Mentira piadosa (Obsesionado Katsuki)

Le había mentido.

La mañana en que le contó a Izuku sobre la infidelidad de Shindo había dicho cosas que jamás pasaron. Cómo el hecho de que llevaba meses engañandolo cuando él había mandado a Tatami seducirlo la noche anterior tras embrigarlo.

Tenía suerte que ese idiota tuviera poca resistencia al alcohol, porque gracias a eso ahora podía disfrutar de la compañía de Izuku, quién había abandonado a Shindo y corrido a sus brazos ya que es el único ser que puede darle soporte.

El único hombre que puede amarlo como se merece.

Katsuki respiro profundamente, llenando sus pulmones del cítrico aroma del champú que compro para su lindo novio.

Hace una hora habían hecho el amor, después de eso le había dado un baño y ahora su cuerpo adormilado estaba encima de él.

Le encantaba la forma en que sus cuerpos se acoplan a la perfección, sentir la respiración acompañada sobre su pecho, acariciar esos rizos rebeldes y besar esas pecas que salpican la nivea piel del peliverde es simplemente todo lo que desea en esta puta vida.

Obsesión, amor, manipulación.

Para él esas cosas iban de la mano.

Sea cual sea no importaba, lo que sí era mantener a Izuku a su lado para darle el amor que merece, y como merece.

Cogerlo, besarlo, adorarlo, cuidarlo.

Haría todo por él.

Incluso deshacerse del bastardo que seguía enviándole mensajes rogando por su perdón si continuaba siendo una molestia.

No permitiría que perturbara su amor.

El pequeño pensamiento intrusivo sobre lo que podría hacer con ese imbécil se cortó cuando su lindo novio se removió, abrazándolo aún más fuerte.

Katsuki enredo sus piernas con las de él, sus brazos le rodearon protectoramente y el suspiro que Izuku soltó fue suficiente para mantener su mente ocupada hasta que ambos cayeron en los brazos de morfeo.

Aunque claro, la idea de deshacerse completamente de Yo Shindo no desaparecería al día siguiente.

Miya


Manipulaciones de las buenas

#ShigaDeku

Le había visto siempre desde la lejanía, sabía que el lugar que ocupaba en su vida era ese... A la lejanía.

Así que cuando su marido murió se alegro, no malinterpreten a Shigaraki él nunca deseo mal alguno a aquél hombre, pero no iba a ser hipócrita con esta situación.

Le veía muy afectado y le dolía aquello. Más por él que por aquél que había muerto.

"Dónde yo te vea cerca de él hasta el infierno arderá, Tomura" sonrió al recordar aquello ¿Bakugo estaría en el infierno ahora? Se preguntaba y no era porque él fuera mala persona con Izuku sino porque con los demás era el hombre más ruin, desquiciado y despota del mundo.

Conforme al funeral fue acabando y la gente se fue yendo de ahí se acercó a él. Pronto noto como Izuku Midoriya sonreía y vaya que eso le hizo llamar su atención.

- ¡ Lamento tu perdida Izuku!

El susodicho le miró y negó divertido con la cabeza.

- No lo haces, pero tomaré tu pésame por educación — Exclamaba para echar un vistazo rápido a su alrededor, solo eran ellos dos.— Hace no mucho me llevo la información sobre quién te hizo las cicatrices en la cara

El peliblanco se tenso, comenzó a sudar frío y no pudo mirar a los ojos a quién tenía a su lado.

- No tienes que decirme nada, teníamos una amistad hermosa y se me hizo raro que apenas me casará tú te alejaras así que me puse a investigar sobre eso

- Izuku yo — dijo a lo que el pecoso le tomo de la mano— ¿ Izuku?

- ¡ Muerto el perro se acaba la rabia! — Expreso mientras nuevamente sostuvo la mano del peliblanco ahora con fuerza — ¿ Sabías que si pones a secar al sol las almendras y luego las machacas puedes crear un veneno que no es visible para una persona muerta en su autopsia?

Shigaraki sonrió, entendió todo.

- ¿ Y qué hará ahora Izuku Midoriya?

- Que más, disfrutar mi enorme herencia. Aunque viéndolo bien necesitaré compañía para eso ¿ No crees?

