Capítulo 49. La antiquísima mansión Uchiha
La espada resuena por encima de mí cuando me agacho, bloqueando la patada inmediata a mi rostro. Las chispas se encienden cuando el metal choca. El árbol detrás ruge gustoso cuando la sangre de mi pierna cae en voluptuosas líneas a sus raíces.
Quien pensaría que Hoshigaki-san estaría sonriendo cuando caímos en cuenta que, en lo profundo del bosque de Takigakure a donde llevamos nuestro encuentro, estaba lleno de árboles Jubokko. Árboles vampiro.
Así que mientras evitaba a Samehada y su gusto por mi chakra, tenía que blandir a Kubikiribōchō contra las ramas del árbol vampiro que deseaba nuestra sangre. Suerte para mí que Kubikiribōchō estaba agotando las reservas de sangre de todo lo que tocaba succionando la sangre de los árboles. Por parte de Hoshigaki-san, siendo más alto, enorme, con olor a mar, los árboles vampiros deseaban más su sangre que la mía.
Sonriendo estúpidamente, esquivaba un golpe de su rodilla mientras azotaba mi preciosa espada por su espalda, deteniendo a una rama que estaba a nada de atravesarle un pulmón.
- ¿Preocupada por mí, hime? – el sudor y una línea de sangre manchaba su rostro, pero su sonrisa era sádicamente divertida.
- Iie, simplemente mostrándoles quien va a asesinarte – respondí mientras me deslizaba entre sus piernas y atacaba sus talones con Kubikiribōchō a sus tobillos, pero el desgraciado salto cuando una de las raíces de los árboles se deslizo como una cuerda hacia abajo.
Me llevó con ella y me azotó contra un tronco.
Sentí las ramas continuar el destrozo de mi uniforme, cuales manos codiciosas por mi piel, cuando empezaron a rasgar mi dermis dejando a la vista finas líneas de carmesí.
Recolocando a Kubikiribōchō apuñale el tronco. Este detuvo su ataque un momento y casi, casi pude escucharlo gemir, pero poco importo cuando vi la punta de Samehada venir hacia mi cabeza.
Agachándome y volteándome sobre mis rodillas, vi ahora a Hoshigaki-san lidiar con las ramas del árbol, que reforzaba su ataque contra mí. El gigante de Kirigakure estaba igual o peor. Sin su capa a la vista, sin ninguna camisa debajo, ni siquiera tenía retazos de ropa más que en los pantalones café oscuro que traía consigo.
Sus muslos sangrantes, así como las pantorillas fueron lo que más atacaron los árboles en él.
Por mi parte, mi espalda era un monumento ardiente al arte abstracto. Curioso que ninguna de las dos armas nos había lastimado, no más de lo que los árboles Jubokko lo habían hecho.
Si tan sólo no nos hubiéramos adentrado al bosque. Aunque esto era divertido. Arrojar la adrenalina, el estrés, la ansiedad, la tristeza, y disfrutar con el sello de la sangre empapando la tierra que regurgitaba los huesos de cacerías antiguas de los árboles vampiros.
Una raíz me atrapo, pero cortándola procedí a una carrera feroz contra Hoshigaki-san, a quien habían atrapado dos árboles por sus brazos y piernas extendiéndolo como una estrella.
Él sonreía siniestramente, jalando cruelmente sus propios brazos enredados con los árboles, pero sólo fue hasta que me impacte contra él que las ramas se destrozaron llevándoselas consigo.
Samehada y Kubikiribōchō rugían entretenidas. Yo lo estaba mucho. Sí, mis brazos y piernas estaban manchados en sangre porque cuando cortas un Jubokko, no es salvia lo que brinca, sino la sangre de sus víctimas anteriores.
Hoshigaki-san entro de nuevo al ataque, rodando conmigo, y golpeándome en la cara una vez, mejilla izquierda, al tiempo que lo arrojaba lejos con ninshu directo con una bola de fūton.
La cabeza se me giro y dolió infernalmente su golpe, pero al menos lo aleje lo suficiente para recuperar a Kubikiribōchō y perseguir a Hoshigaki-san quien recupero a Samehada, rompiendo las ramas que intentaban atraparlo de nuevo.
Corrí hacia él con velocidad, viendo su estúpida sonrisa en el rostro ensangrentado. La luz de la luna caía sobre nosotros al momento en que las nubes se retiraban dejándonos ver nuestros aspectos reales.
Me reí cuando él soltó la carcajada. Éramos un par de demonios rojos sanguinarios, salvajes, violentos. Éramos yokai libres con una sola misión. Matarnos mutuamente.
Los árboles bebedores de sangre a nuestro alrededor eran nuestro público y nuestro perseguidor. Ellos deseaban bebernos; él deseaba desmembrarme; yo deseaba matarlos a todos.
Era un excelente plan.
Corriendo hacia él, vi que empezó su carrera y entramos en un frenesí de adrenalina y ojos de 360° cuando el Kenjutsu y el Taijutsu se hizo presente. Nos llevamos muchas raíces y troncos entre nosotros, pero nada los detenía a venir por nosotros ni entre nosotros.
Sentía el ninshu recorrerme, restaurándome con cada golpe, cada herida, especialmente un latigazo de dolor en el talón de Aquiles, haciéndome coja un segundo.
Segundo en el que vi a Samehada deslizarse viniendo a por mí cuello, me contornee y girando mi espalda, moví a Kubikiribōchō del otro lado para que partiera a la espalda del Kiri por la mitad, pero una maldita rama lo movió al suelo y perdió el equilibrio haciendo que el mío también se estropeara perdiendo mi objetivo. La cabeza de Hoshigaki.
Otra vez, yendo a por sus piernas y muslos, el enorme hombre batallaba para hacer que lo soltaran, así que decidí cortar las raíces batiendo a Kubikiribōchō en un borrón. Enseguida, Samehada estaba a mi espalda tratando de atravesarme de lado a lado y gruñí cruelmente cuando sentí la cortadura en mi costado.
- ¿Qué ocurre, Hime? ¿Cansada tan pronto? – su pregunta burlona cuando me posicione a metros lejos de él, evaluando si me dio en el hígado antes de envenenarme con mi propia sangre, conteste.
- Al menos no parezco tabla de picar.
Resoplo con risa risueña:
- Si hubiera sabido que pelear contigo sería tan divertido, me propondría dejarte con vida más tiempo – alzo los hombros colocándose en posición de ataque – ahora no es opción.
Sonrió sádicamente, ladeando la cabeza:
- Veamos quien sonríe al final, Samebito.
De nuevo, el eco de las espadas encontrándose fueron el sonido prominente, así como los rugidos de los bebedores de sangre.
Estaba tan metida en la pelea que no note el ceño fruncido del Hoshigaki en cierto momento.
Con su hombro izquierdo atacado por Kubikiribōchō, estaba a tres hachazos más de separárselo del cuerpo cuando dijo:
- ¿No sientes eso? – sonó tan extraña la pregunta, pero continúo atacando mi muslo que había recibido un kunai oculto.
Su ojo derecho ya no podía abrirse de tan inflamado y morado que estaba, pero con su ojo izquierdo vi el reflejo de una bola familiar que se encontraba muy cerca.
Mi labio inferior partido sangrante se cerró con tensión, porque el chakra emergente era extremadamente familiar para los dos. Continuamos atacándonos hasta que su curiosidad pudo más que cualquier cosa:
- ¿No vas a responderle? – aunque la pregunta era burlona, note un toque de preocupación.
Si bien Hoshigaki-san me explico por qué seguía vivo y porque Taicho pareció no traicionarme al final tanto cómo lo pensé, no era como si le creyese. Es decir, el tipo quería asesinarme y el sentimiento era mutuo, y sinceridad no es lo que buscaba de él.
Aunque ese ceño que coloco cuando cerré la boca ante negar la existencia de la bola de energía con el olor de canela y menta de cierto hombre, Hoshigaki-san se alejó un momento. Entendiendo que estaba pausando nuestra pelea, me teletransporte unos cinco metros lejos de él.
Su voz grave y profunda oscureció incluso a las ramas que se acercaban a él:
- ¿Invocatoria inversa? – asentí una vez, la sangre me corría desde la frente volviendo mi vista en rojo - ¿No significa eso que te necesita? – Asentí de nuevo. - ¿No significa eso que tienes que irte?
Fruncí los labios con ansiedad. Por supuesto quería ir con él, pero…
- Entonces terminaremos otro día, aunque debo decir que me divertí mucho hime. Eres muy entretenida.
- ¿Miedo de morir hoy, Hoshigaki-san?
- Iie, iie niña – entrecerré los ojos con maldad antes de que él se mostrara serio – pero no es como que lo vea a él convocando a nadie en la mitad de la noche, sólo para conversar.
Resoplando por la falta de aire de hace unos minutos, asentí con seriedad ante mi contrincante, mirando con un nuevo respeto al ninja de Kirigakure. Realmente es feroz. Me encanto esta disputa nuestra. Espero más en el futuro.
Sonríe con sarcasmo mientras me enderezó, a la vez que me acerco a la bola de ninshu con la marca de mi capitán. Su chakra se siente tenso dentro de la invocatoria de su brazalete. Desconociendo por cuanto tiempo ha estado esperando, me doy cuenta de que es inútil limpiarme cuando paso los dedos por mi torso embarrado en sangre; debo acudir de inmediato. El ninja renegado tiene razón. Él no me llamaría a las 3 de la mañana si no fuera una emergencia.
Entonces siento como Hoshigaki-san se acerca con shushin hacia mi blandiendo a Samehada, sonriendo lunáticamente bajándola hacia mí. Me agache por instinto moviendo a Kubikiribōchō a mi derecha, pero el ninja simplemente sonríe más cuando nota mi tensión.
Todo sucede en la fracción de segundo cuando tome la bola de energía, ya teletransportándome en mi propio ninshu, sintiendo a Samehada moviéndose por encima de mi cabeza, el sonido de algo rompiéndose grotescamente justo por encima de mí y Kubikiribōchō rugiendo; saboreando la sangre de todos, la mía, la de Hoshigaki-san, la de los árboles Jubokko, todo para ser llevada a través de los canales espirituales del espacio-tiempo a donde se me había convocado.
En menos del segundo, sentí madera dura y cálida bajo mis pies. Cayendo de nuevo arrodillada como es la posición de la invocación, respiré tratando de saber quién estaba presente antes de abrir los ojos.
Pero mi olfato no llega más lejos de los litros de sangre que fluían por todo mi cuerpo, sabiendo que el olor de mi batalla impregnaría el lugar donde estuviera.
Una rama de Jubokko cae estrepitosamente en la rica madera frente a mí, bajo la luz prominente, manchando cada cosa que toca en el suelo con salpicaduras de sangre. Aun se retorcía buscando alimento, sus ramas cortadas en forma de dedos largos y siniestros retorciéndose en agonía machacando la madera con sus semi uñas, se acallo poco a poco dejando desasosiego en la habitación. Ah, entonces eso fue lo que estaba cortando realmente Hoshigaki-san y no mi cuello.
Una respiración cruda se escuchó a mi derecha, y tenía la intuición de que estaba en un lugar cerrado, sin ventilación, y lleno de oscura tensión.
No estaba en una nueva pelea. El olor a alcohol sí que me llegó en un momento y deduje que era una situación médica entonces.
Abriendo más los ojos, los elevé a aquellos enrojecidos Sharingan que me veían de pie, frente a mí. Esta vez, aunque el mismo rostro familiar, los note muy distintos. Color, diseño… eran como los del futuro patriarca. Me levante lentamente sin dejar de verlo, tratando de entender que había ocurrido con sus ojos y porque parecían… haber sangrado.
Agradecí haber aterrizado en una oscura esquina, al menos aquí no era visible mi aspecto ensangrentado, aunque un charco carmesí se empezaba a formar en mis pies sonando como goteaba cada segundo que transcurría.
Sin más demora, me anuncié ante él:
- Me has llamado, Taicho.
- ¿Puedes revisarla, onegai? – tres palabras, una pregunta directamente del hombre que es mi líder.
Sólo eso fue necesario para saber que lo que sea que está ocurriendo es altamente prioritario en la vida de mi capitán.
Dirigiendo la vista, aun oculta entre las sombras, a la cama que señalo con la cabeza Taicho, mire una figura que se traslucía femenina.
La habitación era lujosa, en la manera clásica. Ricas maderas, folclor local de muebles a manos de artesanos, el olor de la opulencia y la limpieza impregnados. Incluso los pocos blancos entre los amaderados y oscuros, lucían puros e inocentes.
La alfombra de color hueso bajo la cama se veía de mil hilos, hecha a mano, la madera del piso, pulida a mano igualmente, artesanal.
Y la pena me consumía porque en mi primer paso hacia la paciente, se escuchó claramente como escurría la sangre de mi cuerpo; y en el segundo paso, la sangre se arrejuntaba en el charco que deje por debajo de mis pies descalzos. Envié una oración de lástima a aquella persona que le tocará limpiar mis estragos.
Para cuando me había levantado, ya había detectado el chakra de Shisui y de Sasuke, además de un cuarto hombre. Uno que se notaba mayor y a comparación de los otros tres que me conocían. Era alguien extremadamente tenso. Aunque en este punto, todos irradiaban rigidez y ansiedad.
Era un ambiente opresivo de cuatro hombres que ahogaban a la paciente con su dolor y la poca ventilación.
En cuanto salí a la luz de las velas, noté que aún tenía a Kubikiribōchō en la mano, ganando un gruñido de parte de la presencia del macho mayor. Kubikiribōchō saludo gimiendo en cuanto detecto la sangre de los tres Uchiha que ya conocía. Lo guarde de inmediato después de su cálido saludo sanguinario.
No miré a ninguno, simplemente me enfoqué en la mujer sobre la cama, esquivando la rama de Jubokko que había dejado de moverse y sólo sangraba profusamente en el lujoso piso.
Cuando me acerqué, tenía mi mano resonando con chakra medicinal de tonalidad verde, pero fui brutalmente detenida por la muñeca por el macho desconocido.
Voltee a mirarlo, girando únicamente la cabeza, mientras él hablaba con Taicho:
- Dije que no a esto. Brujería no. No tenemos esto en esta casa, Itachi. – entono furioso hacia Taicho quien lo miraba con molestia en la mirada.
- Chichihue-sama, has visto y oído por tu propia experiencia que el médico en jefe se ha rendido, incluso Shizune-sensei ha dado su punto de vista como fatalista originando que cada opción que teníamos fuera invalidada – dijo Taicho, pero sus palabras en cierta manera dolieron. Debí ser su primera opción, pero me perdí tal privilegio – Aceptaste esto, ahora permítele trabajar.
Pero el hombre apretaba aún más mi muñeca, y gracias a ciertas… acciones que había hecho antes con Hoshigaki-san digamos que me dolía. Entendía que este hombre era el Otousan de Taicho. En efecto, era un clon de mi capitán con cabello corto, solo que alrededor de unos veinte años mayor. Cabello ligeramente cano, pero aun en un perfecto estado físico. Voluntad testaruda y fuerte.
Olía a tinta y fogata; se notaba que era un hombre de temperamento fuerte.
Aproveche para mirar a Shisui, sentado en la típica posición Seiza, al fondo mirando a ambos hombres de pie conflictuando, viéndose cansado y enojado. Al lado estaba Sasuke, en la misma posición, pero en cambio, me miraba con rencor.
¿Y ahora qué le hice?
- Iie, Itachi. Escúchame, ¿es que acaso no te importa ver cómo se presenta? Es una cosa… empapada en sangre, apenas vestida entre esos harapos. ¿No estás viendo toda la destrucción que trae consigo? Es un presagio del caos que acarreará a nuestra casa, y, ¿ahora la dejaremos tratar a tu madre? – dijo sonando violento.
Como esta era una conversación de ellos, decidí permanecer callada, en especial, cuando no era mi casa. Aunque eso no me ha detenido antes, era mejor que entre ellos decidieran si fuera aceptada mi ayuda. Mientras tanto, levanté mi otra mano en secreto y empecé a escanear el cuerpo de la mujer sin tocarla.
Aproveché para retirarme el kunai que quedó atrapado en mi muslo izquierdo, sin que nadie lo notara, aunque por el sonido de la carne cortando y el temblor en la mano del hombre que me sostenía quedaba claro que no fui discreta.
- Chihihue-sama es la única opción que tenemos ahora.
- Si es así, entonces empezaremos los rezos habituales para el descanso de tu madre – interrumpió el hombre a Taicho con una voz potente, pero sin alzar la voz.
Se notaba que el hombre no había descansado, su rostro estaba ensombrecido con ojeras y labios secos. Sus propios ojos se notaban fatigados. Alrededor de unos días sin dormir; un vistazo rápido a Taicho demostró que estaba peor, parecía envejecido diez años, aunque ya no tenía los ojos prendidos con Sharingan, se notaba increíblemente cansado, casi enfermizo con esa piel demasiado pálida.
Shisui y Sasuke lucían en las mismas condiciones deplorables. La paciente debe de ser muy querida por ellos.
- Chichihue-sama – inició Sasuke – onegai, permite que la revise, que nos diga su propio diagnóstico.
Casi iracundo, el hombre mayor volteo hacia su hijo menor acercándose solo dos pasos, soltando mi muñeca al fin. Sin embargo, Sasuke se llevó lo peor de su molestia:
- Tú también estas dentro de esta locura, ¿no es así? Me estas decepcionando tanto, al continuar dando rienda suelta a la idea demente de tu hermano mayor. Otra vergüenza más, Sasuke – reprendió el mayor.
El joven pelinegro, aunque inamovible, coloco una mirada que jamás le había visto. Endureció su mandíbula y parecía contener tristeza, una enorme tristeza disfrazada de indiferencia.
Al lado de él, Shisui, por el contrario, endureció su postura y dijo con aire solemne:
- Fugaku-sama, aceptaste nuestro pedido como última esperanza para Mikoto-sama. No me obligues a tomar medidas drásticas por tu negativa a tus propias palabras.
- ¿Me estas amenazando muchacho? – susurro siniestramente el mayor.
Shisui lo miro con dureza en los ojos:
- Aceptamos primero tus condiciones, consideramos todas las variables tradicionales antes de siquiera considerar a Onmyōji-san; no es tu orgullo lo que debe imperar ahora, Fugaku-sama. Estamos hablando de la vida de la madre de tus hijos.
Aunque eso pudo haber calmado a cualquier otra persona, para Uchiha Fugaku pareció ser un cerillo más a su antorcha:
- Vienes ahora a decirme que es lo mejor para mi esposa, y ¿dónde estuviste antes? ¿Dónde estuvieron todos antes cuando ella estaba sufriendo, Shisui?
Eso, hizo estremecer a tres hombres adultos con la regañina de su líder.
El silencio se hizo imperioso dentro de la habitación sólo roto por los resollos de la mujer en cama, pero a mi punto de vista, estábamos perdiendo precioso tiempo.
El hombre se volteó hacia mí, y fue cuando noto que mis manos ya estaban coloreando verde sobre el cuerpo de la mujer.
Vi el momento exacto en que paso de la molestia, a la incredulidad y a un grado nuevo de ira en sus ojos transformando su piel en colores horribles de rojo sangre por su enojo descomunal cuando voltee a verlo.
Interrumpí tranquilamente justo cuando él empezaba a hablar:
- ¿Qué crees qué estás-?
- El shinigami aún no está aquí - Total confusión y nulo procesamiento percibí en su mirada - Pero su báculo tintinea cerca.
Me dirigí de inmediato a Shisui y a Sasuke con voz solemne:
- Tila, romero y paños. Salvia si es posible – ambos se movieron a la velocidad de la luz desapareciendo de la habitación.
Me giré a Taicho preguntando:
- ¿Tienen una tina o un estanque donde quepa su cuerpo?
Sin adelantarse a mí, asintió una vez y pregunto con conocimiento:
- ¿A temperatura corporal?
- Un poco más alto, necesitamos calentar su cuerpo con la infusión – respondí mientras descobijaba a la paciente.
Taicho se movió a la misma velocidad que sus familiares, dejándome con la mujer y con el hombre mayor.
Hablé tratando de calmarlo:
- Entiendo su renuencia y su desasosiego, pero créame cuando le digo que no busco lastimar a nadie, ni puros ni impuros.
Descubriendo el cuerpo de la mujer note que la habían dejado con un camisón largo blanco.
No, no funcionaría.
El hombre guardo silencio mientras continue removiendo cuidadosamente las prendas de la mujer, hasta que le solicite:
- Necesitamos un baño purificador, cambiarle la ropa por algo aún más ligero, ¿tiene sus prendas para cambiarla?
Cuando lo mire, tenía una cara de total irritabilidad con ceño fruncido Uchiha patentado hacia mí, que sólo eleve una ceja para saber si respondería mi pregunta.
- ¿Uchiha-sama?
Se acercó a una cómoda y tomo una prenda color negro. Un traje de baño completo. Bien. Lo coloco a los pies de su esposa y sin una palabra más, pero aún con todo el enojo que pudo reunir en la mirada se retiró de la recamara.
Una noche y un baño purificador después, la cercanía de los pasos del báculo ya no eran tan audibles.
Fue una noche pesada, debido a que, aunque tremendamente enferma, la mujer aún tenía fuerza de voluntad dentro de sí. Estaba luchando con fiereza por la recuperación de su alma.
Nunca había visto algo así. Era única.
El problema es que peleaba también conmigo.
Después de que continuamente los tres machos me proporcionaron la tila, el romero y calentaban el agua, no duraba más allá de tres minutos antes de que todo se marchitara o se enfriará.
Durante la primera hora toda acción era improductiva. Mi canto lo incapacitaba ella de alguna manera, y a la vez consumía parte del ninshu que le enviaba para la curación. Era como si supiera pelear conmigo a nivel espiritual pero tontamente se estaba debilitando más.
Tuve que pedirle a Taicho que la indujera en un genjutsu, aunque estuviera dormida, que pudiera distraerla lo suficiente para dejarme trabajar. Me miro con unos ojos planos y cansados, pero accedió de inmediato cuando le dije que ella me estaba dando guerra.
- No me escucha. Me pelea a cada paso.
Creí ver una sonrisa mínima de amor en su rostro antes de mover sus dedos a los ojos de su progenitora.
A partir de ahí, todo fue más natural como debió ser desde un inicio.
Me habían pedido primero lavarme, pero, no sé si el destino es sabio porque justamente la sangre que llevaba conmigo de los árboles Jubokko es medicinal. Así como bebedores de sangre también son curativos. Sí, una total coincidencia.
Obviamente para los shinobi cuando vieron que me metí en la enorme tina junto a la dama y diluí la sangre pesada conmigo junto al agua, empezaron a renegar hasta que notaron que la piel de la paciente empezaba a recuperar color.
Incluso la hice beber un poco. Sí fue asqueroso para ellos, pero no negaron que su cabello volvió a ser lustroso en los segundos siguientes, sin sonar tan resollante en sus lastimados pulmones.
Con un paño limpiándola, la tila y el romero nadando en el agua, cantaba en ninshu pidiendo por su salud notando sus mejillas huesudas llenarse un poco, pero no lo suficiente.
El líder no participo en ningún momento en el ritual de purificación, pero estaba sorprendido, cuando mi canto inició y el ninshu llego con fuerza inundando de paz y tranquilidad la habitación del baño.
Fue él quien recibió a su esposa inconsciente, una vez que termino el proceso, y procedió a secarla cuidadosamente después del baño.
Por desfortuna, el baño únicamente fue para purificarla, pero su enfermedad era crónica. No importaba cuantos baños hubiera, el mal en sus órganos regresaría hasta que realmente estuviera curada. El problema a eso es que necesitaba analizar su verdadero mal físico.
Pensaba en ello, mientras me duchaba. Una vez, que el baño purificador termino, fue Shisui quien luciendo también cansado, pero al menos esperanzado, me proporciono una toalla y me condujo a un baño privado personal de la segunda planta.
Podía escuchar los murmullos de las criadas jóvenes, mirándome y señalándome curiosas. Supongo que con mis jirones de traje manchados de rojo debí de llamar la atención. Dándome un pijama gris de mínimo tres tallas más grande – sin insignias afortunadamente -, Shisui me abandono a mi suerte para una ducha en regla. No dijo más. No era necesario cuando vi la gratitud en sus aborregados ojos.
La casa era extremadamente tradicional, y aunque contaba con luz eléctrica, y servicios modernos, por alguna razón estaban a la luz de las velas en la recamara principal donde aguardaba la paciente.
Ventanas cerradas y casi todo en la completa oscuridad.
Treinta minutos después, oliendo a limpio abrí la puerta de arroz, para encontrar a todos los machos Uchiha de la casa ubicados al fondo sentado en seiza esperando. Sólo Sasuke había estado cerca de su madre, como un niño esperando a que ella despierte para abrazarlo o dedicarle un beso.
Lo siento, Sasuke, pero no hoy.
- Tengo un diagnóstico – hable por primera vez en horas en lengua humana, el cabello sobre la toalla en mis hombros.
- ¿Y un tratamiento? – cuestiono enseguida Sasuke quien tenía la mano de su madre entre las suyas.
Ante la pregunta curiosa, todos los demás estaban expectantes. Si bien el mayor Uchiha ya no tenía esa aura de resentimiento, aun me veía con recelo y cautela. El intento de intimidación estaba en su cima con esa mirada.
La paciente lucía sólo un poco mejor. En sus mejores épocas, incluso hoy día en su salud óptima, debía ser extremadamente hermosa.
Con un cabello negro profundo y largo, entre lacio y ondulado, tenía una piel de alabastro preciosa que contenía la tersura misma de los melocotones maduros, sin una peca ni mancha en su piel, intuí que los ojos los heredo a su hijo mayor, porque los de Sasuke se parecían mucho a los del padre. Estoy segura de que su voz debía ser angelical y con unas manos semi callosas, supe que era una mujer trabajadora que encantaba de la lectura por los libros y pergaminos en su estante personal.
Evite suspira. Hacerlo sería que cuatro shinobi, altamente entrenados en lenguaje corporal se dieran cuenta de mis propias expectativas y lo que menos necesita esta mujer, es desesperanza.
Pidiendo permiso al patriarca con la mirada, accedió con esa mirada seria a que ingresará a la lujosa recámara y me senté en el medio, al lado de la cama baja, al otro lado de Sasuke.
Sentada en Seiza justo frente al mayor, lo miré un segundo y supe que tenía toda su atención. Levante mi mano izquierda a un lado, un poco más arriba de mi cabeza y dudando un poco de las palabras que debía utilizar, empecé.
El Ninshu convocado en mi mano la cual empezaba a descender poco a poco desplegaba una figura muy conocida para cualquier médico.
Una imagen holográfica en tonalidades verdes y algunas doradas para indicar los pasajes secretos de la anatomía:
- Estos – inicié – son los pulmones de una mujer con cuarenta primaveras en condiciones óptimas de salud.
Los ojos de tres shinobi se dirigieron hacia mi mano izquierda y la simulación de dos pulmones que respiraban tranquilamente viendo las carreteras aéreas torneadas de dorados entre los alveolos y las salidas de las corrientes de monóxido de carbono. Los pulmones emulaban los de mi propia respiración, hinchándose y desinflándose continuamente.
Alcé mi mano derecha e hice exactamente lo mismo con ninshu, sólo que, en esta ocasión, los pulmones eran totalmente negros e incluso, se podían ver las consecuencias de la necrosis en ciertas partes, en especial cerca de las arterias del corazón y del estómago. Era un cuadro de negro y grises, canceroso, que se predecían a punto de colapsar:
- Y estos son los pulmones de la paciente.
En todo momento, el patriarca me miraba a mí y no a las representaciones holográficas.
Algo me decía que no importaba cuanto tratara de convencerlo, no aceptaría ninguno de mis tratamientos y sólo estaba fingiendo escuchar para darle el gusto a los otros tres a su lado.
Sentí, en cuanto la imagen de la paciente se diluyo, que toda la esperanza que habían resguardado se estaba desvaneciendo rápidamente, aunque fue Sasuke quien más se aferró:
- Pero ¿hay un tratamiento? – pregunto con el ceño fruncido y el tono de la esperanza desesperada en su voz.
Lo mire a los ojos por un segundo, por dos, pensando en cómo decirle lo inevitable, antes de escuchar una orden potente a mi otro lado.
- Sin sutilezas, Onmyōji – La voz de Taicho, sentado al lado de su Otousan, llamo mi atención.
Lo mire igualmente y su cansada vista se había convertido en una fría vista de su panorama actual. Dolió verlo tan desilusionado.
Hable serenamente, volviendo la vista al patriarca:
- Su enfermedad es incurable – comencé, no sin antes ver como el hombre endurecía la mirada – pero es tratable, hasta cierto punto. – lo pensé mejor – Si todo sale bien.
- ¿Puedes hacerlo? – pregunto Shisui sonando como un Sasuke sólo que más grande.
- Hai, pero debo advertirlo. Le dolerá.
Sentí la antipatía de los tres shinobi que conozco a mi alrededor. Ellos sabían que la definición de dolor que uso no es a la ligera.
- ¿Cuánto? – pregunto Taicho con frialdad.
- Más allá de lo que yo misma podría soportar – conteste sinceramente.
Vi sus ojos cerrarse con resignación. Él no la sometería al dolor. Así como Shisui miro al rostro dormido de la paciente, Sasuke agacho la cabeza negando lentamente mientras también cerraba sus ojos.
Sólo el patriarca me mantuvo la mirada, mientras seguí contando:
- Es por ello, por lo que llame por ayuda.
Un maullido llego desde mi cuello. La toalla sobre mis hombros se diluyo sobre su genjutsu y Bastet apareció muy cómodo en su forma de gato normal.
Por el rabillo del ojo, note a Shisui iluminando sus ojos, así como a Sasuke levantar su cabeza en cuanto escucho el maullido. Taicho abrió los ojos con indiferencia, pero fue el patriarca quien estaba atontado.
Entonces, jamás se esperó que el gato-dueño de Shisui, fuera la mascota de la Onmyōji.
Mi neko se bajó de entre mis hombros y entablando una mirada con el patriarca saludo:
- Fugaku-seikō.
Mi gato se dio la vuelta y miro a la paciente.
- Mikoto-chan – se acercó para lamer la mano libre de la mujer, se acurruco a su lado, sin separarse de su mano y me miro con aquellos ojos morados verdes, ordenándome – Seikō, saca a todos antes.
- No me iré del lado de mi esposa, niña – enunció el molesto patriarca, pero fue detenido por Bastet.
- No nos referimos a los que respiran, Fugaku-Seikō – comento sin maldad mirando al líder.
El silencio se hizo cargo mientras sentía cuatro miradas atravesándome, buscando más respuestas, así que continue:
- Su casa es… - miré sobre el hombre del patriarca mientras se veían unos ojos aterradores amarillos atrás de él, sobresaliendo de la pared.
Entrecerré los ojos, porque este tipo de espíritu no debería estar aquí. No tiene por qué estar aquí. Un succionador de energía.
Sabía que Bastet también los veía e incluso podía ver más que yo, pero en específico este estaba tensando aún más al inconsciente patriarca. Con la vista entrecerrada, susurre:
- Utenfor – Fuera
El espíritu alto negro se elevó en sus dos patas con forma de brazos y pies en forma de manos hasta llegar al techo donde su cabeza golpeo con tremendo golpe que confundieron a los ciegos shinobi.
Bastet y yo movíamos los ojos a donde se movía el espíritu mientras este se movía por las esquinas superiores lentamente y se retiraba por los espacios de la ventana de la recamara, pese a que estaba cerrada.
Una vez que salió, su voluminosa cola golpeo contra la ventana de madera haciéndola crujir con saña, dejando tensos a los hombres que obviamente no podían verlo, ni ver a los otros.
Para cuando dejo la estancia, el aire era más respirable y regrese la mirada al patriarca que estaba totalmente rígido mirando hacia la ventana:
- … Antigua – finalice mi oración inicial ganándome su atención.
Respirando profunde inicie con mis indicaciones:
- El proceso de curación conllevará tiempo; no puedo indicar un periodo concreto, aunque estimo que sea de tres semanas. El cuerpo de ella colapsará si no se aplica ningún remedio inmediato. Se le calculan sólo cuatro o cinco días más de vida, a partir de hoy.
- La misma cantidad de tiempo que nos prometió, Shizune-sensei – murmuro Shisui con pena en la voz.
- ¿Pero? – cuestiono Sasuke de inmediato.
- Pero… - comencé lentamente – …se puede postergar dicho periodo si se lleva a cabo el tratamiento correcto, aunque tiene que ser un mixto de medicina tradicional y ritual.
- Dijiste que no aguantaría el dolor – aclaró Taicho.
- Y en efecto, no lo hará Seikō. – comento Bastet – por eso tomaré su alma durante los ritos mientras su cuerpo sufre, de esa manera no despertara con traumas.
La fría aura del patriarca fue contundente junto a sus palabras:
- ¿A qué te refieres con tomar su alma? – su voz era un páramo frío, oscuro y helado.
Respondí con tranquilidad:
- Debo extirpar el veneno negro que tiene invadido los pulmones de la paciente. Es un proceso altamente doloroso, pero en el nivel en el que se encuentra ella, con su cuerpo tan debilitado, es posible que el dolor empiece a menguar sobre su cordura y fuerza mental, así como en la espiritual. Apagará su voluntad por vivir.
Señale a mi neko al lado:
- Bastet se encargará de resguardar su alma para que no sufra en ningún momento, una vez iniciado el tratamiento. Será su guardián espiritual y mental.
No mencione que era altamente eficaz porque si Bastet realmente conoció a esta mujer, que es lo más probable, ella estaría familiarizada con él y accedería a ayudarlo inmediatamente con lo que necesitaba.
- Me puedes explicar cómo es que un gato puede siquiera hacer eso, niña – casi, casi entrecerré los ojos ante la palabra, pero fue Bastet quien respondió calmadamente.
- Oh, porque Fugaku-seikō, no soy un gato cualquiera – sonrió astutamente, pero no dejo caer su genjutsu.
Si de por si nos tenía entre ceja y ceja este hombre, demostrarle que todo el tiempo fue timado por mi gato, sólo lo haría negarnos cada vez más.
Fue Shisui quien pidió:
- Continua, onegai.
Asentí y comenté:
- Una vez pasado el periodo de posiblemente tres semanas, se requerirá que la paciente conlleve un tratamiento de medicina tradicional, el cual será preventivo y continuara negando a la enfermedad considerándola al grado de curada. Revisiones quincenales, se volverán mensuales, y gradualmente, semestrales.
- Fibrosis quística – murmuro Taicho con antiguas sospechas.
Asentí. Su madre le había heredado la misma enfermedad que él padecía, aunque eso no explicaba algo que me tenía confundida.
El patriarca lo miro con ojos entrecerrados, mirándome entre lapsos mientras miraba a su hijo mayor, llegando a la conclusión más obvia:
- Tú lo curaste – dijo sin emoción en la voz.
- Nos ha curado a varios, Fugaku-sama – dijo Shisui sorprendiendo a su líder al lado, quien lo volteo a ver con la misma sorpresa que a su hijo.
Posterior, paso a ver a Sasuke, pero el chico sólo negó con la cabeza. Aun no sé si fue para molestar a su Otousan o sólo se le escapo cuando comento:
- Su hermano fue el que me curo.
Eso abrió muy cómicamente los ojos cuando escucho a su hijo menor, y paso los ojos a Bastet, quien seguía ronroneando cerca de los dedos de Mikoto-sama y luego a mí nuevamente.
Frunciendo los labios, vi todo el funcionamiento de su pensamiento ante lo que sea que quisiera preguntar.
Aproveche el tiempo para evaluarlo. Era alto, heredo su estatura a sus hijos, también su fuerza, aunque Taicho era más liviano y ágil, dando lugar a su físico directo a Sasuke. Era increíblemente imponente e intimidante. Un cambio en su aura y era asfixiante el lugar. Otro cambio y parecía querer convertir todo en fuego de inmediato.
Un descuido y se sabe que podrá destrozar mi cuello con sólo un movimiento de su dedo, después de todo fue el que le enseño desde la infancia a Taicho; el único al que su propio hijo comento alguna vez que dudaría del resultado de una pelea entre ellos. Incluso Shisui muestra tantos modales frente a él y recato como nunca antes; y de parte del menor, se nota que Sasuke quiere, anhela, su aprobación. Sí, todos acataran lo que sea que el patriarca demande.
Era una fuerza de la naturaleza con vida y alma voluntariosas. Este es el patriarca del clan confundador de la Aldea más poderosa de todo el continente. No se puede esperar a que sea débil y mucho menos demostrar debilidad frente a una extraña; aun si esa debilidad es el amor de su vida y se ve que moriría por ella a cambio de que la mujer no sufriera.
Se le nota cada vez que posa sus ojos oscuros en su cama, como ahora. Incluso cuando la cargo en el baño, la sostenía como una preciada reliquia de porcelana, cuidadosamente, una muñeca de porcelana demasiado preciada. Al final del día, no importa la presión o el estrés; es el amor el que doblega a cualquiera.
Sus ojos se pierden en la piel de ella, como si no soportara verla así de desahuciada. Entiendo claro; es su compañera de vida, la madre de sus hijos; no sólo su matriarca.
- Si- si acepto esto – entono el hombre apenas tropezando en sus palabras, recomponiéndose de inmediato - ¿qué probabilidades hay de que ella sobreviva?
Miré a Bastet un momento. Mi neko asintió. Sería él quien se llevaría la mayor carga en esta ocasión.
- Cien por ciento, con un estimado superior a los veinte años, si consigue la medicación adecuada para el resto de su vida.
El hombre cerró sus ojos dejando salir un suspiro derrotado. Una esperanza de vida que se consideraría imposible por todo lo que seguramente le han comentado antes.
- Es importante recalcar que Bastet será quien se encargue de toda su fuerza espiritual, únicamente procesaré la vida corporal – comenté seriamente – es decir, si en este periodo de tiempo, algo le llega a pasar a Bastet, el espíritu de la paciente se podría… - me detuve pensando en que decir.
- Su vida pende de un hilo ahora, Onmyōji; no permitiremos que algo les ocurra a los tres en el lapso comprometido – comento Taicho con una inusitada promesa.
Asentí, mientras los ojos del patriarca se abrían mirando con una renuente esperanza al cuerpo de su esposa. La mirada entremezclada con amor, cariño, ilusión y pena era demasiado por lo que desvié la mirada al otro lado, sólo para descubrir que otro par de ojos me veían desde la oscuridad de una de las esquinas.
El problema es que los ojos locos estaban a la altura de la madera, y me veían con aborrecimiento y dolor.
Eso me recordó una nota mental.
- Necesito preguntar – sin dejar de ver la esquina, lejos de Taicho – ¿porque usan velas y no luz eléctrica?
- Mamoru-sensei, el médico en jefe, receto que era mejor no lastimar los parpados de Hahahue con la intensidad de las lámparas.
¿Qué estupidez?
Voltee a mirar a Sasuke con estupefacción que fue quien me respondió, pero incluso él se veía confuso ante esa respuesta de su doctor.
