madre después de todo, la pequeña la admiraba demasiado y quería ser una gran guerrera como ella.

—Y ¿Ya has pensado en algo? —Byakuya quiso saber.

—Aún no, pero ya encontraré algún nombre para ellas. —primero tenía que concentrarse en dominarlas por completo.

El camino hacia la cocina duró apenas unos minutos, Yugen le dijo al abuelo que aguardara mientras ella iba por el pequeño manjar que Kohaku le había dejado para después de entrenar. Aún si la guerrera estaba muy ocupada con los soldados en entrenamiento, todavía se permitía dejar estos pequeños detalles para su hija.

La niña regresó con dos enormes rebanadas de sandía recién cortadas y le entregó una de ellas al abuelo. Se sentaron uno junto al otro mientras comían en silencio.

—Llegó algo para ti esta mañana, Yu-chan.

Yugen miró al abuelo con ligera intriga en sus ojos carmín, dejó su rebanada de sandía a medio comer cuando el anciano sacó un rollo de papiro de sus elegantes ropajes y lo extendió hacia ella en una clara invitación para que lo tomara. ¿Qué era aquello? Se preguntó.

Pero cualquier duda fue zanjada cuando desenrolló el papiro y leyó el contenido de la aparente misiva.

Una carta de su hermano.

—Es de Byakun —su mirada se ensanchó con evidente entusiasmo y alegría—. Ese tonto ya se había tardado. —pero rápidamente un puchero se patentó en los labios de la niña ante tal aseveración.

Casi dos meses desde la última carta que había recibido de él, Yugen debió admitir que sus padres y el abuelo no eran los únicos preocupados por ese chiquillo caprichoso. Sin embargo el hecho de que ella no se despidiera de su hermano debido a la decepción y enojo que sentía por él en aquel momento al enterarse de la repentina misión al que debía ir, le generó incertidumbre y culpa, pero más que nada… tristeza.

Yugen recibió y guardó cada una de las cartas que su hermano le enviaba, pero no contestó a ninguna de ellas.

—Las cosas en el frente son difíciles, el simple hecho de que tengas esto en tus manos ya es un gran logro —el viejo Byakuya suspiró pesadamente, apreciaba demasiado a su gente y a sus soldados, pero ahora no se trataba de uno más de sus fieles hombres sino de su propia familia, la que estaba poniendo en juego su vida para mantener la suya—. Quizá deberías escribirle algo a él también ¿No creés? Estoy seguro de que a Byakun le alegrará tener noticias de su querida hermanita.

Yugen no dijo nada pero consideró las palabras de su abuelo, quizá se había comportado como una niña berrinchuda en aquel entonces y la falta de respuesta le estaban dando a su hermano la idea equivocada de que él ya no le importaba.

Y ella no quería que eso pasara.

Pero aún así…

—¿Por qué él? Byakun apenas tiene experiencia como capitán, podrían haber escogido a alguien más. —Yugen enrrolló nuevamente el papiro y lo sostuvo en sus manos con una mueca en el rostro.

No podía entenderlo.

La mano del abuelo en su hombro captó entonces su atención antes de hablar.

—Tu hermano y tú podrán parecerse demasiado a Senku, pero tienen más en común con Kohaku de lo que creen. Ese sentido del deber por ejemplo… tu hermano sólo quiere proteger a su familia y también a nuestro pueblo. Todos estamos haciendo lo que podemos para evitar que Ibara siga causando más daño del que ya ha hecho. —durante años él fue una amenaza latente y ahora tenían que hacer algo.

—Ese hombre un monstruo… todo su ejército lo es. —Yugen conocía parte de la leyenda de ese sanguinario guerrero y aquel apelativo ni siquiera alcanzaba a describir la maldad de sus acciones.

Sin embargo Byakuya no estuvo del todo de acuerdo con aquella declaración, recordó a aquel guerrero marginado por Ibara debido a su traición, el mismo hombre que él acogió años atrás y que desafortunadamente murió en una de las primeras invasiones al territorio. Un hecho más que lamentable ya que el hombre tenía una familia.

—Los hombres cegados con el deseo de poder siempre existirán, pero también aquellos que se oponen a ellos y luchan por su propia causa y su libertad. No todo está perdido en esta guerra.

Yugen lo miró tendidamente, dándole sentido a sus repentinas palabras.

—Eres muy optimista abuelo, espero también seas una especie de profeta.

Deseaba que el abuelo tuviera la razón absoluta y la amenaza terminara pronto.

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N/A:

Como ya había mencionado ahí arriba esto es una especie de AU de Mulán pero con mis OCs Senhaku y MozLuna… algo que le debía a la comadre KrashDaimont desde el año pasado uwu

También es la continuación del pequeño prólogo que subí en la Senhaku week del año pasado con el shot "El futuro aguarda donde nadie espera" del tema "Romance secreto" :3

Y bueno, más que nada está o estará enfocado en Byakuya y Amy (mis OCs Senhaku y MozLuna) como Shang y Mulán respectivamente, así como en otros OCs (algunos de los otros nenes de mis otras shipps)... Aunque sí habrá algo de Senhaku por ahí también u.u

Iré agregando continuación cada que pueda…

En fin, gracias a quiénes le den una oportunidad a esta historia y una disculpa por las posibles faltas de ortografía y de redacción que esto pueda tener.