Disclaimer: Los personajes y la historia no me pertenecen. La historia es de TouchofPixieDust y los personajes son de Rumiko Takahashi, yo únicamente traduzco.
Capítulo diez: Vuelve a mí
Sus sueños fueron dulces y hermosos, llenos de alegría y risas. Puede que incluso hubiera habido uno o dos conejitos peludos por alguna parte.
Por primera vez en mucho tiempo (demasiado), no se encontraba plagada de pesadillas y confusión o dudas sobre su cordura. Tal vez tenía algo que ver con cómo le sostuvo Inuyasha la mano contra su mejilla antes de que se quedara dormida. Tal vez fue la forma en que sus ojos se habían calentado hasta convertirse en un dorado como la miel que derretía los huesos. O tal vez fue la forma en que su voz había sido suave y gentil, la voz que a veces usaba solo para ella y normalmente solo cuando no había nadie más cerca.
Algo estaba cambiando, podía sentirlo.
La calidez la llenó mientras sentía que algo le rozaba la frente. Se le sonrojaron las mejillas cuando regresó el contacto ligero como una mariposa y se dio cuenta de que era un beso.
Bueno, hay un problema, pensó Kagome para sí mientras se esforzaba por quedarse quieta y por evitar que sus mejillas traicioneras la delataran. ¿Intento fingir que estoy dormida para que no pare? ¿O me despierto y corro el riesgo de espantarlo? Pero ¿y si no se espanta…?
¿Y si este era el momento en que cambiaba toda su vida? ¿De verdad quería perdérselo porque tenía miedo de abrir los ojos?
Como los labios no se quedaron lejos, decidió que probablemente podía despertarse. De todos modos, él probablemente sabía que ella estaba despierta, malditos fueran sus sentidos supersensibles. Si intentaba fingir estar dormida durante demasiado tiempo, podría hacer que todo fuera incómodo o extraño. Y lo último que quería era un hanyou preocupado justo cuando empezaban a mejorar las cosas. Aunque… ¿y si no era Inuyasha?
¡Abrió los ojos de golpe!
Uf.
Su ritmo cardíaco volvió a la normalidad cuando vio que era Inuyasha. Entonces volvió a empezar a acelerarse cuando se dio cuenta de que Inuyasha la había estado besando. ¡A ELLA! ¡Kagome Higurashi! ¡Con su boca contra su piel (la frente cuenta)! ¡Inuyasha la había besado!
—Inuyasha… —Se habría sentido humillada porque su voz solo hubiera salido como un chillido si su cerebro funcionara todavía.
Él se estiró con terrible lentitud y le tocó la cara antes de depositar otro ligero beso en la punta de su nariz. Kagome apartó tímidamente el pelo de los ojos de él mientras este le sonreía.
Su pelo oscuro.
Al principio, Kagome pensó que solo era un engaño de la luz, o de falta de luz, en realidad. Pero no, sus ojos ya no eran dorados y su pelo era negro. Tampoco había garras ni colmillos. Levantó rápidamente la mirada al cielo, asustada de que se hubiera quedado dormida accidentalmente en su noche humana y lo hubiera dejado para que se quedase despierto él solo contemplando todas aquellas cosas que lo deprimían y le hacían sentir débil. Por no mencionar gruñón.
No… todavía quedaba mucha luna.
Casi tuvo miedo de mirar a sus alrededores. ¿Había vuelto al otro mundo? El crepitar de un fuego y un suave ronquido la impulsaron a mirar alrededor. Shippo todavía dormía a su lado. Podía ver a Miroku y a Sango durmiendo al otro lado del moribundo fuego.
—¿Inuyasha?
—Vuelve a mí —susurró.
El día anterior todavía estaba sentado con la espalda contra la puerta de Kagome, contemplando su existencia. ¿Por qué existía? ¿CÓMO existía?
El día anterior descubrió que solo era un sueño. El sueño de Kagome, pero aun así solo un sueño. Tal vez incluso solo un producto de su imaginación.
El día anterior todo su mundo se convirtió en polvo cuando se dio cuenta de que todo lo que pensaba que sabía era solo una suerte de ilusión.
El día anterior fue bastante porquería.
Bueno, la cita con Kagome fue agradable, pero todo lo de después dejó mucho que desear. Sonrió ante el recuerdo de la cita. Se le calentó el corazón cuando recordó la sensación de su mano en la de él. Recordó cómo sintió como si estuviera hecho un lío y que fue el mejor día de su vida. Hasta todo lo de descubrir que no era real, claro.
De hecho, parecía que lo único en su vida que era real era Kagome.