- ¿Y las ventanas cerradas? – continué preguntando confundida y el ceño fruncido.
- Mencionó que el aire frío podía lastimar más sus agitados pulmones.
Shisui lucía serio mientras recitaba las indicaciones del médico de cabecera, y, por un momento quise golpearlos por ser tan obedientes con un tipo cualquiera que evidentemente no sabía nada, ah, pero, conmigo me cuestionan cada cosa.
Me levante resoplando molesta y aperturé la ventana mientras decía con seriedad:
- El aire ventilado es lo mejor en estos casos, el aire encerrado solo apoyara a la exhibición de oxígeno envenenado en los pulmones de la paciente. – fui a por el interruptor y encendí la luz.
Una bola de fūton con un movimiento de mi mano me ayudo a apagar las tontas velas.
Seguí murmurando cosas como "velas asquerosas, médicos más asquerosos", dahh… que molesto era tratar con ancianos que no se aseguraban en actualizarse medicamente y, aun así, daban órdenes a diestra y siniestra como si fueran reyes actuando orgullosamente frente a sus pacientes moribundos.
Ellos parecían más paganos que yo en este castillo tenebroso.
- Y la luz ayudara a detectar manchas o cambios en la piel, y en la blancura de los ojos para notar cambios de cualquier índole, positivo o negativo, y actuar en congruencia. Y ahora, tú.
Observe a la bola de pelos en la esquina, de donde me habían visto esos ojos rojos. No rojos por el sharingan, sólo rojos por la esclerótica rota. Alcé la ceja al verlo bien notando su repentina incomodidad ante el brillo de la habitación y porque podía verlo fijamente.
Ah, era una cabeza cercenada de cabellos despeinados. Abrí la puerta de la recámara y le señalé la salida con la cabeza:
- Ute nå. Nå – Afuera ahora. Ahora.
Mirándome con esos ojos locos, no cedió por unos buenos tres segundos, y solo hasta que me cruce de brazos, la cabeza empezó a dar vueltas y cuando su frente o nariz pegaban contra el piso de madera un sonido se hacía constante sobre el suelo.
Los hombres estaban tensos, sintiendo que algo estaba mal, me miraban a mí y al espacio al que yo veía además de escuchar como el piso amaderado sonaba crujiente bajo nuestros pies.
La cabeza estaba a nada de salir cuando me miro cruelmente, hasta que le dije:
- Vi får se saken din senere, nå ute – Veremos tu caso después, ahora fuera – ordene con voz impaciente mientras se retiraba de la misma forma, haciendo que los sonidos de la madera se extraviaran en la lejanía.
Volví a sentarme en mi lugar, sin cerrar la puerta – necesitaba ventilación el lugar - antes de mirar esta vez al hombre mayor correctamente con buena iluminación y un aire sumamente limpio. En este punto, se notaba mi molestia. No había dormido, no había comido, me habían estado retando todo el tiempo. Sí, ya estaba irritada, y mi paciencia estaba a una gota de rebalsar su vaso de capacidad.
Lo mire con ojos desafiantes y alzando un poco la barbilla, entone con molestia:
- Usted decide. No puedo curar sin el permiso del dueño de la casa; o bien, si desea que me retire, una palabra es necesaria, y no nos volverá a ver ni a Bastet ni a mí.
El hombre me miro con una nueva emoción en los ojos, pero no sabría describirla. Únicamente escuche su pregunta de tono monótono:
- Di tu precio. – ordeno imperante.
- ¿Cuánto vale, para usted, la vida de su esposa? – pregunte con ojos entrecerrados.
- Onmyōji – reclamo Taicho con una orden beligerante, pero fue detenido por una mano de su Otousan.
El hombre me midió mirándome con implacabilidad en los ojos mientras me respondía con total calma:
- ¿Qué deseas?
- ¿Acepta o no? – cuestione con reprimenda.
Él mayor entrecerró sus ojos con crueldad:
- Tu precio, niña.
Eso me hizo enojar. Endurecí la mandíbula con irritación.
- ¿Quiere un precio? ¿Qué tal esto? No me vuelve a llamar niña, me respeta de aquí en adelante, y le entregó la vida de su esposa sana y salva, ¿le parece?
Eso pareció llegarle de forma contundente ya que abrió un poco más los ojos ante mi tono desafiante y antes de que continuara, le aclaré:
- Además, su precio ya lo ha costeado Hokage-sama, así que recomiendo que nuestro mutuo entendimiento, lo complementemos con la propina de la investigación, - recordé los modales al final - Uchiha-sama.
El hombre enmudeció después de eso, pero podía verlo pensando a toda velocidad. Era idéntico a Taicho. Podía ver las piezas mentales moviéndose detrás de su máscara de fría indiferencia, de aquí había heredado el analizar antes de hablar.
Tantas cosas eran entendibles ahora que los veía a ambos, pero toda mi visión se enfocaba en el hombre mayor que me miraba con un ojo tan clínico que Obāsan-sama tendría un poco de envidia.
- ¿A qué te refieres con investigación? – pregunto al final el hombre con ojos entrecerrados.
- Tengo mis sospechas para creer que la paciente ha sido envenenada – dije sin discreción, ocasionando que los cuatro se tensen y parezcan crueles demonios en búsqueda de venganza.
Bastet me azoto con su cola, reclamándome ser tan vengativa.
- Como dije, son sospechas, no es concluyente.
- ¿Por qué lo piensas? – cuestiono de prisa Taicho.
- Por el avance de su enfermedad. – Me dirigí de nuevo al patriarca que lucía estoico, pero con una mano en su cinturón. Un kunai se divisaba escondido - ¿tengo razón al describirla como ama de casa, poco o nulo entrenamiento shinobi, así como dedicada únicamente a deberes del hogar?
Él asintió, a lo que proseguí, asintiendo una vez:
- Para alguien de su edad, con las características de una vida tranquila, ni siquiera sería necesario este tipo de tratamiento, sino el tradicional medicinal con revisiones periódicas en el hospital a partir de sus cincuenta años, y, aun así, no presentaría este tipo de síntomas y consecuencias. – voltee a verla un momento - El nivel de su enfermedad está más avanzado conforme a la congruencia de su vida, como si continuamente hubiera sido bombardeada con pequeñas dosis de intoxicantes para su cuerpo, debilitándola y dejándola en este estado.
- Pero ¿cómo? – comenzó Shisui luciendo confundido – es ella quien cocina para todos, no permite que nadie la ayude en la cocina, a menos que sean los banquetes del clan.
- Su vida social no es tan prominente como antes, aunque siempre fue muy recatada y evitaba comer fuera o aceptar regalos de terceros – continuó Sasuke con la vista en la paciente – no aceptamos visitas sin expresa revisión de armamento.
- ¿Posibilidad de maldición? – consulto Taicho mirándome.
Negue con la cabeza un segundo, hasta que lo pensé mejor, mirando a la puerta donde estaba expectante el ojos locos de la cabeza cercenada mirándome:
- Es una posibilidad – me dirigí a mi Taicho – revisaré la casa para limpiar a los impuros.
- ¿Cómo sabemos que no es una treta para que indagues en la casa mayor de Uchiha? – cuestiono el hombre mayor, aun luciendo indeciso sobre mí.
- Su casa no me ofrece nada que no haya visto antes – conteste mientras miraba las esquinas en búsqueda de restos de ofrendas paganas – a menos que tuviera un grifo o un cerbero escondido. Entonces lo retaría en un duelo por él al amanecer de la octava luna, pero como no tiene uno ni otro… – levante los hombros cuando termine mi inspección visual, regresando la mirada al mayor - … no me interesa.
Viendo al hombre mayor, parecía todavía más indeciso. No. Indeciso no. Intrigado. Estaba curioso, pero a la vez receloso. Obviamente había escuchado los rumores sobre mis habilidades, pero nada se compara a los terrores que los padres ejercen sobre sus hijos con historias de terror a través de las generaciones hablando sobre las maldades de las brujas y las hechiceras. Cuando escuché la primera vez que según me podía convertir en un pavo y me quitaba mis propias piernas para lanzarlas al fuego, me reí sin fin porque no podía creer la testarudez humana de volvernos tan mitológicas.
Los demás ya estaban en estas alturas acostumbrados a mis excentricidades – palabras de ellos – aunque sabían que todo lo que decía era verdad. Yo seguía en la búsqueda de mi león alado con cola de serpiente.
- ¿Puedes hacerlo? ¿Curarla justo cómo prometes? – pregunto con esperanza no deseada en la voz y sus ojos eran increíblemente serios.
Nivelando mi mirada a su nuevo nivel de respeto, emule su acción. Lo miré con seriedad y respondí:
- Hai.
Lo pensó seriamente, por mucho tiempo y no nos soltamos las miradas con las barbillas en defensa, comprendiendo que ninguno cedería. Al menos yo no. Le debía esta ayuda a mi capitán. Aun si tuviera que raptar el cuerpo de su madre, la ayudaría fuera de esta casa a como diera lugar.
Alta fue mi sorpresa – y la de los otros tres abriendo un poco los ojos - cuando, sin deberlo ni temerlo el mayor contesto de pronto:
- En ese caso, siéntete bienvenida en mi casa el tiempo que sea necesario para la curación – eso gano la atención de incluso sus propios familiares, pero el continuó - sin embargo, si noto algo remotamente maligno, te detendré con mis propias manos. Un ritual que yo no apruebe y sales de esta casa. Espero que quede totalmente claro.
- Totalmente Uchiha-sama – realice una reverencia perfecta agradeciendo su decisión.
- Inicia cuanto antes – se detuvo un momento – Onmyōji-san.
Las bobinas de chakra estaban quemando en este punto las puntas de mis dedos, tan cansados que por poco impacto con una artera cardiovascular y no la bifurcación traqueal, decidiendo que era todo por hoy, además de hizo un gran avance.
Cada dos días se realizaba la extirpación de todo el petróleo dentro de los pulmones de Mikoto-sama, así como en algunos otros órganos que también se estaban pudriendo. La necrosis pulmonar en este nivel era lo que estaba terminando con la vida prematura de la mujer. Los días en que no se tocaba el cuerpo, procedí a cantarle a su alma para que no se agotará y se rindiera en el camino a su recuperación.
Bastet hacía un espléndido trabajo colocándose a los pies de ella y atrayendo su alma fuera de su cuerpo, resguardándola en su forma espiritual, justo en la mirada atenta de mis elementales espirituales para que nadie – impuros – entrasen o tomaran control del cuerpo de Mikoto-sama.
Tuve que tomar mucho esfuerzo colocando los sellos de protección, limpiando primero nuestro lugar temporal de reubicación en una habitación con pocos muebles.
Por lo que me habían dicho de ella, le encantaba su propio jardín, así que, colocando plantas y flores frescas entre lirios y narcisos continuamente alrededor de su cama, ella podía sentirse más segura en la oscuridad de la inmensidad del mundo espiritual si tenía cosas familiares cerca. A saber, la música clásica que le gustaba escuchar, un shamizen tocando muy tenue y suave.
Tenía excelente gusto la dama de la casa.
La ventilación era necesaria, por lo que solicitando abrir cada ventana, el aire tenía que sentirse libre, puro, y la casa era perfecta para dejar pasar el aire en cada habitación, así como la iluminación natural.
La habitación tenía sellos de ninshu, que a la vista de ceño fruncido de Uchiha-sama se notaban satánicos, realmente eran para proteger tanto el alma como el cuerpo de Mikoto-sama y eso conllevaba mucho esfuerzo. Ayudaría si Naruto estuviera aquí y me ayudará con los rezos, pero se hacía lo que se podía con lo que se tenía.
Cuando le pedí a Sasuke que cortara sólo rebanadas finas del árbol de Jubokko y las pusiera a hervir, me hizo una mala cara, pero cuando vio que la taza no la tomaba yo, sino que se la dedicaba a su adorada madre, me veía como si me hubiera vuelto loca.
Pude explicarle que la sangre de los Jubokko era curativa, que lo comprobara él mismo. Cada vez que se lastimara, bebiera una taza de la misma calidad como le acababa de pedir y vería los resultados por si mismo.
No paso más allá de media hora cuando me susurro: "no sabe tan mal". Le murmure en venganza: "vampiro por siempre".
No era el único al pendiente; los demás hombres tanto como Shisui y Taicho se quedaban sentados en seiza, a veces orando en silencio en su lengua materna, a veces siendo ellos los que le daban la taza de sangre, a veces limpiando las manos y pies con tila y pomelo de la mujer con el mayor de los respetos. Cuando me quedaba dormida, dentro del círculo del sello mayor, podía ver a Bastet viniendo a cuidar mi alma también.
Mi neko lucía tan distinto en su forma espiritual, casi humano, a menos que quitará sus orejas aun puntiagudas y ambas colas negras. Me sostenía entre sus manos arrastrándome al valle de los sueños. Había tantos habitantes en esta casa que era casi opresiva la llamada de atención y de energía que pedían de nosotros.
Y ahí estaba Bastet, mirándome con pena en sus ojos mientras caí de rodillas en el mundo espiritual, en su forma alta y gallarda, con piel de alabastro y garras puntiagudas, cuidándome de todos ellos.
Almas tristes y perennes aguardando en una vieja mansión, atrapados entre sus recuerdos y su vida espiritual. Quería rezar por ellos, pero fue tanto dolor el que vi en algunos ojos muertos que al tercer día simplemente caí de rodillas por la energía que robaban de mí.
Empezaron a consumir mi aire, me tranquilice y cante más alto, más agresiva, tanto que el ninshu se agito, volviendo la paz de la habitación en un ruego de alejamiento. Por eso tuve que colocar el sello mayor en toda la recamara.
No estaban atraídos por el alma de Mikoto-sama, venían a por la mía. Estaban siendo llamados por los cantos de ninshu que iluminaban la casa, llenándola con armonía y rezos de ambrosía.
No pude salir la primera semana de la nueva recamara de Mikoto-sama. Eran demasiados y no podía arremeter contra todos, no con la paciente tan débil, no con su cuerpo al borde, no con el mío tan cansado.
Podía ver a los Uchiha ofrecerme té, comida, pero negué categóricamente todo. No por desconfianza, sino porque todo lo que comía en este punto, sería devuelto. Era consecuencia de usar tanta energía espiritual.
Mikoto-sama tenía los pulmones tan colapsados que cada vez que metía mis manos empapadas en ninshu a través de su pecho, coágulos de veneno negro salían de entre mis dedos.
La primera vez que Uchiha-sama me vio hacerlo quiso detenerme antes de que viera con sus propios ojos como estaba extirpando la enfermedad de su esposa a borbotones. Se quedo tan anonadado, que hasta la quinta vez que lo seguí haciendo, fue él mismo quien cambió el agua que utilizaba para purificar su cuerpo en la siguiente bandeja.
No permitió que ninguna de las sirvientas ayudase. Él mismo se ofreció como asistente cada dos días para restaurar la salud de su esposa.
Para cuando logramos retirar el 80% del veneno, el restante era aquel que había quedado atascado entre los bronquios lobulares y la língula. Eran arterias tan delicadas y pequeñas que sólo el fino control de chakra podía llegar hasta esos parajes. Un descuido y sería la diferencia entre la muerte de la paciente y la mía evidentemente a manos de su amado esposo.
Propuse a Uchiha-sama, que para documentar el caso y evitar casos similares futuros, permitiera que el médico de su elección viniera a confirmar todo el proceso. Un punto de vista médico tradicional, comenté.
Mi objetivo es que, en efecto, hubiera un registro sobre cómo actuar en estos casos, pero un trasfondo era que esperaba que eso ayudará a que evitará que me continuara viendo como una amenaza, al menos por ahora. Simplemente me miró, con conocimiento de causa, como si supiera leerme exactamente cómo lo hace su hijo, y para mi sorpresa, asintió.
Al día siguiente, no estaba presente el médico de cabecera, el estúpido que no supo hacer nada; si no un médico adolescente, el segundo en categoría, dijo Shisui, la promesa médica de Uchiha. Al parecer, no volverían a confiar en el médico anciano y prehistórico.
El joven médico, Daisuke-sensei, al igual que cualquier otro Uchiha en la historia, con sus cabellos cortos negros y lacíos unidos a una piel blanca, me miro primero con cautela, luego recelo, y mientras le explicaba el por qué necesitábamos tratar primero la bifurcación carina para seguir con el bronquio derecho en lugar del izquierdo, para no retirar la capacidad de oxigenación al corazón, me miraba con incredulidad y posterior con expectación. Un pergamino anotaba todo lo que se explicaba, y por cada pregunta que me hacía el joven médico, anotaba la respuesta a toda velocidad con esa letra ilegible suya.
El primer día de enseñanza miraba mis manos como si nunca hubiera visto un control de chakra en la vida.
Perfecto, decía él. Anota, le contestaba yo.
Supe que pidió permiso para que otros compañeros suyos vinieran a ver el procedimiento, pero el patriarca se negó ante su petición. Me negué rotundamente. Un alma más involucrada en la habitación significaba que yo tenía que cuidar sus hilos de unión alma-cuerpo y no podía hacer eso. No era tan multifuncional, no cuando ya tenía a sus tres hijos y a su esposo continuamente entrando y saliendo, a quienes también debía proteger.
Para cuando llegaba al punto en el día en que sabía que el cuerpo de Mikoto-sama estaba agotado, yo misma me retiraba a la esquina más alejada, me envolvía en una manta y dormía agotada. Podía ver a Bastet en el mundo espiritual recibiéndome con esa calma suya.
Me acurrucaba en el piso blanco de la cama de los sueños y me sentía tan apapachada por él. No hablábamos más que de ella, la madre Uchiha.
Él me respondía que sabía ella que algo estaba ocurriendo, pero estaba muy contenta descansando después de tanto dolor. Sonreía al ver sus bigotes negros en mejillas humanas de pómulos altos en su piel blanca como la leche y me dedicaba a dormir.
Así fueron los primeros seis días, en los que mi carne se pegó a mis huesos y mi piel olía a sudor y tila, pero al amanecer del séptimo día, antes del primer rezo, al elevar la persiana para dejar entrar el sol en todo su esplendor, estaba la primera señal de victoria sobre el cuerpo de Mikoto-sama.
Su nariz resplandecía roja.
Tenía frío.
Significaba que su sangre al fin estaba calentándose. Y yo estaba tan feliz, porque al fin, al fin después de dos meses de maldiciones, de echar a perder mi amistad con Taicho, después de retar a medio mundo salvaje con peleas incesantes, después de arrojar mi vida en una espiral de caos, al fin, al fin había hecho algo bueno. Al fin estaba contenta conmigo misma.
Al fin, redescubrí que no soy tan inútil.
Resoplé tremulamente. Lloré acurrucada en una esquina mientras cantaba tartamudamente, contenta de no ser una escoria total.
Itachi la encontró azotada en una esquina y su corazón se estrujo de nuevo ante la vista. Se veía tan sola y pequeña, de nuevo.
El cuerpo de Bastet había desaparecido hace días y aunque lo habían buscado, no daban con su paradero, aunque su energía se sentía cerca.
El cuerpo tan cuidadosamente respetado de su adorada Hahahue en medio de la habitación, estaba cubierto por una nueva colcha, y se acercó a ella sólo para sentir una novedad. Estaba cálida con sus mejillas sonrojadas, no con fiebre, sino con calidez corporal normal y su piel lucía mucho mejor que en los últimos días, a pesar de que sólo había estado bebiendo caldo de pollo la última semana.
Pero podía verla ahora. Estaba mejorando. Tenía incluso su cabello peinado y dejaba salir vaho con cada respiración por el aire otoñal. La ventana estaba entreabierta y el olor del incienso y sus flores impregnaban todo el lugar.
Sintió un dolor pesado en el corazón cuando noto que su madre viviría mucho más allá de sus esperanzas, cuando alguna vez pensó que no lo lograría. Lo supo todo el tiempo, pero verlo a saberlo es muy distinto.
Dedico una hora de oración a su lado. No murmuraba las palabras en voz, solamente las decía en su mente. Toda clase de petición a algún dios misericordioso que lo escuchara.
Fue entonces cuando sintió a Sasuke sentarse a su lado, y a Shisui en el otro. Desplegaron sus propios rezos, cada uno a su estoica manera.
Su padre no rezaba, no con ellos. Pero sabía que lo hacía a su manera, aunque no admitiera que lo hacía, en la privacidad de su estudio donde se podía oler el incienso de sus oraciones.
Una fuerza - no una corriente de aire - empezó a revolotear sobre sus cabezas y sintiendo el chakra natural, vieron las cosas elevarse mientras Daisuke-sensei, el nuevo médico graduado, estaba revisando la milagrosa recuperación de Hahahue-sama.
El doctor estaba revisando con su estetoscopio el pecho de la paciente, cuando de la nada, una fuerza pareció emerger de entre los espacios de la madera del suelo y comenzó un pequeño caos.
Pinceles, pergaminos, macetas, estantes, lámparas, ropa, todo, empezó a levitar menos sus propios cuerpos, aunque Itachi sabía que era porque eran demasiados pesados. Sakura no podía levantarlos. Al menos no en su estado actual.
El médico empezó a susurrar torpemente y tropezar hacia atrás en sus propias manos sobre la madera cuando vio los objetos no solo levitar sino empezar a dar vueltas por la recamara como en un baile.
- ¿Nani? ¿Cómo… cómo, qu-e-e, esto? – tropezaba con sus propias palabras sin dar crédito a lo que sus ojos estaban viendo.
Shisui lo tomo de los hombros y le señalo con un dedo en los labios que guardara silencio y señalo con la cabeza a Sakura, en la esquina.
La maltratada pelirosa tenía las cejas fruncidas al igual que los labios. Todo en ella parecía incomodo, y lo más sorprendente para el médido: estaba dormida.
Tenía una pesadilla. O al menos un sueño irritante.
Sabiendo lo que ocurría y con toda tranquilidad, Sasuke se acurrucó más con su madre, impidiendo que su cuerpo también comenzará a levitar, mientras Itachi se levantaba y tapaba los párpados de Sakura, calmándola de su molesto sueño. Le susurraba como Naruto-kun le había enseñado, meses atrás en la casa Namikaze, en un episodio de telepatía dormida cuando la vio hacerlo por primera vez:
- Det er en drøm. Er alt i orden – Es un sueño. Está bien – le murmuraba mientras acariciaba su mejilla con la otra mano.
Era irónico que Sakura no supiera cuantas pesadillas tenía por semana, o al menos sueños que podían convertirse en pesadillas; por un tiempo, durante sus misiones juntos, se había calmado, pero al parecer, sus pesadillas regresaron. Cada vez que sucede eso, su chakra se eleva y permite que empiece a levitar las cosas sin orden ni ritmo totalmente inconsciente de ello.
La única vez que se salió de control, fue cuando Naruto-kun intervino, cuando las cosas empezaron a azotarse unas entre otras, sin despertarla y bloqueando su vista como si así se calmará. Y lo hizo.
Ahora, funcionando claramente, las cosas empezaron a mecerse nuevamente al suelo, dejándolas todas en un nuevo lugar, desperdigándolas por doquier. Afortunadamente, nada se rompió o ella se sentiría apenada.
Con todo en calma, Sakura parecía más tranquila, disolviendo su ceño fruncido, una vez que Itachi retiro su palma de sus párpados hundidos. De nuevo, estaba flagelándose a si misma para poder sanar. Era una necia, pensó con tristeza, mientras la acomodaba de tal forma que quedará acostada sobre sus piernas.
No había querido comer, no hasta que Hahahue-sama mostrara mejoría, y las clavículas bajo la pijama oscura eran más visibles y se mostraba una piel cenicienta. Un día más, se dijo. Si ella no quería comer por otro día, la obligaría, en especial cuando Daisuke-sensei comenta que Hahahue está recuperándose positivamente, aunque el médico no entendía como sólo con rezos y chakra medicinal verde se podía lograr. Días antes lo había visto llevándose una muestra de la tila y el romero que utilizo Sakura para hacer pruebas, pero se decepcionaría cuando viera que sólo eran plantas compradas en el mercado local.
Él había hecho lo mismo en cuanto llegaron a Konoha por primera vez.
Con la cabeza de la joven en su regazo, continúo rezando otro rato más, al igual que su primo y hermano; ambos con los mismos estragos del desorden emocional que ha dejado Hahahue-sama detrás de si.
Los hombres de su vida se desmoronan porque la matriarca del clan está al borde de la muerte, y aunque desea olvidarlo, las palabras de Chichihue-sama regresan a él con fuerza cada vez que lo recuerda: ¿Dónde estaban ustedes? ¿Dónde estabas Itachi?
El niño dentro de él esta avergonzado, arrepentido de haber olvidado a su familia por tanto tiempo. El hombre que es hoy día, en lugar de buscar culpables, busca opciones.
Hubiera contactado a Sakura antes, desde el minuto uno, pero su Chichihue-sama lo impidió cuando Mamoru-sensei comento que eran hechicerías no necesitadas y, de hecho, consideradas malditas dentro del sintoísmo que practicaban. Shisui tuvo que amenazar con tomar el control del patriarcado a la brevedad si Chichihue-sama se rehusaba otro segundo más, cuando nadie les daba una expectativa de esperanza.
Sabía que Sakura podía. Estaba desesperado por incendiar el último brazalete de ella en chakra para convocarla, pero ante las negativas de los médicos del clan, y de su propio patriarca se vería como un paria y sería despojado de todo control. Sabía que no le harían nada, pero no quería dejar desprotegido a Sasuke en caso de que resultara marginado por su propio clan. Shisui quedaría solo a cargo del clan, frente a decrépitos fósiles humanos y todo por lo que habían trabajado tan duro por cambiar, se destrozaría en miles de ilusiones de sueños incumplidos.
Para cuando Shisui amenazo, Uchiha Fugaku reacciono y accedió, más por el ultimátum que por realmente hacerles caso para salvar a su amada madre.
Apenas comidos y descansados, se despertaron cada mañana, y se dirigían a la recamara temporal para rezar junto a una intensa Sakura. Les pedía no tocar el sello mayor para que sus almas no fueran atacadas, y podían verla sacar sendas cantidades de daño negro de los pulmones de Mikoto-sama.
Itachi recordaba perfectamente cuando él sufrió lo mismo. Sólo que él tenía la fuerza suficiente para devolver todo por si mismo. Ver a su madre en el mismo estado o peor, quien yacía inconsciente era…
Jamás volverá a abandonarla tan a la deriva de su soledad, se prometió. Tantas cosas por las que arrepentirse al saber que ella se estaba desvaneciendo en la vida, una vida que ella coloreo tan bellamente para sus hijos y que la dejaron a un lado al final de sus días.
No. Jamás volverá a suceder.
Hokage-sama fue informada, por supuesto, notificando que estaría fuera unos días, al igual que los principales de Uchiha y Sakura, sin embargo, sólo autorizo semana y media como medida.
Necesitaba más tiempo, sabía, para investigar lo que había dicho su kodai. Lo que más azotaba su mente. Su madre había sido envenenada gradualmente. Y tiene toda la lógica del mundo. Si él, con todo y carrera shinobi, gozaba de una deplorable salud por ser un shinobi de entrenamiento duro y vida aún más agresiva; su madre, una dama sin estrés aparente alguno, sin la misma condición y lejos del peligro, debía de gozar de mejor salud seguramente, aunque era todo lo contrario. Su madre sólo era dieciocho años mayor que él, por lo que no era por su edad, lo sabía.
Era un misterio que tenía toda su atención por resolver.
Un movimiento en su regazo lo alertó, sacándolo de sus lúgubres pensamientos. Vio el subir y bajar de unas rosadas pestañas, tratando de enfocarse presumiblemente.
Vio como los ojos verdes apagados se entrecerraban continuamente por la luz en la habitación. Para cuando los abrió completamente, Sakura se percató en donde estaba, abriendo más los ojos y desviando la mirada avergonzada, murmurando una disculpa. Itachi se sentía igual y no evito que ella se levantará, retirándose a su esquina.
Desde su horrida pelea, no se habían hablado más, no hasta la noche en que la convocó. Estaba avergonzado por todo lo sucedido entre ellos. Desde la errada misión hasta la forma en como quiso llamarle la atención para darle a entender su punto. Supo que lo había hecho mal desde el inicio, sin explicarle con un detalle óptimo, sin una mejor perspectiva, pero no sabía cómo disculparse. No sabía cómo hablar con ella de nuevo.
La sintió aclararse la garganta antes de decir:
- Ohayou gozaimasu – Buenos días – su voz sonaba rota y seca.
- Ohayou – contestaron los demás hombres entre murmullos.
Aunque un ansioso Daisuke-sensei quería preguntar, fue censurado por Shisui cuando quiso hablar de la telequinesis de su sueño:
- Sakura-san, ohayou. ¿Podemos iniciar con la revisión? Estuve revisando los bronquios, ambos laterales y, si bien no están limpios, están funcionando al 40% de su capacidad. Técnicamente es imposible, cuando hace apenas tres días estaban al 15%, aunque bueno, según Mamoru-sensei estaban al 8% cuando la reviso él mismo por última vez. Entonces, ¿procedemos a revisar el cartílago arterial hoy?
Sakura se rio entre dientes y murmuro:
- Tienes un valor envidiable, Daisuke-sensei, al hablar tan alegremente de la experimentación humana, no sólo de tu matriarca, sino de la madre de estos chicos frente tuyo.
El joven médico, totalmente avergonzado, se inclinó con la frente al suelo y recitó:
- Discúlpenme onegai, Itachi-sama, Shisui-sama, Sasuke-sama, no estaba pensando correctamente. Por supuesto, si gustan de castigarme con un justo castigo seré yo mismo quien reparta los látigos.
Sakura se rio todavía más, cuestionando.
- ¿Aun usan látigos? Recomiendo utilizar fustas con picos dentados de metal. Eso funciona mucho mejor.
- Hai, por supuesto, si, eso… espere, ¿Qué? ¿qué dijo Sakura-san?
La pelirosa empezaba a levantarse, pero Itachi noto como ella estaba sosteniéndose demasiado de la pared, como si le costara ejercer presión en sus propias piernas, faltas de fuerza.
Shisui le dirigió una mirada a Itachi, pero este se negó. Volvió a fulminarlo con la mirada para dar a entender que debería ayudarla, pero el de cabello largo se negaba rotundamente.
Estaba seguro de que ella no quería su ayuda. Al contrario, se enojaría si era él quien la intentara ayudar.
Viéndola tropezar, hacia la ventana, la abrió aún más y un suave fūton ayudo a subir la manta sobre el cuerpo de Hahahue-sama. El calor Uchiha a su alrededor ya era suficiente para mantenerla más cálida.
Fue Sasuke, quien, viendo el tonto intento de Sakura de no bostezar más, decidió dar un paso adelante en pro de ayudarla:
- Ven aquí.
Sakura giro la cabeza impresionada por la voz de mando de Sasuke, que se ganó las miradas de todos los demás al levantarse inesperadamente, estirando su mano:
- Que caballeroso, Sasuke – dijo Sakura con cejas alzadas, aunque más que sarcasmo, sonó a aburrimiento. – Ayudando a una damisela en apuros.
- Si, si, apestas.
- …Eres un caballero bastante gruñón, vampirito.
- Eso no quite que apestas. ¿Ya puedes comer?
La pelirosa tomo su mano y asintió con ojos cansados. Salieron de la recamara después de que Sakura declarara:
- Vuelvo en un minuto… o veinte. Daisuke-sensei, revisa los riñones, la arteria renal estaba dañada hasta ayer, necesitamos limpiarla cuanto antes.
- Hai Sakura-san – respondía avergonzado aun por sus comentarios anteriores.
Para cuando salieron tanto Sasuke con Sakura, Itachi se sintió más apesadumbrado. Reconfortado por Shisui quien se sentó junto a él en la pared, viendo al médico trabajar, no eran necesarias las palabras. Ambos se sentían tan cansados, y aunque era una buena noticia el ver la piel en mejora de Hahahue, no sería lo mismo, hasta no verla despierta: caminando, rozando sus rosas entre sus propios dedos, sonriendo por la gracia de estar viva.
Quería volver a escucharla, y aunque sonara infantil, escucharla decir que todo estaría bien. Que estaría con él por mucho tiempo más. Tan egoísta como sonaba, no quería afrontar que no estuviera en su vida.
Un hijo jamás deja de amar a una madre.
Con la mano de Shisui apretando fuertemente la suya, y viceversa, ambos se entendieron. Sólo necesitaban que ella despertara para demostrarle cuanto la aman y como jamás volverán a abandonarla.
- ¿Recuerdas cuando vimos un cerdo tragando en Yugakure mostrándose asquerosamente grotesco al moler granos de arroz en su hocico lleno de lodo? Imagina que ese cerdo eres tú, emulándolo a la perfección en este momento.
Miré suciamente a Sasuke quien seguía, para mi sorpresa, calentándome otro bol de sopa.
Instalándonos en la cocina después de una merecida ducha en una habitación que me informaron que era mía temporalmente, Sasuke me sorprendió dejándome sobre el futon varias mudas de ropa. Mi ropa.
Incluso empezaba a olvidar cómo eran mis antiguos trajes.
Afortunadamente me trajo el uniforme negro, que fungía como el equivalente al Anbu original, totalmente cocido por Sacacorchos nuevamente; y mis largas faldas campesinas de ermitaña. Incluso me trajo ropa interior y uno de mis kits médicos que inmediatamente reconocí como los que dejé en la casa Namikaze.
Una nota de Karin-san venía agregada:
"Envió un vial con mi sangre por si es de ayuda, me prohibieron el paso a la Casa Mayor de Uchiha por el honor a la discreción o algo así – puras mierdas -, pero si necesitas más, envía al gato demonio sin más".
Toda una niña dulce se ha convertido esa cachorra. Bebí de un sorbo su vial, sintiéndome asqueada y aun así relamiendo por el metálico sabor.
Mikoto-sama estaba a salvo con la sangre del árbol, en cambio, me haría bien reestablecer chakra y sustento.
Vistiéndome con una camisa algo holgada de color blanco, y una falda voluminosa hasta los tobillos color fresa, me ate el cabello en una pequeña trenza. Nuevamente tendría que cortármelo pronto, empezaba a verse más largo llegándome al hombro.
Con calcetines delgados, salí de la habitación, mandando una carta de agradecimiento y buenas nuevas a la casa Namikaze. Desde que acepte en Anbu Raíz a los tres renegados que viven en la casa Namikaze, Suigetsu-san, Jugo-san y Karin-san, se han tomado como atributo personal ser los escoltas de Sasuke en muchas misiones que les había estado asignado. Trabajan bien, pelean duro y entregan resultados, a pesar de que Hyo se quejaba constantemente de ellos.
El tesorero y yo no opinábamos lo mismo.
Tomando nota mental, tenía que hablar con Sasuke justamente sobre su rango.
Con una piel fresca, y ropa limpia, salí de mi habitación temporal y percibí el chakra de Sasuke en otro espacio, más lejano. Más que el olor de azul eléctrico de su chakra, fue el olor de la comida lo que perseguí; a medida que avanzaba entre pasillos y esquinas de un interminable laberinto de madera y papeles de arroz, sentía las miradas curiosas de varias criaturas con las que me encontraba, tanto puros como impuros.
Ojos en la oscuridad luciendo incautos de espíritus, así como ojos de jóvenes féminas sirvientas y uno que otro macho, me veían desde la periferia caminar tranquilamente a mi destino.
Para una casa tan grande, la cual sólo podía describir como una enorme mansión, rodeada de jardines otoñales y pulcros pisos de rica madera pulida, era normal que su antigüedad hablará por si misma.
Estaba llena de humanos y de almas perdidas.
Tan variado como era el estilo Uchiha con sus cabellos y ojos oscuros, los impuros que se asomaban eran más traviesos, como si se sorprendieran de mi presencia y los atrajera. Algunos eran tan diversos como altos bambú y otros como la cabeza cercenada que me veía con impaciencia.
Con calma, me asome después de unos buenos cinco minutos caminando entre pasillos imposibles y salas enormemente opulentas, a un nuevo espacio.
Una cocina.
Me sentí victoriosa por encontrar algo para degustar hasta que noté a Sasuke frente a la sartén.
Sasuke + Sartén = El definitivo olor a quemado de la carne que ahora luce como chancla negra.
- Puedes abandonar cualquier intención de volverte chef. Desde ya, te digo que mataras a alguien con tan sólo prender la sartén.
Mi comentario fue recibido por su mirada fulminadora a la vez que un fuego aceitoso sobresalía de las hornillas, tanto que incluso el tonto se asustó.
No pude evitarlo y me reí al verlo sufrir.
Moviendo la mano, evite que llevará la sartén al agua, y sólo le ordene:
- Un trapo, dame un trapo. – me arrojo uno y así acabamos con el intento de destrucción humeante de su propia casa.
Revisando la sartén había un chamuscado hueso incomible ahora.
Mire a Sasuke que lucía ligeramente ahumado con sus labios fruncidos. Un segundo después le pregunte:
- ¿Tienes sopa?
Así fue como terminamos revisando su refrigerador para encontrar que, en efecto, había unos cuantos onigiri rellenos de atún. Me pidió sentarme mientras él ponía a calentar sopa.
- ¿Por qué si tenías tanta comida preparada me quisiste preparar algo más? – pregunte curiosa mientras sentía mis mejillas rellenarse con arroz seco.
Estaba delicioso.
- Dijiste que sospechabas que alguien estuviera envenenando a Okasan, así que sospechamos que la comida puede ser un factor. Conseguimos un cocinero, pero aun seguimos sin fiarnos del todo, así que Nii-san y Shisui cocinan cuando pueden para todos. Sólo que tú no te vas a llenar con sólo arroz. – murmura lo último con un puchero.
Un hombre de casi veinte veranos de un metro con setenta y seis, casi ochenta centímetros, hombros gruesos, pecho inflado, brazos tonificados, tatuado con el símbolo de rango mayor shinobi, respetado dentro de Anbu Raíz, hijo de un duro y fuerte patriarca, haciendo un puchero con sus brazos cruzados en tono infantil me hace reír gratamente por la forma tan tierna en que parece decir lo último.
Suelto la carcajada, aunque él me fulmina, sabiendo que me rio de él, pero al final me agracia con una sonrisa renuente que pinta sus labios. Eso… hasta que yo proceso lo que me dijo.
Callándome de inmediato y entrecerrando los ojos con malicia le pregunto con susurros:
- ¿A qué te refieres con que no me lleno solo con arroz? ¿Me estas llamando glotona?
Mientras me sirve mi segundo plato de sopa con poco fideo el cual agarro con posesión casi arrebatándoselo; lo veo rodar los ojos y responder aún sonriente:
- ¿No has visto todo lo que comes? Le haces fácilmente competencia a Naruto un día normal cualquiera – su sonrisa se vuelve perspicaz cuando me pasa la servilleta por la mejilla – y también tienes los mismos malos modales, al parecer.
Sólo para no aplastar su linda cara contra la costosa mesa del desayunador, me meto otro buen pedazo de onigiri de relleno de carne a la boca mientras lo fulmino con la mirada, pero soy negligente conmigo misma cuando cierro los ojos y dejo escapar un gemido de placer al saborear el kari con salsa de soya y un pedazo de queso derretido que me tiene enloquecida por más y comienzo a tragar más rápido, sin masticar en ocasiones.
