CAPITULO 5
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Muy temprano el sábado, tal como habían acordado, Vladimir se presentó en la residencia donde vivía el joven Ottori. Llamó varias veces al timbre de la casa hasta que una mujer mayor le atendió y le dijo que Kenshi estaba durmiendo. Vladimir tuvo que tragarse su molestia y en cambio le pidió a la señora que fuera a despertar al señorito porque tenían que estudiar
Kenshi bajó al trote cerca de diez minutos después, usando un pijama que le quedaba un tanto grande. En otras circunstancias, lo había hecho rumiando por lo bajo dispuesto a maldecir a quien fue a despertarlo, sin embargo en cuanto escuchó de quién se trataba le esperaba abajo, se levantó y apenas le dio chance de ir al baño.
—¡Sí viniste! —exclamó, saltando los últimos dos escalones hasta llegar a Vladimir. Se veía igual de ansioso que un niño—. Confieso que no creí que vendrías.
—Acordamos que estudiaríamos hoy en tu casa —dijo en tono obvio. La verdad es que no comprendía por qué su compañero asumió que no lo haría—. La verdad es que no te ves listo para estudiar.
—Eso se arregla en un momento. Ven. —Le tomó la mano y comenzó a arrastrarlo por uno de los pasillos de la casa—. Haruto nos dejó usar sus cosas. Es mi hermano, por cierto. —Abrió la primera puerta que se toparon, entrando en un estudio-biblioteca, casi todas las paredes repletas de estanterías—. Aquí podemos hacerlo. Los libros de química están en... —Soltándole, Kenshi se acercó a una estantería de la derecha, ojeando los tomos—. ¡Ajá! Estos son.
A Vladimir casi le brillaron los ojos cuando vio la cantidad de tomos y con buen grueso. Decidiendo que mostrar una expresión como si fuera un muerto de hambre sería poco digna, prefirió mirar la habitación. Ahora que lo notaba, los muebles eran bajos y había cojines en vez de sillas—. ¿No usan escritorios?
—No, lo siento. Solo hay mesas normales afuera en el jardín. Si lo prefieres, podríamos ir ahí. —La mueca contenta de Kenshi no se había esfumado, como si estuviera feliz de que él estuviera ahí—. ¿Quieres algo de tomar? ¿Tienes hambre? Mi madre dice que no es bueno dejar que el estómago de nuestros invitados gruñan —comentó, mientras iba a una de las ventanas para abrirlas y tener la habitación más iluminada.
¿Desde cuándo Ottori era tan cordial y considerado? ¿Tantas eran sus ganas de aprender o... sería algo más? Vladimir pensó que lo mejor era seguirle la corriente, eso haría la tutoría mucho más llevadera de lo que pensó en un principio.
—No. Así está bien. —Se permitió el soltar una risita al pensar en algo—. Mi padre se escandalizaría si viera que trabajaremos en el suelo. —Dejando su bolso sobre la mesa, escogió uno de los cojines para sentarse, se removió un poco intentando acomodarse correctamente hasta que encontró una posición cómoda.
—Muy bien. Ponte cómodo, que ya regreso. Puedes ir viendo los libros, estás en tu casa. —Salió de la biblioteca, probablemente a cambiarse de ropa.
En unos minutos, entró la mujer que le abrió la puerta antes trayendo unas bebidas y pequeños sándwiches en merienda. Apenas se marchaba cuando Kenshi volvió, en medias, pantalón y camiseta.
—Listo. Ahora sí, comencemos.
Vladimir pegó un respingó cuando sintió a su lado a Kenshi. En el poco tiempo que el asiático lo dejó sólo, se había metido de lleno en la lectura de uno de los libros de Haruto. En esos pocos minutos se sintió extasiado por todo lo que podría aprender con esos libros, lamentablemente nunca le permitirían tener nada como eso. En realidad en casa sólo tenía lo estrictamente necesario con respecto a todo lo que era ciencias y matemáticas, en cambio le obligaban a leer montones de libros sobre filosofía, filantropía y le obligaban a aprender un inútil latín que de nada le serviría.
—Me alegra verte más acomodado —dijo, con reticencia dejó el libro a un lado para enfocarse en Kenshi—. Comencemos...
Kenshi demostró ser un alumno aplicado ante la leve motivación. Con él se había traído un paquete de dulces y chocolate, informando que a él no le gustaba estudiar si no obtenía algo a cambio. Era su estrategia, por lo que arregló con Vladimir que ante un dato aprendido o una respuesta correcta, merecería un dulce. Vladimir también podría tomar algunos si lo deseaba.