Asintiendo el peliblanco le dió el paso al peliverde, había mucho que hablar y mucho más que sentir en todo este tiempo perdido...

Gunnerstark


Provocacion (Diferencia de edad)

—Te gusta provocarme, ¿eh?

El ambiente se había vuelto tenso de un segundo a otro.

El aroma de sus propias feromonas se esparcía de forma inconsciente pero sobretodo descontrolada a lo largo y ancho de la habitación.

¿Por qué reaccionaba así cuando no hay ninguna feromona, además de la suya, en el ambiente que lo hiciera reaccionar?

Porque aunque Katsuki se encontrará justo en frente, él no era un Alfa, mucho menos un Omega y los Betas eran técnicamente inexistentes a estas alturas gracias a la llegada de dos nuevas castas; Gammas y Deltas. Katsuki, su vecino ocho años mayor que cursaba el último año de universidad en la facultad de medicina, pertenecía a la segunda.

El que pareciera un Alfa a punto de entrar en celo tras encontrarselo en el pasillo era algo demasiado extraño.

—No lo hago. — dijo, sintiendo su espalda tocar el muro detrás de él.

Katsuki vestía un poleron naranja, gotas de sudor se aglomeraban en su frente y su respiración era agitada.

—¿Acaso estás drogado? — preguntó Izuku, pues un Delta no era como un Beta, que es incapaz de percibir aromas pero tampoco era parecido a un Alfa que tiene la dicha, o desgracia, de reaccionar a ellos.

Sin embargo...

—Desde que te mudaste aquí lo único que haces es seducirme. ¿Acaso crees que no me doy cuenta? — ignoró su pregunta.

De hecho, el rubio solo venía de correr, por eso estaba sudoroso y con la respiración acelerada.

Aún cuando podía percibir el aroma en las feromonas de Izuku no le parecía más que una deliciosa fragancia que le gustaba olfatear pero no provocaba en sí la excitación que recorría su cuerpo justo ahora, si no más bien lo que lo hacía, era el hecho de ver a su lindo y maduro vecino en traje, como todo un profesional y la imagen mental causada por su alto libido debido a la abstinencia, lo seducía en sobremanera al imaginarse a si mismo tomándolo ahí, en el pasillo, rasgando sus pantalones, rompiendo su camiseta y tirar de la corbata atada alrededor de su cuello para asfixiarlo prudentemente mientras lo follaba duro abusando de la auto lubricación natural que impediría desgarrarle el culo o siquiera causarle un verdadero dolor.

Porque si bien los Deltas no se guían por instintos primitivos que buscan principalmente la reproducción como tal, cuando se sentían atraídos físicamente por alguien, sin importar si solo es atracción física o un verdadero enamoramiento eran demasiado intensas e incluso extremistas.

—Lo siento, pero yo no hago nada como eso, Katsuki-kun... Así que si fueras tan amable de dejarme ir...

Izuku no estaba siendo sostenido por Katsuki de ninguna manera, pues el rubio simplemente estaba acorralandolo contra el muro con sus brazos posados sobre el mismo.

Apartandolos para limpiar un poco el sudor acumulado en su frente, Katsuki desvío una mano para sujetar la corbata roja que Izuku estaba usando ese día.

Se veía demasiado bonita en su cuello, aunque también quedaría perfecta para atar sus manos o como un lindo accesorio en su polla mientras lo folla duro solo para evitar que se corra antes que él.

Mierda.

Su mente estaba yendo demasiado lejos.

—Katsuki-kun...

Izuku no se sentía asustado o intimidado, ni siquiera obligado porque de hecho, aunque su boca pidiera que lo dejara ir, si realmente quisiera eso ya se habría ido desde hace mucho, pero...

La visual de este chico Universitario que fácilmente le saca cabeza y media de estatura, cuya complexión física esta tan ejercitada que se acopla perfectamente a sus gustos y la forma en que esa fina capa de sudor cubre su cuerpo que emana un aroma natural demasiado varonil era tan erótica que no podía apartarse por voluntad propia.

—¿No le gustaría que lo folle, Izuku-san? — preguntó, acercando su rostro peligrosamente. Percibiendo casi como le toca las pecas con la punta de la nariz. — Mi polla es buena para hacerlo, y mi boca sabe hacer felaciones y comidas de culo que podrían dejarte seco. — añadió.