- Sí, eres un caso perdido – escucho y vuelvo a fulminar a un sonriente Sasuke que me mira como quien mira a un gatito bebiendo leche.
Estoy a tres cuartas partes de mi sopa cuando escucho su voz nuevamente romper con el silencio de la alta cocina:
- Arigatou… - comienza titubeante a lo que alzo la mirada a sus ojos negros - … por ayudarla.
Su mirada es profundamente seria y el conflicto en sus ojos es suficiente para saber lo que le ha costado decirme esto. De todos los Uchiha que conozco, es el más expresivo. Shisui es un actor que esconde sus reales pensamientos para si, mostrando una faceta traviesa y alocada solo para despistar. Taicho siempre se resguarda bajo esa mirada de indiferencia y aburrimiento, pero Sasuke es el niño que se olvidaron de adiestrar correctamente.
Es más fácil saber que piensa Sasuke cualquier día que lo que piensan su primo y hermano mayor.
Como ahora. Sé que algo le ha estado molestando por la forma en que me observa, como si quisiera reclamarme algo, pero ahora tiene un profundo agradecimiento. No me está dando de comer por la bondad de su corazón, lo hace porque realmente no tiene forma de decirme que esta aliviado por la salud de su Okasan.
Las acciones valen más que las palabras.
- Agradéceme cuando ella te vaya a regañar por quemar su precioso sartén. – contesto tratando de aligerar su tensión.
Suspira cerrando los ojos un momento, con sus codos sin tocar la mesa, pero con brazos cruzados, deja caer sus hombros denotando cansancio. También la estaba pasando mal, me lo decían sus ojeras.
En un momento de impulso repentino, toco cálidamente uno de sus brazos y me inclino hacia él, murmurando:
- Bastet dice que ella está contenta.
Abre mucho sus ojos, mirando entre los míos alternadamente; entonces los suaviza y pregunta con murmullo religioso:
- … ¿Le duele? – niego suavemente con la cabeza
- Dice que canta todo el día, frente a cientos de flores – le dije quedamente.
Sasuke mira a su derecha, a donde radica un onírico jardín florido con un enorme estanque lleno de koi. Se veía un tanto abandonado junto a la silla mecedora del fondo. Ah….
El jardín de su okasan.
- ¿Está a salvo? – escuche al joven preguntar sin mirarme, si no observando la silla del fondo.
- Pronto la escucharás cantar de nuevo, Sasuke. – le contesto firme y en voz baja.
Él me mira de pronto con tanta tristeza, que no pude sino apretar su brazo en empatía. Él desvía la mirada y yo continúo comiendo en silencio.
Demasiadas voces. Muchos murmullos, susurros.
Me están volviendo loca.
Cerré los ojos hace más de veinte minutos porque no aguantaba como se me quedaban mirando; pero entonces su silencio, se convirtió en palabras susurradas y luego en llamadas de atención más fuertes con rasguños en la madera y golpesitos en las paredes; y me estaban fastidiando.
"Led denne sjelen, Seiryu-sama, før dyden av din godhet, gi meg favør av din generøsitet bare litt, slik at denne damen kan berøre livets håndgripelighet igjen, min herre."
"Guía a esta alma, Seiryu-sama, ante la virtud de tu bondad, dame el favor de tu generosidad solo un poco para que esta alma pueda volver a tocar la tangibilidad de la vida, mi señor".
Continue rezando mientras aquellas voces me interrumpían cada dos por tres y me distraían porque los más irritantes empezaron a pellizcarme las pantorillas y las piernas o jalar mi cabello.
Estaba a la mitad de mi rezo, sentada en la cama de Mikoto-sama, cuando fueron a mover el cuerpo de Mikoto-sama, y abrí los ojos furiosa para hablar imperante:
- ¡Basta! – tal vez fue una voz alta, haciendo que cinco hombres más una criada muy joven me miraran en distintas tonalidades de interés.
Mientras Daisuke-sensei estaba confuso con sus cejas fruncidas levemente, la chica de unas diecisiete primaveras estaba asustada, más por los ruidos que por mi voz, mirándome en la esquina contraria fungiendo como asistente del médico.
Los tres shinobi que conocía simplemente me ignoraron, viéndome con su estoica mirada pétrea, pero fue el patriarca y líder del clan quien me miraba fulminante con su mirada láser. Tuve que aclarar mientras me presionaba las sienes calmando el dolor de cabeza, mientras miraba al cúmulo de yūrei atentos a mí, mirándome desde el techo y esquinas de la habitación con sus voces aun intentando ganar mi atención por sobre todos los demás.
Esta por más decir, que los seres terrenales, las personas con una respiración aun activa, no habían estado hablando en ningún momento, por eso, algunas caras estaban tan confundidas.
- De vil la meg gjøre jobben min, og så, når matriarken er trygg, vil jeg be for deg, men akkurat nå kommer du haug med hjerteløse ut av ritualet mitt.
"Me dejaran hacer mi trabajo y luego, cuando la matriarca este a salvo, orare por ustedes, pero ahora mismo, ustedes montón de bastardos sin corazón, se largan de mi ritual"
Subí la voz conforme iba explicándome cosa que me gano una buena reprimenda visual de parte del patriarca Uchiha, que entre que no le gustaba el no entender lo que hablaba y la tonalidad de mi voz, sólo entrecerraba los ojos fieramente.
Poco me importo, mientras volvía a enfriar mi carácter al ver que ninguno de los yūrei se movía.
Sólo hasta que señale con el dedo a la puerta cerrada de la habitación, uno, el más largo, el primero que había visto, salió a regañadientes. Uno a uno, salieron por la ventana, puertas, paredes o esquinas llevándose su vibra y dejando de absorber la energía espiritual dentro de la habitación.
Aun con la ventana abierta, el lugar se sentía tan opresivo hasta que el último de ellos escapo bribonamente.
Los sonidos de sus ropas espirituales alertaron tanto a la criada como al joven médico que no entendían que ocurría, los pocos arañazos y las pisadas tan icónicas sobre la madera los hicieron temblar levemente pues no sabían de donde venían los ruidos. Cuando una mano pareció emerger entre inusitado vaho sobre el cristal de un vaso, el cual estaba sobre la bandeja de la criada, ella se asustó y lo arrojó lejos sin querer soltando un pequeño grito.
Moví los dedos y el vaso tan frágil fue atrapado por el aire antes de caer al suelo:
- Disculpa, Mitsue-san, no era mi intención asustarte – dije suavemente mientras el aire mecía el vaso de vuelta a la bandeja que ella sostenía – a veces, les gusta el canto; los calma.
- …N-no, no te disculpes, Sakura-san, es s-sólo q-que que… esto… - tartamudeaba escuchando aun los últimos sonidos de los yūrei saliendo.
- ¿A quién te refieres con ellos? – pregunto Daisuke-sensei mirando a todas partes, buscando el origen de los sonidos.
Para alguien tan allegado a la lógica humana e investigación empírica como él, debía de ser extremadamente curioso muchas cosas que ocurrían a su alrededor últimamente.
En lugar de contestar, fue la voz más amable del mundo la que llamo mi atención al decirme:
- Ikke vær slem mot dem. En dag hadde de hjerter.
"No seas mala con ellos. Algún día tuvieron corazón", la voz de Taicho sonaba comprensiva, generosa, y me solicitaba que coloreara empatía en las oscuras vidas de los espíritus.
Giré mi cabeza hacia él, a la derecha de Mikoto-sama. Había estado orando todo este tiempo en posición seiza, viéndose tan cansado como todos los demás, aunque verlo a él tan postrado, con esos lagrimales tan hundidos y su piel cenicienta, los labios rosados pero maltratados por deshidratación, me hicieron querer ir a por él a golpearlo.
Su madre no necesitaba ver a su caballeroso hijo gallardo tan triste.
Su mirada se dirigió a mí por el rabillo del ojo, que se me antojo empático, y en automático, todo mal humor se esfumo de mi ser, sintiéndome mal por haber maltratado a sus antecesores perdidos.
Le asentí con una disculpa en la mirada y desvié la mirada para retomar mi canto metiendo la mano llena de chakra medicinal por debajo de la tercera costilla flotante de Mikoto-sama para realizar la extirpación de un coagulo mortífero.
Nunca noté la mirada juiciosa de Uchiha Fugaku en esta interacción nuestra.
- ¿Me estás pidiendo lo que creo que estas pidiendo?
- … No sé qué parte de "quiero que te hagas cargo de Raíz", no te quedo tan clara como para preguntarme eso, Sasuke.
El pelinegro se da media vuelta en el jardín y camina de regreso a la mansión.
- ¿A dónde vas? – cuestiono sin perseguirlo.
- Voy a decirle a Itachi-nii que ha llegado el día. Has perdido la razón completamente.
Rodee los ojos antes de mover mi mano y enviar una cadena de chakra envuelta en su cintura.
Se detuvo su andar con presión hasta que vio que lo tenía atado como a una vaca.
- Dime que no acabas de decirme que me ataste como a una vaca – me dice confundido mientras yo luzco igual.
- Supongo que hable en voz alta. Upps.
- De todos modos, te estoy diciendo que estás loca, tú… enferma psicosocial… – se queja mientras se presiona contra mi cuerda envuelta en su cintura y yo entierro los pies en el pasto del jardín.
Veo a algunas criadas mirándonos con algunas cejas fruncidas y otras con diversión mientras pasan a toda prisa llevándose cobijas y edredones, listas para sus labores del día.
- No me has dicho que no – respondo jalando la cuerda mientras él esta como a unos cinco metros peleando contra mi fuerza – Sólo escúchame. Necio.
- Sólo tú no te darías cuenta de que esto es un definitivo no – contesta entre dientes mientras trata de tomar la cuerda y la jala para sí.
Es un jalar entre él y yo, mientras trata de zafarse de mi látigo castigador.
- Sasuke, no estás viendo el panorama general, grandísimo tonto…vampiro.
- Que haya tomado alrededor de veinte litros de sangre en toda mi vida no significa que sea un vampiro, loca y nadie entiende tus panoramas generales, Sakura. – me contesta groseramente.
- Tu nii-san lo haría – contesto gruñendo y por alguna razón, eso lo hace molestar porque siento la cuerda ser jalada todavía más fuerte.
- No te atrevas a hablar de él, Sakura, no me pruebes – contesta jalando con fuerza y mirándome con rencor en esos ojos.
- Bien, entonces velo por el otro lado, vampirito – gruñí mientras le gané dos buenos pasos haciéndolo acercarse más a mí.
Gruñe entre dientes:
- ¿Cuál es tu razón, loca de los gatos? – me cuestiona mientras empieza a mostrar las primeras gotas de sudoración.
Nuestros gruñidos estaban levantando ya algunas cejas más que sonrisas. Puedo ver a espaldas de Sasuke, sobre la engawa a la matrona de Mitsue-san susurrarle algo a la joven a su lado, otra criada, quien asiente y sale a toda velocidad de la sala.
Debo darme prisa o pronto llegará alguien de autoridad de la casa.
- Lo más obvio, Sasuke, estúpido – murmuré lo último ganándome más miradas de odio - ¿A quién – resoplé por el esfuerzo, retomando fuerzas de la cuerda – quería… atrapar… Raíz desde un… inicio?
Mi voz lanza un gritito muy ridículo - el cual no admitiré jamás en la vida - cuando la cuerda se vuelve floja y termino cayendo de espaldas al pasto del jardín principal.
Alzando mis codos para recargarme, noto a Sasuke viéndome de una forma muy aturdida mientras yo estoy esperando a que reaccione su tonto cerebro.
- Mi cerebro no es tonto – upps, de nuevo hable en voz alta. Me contesta cambiando su mirada confundida por una plana.
- El cerebro es algo increíble, ojalá todos tuvieran uno – me levante limpiando lo más rápidamente mi falda – me alegro de que tú lo tengas.
Al fin, presentable, me enderece para notar que él estaba frente a mí, pero no me miraba exactamente a mí. Estaba pensando con esa genialidad Uchiha que los caracterizaba, así que aproveche para lanzar más leña al fuego.
- No vas a poder tomar el poder de Raíz sólo delegándotelo. Lo has visto. Cada miembro confía en que el líder no sólo sea fuerte físicamente, más que competente; necesitan que su líder sea astuto, estratégico, frío, digno. No te aceptarán simplemente porque yo lo diga; en todo caso, tendrás que ganártelo, demostrarles que eres lo mejor de lo mejor; y eso mi querido vampiro – me acerque a él susurrando – se ha empezado a notar.
- … ¿Por qué yo? Tienes a Sai o a Yamato-senpai, incluso ese tipo que está loco por ti, Hyo – responde receloso, pero sé que mis palabras lo han pinchado.
- ¿Y por qué no? – cuestione de inmediato – Tanto Sai como Yamato-san, han hablado sobre tu esfuerzo valorándolo como extraordinario. Además, para mí es totalmente lógico delegar mi puesto un tiempo a la única persona que logro derrotar al más peligroso de los Sennin. El poder llama al poder, Sasuke.
Su mirada lanzaba destellos de compresión, la iluminación le estaba llegando con mi lógica.
- Por el contrario, tienes algo que Hyo no posee.
- ¿Y eso es? – frunce el ceño con cautela mientras me analiza.
- Propósito.
El pelinegro se queda estático, no sorprendido, sólo pensando con esa genialidad suya entrecerrando los ojos y sé que lo tengo en la palma.
- Piénsalo, Sasuke, no me estarías ayudando a mí – ronronee frente a él – Si tu liderazgo es aceptado por la Raíz, lo cual, de hecho, ya está ocurriendo, no sólo evitas que vayan a por Naruto en el futuro, protegiéndolo completamente con tus propias manos. Con tus propias tropas. Cierto hermano mayor tuyo, tarde o temprano, necesitará ayuda con ese importante cargo que tomará cuando Senju-sama se canse del sake barato y los genin moquientos – le acomode su camisa azul oscuro removiendo una pelusa imaginaria en su hombro – Si tuviera, digamos, a cierta asociación a su servicio, sabiendo que jamás se le traicionará, que, de hecho, tiene ese flanco seguro, ¿no haría de su ocupada mente, ser menos ansiosa el resto de su vida?
Mi monologo le estaba llegando. Lo veía en sus ojos al iluminarse poco a poco con una esperanza renuente a sobresalir, pero no podía evitar que sonara como un excelente plan. Uno que termine rematando con la frase:
- Un Konohagakure controlada finalmente por el clan Uchiha, para bien o para mal – murmuré a su oído maléficamente a la vez que justo veía a Shisui salir de una de las esquinas escoltado por la joven que mando la matrona.
Se me olvidaban los chismosas y metiches que podían ser algunas mujeres.
Sasuke se congelo ante mi susurro a su oído justamente cuando Shisui nos veía con ojos entrecerrados.
Sólo pude preguntar por una última promesa antes de ver al mayor caminar hacia nosotros, con Sasuke a sus espaldas:
- Entonces… ¿Por los hermanos?
Lo mire al rostro y no necesite palabras de su parte. Sonreí satisfecha ante su respuesta visual.
- ¿Todo bien? – pregunto divertido Shisui, aunque sólo era la fachada. Por debajo estaba cauteloso.
Le dirigí la mirada sonriéndole de dentadura completa. Inmediatamente se tensó y se dirigió a su primo menor, pero Sasuke se había cerrado para ese momento, no dejando ver absolutamente nada de lo que estaba pensando segundos antes.
- Todo bien, Shisui. Sólo enseñándole a Sasuke como atar vacas. – Me pellizco malvadamente ante mi comentario – Salvaje – le murmure en venganza.
- Todo bien Shisui. – respondió Sasuke mirando a su primo mayor.
No nos dejó ir. Shisui obviamente, siendo el sabueso anciano que era, nos miró alternadamente una y otra vez colocándonos al lado por unos buenos tres minutos, antes de simplemente suspirar y decir con una voz resignada:
- Supongo que necesito descansar – voltea de nuevo a vernos - ¿Seguros que todo bien? ¿Sasuke?
Sasuke miro a Shisui seriamente. El menor se veía más alto repentinamente, endurecido, fuerte, inmenso y elegante con esa manera Uchiha suya. Cabello negro no tan corto y con una piel pálida cremosa en el cuerpo de un hombre, aunque sólo tuviera diecinueve veranos, con un lunar tentador sobre su mejilla escondiéndose, se las arregló para lucir de alguna forma, intimidante y peligroso cuando me miro.
Era la mirada de un depredador. La mirada de un objetivo propio. Sonreí internamente ante su madurez.
- Todo está bien. Descansa Shisui. – sentenció Sasuke totalmente firme – Me haré cargo.
Esta vez, mi sonrisa fue astutamente sádica.
Mikoto-sama, al décimo tercer día, respondió favorablemente al tratamiento por su propia mano. Sin embargo, Uchiha Fugaku no opinaba lo mismo que yo:
- Es una señal de que vamos por el camino correcto – intente razonar con el terco hombre.
Me miró como quien mira a una molesta barra de lodo en la entrada de su casa:
- Sakura-san, prometiste avances, una recuperación satisfactoria. En este momento, me es difícil ver lo prometido en práctica – dijo con molestia el mayor.
- Y, sin embargo, Uchiha-sama estas embarrado de la mejor prueba de confiabilidad de mi palabra.
Me miro con cierto grado de incredulidad y una irritación palpables, al contrario que Mitsue-san quien abrió enormemente los ojos, que se encontraba tratando de limpiar al hombre inútilmente.
Incluso Shisui, sentado en la mesa del comedor, parecía tener muchos problemas para contener su risa y Taicho miraba toda la escena con la primera emoción de diversión en mucho tiempo.
Sería entretenido, si su Otousan no me mirará con un tremendo resentimiento aunado a una voz marcada y profunda sonando terriblemente calmado:
- Ayúdame a comprender, Sakura-san.
- Por supuesto Uchiha-sama.
- ¿Cómo, de todas las pruebas contundentes que puedes entregar, que el que mi esposa haya devuelto la comida puede ser una señal de mejoría? – su voz era como la calma antes de la tormenta, cuyas cuerdas vocales se veían a unos segundos de explotar.
La pregunta era una obviedad en si misma. Sin embargo, decidí revisarlo de pies a cabeza, tan empapado en las inmundicias que había logrado vomitar Mikoto-sama mientras su amado esposo le daba de comer. Los restos de finas hebras de pollo con algunas pequeñas verduras se notaban medio digeridas sobre el pecho y pantalones del hombre mayor, con un olor nauseabundo y un poco de moco verde, pero de ahí en fuera, para mí esta perfecto:
- Dime Uchiha-sama, ¿detectas sangre en el fluido viscoso que tienes encima? – no le di tiempo a responder – Exacto. Significa que ya no tiene daños internos en el estómago, y en vista de que no hay ni un gramo de células negras, cancerosas flotando en tu hakama, sus pulmones se están reestableciendo favorablemente. No devolvió el té que le diste hace media hora, lo que significa que la hidratación es primordial en este punto por sus altos niveles de sodio; su hígado y riñones, nuestras preocupaciones principales, están a toda marcha sanando como debe de ser.
Me incliné hacia él, bajando la voz:
- O sólo tal vez ya se aburrió del pollo.
La mirada del hombre era tan cómica, con sus ojos incrédulos y abiertos, los labios entreabiertos, las mejillas empapadas de rojo vergüenza, que tuve que dar media vuelta directo a la recamara de la paciente a revisarla, mientras el pobre se quedaba parado en la sala-cocina principal con una criada a su lado intentando limpiar a toda prisa el vómito de Mikoto-sama del hermoso hakama azul oscuro de Uchiha-sama.
El tonto de Shisui me acompaño sólo para poder reír a gusto fuera de la presencia del hombre.
Me uní a su tonta risa contagiosa.
Afortunadamente, quince días después del primer baño purificador, se sentía una sensación de alivio rodeando toda la casa.
Aun sin levantar la cuarentena, el cuerpo de Mikoto-sama estaba recuperándose, lento, pero seguro.
Sus pulmones ya no eran una obra de arte abstracto en negro y para hacer sentir seguro a Uchiha-sama, cada día hacía una imagen holográfica de su progreso para que notara los cambios y avances que habíamos logrado. Aunque no quería, aunque sus ojos deseaban desviarse, el ninshu siempre llamaba su atención y él revisaba con su Sharingan cada arteria, cada vena, cada bronquio iluminado, aunque fuera el joven médico el que se encargara, con una voz impresionada, de explicar lo que ocurría dentro del metabolismo de su matriarca.
Daisuke-sensei estaba impactado, cada vez tomando más cafeína, anotando todo lo que sus ojos presenciaban con la medicina antiquísima que me fue enseñada. Me preguntaba incluso sobre los tratamientos para otras enfermedades, otros virus y le respondía lo mejor que podía.
"Es la fuerza de madre tierra dándote poder para salvar a los hermanos terrenales o a uno mismo"
Pero no era suficiente. Decía que se quedaba con información incompleta porque no entendía los principios del ninshu, aunque intente explicárselo infinidad de veces. Paz y tranquilidad son la medicina que necesita el alma para reponer al cuerpo. Eso sí, el médico documento cada cosa que pudo, empaqueto plantas e inciensos, grabo mi canto en casettes, y pidió varias muestras de mi sangre. Ante esto último, Uchiha-sama fue quien se lo prohibió mirándolo con reproche.
Desde entonces, Daisuke-sensei tiene momentos en los que olvida que soy una bruja, según sus costumbres legendarias de clan, y me trata como un superior médico. Hay veces en que lo recuerda y me mira con recelo envuelto en cautela.
Y después de medio comer, medio dormir, medio existir por dos semanas al fin me recosté en un mullido fūton con olor a limpio y cobijas frescas. Aunque cansada, no podía dormir. Estaba inquieta e irritada, el precioso viento otoñal no hacía nada para adormilar mi ánimo, estando en una casa con tantos secretos entre sus paredes; despierta porque tenía un problema masivo en mi mente, que no me había permitido dormir bien los días previos a mi llegada al recinto Uchiha. En este punto, sabía que no dormiría esta noche.
Sólo me entusiasmaba salir a correr un rato. Terminar con el estrés de escuchar voces y ver ojos enloquecidos todo el día sería disminuido si tan sólo corriera por el bosque, pero estando en el centro de Konohagakure, en la casa principal Uchiha con algunos de los mejores shinobi resguardando la morada de la matriarca dudaba que pudiera llegar lejos.
Así que decido levantarme y simplemente lanzarme, descalza, por la ventana con mi pijama naranja y sentir el pasto frío en mis dedos.
Las lunas de octubre son tan hermosas porque es cuando nuestro satélite se acerca tanto al planeta y se observa al conejo travieso sentado de perfil y no puedo si no maravillarme en cuanto la luz de la luna golpea con todo su esplendor, encanto y silencio, en toda la magnitud tanto de la mansión como de sus áreas verdes.
Según Shisui, esta mansión es todavía más antigua que la que tienen al borde del bosque, es más grande y evidentemente la historia que se guarda aquí remonta a las columnas vertebrales de Konohagakure. La mansión es una tesis de historia y leyendas; se entiende por qué tanta vida humana y espiritual reside aquí.
Empiezo a caminar sin rumbo en un jardín al cual no había venido antes – tampoco es que haya vagado por la mansión y sus alrededores - admirando los sellos colocados sobre la barrera perimetral de las fronteras de la mansión.
Es una capa de genjutsu, sólo una, pero de una extremadamente complicada configuración. Un sello impecable lo resguarda y pareciera que tan sólo el acercarse promete sueños dolorosos por los próximos años.
Es potente, se siente la fuerza con la que fue colocado.
Dando vuelta a una esquina, noto una luz rojiza iluminando mi nueva visión. Llegando al jardín apostado del lado contrario a la cocina, veo sentado en unos mullidos sillones, a la última persona en el mundo con la que quiero hablar.
Pero es tarde. Me ha visto, y aunque quiero ignorar esa mirada oscura, brillosa por el cálido fuego de la fogata en el centro, me invita a sentarme con él con un elegante movimiento de su grácil mano. Aunque también vi que le costo trabajo mostrar esa señal, como si estuviera indeciso.
Nos habíamos estado evitando, caminando cuidadosamente alrededor uno del otro cual cáscaras de huevo, cada vez que nos encontrábamos, lo cual significaba todo el día ya que no era sino un hijo atento con su madre, y rezaba devotamente cada día por ella.
Me avergüenza decir que no he encontrado el coraje aun para pedirle disculpas por mi horrible comportamiento. Desconozco si creerá en mi sinceridad, porque cada vez que lo miro, cada vez que encuentro sus ojos oscuros, no sólo la indiferencia se encuentra en esos orbes. También hay frío. Mucha displicencia.
Esta tan molesto con mi presencia, y todo es por mi culpa. Debí comprenderlo antes de llenar mi boca con palabras innecesarias llenas de reclamo sarcástico.
El lugar de su descanso es cómodo, un sillón de jardín largo en forma de medialuna con cojines blandos grises y chocolates, dándole un toque de modernidad a esta parte de la casa, la fogata en medio es una gruesa columna de un metro de piedra negra en donde arde un hermoso fuego Uchiha. Aquel katōn no quema, sino únicamente calienta; sé lo que se siente pasar los dedos encima y que mi piel no se vuelva un cúmulo de ámpulas rosadas e inflamadas que pueden romperse en cualquier momento.
En cuanto me siento del otro lado de la media luna, alejada de él, se puede sentir el ambiente tenso que ha quedado entre nosotros, y siento, una vez más, que he perdido algo precioso. Me quedo mirando el fuego resplandeciente… temo encontrarme con esa frialdad en su mirada si se digna a mirarme.
Los segundos en un silencio incómodo se hacen minutos tensos, ansiosos, así que decido hablar, en un intento de llamar su atención, rogando que mi voz no salga quebrada:
- Yo lo sien…
- Necesitamos hab…
Nos miramos sorprendidos un momento a los ojos, cada uno con los ojos abiertos por habernos interrumpido mutuamente y desviamos la mirada. Creo ver un sonrojo en sus mejillas, pero estoy más preocupada por el rosa intenso que muestran las mías, que tengo que aclararme la garganta desviando mi propia atención.
- Adelante, fui yo quien hablo indebidamente – escuche su barítono, lleno de profundidad aterciopelada, explicar – Lamento interrumpirte.
Resople, molesta conmigo misma, porque justo las palabras no querían salir ahora; sin embargo, como una buena herida, es mejor quitar los puntos rápido.
- Si alguien debe disculpas aquí, soy yo – comencé quedamente.
Abrí y cerré los labios, una, dos, tres veces, sólo para reacomodarme y mirarlo a los ojos con la mayor honestidad que pude reunir. Hable despacio, midiendo cada palabra:
- Querías ayudarme y sólo lo empeore con cada segundo. Me estoy disculpando, no por negarme a participar en una misión de dudosa índole. No. En eso seré estrictamente indolente, no lo deseo de nuevo. Pero – trague saliva, bajando la vista un momento con vergüenza sólo para remontar de nuevo a su hermoso rostro – no te merecías mi ira – respiré intranquila – me desquite contigo injustamente y tú no te merecías nada de eso. No has sido más que un excelente guía y te pague con una mala moneda. Lamento que las cosas hayan resultado así por mi culpa, no sólo de esa misión.
Suspire con frustración, frunciendo el ceño, desviando la mirada a la fogata:
- Desde antes, has preguntado por mi… historia…, y eres tan astuto que sé que resolverás muchas cosas por ti mismo. Descubriste algo que ni siquiera otouto se ha percatado y eso que es con quien más ha vivido conmigo; pero… - negué con la cabeza, más estropeada lo miré casi con reclamo y arrepentimiento - … tenías razón. La curiosidad mato al gato.
Sus ojos se iluminaban maravillosamente con el brillo del fuego frente a nosotros, su cuerpo completo se había enfocado hacia mi dirección, con uno de sus brazos descansando sobre la parte superior del sillón.
Mi corazón dio un vuelco inesperado cuando sentí la carne de gallina empaparme al notar esa mirada fija en mis ojos. Su expresión facial, no estaba contenida, no estaba seria, estaba analizando, pero no como cuando piensa estratégicamente, no. Era más como si estuviera contemplativo. Sus ojos no se despegaron de los míos hasta que respondió:
- Olvidas algo – esa voz, sonó aún más tenue que hace un par de minutos e hizo estragos con mi psique.
Fruncí el ceño levemente en forma de pregunta silenciosa solo para que él respondiera:
- La satisfacción lo trajo de vuelta.
Parpadee una, dos veces entendiendo lo que dijo. Entrecerré los ojos algo divertida cuando mis palabras, las que varias veces he recitado, regresaron a mí.
Pero fue el sentirlo a él, desplegando un aura de tranquilidad a su alrededor, que me calmó de inmediato. Aun así, no me hacía ilusiones de que estábamos bien aún.
Resoplé mínimamente, considerándolo víctima de su propia terquedad, y murmuré negando con la cabeza:
- Algunos simplemente les gusta la mala vida.
Guardamos silencio por otro minuto. Me había disculpado, torpemente, a una manera muy lamentable, pero al menos ya no pesaba tanto sobre mí la culpa, aunque sabía que, si quería recuperar su amistad, tendría que recorrer un largo camino aún.
- Agradezco tus atropelladas palabras, aunque siendo sinceros, también debo disculparme contigo.
Gire a verlo rápidamente abriendo los ojos sorprendida parpadeando como un búho.
¿De qué tenía que disculparse?
- Mis métodos fueron inadecuados para el estado de ánimo por el que estabas atravesando. – comento Taicho viendo el fuego – en mi teoría, el que pudieras rebelarte, indicar que estabas incomoda, que reconocieras que no eres sólo una herramienta, era mi finalidad. Existían otros planes en caso de que te negaras desde la primera vez que hable sobre el objetivo, desde las instrucciones hasta mi participación, todo fue para provocarte; sin embargo, así como con todo lo demás, superaste mis expectativas.
Su ceño empezó a fruncirse mínimamente cuando continuo:
- La complejidad de la misión, el completarla o no, no era el objetivo que buscaba para ti – murmuro esta vez mirándome cuando termino.
Completamente seria, lo observaba escuchando con cuidado cada palabra y rebuscando lo importante que me dijo en nuestra pelea de hace cuatro semanas. Intentando confirmar, pregunté en voz baja:
- Dijiste que querías demostrarme que no soy un objeto. Que podía decir que no a cualquier cosa. ¿Eso buscabas?
Él asintió una vez, viendo cada expresión mía, aunque sentía que la confusión me embargaba:
- Sé que no soy un objeto – dije lentamente - ¿Qué he hecho para que pienses eso?
Su mandíbula se endureció un segundo y supe que había dicho algo mal. Su voz se tiño un poco de oscuridad:
- No lo sabes. Crees que lo haces. Comenzaste a menospreciarte de nuevo, idéntico como al principio de conocernos; posterior al mensaje de tu… abuela.
Fruncí el ceño más profundo de nuevo.
- No es verdad.
- Me temo que lo es.
- No lo es.
- No soy nadie para pedirte explicaciones, eso lo sé. Eres muy inteligente, te pido que hagas retro inspección. Cada vez que te sientes frustrada o amenazada, tiendes a atacar con favoritismo a la autoflagelación.
- No es cierto.
Su boca se tuerce en una mueca, casi como una sonrisa ladeada burlona cínica:
- Ya planteamos el por qué llegaste a Konoha, eternizando la prioridad de salvaguardar la vida de Naruto-kun; te uniste a Raíz por tu propia mano, sabiendo que te usarían malamente con tal de alejar a tu hermano de sus manos; y eso sin olvidar tu deseada travesía de querer unirte a Akatsuki para fungir como espía, de nuevo para protegerlo a él. Tratándote a ti misma como una herramienta para la protección de tu otouto.
- …Todas cosas muy necesarias en su momento – intente defenderme sin querer ver su punto de vista tan lógico.
- ¿Sí? – pregunto con leve sorna - ¿y tu plan abandonado del hospital en Otogakure? ¿O el por qué fuiste a enfrentarte a muerte contra Hoshigaki Kisame el mismo día que te convoque?
¡Ese Samebito le fue con el chisme!
Aunque sus ojos no contenían reclamos, su voz no sonaba tan indiferente. Contenía cierto tono de reproche que me hizo enderezarme en mi lugar, y bajar la cabeza con vergüenza.
Todo lo hizo sonar como si… si me odiara a mi misma.
…pero eso no era completamente cierto. Sólo odiaba mis lapsus de debilidad, no más.
Aun así, aproveche que él me estaba hablando para aclarar unas cuantas cosas:
- ¿Por qué no me habías dicho que Hoshigaki-san trabaja para ti? – pregunte curiosamente.
- No trabaja para mi persona, si no como un renegado en periodo de prueba para Konoha – me mira por el rabillo del ojo murmurando – y fue porque mantuviste una actitud intolerante respecto a su nombre por un tiempo.
- No es lo que él piensa. – indiqué suavemente ignorando su última frase – es inquebrantablemente leal a ti desde que deserto de Akatsuki; al no exigirle información y dejarlo ser libre dentro de la Tierra del Fuego, con sus debidas condicionantes, ha aceptado completamente tu liderazgo.
- ¿Tan profunda fue su conversación?
- Algo así.
- ¿Antes o después de toda la sangre?
- De hecho, fue durante. Aprovechábamos cuando estábamos siendo devorados por los árboles vampiros a nuestro alrededor.
- … ¿Quiero saber? – pregunto alzando su delicada ceja con una pequeña sonrisa negada.
- Te gustaría la historia, sí, fue fantástica, aunque Hoshigaki-san podría relatártela con más sadismo de lo que yo jamás lo haría.
- Y ahí vas de nuevo…
- ¿A qué?
- A intrigarme con tus encantamientos.
Su mirar se quedó clavado en el mío y me estanque en esos lindos pozos de oscuridad eterna. El ambiente mucho más suave me remontaba a nuestros mejores momentos. Incluso el decir su nombre se había vuelto un tabú para mí. Indigna de llamarlo por su nombre porque a sus ojos sólo debo de ser una cría molesta; una criatura irritante que por alguna razón lo persigue a todas partes hasta que terminó por encariñarse.
Pero cuando me mira así, como si tuviera toda su atención - a pesar de que el shinobi dentro de él está atento en todas partes – me hace sentir tan especial, cosquillas flotan en mi estómago y siento mi cerebro apagar toda función mental disponible. Temo incluso dormir y quedarme con los ojos abiertos con tal de seguir apreciando los suyos.
Es por ello, por lo que temo estar enloqueciendo cuando le susurró en voz baja:
- Tienes los ojos más soñadores para alguien que rara vez duerme.
Abriendo un poco más los ojos, me observa con sorpresa. Sus ojos moviéndose a toda velocidad entre mis ojos, pero sólo atino a preguntar entre murmullos algo que me ha carcomido las últimas cuatro semanas:
- Si el pervertido, … - aclaro mi garganta un poco, tragando saliva - …no se hubiera detenido cuando lo hizo…, ¿tú habrías continuado?
Los recuerdos de mi vestido levantado, sus nalgadas, sus toques y mordiscos, todo se me viene a la mente como un tornado de emociones demasiado intensas.
Veo el cambio de pensamiento inmediato, regresando las memorias a él a través de esos ojos tan expresivos ahora. Los veo suavizarse con conocimiento y murmura en respuesta:
- Iie. Me disculpo de nuevo por cómo te traté, el cómo te hice sentir, pensé que te hacía un bien y ahora veo mi error. Tienes mi palabra. – responde con una calmada voz seria que combina con su expresión - Nunca habría ido más allá de lo que lo hice.
- ¿Pero habrías querido? – susurré curiosa.
Guarda silencio, congelándose un segundo, como dudando si decir algo, así que espero a que decida él mismo sin dejar de ver su lucha interna. Un instante después parece decidido. Susurra quedamente:
- No ahí. No de esa manera.
Mi respiración se atasca, una orden eléctrica revuelve mi columna espinal llenándome de frío, pero, por el contrario, mi piel se siente cálida ante sus palabras, mis intestinos son una maraña de ansiedad y nervios; aunque nada de eso me importa porque todo lo que soy capaz de notar es al hombre de cabellos largos negros sentado frente a mí.
Veo sus ojos moverse hacia mi boca en cuanto entreabro los labios para después cerrarlos y tragar saliva en mi garganta tan repentinamente seca. Mis ojos se entornan cuando aquellos orbes se deslizan suavemente por la piel de mi cuello y de nuevo hasta la boca, sintiendo en todo momento en que parte estaciona su mirada sobre mi piel.
El tiempo se ha congelado, debido a que no puedo dejar de verlo tan hipnotizada, tan atraída a su olor, su chakra, la sensación de magnetismo a su alrededor, deseando tanto acercarme a esa canela picante.
Tan atormentada por sus palabras prometedoras, aún me seguía cuestionando muchas cosas:
- ¿Por qué… - mi trémula voz detenida por mi curiosidad - …dices que me querías hacer un bien? ¿Por qué te interesa tanto cuando no he sido si no más que insensata contigo?
Sus ojos se suavizaron aún más, especialmente cuando me reacomodé sobre los cojines tan lentamente como pude. Su voz, aunque ronca, era particularmente calmante cuando respondió:
- Pensaría que es obvio – suspira con un poco de pesar, bajando la mirada.
Deja pasar unos segundos antes de retomar mi vista, y parece tan seguro que me da envidia su confianza:
- Te castigas a ti misma por una persona que no puede ver lo extraordinaria que eres – abro los ojos con sorpresa por sus palabras – Podrá ser tu familiar, la persona que te crio con la mejor de las expectativas, pero permites que te lastimé alguien que te abandono a tus quince años. A ti y a Naruto-kun. Eran unos niños. Fuertes y desesperantes, pero niños al fin. Reitero, no soy nadie para decirte que hacer o juzgarla; y espero, ruego, que jamás pases por la desesperante situación de ver a alguien tan auténtico, tan brillante, enlodarse continuamente en autodestrucción porque se considera la decepción de su familia.
Siento la vergüenza y un poco de dolor inundar mi pecho cuando su mirada se entorna empática. Comprensiva. No bajo la cabeza, aguantando con pesar sus palabras.
- Existen personas que se envician en torpezas como el sake o caen en las ruinas de su propia desgracia; a estas personas la salvación, muchas veces llega tardía. Aunque pareces un pozo sin fondo de alcohol en ocasiones, groseramente educada en situaciones inverosímiles, sólo es la fachada que utilizas para que nadie pueda alcanzar tu noble corazón. Pocas veces he tenido la oportunidad de ver la autodestrucción tan enraizada con el éxito, ambos exaltados con el derramamiento de sangre ajena y propia como lo haces tú. Y sea desgracia o no, es la manera que conoces, la que se te enseño, con la que te complementas. – me mira intensamente con esos ojos oscuros - Eres excelente cuidando a Naruto-kun, tan excelente que a veces te olvidas de que tú también importas, Sakura.