Fueron pocas las veces que Kenshi erró en respuesta. Esa sesión logró recordarle bastantes cosas que había olvidado. Cerca de una hora después, se desparramó en el suelo a un lado de los libros.
—Pido un tiempo de descanso.
Vlad asintió, tomando otro chocolate y además el libro que dejó de lado al principio para seguirlo leyendo. —En realidad lo estás haciendo bastante bien. Al venir pensé que sería una pesadilla, teniendo que repetir cada vez los conceptos y ejemplos pero, es bastante fácil estudiar contigo.
—Me tomas por idiota. Claro que no. —Kenshi siguió acostado en el suelo, con los ojos cerrados—. Pero sobre lo otro, sí. Más bien, Haruto dice que soy inteligente, y soy inteligente, unicamente me hace falta motivación para ir al colegio. Solo que... —Se alzó de hombros—, no tengo razón para ir. Solo me gusta ir los días de deporte.
—No creo que seas idiota, dado que tienes buenas calificaciones a pesar de nunca estar en las clases. —Encontró algo interesante en el libro y comenzó a anotarlo en su cuaderno, ejemplo y dibujos incluidos—. Nada más pienso que eres un holgazán.
Kenshi bufó.
—Estoy en mi año sabático de cursos. Justo ahora, no me importa ser considerado holgazán. —Se estiró y levantó, quedándose sentado en el suelo—. ¿Qué haces? —curioseó.
—Copiando información. La teoría de la clonación está mucho mejor explicada aquí que en nuestro libro de química —contestó sin mirar a Kenshi—. ¿Año sabático? —repitió cuando su cerebro al fin procesó sus palabras—. Aún no hemos terminado el colegio, y aun así tomarse un año sabático después de la graduación es ridículo. Deberías pensar en la universidad.
Kenshi rodó los ojos.
—Estás pendiente de escribir eso y no en lo que dije. 'De cursos'. He estado en unos catorce cursos. Inglés, chino, programación, natación, arquería, karate, oratoria, caligrafía, y blablablá, desde que era niño. Si falto a clases, es porque ando por ahí paseando. Antes apenas tenía tiempo de ir al baño. Mis padres tienen una creencia de crianza bastante estricta en respecto a la educación. —Caminó hasta la bolsa de chocolates, encontrando con que solo había uno. Lo destapó, y partió a la mitad, dándoselo a Vladimir—. Ten.
Vlad levantó la cabeza, no sólo mirando el chocolate sino a Kenshi, estudiándolo bajo una nueva luz. —Creo que te he juzgado mal. —Tomó el chocolate, se lo metió a la boca chupando su dedo por un momento. Se pasó la lengua por el labio superior disfrutando del sabor dulce que aún quedaba sobre él.
—Digo lo mismo. Gracias por venir a ayudarme. —Kenshi sonrió un momento antes de comerse su parte del chocolate.
—No me molestaría concretar otra sesión de estudio —murmuró, ntentando sonar casual.
La comisura de los labios de Kenshi se alzaron en una nueva sonrisa, divertida.
—¿Tendrá los chocolates algo que ver? Pareces adicto. —Se rio, pero estaba contento—. Eso me gustaría. Y a cambio, podría ayudarte a ti con historia.
—No necesito... —Se detuvo antes de terminar esa frase. No tenía ningún sentido ponerse orgulloso cuando Kenshi fue tan amable con él durante toda la hora. Asintió, inseguro de si estaba correspondiendo correctamente—. Chocolates y estudio. ¿Cómo podría negarme?
—Exacto. Es perfecto —festejó—. ¿Quieres ir a comer algo? Suficiente dulce por ahora.
Mirando la hora, Vladimir se dio cuenta de que estaba a punto de ser medio día. —No quisiera molestar.
—¡No, para nada! Además, me haces compañía. Es aburrido comer solo. —Nuevamente, tomó la mano de Vladimir para guiarlo a la cocina.
Vladimir se tensó un poco por el hecho de que otro hombre le estuviera tomando de la mano. —¿No comes con tus padres o tu hermano? —Trató de enfocar su mente en otra cosa.
—Mis padres casi nunca están en la casa por trabajo, y Haruto llega muy tarde de la universidad. —Al llegar al comedor, le indicó que se sentara—. Los únicos días que están todos aquí son los días festivos y los domingos. —Se fue a la cocina donde probablemente estaba la mujer de antes.