Las piernas de Izuku temblaron.

Claro que quiere follar. Hace tiempo que no lo hace pero este chico es demasiado joven para él, además de que asiste a la Universidad en la que él trabaja. No quería problemas, no con la infinidad de deudas que tenía por pagar en el hospital aún cuando su madre llevará un año fallecida.

—Eres como un niño para mí, Katsuki-kun. Yo no puedo... — sus palabras fueron interrumpidas cuando el rubio sujeto una de sus manos para obligarlo a tocar en su sur por encima de la ropa.

Las lindas pecas del profesor resaltaron con el nuevo fondo rojo detrás de ellas al sentir lo duro y jodidamente grueso que se esconde bajo aquellas holgadas prendas.

—¿Acaso un niño tendría la polla así de grande y unas ganas tremendas de meterla en tu agujero? — susurró.

El pasillo estaba vacío.

Izuku lo notó cuando vio de reojo hacia ambos lados sin responder a la pregunta de Katsuki al instante. En cambio, dándose la vuelta en un impulso de adrenalina y libido contenido, se dio la media vuelta, desabrochando su cinturón, bajo sus pantalones hasta debajo de sus nalgas.

—Si haces que me corra en menos de cinco minutos solo con tu lengua, te dejaré cogerme las veces que quieras, ¿qué te parece? — Inquirió, mirándole por encima del hombro.

Katsuki estaba embelesado con la forma de ese redondo, suave y carnudo trasero resaltando solo para él.

—Joder, claro que puedo hacerlo. — dijo, hincandose de rodillas, relamiendose los labios mientras sus manos aprovechaban el pequeño lapso para estrujar esas generosas nalgas que estaban más que rellenitas, con pecas salpicadas por toda la extensión de piel.

Izuku le ayudo un poco separandolas con sus propias manos, con su rostro pegado contra la pared y su espalda arqueada, gimió bajito al sentir el primer lengüetazo que estremeció sus entrañas por lo caliente y húmedo que fue.

Katsuki comenzó lento, pausado.

Paseando su lengua de forma ascendente sobre aquel pequeño y estrecho agujero que ya se encontraba húmedo y no gracias a su saliva, se dijo a sí mismo que debía degustarlo de mejor manera, aún si alguien los veía, estaba seguro que eso solo lo calentaría aún más.

Pues aunque nunca había pensado en el exhibicionismo como un fetiche, el hecho de que al parecer Izuku sí le gustaba demasiado.

Continuó, siguiendo los primeros movimientos, Katsuki decidió que debía intescalarlo con un par de más.

Así que haciendo la simulación de pequeñas y suaves embestidas, degusto el lubricante natural cuando la punta de su lengua erguida se introdujo con suavidad en el interior, siendo apretada por el aro de músculos de forma deliciosa.

Izuku gimió fuerte.

—Sigue así, me gusta... — jadeó, clavando sus dedos en la piel de sus nalgas.

Katsuki lo notó, y sujetando las manos del profesor con las suyas y sin apartar su rostro de entre aquellas nalgas que ahora alcanzaban a presionar suavemente su nariz, saco más su lengua y la llevo un poco más hacia adentro en el agujero de Izuku.

—¡Ngh! ¡Ah~ joder! — exclamaba el pecoso, sintiendo su cuerpo derrertirse.

Si había algo que a los Omegas en general les gustaba pero casi nunca recibían era una buena comida de culo, sin dedos ni penes de por medio, solo una habilidosa lengua que pudiera llevarlos al paraíso con su tacto.

Mordiéndose los labios, Izuku comenzó a mover sus caderas, no en un vaivén sino en círculos que le ayudaban a restregar la lengua ajena en sus paredes internas.

Abriendo un poco más las piernas, lo hizo por un tiempo hasta que fue turno de tomar ahora sí, un vaivén que estaba disfrutando demasiado al saberse con las manos sometidas tras su espalda y la libertad total de moverse a gusto y complacencia pues Katsuki trataba de seguirle el ritmo o quedarse quieto de vez en cuando para no interrumpirlo.

Era simplemente grandioso.

Pequeños hilillos de saliva comenzaron a escurrir por las comisuras de la boca tanto de Izuku como de Katsuki. Uno por degustar y el otro por ser degustado.