Una humedad desconocida me inunda los ojos, y tengo que desviar la mirada para que no se vea la gota gorda caer sin gracia de mi ojo izquierdo. Mi cabello suelto me cubre la vista evitando que el hombre frente a mí me vea. Mis puños se aprietan instintivamente con saña: el dolor físico desviará el dolor en mi pecho.
Su suave voz sigue llegando como si no supiera de mi humillación:
- Reconozco que no tengo la habilidad que otros poseen de conversar fácilmente con contemporáneos o menores. No consigo ponerme a tono en la conversación ni tampoco deseo aparentar interés por asuntos triviales como se acostumbra; y debo reconocer, que, en un inicio, en algún lugar de Yugakure, te percibí como todas aquellas personas: simplemente otro rostro más en el camino. En cambio, ahora lo sé mejor. Emulas a la perfección al lirio araña rojo, Sakura: alejas las desgracias, atraes con tu dulce conocimiento a la vez que simbolizas confianza, orgullo, honor, convicción y diversión. Pero tu belleza conlleva el precio de la marginación y la muerte pegada a tu espalda.
Escucho mi propia respiración trabarse tontamente fingiendo que veo el fuego de la fogata, mientras él continúa murmurando:
- Eres especial, Sakura, resplandeciendo tan sola y a veces, ocultando una parte que no le muestras a nadie – susurra – y lo más triste es que nunca lo admitirás, porque no te reconoces a ti misma como alguien digna de salvación.
Cierro los ojos con fuerza un segundo, ladeando la cabeza, intentando que no entren las tristes palabras de lamento del pelinegro. Aprete los labios relamiéndolos por dentro con frustración porque el sonido de su voz está grabándose en piedra en mi inconsciente. Tengo que tragar varias veces, aun con ojos cerrados, tranquilizando mi respiración para que el maldito nudo en la garganta desaparezca.
Me muerdo con fuerza una vez y suspiro profundo antes de calmarme. Abro los ojos y por el rabillo del ojo, lo observo. Veo sus serenos orbes observando las llamas del fuego, dándome mi espacio para respirar.
Le agradezco internamente que haya dejado de hablar; tiene una manera de siempre llegar a mí que me hace creer que realmente es telepático, leyendo pasajes oscuros de mis mayores temores, mis miedos y fatigas; como si para él, yo no tuviera secretos y, aun así, anhela más de mí.
Pasa el tiempo entre nosotros, desconozco a donde se derivó su mente; la mía, estoy muy segura, es todo sobre lo que me acaba de decir. Trato de hacerlo sentir mejor, a mi torpe y brusca manera, porque, aun así, mi disculpa no se ha terminado.
Aclarando mi voz mínimamente, llamo su atención por la forma en que inclina la cabeza, aunque no me voltea a ver.
- Fui una hipócrita.
Cerré los ojos, respiré para abrirlo lentamente soltando el aire en mis pulmones. Necesitaba valor para mirarlo a los ojos y pedir perdón:
- Te acusé injustamente de entrometido, cuando yo pequé de lo mismo. Me he arrepentido cada día desde Iwagakure por lo que te dije. Un hecho así no debió ser mencionado a la ligera y menos por mí, ni debí de habértelo dicho como si fuera algo de lo que burlarse. ¿Tú crees que fue agradable oír cómo querían tratarte a ti y a tu familia? ¿Piensas que fue fácil imaginarte tan solo en el mundo con ese peso encima? No tienes una idea de las ganas que tuve de asesinar a ese maldito anciano, degollarlo y desmembrarlo por siquiera pensar en tratarte como un títere, sin alma, sin fuerza; por quererse aprovechar de tu lealtad. Pero nada de eso importo porque fui cruel contigo. Fuiste una víctima de mi ataque de ira, reaccioné sin antes pensar lo que decía; la ironía es que eres la única persona a la que nunca quise dañar; si alguien es extraordinario aquí, eres tú. Mi mala elección de palabras, momentos y lugar no tiene remedio, no tenía por qué decírtelo, no tenía por qué exhibir así un horrido plan, sólo para zafarme de otro problema. Ahora entiendo que buscabas lograr, aunque no comprendo totalmente porque alguien como tú, alguien tan increíble como tú, puede querer ayudar a alguien como yo, te lo agradezco. No fue sino hasta que dejé de hablar contigo que no me di cuenta de que no te valoré; jamás fue mi intención lastimarte de esa manera. Puede que esta disculpa llegue tarde, pero siento en el alma, sinceramente, haberte fallado.
Mi voz agrietada se había reducido conforme avanzaba mi disculpa, sólo para al final susurrarle un fijo:
- Lo siento. Lo siento tanto Taicho.
Fue ver su mano estirarse hacia mí y tarde más en aplicar shunshin y enredar mis brazos alrededor de su torso un segundo después, que en lo que estaba derramando lágrimas suavemente sobre su pecho. Le murmure un lo siento más, uno lleno de pesar, pero él me calmo con cariño colocando su mano derecha envuelta sobre mi espalda, acariciándome con parsimonia y con la mano izquierda, removiendo mi cabello rosado susurrando tiernos silencios.
La vergüenza se acumuló más en mí cuando note que algunas lágrimas cayeron en su camisa para dormir, dejándola húmeda, pero en este punto, yo estaba ansiosa por seguir oliendo esa deliciosa menta con canela tanto como pudiera. Cerré mis ojos y lo abracé todavía más fuerte, amando el momento, deseando que pudiéramos fingir al igual que el fuego fatuo frente a nosotros, que fuéramos eternos de esta manera.
Me sentía cálida y conmovida por dentro. Sus dulces palabras, su abrazo, su barbilla acariciando mansamente mi frente, su voz meciéndome lentamente mientras deseaba, rogaba a Seiryu-sama por jamás volver a lastimarlo.
Para cuando mi llanto se había vuelto sólo una lágrima perdida de vez en vez, logré murmurar:
- Tú también eres especial para mí. – Me acurruqué más a su lado, presionándome a su costado sin dejar de ver el fuego – Te has vuelto demasiado especial.
Sentí de inmediato como se tensó, sólo para reacomodar sus brazos a mi alrededor, acurrucándose también, contestando con un suave:
- Lo sé.
Tan cómodo como estoy en este pequeño nido, deduzco que ha sido su calor, su fragancia, su alma, los que me envuelven en un capullo de somnolencia y termino vagando a una noche libre de malvados sueños.
Justo antes de dormir, apretándome más hacia él inconscientemente, creo sentir un par de labios tiernos posarse cual mariposa sobre mi frente.
Esa noche dormí exquisitamente en el mejor de los sueños.
Era ridículo.
Soy una ridícula.
Luego aspiré, y volví a sonreír estúpidamente.
Soy una ridícula.
Aspiro.
Sonrió tontamente.
Pfff…
Soy un desastre. Y vuelvo a sonreír.
Amanecí recostada en el fūton de mi habitación designada, enredada con una manta que no había estado antes aquí. Una que olía completamente a menta y canela.
Todo su olor se impregnaba en mi nariz y yo no era sino una glotona criatura que aspiraba como una drogadicta sin salvación.
Cada segundo del amanecer, lo dediqué a envolverme en aquella manta y como una posesa, no la solté sino hasta el último canto del gallo más perezoso. Sonreía como una tonta, aun desconociendo si él y yo estábamos bien, no habíamos entablado ninguna respuesta concreta horas antes; pero era un paso en la dirección correcta, lo sabía.
Desesperezándome, me levanté con unos cuantos huesos tronándose en el proceso, estirándome cual neko, para comenzar mi día. Duchándome con agua fría para despertarme completamente en el baño propio de la recamara, me coloque otra falda larga café más una blusa verde deslucida sin mangas.
No me gustaba llamar la atención, pero en una lujosa mansión marcada con rasgos amaderados ostentosos y elegantes tonos oscuros, no importaba que usara, mi ropa de segunda mano era demasiado llamativa por la humildad que emitía.
Tomando una barrita de avena casera dentro de mi mochila, y doblando cuidadosamente la manta mentolada, me dirigí hacia la segunda planta, donde se ubica mi paciente; el desayuno tendrá que esperar hasta confirmar que ella está estable en su quinceavo día en cama.
Estaba a punto de abrir su puerta cuando esta se abre previamente y a contraluz encuentro al hombre que me hizo la mañana con su tonta manta.
Su cabello largo esta arrojado en su hombro, ahora le empieza a llegar a la cintura en una caída elegante, pero en lugar de percibirlo femenino; sólo le engrandece su gracia masculina. Completamente serena, le doy los buenos días, antes de que él lo haga, rogando que no vea mi pulso acelerarse con su presencia.
Mi corta reverencia es recompensada por su fragancia cercana, aun húmeda por una recién ducha; sin embargo, antes de pedirle permiso para entrar me murmura:
- ¿Hablamos? – sus ojos me miran un segundo antes de deslizarse de nuevo a su okasan recostada en la recamara.
Asiento, para enseguida, sentir su mano derecha en mi codo izquierdo, con cierto nivel de ansiedad en el movimiento. Me guía a otro pasillo, más abierto, más amplio con vistas a los jardines traseros y es cuando comenta:
- Hokage-sama requiere mi presencia y la de Shisui de manera prioritaria. Sasuke, comento muy temprano que necesitaba supervisar trabajo con Sai. Por tanto, necesito pedirte un favor.
Su mirada era un poco ansiosa, tensa; esa forma suya de entrecerrar los parpados inferiores cuando se siente frustrado; mirando continuamente a la recamara, apretando mínimamente su puño, todas señales de ansiedad nerviosa. Coloqué una expresión empáticamente seria cuando comprendí su pesar:
- Cuidaré de ella. Cualquier cambio te notificaré de inmediato, Taicho.
- Sé que lo harías. Te lo agradezco de nuevo. Encontraré la forma de compensarte tu esfuerzo.
- No es necesario Taicho. Con todo lo que has hecho, me has compensado siete vidas – alza su ceja negra incrédula – ¿Qué tal vamos con esa sospechosa teoría del envenenamiento de Mikoto-sama?
Fue escuchar mis palabras para apretar su puño, casi imperceptiblemente, y así supe que no había mucho avance.
Contesto de forma muy estoica con el cuerpo tenso, hombros rectos y espalda erguida:
- Hemos realizado inspecciones, emulado sus rutinas, verificado con quien tuvo contacto, quien pudiera representar una motivación maligna y los medios para llegar a ella; Daisuke-sensei avala tu teoría, evidentemente algo o alguien, estimulo la mutación de las células cancerígenas para empeorar su condición; sin embargo, cuatro pares de ojos hemos comprobado en reiteradas ocasiones que no hay forma de llegar tan fácil a Hahahue. No hay forma.
En lugar de mirarme, se enfrentó hacia el jardín casi recargándose en el barandal, pero su crianza Uchiha se lo impide; deja salir un suspiro y veo aquellos pétalos que tiene por labios abrirse con lamento:
- La he descuidado. Todo el afecto y cariño que me dedico, no se lo he podido devolver con creces como merece desde hace un tiempo.
No tuve palabras para consolarlo, no hasta que me pregunto con voz cansada:
- ¿Cómo puedo compensárselo si no es estando aquí con Hahahue?
Esperaba que mi mirada atrajera su atención, sólo para darme cuenta de que ya me estaba viendo con ojos que, aunque por fuera eran helados, tenían esa luz de ansiedad dentro de él:
- No podemos cambiar el pasado, lo sabes, lo sé, Kami-sama sabe que Shimura Danzo lo sabe en este momento - mire el jardín de nuevo hablando más acorde – por lo que el arrepentimiento es normal, pero no significa que tu futuro sea tan malo. Tu presente no es sólo este momento, es todo lo que consideres que puedes cambiar con tus propias manos, Taicho. Tienes trabajo hoy, ocupaciones, sí, pero conociéndote las devorarás para antes del anochecer, para estar aquí con tu Okasan, cuidándola, y eso está bien. No es lo que desearías claro está, pero tampoco es hacer nada. Ahí es donde debes permitir que los demás ayudemos; ¿cómo?, rezando a Seiryu-sama para que tu Otousan no termine aniquilándome con su mirada láser, o para que Daisuke-sensei no trate de raptar mi chakra de nuevo; una vez hecho eso, te lo aseguro, volverás a hablar con tu okasan.
Comento casi a la ligera, viendo como sus ojos se abren un poco y luego se suavizan entretenidos, antes de volver a caer en la tristeza. Sin poder evitarlo, le prometo entre murmullos, tomando su mano y la apretándola con delicadeza:
- Ya sea con mi última gota de chakra o mi último suspiro de vida, cuidaré a Mikoto-sama y la traeré de regreso a ti y a tu familia, Taicho.
Su mirada emula idénticamente a mis ojos alternando sobre los suyos, aunque un segundo después, su mirada se desliza a mi hombro desnudo, donde se nota una tonalidad verdosa reflejarse en mi piel. La mitad de una X es visible a sus ojos, consecuencia de mi voluntad y palabra. Tan segura como estoy, él sabe que no puedo ni me gusta prometer cosas imposibles. El hecho de decirle que ella volverá a estar bien debe de calmarlo lo suficiente, o al menos eso espero. Si es que aún tienen credibilidad mis palabras en su psique.
Y sé que he llegado a su confianza, un poco más, cuando me devuelve el apretón. Me mira fijo y susurra con la potencia de un hombre agradecido:
- Arigatou, Sakura.
Asiento con una pequeña sonrisa genuina, demostrándole que no está mal salir a trabajar, él aún tiene una vida por delante y aunque es normal preocuparse por su madre, puede y debe continuar con la suya. Pronto, pronto podrá volver a hablar con ella.
Antes de retirarse completamente, le hablo más seria en tono un amenazante:
- Y no es necesario que estes muriendo para que revise ese nuevo Sharingan tuyo. Sé que te duele. – dije con el ceño levemente fruncido.
Se tensó, antes de mirarme menos serio y decir cansado:
- Veremos, pero no ahora. No hoy.
Asiento, comprendiendo. Primero Mikoto-sama, después Taicho.
- En ese caso, buena suerte hoy muchacho. – comente extendiendo los brazos hacia el jardín - Ahora, sal al mundo. Sé libre, espíritu de fuego.
Me mira entrecerrando sus ojos, frunciendo el ceño, ladeando la cabeza, como si él mismo no supiera que cara poner de tan confundido que esta, pero aprovecho para empujarlo con nuestras manos unidas de nuevo al pasillo hacia las escaleras, soltándolo antes de que él mismo tome distancia y me mire por última vez antes de tomarse un segundo para despedirse de su okasan.
Se despide formalmente más tranquilo, con una leve ansiedad oculta; y así Taicho regresa a sus labores normales protegiendo a toda Konohagakure de los peligros terrenales y enemigos mortales de la Aldea, a saber, lo que sea que este planeando Pain.
En cambio, en la mansión Uchiha, es mi turno.
Hoy tengo una cita con la red de conductos que se unen al conducto pancreático principal de Mikoto-sama, y ya voy tarde.
El día pasa entre tubos de ensayo, más barras proteínicas, y Daisuke-sensei tratando a Mitsue-san más como una enfermera que como una criada. La joven terminará volviéndose doctora a este paso.
Un día más y al fin liberaré el alma de Mikoto-sama; su cuerpo se está reestableciendo y aunque necesitará de mucha terapia física por meses, al menos tendrá una esperanza de vida promedio. No dudo que sea incluso mucho mejor con la promesa en los ojos de futuros cuidados que le serán otorgados por los hombres de su vida.
Sin más rezos, debido a que sus pulmones han recuperado el 60% de su capacidad, ya sólo es cuestión de tiempo y cuidados para que termine con mi curación; y mientras dejo a Daisuke-sensei reanotar sus observaciones y monitorear a Mikoto-sama, comienzo mi nueva tarea.
Tenía la esperanza de no hacerlo, porque Taicho no es sino comprometido, y no dudo que haya dejado a alguien más haciéndolo, pero nada mejor que uno mismo para hacer las cosas bien. Además, sus palabras me dejaron inquieta.
Menciono cuatro pares de ojos: Sasuke, Shisui, él mismo y por supuesto, el más rudo de todos, su Otousan.
Entonces ellos ya revisaron de cabo a rabo hasta las cosas menos sospechosas, debieron haber buscado infinidad de veces sus trayectos desde la mansión Uchiha al mercado, a la panadería, a la Torre Hokage; debieron interrogar a todo el mundo, consultar con más de una pregunta la misma anécdota.
No por nada, el clan Uchiha es la columna vertebral de la policía militar de Konohagakure y tomando en cuenta que el esposo de mi paciente es el comandante en jefe, sólo significa que el fracaso no es una opción en este caso.
Entonces, ¿cómo puedo encontrar la respuesta a este misterio cuando los hombres más inteligentes que conozco, clasificados como genios, no han podido?
Fácil.
Haciendo lo que ellos no.
Me dirigí hacia el único lugar de la mansión que desprendía tanto un aura como un chakra contenidos, ambos conceptos llenos de tensión e incomodidad.
Pero si quería hacer esto bien, necesitaba primero conseguir un permiso para vagar a mi antojo. Se lo había prometido a Taicho.
También me lo debía a mí misma, si es que las palabras de mi capitán anoche eran un motivante.
Me desplace suavemente, dejando que mi chakra saliera suave y tenue, como si fuera otra criada más moviéndose por los largos pasillos de la mansión, pero era obvio por el aumento en la tensión del chakra de mi objetivo, que me había detectado y, de hecho, tenía tal impulso casi como si estuviera siguiendo mis pasos.
Llegando al centro de la enorme casa, no era necesario tocar la puerta, el hombre envió un chispazo de su chakra y lo consentí como su aprobación para entrar al estudio.
Su oficina era muy distinta a como me la imaginaba. Entre tonos grises, oscuros y amaderados, Uchiha-sama tenía buen gusto, y se evidenciaba aún más con la holgura de su economía, pero estaba verdaderamente impresionada.
Se notaba el gusto por el roble y el cedro trabajados a mano en sus muebles, especialmente en su mesa de oficina, así como reliquias familiares dispuestas en estantes oscuros. Tenía una hilera de pinceles y un tintero artesanal sobre su escritorio, los pergaminos colocados cuidadosamente en dos rejillas seguramente para clasificarlos en tareas o pedidos completos. Una pared completamente de vidrio calzaba ideal para tener una vista permanente de uno de los jardines, en donde se notaba incluso una pequeña cascada artificial. Era extremadamente organizado, y a la vez, había cosas fuera de lugar.
Como un chal perdido sobre una silla, femenino, el olor de Mikoto-sama estaba impregnado. Unas flores que sobresalían de entre las páginas un libro de romances en su mesita del centro, y unos guantes de jardín desperdigados en la esquina de la misma. Las cosas que su esposa dejo olvidadas seguramente. Y él no las había querido mover.
Entonces, Uchiha Fugaku es un romántico marido perdido.
Puedo usarlo a mi favor.
Haciendo una reverencia perfecta, tanto que Obāsan-sama hubiera estado satisfecha, lo salude:
- Ohayou gozaimasu, Uchiha-sama – conteste aun mirando el suelo.
Pasaron uno, dos, tres segundos hasta que oí su saludo:
- Ohayou gozaimasu, Sakura-san – escuche su una voz profunda y rasposa detrás de su escritorio, deteniendo su escritura – Adelante.
Considerando que el hombre era tradicional, o así me parecía, tenía la imagen mental que le gustaría tener su oficina a la antigua, sin sillas ni mesas altas; extrañamente, fue todo lo contrario. Era modernamente sofisticado.
Sin tomar asiento – ya que no me invito a hacerlo – me pare frente a su escritorio y me volví su objeto de estudio con ese rostro inexpresivo, y, aun así, se las arreglaba para mirarme como quien mira a un insecto horrible a punto de ser aplastado.
Era evidente que no me consideraba una digna compañía, ni amistad para sus hijos; lo había visto por el rabillo del ojo cuando hacía pequeñas muecas con sus labios para denotar su disgusto cuando Sasuke o Shisui me hablaban o me preguntaban; sólo se notaba orgulloso cuando Taicho parecía ignorarme abismalmente… hasta hoy.
Sin perder más tiempo innecesariamente habla instruyéndome:
- ¿En qué puedo ayudarte, Sakura-san? – su voz es monótona.
- Por el contrario, Uchiha-sama, estoy aquí para ayudarlos. – comencé, aunque el hombre sólo entrecerró los ojos mínimamente, idéntico a Taicho cuando desconfiaba.
Pasa un segundo hasta que vuelve a dejar sus ojos serios y es cuando alza una ceja delgada, un poco encanecida, en tono de cuestionamiento, a la vez que dice:
- Debo informarte que con tus acciones actuales son suficiente ayuda que requerimos. Desconozco a que otro factor puedas estarte refiriendo.
- El supuesto envenenamiento de Mikoto-sama.
- ¿Supuesto? Eras la primera persona en explicar que era una teoría certera.
- Y lo sigo siendo, simplemente hasta no tener la causa de origen no puedo confirmarla tangiblemente.
Vi la comprensión y casi, casi un destello de sorpresa en su mirada, aunque todo lo demás era inexpresivo.
Como Sherlock Holmes me enseño durante sus aventuras en el Círculo rojo, no podía dar por sentado algo, menos un crimen, sin tener pruebas contundentes primero. Un hecho que, afortunadamente, utilizan los policías también.
Me estudió otro momento, esta vez con más intriga, sólo para decir al final:
- En nombre de la familia principal Uchiha, es agradecida tu ayuda e independientemente de cualquier trato que hayas pactado con Hokage-sama, se te será recompensado tu invaluable esfuerzo en la recuperación de la gran matriarca durante su estado convaleciente. Adicional a ello, cualquier asunto interno será revisado e investigado entre los miembros del Clan, no es necesaria la intervención de terceros.
No sonreí falsamente, no ante este hombre, él requería seriedad por un tema tan importante y justo eso necesitaba recalcar:
- La salud de Mikoto-sama es mi prioridad ahora. Por tanto, cualquier relación por más ínfima que sea, necesito estudiarla. En este caso, investigar la razón real de su enfermedad también la considero mi responsabilidad.
- No me gusta repetirme, Sakura-san. Te agradezco, te será recompensado, y es suficiente de tu parte – miro a la puerta en señal de despedida, pero yo no soy si no necia.
- Puede agradecerme dejándome buscar la causa de su malestar, Uchiha-sama – comente sin alzar la voz.
Sin embargo, el hombre no estaba recibiendo bien mis palabras, se estaba enojando. Nada lo delataba, más que sus ojos que cada vez eran más helados. Hablo con el mismo tono monótono e indiferente:
- Permíteme ser sincero, Sakura-san.
- Por supuesto. – asentí con la cabeza.
- Accedí, malamente, a que entrarás a mi casa, inundases tu presencia en mi hogar, en base a la confianza que mis herederos han demostrado tenerte. Sin embargo, el hecho de que tus burlas sean constantes hacia mi familia es una afrenta, de la que dudo, tengas el conocimiento completo de lo que representa.
Espere a que se desahogara primero mirándolo sin bajar la cabeza, ojos firmes, hombros rectos, erguida.
- Temo informarte, que a comparación de la lástima que has inspirado en el resto de mi familia, no conllevo el mismo sentimiento. No comparto sus opiniones sobre ti, excepto al tema médico; así que agradecería que, para llevar cualquier intención de cordialidad entre nosotros, te apegues a la instrucción principal. Tu único enfoque debe permanecer al estado físico de mi esposa, remediarla y una vez que Daisuke-sensei lo avale también, te retirarás en silencio, llevándote el caos que has traído, alejándote de mi familia. Espero que esta vez, Sakura-san – remarco mi nombre – haya quedado claro.
Es bueno, pero no es Obāsan-sama.
- No han encontrado nada, ¿no es así? – hable con aburrimiento impregnando la voz.
Su reacción fue entrecerrar mucho los ojos, levantando parte de los parpados inferiores. Su molestia era palpable y aquí supe, de quien heredo Taicho la mitad de sus expresiones y formas de hacer sentir incomodos a los demás. Suerte que me había entrenado mucho tiempo en ello.
- Sakura-san, considera esto mi última palabra. No intervendrás. – ordeno con una voz dominante.
- Mientras vivía en Kirigakure, - se tensó cuando me escucho – se rumoreaba que la policía militar de Konohagakure no Sato era la mejor defensa de la Aldea. Rápidos, astutos, fuerzas de la naturaleza, eran frases que se dejaban escuchar en ocasiones. No digo esto para apelar a su ego. Lo digo porque no me quedan dudas de que han buscado hasta por debajo de las piedras, cualquier índice de veneno o algún sospechoso en las cercanías. Lo han hecho todo y conozco el sentimiento de frustración cuando las cosas no suceden tan rápido como se esperaría.
Hable lento, con prioridad en algunas palabras, quería que entendiera que no era una enemiga; más como una mano amiga.
Se lo debía a Taicho.
- Lamento que mi forma de ser pueda aparentar altanería y sarcasmo, es comprensible como un jefe de cabeza como usted, pueda estar preocupado por las dudosas actividades de las compañías que se relacionen a sus hijos. A su futuro patriarca, al futuro Hokage, o al segundo heredero – tensó un poco la mandíbula – Puede no parecerlo, pero son las personas a las que más respeto dentro de Konohagakure, únicamente mi juramento shinobi me impide colocarlos por encima de Hokage-sama.
Eso hace que frunza un poco el ceño, retirando la quijada dura levemente. Un avance.
- Comprendo también lo que se siente cuando un completo desconocido ingresa al hogar de uno, y se vuelve una amenaza que se desea erradicar, en especial cuando interactúa tanto con su familia – imágenes de Naruto pasan por mi mente a toda velocidad – a mí también me ha costado trabajo no arrastrar el cuerpo inerte de un extranjero por el jardín y enterrar su cadáver tres metros bajo tierra en el secretismo de la noche.
Alza su ceja, olvidando por completo la mandíbula y sus rasgos ya no son de irritación. Otro punto.
- No me interesa lastimarlo a usted, a su familia, ni a cualquiera que represente ciudadanía de Konohagakure. Me interesa el bienestar de ciertas personas, y éstas solo estarán más… relajadas, cuando encuentren las respuestas que buscan. Y si encontrar la raíz de la evolución de la fibrosis quística es lo que requieren, eso es lo que pretendo darles. No más, no menos.
Me mira intrigado realmente esta vez. Evaluándome, lo suficiente para llevarse una mano y cubrir sus labios, señal inequívoca de una trampa verbal:
- Tú misma has comentado que este clan, esta familia, ha buscado extenuantemente hasta el más leve signo de culpabilidad en todos lo que pudiesen interactuar con la noble matriarca. ¿Qué te hace pensar que tú, sola y sin apoyo a la vista, podrás encontrar algo?
Esto, era mi pregunta examen. Desde que menciono que lo haría sola, me está afirmando que, si me permitirá hacerlo dependiendo mi respuesta, no aceptará que agregue a alguien en mi búsqueda. Estaré sola por mi cuenta, aunque vigilada seguramente.
Eso es mejor que nada.
- Simple. Tengo algo que ustedes no – conteste sencilla. El hombre alzo su ceja en cuestionamiento – Encanto para los imposibles.
Uchiha Fugaku continúo estudiándome, seguramente pensando si realmente soy de fiar. Tome mi tiempo para evaluarlo también. Un líder, un padre, un marido, pero, por, sobre todo, un shinobi experimentado, uno que estaba cansado, agotado. De hecho, estaba peor que sus hijos, avejentado por horas sin dormir y todos los cuidados que había estado desplegando a su alrededor, era quien le llevaba las comidas líquidas, probándolas él mismo antes de siquiera que ella bebiera de sus licuados verdes.
Según Sasuke, el hombre había estado trabajando en casa intermitentemente un periodo antes del colapso de su okasan, aunque tampoco le aviso a sus hijos que ella se encontraba en mal estado; pensó que eran fiebres y resfriados comunes de la estación otoñal, nada de gravedad. El hombre también sufre, pero es de los que les gusta hacerlo en silencio, en la privacidad de su oficina.
Espere de pie, inamovible mientras veía sus ojos calculando posibilidades, intercambiando lugares con el pensamiento del marido y luego con el del oficial mayor. Al final, en un parpadeo, dejo caer los hombros muy poco, un centímetro, pero fue como que agregara más peso a sus hombros y ahí lo supe.
Tenía su permiso.
- El mismo periodo que tienes de curación, el cual intercalaras, únicamente cuando mi esposa responda favorablemente, lo usarás para realizar tus investigaciones. Ni un segundo después. Está de más decir, que sólo tú y el neko son aceptados bajo el techo Uchiha – miro con firmeza fulminante – nadie más.
Agradeciendo, ocultando mi sonrisa, hago una reverencia para dejar su estudio. Estoy a punto de cerrar la puerta cuando escucho su voz de nuevo:
- Y nunca pensé en enterrarte en el jardín.
Entrecerré los ojos pensándolo un momento mientras lo veía, y asentí:
- Concuerdo. El bosque es más oscuro. Y más grande.
- Esperaré tus avances, Sakura-san – ordeno el jefe militar esta vez.
Y así, es como me siento vagar por la mansión, tratando de encontrar pistas idéntico a un sabueso; disfrutando las estancias, las tres salas de tamaño descomunal, tocando los muebles de cedro cocolobo en tono oscuro, las pocas alfombras son de fina chenilla y las chimeneas abundan en un toque rústicamente clásico.
Todo grita lujo y clase a los ojos de un terrenal, cualquiera entraría, abriría los ojos y dejaría caer las babas especialmente con las vistas proporcionadas por los cristales templados hacia los jardines otoñales.
En cambio, yo veo historia. Una rasgadura en una cómoda esquinada, signo de continua remodelación, una marca de uña sobre uno de los cuadros Toshusai Sharaku, el amanecer sobre el Mar Oriental, una pequeña mancha, levísima sobre una de las mesas de centro con tinta china, antiquísima.
La misma caminata por los pasillos que recorren una sala de estudio al lado de un pequeño riachuelo, dejan ver que el camino el río es más antiguo que la casa misma, se notan los cuarzos cristalizados, señal de antigüedad milenaria.
Observo a las criadas mirarme y aunque evidentemente han sido vigiladas, incluso ahora mismo, las omito. Ellas no son prioridad. Si una de ellas hubiera estado envenenando a Mikoto-sama, la tensión en el aire cerca de cualquier de los machos Uchiha la hubiera marchitado enseguida. Incluso para mí era asfixiante a veces, no me imagino ellas.
Shisui había tomado el rol del policía divertido, haciendo preguntas tontas con trasfondos para tramposos; Taicho había sido menos vocal, más visual observando y analizando. Al que menos había visto últimamente era a Sasuke, aunque supongo que eso significa que mi propuesta realmente le intereso y ahora mismo estaba en su nuevo cargo, me alegra haberle notificado a Yamato-senpai y a Sai junto a Hyo para que pueda representarme durante mi ausencia, eso me aligera las cosas.
No debo distraerme entonces. Toda mi atención estará enfocada en Mikoto-sama, se lo debo a Taicho.
Me lo debo a mí.
No sólo soy una herramienta al servicio de otouto.
Mitsue-san, la criada dispuesta para el servicio de Daisuke-sensei, había llevado una bandeja con degustes culinarios. Encerrados toda la tarde, esta vez con más utensilios médicos para proceder con la respiración artificial de Mikoto-sama para revisar sus pulmones de manera pausada, habíamos terminado agotados, tanto que el sólo ponernos de pie había sido extenuante.
Y así fue como comiendo a cuentagotas, mirábamos a Mitsue-san acomodando las almohadas de Mikoto-sama, cuando me di cuenta de algo curioso.
- ¿Esto es nashi? – pregunte asombrada a Mitsue-san, quien respondió afirmando con la cabeza.
- Hai, son las favoritas de Mikoto-sama, pero son tantas este año, que Fugaku-sama acepto repartirlas para que no se terminen desperdiciando – dijo con pena en la voz por el sufrimiento de su maestra.
Levanté la mirada de la fruta color amarillo tostado, y una forma redondeada perfecta similar a una pera tropical, por su redacción.
- ¿Tantas este año?
- Hai, Mikoto-sama, por lo general, cultiva sus alimentos favoritos en un pequeño huerto del jardín trasero. Es bendecida nuestra tierra y ella aprovecha para sembrar todo lo que se ajuste al gusto de la familia. Es muy noble la tierra con Mikoto-sama.
La pobre Mitsue-san continúo divagando sobre los gustos de una dama tan amable como al parecer se dice ser Mikoto-sama; sólo Daisuke-sensei, olvidando el tema médico, me miraba con esa suspicacia shinobi con la que fue criado.
Me preguntaba con su mirada oscura que ocurría, pero negué con la cabeza, antes de fingir distracción por la parlanchinería de Mitsue-san.
Tendré que hacer una revisión, pero hasta donde yo sé, los nashi sólo se dan en el verano entre las faldas de las montañas. Un otoño caliente en las tierras planas de Konohagakure no serían propicias para un delicioso nashi de zonas frías como este.
Abriendo la puerta de mi oficina en Anbu Raíz, no esperaba encontrarme con Hyo.
Acostado.
En el suelo.
Sobre un charco de sangre sobre mi alfombra favorita.
Su máscara rasgada.
Su pecho marcado con una garra eléctrica impresionantemente limpia.
Con olor a barbacoa.
Sin chakra filtrándose de su cuerpo y sin respiración audible supe que Hyo había muerto hace menos de treinta segundos.
Elevé la mirada al dueño de la katana levantada aun goteando sobre el cuerpo de mi subordinado.
- Cuando dije que debías de encargarte de Hyo, no me refería a esto – le dije tranquilamente a Sasuke, quien se notaba seriamente mortal con ese Sharingan suyo moviéndose a toda velocidad, erguido en su máxima estatura y viéndose oscuramente poderoso.
Me miro tenso, como si aun pensara que sigue en confrontación, aun con su espada en modo de defensa, esperando un movimiento en falso.
Me moví por la oficina hasta el pequeño baño oculto, y tomando una de las toallas, se la lance a Sasuke, quien la atrapo al vuelo.
- Limpia tu katana, no permitas que gotee. Es hora de probar uno de tus famosos genjutsu Uchiha, que nadie se acerque a esta oficina mientras está en mantenimiento. Debe ser rápido – me acerque al cuerpo chamuscado de Hyo – la sangre se impregna y después apesta.
Por desgracia, la alfombra se desperdiciaría, pero qué se le va a hacer.
Sasuke aplico shushin, comprendiendo que lo estaba ayudando, hacia la puerta para empezar a colocar trampas a cualquiera quisiera entrar al menos hasta que termináramos. Mientras tanto, recogí hasta la última señal de que Hyo estuvo en la oficina, armas, pergaminos, incluso el sello de vigilancia que él creyó que había ocultado demasiado bien detrás de mi tarro de dientes para escuchar cada cosa, todo lo retire y lo acomode sobre su pecho.
- Ayúdame aquí – le susurre a Sasuke, quien lucía algo impactado aun – es pesado.
Le dimos vuelta sobre la alfombra, que rodara con el resto de sus cosas para acto seguido, abrir un portal de ninshu a alguna parte del Bosque de la Muerte.
- Tú la cabeza, yo las piernas.
- ¿Por qué? – pregunta el Uchiha mirándome con cierta confusión en sus rasgos, aunque el Sharingan seguía presente.
- Porque la cabeza pesa más – gruñí mientras me agitaba cargando las piernas.
- Iie, ¿por qué…? ¿por qué estas ayudándome? Deberías entregarme a Hokage-sama, Sakura – dice con una voz determinada, aunque lúgubre. – Soy un asesino de un ciudadano de la Aldea.
Rodee los ojos. Se me olvidaba que Sasuke es fiel a Konohagakure no Sato y acaba de asesinar a uno de sus subordinados; conociendo su sentido del deber y el honor, se ha de sentir tan desgraciado y culpable, idéntico al Sennin Orochimaru.
- Sasuke – comencé mientras noté que era la única que cargaba – Hyo no era más leal a Konohagakure de lo que fue alguna vez el pedófilo que te perseguía.
Frunce sus rasgos, entre culpables y confusos, hasta que le susurro feroz:
- Te explicaré cuando terminemos. Ahora, apúrate, o me va a salir una hernia por tu culpa.
A regañadientes, se mueve y toma de los hombros al fallecido Hyo. Realmente fue un hombre pesado.
Adentrándonos, a la oscuridad de la madrugada que proporcionan las dos de la mañana, únicamente la luna gigante y los ojos de las criaturas nocturnas observaron nuestra llegada.
Antes de cerrar el portal, revise nuevamente que nada nos hiciera falta de parte de Hyo, afortunadamente la sangre no se había escurrido tanto en el suelo, sería rápida la limpieza. Confirmando todo en orden, regrese con Sasuke, quien estaba al lado del cuerpo del shinobi Raíz.
- ¿Qué pretendes que hagamos con él?
- Tsk – le chasqueé a Sasuke – Iie, iie.
Tome por la barbilla a Sasuke, un poco ruda, pero tomando en cuenta que me sacaba casi una cabeza, quede muy por debajo; aun así, sabía que mi mirada penetrante arrastraba su atención totalmente en mí.
- Escúchame bien, Sasuke, porque no lo voy a repetir. Eres un líder. Eres la idea concebida de uno justo a punto de llegar a la cima, en su completo esplendor; esto – señale entre Hyo y él – es parte de las decisiones difíciles que un líder debe de tomar, donde la línea de la moral y la rectitud se difuminan. Tú no preguntas ni cuestionas cómo hacer las cosas. Tú eres la forma de hacer las cosas. Tú decides cómo, cuándo y quien debe de responderte. Tú no cuestionas, tú exiges sin siquiera alzar la voz; tus palabras y órdenes son absolutas. Puedes ser abierto al diálogo y escuchar distintas opiniones o puedes cerrarte y cubrir la tierra en tiranía; lo que nadie te dice es que hay tiranías correctas. Eres la razón caminante, aunque aceptas otras lógicas cuando es necesario. Aprendes de tus errores y ayudas a otros a evitarlos; y jamás, escúchame bien, Sasuke, jamás vuelvas a preguntar qué hacer. Cuando estes con alguien que consideres un igual, no brindaras tu opinión antes; esperaras en silencio primero por su acción y reaccionarás acorde. A los inferiores, únicamente, les darás la elección de ser escuchados y si realmente valen la pena, consideraras sus opiniones como tuyas. El único individuo por encima de ti es a quien más lealtad le debes, si es el Hokage, si es tu familia, si es otouto, eso lo decides tú. Tú eres quien debe de dar la orden final cada vez, siempre protegiendo a los tuyos aun si es a base de auto sacrificios, ¿entendiste?
El Uchiha me miro con ese Sharingan moviéndose cada vez más lento, cada vez más pausado, sus tomoes comprendían todo lo que decía y parecía grabarse mi discurso como un mantra religioso. Su respiración se había tranquilizado en este punto y ya no lucía tan nervioso. Asintió pocos segundos después, cosa que quise asegurarme:
- Más que un Uchiha, eres un genio por derecho propio, un hombre capaz, no dudo ni dudaré de tus capacidades, pero necesito que realmente te quede claro todo esto.
- ¿Por qué? – su voz ya era un pozo de calma, viéndome con mucha más discreción.