—Mis padres son lo contrario. Siempre quieren tener todas las comidas juntos. —"Seguramente me regañarán por no haber llegado a almorzar" fue su siguiente pensamiento.
Kenshi regresó dos minutos después y se sentó al lado de Vladimir.
—Hoy tenemos pavo asado y como postre: ¡brownies! —celebró.
Sentándose a almorzar, Vladimir tuvo que admitir que pasó un gran rato hablando con Kenshi. El japonés logró que salieran del tema de los estudios y en cambio se adentró en un ámbito más personal. Vladimir no era el conversador más diestro pero se dio cuenta de que le gustaba escuchar hablar a Kenshi y así pasaron un tiempo juntos antes de volver a estudiar.
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Sabiendo que el mayor de los Volsk estaría entretenido en casa de Kenshi —el japonés le avisó de sus planes—, Christopher llegó a la casa de Vitaly. Estando parado en la entrada con su moto, llamó a Vitaly a su celular.
—Buenos días, Volsk.
Vitaly no contestó enseguida su saludo, aunque se escuchó que suspiraba.
—Hayes, lo lamento. Tengo mucha tarea y estoy ocupado. ¿Te importaría si nos vemos el lunes en el colegio? Hasta luego. —No le dio chance a hablar, cortando la llamada.
En el patio, Vitaly dejó el teléfono en la mesa cercana y se hundió en la hamaca, abrazándose las piernas.
Pasados casi 10 minutos, Vitaly pensó que se había deshecho de Hayes cuando una profunda voz sonó muy cerca de él. —¿Desde cuándo me llamas Hayes? —Una voz detrás de Vitaly reprochó. Los ojos verdes recorrieron la postura de Vitaly—. Ya veo cuán ocupado estás —comentó con sarcasmo, cruzando los brazos sobre su pecho.
Vitaly se levantó e interpuso una buena distancia entre ambos. Su rostro era frío e indiferente entonces, aunque podía verse traicionado por los sentimientos que se reflejaban cruelmente en sus ojos.
—Vete. No quiero que estés en mi casa. Mi primo o mi papá podrían llegar en cualquier momento.
Rodando los ojos, Christopher se acercó a la hamaca que se interponía entre ellos. —Tu padre no estará aquí hasta tarde y Vladimir no volverá hasta las 4 si el plan de Kenshi sale bien. Vamos, Vitaly, no te pongas cómico. Tenemos mucho que hacer. —Traspasó la barrera de la hamaca pero Vitaly se alejó aún más. Entonces Chris entendió, dejando a un lado su expresión feliz, frunció el ceño un poco molesto. —Ya. Dime lo que te dijo Vladimir.
Vitaly apartó la mirada.
—Él no me ha dicho nada. Fuera de mi casa, Christopher —exigió, girando para marcharse. Sentía que no podía seguir fingiendo de esa forma por más tiempo, no frente a él.
—Sabes, por mucho que Vladimir lo crea, no soy idiota. Algo tuvo que decirte. Ayer estábamos muy bien y hoy quieres hacerme creer que no te agrado. No eres un cínico —reprochó con voz suave, sabiendo que no lograría nada dejando explotar su temperamento—. Por favor, Vitaly. —Dando pasos largos, logró posicionarse tras Vitaly, con sus manos recorrió la piel de sus brazos.
—Christopher... —Vitaly tomó una bocanada de aire, sus ojos cerrándose al más ligero contacto entre ellos. Él no podía ser fuerte ante el otro, era imposible. Lentamente fue dándose la vuelta, solo lo suficiente para verlo.
—Yo... no puedo atreverme a desobedecer a mi primo —susurró—. Lo lamento.
El otro abrazó a Vitaly, acunándolo en sus brazos con cariño. Su respiración golpeando contra su pecho. —Pero... ¿Y si él no se enterara?
—Sería engañarlo. —Automáticamente, los brazos de Vitaly rodearon el cuerpo de Hayes, incapaz de permanecer indiferente más tiempo. Este chico le gustaba, y mucho, lo cual era terrible tomando en cuenta las circunstancias—. Me daría miedo. Será mejor... dejarlo así. Yo... no puedo ser ese tipo de persona. En verdad lo siento.
—Yo... —Christopher apretó aún más a Vitaly, dando pequeños besos en su cuello—. Yo me haré cargo de la responsabilidad pero, por favor. No termines esto. Estoy seguro de que sientes lo mismo que yo. No puedes negarlo, no debemos dejar que esto nos separe.