Hace mucho que no tenían sexo y esta parecía la mejor manera de retomar el ritmo.

Especialmente cuando Katsuki logró que Izuku se viniera escandalosamente solo con eso, sin importarle que el semen de Izuku estaba manchando el muro.

Al verlo temblores sacudir su ahora laxo cuerpo que apenas y alcanzo a sostener, lo tomó entre sus brazos, y sin siquiera hacer alguna pregunta, lo llevo hacia su departamento al final del pasillo.

Izuku había prometido que si lo hacía correrse con su lengua lo dejaría cogerselo, así que tomaría su recompensa por tan buen trabajo aún cuando fue a medio pasillo.

Miya


Cheerleaders~

El bullicio ese día en la universidad era más elevado de lo normal.

Cuchicheos entre los estudiantes y pequeños rumores recorrían todo el campus, siendo un tema el común denominador.

No era para menos, pues había pasado algo inaudito: el capitán del equipo de baloncesto, Midoriya Izuku se estaba paseando por la universidad vestido con el uniforme de porrista. Este simple hecho ya daba mucho de que hablar, pero lo que en realidad tenía a todos la universidad enfocados en eso era por el hecho de que estaba usando el uniforme de las chicas.

En la parte de arriba un top sin mancas y con un escote en "v" que dejaba ver sus delineadas clavículas; además, este no le cubría todo el torso, más bien llegaba hasta a cubrir hasta sus increíblemente delineados pectorales.

En su cuello había un listón negro ajustado a la perfección. Esto no era parte del uniforme, pero las chicas concordaron que este accesorio quedaría perfecto con el outfit del capitán.

En la parte inferior, llevaba una pequeña falda plisada, con pliegues perfectamente delineados y que le llegaba a la mitad de los muslos.

De sus manos colgaban un par de mullidos pompones de con colores oscuros, siendo el negro el predominante y contrastando con un rojo muy vibrante.

Miradas curiosas, risitas y un par de comentarios sarcásticos llegaban a los oídos del capitán, pero esto no le importaba ni un poco.

Después de todo, su orgullo estaba en juego, pues el vestirse de esta manera hoy era el cumplimiento de una apuesta que perdió contra el equipo de porristas. Además, su confianza en si mismo era absoluta, se requería más que esto para quebrantarlo.

Eran semanas de finales, así que a los maestros prácticamente ya no les importaba tanto el comportamiento de los alumnos.

Parecía ser que este evento era la sensación de todos, menos para una persona: Bakugo Katsuki, el vicecapitán del equipo de porristas.

En este momento se encontraba haciendo inventario en el almacén que compartían con el equipo de baloncesto.

El uniforme que vestía Midoriya hoy fue mandado a hacer a la medida, especialmente para el bastardo del capitán para que pudiera cumplir con esa ridícula apuesta. Katsuki se había negado rotundamente, pero el capitán y el resto de los integrantes estaban obsesionados con ver Midoriya con falda y top.

El motivo de su desaprobación era porque, a diferencia de los miembros del equipo de baloncesto, su equipo de animadores recibía muchísimo menos apoyo, monetariamente hablando. Él creía que sus recursos debían ser usados para cosas de mayor relevancia o eventos de suma importancia.

Algo tan absurdo como un uniforme para un tipo que solamente lo usará un par de horas y después lo dejará en el olvido era un absoluto desperdicio de dinero en su opinión.

Así que, con la intención de no toparse al tipo y verlo hacer el ridículo con el uniforme que él portaba orgullosamente, decidió pasar todo su día en el almacén, haciendo tareas aburridas como el inventario que a nadie le gustaba hacer.

—Con razón sentía que había una cara faltante entre la multitud —dijo una voz entusiasta de sobremanera, interrumpiendo el conteo de los coloridos pompones frente a Bakugo. No podía ser otro que el capitán — ¿qué opinas? — dijo, haciendo una pose básica de porrista, poniendo una de sus manos sobre su cintura, empujando sus caderas hacia afuera y estirando la otra hacia arriba. De ambas manos colgaban los pompones con los que se había estado paseando durante el día.