Sonreí ladeando la cabeza, viéndolo como si fuera una pregunta estúpida:
- ¿Me estoy equivocando contigo, Sasuke? ¿Es demasiado reto?
En automático, endureció la mandíbula y alejo su rostro de mi mano, reajustándose y enderezándose.
Realmente había crecido. Esa falta de autoestima y prestigio que note que siente cuando está cerca su Otousan jamás podremos compensarla ni Naruto ni yo, y por las miradas reprobatorias de Taicho y Shisui, quienes tampoco están conformes con la actitud del patriarca hacia el menor; sólo podrá hacerlo él, sólo Sasuke podrá superar la inferioridad que siente cada vez que es comparado.
Pero si puedo ayudar por lo pronto, mejor. Al fin y al cabo, debo asegurarme de que quien cuida el precioso corazón de otouto realmente está listo para hacerlo.
- Hay que desmembrarlo – dije mientras miraba el cuerpo de Hyo.
- Iie, hay que quemarlo – dijo él mientras también lo veía.
- Si lo quemamos, el olor atraerá a más bestias nocturnas, y con mucha mala suerte, lo cual nos caracteriza, otros ninjas.
- ¿Desmembrarlo es tu opción más factible? Pensaría que no querías desastre.
- Esparciremos su cuerpo sobre las madrigueras de los lobos del bosque, así nadie podrá reconocer los restos si lo encuentran, la cabeza es lo único que necesitamos quemar.
Estábamos discutiendo las mejores formas de deshacernos del cuerpo cuando la respuesta llego en forma de una mansa criatura de color café con diez patas peludas y marcas atigradas en cada una de sus piernas. Sus ocho ojos regurgitaban de un extraño color amarillo salieron de entre la tierra arenosa, oculta bajo el fango, lo que ocasiono que tanto Sasuke como yo saltáramos sobre las ramas del árbol más cercano abandonando el suelo.
La Goliath comeaves es una de las arañas más grandes que posee el Bosque de la Muerte, considerando que cada pata crece un máximo de cuatro metros y tienden a crear sus nidos por debajo de la tierra, de tal forma que lo que puede parecer un claro realmente es la entrada a su nido, por eso es tan difícil encontrarlas, casi nadie sobrevivía a sus sigilosos ataques. Y habíamos caído curiosamente sobre su casa.
Vimos cómo sus patas apresaron inmediatamente el cuerpo envuelto en la alfombra de Hyo y lo rodaba en la tierra haciendo que cayera en un amortiguado golpe dentro de su madriguera.
Por el sonido de despedazamiento abajo, nuestra Goliath era una madre urgida de alimento, pequeñas patitas cafés se asoman por donde ofrece iluminación la luna, al menos sus crías comerán hoy a alguien que nadie extrañara.
Viéndonos por última vez, la araña madre empieza a retraerse en su nido, agachándose un poco más dejando que sus ojos amarillentos hablen por si mismos.
Creo que aquí podemos venir a dejar algunas evidencias de vez en cuando.
Sasuke golpea mis costillas, negando con su cabeza. Supongo que hable en voz alta de nuevo.
Regresamos con un nuevo portal de ninshu a mi oficina, ó, la oficina nueva de Sasuke y literal con cloro y paños de agua caliente, ambos nos pusimos en nuestras rodillas a limpiar la sangre pendiente.
Podía usar a Kubiki-chan, ya que absorbería toda la sangre hasta la última gota, pero esta era una lección para Sasuke. Tenía que aprender a arreglar sus desastres por si solo.
Tendríamos alrededor de diez minutos en silencio, fregando y volviendo a aplicar desinfectante, cuando lo escuche murmurar:
- ¿Por qué Sakura? Dime porque lo estás haciendo – me mira mientras está en sus cuatro con trapo en mano – ¿porque ayudarme a encubrirlo cuando asesine a alguien de Konoha? Soy un criminal. Yo mismo debería entregarme ante Hokage-sama. Ni siquiera has preguntado por qué lo asesine.
Sin dejar de limpiar, le contesté:
- Mañana, sólo cuando alguien te pregunte, te presentarás renuente y como si no quisieras aceptarlo, comentarás que Hyo no estuvo de acuerdo con lo que sea que le hayas ordenado. Una misión, un reporte, lo que sea que quieras. Dirás que se molestó y se retiró enfadado de tu oficina. Seguramente Kido-san, preguntará primero, sé cuidadoso en cuanto a detalles, no des muchos, pero tampoco omitas, te hará ver sospechoso. Tu historia debe de ser exactamente la misma para todos los que pregunten, pero sin parecer ensayada. Esperaras tres días después, no menos, tomaras el pergamino sellado que se encuentra escondido en el interior de la chimenea y se lo entregaras a Hokage-sama. Dirás que has estado vigilando a Hyo por posible y comprobable participación de traición con un señor feudal de Sunagakure. Venderás la idea de que Hyo está extraviado justo a partir de hoy, y dos días después, te aseguraras de que broten rumores sobre la deserción del shinobi.
- …Sakura, ... ¿ya tenías planeado hacer esto? ¡¿Asesinarlo?! ¿Desde hace cuánto?
Volteo a ver a Sasuke, deteniéndome en mi batalla contra la sangre en el suelo. Tiene el Sharingan entrecerrado, pensando a toda velocidad mientras mira entre los míos alternadamente, sentado en posición seiza, tiene las manos libres salvo por su propio paño. No las está apretando, signo de confusión aún.
Me siento en mis talones algo cansada, imitándolo, y le comento muy tranquila:
- No eres culpable de nada Sasuke, ni siquiera tienes porque sentirte así. Hyo iba a por ti en cualquier momento. No dejaría pasar la oportunidad. Todo este tiempo, él fingió ser un ciudadano de Konohagakure cuando indudablemente le era leal a Shimura Danzo. ¿El señor feudal de Sunagakure que te mencione? Existe, y le prometió a Hyo protección para el Elder, así como una vía de escape de su celda actual. El feudal estaba en complicidad con Amegakure, de donde como sabes, proviene Akatsuki. Hyo estuvo vendiendo información confidencial de Konohagakure a Akatsuki, desde que el concejal estuvo encerrado, únicamente para que ayudarán al anciano a escapar.
Sasuke abrió mucho los ojos absorbiendo todo como una esponja, preguntando incrédulo:
- Entonces ya sabías que él…
- Hai.
- Pero ¿qué clase de información vendió? Ni siquiera sabemos…
- Lo que Hyo vendió era lo que yo quería que vendiera. Basura. – entrecerré los ojos – Y el feudal en este punto, ha de ser papilla en los dedos de Sai. Un informe que entregarán los oficiales de Sunagakure en unos días, corroborarán tu versión perfectamente; al encontrar al feudal destrozado idénticamente a como lo haría Hyo.
- … Quieres que se vea como una pelea que tuvieron ambos… - murmura para si mismo.
- Corrección, Sasuke. Vas a hacer que se vea exactamente cómo necesitas que se vea.
Me mira analíticamente, comprendiendo rápidamente todas las variables. Por mi parte, sigo limpiando unos cinco minutos más antes de levantar todo mi desastre.
Cuando me limpiaba las manos en el baño oculto, escuche detrás de mí como Sasuke acomodaba también sus productos de limpieza y esperaba su turno. Fue entonces que decidió hablar viéndome por el reflejo:
- Dijo que mataría con sus propias manos a Naruto y luego iría por aniki.
Su mirada y voz eran oscuras, tanto por sus ojos ya sin dōjutsu, como por la seriedad del asunto.
- Si Hyo no hubiera perecido por tu mano, lo habría hecho por la mía – respondí igual de grave. – Un concejo para estos casos: Pórtate mal, pásalo bien, elimina las evidencias y si te cuestionan, acusa a otro.
- Tenía planes para ti supuestamente. Comento muy gráficamente cada muerte, pero Sakura, la forma en cómo lo menciono… era como si ya tuviera una fecha determinada.
Eso me hizo fruncir el ceño. La red de vigilancia sobre el feudal y Hyo no había mencionado nada de fechas; sin embargo, Sasuke no es que se altere por nimiedades, al contrario, si lo está comentando es porque realmente le impacto.
- Yamato y Sai están al tanto de las actividades de Hyo; aun así, sugiero que no les extiendas a ellos lo que ocurrió hoy, mientras menos gente conozca tus esqueletos en el armario, mejor. – se estremece un poco - Sin embargo, solicita una reunión con ellos en breve, si tienes razón, lo cual sé que así es, significaría que Hokage-sama debe ser advertida a la brevedad. Aunque es innecesaria la histeria colectiva. Primero validar, luego notificar.
- Yamato-senpa-, Yamato y Sai solicitaron escoltar a Jiraiya-sama a Amegakure hace unos días. Supongo que el maestro espía esta informado de esta situación con Hyo, ¿correcto?
Asentí.
- También lo sabe Taicho, pero los tres acordamos no alterar aun a Hokage-sama.
- En ese caso, el escuadrón de Jiraiya-sama deben de estar indagando justamente esa información.
- Coincido. Mientras tanto, mantente alerta. Revisamos cuidadosamente a los demás miembros de Raíz, encontrarás varias cosas interesantes en el pergamino que te comenté, y aunque no detectamos a ningún otro involucrado, lo mejor es permanecer con los ojos abiertos. Yamato y Sai cubrirán tu espalda. Siempre.
Limpiándome con la toalla, fue su turno de lavarse las manos. Treinta minutos después y la vida de una persona había sido erradicada.
Considerándolo un ninja renegado, a Hyo se le tildaría de traidor y solicitado a muerte inmediata. Cuando cumpla el año de desaparecido se le considerara muerto. Aun así, nadie, ni siquiera el Elder buscará justicia por su muerte.
Me sentía un poco mal por su muerte. Me hubiera gustado estar en el momento preciso para ver ese orgullo pretencioso morir junto con él.
- A veces te odio.
La voz de Sasuke resuena entre las paredes de mármol del exclusivo baño. Ladeo mi cabeza, entrecerrando los ojos cuestionando lo que quiere decir. Entonces me mira por el reflejo, ya secándose con una segunda toalla. Le hablo con parsimonia, acomodándome el cabello:
- Sí, sí. No te olvides de conseguir una alfombra, mismo diseño, mismo color; pídeselo a Tetsu, de ahí fue donde la conseguí. Por lo mientras, usa genjutsu para disimular.
Niega con la cabeza mientras salimos del baño, revisando que la estancia estaba limpia y con un pequeño fūton, se había ido el olor a lejía. Validando todo en orden, abrí un portal de ninshu sobre la puerta principal. La cabeza del cuarto Hokage en piedra luce a nuestros pies una vez que cruzamos.
Lo que sea que quiera decirme, es mejor decirlo fuera de una sede de espías y asesinos entrenados en su máximo esplendor.
Nos quedamos viendo a la ciudad un rato, con sus calles tranquilas e iluminadas, y sólo un borrachito madrugador caminando entre las plazas. El aire era fresco, y aunque ambos íbamos ataviados con capas, el otoño se estaba instalando en los huesos.
- Al principio, pensé que Naruto tenía razón cuando decía que sólo necesitabas tiempo para amoldarte a Konoha – dijo Sasuke mortalmente serio.
Fruncí el ceño con esa introducción.
- Sé que era normal tu actitud. El cambiar tu vida para complacer a tu hermano, incluso yo hubiera tenido mis dificultades.
- No sabía que vendríamos aquí para que intentarás sermonearme, Sasuke.
- No es un sermón, es un reclamo Sakura – dice alzando un poco más la voz – Tienes la oportunidad por la que tantos han rogado en años, que incluso yo la busque toda mi infancia y la estás desperdiciando completamente.
Giro mi cabeza para verlo a mi lado, su rostro luce medio molesto, medio decepcionado, pero no me mira, continúa observando hacia la Aldea mientras habla:
- Jamás lo creí posible, porque siempre que algo llamaba su atención, a los tres días lo tenía resuelto y lo abandonaba, buscando algo nuevo que aprender.
- Me temo que no te entiendo Sasuke.
- Ni siquiera cuando le fue asignado el puesto de Hokage-sama lo vi tan envuelto, no como lo tienes tú – me mira con una expresión extraña – y ni siquiera lo sabes. O peor, ni siquiera te importa.
Suspiro mientras él divaga:
- No eres muy bonita, tu carácter es complicado y tu familia es vergonzosa, pero estaba dispuesto a dejarlo pasar, si es que mostrabas el mismo interés que él.
Ahí comprendí de que estaba hablando, y sentí mi propio rostro iluminarse ante la realización. Sin embargo, Sasuke continuo ahora con una voz más serena:
- Eres buena. Te lo concedo. Esto de Hyo sólo es una prueba más de tu destreza. Tu maquiavelismo está en otro nivel, y muchas veces eso te hace ver enigmática, de forma totalmente distinta a Naruto. Ambos son atrayentes, son tan misteriosos y únicos a su manera. Entiendo por eso, el por qué nii-san te sigue a donde quiera que vayas.
Giro mi cabeza, negando ligeramente.
- No me crees. Pero soy su hermano. Lo conozco muy bien, Sakura. Tanto como Shisui, tanto como Hahahue-sama. No sé ni me importa lo que ocurrió entre ustedes los últimos meses, pero él ha estado vagando, buscando. Se presiona más que antes, está frustrado. ¿Sabías que su biblioteca la lleno con libros de hechicería y mitos del ninshu? No, por supuesto que no sabes.
Se burla malamente mientras voltea hacia la aldea de nuevo, pero se calma enseguida.
- Y te persigue.
Abro los ojos incrédula mirándolo como un búho asustado.
- No te sigue como un acosador. – resopla – Sigue tus informes, habla con Kakashi sobre tus avances; sé que lo hace, he visto su escritorio lleno de notas al azar sobre cosas que le has dicho. Pero estas últimas semanas, ha estado… - frunce ligeramente el ceño, confuso - ¿triste? Ha estado sufriendo desde antes de lo que le paso a Hahahue-sama. Comía poco, dormía menos. Lo que sí sé es que es por ti, algo se dijeron, se enojaron, o, mejor dicho, fuiste tú quien hizo algo. Y tú no te das cuenta. Te da la oportunidad de su atención, de su tiempo, y tú Sakura, sé que lo sabes, no te importa nada.
Respiro profundo, guardando la calma para tranquilizar mis nervios, antes de decirle:
- Me importa Sasuke.
- No se nota.
- Porque no quiero que me importe.
Eso hace voltear su cabeza hacia mí en un movimiento tronador de huesos. Puedo sentir sus ojos perforando mi cabeza. Le conteste antes de que me pregunte:
- Naruto y tú no han tenido problemas para relacionarse. Por alguna razón desconocida para mí, otouto te ha elegido como su compañero, y hasta que él decida lo contrario, incluso tienes mi protección, te guste o no.
Sasuke abrió su boca, pero hable primero:
- No quiero hacerte menos, de hecho, es todo lo contrario. Quiero que seas una pareja fuerte para mi hermano. No aceptaré menos y te exigiré hasta que incluso tú estes satisfecho con los resultados.
- ¿Qué tiene que ver eso con aniki?
- Tú no eres Taicho. – eso inmovilizo al pelinegro – y me alegro tanto por otouto por ese hecho. Al menos uno de nosotros puede intentarlo – susurre entristecida.
- … ¿Cómo? – su cara es un poema de confusión arrugando sus rasgos.
- Considero a tu aniki como el hombre más digno que he conocido. – digo sinceramente evitando tartamudear; evitando ver a Sasuke porque sé que me temblaría la voz – pero yo no soy mi hermano.
Muevo mis manos frente a mí, tratando de demostrar mi punto:
- Yo… yo no soy digna Sasuke. – suspiro - Soy muy consciente de que Taicho siente… intriga hacia mí. La mayoría de los shinobi lo hacen. Otros tantos me repudian. Pero alguien tan inteligente como él, tan curioso por la vida, tan espléndido, es… él entiende. No sé cómo lo hace, pero entiende muchas cosas que ni siquiera yo misma entiendo, y me las explica con su paciencia infinita.
Me pierdo en la vista de Konohagakure, sólo para alzar la vista al cielo:
- Es la persona con el alma más pura, después de otouto, que he conocido - suspiro – También de lejos el más inteligente, y estamos hablando de que conozco a muchos grandes de nuestra industria, pero tu hermano es… especial. Indudablemente único. Puede calmar a todos con una sola palabra o iniciar guerras con una mirada suya, y el mundo estaría complacido por su existencia. ¿Recuerdas que te dije que hay tiranías correctas? Él sería un excelente ejemplo. Quisiera hablar con él de lo que sea por horas, y aprender cada cosa que tiene por decir.
Respiro hondo antes de continuar mirando las estrellas:
- ¿Has leído sus propuestas que quiere implementar para cuando tome su lugar en esa gran silla? Es tan estratégico. Es perfectamente comercial con fines de expansión, no militar, sino civil con vanguardia progresista.
- …Siempre ha querido la paz… - escucho el murmullo de Sasuke.
- Es más que eso Sasuke. No es un deseo. Es una meta fija. Es un objetivo que se ha propuesto y está luchando tan duro para conseguirlo. Tan duro. Tienes una idea de que es eso, de que todos tengan expectativas sobre de ti y cuando cambias de mentalidad, cuando quieres las cosas de una forma distinta, dejas de ver sonrisas y ojos orgullosos, y comienzas a ver espaldas y ojos rencorosos.
Guardamos silencio por un momento antes de que Sasuke susurre:
- Si conoces su meta, sus sueños, su pesar, ¿por qué hacérselo más duro, Sakura? – suena más empático ahora, aunque vacilante.
Cierro mis ojos y los abro, sin darme cuenta, con toda la tristeza empañándolos:
- Necesita que me aleje de él, Sasuke.
- … ¿Porqué?
- Tú mismo lo has visto. Hay gente que no acepta mi presencia en la aldea, apenas me toleran. Tu propio Otousan, aun con la sanación a tu Okasan, me considera una amenaza. Exponer a Taicho a ese tipo de actitudes, o peor; yo no soy capaz de hacerle eso. – aprieto mi mano con furia y luego siento llegar la aceptación – yo, además, he… he comenzado a verlo de otras maneras. Maneras inapropiadas para alguien tan magnánimo como él. No soy digna de ser cercana a alguien tan lleno de luz y de sueños increíbles. Sólo terminaría ensuciándolo. Necesita que yo no sea importante para él.
Finalice tan triste; porque realmente me dolía no merecer estar cerca de alguien tan…tan… único. Ninguno de los dos hablamos por mucho tiempo. Contemplábamos la vista del techo celestial mientras dejábamos que todas las palabras se desvanecieran en el aire.
- ¿Sabes que te caería bien, Sakura? Un rayo – escuche su voz irritada.
Voltee a ver a Sasuke cansada mientras continuaba hablando, mirando el cielo.
- Ah, Sasuke.
- De todas las personas, jamás pensé que fueras la primera en huir, Sakura.
Es gracioso ver su perfil y casi encontrar la misma apariencia de Taicho sobre su hermano menor, eso es, hasta que baja su cabeza para mirarme.
- No estoy huyendo, le estoy ayudando.
- La estupidez no tiene fronteras, pero al estúpido hay que ponerle limites – mira mi frente fruncida y continua – Y tú eres el mejor ejemplo, Sakura.
- Sigue hablando Sasuke, veamos hasta donde te llega tu valentía – hable severamente fingiendo diversión.
- ¿Te estas escuchando? Sakura, necesito que te escuches.
- … -
- Tú, la primera en apoyar mi relación con Naruto, la que no le importa el qué dirán, la que protagoniza cosas imposibles, la que no le da miedo prácticamente nada salvo las cucarachas, - me estremezco imaginándolas – estas huyendo de la mejor oportunidad de tu vida.
- … Y también escuchaste que mi presencia ensuciaría su reputación, ¿verdad?
- ¿Y tú, demente, crees que eso le importa a él?
Abro los ojos impactada.
- No tienes una idea de las veces en que ha dejado plantados a los concejales de nuestro clan, o en cuantas discusiones tensas se ha encontrado con Chichihue-sama. Si a ellos, que son los pilares en nuestra educación, le evaden sus reclamos, ¿realmente piensas que le puede llegar a importar lo que dirán otros de él sólo porque eres medio rara?
- Sólo se lo haría más complicado, Sasuke.
- Sakura – me voltea a ver tomándome por los hombros – Complicado es el camino que tengo que cruzar con mi propia familia al explicarles que estoy enamorado de tu hermano.
La frase es tan contundente. Una mujer menor se hubiera sonrojado al ver esa mirada férrea y determinada que coloca Sasuke.
- Pero sé lo que quiero, y lo quiero a él en mi vida. Y sé, estoy muy seguro, que eso hará que me repudien. Pero no me ves huyendo por ello. Lo hice una vez y Naruto sufrió – entrecerré los ojos malamente – y todo fue aclarado – dice rápidamente – y si algo entendí de todo eso, es que jamás quiero volver a alejarme de él, menos por personas que difícilmente conocen mi felicidad.
Asentí lógicamente mientras comenté:
- Hazlo, Sasuke. Van a criticarte igual, pero al menos tendrás amor cada día junto a Naruto.
- Mi clan no sólo me criticará, Sakura, me señalarán y me orillarán al ostracismo, evitarán que hable con mis primos menores, con Okasan… – suspira con pesar, para después reponerse – aunque nunca he sentido lo que siento cuando él está cerca. Es… es…
Sonrió levemente, comprendiendo que, a sus ojos, Naruto debe de ser esa luz que llena su alma.
- Precioso– sentenció mirándolo.
Me mira, dejando de divagar en el espacio, para suavizar su rostro y asentir cómodamente. Un segundo después se endurece y continúa hablando:
- Si encontrarás un hombre guapo, rico, simpático, sensible, inteligente y que supiera cocinar, ¿qué harías con él?
- Un documental.
- Sakura, hablo en serio.
- ¿Qué quieres que diga, Sasuke? ¿Que acepte que ese hombre existe y es Taicho? – gruño molesta.
- Iie, quiero a mi hermano de vuelta. – comienza serio – y si para ello, debo convencerte de que hagas lo que sea que estabas haciendo con él para que vuelva a serlo, entonces te ataré si es necesario.
- … De alguna manera, siento más de una ilegalidad en lo que acabas de decir.
- ¿Sabías que ha postergado su toma de poder por ti? – pregunta completamente grave.
- ¿Nani? – pregunto altamente sorprendida.
- No lo sabes, pero debió comenzar su periodo de kage a inicios de este año.
Fruncí el ceño, incomprensible.
- Pidió posponerlo a Hokage-sama hasta que Akatsuki estuviera disuelto completamente. Y la razón que presento eso fue porque él quiere brindar servicio como shinobi activo para ayudarte a proteger a Naruto. ¿Una noticia más? No le importo absolutamente lo que dijo nadie, ni el consejo Uchiha que aborreció la idea, ni de Chichihue-sama; de nadie, más que Hokage-sama concediéndole su permiso.
- …No es posible… – niego con la cabeza, incrédula.
- ¿Sorprendida, Sakura? Ese es mi hermano, entregándote su tiempo, su atención – me mira con reclamo para después suavizarse – y es la primera vez que lo veo así. Tan entusiasmado, tan maravillado, tan dedicado. A ti.
Él estaba cumpliendo su promesa; todo este tiempo. Jamás me traiciono. Él… él… Taicho ha postergado su propio sueño para ayudarme a perseguir el mío. Oh, Seiryu-sama…
Sentí la ingravedad amenazar con tomar el control de toda mi psique de nuevo; no sabía que debía sentir en un caso como este, pero estaba segura de que no debía sentir frío en la columna, mi corazón no debía latir a mil por segundo y mis ojos no tenían por qué desenfocarse, perdidos en el pensamiento de mi – loco – capitán.
- He visto cómo lo miras, cuando él ni se entera. – dice Sasuke tranquilo cuando nota mi problema existencial – La cantidad de anhelo que le dedicas es proporcional a la mirada que él te dedica cuando volteas… Ambos, par de tontos.
Le contesto refunfuñando:
- Sasuke, no tiene caso. No soy digna de alguien como él, ¿qué tengo para ofrecer? – aplano la mirada - ¿planes para desaparecer traidores en la madrugada? ¿Un curita cada vez que se sienta mal?
Me siento a mí misma decepcionada, a la vez que el pelinegro me responde:
- ¿Y porque no dejas que él lo decida? – abro los ojos – Naruto y yo pensábamos lo mismo, y perdimos mucho tiempo por esa razón, hasta que una noche el dobe no aguanto más y me obligó a confrontarlo.
Niega con la cabeza cerrando los ojos un segundo, recordando seguramente.
- Puede que nuestras situaciones no sean las mismas a las de ustedes, pero es mi aniki y haré lo que sea para evitar que salga lastimado; y aunque aborrezca admitirlo… - suspira dramáticamente – eres perfecta para él. Sé que jamás querrías herirlo. Lo cuidarás mucho mejor de lo que cualquier otra persona puede hacerlo. Lo protegerás con fuerza, aunque no quieras aceptar que él ya está aquí – posiciona un dedo fuerte en mi pecho, justo sobre el corazón - Y cada vez que te equivoques, lo compensarás con creces. – chasquea su lengua – Tsk, eso si eres la mitad de generosa de que lo es Naruto.
Me quedo pensando en sus palabras; tan seguro como él mismo se oye, tiene razón. Nuestras situaciones no son las mismas, y, aun así, mi corazón galopa con la idea de acercarme todavía más a aquel que me arrebata el sueño.
Sasuke toma mi barbilla entre sus dedos, directo a sus ojos. Su mirada es tenue y comprensible mientras habla:
- Nunca ignores a una persona que te quiere y te lo demuestra con acciones, porque un día te darás cuenta de que probablemente perdiste la luna mientras mirabas las estrellas. – suaviza su tono al verme tan afectada – No hieras, ni alejes a la única persona que se detuvo su camino para sacarte de tu pecera y llevarte al mar. Eso también lo aprendí a las malas, Sakura y me dolió ver a Naruto sufrir. No quiero que a mi hermano le suceda lo mismo.
Aleja sus manos de mi menton y hombro; y se endereza completamente antes de decir:
- Y si estás tan segura de querer alejarte de él, hazlo limpiamente. Pronto. Déjaselo en claro; no aplaces su dolor por tu indecisión.
Escuché cada palabra, antes de tomar una decisión, asentí hacia él sin mirar sus ojos, aun gravitando en alguna parte del espacio, y por primera vez en la vida, pensé en hacerle caso a Uchiha Sasuke.
Media hora más tarde.
Atravesando el portal de ninshu a metros de la mansión Uchiha, Sasuke se deslizo entre las sombras hacia su habitación. Antes de desaparecer, dije a sus espaldas:
- Arigatou Sasuke. Por ser tan valiente. Con otouto.
Su espalda se congelo un momento, antes de decir quedamente:
- Agradécemelo siendo sincera con Itachi.
Enseguida se retiró sigilosamente en camino a su recámara.
Siendo las tres de la mañana, sólo había otro chakra activo a esa hora y estaba sentado en el mismo lugar un día antes.
Me acerqué al lugar, saludándolo con una reverencia acorde a su estatus, y comenté con gravedad:
- Perdona la premura, pero necesito decirte algo.
Taicho se tensó al ver mi cara, después de revisar que estaba uniformada como Anbu, aunque sabía que la sangre de Hyo había sido totalmente erradicada, así que mis ojos ansiosos debieron delatarme.
- Adelante, Sakura.
Su voz no era un susurro, pero era baja. Asentí, apretando y soltando mis manos, hasta que recordé la última frase de Sasuke y me enderecé respirando normalmente para tranquilizar mis nervios.
- Discúlpame por ser tan intempestiva; especialmente en tiempos que se tuercen turbulentos con amenazas a la Aldea de entes desconocidos y por la condición de tu Okasan.
- Sakura, ¿qué está ocurriendo? – pregunta al parecer preparándose para lo peor, por lo que lo tranquilice:
- No es un peligro inmediato, lo aseguro. De hecho, no es un peligro en absoluto. Simplemente tengo que… decirte algo que no necesariamente quieras escuchar, pero debo hacerlo. Y sólo puedo decírtelo a ti.
Algo tengo seguro en mi mente, y es que, así como dijo Sasuke, no me cabe en la mente la idea de que este hombre, este perfecto espécimen masculino, salga lastimado, no sólo por mí; sino en cualquier manera. Pero no de la misma manera que a Naruto. Jamás quiero que sufra, y ese hecho me conlleva a pensar que, al contrario, lo quiero siempre a salvo. A salvo.
Lo quiero. Le quiero.
Asiente y me da pauta para continuar informándole, mostrando una faz de curiosidad. Sólo debo decirlo, me sentiré liberada una vez que lo diga. Ultimadamente, todo lo que diré es cierto, sólo quiero que él lo sepa. Tomo una respiración honda con tal de calmar mis nervios que de pronto explotaron aún más.
Mi voz, es un despliegue de desafío a mi misma, a pesar de que lo que estoy a punto de decir puede ser demasiado:
- Si nos hubiéramos conocido en otra vida, en otro momento, si tú no fueras quién eres, ni no fuera quien soy, si no estuvieras tomado, – susurré – pediría tu permiso para cortejarte.
Vi como abría sus ojos alzando sus cejas mientras yo aproveché:
- Te entregaría los caracoles del ritual de iniciación y los huesos de mi primera caza para que supieras que soy sincera con mis intenciones. Te entregaría barnizada en ambar mi muela del juicio como confirmación de mi fertilidad.
Veo su garganta moverse lentamente, su manzana de Adan corriendo tras la saliva que pasa, mientras continuo:
- Te regalaría atardeceres pintados con tus dedos y sueños; te presentaría formalmente a mi Otousan. Tendrías que ganar la caza del ciervo blanco o él podría enfrentarte en un duelo por mi honor, saltando siete veces la hoguera del fuego infernal – dije muy grave – Bailaríamos cuando la luna meciera al niño albino cada vez que tenga frío; comeríamos del huerto privado de Seiryu-sama y, te acurrucaría en una manta estrellada cada solsticio de invierno.
Los nervios en este punto los había controlado, tan hipnotizada en su mirada oscura que lucía impactada:
- Y al final, si accedieras a ser mi compañero, te llevaría al Monte del Gran Sabio para unir nuestro chakra al círculo infinito de la vida, a Genbu-sama, uniéndonos a su espiritualidad.
Trago saliva, mi garganta seca:
- Seríamos bendecidos y las hadas harían un baile para nosotros. Te entregaría mi lealtad, mi apoyo y todo lo que puedo dar de mi misma. No te pediría nada a cambio, porque somos individuales, no complementos; aceptaría lo que me dieras de ti mismo, sin exigirte ni presionarte, a menos que vea que te cuesta hacer algo. Cimentaría el camino hacia tus metas como tú has fomentado las mías, y en cada luna, te cantaría historias ancestrales para velar por tus sueños. Atesorería tu alma y tu corazón tanto como tú me lo permitieras. Eso haría por ti, y nadie más me hará dedicar estas palabras como lo has hecho tú.
Sus ojos brillan pululantes y nada tiene que ver con las llamas fatuas, ni siquiera las flamas son las que calientan mi piel en este momento, si no ese calor en su mirada tan intensa. No tengo idea del tiempo que ha transcurrido hasta que él vuelve a hablar con esa voz de chocolate derretido:
- ¿Por qué me dices esto ahora?
- Porque a ti te veo en todos mis planes, incluso en los que creí que no invitaría a nadie – me muerdo el labio tratando de callarme por una repentina vergüenza explotando en mis mejillas.
Se despereza de su asiento, apoyando todo su peso en esas largas piernas suyas, levantándose despacio a su tiempo, mientras cuestiona con esa voz profunda:
- ¿Por qué?
- Porque no me has dejado de gustar, sólo acepté que no te podía tener – susurré al ver que se desplazaba hacia mí con la gracia de un depredador nato.
- ¿Por qué?
Mi garganta de nuevo se seca al sentir su calor aproximarse, tocando mi espacio personal; es tanto el poder magnético que tiene sobre de mí, que mi cerebro se ha fundido y ni siquiera recuerdo de que estaba hablando, al ver esos ojos oscuros posarse sobre los míos, hechizándome con toda su potencia.
- ¿Por qué, Sakura? – esa voz de barítono es todavía más simbolismo de su ser incubo que esconde en su interior.
Su mano se alza y con el dorso de sus dedos acaricia gentilmente mi mejilla derecha, suaviza sus facciones al grado que me hace inclinarme hacia él como un minino. Mi intelecto sobresale al responder tontamente:
- ¿Por qué qué?
Veo una sonrisa ladeada complementada con ojos risueños cuando contesta:
- ¿Por qué lo dices como si no hubiera oportunidad? – su mano se arrastra a mi mandíbula, elevando cada vello facial hasta recorrer mi cuello.
Mi piel se siente repentinamente caliente y ansiosa. Veo sus pozos de fuego oscuro cuando logro entender sus palabras y logro susurrar:
- Porque… no soy una rompe hogares.
Frunce el ceño un momento antes de mirar mis labios y tomar mi nuca con su mano, acercándonos un poco más. Siento la punta de su nariz acariciar la mía en un movimiento indescriptiblemente tierno.
- No estoy comprometido, Sakura.
- Pero tienes a alguien que espera por ti.
- Tenía a alguien; hasta que descubrimos, hace tiempo, que queríamos cosas diferentes.
Es mi turno de fruncir el ceño, sin dejar de ver esas carnosidades llamadas labios moverse tan deslumbrantes frente a los míos.
Mi respiración es lo último en mi mente, pero el vaho entre nosotros se nota espeso; su propia respiración es superficial. Los dedos de su mano en mi nuca son tan delicados, proveyéndome de caricias suaves, pero son sus ojos los que no despegan la vista de mis labios.
Mi lengua sale instintivamente a remojarlos y tengo el honor de ver sus oscuros ojos entornarse. Unos ojos así de negros se hacen todavía más grandes y asemejan a un cazador a punto de atrapar a su presa.
Tan hermoso. Tan único.
- ¿Por qué Sakura? – susurra.
- Porque no soy digna de ti. Tú eres… tu grandeza no tiene límites – murmure – yo sólo te frenaría.
- ¿Y si no pienso así? – su voz tiene toques de hierro - ¿Y si puedo demostrarte lo contrario?
- Te arrepentirías. Lo sé.
Un pulgar calloso roza mi labio inferior y se vuelve ambrosía de sensaciones el saberlo tan cerca.
- Negarse a lo que sientes por temor a sufrir, es como negarse a vivir por temor a morir – me dice suavemente mientras me empuja lentamente con su nariz, deslizándose más allá de mi mejilla tan lentamente que sus labios chocan varias veces con mi piel.
Su mano en mi nuca guía mi cabeza, estamos buscando, deseando que choquen nuestros labios. Con los parpados caídos, escucho su aterciopelado susurro al oído, con sus labios pegados a mi mejilla, su aliento haciéndome cosquillas:
- Sería un honor para este humilde mortal, mi ninfa oscura, aceptar tu cortejo.
No lo pensé más. No podía. Él me tiene hechizada. No puedo sino reaccionar como cualquiera otra mujer en mi posición.
Lo muerdo. Duro. Atrapo ese regordete labio inferior tomando su cabeza posesivamente entre mis manos para después acariciarlo suavemente con mi lengua, succionándolo después para aprovechar su boca abierta y explorarlo a fondo.
Él me enseño cómo se hace; ahora tiene que pagar las consecuencias.
Y así nos dejamos llevar.
Siento sus manos curiosas recorrer mis costados, alternándose con caricias que ladean mi cabeza a su placer; sus labios son tan depredadores como los míos y nos comemos las bocas como si no hubiera un mañana. Siento sus manos de repente en mis muslos y me carga con una rídicula facilidad, pegando mi cuerpo al suyo. Lo siento caminar mientras sigo consumiendo del fuego de sus labios. Su lengua es una tentadora que acaricia y ataca a la mía a la mínima provocación y en algún momento, me acuesta, no sé donde, no me importa, sólo siento su cabello largo caer en cascada alrededor de mi rostro.
Mis manos tienen vida propia, enredándose con sus sedas negras, tanto en su cabello como en su ropa. Me he vuelto codiciosa, comprendo. Una vez suelta mi rienda, quiero descubrir cada centímetro de él; tanto como me encanta su voz, me fascina cuando usa esa boca para morder tan deliciosamente mi cuello y luego besarlo a boca abierta.
Mi mano izquierda esta trabada en sus cabellos y la derecha en sus ropas; algo pica en mi interior pidiendo más y agradezco mentalmente por no tener que soportar mi peso porque mis rodillas tiemblan cuando él toca muy cerca de la curvatura de mi seno derecho. Un gemido tan vulnerable resuena en mi garganta y eso lo insta a tocarme con más propiedad junto a un gruñido suyo tan masculino.
Entiendo lejanamente que estoy recostada sobre el sofá de jardín. Cómo y cuándo paso esto, no me interesa. Todo lo que me importa es el hombre montado encima mío, prodigándome cariños y manos traviesas. Logro atravesar su yukata ligero aflojando el obi sólo para toparme con un pijama negro por debajo. Mi mano serpentea a la frontera con su pantalón de mismo tono logrando tocar al fin esa deseada y cremosa piel suya.
Soy arrastrada en una espiral de lujuria cuando escucho un gemido masculino tan magnéticamente sensual cuando mis dedos tocan tímidamente su vientre sintiendo una rareza en ellos, finos vellos que enmarcan unos deliciosos músculos magros que van más allá de sus pantalones de dormir.
Cuando llego a esa frontera, entendiendo lo que estoy haciendo con inusitada sorpresa, y me congelo, no sin antes notar que él ha hecho lo mismo. Abro los ojos, sin saber en qué momento los había cerrado, sorprendida de ver también como abre los suyos que lucen idénticamente asombrados.
El Sharingan resplandece por un momento, tan rápido que sé ha sido accidental, y aquellos ojos están bien abiertos viendo los míos con mucho, mucho velo de lujuria ahí. Lujuria y sorpresa.
Estoy segura de que me identifico totalmente con él.
Mi respiración es tan superficial que tengo que respirar con la boca abierta, a centímetros aún de sus labios, sus pétalos carnosos hinchados y enrojecidos, y nos quedamos así varios momentos totalmente desconcertados de cómo llegamos a esta posición. Mi mano no fue la única traviesa, la suya también esta debajo de mi uniforme, siento su palma en mis costillas derechas, casi tocando la redondez de mi seno y el aire frío entrar por donde ha dejado abierto.
Y por alguna razón, es ver su rostro igual de desconcertado tratando de sacar su mano, atorándose con las múltiples amarras de mi traje, disculpándose con la mirada por su atrevimiento sintiéndose desesperado un momento, lo que me hace soltar una carcajada que trato de callar con la única mano que tengo libre porque mi mano derecha sigue atrapada entre sus finas ropas de dormir.
Mi cuerpo tiembla por la risa y hace el momento mucho menos incómodo cuando me regala uno de los mejores momentos de mi vida.
Se ríe también.
Ríe graciosamente, dejando caer parte de su peso a su lado derecho tranquilamente, sobre el sofá. Todo el momento, nos motiva a seguir riéndonos lo más callados que podemos mientras al fin despego mi mano de su cuerpo y lo ayudo a desenredarse de mi torso.