Cerrando los ojos por un momento, Vitaly se dejó llevar. Su corazón estaba dividido por un suplicante sí, por no querer separarse, por conocerlo más, por querer más; y el no, el sentido del deber, de hacer lo correcto, de no defraudar a Vladimir.
Vitaly hundió el rostro en el pecho de Christopher, sintió cómo palpitaba su corazón.
—Tengo miedo de aceptar y todo termine mal —confesó, su voz apenas amortiguada.
—No pasará —le aseguró—. Haré que no pase. —Se alejó lo suficiente ara poder mirar a Vitaly a los ojos—. Mírame. Todo saldrá bien. ¿Sí? Sólo hay que ser cuidadosos, nadie tiene que enterarse.
Eternos segundos que se volvieron minutos transcurrieron sin que Vitaly dijera o hiciera algo. Aún sus brazos rodeaban a Christopher, y aún seguía mirándolo. Pero asintió, una, dos, tres veces, aceptando.
—Es... Está bien. Yo... no quiero separarme de ti.
—¡Si! —Eufórico, Christopher cargó a Vitaly dando vueltas con él, se tambaleó un poco pero pudo mantener el equilibrio—. Oye —murmuró bajito contra sus labios—. Ve a cambiarte, tenemos una cita. ¿Recuerdas?
—Sí... —dijo, riéndose suave, los brazos apoyados en los hombros del mayor—. ¿Aún no puedo saber a dónde vamos?
—Es una sorpresa. —Dio un beso en su mejilla—. Anda. Te esperaré en la motocicleta. No quiero que hagan un escándalo cuando se den cuenta de que salté el muro.
Asintiendo, Vitaly se devolvió a su casa para cambiarse. Se demoró unos minutos, informando que saldría a dar una vuelta por la ciudad para distraerse. Jayden hacía lo mismo, así que nadie podría sospechar nada. Sentía un incómodo cosquilleo al mentir de esa forma.
Finalmente salió, mirando alrededor en busca de ojos indiscretos en tanto se acercaba a Christopher y su motocicleta.
—Me siento algo... nervioso.
—No te preocupes. —Le puso el casco antes de montarse en la motocicleta—. Nos hemos retrasado un poco pero si acelero podemos llegar en dos horas.
El rostro de Vitaly se contrajo en una mueca de angustia.
—¿Acelerar? —Miró aprehensivo la motocicleta—. Puede...ser peligroso.
Ayudó a Vitaly a montar tras de él, Chris guió sus manos para que se aferraran a su cintura. —Todo saldrá. Si te sientes nervioso, tan sólo aprieta mi cintura. —Comenzó a arrancar la moto cuando se le ocurrió decir a modo de broma—. Aunque es mi primera vez en la autopista. —Con eso, sintió a Vitaly aferrarse dolorosamente a su cuerpo, sacándole el aire. Sonrojado y divertido, partieron a su destino.
Exactamente dos horas después de rodar en carretera, llegaron a una construcción apartada de la ciudad, era el observatorio St. Johnson.
—Es... —Vitaly se soltó lentamente, y quitó el casco aún sin bajarse de la motocicleta, observando el lugar—. Me trajiste a un observatorio.
—Sí... ¿Te gusta? —Eso esperaba. La verdad es que la falta de respuesta del menor le puso nervioso. ¿Qué tal si erró en los gustos de Vitaly y en realidad esto no fue una buena idea?
Vitaly se bajó y caminó un par de pasos hacia el lugar, sin decir nada aún. Fue entonces que se giró, demostrando unos ojos ligeramente aguados pero brillosos, como un niño que descubre su juguete más anhelado bajo el árbol en navidad.
—Me encanta... Siempre quise venir. No puedo creer que tú... —Se acercó, abrazando con toda la fuerza que tenía a Christopher—. ¡Gracias! Gracias. Muchísimas gracias.
Chris tuvo que hacer fuerza para no caer con la moto y Vitaly al suelo. Un agradable calorcito se alojó en su pecho al saber que su sorpresa le encantó. Estabilizando correctamente el vehículo, comenzaron a caminar. —Tenemos tiempo de comer algo antes de la función de las 2.
Apurándolo, se adentraron al observatorio. Nada más la decoración ya era bellísima, temas de planetas, y prototipos de cohetes adornando las paredes sin mencionar un enorme móvil con todo el sistema solar colgando desde el techo. Compraron un par de cosas en las máquinas expendedoras, comieron tranquilamente en unas mesillas antes de adelantarse al lugar donde se compraban las entradas para la función. Ahí Christopher se encontró con un amigo.