—Tsk —Katsuki chasqueó la lengua— ¿no ves que estoy ocupado? —respondió sin voltear a verlo, volviendo a sacar los pompones de la caja donde los estaba acomodando e iniciar de nuevo con la cuenta.

—Vamos Kacchan, ¿en serio no me vas a dirigir ni una pequeña mirada? —preguntó con un tono coqueto, dando un par de pasos hacia Katsuki, no sin antes cerrar la puerta detrás de él.

—Ya te he dicho que no me llames de esa forma —respondió el rubio tajante, sin levantar aún la mirada—, además, es un desperdicio que alguien como tú porte ese uniforme —escupió con molestia. Nunca había sido cuidadoso con sus palabras y no iba a empezar ahora.

—¿Alguien como yo? —preguntó el capitán, fingiendo una voz herida. Puso una de sus manos en el pecho y se inclinó ligeramente hacia enfrente.

Bakugo por fin alzó el rostro con la intención de encararlo y mandarlo lejos de este lugar, pero se encontró con una visual jodidamente erótica.

El idiota del capitán tenía un cuerpo endemoniadamente sexy.

Bakugo lo sabía y era muy consciente de ello, pues en más de una ocasión había fantaseado con él mientras de autocomplacía, pero verlo en este momento vestido de esta forma, hizo que su cerebro hiciera corto circuito en un instante.

La feminidad del atuendo contrastaba armónicamente con la masculinidad tosca de Midoriya, quién era ligeramente más bajo que él, pero con un cuerpo perfectamente trabajado gracias a todas esas horas de entrenamiento.

Siempre podía apreciar los fuertes bíceps que sobresalían de sus poderosos brazos, pero justo ahora, podía deleitar su mirada con un poco más. Desde las marcadas clavículas hasta sus pectorales que se delimitaban por la tela de la prenda; yendo más abajo, el marcado abdomen que siempre estaba cubierto por una holgada camisa de deportes, y ni hablar de sus oblicuos que sobresalían sensualmente de la falda que colgaba lánguidamente de su cintura… y finalmente, sus piernas.

¡Oh Dios! Esas malditas piernas largas y, extrañamente pálidas. No debería de ser así, usualmente los atletas solían tenerlas bronceadas por el uso de shorts, pero Midoriya prefería entrenar con pantalón, hiciera frío o calor.

¡Mierda! ¡¿Cómo demonios este idiota podía ser tan guapo?!

¡¿Cómo es que podía verse tan sensual aún cuando vestía una jodida falda y un top corto?!

¡Era demasiado erótico que debía ser ilegal!

—Si, alguien que no podría ni si quiera darle el uso que es debido —dijo, apartando la mirada en un intento de ocultar la excitación en su cara.

Desafortunadamente, su cuerpo no cooperaría con él, pues sus orejas y su cuello se tintaron de un color carmesí tan intenso que no podía pasar desapercibido para el capitán.

—¿Es así? —Midoriya acortó la distancia por completo entre ellos, situando su boca a la altura de las coloradas orejas de rubio, susurrando sus siguientes palabras— no es algo que tengas que saber, pero soy una persona sumamente "flexible" —en la última palabra exhaló un aliento cálido que provocó una sensación electrizante en el cuero cabelludo del rubio.

Pero este se negaba a ceder.

Bakugo dio un paso hacia atrás, tomando distancia del capitán, dirigiéndose a la puerta con la intención de irse de ahí, si el tipo no se iba él lo haría entonces.

Además, tenía otra urgencia dentro de sus pantalones que debía atender antes de que se convirtiera en un problema.

—¿Y eso qué tiene que ver conmigo? ¿O con el uniforme? —preguntó hosco, desviando el tema de conversación.

Midoriya descubrió las intenciones del rubio de irse, pero con un movimiento ágil, hizo una finta para confundirlo, como si estuviera en un partido de baloncesto, con el fin de interponerse en su huida y bloquearle el paso.

—Dices que no le daré el uso que es debido, pero estás muy equivocado —respondió el peliverde con confianza— creo que te sorprenderías al ver de lo que puedo ser capaz de hacer.

Katsuki parecía querer replicar, pero el capitán no le daría la oportunidad.

Antes de que emitiera una palabra, alzó una de sus piernas hasta por encima de su cabeza, dándole una mirada completamente subida de tono.