- Conseguiré algo menos… ataviado, lo prometo – le murmuro sonriente y él me regala otra risa cadenciosa llena de risueñas travesuras.
- Onegai, iie. Si así con todos tus obstáculos – me rio al escucharlo – no tuvimos mucho… impedimento; ahora algo más ligero, sólo sería ponernos a prueba constantemente.
Terminamos de desenredarlo y al elevar la mirada, esos ojos estaban mirándome tan cálidos y a la vez tan misteriosos; sin tanta lujuria encima, aproveche para decir en voz baja:
- No sé qué me paso – miro sus labios – Discúlpame, se supone que esto no está permitido antes del cortejo – me muerdo el labio tan confundida por mis acciones.
- Soy el mayor, yo debería de disculparme porque no fuiste la única que... Ni siquiera… - suspira derrotado - … jamás me había ocurrido esto. Perderme tan profundo en un beso.
Sus palabras ocasionan estragos en mi psique, mientras continúa viéndome intensamente. Su nariz ya no esta tan pegada a la mía, pero siento como en cualquier momento me inclinaré hacia él, como si fuera un imán demasiado poderoso que no puedo evitar.
Él siente lo mismo, lo averiguo cuando se recuesta a mi lado, lanzando un largo suspiro mientras se acuesta sobre su espalda.
Ya sin la tentación a la vista, lo que nos queda es el cielo estrellado.
Guardamos silencio, más que nada, tranquilizando nuestras respiraciones, enfocándonos de nuevo, o al menos de mi parte, sintonizarme de nuevo. Hasta que recordé su aceptación.
Giro mi cabeza para verlo. Un brazo lo tiene colocado para recargar su cabeza y del otro lo posa sobre su torso; luce completamente sereno, imperturbable, mirando las estrellas sobre nuestras cabezas con admiración y suavidad. Me doy cuenta de que seré yo la que terminará perdida por él cada vez, si es que realmente acepta mi cortejo. Su belleza es cautivante, y todavía más desencadenante cuando comprendo que esa belleza física no es nada comparada a su belleza espiritual.
Y mi tonto cerebro, descompuesto aun, en lugar de preguntar por una confirmación, suelta lo más infame que puede decir:
- Eres tan extraordinariamente hermoso.
Gira su cabeza y veo ese rostro suavizarse aún más cuando mira directamente en mi alma, como siempre lo ha hecho, como siempre lo hará. Su voz ya no es tan ronca como hace unos segundos, pero la mantiene en ese rico barítono:
- Si te vieras con mis ojos, entenderías porque me es imposible dejar de verte.
Y en ese momento, no pude evitarlo. Me moví hacia él para besarlo suavemente, lejos de toda la loca atracción sensual del primer beso, simplemente sabía que necesitaba, moría por recorrer esos labios masculinos.
Me correspondió el beso con una ternura imposible, moviendo ligeramente mi barbilla con esa mano traviesa que tocaba mis costillas antes. Pero el nuevo beso fue tan distinto, tan casto, virginal con un roce de labios tímidos esta vez.
No duro mucho, tan sólo unos segundos antes de que el demonio de la lujuria me consumiera de nuevo. Empecé a temer por mi raciocinio al aceptarlo en mi vida de esta manera.
- De todas las cosas que extrañaré, lo que más anhelaré es la cordura que me estás haciendo perder – susurré viendo sus ojos, mis manos en su pecho y en su mejilla.
Él emulaba perfectamente la mirada que le dedique, lo veía en mi propio reflejo sobre sus ojos, acariciándome con dedos delicados, sus brazos envolviéndome sobre él, acostado conmigo encima de él.
Sonríe lindamente, mientras me murmura:
- Ya veo. No eran hechizos, eran tus poesías, aunque tienen el mismo efecto en volverme tonto por ti – mueve mis mechones hacia mi oreja antes de decir más serio – También sé que no es el mejor momento; tantas variantes que nos rodean, tantas variables que pueden salir mal.
Acaricia tiernamente mi mejilla mientras habla y no soy sino un gatito a su merced apegándome a sus caricias. Escucho como murmura mientras cierro los ojos cuando su pulgar recorre mis labios:
- Despacio, iremos despacio. Ambos necesitamos llevar esto a nuestro propio ritmo, pero debes hablar conmigo Sakura, no deseo más malentendidos entre nosotros. Si tu deseo de cortejo es real, claro está.
- Lo es – contesto un tanto inmediata, ganándome una mirada divertida de él – y lo seré; me gusta hablar contigo. Pero debes de pensarlo bien.
Entrecierro los ojos con amenaza si llega a burlarse. Sonríe el masoquista. Aprovecho para hablar más seria, advirtiéndole en donde se está metiendo:
- No puedo ser normal, va en contra de mi naturaleza.
- Lo sé – responde tranquilamente.
- Soy grosera.
- No eres antipática, tienes amabilidad selectiva. – me abraza más fuerte.
- Seguiré siendo lo que más me gusta ser. Un completo dolor de cabeza para más de uno.
- Empieza con Sasuke, le gusta mantenerse en forma.
- Mi voluntad es que al morir me incineren y arrojen mis cenizas a los ojos de la gente que odio.
- Dame la lista y me encargaré de los preparativos. Será larga, no creo que alcances.
Lo pellizco en las costillas, renegando de la sonrisa que me está haciendo desplegar.
- Cuando muera y me convierta en un ser de luz, electrocutaré a todos los que me deben.
- Una meta muy envidiable.
- Y no sé coquetear, así que simplemente me quedaré observándote hasta que aceptes ser mi pareja.
Eso hace abrir sus ojos, estupefacto, eliminando la diversión y enrojeciendo sus mejillas lindamente.
Toma mi barbilla y me vuelve a inclinar hacia él. Escucho su susurro a milímetros de mis labios, esmeralda observa cautivada al ónix:
- Te acepto tal cual eres, Sakura, ni una idea demente menos.
Olvido todo lo que creo saber. Estoy reaprendiendo.
Ahora entiendo que sus besos son todo el alimento que necesitaré de aquí en adelante.
¿Quién necesita comer de todas maneras?
Me pierdo en su beso, en su abrazo, en esta ternura que sólo deseo de él y elevo una oración a Seiryu-sama a mi nombre, que me ayude, ruego, para ser digna de esta magnífica criatura, un dragón oscuro de ojos rojos que me reclama con sus fuegos calientes y atrayentes. Precioso. Indescriptible. Fuerte.
Y aun sabiendo el peligro, al dejarle entrar a mi corazón, sabiendo que me puede destruir en el momento que quiera, con todo el temor por lo que puede hacer con mi palpitar, con todos mis miedos, siento indudablemente que es la mejor decisión que he tomado en la vida.
Sasuke había leído cada párrafo con inusitada curiosidad. Cada palabra, cada prueba, sólo era un enunciado más enigmático que el anterior, lleno de simbología y misterio, con oraciones tan controversiales como:
- Agregue una pizca de sal más un litro de agua.
Había descubierto que tras este tipo de oraciones sin sentido se auguraba un código espía, revelando que Sakura no era sino meticulosa sobre como redactaba sus informes. En realidad, se podía leer algo como: Conocimiento oculto, obligar al sospechoso a entregar información. Le teme al mar.
Si así escribía cada pergamino, a Sasuke no se le hacía raro que su hermano estuviera tan intrigado con sus difíciles adivinanzas desde el segundo cero. Y así también estaba Sasuke, prendido a cada número y letra adivinando que código utiliza Sakura.
La última página fue la más complicada, de 1500 caracteres, sin uso de sello alguno, tuvo que leer tres libros secretos dentro de la oficina para poder llenar tan siquiera la primera oración.
Y para cuando lo termino, Sasuke estaba confuso, sintiéndose altamente orgulloso y a la vez traicionado, porque de nuevo, fue puesto a prueba por la pelirosa:
Confidencial
No leer la frase final.
Ah… Que rebelde eres.
Me agradas por eso, gikei.
Cuñado.
Ella sonríe.
Baja la cabeza.
Vuelve a levantar los ojos y después de unos segundos, sonríe con desgana, como si no quisiera hacerlo e incluso resopla.
Mueve la cabeza negando para regresar su vista al frente de ella.
E Itachi desearía poder ver que es lo que llama tanto su atención. No son celos. Es curiosidad. Le gustaría ver lo que ella.
Lo que ve su novia. Su hermosa e increíble novia.
Sonríe internamente cuando la nombra así en su mente.
Es su otouto quien le evita el tener que preguntar:
- ¿Qué es tan gracioso, demente, que te tiene tan entretenida?
Sakura mira a Sasuke y se nota a punto de responderle, cuando vuelve a mirar el pasillo oscurecido y sonríe a lo que sea que este viendo.
- Dice que mereces unos bastonazos en la espalda – responde cínicamente mirando a Sasuke, dedicándole una mirada traviesa muy oculta a Itachi.
Una rutina muy curiosa se había instalado durante las cenas en la mansión Uchiha; Sakura, la desconfiada eterna, preparaba sus propias comidas, al inicio únicamente extendía su favor al té para Hahahue-sama, y posterior, Itachi se le había unido y terminaban cocinando; el rico olor de la carne o el arroz atraía a los demás hombres de la casa, a saber, un Sasuke que luce muy oscuro con su uniforme Anbu y Shisui, quien empezaba a lucir sus hakamas azul oscuro por estar a semanas de tomar su posición como patriarca.
Aunque era increíblemente tarde, casi tocando la medianoche, era el horario en que ellos llegaban a casa; incluso la servidumbre disponía de todo, horas antes, conociendo las rutinas de la familia principal.
Tan noche, era cuando Sakura despedía a Daisuke-sensei; tan tarde regresaba Itachi de sus deberes con Hokage-sama; tan tarde, Sasuke sólo disponía de horas de tiempo libre ahora que tenía un trabajo tan demandante; y tan tarde, Shisui podía escapar de las garras de los ancianos para descansar.
Lo más sorprendente de dicha rutina era la adición de Chichihue-sama, quien, aunque guardaba silencio la mayor parte del tiempo, su presencia no era tan tensa como días antes. Aun reprobaba a Sakura, más que nada por la falta de protocolo que ella dedica a cualquiera de ellos, que por las dichosas brujerías.
Itachi sabe que su padre es tradicionalista pero también es un hombre que odia los chismes y rumores. El clan Uchiha sufrió por ellos durante años después del ataque del Zorro de las Nueve Colas; y todas esas habladurías fueron parte de un escenario casi apocalíptico en tiempos oscuros.
Así que Uchiha Fugaku no creía en los rumores sobre la Onmyōji; no le toma atención a lo que pudieran decir de ella; y al ver que sus herederos tampoco lo tomaban en cuenta, su Chihihue-sama empezaba a bajar su guardia ante su presencia. Al igual que a la gente que conoce, Sakura tiene cierto misticismo rodeándola; una fuerza que atrae sin querer. Itachi no imagina, sin embargo, como será cuando su padre conozca a su hermano. Al amante y amor de Sasuke. Si Sakura es un tornado, Naruto-kun es el volcán activo.
La miraba con indiferencia aun, sí, pero aceptaba la comida que ella preparaba de buena gana. Itachi sabía que eso era un gran paso aceptándola. Al menos como una conocida de la familia.
Y para cuando terminaban de cenar, Sakura les hacía saber que, si ella o él mismo habían cocinado, a los demás les tocaba lavar. Quiso sonreír la primera vez que la pelirosa le dijo a su patriarca que le tocaba limpiar la vajilla. Su Chichihue-sama abrió los ojos, impactado con tal orden sutil; pero no pudo batallar contra la lógica. Era un viejo caballero que no se negaría ante la voluntad de una dama. Lo aprendió con años de experiencia casado con su Hahahue.
Entonces, Shisui y Sakura, siendo las almas más alegres, al terminar cada cena, apostaban.
Al inicio era un juego muy inocente, sacaban la tabla de go o de Shogi y comenzaban a apostar por tonterías: "si gano, te comes una rana", "si gano yo, gritas que estás loca en la cueva de los murciélagos", y así se podían escuchar amenazarse infantilmente mientras todos los demás tomaban lo que quedaba de las jarras de té.
Y así, es como mientras Shisui batalla contra las piezas blancas del tablero de Itachi, Sasuke miraba a Sakura de pie, recargada en la pared, viendo al pasillo que conducía a una de las bibliotecas desde el comedor.
Sasuke se indignó al escuchar a Sakura:
- ¿Quién lo dice?
La pelirosa levanta sus hombros con indiferencia:
- Le he preguntado varias veces, pero parece que las arenas del tiempo se han llevado su nombre. No puede recordarlo.
- ¿Cómo es? – cuestiona Shisui aun con la vista en el tablero – A lo mejor, es un ancestro que puede contarnos algo interesante.
Sakura entonces empieza a describir lo que está viendo en ese pasillo:
- Es una mujer; una cuya belleza es incomparable repleta de finas facciones. Es muy alta, tanto como ustedes; piel de nieve, y unos ojos de araña enormes. Su cabello es ondulado y negro, le llega a media espalda aun estando elegantemente alzado en lo alto de su cabeza; su voz es suave, pero la agrava para parecer intimidante.
La pelirosa se detiene y mira en el espacio negro, ladeando una necia sonrisa dirigida al espíritu con quien hablaba, para después aclarar:
- No le gusta parecer dulce. Es dominante. – asiente como dándole la razón a su visión – Su rostro es perfecto, incluso luce un pequeño lunar por encima de su labio izquierdo, pero se lo cubre con maquillaje porque no le gusta exhibirlo.
Sakura vuelve a detenerse, ladeando la cabeza, escuchando algo, y corrige:
- Ah… al esposo no le gusta que lo exhiba.
- ¿Qué edad tenía? – pregunta curioso Sasuke, sentado al lado de Itachi.
Sakura baja la vista, como si quisiera ver las manos del alma perdida, pero enseguida un aire pareció resoplar sobre los mechones de la pelirosa moviéndolos toscamente. Ella resopla:
- Dice que les diga que tiene veinticuatro nacimientos; - mira retadora frente a ella – pero su palma dice que tenía treinta y uno.
Un aire frío parece recorrer la sala. A Itachi se le antoja como el aura de una mujer cuando comete un berrinche; en especial, cuando Sakura sonríe de nuevo cínica a aquella entidad.
- ¿Entonces nos puede escuchar? – pregunta un Shisui intrigado.
- Hai, aunque no siempre. En particular, empezó a escuchar más cuando el ninshu sentó bases en la mansión, con los rezos a Mikoto-sama.
- ¿Por qué esta aquí? – pregunta Itachi sin denotar el cariño que siente por Sakura.
No con Chichihue-sama presente, observando cada interacción de la hechicera con lupa. Sin embargo, incluso el anciano Uchiha luce interesado cuando ella menciona:
- Dice que no quiere irse, tiene un pendiente aún inconcluso. – frunce el ceño - Tuvo tres crías, pero una falleció en su vientre, otro pereció en un invierno a sus cuatro nacimientos, y el último, sobrevivió, pero se lo arrebataron. Dice que su esposo… por haber escuchado concejos insensibles, creyó que no era una madre apta, así que tomo a su hijo de ella y lo crio lejos con frecuencia. Separada de su hijo.
De nuevo se detiene, moviendo sus ojos como si lo que estuviera viendo se estuviera moviendo más cerca:
- Dice que quería cuidarlo, verlo crecer cual digno hombre Uchiha. – Sakura hace una mueca confusa – Pero no recuerda su nombre, ni siquiera sabe qué edad tiene ahora y se lamenta por ello. Sabe que sigue vivo, porque ella ha estado al pendiente, esperando a que venga el Shinigami por su alma; y cuando eso suceda, se irá con él, acompañándolo cómo no lo pudo hacer en su vida terrenal.
La historia es tan triste particularmente por la forma en como Sakura parece empatizar sin querer con la última frase.
El silencio amenaza con instalarse en la sala comedor hasta que la persona menos sospechada pregunta algo extraño:
- ¿Le gusta la música?
Itachi abre sus ojos sin querer, sin desviar la cabeza del tablero de shogi viendo los dedos congelados de Shisui, dejando que sólo sean sus oídos los que terminen de escuchar a su Chichihue-sama cuestionar con cierto tono en la voz.
Él jamás había tomado participación en estas interacciones espirituales de Sakura. Tampoco es que ellos mismos lo hagan a menudo; Sakura responde lo que preguntes, pero aun así a veces es demasiado… demasiado el saber que cohabitan con almas de antepasados en la mansión. Que el patriarca este cuestionando, que lo haga ahora solo llama la atención de los tres herederos.
Sakura gira su cabeza del patriarca hacia la mujer con la que habla y asiente lentamente, mientras de a poco frunce el ceño.
Su novia asiente sin mirar a Chichihue-sama y abre los labios para decir:
- Le gusta el shamizen que ha logrado escuchar en ocasiones; pero dice que extraña más las risas de los niños. – Ladea su cabeza – Tuvo cuatro hermanos más pequeños que ella y se quedó acostumbrada al ruido. Quería que su hogar siempre estuviera lleno de hijos y nietos; así siempre habría risas.
Entonces la pelirosa entrecierra los ojos unos segundos y luego los abre un poco sorprendida para comunicar:
- Un día, su honorable esposo llego a un punto más allá del enfado; algo sobre el robo de todo el ganado de la familia Shinunzen. La encontró una tarde bailando junto a su hijo cuando este tenía… cuando él le llegaba a la cintura; pero el marido estaba tan molesto, porque culparon a la policía de no actuar ante el robo y se llenó de resentimiento al ver la felicidad de su familia, tan inconscientes de la situación, que mando a sacar a su hijo mientras que a ella la castigo de por vida. Tomo su radio y se la escondió. Le quito cualquier instrumento musical y evitó que sus hermanos le hicieran llegar viniles con sus canciones favoritas. No volvió a bailar después de eso. – Sakura frunce el ceño con gravedad recitando con voz de molestia – Porque una matriarca no baila.
El silencio fue imperioso esta vez. Itachi sintió que la historia se hacía cada vez más gris y oscura. Se entendía porque una madre no quisiera separarse de su hijo, pero al parecer, la pobre mujer falleció en soledad y amargada por lo que le hicieron en vida.
Entonces Sakura susurro:
- Dice que no recuerda el nombre, ni siquiera la letra, pero recuerda la tonada de su canción. La que bailaba con su hijo, su favorita.
Esperan unos segundos en silencio, y entonces Sakura comienza a tararear.
La, lalala, laa, lala, la lalala la laaaaala
Una tonada que incluso él mismo no reconocía, pero se notaba hermosa, aun sin la letra. Un tarareo de alguna canción antigua; y es ahí donde Shisui lo patea suavemente por debajo de la mesa. Alzando la mirada, nota que su primo mayor tiene el Mangekyō Sharingan encendido y le está señalando sutilmente algo con el dedo.
Al observar a unos dos metros de Sakura, Itachi no se percata de nada; así que activa su propio dōjutsu.
La impresión de Itachi con su Mangekyō es de proporciones colosales mientras el tarareo continua.
Itachi observa a su querido otouto activar su Sharingan, pero Sasuke no puede captar toda la esencia; de alguna manera el siguiente nivel del Sharingan, el Mangekyō logra captar estos destellos espirituales.
Al lado de su novia, hay una manta transparente de chakra, por así decirlo. Parece básicamente como una manta de cama sobre una persona, sólo que esta manta es transparente, que parece un foco con algún falso, intermitentemente se enciende y se apaga, desapareciendo y apareciendo; de tono blanquecino.
Si no lo estuviera buscando, lo habría pasado por alto, o lo habría confundido con iluminación errada propia del Sharingan.
La manta casi como una segunda piel permite ver que alguien esta… bailando. Se nota como el ente levanta sus brazos y empieza a desplazarse por la sala al ritmo del tarareo de Sakura.
Itachi apaga su dōjutsu para notar que, sin ello, no puede ver nada. Lo activa de nuevo y aparece en su visión el espíritu ahora bailando cual baile tradicional de hace décadas. El ente se desplazaba de aquí a allá de una forma tan grácil, tan elegante que a Itachi se le antojo que realmente debió ser alguna de las matriarcas más refinadas de su honorable clan.
Nunca sintió el movimiento detrás de él, tan hipnotizado con el baile del espíritu, jamás noto como alguien se acercó al tocadiscos de la sala.
Todos fueron sorprendidos inmensamente cuando el tocadiscos comenzó a tocar de un disco de vinil, el objeto musical fue encendido por el patriarca en persona.
Sus ojos encendidos con su propio Mangekyō. El legendario dōjutsu por el que le nombraron el más fuerte del clan. Itachi abre sus ojos al darse cuenta: Chichihue-sama no suelta la vista de donde el ente parece estar aún más contenta, bailando todavía más emocionada ante la música real y no sólo un tarareo.
El hombre mayor tiene una mirada indescriptible, llena de un tumulto de emociones mientras observa como el espíritu luciendo curioso, se le acerca. La entidad parece observarlo de pies a cabeza, mientras Chichihue-sama se queda de pie, su semblante es increíblemente serio, pero se las arregla para lucir… perdido.
Itachi observa como pareciese que el alma perdida sube su mano y acaricia con curiosidad la mejilla de su Otousan.
Cuando observa que su noble padre cierra los ojos con un suspiro triste, Itachi confirma lo que sabía desde que sonó la canción.
La historia era la de su abuela paterna.
Levantándose en silencio, Itachi, Shisui y Sasuke acompañan afuera a Sakura, quien, otorgándoles un regalo a los recién encontrados, lanza un puñado de ninshu en la sala antes de salir. El ninshu solo rodearía la figura de la mujer, dejando ver sus facciones con mayor claridad, para que madre e hijo volviesen a bailar juntos su canción favorita.
Cada día es una rutina fija. Levantarse, entrenarse una hora en katas, otra en ninjutsu, ducharse y antes de que la servidumbre comience a preparar el desayuno, Itachi se despide de su adorada Hahahue-sama dedicándole oraciones y ruegos por su pronta recuperación.
Se siente aliviado con verla cada día aliviándose a salvo y le brinda una enorme satisfacción cuando después de diecisiete días de estar al borde de la muerte, aparece al fin Bastet a los pies de la cama, durmiendo plácidamente, cuidando de su madre. Lo acaricia detrás de la oreja, y aun así Bastet no despierta. Debe estar agotado.
Por lo que entendió, el bakeneko fue quien protegió el alma de Hahahue-sama, y eso jamás lo olvidará Itachi, e intentará por todas maneras de compensárselo. A ambos, a él y su dama rosa.
Acude la Torre Hokage, donde Hokage-sama amenaza derramar la sangre de sus shinobi por cualquier cosa al igual que regala cumplidos a quienes se los han ganado, y es trabajo de Itachi convencerla de que necesitan a sus ninjas vivos. Recibe informes, recibe asignaciones por delegar y, arregla todas aquellas situaciones de clientes insatisfechos que quieren conseguir un precio más barato alegando incumplimientos que evidentemente no es cierto; las reuniones con los escuadrones que le deben información así como avances en las misiones de largo plazo, negociando con los shinobi que desean claudicar por tanto tiempo alejados de su familia, y mientras es la hora del almuerzo, él ya ha arreglado tres dependencias y fungido como mediador entre los problemas de cuatro aldeas de mediano tamaño. Para cuando el sol cae, nota que su tintero ya no contiene líquido y antes de solicitar otro, ya tiene uno nuevo listo para no detenerse en ningún momento.
Cuando estira su espalda, y todas las vértebras resuenan, sabe que es la hora de partir a casa.
Ni siquiera sale por la puerta de su oficina. Una vez declarado todo en orden y cerrado correctamente, aplica el jutsu de cuervos y desaparece del lugar.
Aterrizando en su recamara, está a punto de retirarse el obi para cambiarse por sus ropas de pijama formal cuando nota un punto blanco en su visión y luego otro, y otro más. Alza la mirada sorprendido para notar que el techo ha desaparecido, como si jamás hubiera estado ahí; y una lluvia de nieve empieza a caer, pero jamás toca su cabeza.
Descubre que no es nieve. Son destellos ínfimos de luz.
Las pequeñas chispas se disuelven antes de siquiera tocar un solo cabello de Itachi y más allá del techo se observa el cielo estrellado, pero no el típico cielo nocturno, no. Es cómo ver las galaxias fluidas, los planetas calientes y los satélites alrededor de otros; es tan misterioso como ver el universo entero tan sólo arriba de su cabeza, como si no existiera el techo, eliminando las brisas frías y colocando cálida su recamara.
La ilusión es tan maravillosa al ver pasar esas estrellas fugaces que a Itachi se le antoja tan pacífica y no duda en grabar la imagen activando el Sharingan. Todos los problemas que habían hecho pesados sus hombros durante el día ahora eran livianos, ver tal magnificencia era como ver la creación de Kami entera con tan sólo existir.
Es tan increíble la noche estrellada que se permite recostar en su cama, y observar aquella visión, todavía más surreal.
Velaré por tus sueños.
Las palabras que vienen a su mente contienen la voz de la que se está convirtiendo en la chispa de su vida rápidamente.
Esta era la manta estrellada de la que hablaba Sakura, ahora lo sabe. Y entiende que lo ha malcriado totalmente; porque a partir de ahora, no querrá dormir de otra manera.
Tanto como quiere ir y verla para agradecerle de la manera más tierna posible por su regalo, no puede evitar admirar la belleza de la magia que su novia ha creado en su recámara.
Sabiendo que estaría cansado de su día, le preparo esta visión para su pacifismo. No importa que sea, lo único que desea es tomarse un minuto o dos admirando la visión del universo moviéndose lentamente sobre él.
Si este es el inicio de su cortejo, se siente un niño mimado por la ansiedad de ver todo lo que ella le ha preparado. Por supuesto, él también le está preparando presentes; aunque teme que no se puedan comparar ante lo que ella le da.
En todas sus locas imaginaciones, jamás pensó que su nueva pretendiente fuera tan romántica; y jamás pensó que a él le encantaría tanto.
- Ser yo es divertido: que odies a todos y todos te amen – dice un lindo Bastet sentado como el rey de una rica tierra acostado en una almohada de plumas de cisne – Al fin, soy tratado como corresponde a todo mi duro esfuerzo. Como el rey que soy.
Las tres sirvientas que lo rodean peinándolo, limando sus garras, y acariciándolo detrás de sus orejas, tratando duramente de no reírse por las tonterías que dice mi neko.
Ser un bakeneko tiene ventajas me doy cuenta. Sólo comió una sola vez para reponer su cuerpo y, sin embargo, no necesito más. Sólo mucha agua fue necesaria para regresarlo del portal del alma; y ya está regresando a su personalidad narcisista adorable.
Yo me desvelo una noche y parece que tengo dos años sin dormir, pareciendo una vagabunda en el desierto. En cambio, Bastet es una lechuga reluciente fresca.
Lo odio. Lo amo. Lo abrazo, arrancándolo de las manos sensibles de las criadas. Me araña. Lo aviento.
Vuelvo a abrazarlo. Vuelve a arañarme todo el brazo. Lo muerdo. Me patea.
Nos amamos.
- ¡Ñiam! ¡Sé que me adoras, como debe de ser, pero no por eso puedes tocarme cuando quieras, seikō! – grita, aunque su vocecita es de la calidad de un infante berrinchudo de cinco inviernos – Todos tienen su turno, espera el tuyo.
- Necesito sentir el amor de mi maestro, Bastet – respondo mientras lo miro con recelo, viendo como sí se deja acariciar por la sirvienta Uchiha en sus brazos.
- Cuando yo lo diga, no antes. Además, no seas egoísta, permite que mi grandeza sea adorada por otros seikōs, miauuuu – enloquece cuando una exquisita bandeja de mariscos le es colocada justo frente a él.
Aunque estoy contenta de que Bastet este de regreso conmigo, en el mundo terrenal, me siento ansiosa. Mikoto-sama ha mostrado la mejoría esperada estos días, al grado de que incluso si despertara, tendría una esperanza de vida mayor a los diez años. Dos días más y podrá despertar por si misma, cuando su cuerpo este recuperado casi al cien por ciento con una capacidad propia de sobrevivir veinte años más.
Y eso significa que se termina rápidamente mi tiempo para averiguar la razón real de su enfermedad tan avanzada.
Tengo tantas teorías, tantas hipótesis, pero nada logra enlazarse entre sí; Uchiha-sama no me ha solicitado avances… aun. Sin embargo, lo solicitara en cuanto el plazo se cumpla, o incluso antes. Debo darme prisa.
Estaba cavilando en mis imaginaciones, en la misteriosa condición de Mikoto-sama, preparando el té de Jubokko en la cocina, dejando a Bastet siendo atendido por las criadas en la sala y a Daisuke-sensei en la recamara con la paciente aguardando, cuando de la nada escucho una voz desconocida decir:
- ¿Quién eres y qué crees que estás haciendo aquí?
Por alguna extraña razón, las palabras me hicieron recordar cuando conocí a Momochi Zabuza. Él me pregunto exactamente lo mismo casi con el mismo tono de molestia, sólo que él incluyo varios shuriken en el proceso y a un Haku muy protector.
Ahhh… El mundo es un pañuelo de memorias.
Sin levantar la vista, sigo preparando la bandeja de servicio con el juego de té dispuesto para Mikoto-sama. Acto seguido, giro mi cuerpo, retirándome de la estufa y es cuando me recargo sobre la plancha de preparación del desayunador.
Elevo la mirada para notar a una joven mujer. E inmediatamente la reconozco.
Piel de nieve, cabellos castaños, ojos café oscuros casi negros, media cabeza más alta que yo, e incluso su aura muestra una elegancia y gracilidad tan natural. Su cuerpo esta cubierto por una yukata oscura, con el símbolo Uchiha bordado en su brazo derecho; pero es lo suficientemente refinado para dejar ver su clase y una figura grácil y estilizada, perfectamente proporcionado.
La chispa de envidia y celos me sorprenden con inusitada sorpresa al ver que ella es la perfección en persona; al saber que esta joven es con quien Taicho compartió su primer cortejo.
No permito que ninguna emoción se muestre en mi rostro. No tengo nerviosismo; en cambio, tengo curiosidad del porque me habla así.
Mayor por dos primaveras que Taicho, su antigua compañera me observa con visible enfado arrugando sus rasgos delicados. El lunar bajo su ojo le proporciona un coqueto resplandor, que incluso enojada la hace ver muy hermosa. Deshaciéndome de pensamientos de inseguridad sobre mí misma, me enderezo y contesto con la voz más neutral que encuentro:
- Ohayo a usted también, ¿algo en lo que le pueda ayudar?
Alza la nariz un poco y me mira de arriba abajo al otro lado del desayunador, donde sólo alcanza a observar mi camiseta color crema limpia; arremangada hasta los codos y sus ojos felinos se detienen en mis muñecas, sobre mis brazaletes de plata y oro, brindando un centelleo de sorpresa.
Las criadas detrás detienen por un momento todas las caricias prodigadas a Bastet, quien únicamente les lanza un coletazo para que lo sigan atendiendo como el niño caprichoso que es. Con timidez, despegan la mirada de nosotras y continúan acicalando a mi neko, quien luce sádico con esa sonrisa que me lanza.
Rodando los ojos internamente, oigo a la joven decir de una manera que catalogaría como altanera:
- Así que eres tú. – me mira con una nueva emoción en sus ojos, indescriptible – Onmyōji.
Mi alias en su voz suena mencionado de una manera tozuda; como si le asqueara la palabra, cosa que complementa con esa facción que se eleva superior sobre mí. Ni siquiera le dedico una reacción. Desconozco su problema, y ya voy tarde con mi paciente; comienzo a alzar mi bandeja de servicio cuando la joven se mueve a un lado impidiéndome el paso.
- Por lo general es de buena educación presentarse. – dice indiferente, enderezándose en su mayor expresión y mirándome por encima de su nariz.
Alzo la ceja, ladeando la cabeza para responder:
- Viendo que conoce mi muy confidencial alias – la veo endurecer sus ojos – no entendería la necesidad de presentarme.
- Aun si es así – comenzó de una manera elegante – deberías de presentarte por el honor y etiqueta a la familia a la que esta casa representa.
Le dedico la mirada más plana de mi repertorio mostrando mi aburrimiento. No respondo por un largo tiempo y en el momento en que se da cuenta, veo una chispa de molestia encenderse y comentar con esa voz dulce que tiene:
- Sabiendo que eres una foránea, de provincia, se entiende la pobre educación que debiste de haber recibido – comenta como si con ello me hiciera sentir mal – por ello, no comprendes la jerarquía social, en particular, dentro del magnífico y noble clan Uchiha.
En lugar de responder, coloco la bandeja a un lado recargándola sobre mi cadera izquierda mientras que con la derecha recargo el resto de mi cuerpo. El movimiento fue intencionalmente delator sobre mi aburrimiento de todo su monologo, y la mueca que hago para evitar bostezar justo frente a ella, evidentemente le hace pasar un mal rato.
Es obvio que mi nula reacción a sus pobres intenciones de humillarme no son lo que esperaba.
Se inclina un poco hacia mí con sus brazos cruzados, alzando elegantemente una ceja fina mientras dice:
- Es una suerte que Itachi-kun te haya tomado bajo su ala. Deberías de sentirte honrada, no cualquiera… ¿A dónde crees que vas? – me pregunta con verdadera molestia cuando me remuevo para caminar, pero vuelve a impedirme el paso.
Esto me comienza a cansar. Si así es ella por lo general… no, no debo juzgar los antiguos gustos de Taicho… no aun al menos.
- Me estorba, permiso – digo cortante. El té se enfriará y para volver a ponerlo a punto tardare de nuevo. La sangre es delicada con la temperatura.
- ¿Cómo te atreves? ¿Tienes una mínima idea de con quien estás hablando?
- Si se refiere a que es un obstáculo ahora mismo, sí, lo es totalmente. Ahora, permiso. – ordeno cortante cosa que a ella no le ha gustado nada.
- Entonces eres tan descarada como dicen los rumores, hablándole a alguien así, de una manera tan arrogante. Sólo Itachi-kun demuestra el espléndido ser humano que es, cuando te incluyo en su escuadrón para poder educarte como se debe. Nadie más se atrevería a ser tan altruista con una persona de la que se rumorean tantas… cosas.
- Disculpe si no me interesa nada de lo que parlotea, tengo algo más importante que hacer. Ahora, aclarado eso, ¿me da permiso? Usted... – la miro fijamente con la mayor cantidad de tiranía que puedo reunir. La veo estremecer un poco – …estorba.
Estoy a punto, al fin de pasarla, cuando ella se coloca como si yo la hubiera empujado.
Su chillido es demasiado agudo para mis oídos.
- Ten cuidado, bruja. Estuviste a punto de lastimarme – coloca su mano sobre su vientre –, a la mujer de Itachi-kun y no sólo eso; estuviste a punto de – baja la voz – lastimar… al fruto de nuestro amor.
La cara lastimera que coloca junto con su lenguaje verbal de supuestamente proteger su vientre, casi acurrucándose sobre si misma sin darse cuenta de lo que está haciendo realmente, sólo me provoca hacer una sola cosa.
Alzar la ceja.
Es evidente que por la forma en cómo mira por el rabillo del ojo a las criadas, esta escena la hizo de tal forma que pareciese que fui yo quien la lastimo. ¿De verdad, cree que esto le funcionará?
Lástima por ella, que la única persona importante aquí, vio todo desde la mejor panorámica.
Miro su vientre con indiferencia, haciendo evidente que su mentira no es tragada por mí, aunque los jadeos de las criadas sólo son apagados por el movimiento de la ropa oficial del único hombre en toda la sala.
La única presencia que no se había movido durante toda la interacción de la antigua pareja de Taicho conmigo.
Mi mirada es tan burlona, tan sarcástica, que al retirarla de su vientre y subir a su cara, ella sabe que no me la he creído ni por un segundo; sin embargo, una cosa es mentirle a una mujer cualquiera que lucha por el mismo hombre; y otra muy distinta, es mentir sobre algo tan valioso como una cría, un posible nieto ante un posible abuelo.
Ladeando una sonrisa, comento en voz baja con todo el sarcasmo que he contenido:
- En ese caso, merecerías toooooooodo el cuidado del mundo, ¿no cree lo mismo – miro a la figura sentada en la sala – Uchiha-sama?
Observo como la joven ya de por si pálida, se le escurre toda la sangre del cuerpo al oírme y antes de girar su espalda, se escucha la voz, demasiado profunda, grave y seria de un patriarca que luce extremadamente mortal.
El hombre mayor aparenta ser pétreo, indiferente, pero se las arregla para lucir letal, casi como si sus manos se empuñaran en cualquier momento deseando ahorcar algo… o a alguien, ya que ha abandonado el pergamino que leía antes de ser interrumpido, sólo para fijar esos pozos oscuros sobre la joven frente a mí.
- Sakura-san – su voz es amable conmigo.
Está enfrascado mirando letalmente a la joven mientras esta se estremece un poco y parece encogerse.
- ¿Si Uchiha-sama? – respondo inocentemente, tan tierna.
- Onegai, es la hora del té de la noble matriarca. Ya te han retrasado demasiado, toma a Bastet-sama contigo.
Las criadas no tardaron nada en tomar a Bastet con todo y cojín, collares finos que lo adornan al otro lado de Uchiha-sama, resuenan mientras es levantado y llevado a toda prisa por sus esclavas Uchiha. Asiento con una reverencia cordial respondiendo con un lindo y casi alegre:
- Por supuesto, Uchiha-sama. – Miro a la joven por última vez – Debería de cuidarse. Alguien en su… – miro su vientre, sonriendo con la mirada cuando vuelvo a verla a los ojos – …posición, no debería alterarse tanto.
Veo odio en su mirada por mi burla, con su postura tan elegante y grácil que se desmorona apretando sus puños al escuchar la voz gutural del mayor:
- Izumi-san.
La voz de Uchiha Fugaku es potente e intimidante, cual señor de la guerra, exigiendo un castigo antes de escuchar el crimen. Si pensé que alguna vez fue frio conmigo, definitivamente no sabía de qué estaba hablando.
Ahora, alzando orgullosa mi cabeza, salgo de la sala antes de escuchar al patriarca ordenar de forma muy tajante:
- Me explicarás con el mayor raciocinio posible por qué creíste necesario actuar de una manera tan denigrante: a saber, el ingresar sin invitación a la casa principal, mi casa, tomándote atribuciones insensatas para interrogar a mis invitados, tomando una posición que no te corresponde como si fueras la matriarca, que te recuerdo: no lo eres; y no conforme con ello, divulgaste identidades confidenciales al oído público, lo cual es un crimen ninja dentro de la Aldea; sin contar que tus palabras tocaron la vulgaridad y la falsedad sobre un tema tan importante como la descendencia de la línea principal.
La voz enojada del patriarca se fue apagando conforme avanzamos hacia la habitación de Mikoto-sama, pero no por ello sonaba menos iracunda; al contrario, parecía molestarse cada vez más. Sonriendo gatunamente, Bastet me mira con presunción mientras es cargado como un príncipe.
- Bien jugado.