—Gideon! —saludó con alegría al apuesto muchacho de piel bronceada y sonrisa de telenovela.
Gideon ahogó un grito, llevándose una mano al pecho.
—Santo cielo. Es el Apocalipsis. —Se acercó y abrazó estrechamente al pelinegro—. Christopher Hayes en un observatorio. Eso ni en un millón de años —bromeó—. ¿Qué haces aquí, cariño?
Vitaly se extrañó al percibir un amargo nudo en la garganta. Se veían bastante unidos. ¿Quién sería ese muchacho? Y... ¿"cariño"?
—Oh, cállate —dijo Chris entre risas. Poniendo sus manos en los hombros de Vitaly, lo puso delante de su cuerpo para que el hombre Gideon pudiera verle—. Tengo una cita con esta lindura. Vitaly, te presento a mi mejor amigo, Gideon —le dijo con una enorme sonrisa pero cuando vio que el rubio comenzó a acercarse mucho, le puso una mano en la cara y lo empujó—. ¡Eh, Eh! Sin tocar.
—Pero qué es esto. ¿Christopher yendo a un observatorio por una cita? —Miró con más atención a Vitaly—. Debes ser muy especial. Este iría primero muerto a un museo —dijo, señalando al otro—. Olvidó decir que soy su amor imposible. —Se pasó una mano por los mechones rubios—. Mejor dicho, olvidó decir que soy el amor imposible de todo el mundo.
—¿Ah, sí? —Vitaly miró de reojo a Christopher. La verdad, no sabía qué pensar respecto a este tal Gideon.
—Es un egocéntrico vanidoso. No le hagas caso —susurró Hayes contra su oído aunque no se molestó en ser particularmente discreto—. Ve a buscar unos buenos asientos, yo pagaré. —Cuando Vitaly se adentró a la sala en semi-penumbras, Chris se giró a mirar a Gideon—. Eres un idiota, ¿lo sabías?
El rubio sonreía sin vergüenza alguna.
—Es un chico muy guapo. ¿En verdad es exclusivo?
Sonrojado, Chris bajó la mirada para sacar el dinero. —Él me cayó encima mientras estaba durmiendo en el colegio, y cuando nuestros ojos se conectaron... fue como si algo hiciera click dentro de nosotros —suspiró—. Me atrevería a decir que fue amor a primera vista.
—¡Oh! —Gideon se lanzó sobre Christopher en un impulsivo abrazo, aprovechando además de alborotarle los cabellos rojos—. ¡Mi adorado Christopher se ha enamorado! ¡Dios, es el Apocalipsis! Cariño, podría hacer una novela contigo. ¿Y ya te lo tiraste?
—¡Claro que no! —dijo cuando logró soltarse—. No quiero tirármelo. —Rodó los ojos—. ¿No me escuchaste? Él no es una conquista de la que me aburriré a la semana, quiero hacer las cosas bien. —Como pudo, se acomodó el cabello—. ¿Arreglaste lo que te pedí?
Gideon chistó.
—Obviamente. Pero, vamos, aun si quieres durar con este, debe ser terrible aguantarse. Yo no podría. Además, ¿has visto el trasero que...?
Le metió uno de los billetes a la boca, solo par que se callara. —No lo digas. Te agradecería que no te comieras con los ojos a mi pareja. —Con un gruñido, se despidió de Gideon—. Asegúrate de que nadie más entre.
Adentrándose en la sala, encontró a Vitaly entre las filas del medio, caminando sigilosamente se acercó a él por la fila de atrás para cubrirle los ojos. —Adivina quién es —murmuró cerca de su oído.
—Mmh. ¿Alguien llamado Christopher, será? —Siguió el juego, sus manos tomando las muñecas del pelirrojo.
—¿Qué comes que adivinas? —Sonrió encantado, aún cubriendo sus ojos, continuó hablando en voz baja—. Vit..., creerás que estoy loco pero hay algo que me muero por decirte. Seguramente dirás que es algo precipitado pero es la verdad, y no puedo contenerlo por más tiempo. —Lentamente descubrió sus ojos, guiando su cabeza le mostró en el techo la enorme pantalla donde hacían la presentación de las constelaciones. En el cielo estrellado artificial, conectándose, las estrellas formaron dos palabras.
"TE AMO"
El cuerpo de Vitaly de pronto se sintió sin aire, observando el cielo con los ojos abiertos de par en par. Era... hermoso. Se sentía tan abrumado, que solo pudo quedar estático en su lugar, un suspiro —¿o sollozo?— escapando de entre sus labios. Poco a poco se giró, enfrentando a Christopher.