La perspectiva de que tenía Bakugo ante la vista era exquisita.

La falda se elevó junto con la pierna del peliverde, dejándole ver la licra interior negra, dejando muy poco a la imaginación de lo que había debajo de ella.

—¿Qué estás tratando de hacer? —preguntó Katsuki, pero su voz ya no sonaba intimidante, sus ojos se estaban perdiendo en la visual de su fornida pierna, que estaba perfectamente alineada con el torso de su cuerpo.

¡¿Qué mierda estaba pasando?!

¿Cómo era posible que el capitán pudiera hacer un movimiento como este? ¡Era un jugador de baloncesto! ¡Él no debería de tener esta increíble flexibilidad!

Pero, ¡maldita sea! No podía negar que el jodido bastardo se veía demasiado sensual.

—Kacchan~ —dijo el capitán en un tono coqueto, mientras bajaba la pierna de nuevo al piso— deberíamos ser honestos, ¿no lo crees? —utilizó su dedo índice derecho para elevar su mentón hacia sus ojos— he visto cómo me miras en más de una ocasión, y si me permites el atrevimiento —hizo una pausa, acercó su rostro al del rubio, mordiendo la esquina inferior derecha de su labio— ¿por qué crees que he aceptado esa ridícula apuesta? —susurró al oído, cambiando el tono de su voz por uno más grave y cargada de deseo— de esta forma, por fin voltearías a verme y dar el primer paso —deslizó lentamente el dedo que sostenía el mentón ajeno hacia abajo, desviándose un poco hacia los pectorales del rubio quien, por cierto, tampoco se quedaba atrás en atractivo físico.

El peliverde decidió arriesgarse aún más y siguió deslizando su dedo lentamente hacia el sur, delineando el abdomen del rubio por encima del uniforme de entrenamiento, y justo antes de que pudiera llegar a su objetivo, Bakugo lo detuvo firmemente con su mano derecha, mientras que, con la mano izquierda, tomó sus mejillas apretándolas con un poco de fuerza, dejando una dejando sobre ellas una marca rojiza de las yemas de sus dedos.

—Estás jugando con fuego, capitán —dijo, su tono también había cambiado por una más rasposa— espero que no te arrepientas más tarde.

Dejó ir sus mejillas, dejándole un par de marcas sobre sus salpicadas pecas, y aprisionó sus labios con los suyos, con un beso salvaje obsceno y lleno de tensión sexual.

Al hacer esto, Bakugo llevó a Midoriya a la pared más cercana, apoyando su espalda contra esta.

Su mente ya no pensaba en otra cosa más que en tomarlo aquí y ahora.

Pero, ¿qué pasaba con los pensamientos que tenía sobre él hacía apenas unos momentos?

¿El capitán era un idiota?

Definitivamente, pero era un idiota que se veía jodidamente erótico en una falda. Desaprovechar una oportunidad así era algo que no dejaría pasar.

¿Cambiaría su opinión después de esto?

Por su puesto que no. Después de todo, Bakugo también era hombre y tenía las necesidades de uno. No había nada de malo en dejarse llevar por el calor del momento, ¿cierto? Más aún cuando el idiota se había servido prácticamente en bandeja de plata para él.

Así que dejaría que su mente se nublara por completo, fundiéndose lentamente en la ardiente atmosfera creada entre ellos, en este pequeño almacén de equipo.

Tomó la mano libre de Midoriya con su mano izquierda, llevándola por encima de su cabeza, siendo seguida por la derecha que había permanecido cautiva desde que habían topado con la pared. Una vez que tuvo ambos brazos en el mismo sitio, con su mano izquierda los mantuvo fijos en ese lugar, mientras que con la mano que acababa de recuperar su libertad, se pasearía sin pudor por el cuerpo del capitán.

Las caricias fueron bajando por su cuerpo a un ritmo acelerado, pasando por la cintura, acariciando sus torneados glúteos para luego pasearse por el frente, tocando la dura erección que estaba mojando la licra interior con líquido preseminal.

—¡N-nghh! —Midoriya hizo un pequeño jadeo que fue amortiguado por los labios de rubio.

Bakugo sonrió ante la sensación.

Tenía que admitir que el cuerpo del capitán se sentía demasiado bien al tacto, era suave a pesar de los constantes entrenamientos al exterior, pero lo suficientemente firme también.