- No tengo la menor idea de lo que estés hablando, Bastet – contesto infantilmente.
Ambos nos sonreímos discretamente antes de regresar a los cuidados de Mikoto-sama.
Sin retirar mi chakra medicinal del cuerpo de Mikoto-sama, escucho como la puerta de la recamara se abre y el sonido peculiar de la ropa se hace eco en el espacio.
Continuo con mi labor mientras la figura se sienta en su típico lugar y en su posición seiza me mira trabajar; no hablamos, no nos miramos, simplemente es una presencia que con el tiempo disminuyo, por costumbre, la incomodidad.
Sólo cuando retiro mi chakra, asegurando que ella está bien es cuando lo escucho hablar con esa gutural voz tranquila:
- En nombre de la casa principal y de mi familia, pido una disculpa por el comportamiento insulso que recibió de Izumi-san, Sakura-san.
No lo miro, no es necesario al responder:
- No es necesario, Uchiha-sama, se entiende que la familia se preocupa entre sí. Es una mujer preocupada.
- Aun así, no debió adjudicarse facultades que no le corresponden.
Levante los hombros suavemente:
- Una mujer enamorada es una mujer que haría cualquier cosa, por lo que consideraría el bienestar de su relación; proteger a su amado de cualquier amenaza.
Guardamos silencio por otro minuto más, antes de que el patriarca pregunté:
- ¿Cómo esta ella? – pregunta con esa voz de indiferencia, pero la tonada de preocupación aparece de nuevo.
- Mejorando considerablemente – comente mientras le humedecía los labios a Mikoto-sama con un paño – Con los cuidados necesarios, no tendrá dificultades el resto de su vida.
Saqué mi frasco de dientes de leche; por alguna razón, Mikoto-sama continuaba con desmineralización en los huesos, aunque ahora en un grado mucho menor, por lo que procedí a tomar un diente y lanzarlo junto con varios botones de diente de león dentro de un molcajete.
Machacando con destreza debía asegurarme de que pudiera ser lo suficientemente molido para que en sólo trago lo pudiera beber Mikoto-sama.
El mayor Uchiha ya no veía con malos ojos cualquier cosa que hacía; a veces parecía aburrido, a veces indiferente y muy pocas veces más, curioso. Jamás preguntaba, sólo veía a detalle cada proceso y por el destello de chakra que duraba menos de una fracción de segundo, sabía que encendía su Sharingan. Era muy observador.
Sintiéndome agradecida porque de cierta manera, me defendió, incluso se disculpó conmigo, decidí comentarle algo que espero pueda tranquilizarlo aún más:
- Esto ayudará a sus huesos. Se ha estado descalcificando; y por las cicatrizaciones internas de su útero, ha sucedido por años. Le dejaré la receta a Daisuke-sensei, de tal forma que se le prepare a Mikoto-sama cada tres meses.
- ¿Cicatrizaciones internas? – pregunta contrariado.
Me congele un segundo, menos incluso, pero él lo noto con su Sharingan.
Pensé que lo sabía.
- ¿Qué tipo de cicatrizaciones internas, Sakura-san? – su ceño estaba ligeramente fruncido.
Mirándolo al rostro, le respondí tranquilamente con voz suave; de cualquier manera, ya no hay nada que hacer:
- Cuenta con cinco cicatrizaciones en el útero, la desmineralización en su pelvis impidió la correcta gestación en su momento. El cuerpo de Mikoto-sama sufrió cada perdida con mayor daño, en cada ocasión. Calculo que hace seis inviernos fue su última cicatriz y conforme el tamaño de las mismas, ninguno traspaso el primer trimestre. Lo que conoció seguramente como menopausia, no fue tal, sino consecuencia de la anemia y esa desmineralización.
El silencio se hace presente en la recamara, y por respeto a su privacidad, desvió la mirada del patriarca Uchiha.
Colocando la infusión sobre un vaso de agua tibia, estoy a punto de colocarlo sobre los labios de Mikoto-sama cuando escucho la voz de su marido, una voz que suena seria, pero con trasfondo entristecido.
- Permíteme, onegai, Sakura-san.
Asintiendo, le otorgue la infusión a Uchiha-sama, quien lo recibió sin dejar de mirar al rostro de su esposa dormida.
Se me antojo una escena tan íntima, tanto por un rastro que contenía genuino dolor y tristeza en la mirada de Uchiha-sama, que dando una acallada y respetuosa reverencia procedí a salir de la recamara dejándolos solos.
Entendí entonces que la noble Mikoto-sama, realmente era noble. No permitió que su esposo, con todas sus cargas políticas y sociales, cargara también con el conocimiento de aquellos abortos espontáneos que sufrió cada vez en completa soledad.
Esa misma noche, Itachi fue notificado por su Chichihue en su estudio sobre una inquietante situación que ocurrió con Izumi. Altamente sorprendido, el hijo mayor aseguro que este escenario jamás volvería a suscitarse, que procedería a hablar con su antigua novia.
Itachi no entendía porque Izumi, quien había aceptado meses atrás, dejar su relación en buenos términos ahora decidiera actuar de una manera tan celosa y posesiva, especialmente cuando ya no tenían más relación que la de una amistad. Jamás se imagino a si mismo en un problema de faldas, pero de nuevo, jamás se imagino novio de una hechicera.
Más allá de ello, quería hablar con la – no tan - víctima en todo este embrollo. Encontrando a la pelirosa sentada al estilo indio frente a la mesa del centro de la sala, con los brazos recargando su cabeza.
Rodeada de botones de verbenas, margaritas y piedepotro, ahí estaba durmiendo su novia tranquilamente, pergaminos con las letras de sus recetas medicinales y sus dedos manchados de tinta eran parte de la decoración en la forma en que la encontró.
Dando un vistazo a lo escrito, Itachi se percató que eran recetas contra los problemas asmáticos, pulmonares, la limpieza de la sangre y la pureza del ambiente. Planeaba dejarles todo aquello a Daisuke-sensei para continuar los tratamientos de su adorada Hahahue cuando lograra despertar.
Enternecido por ver uno de sus mechones sueltos siendo mecido con su aliento dormido, la cargo y la coloco en el sillón. Recostándola cuidadosamente, acudió por un paño húmedo y limpio sus delicados dedos de la tinta y la arropo con una manta.
Sabiendo que los demás llegarían pronto para la cena, sólo pudo dedicar una caricia a la mejilla de su novia antes de ir a preparar la comida.
Realmente estaba cansada, lo supo cuando no se despertó al ver a Shisui y a Sasuke codo con codo platicando sobre las deficiencias que sufrían algunas secciones de Konoha, a saber, el barrio rojo que estaba en constante crecimiento dentro de la aldea; y cómo Sasuke quería restringir ese crecimiento ahora con Raíz en su poder.
Su patriarca llego poco después, sentándose y aceptando a Bastet se acurrucará en sus piernas, lo que obligó al hombre a sentarse al estilo indio.
Sasuke estaba por ir a despertar a la bella durmiente cuando una ventisca fría, extremadamente helada y anormal lleno los huesos de todos.
Itachi servía el último plato cuando vio por el rabillo del ojo múltiples figuras, cuales sombras blancas, pasar a toda prisa por los pasillos traspasando las paredes. Los hombres se tensaron pensando en que era un ataque shinobi, pero las alarmas de la mansión no habían sido activadas, por lo que nadie había ingresado a la fuerza. Bastet estaba erizado y gruñendo quedamente.
La tensión en el ambiente sólo fue incrementada, por la pelirosa que se despertó en automático rápidamente luciendo confundida mirando al techo, donde sonaba un ruido de algo siendo arrastrado.
- ¿Sakura? – pregunto Sasuke más sobre lo que estaba ocurriendo.
- Shh – acallo ella levantándose lentamente como si estuviera en una misión de sigilo.
Itachi observo a su novia levantar la mano, indicándoles que no se movieran, que no hicieran nada, pero para entonces todos los machos ya tenían activados sus característicos dōjutsu.
Ella se acercó al pasillo, el mismo que daba a las escaleras al segundo piso, y justo estaba a punto de atravesarlo cuando un grito espeluznante de mujer fantasmagórico invadió el espacio, llegando de ninguna parte, al tiempo que una sombra blanca atravesaba a Sakura a toda velocidad.
La pelirosa la ignoro, mirando a favor de donde la sombra había salido corriendo.
Inmediatamente, Itachi supo que estaba algo mal, cuando su novia abrió los ojos descomunalmente por un segundo al pasillo y se arrodillo colocando una rodilla en el suelo en el acto.
Sakura, arrodillándose mientras toda la sangre desaparecía de su cuerpo y le dejaba la piel tan pálida como nunca la había visto. No movió la mirada esmeralda del piso.
Se movió hacia ella, o al menos lo intento. Su cuerpo estaba paralizado, pero no como si alguien lo retuviera, no. Era como si no tuviera energía, como si estuvieran robándole la vida. Era un sentimiento tan extraño, agobiante, como si estuviera agotado sabiendo que no era así, sin sueño y a la vez sin ganas de nada.
Noto que tanto Shisui como Sasuke lucían igual de congelados, no entendían que sucedía, y mucho menos cuando escucharon un murmullo gruñido:
- No se muevan.
Bastet estaba erizado en su lugar, las manos cariñosas de Chichihue-sama habían dejado de acariciarlo y al parecer, el felino era el único que podía moverse a voluntad, colocándose enfrente de la mesa, como si fuera el guardián de los Uchiha.
Desconcertado, Itachi escucho ese arrastrar ahora en el pasillo mientras que una moderada y seria Sakura decía:
- Shinigami-sama.
Congelándose mentalmente un segundo ante el saludo de Sakura, Itachi pensó inmediatamente en su madre. Era la única convaleciente en la casa, pero no tenía sentido. Estaba mejorando drásticamente; el dios de la muerte no podía llevársela, no podía tomar su vida cuando la estaba recuperando. Pero no había otra explicación para que el recolector de almas estuviera ahí. A juzgar por la tensión en el cuerpo de los demás, pensaron lo mismo. Sakura había dicho que ellos, los mensajeros de la muerte, son muy eficientes en su trabajo.
Chichihue-sama solo pudo atinar a apretar los puños duramente.
La situación era sofocante, mirando como el pasillo se obscurecía de repente, apagando todas las luces mientras algo, una entidad estaba caminando lentamente, absorbiendo toda la energía a su paso, y él mismo se sentía más cansado de lo normal con cada luz que se desvanecía.
Incluso la chimenea se apagó de repente, llevándose el poco calor que quedaba en la estancia, helando cada músculo y hueso masculino. Itachi podía ver su propio vaho y sentir las puntas de sus dedos congelándose demasiado rápido.
Su mirada se desconectó de Sakura y se dirigió a la entrada del pasillo, pero por más que él lo intento no veía nada, ni con el Sharingan, ni con el Mangekyō; no podía moverse, no podía invocar chakra, no podía hacer nada para sacar a Sakura y a su familia de ahí mismo, se sintió tan impotente por no poder enfrentar a este ser.
Entonces la escucho preguntar tranquilamente:
- ¿La meg spørre hva som har brakt deg til denne ydmyke boligen, Shinigami-sama? - ¿Puedo preguntar qué es lo que te ha traído a esta humilde morada, Shinigami-sama?
Supo que no fue el único que no escucho respuesta al notar que tanto Shisui y Sasuke de pie, dispersados en la sala también fruncieron levemente el ceño, pero sabía que Sakura sí lo había hecho porque la pelirosa dejo ver confusión en su rostro.
- Når det er tilfelle, ¿kan jeg spørre hvem du leter etter? - Siendo así, ¿puedo preguntar a quién buscas?
Si es posible, el ambiente se hizo más pesado y las rodillas de Itachi deseaban doblarse, como si el ente visitante se hubiera molestado y quisiera tomar más energía.
Pero no impidió lo suficiente para continuar mirándola. Vio el negar de la cabeza de Sakura, a pesar de sus estremecimientos, a la vez que respondía:
- Ingen under det navnet har jeg funnet i dette hjemmet, min herre - Ninguno bajo ese nombre he encontrado en este hogar, mi señor.
Pasaron unos segundos, como si el ente desconocido hablara. Su novia fruncía el ceño más profundo con cada segundo. Fue cuando Bastet gruño, gruño lo bastante alto como para que Sakura mirara hacia él. Erizado el bakeneko dejo salir su esencia completa.
De enorme tamaño con dos colas negras, peludo, e irradiando ninshu a su alrededor, estaba Bastet en su forma pura animal erizado y gruñendo con enojo, ocasionando que Chichihue-sama abriera los ojos parpadeando sorprendido.
- Ya te dijo que no – gruño Bastet furioso.
Algo había pasado porque de repente Sakura se movió un poco hacia donde Bastet, en tono de defensa, y a toda prisa comento con la cabeza aun gacha:
- Min herre, det er ikke vår hensikt å hindre søket ditt, men det var de ikke - Mi señor, no es nuestra intención impedirte tu búsqueda, pero ellos no fueron.
Y como si de un verdadero maligno ser se tratara, observo como una garra invisible se deslizaba por la mejilla de su novia. Bastet gruño todavía más por lo alto cuando un mechón de la frente de Sakura fue elevado por el aire, como si alguien lo estuviera sosteniendo por encima.
- Vi beklager, min herre, men vi har ingenting å skjule - Nos disculpamos, mi señor, pero no tenemos nada que esconder.
La tensión creció increíblemente alta, el aire asfixiante, el frío tan intenso que ocasionaba piel de gallina, e Itachi estaba desesperado por hacer algo, hacer cualquier cosa cuando noto que la barbilla de Sakura era agarrada con crueldad, la mano invisible permitía ver como la piel cremosa era maltratada obligándola a subir la cabeza contra su voluntad.
Se notaba que la pelirosa no quería mirar a los ojos al llamado Shinigami, no quería verlo, pero estaba siendo brutalmente atraída a él. Su mechón rosa levitado entonces empezó a decolorarse volviéndose encanecido; como si de sus magias se tratasen, pero por más que deseaba verlo con el dōjutsu, el Shinigami no se podía ver.
- ¡Déjala en paz, inframundo! – gruño Bastet alzándose con ira.
Cuando Sakura obtuvo colores venenosos que comenzaron en su barbilla, ensuciando su piel como si estuviera muriendo rápidamente, Bastet salto a defenderla, sacando las garras, brincando y atacando en todas partes, tan rápido el movimiento que se hubiera perdido el momento para cualquier ojo mortal; el bakeneko desapareció en el tirón de la oscuridad del pasillo, dejando salir continuos gruñidos que se alejaban a la distancia, aunque inmediatamente todo regreso a la normalidad.
El aire era respirable y la tensión se diluyo, el fuego regreso a la chimenea como si nunca se hubiera ido, y las luces se encendieron inundando la casa con iluminación.
Y aunque los demás se notaban algo asustados, impactados, Itachi sólo tenía ojos para aquella figura que yacía sobre el suelo, de espaldas a él.
La imagen de ella temblando, respirando superficialmente, estremecida hasta los huesos, su piel más blanca que nunca, sus labios entreabiertos, pareciendo un poco asustada, se le quedo grabado a fuego en la mente gracias al Mangekyō.
Itachi la abrazó de forma automática, pensando que al menos podía darle seguridad de esta manera; se sentía tan inútil, tan incapaz de hacer nada; y, sin embargo, aquí está haciéndoles creer que puede protegerla mientras ella tiembla como una hoja al brusco viento.
Se percato de que Shisui aplicó shunshin hacia donde Bastet, urgentemente buscándolo por todas partes, Sasuke había ido a buscar rastros de lo que sea que había estado en su casa, de aquella entidad peligrosa, y su patriarca se había ido directo a la recamara de Hahahue. Itachi se había quedado con Sakura especialmente cuando vio el impacto que tuvo la escena en ella.
Pasaron muchos segundos así, abrazados, aferrados el uno al otro, desesperados por recuperar el calor que habían perdido, hasta que sintió que sus temblores, los de ambos, se detuvieron. Aprovecho para despegarla un poco de su pecho, aun sentados en la madera del pasillo, y el Uchiha sintió su estómago hundirse cuando noto que la parte izquierda de su cabeza ahora era una maraña de rosas mezclados con blanco.
Canas.
El toque del Shinigami la había envejecido.
Su barbilla lucía ennegrecida, como si estuviera hecha de cenizas, como si pudiese esfumarse al tacto, pero lo más impactante de todo era su ojo izquierdo.
Era totalmente blanco. Cataratas. También la había enceguecido.
Aun así, ella ya no estaba al punto del colapso, tan maltratada y humillada como la había dejado el dios de los muertos, estaba más tranquila, aun inquieta, pero más coherente, abrazándolo como si jamás quisiera separarse de él.
Su niña necesitada.
Itachi no podía dejar de mirar sus ojos, ahora uno blanco, aunque poco a poco volvía a tener color. Mismo caso con su piel que recuperaba su color melocotón. Suspirando internamente, se dio cuenta que el daño sólo era temporal. Tomando la mano que había acariciado el rostro de Sakura, su novia le susurro:
- No estaba aquí por Mikoto-sama.
No pudo más y la apretó más fuerte contra su pecho. Tan tonta e ignorantemente dulce. Él sabía por la conversación de ella que el Shinigami no estaba ahí para llevarse el alma de su madre, pero en lugar de preocuparse por si misma, Sakura seguía preocupándose por los sentimientos del Uchiha.
De pronto, quiso susurrarle tantas cosas, como lo tonta que es, como lo agradecido que esta con ella, como lo desesperante que fue no poder hacer nada para ayudarla, pero nada lo preparo para lo que salió de los labios de su pelirosa:
- Dijo que alguien ayudo a escapar a un alma maldita, por eso estaba aquí. Necesita llevarse el alma de nuevo a su encierro. Así es como encontró esta casa, encontró restos de su chakra en este lugar.
Frunciendo el ceño levemente, bajo la vista a Sakura y cuestiono con cierta cautela:
- ¿Jutsu de resurrección?
Ella asintió quedamente:
- Puede ser. Dijo que también ha habido más raptos de almas, pero el de este era el más urgente a recuperar. Menciono que uno de ustedes podría haber ejecutado el jutsu, deseando recuperar el poder del antiguo espíritu. Bastet se enfureció por tal infamia.
- ¿Nosotros? ¿Por qué pensaría eso? – Itachi estaba anonadado.
- Porque al parecer uno de ustedes es la reencarnación del alma maldita, aunque no menciono quien.
Ya teniendo una noción bastante macabra, Itachi sintió un estremecimiento frío recorrer su espalda, y no pudo evitar preguntarle a su novia en voz baja:
- ¿Cuál es el nombre del alma maldita, Sakura?
Mirando a esos ojos esmeraldas, uno apagado y el otro brillante, escucho la voz femenina susurrarle con preocupación:
- Uchiha Madara.
Bastet regreso sano y salvo, excepto por una pequeña rajadura en una patita peluda la cual fue cuidadosamente tratada por Shisui. Lucía más calmado y entro como un rey a la mansión por uno de los jardines; miro a Sakura con cuidado revisándole el rostro y dándole el visto bueno, después de evaluarse mutuamente.
Sin embargo, tanto Sakura como Bastet cayeron en un pesado sueño segundos después de acurrucarse en el sofá cuando se terminó la nerviosa cena; no se volvió a sentir el ambiente frío ni aquella presencia tenebrosa, creyendo en las palabras de Bastet de que "la bestia esa sólo quería divertirse un rato".
Itachi, sin embargo, tenía tantas preguntas en la cabeza, pero había una esencialmente peligrosa. No quería dejar sola a su okasan, ni a su compañera, mucho menos a sus familiares, pero sabía que estarían a salvo. Esto necesitaba hacerlo hoy mismo.
Acercándose a Shisui, le comento:
- Debo consultar con urgencia un posible problema.
Shisui miro la renuencia en los ojos de Itachi, sabiendo que, si volvía la presencia poco o nada podrían hacer, Sasuke se veía con la misma expresión contrariada.
- Atiendan sus asuntos, Itachi, Sasuke. Tanto Shisui como yo resguardaremos la casa.
La voz serena del patriarca llamo la atención de todos, sonando tan tranquila y calmada; como si la noche no le hubiera pasado factura, a pesar de que todos sabían que estaba preocupado por su esposa.
Agradeciendo y asintiendo, Itachi y Sasuke se retiraron en el silencio de la noche directos a un solo lugar.
Sabiendo que aún había una deuda pendiente con el mayor de Fugaku, Itachi instruyo a Sasuke para que fuera él quien exigiera las preguntas correspondientes.
Fue así como un Sasuke entro determinado con la fiereza de un tigre directo a preguntar al prisionero de la celda del sótano diez. Sin saludos ni intermedios, pregunto con extrema seriedad y voluntad en la voz:
- ¿Para qué propósito, Kabushi Kabuto y tú, Uchiha Obito, resucitaron a Uchiha Madara?
- Ten cuidado con los hombres Sakura, habrá algunos que sean educados y se hagan notar cual pavo real; pero otros serán lobos hambrientos, y tú, una oveja oportuna.
- ¿Cómo diferenciar a uno de otro? – Mi yo de seis otoños era una cosa atontada por la primera rosa que me habían regalado esa tarde veraniega. Un niño más grande de piel bronceada tenia sus mejillas sonrojadas cuando me la dio.
Ella la toma del tallo y la quema entre sus delicados dedos con fuego azul.
- Trátalos a todos por igual, hasta que veas a uno que no te trata igual a las demás. – hablo serenamente viendo las cenizas caer.
- Y a ese, ¿debo tratarlo mejor, ser más considerada con él? – La miro regresar a su lugar favorito al lavarse las manos.
Se sienta en su sillón tejiendo mi nueva manta para dormir.
- Iie. A ese, trátalo peor – ella ríe de una manera que descubriría como cruel posteriormente – Si es real su querer por ti o al menos su interés, se quedará. Si es falso como todos los demás, sólo termina por destruir su corazón.
- ¿Lo incinero con ayuda de Suzaku-sama?
- Iie, ninfu, dirían que eres una asesina sin sentido; además recuerda que los botones de cerezo jamás asesinan a simple vista. Quémalo de forma que su mente quede retorcida, haciéndole creer que su locura es real, destroza su conciencia, que sepa que contigo y tu sangre no se juega; al final cuando sepas que ya no queda nada en él, deséchalo.
- ¿Debo usar genjutsu de nivel uno para que nadie lo note?
- Muy bien, mi ninfu, estás aprendiendo muy bien.
Me hace sentir cálida la aprobación en su voz. Observo como su anciana y pecosa mano se acerca para acariciar mi cabeza, antes de que un ruido chocante disuelva todo.
El sueño se termina abruptamente cuando una tos seca resuena por la habitación. Ni siquiera termino de percibir mi entorno, cuando ya estoy cerca de Mikoto-sama volteándola para que no se sofoque con su propia saliva.
Los espasmos ya no son tan brutales como hace una semana y han menguado considerablemente desde el punto crítico. A los ojos de cualquier civil, es como si el cuerpo de Mikoto-sama hubiera retrocedido en el tiempo. Mientras le proporciono un dulce de miel para refrescar su garganta; soy devuelta al recuerdo de mi sueño. Un tiempo en lo que pareciese otra vida, hace siglos; regalándome un gramo de sus altos conocimientos y yo tan embobada por sus palabras, consumiendo cada lección como agua de manantial.
Y, sin embargo, si lo comparo con mi situación actual, sé que mi yo de la infancia me odiaría.
Traidora me diría a mi misma.
Recuerdo haber pensado que, si algún día encontraba al pavo real elegante, convertido en hombre, lo desplumaría antes de que pudiera alzar su imponente cola; que ningún hombre me engatusaría con sus palabras ni con su fuerza; que sería la mujer independiente y soltera que busco Obāsan-sama que siempre fuera, porque ella es mi modelo a seguir.
Y ella jamás necesito de nada ni nadie.
A ella jamás le conocí amante o amor perdido, jamás tuvimos un Ojisan, jamás una figura masculina porque no la necesitábamos. Ella era todo: padre, madre, familia. Sólo hasta la llegada de Otousan y Olli, conocimos otro tipo de amor.
Pero ella, la Yama-uba, es todo lo que yo quiero ser. O al menos, lo era. Aun lo sigo pensando a veces. Aun quiero ser esa mujer que puede sola contra el mundo y puede hacerlo arrodillarse ante sus pies; y al mismo tiempo, sé con toda certeza que jamás podría hacerle daño al elegante pavo real que he conocido.
Es tan irónico. Si tan sólo Obāsan-sama supiera que el hombre que ha atrapado mi atención es un heredero de Suzaku-sama. El fénix de fuego. Un ave precioso tan parecido al pavo real.
Me pregunto si Obāsan-sama le daría una oportunidad para conocerlo; que considere que él es apto. Lo es para mí.
Es un hombre de oro que lanza llamas y come cenizas; un hombre cuyo…
Espera.
Lanza llamas y come cenizas…
De repente, miro a Mikoto-sama con inquietud, revisando esa extraña tonalidad verde entre los dedos de sus pies y manos.
Mi mente esta frenética, pensando a toda velocidad; identificando cada variable, cada acción, posible consecuencia.
Y así solicito a toda velocidad a Daisuke-sensei, quien va entrando por la puerta:
- Pruebas de plomo. Ahora.
Lo último que veo en su rostro es la confusión mientras atrapa la pera nashi que le arroje antes de salir a toda prisa por la puerta.
Itachi miraba pétreo a su Chihihue-sama porque no entendía su pedido; no comprendía que le estaba diciendo.
Incluso Sasuke se notaba pálido mientras estaba sentado en el comedor, terminando su desayuno. Itachi ya se había levantado, dispuesto a dejar su plato en el lavabo, a pesar de que la servidumbre estaba al pendiente de sus movimientos; cuando su patriarca le menciono que deseaba conocer al hermano de Sakura.
Quería conocer a Naruto-kun.
¿Cómo se enteró de que se llama Naruto? ¿Sabe quién es? ¿Sabe que es un jinchūriki? ¿Qué sabe de él? ¿Quién le dijo? ¿Cuánto sabe?
Pero la pregunta más importante sería: ¿Por qué?
Fue la voz del patriarca Uchiha quien respondió ante el silencio de su hijo:
- En cuanto tengas su confirmación, envíamela. Enviaré a realizar los preparativos con anticipación.
El silencio de nuevo se hizo en la sala, mientras Itachi seguía preguntándose que intentaba ganar su Chichihue-sama con todo esto; mirando a Sasuke por el rabillo del ojo, lucía pálido. El collar que ahora ocultaba su otouto de caracolas marinas bajo su uniforme era indicio de que estaba siendo cortejado por cierto rubio salvaje.
No habían hablado al respecto, pero Itachi sabía que el mayor temor de Sasuke era que su familia descubriera y tomará a mal su neófita relación con Naruto-kun.
Jamás podría hacerle eso a su otouto. Juzgarlo. Al contrario, le desea toda la felicidad del mundo y el amor que se merece, y si lo ha encontrado en un joven zorro, Itachi les daría su bendición a ambos.
Y si eso significaba cubrirlos a ambos, a Sasuke especialmente, del repudio homofóbico de su clan, Itachi haría lo que se necesitara para que no lo sufriera. Al menos no tanto.
- ¿Puedo preguntar por qué el requerimiento de la presencia de Naruto-kun, Chichihue-sama?
Pregunto con indiferencia, luciendo serio. Su padre respondió:
- Agradecimiento. A Sakura-san y a su familia.
- Debo recordarte que Sakura ha expresado que no gusta por retribución, ni económica ni social.
- Lo aceptara cuando sepa que deseamos agradecer también a su familia. – el mayor hablo con mucha tranquilidad, demasiada - Hemos robado veinte días de su tiempo lejos de su hogar, es común entregar una compensación, en este caso una velada será aceptable, con ambas familias presentes para demostrar gratitud.
- Y aun ello, requeriría la aprobación de Sakura, Chichihue-sama, lo cual dudo que acepte. Es bastante posesiva con su hermano. Además, Sakura está a la orden de Hokage-sama, y, por tanto, considera como su labor cualquier clase de sanación o trabajo médico.
- Una cena con la familia principal Uchiha no es negociable, Itachi e incluso eso, Sakura-san lo sabe. O más importante, ella no se negará ante su superior.
La guerra de miradas es intensa mientras el canto de los pájaros resuena en el jardín, ambos machos muy decididos a conseguir que el otro cambie de opinión; ambos ocultando sus razones reales.
No es que su padre le continuara dando guerra a su novia; había visto el cambio gradual de su comportamiento hacia ella y como, a su manera, la estaba aceptando poco a poco, pero eso no significaba que de la noche a la mañana quisiera conocerla a ella y a su familia.
- ¿Interrumpo? – la voz femenina que entro a la sala llamo la atención, disolviendo tenuemente la tensión que se antojaba sofocante.
- Existe un tema que deseo consultar contigo, Sakura-san – dijo el Uchiha mayor dirigiéndole una última mirada a su primogénito.
- Qué curioso Uchiha-sama, porque también deseo conversar con usted.
Sakura se recargo sobre uno de los pilares de madera, cruzándose de brazos. Itachi miro a Sasuke, solo para asegurarle con la mirada que todo estaría bien, cosa que su otouto respondió con una mirada firme y asintió.
Estaban decididos a proteger a Naruto-kun, especialmente antes de que Sakura se enterara y quisiera hacer las cosas a su manera. De nuevo.
- Onegai, Sakura-san, acepta la cortesía e inicia primero. – dijo Chichihue-sama con un tono menos frío que días atrás.
Sakura miro hacia el jardín e Itachi supo que estaba buscando la forma en como decir lo que quisiera comentar. Su novia secreta se veía tan encantadora; con sus faldas largas y camisas bien planchadas, luciendo inexpresiva reflejando la luz sobre su rostro, a Itachi se le estrujo un poco el corazón porque no ha podido hablar con ella, especialmente cuando se enteró de la visita de Izumi y su actitud. Sin embargo, Sakura no parece enojada con él; parece… pensativa.
- Hace seis primaveras, en una panadería en Kumogakure – comenzó Sakura sin mirar a ninguno de los hombres – existían dos trabajadores, jóvenes, no mayores a sus quince nacimientos; eran traviesos, escandalosos, civiles totalmente. Les gustaba su trabajo, y por tanto llegaban antes del horario e iniciaban su rutina de la manera más proactiva posible. Pero los cachorros son juguetones a esa edad y se lanzaban continuamente puños de harina mientras armaban los pasteles y jugaban con los rellenos de los dumping.
El patriarca ladeo la cabeza, pero no quiso interrumpir. Había aprendido que la pelirosa siempre tenía una moraleja al finalizar un relato sin sentido aparentemente, y guardar silencio para escuchar por completo era la mejor opción.
- En una ocasión, a falta de trabajo o de harina, se les hizo muy divertido tomar puños de un costal de canela y lanzárselos a la cara del otro juguetonamente. Quince minutos después fueron encontrados con las caras moradas y totalmente hinchados – giro la cabeza para mirar al patriarca – La causa de la muerte fue asfixia.
Haciendo un gesto al aire para pedirles que se acercarán, mientras ella se arrodillaba en la engawa continúo hablando:
- Resultase ser que, en las investigaciones forenses, los alveolos de ambos chicos estaban obstruidos completamente por finas partículas reconocidas como canela. Se determino que los polvos finos en grandes cantidades directos a la nariz, pueden tapar los pulmones literalmente causando la inminente asfixia. Un asesino silencioso y nada sospechoso.
Sakura toco el piso de madera y levanto uno de los tablones cualquiera del piso. La jefa de la servidumbre estaba por detrás de ellos, jadeando al ver el tablón arrojado a un lado sin cuidado.
- Pocos polvos en el mundo – Sakura arremango su blusa y metió su mano dentro del hueco bajo el piso – son tan finos y peligrosos como la canela. Y entre ellos, sólo un polvo en el mundo puede originar cadmio, que en grandes cantidades puede sobrecargar las funciones renales e hígado, estropeándolos. Y más importante, puede descalcificar los huesos a largo plazo.
Su mano se removió por debajo de los tablones, Sakura no despego la vista del suelo, mientras continuaba:
- Sólo una sustancia en el mundo puede ser tan dañina como su origen mismo.
Observaron como la mano de Sakura empezó a elevarse nuevamente, saliendo del hueco que había abierto en el piso. El sonido de un jadeo de parte de la mujer en jefe de la servidumbre fue alto cuando el brazo completo de Sakura estaba repleto de manchas grises y negras. La pelirosa tenía su mano en puño, moviéndola para dejar caer una cascada de fino polvo negro mientras terminaba de comentar:
- Daisuke-sensei está realizando las pruebas para confirmar partículas de plomo sobre la comida que se cultiva aquí mismo. Si es así, se concretaría que la razón de la toxicidad en el cuerpo de Mikoto-sama fue envenenamiento gradual. Por ceniza.
Los finos polvos de su mano se escaparon en el aire e Itachi hizo un retroceso mental, recuerdos allanaron su mente a toda velocidad.
Ceniza.
Tan sólo él mismo recuerda cuando al finalizar sus sesiones de ninjutsu con katōn, regresaba a casa expulsando cenizas de entre las ropas que caían ineludiblemente en el suelo de madera. Y cada vez que tosía después de un katōn pensó que era por el esfuerzo de sus pulmones y estómago arrastrando las bobinas de chakra por el fuego. Ahora sabe, que realmente era la ceniza que quedaba rezagada.
Sucedió casi a diario por años antes de que lo enviarán a misiones y todavía peor, porque regresaba con más ceniza de cuando niño. Si a eso le sumaba, lo que Sasuke y Shisui también habían arrastrado; Chichihue-sama como una adición todavía más antigua, entonces no debía ser sorpresa que toda la casa estaba sobrepuesta en cimientos de polvo tóxico.
Por supuesto, vivían en la casa original Uchiha. La casa fundadora desde inicios de Konoha. Radicaban décadas por debajo del suelo de centímetros y centímetros de cenizas, de todos los antiguos familiares que hicieron exactamente lo mismo durante años de entrenamientos.
Y todo eso lo absorbió su amada Hahahue cada día que transcurrió en esta casa.
Sasuke se adelantó y fue el primero en preguntar:
- Pero en ese caso, ¿no debería de haber más enfermos? Por ejemplo, el personal de limpieza.
Sakura se levantó de su lugar acuclillado y se limpió la mano con sus faldas, manchándolas gravemente, asintiendo:
- Es correcto; y estoy segura de que los hay. Hay más personas que pudieran estar enfermas. La situación actual de Mikoto-sama fue agravada por su enfermedad genética; sin embargo, recomiendo que se realice un diagnóstico médico a todos los involucrados en la casa principal. Sugiero, adicionalmente, extender esta revisión a todos los miembros del clan Uchiha. Independientemente de la fibrosis quística, es muy probable que las cenizas se encontraran en los domicilios de todos aquellos que practiquen katōn con regularidad.
Itachi observó como Chichihue-sama estaba seriamente analizando todo lo que ella decía por unos segundos; seguramente analizando toda esta información a toda velocidad al igual que él, y si esta era la razón real de la evolución del cáncer de la matriarca, entonces muchos más familiares estaban en peligro. El orgullo Uchiha seguramente era la principal causa por la que no se había dado registro de algún antecedente por falta de pruebas médicas. Con razón, la esperanza de vida del linaje había sido tan efímera en los años posteriores a la guerra, la toxicidad en los pulmones había dejado enfermos irremediablemente a los más grandes.
Tanto Fugaku, Shisui y Sasuke básicamente no residían en la casa principal sino era por la necesidad de dormir, el mismo Itachi contaba con su propio departamento. Su pobre Hahahue sufrió todo esto ella sola, por un asesino silencioso del que nadie sospecharía jamás.
Y, sin embargo, todo encajaba. La casa, al menos por ahora, no era un lugar habitable hasta no purgarla y dejarla reluciente. Luciendo determinado, su padre se acercó al hueco en el suelo abierto por Sakura, pero en ningún momento lo vio; sino que el mayor se dirigió a la pelirosa con una voz de indiferencia:
- ¿Por qué estás tan segura DE que esa es la razón?
- Varios factores – respondió ella con seguridad – Las hortalizas de Mikoto-sama contienen frutos que no son aptos en esta región del país. Los nanshi por ejemplo no se dan en las zonas tropicales y sin embargo, las tienen en su mesa; eso solo puede ser posible por el cadmio que produce la ceniza; eso cualquier agricultor lo puede avalar. Las tonalidades verdes en el cuerpo de la paciente, también indican que tiene bajos índices de hierro, otra consecuencia del consumo de ceniza; el petróleo de sus pulmones, no sólo era parte del cáncer sino de la acumulación del polvo en sus alvéolos, por eso era más plasma que un desecho sólido. Los resultados que muestren los análisis de Daisuke-sensei deberán corroborar esta versión.
El patriarca miro con una expresión escrutadora a Sakura con cada palabra, y para cuando esta termino de explicarse, le pregunto de nuevo imperante:
- ¿Qué tanta certeza le otorgas a esta afirmación?
- Cien por ciento – respondió igualmente de seria.
Itachi vio como Chichihue-sama, asombrando igualmente a Sasuke, se quedó mirando a su novia otros tres segundos, mortalmente insondable para posterior girarse y ordenar a Mitsune-san, la sirvienta:
- Envía un mensaje a Toshio-san, solicitando una reunión de emergencia con los demás líderes de región.
Abriendo un poco los ojos, Itachi había esperado que su padre interrogara más a Sakura, saciar sus dudas; al contrario, lo sorprendió enormemente al igual que su otouto, que, sin más medidas ni mayores pruebas, inmediatamente planeaba reunirse con los terratenientes del clan.
Ordenando hora y lugar, el patriarca procuro cada detalle junto con Kurumi-san, la jefa de la servidumbre. Iniciarían una mudanza temporal en cuanto la matriarca despertara, y así Itachi continúo escuchando a su líder dando instrucciones de aquí y allá, avisando que sea notificado cuando Daisuke-sensei termine con las pruebas que le fueron encargadas.
Moviéndose entre las múltiples criadas, vio a Sasuke desaparecer, seguramente a sus deberes como líder de Raíz, e Itachi decidió seguir a la única figura que estaba al pendiente de él.
Mirando de reojo que nadie se diera cuenta, siguió a Sakura hasta la entrada de la casa. El movimiento de su cadera cadenciosamente inocente era un acto hipnótico a sus ojos, que lejos de calmarlo, provocaba que sus manos se apretaran en un intento de contenerse por tocarla. Jamás dejaba de impresionarlo.
La fémina frente a él no sólo se hizo cargo de la salud de su Hahahue, se encargó de la investigación de la causa de su malestar y todavía lucía tan fresca como una lechuga.
Si no fuera porque es la casa de sus padres y que el respeto inculcado desde niño se lo impidiera, estaba seguro de que ya la habría tomado de la mano y la habría besado hasta el cansancio; hasta que ella comprendiera que su peso tiene un valor mucho más alto que el oro a los ojos de él.
Llegando a la puerta, se dio cuenta que ella recogió una pequeña maletita y se la otorgo.
- Jugo, agua y onigiri – dice ella mientras él la interroga con una elegante ceja alzada – hay dangos también, pero tienen sellos. Hasta que no comas primero lo demás, no hay postre.