—Tienes razón... —Asintió muy despacio—. Es algo precipitado... pero demasiado maravilloso —dijo—. Yo... no sé qué decir.
Christopher saltó la hilera de sillas para sentarse a su lado. —No tienes que decir nada. —Se inclinó para juntar sus cabezas y todo el costado, sintiendo el calor de Vitaly contra su piel—. Sólo quiero que lo sepas. —Entrelazó sus manos, acariciando el dorso de su mano con el pulgar.
—Esta era la sorpresa, ¿no? —Su otra mano se colocó sobre la de Christopher, envolviéndola—. Gracias.
—Todo el paseo era una sorpresa para ti. —A pesar de que estaban completamente solos, hablaban en voz baja gracias al aire de intimidad que las estrellas y la oscuridad le daban—. Lo haré todo por ti.
Después de eso, la tarde fluyó entre ellos. Vitaly disfrutó mucho más la función de estrellas que Chris pero el pelirrojo era feliz con ver que Vitaly disfrutó del espectáculo.
Al final, cuando estaban saliendo de la sala, Chris descubrió a Gideon escondido unas filas más atrás. Arrastrando al rubio del uniforme, salieron de la sala. —Gideon, nos vamos. Ya puedes dejar de ser un maldito acosador.
—Todo el rato viendo estrellas y ni un mísero beso. Eres un desastre estando enamorado —dijo arreglándose la ropa.
Vitaly se sonrojó, pero apartó la mirada sin decir nada.
—Precisamente porque estás aquí no te voy a dar un espectáculo gratis. Como mínimo págame. —Pasó su brazo protectoramente alrededor de los hombros de Vitaly—. Te veré el próximo fin de semana.
—Con estos amigos para qué quiero enemigos —rumió por lo bajo Gideon mientras se iba, haciendo un gesto de despedida.
A Vitaly se le escapó una pequeña risa.
—¿Siempre es así?
— A veces se pone muy empalagoso. Tienes que vigilar sus manos —le aconsejó—. Ven. Tengo que llevarte a casa.
Vitaly asintió y se montó tras Christopher en la moto, de nuevo aferrándose a su cintura y descansando la cabeza en el hombro del mayor. A pesar de Gideon, no dejaba de sonreír, sintiéndose flotar en una nube de ensueño. Las estrellas, el observatorio, el hermoso mensaje y la cercanía de Christopher, todo ese momento lo hacía tan perfecto, que ni siquiera notó el viaje de regreso hasta que Christopher se detuvo y vio que estaban frente a su casa.
Con un suspiro, Vitaly se bajó de la motocicleta y se quitó el casco.
—Dudo mucho que vaya a olvidar el día de hoy —dijo mientras le entregaba el casco—. Me ha encantado mucho la sorpresa de hoy.
—Para el lunes te tengo otra —dijo travieso al recibir el casco.
Ladeando la cabeza, Vitaly se acercó y susurró.
—Puedes decirme. No se lo diré a nadie.
—Sólo te diré que prepares tu traje de baño. —Tocó la mejilla de Vit, acariciando la tersa piel, acercando sus rostros, sus labios tocándose poco a poco hasta fundirse en su primer beso.
Suspirando, Vitaly alzó los brazos que rodearon el cuello de Christopher, su cuerpo apegándose al ajeno. Era como si todo ese tiempo hubiera estado sin una gota de agua que le diera vida. Por primera vez, sentía que estaba completo ahí, en ese preciso momento. Prolongaron el empalagoso momento hasta casi quedarse sin aire y aun así estaban reticentes a separarse. Por supuesto el aire era indispensable, se separaron poco a poco, dándose cortos besitos hasta quedar satisfechos. Aun así, sentían que necesitaban más pero estaban en una zona pública y alguien podría verlos.
—Te veré... el lunes.
El menor asintió, sin embargo, se robó un último beso antes de irse a su casa. Abriendo la puerta, desde ahí movió una mano para despedirse de Christopher y cerrar tras de sí. Tuvo que apoyarse de la puerta, tocándose los labios; podía percibir el cosquilleo de los labios de Chris aún, y si cerraba los ojos, los sentía aún sobre los suyos, el corazón palpitándole fuerte. Santo cielo, de verdad estaba enamorándose de él... De un "vago" como decía su primo Vladimir.
Y... la verdad, le traía sin cuidado.