Mierda, quería tomarlo ya mismo, pero si entraba sin prepararlo podría desgarrarlo y eso sería un problema.

No tenía lubricante a la mano, así que su única idea en mente era humedecer sus dedos con saliva. Tendría que liberar entonces sus labios.

Y así lo hizo.

Cuando la boca de Midoriya recuperó su libertad, dio un gran suspiro debido al oxígeno que había comenzado a faltarle. Su cara estaba tintada de rojo por la excitación, todo su cuerpo se sentía caliente, pero no estaba satisfecho.

Quería más, necesitaba más.

Bakugo pudo notarlo en su mirada, por lo que no perdió más el tiempo y llevó dos de sus dedos a la boca del pecoso.

—¿Te gusta esto, capitán? —preguntó con un tono grave, mientras jugueteaba con la lengua del pecoso, con la intención de que produjera la mayor cantidad de saliva posible.

Midoriya solo asintió, el beso lo había dejado algo mareado, pero la intrusión de los dedos del rubio en su boca le impedían por completo emitir alguna palabra.

—Eres un pervertido —Bakugo volvió a hablar. Cuando sintió que sus dedos estaban lo suficientemente húmedos, los llevó directamente al trasero del capitán— esto tal vez duela, pero aguanta un poco.

Midoriya quiso asentir de nuevo, pero la intromisión del índice en su pequeño agujero lo hizo perder la cabeza.

Mierda, no sabía si era porque estaba demasiado excitado o si Bakugo era un maestro con el juego previo, pero la penetración no había dolido nada. Podía incluso, aguantar uno o dos más de golpe.

—M-ma-as —suplicó el pecoso, con la mirada nublada y el juicio completamente perdido.

Katsuki cumplió sus deseos, gustoso, añadiendo un par de dedos más, estimulándolo de sobremanera, de forma un poco brusca, rápida, intensa…

Al mismo tiempo, buscó por encima del top, los pezones endurecidos del capitán.

Quería besarlos, lamerlos y jugar con ellos, pero ambas manos estaban ocupadas. De momento, no tenía de otra más que hacerlo por encima de la ropa. Encontró primero el izquierdo, y comenzó a lamerlo, dejando una sensación húmeda y pegajosa; cuando Bakugo lo pudo sentir con mejor claridad, aplicó una pequeña mordida que hizo temblar a Midoriya, llevándolo casi a una sensación orgásmica.

El rubio pudo sentir como el miembro del capitán se tensaba más con la intercalación de lamidas, besos y mordiscos, confirmando hacia sus adentros que sus movimientos lo estaban volviendo loco.

Eso elevó su ego por los cielos.

—No me digas que solo con eso te vas a venir, capitán —se burló entre jadeos, su voz era profunda, y esperaba que el peliverde le respondiera con un comentario sarcástico.

Sin embargo, Midoriya lo sorprendería una vez más.

—K-kacca-an —dijo en un tono agudo, la sobreestimulación le impedía formular una palabra completa, volteó su mirada perdida hacia los usualmente duros ojos carmesí del fiero vicecapitán— ¿C-cuándo lo v-vas a met-er? —preguntó entre jadeos— ¡M-mételo ya-ah! —sus ojos se pusieron en blanco, inconscientemente comenzó a frotar sus caderas de arriba hacia abajo, tratando de obtener mayor placer de los dedos en su trasero y de su miembro contra el abdomen del rubio.

Mierda.

La poca racionalidad que permanecía en la mente de Bakugo se perdió ante esta solicitud.

¿Quién diría que el capitán del equipo más prestigioso de la universidad, estaría rogando por su polla de una manera tan jodidamente sexy?

No lo haría esperar más.

Liberó ambas manos para deshacerse de su propia ropa, volviendo con Midoriya en menos de un par de minutos.

—Dudo mucho que necesites esto —dijo mientras se deshacía de la licra bajo la falda—. Ahora, capitán, hagamos uso de esa ridícula flexibilidad con la que cuentas.

Bakugo no le dio tiempo de reaccionar, con un movimiento ágil, elevó la misma pierna que él había puesto por encima de su cabeza para recargarla en su hombro y así poder alinear su dura elección con su recién dilatado agujero.