- … ¿Me estas alimentando Sakura? – la voz de Itachi sale un poco baja al darse cuenta de que su novia le estaba dando un ligero lunch inclinándose hacia su cabeza rosa.
- Estas adelgazando… de nuevo. Necesitas comer. No has estado comiendo desde que regresaste a trabajar – dice ella sonando bastante regañona con un lindo sonrojo - al menos con esto podrás comer sin separarte de tus valiosos informes. O respirar, lo que sea primero.
Se antojaba tan dulce. Tratando sin éxito, de no verse cursi ni romántica dándole su primer almuerzo a su novio.
En cambio, vestida como una tierna civil, luciendo ruborizada por la cercanía que él le había dedicado, tan cerca como para poder ver cada peca en su nariz, aquellos labios fruncidos solo eran una máscara de molestia fingida, cuando en realidad estaba preocupada por la salud de él.
No pudo sino romper sus propias reglas ansiando tocar toda esa dulzura frente a él. Levantando su mano, ella abrió y entorno los ojos deliciosamente cuando dedos masculinos arrastraron un mechón rebelde detrás de su oreja tocando milímetros de piel pálida.
Ambos se miraron a los ojos y el tiempo se detuvo de nuevo, como cada vez que sus pieles se rozaban; no había poder suficiente en el mundo para desear desviar la mirada de esa esmeralda que lo observaba como si fuera el único hombre en el mundo, y eso lo impulso para decir en voz baja:
- Esta noche. Nos veremos esta noche.
La promesa hizo que Itachi pudiera ver el delicioso esplendor en aquellos ojos esmeralda; estaba emocionada por tener un tiempo a solas con él tanto como él mismo lo estaba. La calidez en el pecho del Uchiha crecía cada vez que tenía esos bellos ojos verdes dedicados sólo a él, y aun cuando sabía que cualquiera podía descubrirlos, tomo con facilidad la mano de su novia y sin despegar la mirada de ella, le regalo un beso mariposa en su dorso.
Sus ojos se abrieron maravillosamente y ese precioso sonrojo que sólo él podía causar en su piel hacía estragos peligrosos dentro de Itachi. Tan tentado como estaba por besarla y agradecerle cada cosa que ha hecho por él y su familia, sabía que no era el momento, no con tanto movimiento al fondo acercándose a ellos.
Ella tomo su distancia un paso atrás rápidamente, y lo miro recuperando su seriedad habitual, distrayéndose momentáneamente con un mensajero criado que salía a toda velocidad, seguramente a buscar a las personas que solicito Chichihue-sama.
- Resuelto el misterio del criminal tóxico, te exhorto a que continues cuidándonos tan bien como lo haces allá afuera, Taicho. – dijo Sakura mientras miraba a todas partes menos a los ojos de su novio.
Era adorable cuando fingía que él no la afectaba tanto. Es tan fácil leer cada expresión ahora que ella es tan abierta con él.
- Arigatou Sakura. Ten la seguridad de que tu arduo trabajo será recompensado con creces – le susurro Itachi al oído viendo como se le colocaba piel de gallina en ese delgado cuello seductor.
Escucho más de lo que vio como ella trago saliva provocándole a él un instinto depredador, su oveja rosa. Renuente, Itachi retomo su nueva mochila del almuerzo y encamino hacia la salida, echando un breve vistazo atrás donde miraba a Sakura de pie, observándolo ya con anhelo oculto.
Ella le hará perder la compostura, lo supo en ese momento.
Tuvo que reprimirse enormemente para no despedirla tal como deseaba: comiendo su boca con avidez, devorando cada centímetro de sus labios como un poseso sin remedio. Jamás había tenido una novia secreta; siempre había estado con Izumi y sus padres siempre habían sabido de ella. Ahora con un pequeño secretito fuera del foco de sus padres, bajo su propia casa, se sentía travieso y alocado.
Era tan fácil imaginarse esto, cada día. Él, dirigiéndose al trabajo a la Torre Hokage y Sakura, dedicándole un almuerzo, conociendo sus hábitos, regañándolo a su dulce manera, sabiendo que los problemas se irían arreglando poco a poco a su alrededor. No es que la relegara a los deberes del hogar, simplemente se sabía bien tenerla así: protegida, segura, a salvo, en comunión con su familia.
Esta etapa de su vida le estaba gustando mucho, algo que jamás había experimentado, sintiéndose renovado.
Esta noche la haría especial para ella, decidió mientras sentía en las clavículas mecerse suavemente su propio collar de caracolas marinas.
Sin embargo, la noche no fue cómo él lo planeo. Al llegar a la casa de sus padres, Itachi fue interceptado por Shisui quien lucía escamoso y tenso. Sabía exactamente lo que estaba sucediendo antes de que su primo hablará.
Shisui había hecho todo lo posible por detener el mayor tiempo posible a los ancianos del concejo Uchiha, pero al parecer al fin habían decidido tomar cartas en el asunto.
Desde el momento en que Shisui, Itachi y Sasuke propusieron como última medida a Sakura como médico de Hahahue, los ancianos se opusieron con total vehemencia, cosa que fue respaldada en su momento por Chichihue-sama.
El mismo patriarca apaciguó la controversia una semana después de que la matriarca mostrara mejoría, pero los rencores se continuaron cocinando a fuego lento, más en contra de haber dejado que se inmiscuyera una extranjera en lo más profundo del clan, que por los rumores.
Para aumentar la animosidad de los ancianos contra la hechicera, Daisuke-sensei, a pesar de mostrar una actitud renuente los primeros días, comento que Sakura realmente tenía métodos poco ortodoxos extremadamente raros para la época pero que funcionaban a las mil maravillas, escribiendo en sus informes médicos cada cosa antinatural que observo. No lo hizo con mala intención, sino con una estricta medición profesional para tener soporte para futuros casos; sin embargo, dichos reportes fueron entregados por el médico anterior de cabecera a los ancianos como si fueran pruebas irrefutables de una bruja cruel. Así un médico relegado celoso y un grupo de seniles dinosaurios tuvieron aun un mayor negocio cuando Izumi se negó a hablar de su comportamiento en la mansión Uchiha.
La joven había intentado hablar con Itachi, enviando toda clase de misivas, invocaciones, pero él no había tenido oportunidad tampoco; entre sus labores y la situación con Mikoto-sama, Itachi no dedicaba mucho tiempo a otras cosas cuya importancia fuera menor. Pospuso la reunión con ella hasta que su matriarca despertara.
Sin embargo, ante la negativa de Izumi de hablar con el concejo, consideraron que fue Sakura quien la amenazo de alguna manera, y así múltiples rumores se gestaban en el auditorio principal del clan, donde se podían escuchar toda clase de disparates sobre la hechicera de Konoha.
Desde que ella fue la principal sospechosa de la condición de Hahahue para acercarse a la familia principal, hasta que ella hacía sangrar a los árboles, que había embrujado a los miembros de la mansión incluyendo al joven e impresionable médico, o que ella bailaba con el diablo todas las noches.
Que hablaba con los muertos y sacrificaba gallinas y cabras cada madrugada, pero a lo que Itachi le repugno más, fue que la habían acusado de ser una busca fortunas. Tanto Shisui como Itachi resoplaron cuando escucharon aquello. Si tan sólo supieran que la riqueza que ella buscaba era la tierra misma y sus nutrientes, jamás fortunas materiales del hombre.
Mirando a Shisui lucir serio y desgraciado, lo escucho saludarle y comentarle:
- Ya habían tardado.
- En efecto. ¿Están con Chichihue-sama? – pregunto Itachi mientras acompañaba a Shisui por los largos pasillos de la mansión.
- Hai. Ha intentado contenerlos, pero están pidiendo una audiencia de urgencia. – Shisui miró con desagrado por el rabillo del ojo a Itachi – Sabes lo que solicitaran.
El futuro Hokage reprimió una mueca. Claro que sabía lo que buscaban, planeaban derrocar tanto a Uchiha Fugaku como a Uchiha Shisui de la línea de liderazgo.
Consideraban que al estar "hechizados" ya no eran dignos jefes de clan y, por tanto, debían de restaurar la sucesión con alguien que fungiera como un verdadero líder. Poco les interesaba que la matriarca realmente estuviera mejorándose, le temían más a los rumores de una chica que nunca había negado ni afirmado que era una bruja.
Las tres voces masculinas se podían escuchar en distintos tonos en el jardín principal, y al dar la vuelta en una esquina, Itachi pudo percatarse de que todos los dinosaurios de su linaje vivos estaban presentes, justo frente a su padre, el cual lucía bastante inexpresivo y sin signo de desconcierto alguno por la intromisión de los concejales.
- …jamás el clan había caído tan bajo como para solicitar los servicios de una amante de lo oculto – dijo Rai-sama, el anciano más antiguo con un tono de reproche – Rara vez se ha suscitado algo parecido.
- Le rogamos Fugaku-sama, debe de recapacitar el mantener en la casa principal, tan cerca de los herederos, a una persona así – Continuo Baru-sama como si le molestara tener que decirlo – una serpiente que aparte reside actualmente junto a la cabeza de nuestro honorable Clan no es seguro ni bien visto por todos los miembros.
- Tal parecen olvidar que mantenemos nuestra relación con Sora-ku – dijo tajantemente el patriarca – nuestra interacción con Nekobaa-sama es similar.
Uno de los más jóvenes concejales, de unos cincuenta años, Naka-sama, adelanto un paso hacia el patriarca y comento:
- Me temo diferir, mi señor. Es bien conocido que Nekobaa-sama solo ha sido difamada por rumores denigrantes tales como ser una bruja, rumores infundados, adicional a que nuestro negocio con ella con respecto al metal es digno y honesto.
- ¿Qué diferencia existe, entonces, con Sakura-san? – pregunto cortante Chichihue-sama – Ha sido también nombrada de la misma forma por únicamente rumores, sin ninguna confirmación y nuestra relación con sus servicios pertenecen exclusivamente al ámbito médico, cuestión que ha quedado más que reforzada a través de Daisuke-sensei, aquí presente.
Mostrándose firme, el joven médico asintió cuando los ancianos lo miraron. Sin embargo, poco importo ante los viejos seniles que deseaban arrebatar el liderazgo.
Eran muy ruidosos. Demasiado.
Pero los necios y tontos siempre son así.
Volteo a ver a la dulce mujer dormida. Entre susurros, le explicó aunque ella no entienda:
- Lamento despertarte, casi estas lista, pero me temo que sólo tú puedes detener esas necesades de ancianos.
Tocando su frente, envio una chispa de chakra para activar sus bobinas y despertarla de su sueño.
- Bastet, vamos. Nuestro trabajo aquí ha terminado.
Tarareo suavemente para que no sea tan duro el despertar de mi paciente, mientras mi neko se enrosca en mi cuello. Abro el portal de ninshu y lo atravieso un segundo antes de que ella abra sus ojos.
Rai-sama dio un golpe con su bastón en el pasto para llamar la atención de todos, una vez que todos esperaron a que hablara comenzó de nuevo:
- Es curioso, Fugaku-sama, que a la llegada de la mujer apodada como Onmyōji, tu personalidad haya cambiado. No es mi intención ofenderte, ni mucho menos hacer menos delicada la situación de la matriarca y su deteriorada salud; sin embargo, tampoco considero correcto que una mujer de la que se desconoce su pasado o su origen, este radicando bajo el domicilio de nuestra noble cabeza. Muchos menos quiero decir que algún día sus… tradiciones, cambien lo suficiente del comportamiento de nuestro líder como para afectar sus decisiones sobre la dirección de nuestro linaje.
Itachi vio a su padre aceptar estas palabras con la mayor de las serenidades, como si no las considerara, pero sabía que todo era una fachada ante las arpías frente a ellos. Su padre estaba seriamente molesto por la implicación del anciano. Eran la familia principal contra los ancianos.
Si esto se dejaba escalar, el Clan en su totalidad seria politizado, de nuevo. Solo que esta vez, algunos estarían de acuerdo con la familia principal y otros con las tradicionales costumbres que niegan la asistencia externa, sin importar que tan milagrosa pueda ser.
Los rumores de las habilidades médicas de Sakura empezaban a ser legendarias, pero eso no significaba que el clan machista aceptara su ayuda. Mucho menos si conllevaban lo que a sus ojos es magia negra.
Sólo esperaba que Sakura no escuchara todo este conflicto; de ser así, sólo la alentaría a alejarse de Itachi, a favor de interpretarse a si misma como desfavorable a la tan aclamada reputación que él había conseguido a lo largo de los años. Ella no permitiría que su familia se alejara de él por su culpa. Antes, ella misma tomaría distancia de él y huiría de nuevo; y eso era lo último que deseaba el Uchiha. Es por ello, que decidió intervenir en la discusión:
- Palabras fuertes para alguien cuyas acciones fueron nulas en el momento de mayor necesidad – hablo completamente serio e inexpresivo ganándose la atención inmediata y saludos de sus mayores.
- Itachi-sama, ohayo. Agradecemos que pueda estar presente para brindar su opinión; sin embargo, tampoco consideramos digno molestarlo de su capacitación para la toma de poder de Kage con nimiedades ante una situación que fácilmente pueden resolverse – respondió Naka-sama, otro de los antiguos concejales difíciles.
Alzando una ceja, Itachi respondió:
- Difícilmente le llamaría a la salud de Hahahue-sama una nimiedad. Asegúrese de ser precavido con sus palabras en futuras ocasiones.
- Y, sin embargo, llamar a entes del inframundo, sería una necedad contra Kami-sama, Itachi-sama – dijo Naka-sama algo erizado por el regaño – confraternizar con una mujer de tal índole solo es invocar el enojo de nuestros antepasados.
- Lamentablemente, considero mejor que hay que preocuparnos por los vivos – comento inexpresivo Shisui – a los honorables ancestros es mejor dejarlos donde están, y, por el contrario, hemos reiterado en excesivas ocasiones que todo aquel rumor, son sólo eso. Palabras vacías.
- ¿Vacías? – comento Rai-sama – hace unos meses se dijo que esta mujer fue vista caminando con patas de cabra – Itachi reprimió un gesto – y otros tantos decían haberle visto poseer una cola tan larga como su lengua venenosa.
Chichihue-sama miro por el rabillo del ojo a Itachi y a Shisui, quienes continuaron mostrando una fría indiferencia. A lo mejor dejar que Sakura estuviera caminando por aquí y por allá con su modo bestial sabio no fue tan buena idea.
- ¿Pueden decirnos que eso es un rumor sin sentido, Itachi-sama, Shisui-sama? – se atrevió a preguntar Rai-sama sintiéndose altanero.
- La confidencialidad de los actos que se realicen para proteger a Konohagakure no Sato no debería de ser un tema para discutir – contesto Shisui con hielo en la voz.
- Ahh… entonces es verdad. Una mujer que puede cambiar sus pies por patas de cabra no puede ser si no una reclutadora del infierno. – prosiguió Naka-sama como si no dudara de lo que acababa de decir.
Adelantándose con su bastón otro paso, Rai-sama exigió a su manera:
- Solicito a Fugaku-sama acceda a una revisión médica el día de mañana por nuestro doctor de años de cabecera, Mamoru-sensei – Daisuke-sensei se tensó al ser totalmente ignorado – y extendemos esta invitación a todo aquel que reside en su noble hogar o hayan tenido alguna interacción con la joven en mención – dijo casi escupiendo las últimas tres palabras.
Itachi sabía que no podían negarse, hacerlo sólo significaría aceptar que están hechizados, pero hacerlo significaría que lo que dictara el médico anterior sería considerado más valioso que lo que ellos mismos dijeran. Era una situación que, si no se controlaba, escalaría más allá de lo ordinario.
- Sin mencionar que aún estamos investigando lo que se nos ha dicho de la ceniza. Un asunto bastante absurdo como ese para ocultar que es una posible sospechosa del envenenamiento real de Mikoto-sama – dijo Naka-sama con un toque de orgullo como si supiera la verdad absoluta – podemos suponer incluso que utilizando sus artes pudo haber fingido esa ridícula razón como padecimiento real de la inocente matriarca.
- ¿Me estás diciendo – comenzó rudamente Chichihue-sama – que una foránea, sin inclusión a nuestro clan sino hasta hace unas pocas semanas, logro escabullirse y enterrar de alguna manera, miles de centímetros cúbicos de ceniza Uchiha por debajo de las casas revisadas sin que nadie la detectara? ¿Añadiendo, que en todo momento ha sido vigilada cuidadosamente por los mejores miembros de la Policía Militar y los miembros de esta casa?
Observaron como el patriarca estaba sentenciando con crueldad cada palabra, como si esta vez se estuviera enojando en verdad por las difamaciones, no contra Sakura, sino contra su propia palabra.
- Como dijimos, una mujer de ese tipo es capaz de hacer cualquier cosa – continuo terco Rai-sama.
- Entonces colocas en duda la credibilidad de nuestra palabra, honorable concejal – comento Itachi observándolo con una mirada muerta.
- Itachi-sama, mi señor, jamás dudaríamos de usted. Por favor, comprenda que las historias que se cuentan de esa descarada jovencita son demasiado sangrientas, tanto como para considerarla una amenaza para sus personas.
- Decantándose por ese pensamiento, debo pensar que se nos considera débiles de mente y fortaleza física – prosiguió Itachi - ¿Desde hace cuánto se nos considera hombres indefensos, concejal?
- No malinterprete mis palabras, Itachi-sama – negó rotundo Naka-sama – somos hombres serviles del clan y de la Aldea, altamente preocupados por su bienestar.
- Debo recordarles, Naka-sama, Rai-sama, Baru-sama, que los servicios de Sakura fueron exclusivamente para fines médicos. Una preocupación por nuestro "bienestar" es innecesario – contraataco Shisui.
- En ese caso, Shisui-sama, - dijo misterioso el mayor anciano, Baru-sama – puede explicarnos el ¿porque no hemos sabido de nuestra matriarca?
Daisuke-sensei se adelantó pidiendo permiso para hablar, pero Baru-sama se adelantó actuando prepotentemente:
- Este… jovensito – señalo al médico con un poco de disgusto – nos ha hablado de una supuesta mejoría. Sin embargo, ninguno de nosotros, visitantes, hemos tenido el placer de conocer la situación real de Mikoto-sama, tememos que al igual que ustedes, haya sido engañado por las artes místicas de la hechicera.
- Por favor, discúlpeme, Baru-sama. No era mi intención originar preocupación a nadie.
Todos quedaron congelados en un santiamén ante la voz familiar que por tanto tiempo se creía como perdida.
La dulce voz de una femenina que broto desde el fondo fue acompañada por la visión de una mujer de alta cuna, luciendo su típico atuendo de faldas negras y una blusa de seda oscura elegante. Lo más impactante de todo, es que aparentaba una edad de treinta años, como si la edad no hubiera pasado por ella sin revelar sus cuarenta bien asentados. Su piel de porcelana se veía increíblemente limpia y sana, sin tonalidades verdes o pálidas, y su cabello era de un alabastro y largo sedoso.
El corazón de Itachi se apretó y se alivió cuando vio con infinita alegría que su amada madre caminaba tranquilamente hasta donde estaban de pie en el jardín todos los hombres, quedándose por encima en la engawa.
Tenía tantas ganas de abrazarla, verla de pie era una visión para él como hijo; sin embargo, por la reunión que se llevaba a cabo era mejor fingir que él se esperaba esto, viendo que tanto como Shisui, Chichihue-sama y Daisuke-sensei actuaban exactamente igual.
Hahahue estaba completamente despierta, viva y sana. Y molesta. Muy molesta con los intrusos.
Con una sonrisa tensa, sin temblores en el cuerpo y los ojos limpios, escucho que dijo con voz engañosamente sumisa:
- Espero que mi presencia sea lo suficiente como para hacerle pensar que nadie ha sido engañado en esta honorable casa, concejal.
- Mikoto-sama – saludaron con reverencia el trío.
El aura del concejo se auguró como de malestar e irritación; que indudablemente consideraron este avance inesperado como un obstáculo en sus planes.
- Por supuesto, entenderá Mikoto-sama nuestra preocupación, no hemos tenido noticias de usted.
- Innecesario Rai-sama. – dijo tajante la matriarca con un tono suave – Pueden ver que mi salud es idónea para continuar con mis labores, así como a las correctas decisiones en la gestión de mi casa.
Puntualizo con claridad cada palabra, mirando con una sonrisa fría al trío:
- Si, por el contrario, no habían tenido noticias mías, es debido a que le pedí a mi familia no ocasionar molestias ni preocupaciones a los demás miembros. Es vital que cada uno se centre en lo que es importante para la aldea, y no preocuparse de una anciana como yo.
- Nunca consideraríamos su salud un malestar, mi señora – dijo Rai-sama aunque evidentemente luchaba para no verse molesto – aun así; consideraríamos prudente que se les realice una revisión médica como acordamos. Para diluir falsas acusaciones, Fugaku-sama.
El anciano detestable dijo con un brillo malévolo en los ojos, mirando al patriarca; sin embargo, este ya sabía que cualquier intento por desacreditarlos se les habían escapado de las manos en cuanto apareció su esposa sostenida por su propia cuenta.
- Adelante, brinden los informes correspondientes; considerando que la pérdida de tiempo será reclamada por cada uno de los miembros de la familia principal en sus respectivos puestos de trabajo por un tema, que a todas luces ha sido resuelto, se antoja innecesario. Pero para acallar cualquier… mala información, accederemos a esta exacerbación a su gusto.
El insulto velado sobre las injurias del trío fue escuchado por todos. Astutamente, su Hahahue se acercó a Chichihue-sama con una sonrisa dulce, colocando una delicada mano sobre el brazo de su esposo y diciendo suavemente:
- Si hemos terminado de callar infamias sobre nuestra familia, les exhorto a retirarse a descansar tranquilamente. Tengan por seguro que cada palabra sobre mi salud, será recordada para salvaguardar el futuro del clan, honorables. Un tema que creo que cada miembro estará gustoso de escuchar en su totalidad en cualquier momento.
La traducción diplomática de que jamás se les perdonara por haber puesto en primer lugar acusaciones falsas en lugar de procurar la salud de la matriarca era suficiente amenaza para estremecer a cualquiera, sin importar que tan influyente sea. La matriarca era un personaje apreciado por todos, llámense niños, mujeres, jóvenes y ancianos. Ella promovía gentileza donde su esposo era justicia y rudeza, era el opuesto perfecto de la cabeza familiar y aun así mantenía esa nobleza a su alrededor.
Si algo le pasaba a la matriarca, los miembros se quejarían amargamente; pero si eran los mismos ancianos los que no promovían su salud, el clan entero se iría en contra de estos ancianos.
- Mikoto-sama no puede darse una idea de lo agradecidos que estamos con Kami-sama por tenerla recuperada y en un estado de salud favorable. Acepte nuestras disculpas, Fugaku-sama, Itachi-sama, Shisui-sama – Rai-sama brindo una reverencia trémula ignorando completamente a Daisuke-sensei – hemos visto que todo fue en honor a la discreción; empatizamos con ello y procederemos a conversar con los demás concejales.
- Procedemos a retirarnos – dijo Naka-sama con una reverencia igual de profunda.
El trío se alejó y sólo hasta que se escuchó la puerta principal cerrarse, Hahahue se volvió la estrella de la noche.
Acercándose a ella, observo a Chichihue-sama observarla con detalle al rostro, sin soltar su mano y admirándola como si no la hubiera visto en años.
No dijeron nada, pero el matrimonio se notaba con una mirada sobre lo mucho que hay que hablar. Enseguida, la mujer sonrió con lágrimas no derramadas en los ojos y tomando su mano, se la llevo a la mejilla con toda ternura, susurrándole a su esposo:
- No quise preocuparte, anata. Perdóname.
Itachi vio a Chichihue-sama abrir los labios para responder, pero fue detenido por el tropiezo de su esposa. Sus rodillas habían cedido ligeramente ante su peso.
Preocupados todos los machos acudieron a auxiliarla, aunque ella se reajusto enseguida y comento con cierto tono de vergüenza:
- Aún no me siento completamente recuperada. Disculpen a esta anciana.
Fue cuando ella, aun sostenida por su marido, observo a Itachi e inmediatamente se le aguaron aún más los ojos. Alzo sus brazos e Itachi la abrazo suavemente, arrebatándosela a su padre.
- Mi lindo bebé, Itachi-kun. Lamento haberte preocupado, mi cielo.
Itachi absorbió el aroma peculiar a duraznos y rosas que era tan característico de ella mientras escuchaba como ella le murmuraba cuanto lo lamentaba, el que no deseaba preocuparlo, no deseaba hacerlo infeliz con su enfermedad y mucho menos que ello afectará su vida. Con cada excusa, él la abrazaba aún más fuerte acallando toda palabra. Él sabía cuánto deseaba ella no atormentarlos con sus cosas, algo por demás exagerado.
Fue el turno de Shisui, quien, contra todo sentido común la cargo dándole vueltas como a una muñeca, cosa que a Mikoto-sama le hizo reír como a una niña pequeña, para consternación de Chichihue-sama. También escucho los susurros que ella le dedico a Shisui, a quien consideraba un hijo propio. Nadie dijo nada al ver los ojos acuosos del futuro patriarca cuando ella se disculpó con él.
- Pero mira que travieso sigues siendo Shisui-kun, aww mi lindo gigante.
Por órdenes de Chichihue-sama, la mujer fue instalada en el sofá para una revisión inmediata. Ella misma había comentado que había escuchado una canción en sueños, cosa que la despertó en ese momento. Entre la claridad y la vista nublada, pudo percatarse de que estaba en su casa, pero desconcertada por aparecer en otra habitación que no fuera su recamara. Todavía más confundida cuando noto que podía respirar bien, sin dolor, sin nauseas, sin cansancio ni fatiga. Ella estaba perfecta, sólo muy desorientada.
Fue en ese momento que escucho la discusión en voz alta y haciendo caso omiso de una nota en su mesita de noche, encamino paso hacia la salida.
Mientras relataba todo aquello, Daisuke-sensei la reviso de pies a cabeza, cada señal de malestar, cada músculo que antes estaba tenso, cada nervio que pudiera estar atrofiado, pero no encontró nada, sino apenas señales de somnolencia. Aún tenía que reposar su cuerpo y no sobrecargarlo.
Sin perder más tiempo, Itachi envió un mensaje a través de Hōrai para Sasuke, notificándole la buena nueva, esperando que pudiera acudir tan pronto como pudiera. La casa parecía volver a embellecerse porque su alma principal había regresado, tan cálida y con una sonrisa avergonzada en su rostro, pero ahí estaba la dulce Mikoto, disculpándose y agradeciendo que la amaron lo suficiente como para no abandonarla, insinuando que ella no es digna de tener a chicos tan preciosos.
Una madre tan dulce, y una esposa devota. Los machos de la casa estaban efusivos a su manera, atendiéndola como si de la Hime de un pequeño país se tratase; no notaron cuando Daisuke-sensei se retiró con una sonrisa en su rostro al ver a sus líderes tan agradecidos por todo el apoyo brindado, aunque sabe que no hizo ni la mitad del trabajo.
Aunque no querían cansar a su madre, al llegar Sasuke todo se descontrolo y le contaron todo lo que se perdió durante estas semanas especialmente porque la mujer, renuente a dormir, pedía que le relataran todo lo sucedido. Ya no era extraño hablar de Shinigami y de bakenekos, de entes espirituales y de rezos llenos de tila y pomelo; de su desviación Uchiha al vampirismo y de ceniza tóxica.
Aunque su madre sí hizo una cara de asco cuando supo que bebió sangre - de un árbol - por tres semanas y que necesitaría seguir haciendo por un tiempo, pero fue recompensado cuando se rio sonrojada al enterarse cuando devolvió el estomago al pecho de su marido.
A lo que Itachi le intrigaba es que su adorada Hahahue escuchaba cada palabra de sus hijos y una que otra de su marido con brillos estelares en aquellos ojos que permanecieron cerrados tanto tiempo.
Ella no pareciese sorprendida o asombrada por todo lo que escuchaba; parecía más como… esperanzada. Especialmente cuando supo que fue una mujer catalogada como hechicera quien la sano. A Itachi no se le olvida la razón por la cual la fue a buscar en primer lugar.
Y así mientras la veía dormir en el sofá en los brazos de Chichihue-sama a altas horas de la madrugada, planea compensarla el resto de su vida por su negligencia como hijo, y si es posible, si las estrellas se alinean, promete presentarle pronto a Sakura.
- Tus pecados serán expiados al igual que todos los de tus compañeros y aquellos a quienes dices ser leal – la voz grave se escuchó como una promesa oscura a través de la tenebrosa caverna.
- Podrás considerarte un Kami-sama contra toda lógica, te creerás el dueño del mundo, pero te aseguro que Konoha no se quedará de brazos cruzados ante ti – gruño con sangre en la boca el gigante peliblanco.
- Eso está por verse – contesto el hombre cuyo cabello era naranja.
La protección de mokuton alrededor del espía no retrocedió ni un centímetro a pesar de que el usuario estaba gravemente lastimado.
Al notar que ninguno de los ataques lograba traspasar la barrera, la figura encapuchada se elevó por los aires como si fuera un mesías elevando sus brazos y sin mayor movimiento, de la caverna comenzó a fluir un poderoso katōn, que aniquilaba todo lo que tocaba.
El peliblanco observo como el Akatsuki se alejaba tranquilamente con sus compinches, respirando agitadamente se dio cuenta que lo estaba dando por muerto, a él y a su compañero lastimado trágicamente.
Y lo hubiera sido de no ser por el águila de tinta que emergió del suelo y tomo a ambos hombres resguardados elevándolo por los cielos, alejándolos del lugar que se destruía rápidamente.
Una vez que dejaron de toser copiosamente al salir de aquel recinto maldito, dijo a toda velocidad a su salvador:
- Rápido… cof cof, envía mensaj… cof cof… a Hokage-sama. Pain… cof cof… se dirige hacia allá. ¡De inmediato! – dijo a toda prisa, medio muerto, medio enfermo.
Procurando que Yamato seguía respirando, malamente, pero lo hacía, observo a Sai escribir a toda prisa y la tinta escurrir en la tierra diluyéndose a gran velocidad, pero sabía que sería imposible. No llegaría a tiempo.
Sólo quedaba hacer una cosa para tratar de salvar a Konoha.
Antes de desfallecer, antes de caer abatido por las heridas, antes de pensar si era lo correcto, envió una ínfima cantidad de chakra a un sello que cierto rubio le había tatuado tan sólo cuatro meses antes.
Lo siento, Naruto, pero Konohagakure te necesita. Ojalá tu hermana no me asesine.
Sasuke me entrego todos sus pendientes mientras me regañaba a toda prisa por no avisarle que su Okasan había despertado.
Temí asustar a mi paciente por mi presencia al ver a alguien completamente desconocida en su casa de forma tan cercana, por lo que nos retiramos confirmando que todo estaría bien con ella siempre y cuando siguiera paso a paso mis instrucciones de medicación. Tomé mis faldas, mis utensilios y desaparecí en la oscuridad junto a mi neko.
Tan aliviados todos por la salud renovada de Mikoto-sama, sabía que sólo me vería como una intrusa frente a toda la familia Uchiha recién reunida, por tanto, decidí quedarme en Raíz trabajando en lo que Sasuke tenía entre manos, mientras Bastet se perdía por ahí.
Alta fue mi sorpresa al ver la nota de Sai, al inicio de todo, indicando que habían logrado infiltrarse tanto Yamato-san como Jiraiya-sama a Amegakure. Sai era su escolta en la retaguardia, y, sin embargo, había perdido contacto dos días antes con ellos, por lo que avisaba su ingreso en lo profundo del país de la Lluvia.
Algo sobre esto me hizo sentir frío en la columna vertebral; Amegakure era territorio desconocido, pero Jiraiya-sama sólo admitió que dos hombres, Sai y Yamato, lo acompañaran por el bien del espionaje.
Horas después, sentada frente a mi antiguo escritorio en Raíz, pensando en acudir junto a un escuadrón para resguardo del Sennin, siento una presencia llegar por detrás a mí en menos de un segundo.
Alzo mi mano para manipular el ninshu antes de que la presencia se acerque, pero quedo corta cuando dicha figura toma delicadamente mi muñeca y siento unos labios posarse cual mariposa en mi mejilla. Es entonces cuando huelo la canela y la menta frescas junto a una mezcla de jabón neutro.
- Buenos días a ti también – oigo su tonalidad de barítono decirme tan lindamente mientras continúa desperdigando aquellos besos mariposas en mi mejilla y yo simplemente soy macilla en esas manos ásperas.
- Buenos… días, …mmm… Taicho – mi voz es entrecortada por cada beso que está robando a su gusto bajando lentamente por mi mandíbula hasta mi cuello mientras esa mano acaricia la piel de mi muñeca.
Siento una sonrisa deslizarse en sus labios antes de que despliegue un último beso que se me antoja el más tierno de todos.
Ruborizada, confundida, somnolienta, soy la representación del caos que deja detrás de sí. Giro la cabeza para observarlo enfundado en su uniforme jōnin que deja entrever esos hombros definidos.
Las venas de sus manos y tonificados brazos se me antojan frenéticamente excitantes y sólo desvió la mirada para terminar hipnotizada por una sonrisa muy pequeña en su rostro.
Está contento. Esta feliz y a mí me inunda de calidez ver esa emoción en su cara.
Él es tan inexpresivo, indiferente y serio que cada vez que veo una sonrisa sólo deseo estamparlo eternamente en mi memoria para saber que puedo provocarle un poco de felicidad.
Soy arrastrada desde mi asiento con elegancia hacia sus brazos y me aprieta fuerte contra su pecho meciéndome como si fuera una muñeca.
- Sé que mi nivel de adorabilidad es inevitable, pero también debo poner límites, Taicho – digo mientras mi voz es amortiguada por su camisa y sus pectorales firmes y musculosos.
Escucho su risa burbujeante en voz baja al oírme rezongar, pero me aprieta aún más, aunque de una manera suave.
- Encuentro paradójico que seas tú quien crea necesario colocar límites entre nosotros – dice intrigantemente – a ti que te encontré robándote una de mis camisas.
- Corrección: un regalo no es hurto.
- A menos que el dueño no sepa que lo estas tomando.
- El dueño sabía que me lo estaba llevando. Me viste. Así que no es hurto, técnicamente me diste permiso.
- Técnicamente, pensé que me la devolverías en el momento de ser descubierta con las manos en la masa.
- ¿Por qué te devolvería un regalo?
Lo oigo suspirar ligeramente.
- ¿Cómo nadie se percató que eres una persona tan tóxica? – cuestiona con un toque de drama.
- Taicho, sólo por tener un muñeco vudú con una fotografía tuya envuelta con cientos de cabellos rosas atados a su alrededor, no significa que este siendo tóxica contigo.
- Que considerada eres. Una cualidad envidiable de tu noble y romántico corazón.
Ni siquiera se inmuto ante mi pellizco por su sarcasmo, y se escuchaba más divertido que ofendido. Qué bueno que no se ha dado cuenta que también tome prestados un par de sus calcetines.
Un cortejo en regla exige el rapto de tesoros de la persona deseada.
Aspire su aroma codiciosamente reposicionando mi cabeza en su pecho, absorbiendo su calor, sintiéndome completamente segura entre sus brazos a pesar de que sabía que Taicho era probablemente el shinobi más letal y peligroso de todo Konohagakure no Sato, si no es que más allá.
Siento sus dedos desplazándose a sus anchas por mi mandíbula y emulo a la perfección a un gato siendo acariciado de la manera más deliciosa con ojos cerrados hasta que levanta mi barbilla hacia sus labios.
Me doy la oportunidad de levantar muy poco los parpados sólo para verlo inclinado hacia mí; un destello de placer me recorre cuando noto que toda su atención está enfocada en mis labios y en nada más. Su nariz golpea ligeramente la mía, reconociendo nuestras pieles de forma tan cercana. Siento su aliento mientras sus ojos son pozos negros que brillan con una determinación apremiante.
- En la noche más oscura, cuando me creí perdido en la soledad, tomaste mi mano y me guiaste con tu luz de nuevo a mi camino. Tantos que te llaman cruel y maligna, pero no entienden que no pueden domar el espíritu de quién tiene magia en las venas. Es por ello, que por mucho que lo intente, Sakura, no encuentro manera de agradecerte tu esfuerzo y tu ayuda tal y como mereces.
Sus palabras tan llenas de significado atraviesan mi pecho, dándome una sensación cálida extenderse en mi corazón.
- ¿Tu Okasan está bien? – murmuro.
- Hace años no escuchaba su risa tan claramente como hoy, tan cansada como esta, incluso Daisuke-sensei acepto que su condición no es ni la mínima parte de lo grave que se encontró hasta apenas inicios de mes. – Me mira con unos penetrantes ónix – Esta viva y sana, gracias a ti, Sakura.
- Si está viva es porque tú y tus hermanos decidieron intervenir por ella. De lo contrario, todos estarían sufriendo, Taicho.
Me aprieta las caderas mientras susurra con ojos cerrados: Tan Tonta. Abre esos ojos para regalarme una hermosa vista de su ternura y afecto acumulados:
- Mientras el río corra, los montes hagan sombra y en el cielo haya estrellas, durará en mi memoria el trabajo hecho por tus manos como un hombre agradecido; uno que velará por ti cada día. Onegai, Sakura, permíteme hacerlo – dice con su cadenciosa voz mientras peina un mechón suelto de mi pelo.
- Taicho… - mi coherencia se va por la borda cuando siento sus labios cepillar los míos.
- Dilo, hime. Dime que serás mía, mientras sigues siendo tuya.
Mis ojos se han cerrado al sentir sus labios aterciopelados; únicamente alcanzo a susurrar con mi último gramo de cordura:
- Las himes pasaron de moda, Taicho; mi castillo es un bosque, y lo sumisa lo cambie por carácter. Piénsalo bien. Tendrías a una bruja, en lugar de una princesa.
- Ambas y ninguna, solamente tú.
Soy arrebatada de mis capacidades cuando ambas manos masculinas me atraen hacia él y no puedo sino entregar cada centímetro de mi boca a lo que sea que él desee. Toma y bebe de mí como si fuera un hombre sediento; no puedo refrenar mis manos ambiciosas arrastrándose por su cuello y pecho, enredando mis dedos en su seda negra y lo atraigo aún más hacia mí. Abro los ojos para observar su reacción.
Tan brusco como es mi movimiento, oigo su gruñido tan masculino y viril al tiempo que me devora con más potencia, y no soy sino complaciente con él. Una oveja en sus garras lobeznas.
Me siento flotar en un momento, mis muslos separados, cargados por sus brazos fibrosos, fuertes con manos duras de dedos posesivos, pero poco me importa porque en este nivel somos feroces contrincantes de besos frenéticos y caricias supremas. Cada dedo que roza mi piel parece estar cargado con electricidad y me arroja en una espiral de placer y alguna clase de anticipación ansiosa.
Sólo tengo una oportunidad para recordar rezar en silencio para que nunca se entere de cuanto me ha hecho caer por él.