La amaba. No había duda al respecto. Sus sentimientos por ella eran devoradores. La amaba con todo su corazón. Con todo su ser. Ella era su mundo entero. Renunciar a ella simplemente no era una opción.
Vale, ahora tenía que encontrar un modo de conservarla. ¿Debía decirle siquiera que él solo era un sueño? ¿Le importaría? ¿Pensaría que estaba loco? ¿O que lo estaba ella? Pero, pensó, soy mucho más que un sueño. Tenía emociones. Podía sentir. Y, de algún modo, cuando sintió que le arrancaban el alma cuando Kagome fue robada por el pozo por el demonio perro, fue capaz de seguirla.
Aunque quizás no era que la hubiera seguido exactamente, al menos no físicamente. Después de todo, en cuanto desapareció, también lo hizo todo su mundo, dejándolo en una especie de oscuridad hueca. Pero… cuando ella se fue (o él se fue, dependiendo de cómo funcionara todo ese tema) todavía podía sentirla. Siguió la sensación, se hizo más fuerte y más sustancial cuanto más se acercó a ella. Cuando la vio durmiendo, fue capaz de salir de la oscuridad a… bueno… más oscuridad. Pero era una clase de oscuridad distinta. Esta oscuridad era sencillamente plena noche, no la nada.
Cuando abrió los ojos y lo miró, pudo ver el amor en sus ojos y no pudo imaginarse sintiéndose más vivo.
Puedo encontrar una forma de estar con ella. Tengo que hacerlo. Tal vez, pensó, si hago que caiga a mis pies, se olvidará del demonio. Kagome era, después de todo, una romántica empedernida. Quizás había una forma de enamorarla. Además, ¿de verdad alguien tan dulce como Kagome debería estar con un demonio? Aunque fuese un medio demonio. Además, siempre estaba en peligro cuando estaba con él.
—Inuyasha… —la oyó susurrar su nombre y se le disparó el corazón.
No pudo evitarlo, tuvo que besarla otra vez. Así que le dio un beso en la punta de la nariz. No quería asustarla o apresurarla a hacer nada. En realidad, realmente no había pretendido despertarla con un beso, aunque se parecía mucho a un cuento de hadas. Pero la vio y no pudo contenerse. Era completamente posible que pudiera explotar con el amor y afecto que tenía dentro. Cuando creyó que era humano, había querido, necesitado, estar con Kagome. Ahora esa necesidad creció, volviéndose casi frenética.
Las puntas de sus dedos le rozaron el rostro, dejando un rastro de fuego burbujeando bajo su piel mientras ella le apartaba el pelo de los ojos. Entonces, frunció el ceño ligeramente y a Inuyasha le dio un vuelco el corazón.
Sus ojos viajaron por su rostro, mirando atentamente sus ojos y su pelo, incluso sus manos y sus pies. Después, levantó la mirada hacia el cielo nocturno. Su confusión pareció aumentar e Inuyasha empezó a entrar en pánico.
Lo estaba comprendiendo.
Todos sus otros amigos estaban durmiendo, aunque afortunadamente no había señales del demonio de pelo plateado. Su miedo aumentó con cada momento que pasaba mientras ella miraba alrededor del campamento a sus amigos y luego de nuevo a él. La estaba perdiendo.
—¿Inuyasha?
—Vuelve a mí —suplicó.
Cogió sus manos entre las suyas y la puso de pie. Antes de que pudiera decir una palabra de protesta, la rodeó con sus brazos y la abrazó con fuerza. No había forma de que pudiera dejarla marchar. Simplemente no la había.
—¿Cómo…?
Estampando sus labios bajo los suyos en un beso desesperado, Inuyasha detuvo su pregunta y la dejó evidentemente paralizada donde estaba. No sabía por qué estaba aquí o incluso cómo era posible. Lo único que sabía era que ESTABA aquí con ella. También sabía que la necesitaba más que a nadie. La amaba. Tenía que quedársela. Y no había nada que pudiera arrebatársela.
Cerró los ojos y la abrazó con fuerza, permitiéndose derretirse contra ella.
En un momento se estaba perdiendo en la sensación de Kagome y al siguiente estaba del revés tras aterrizar contra un árbol mientras oía a su verdadero amor gritando su nombre. El gruñido salvaje debería haber sido su primera pista de que algo iba mal. Si no, entonces seguramente el gruñido de ira. Pero no había estado prestando atención a sus alrededores. Ahora se encontró con marcas de garras en el brazo, sangre bajando por su brazo y muy posiblemente uno o dos huesos rotos.
Inuyasha levantó la mirada a destellantes ojos dorados y unos colmillos muy afilados actualmente descubiertos ante él. Así que este era el otro Inuyasha…
Demonio o no, no iba a tener a Kagome.