—Dime si llega a ser demasiado —dijo en lo que parecía ser un tono un poco preocupado— aunque no se si sea capaz de detenerme.

Midoriya sonrió, pero antes de emitir cualquier respuesta, la primera arremetida contra su trasero llegó, metiendo casi por completo la gruesa y dura polla del vicecapitán.

Fue un golpe doloroso, pero sin duda alguna certero, glorioso, y jodidamente excitante.

—¡N-nyagh! —un gemido tan agudo salió de su boca, sus ojos se pusieron en blanco y un cosquilleo que notificaba la llegada del orgasmo recorrió desde las plantas de sus pies hasta su cuero cabelludo.

El rubio comenzó entonces a mover sus caderas, a ritmo lento, primeramente, para determinar la resistencia del capitán y si la posición no era demasiado para él.

Por más que no soportara su cara, no quería lastimarlo o incapacitarlo. El entrenador podría colgarlo si algo como eso ocurriera.

Pero no parecía haber un problema, el tipo incluso elevó un poco más su pierna para posicionarla perfectamente alineada una vez más con su torso, permitiendo que Bakugo pudiera entrar aún más profundo.

El rubio no tenía consideración alguna después esta confirmación implícita en sus movimientos. Las estocadas se volvieron más duras y rudas, llegando cada vez más profundo, alcanzando una y otra vez ese punto especial que lo hacía tocar el paraíso con cada arremetida.

Con las manos esta vez desocupadas, pudo retirar el top que había estado obstruyendo su camino hacia los endurecidos botones en el pecho desnudo del capitán. Debido a la posición en la que se encontraban no podía succionarlos como hubiera querido, pero para eso tenía sus manos.

Con una comenzó a estimular uno de sus pezones, dando ligeros pellizcos, torciéndolo un poco y humedeciendo sus dedos para lograr un mejor manejo.

Con la otra, comenzó a masturbar al capitán para hacerlo tocar el cielo.

Finalmente, tomaría posesión de su boca una vez más, enredando su lengua con la de él, dejándolo sin oxígeno para respirar.

Todas estas acciones tenían a Midoriya en las nubes, estaba sintiendo tantas cosas al mismo tiempo que su cerebro no podía procesarlo tan rápido.

Podía sentir las venitas vibrantes en el grueso falo que lo penetraba con fuerza en su agujero.

Las grandes y ásperas manos que jugueteaban con su pecho y lo masturban con suma pasión.

Y ese beso cargado de deseo fueron lo suficiente como para llenarlo por completo de placer.

—¡K-kachaaan! —Midoriya rompió el beso y gritó su nombre mientras la liberación orgásmica lo llevaba a eyacular sin aviso ni reparo, sus manos se afianzaron en la espalda del rubio, y buscando algo de que sostenerse, comenzó a arañar al punto de casi hacerlo sangrar.

Bakugo tampoco estaba muy lejos de correrse.

El capitán lo apretaba deliciosamente con cada estocada que le daba, lo suave que se sentía en su interior, lo estaba volviendo loco, incrementando el ritmo del vaivén de sus caderas, provocando un obsceno sonido al chocar de sus carnes.

Lo sentía venir, el orgasmo para él también estaba cerca.

Como no estaban usando preservativo, Bakugo no sería tan desgraciado como para correrse dentro del tipo, así que estaba decidido de sacarlo en cuanto estuviera lo más cerca posible de llegar.

Cuando ese momento estaba llegando, el vicecapitán estaba por separarse, el capitán lo detuvo.

La bruma post-orgásmica aún lo tenía mareado, pero logró formular una oración.

—Lléname por completo —dijo, susurrándole al oído, afianzando su agarre a la espalda, reuniendo toda la fuerza que le quedaba para reanudar las penetraciones del rubio.

Bien, si eso era lo que el capitán quería, se lo daría.

Tomó su mano izquierda para presionarla aún más contra su torso, arremetiendo ferozmente una vez más contra su agujero. Volvió su rostro contra su cuello y comenzó a besarlo, lamerlo y morderlo.

La llegada inminente del orgasmo se apoderó de él.

Con esto, su boca que se encontraba justo debajo de su oreja, lo mordió tan fuerte que dejó una marca completamente visible de sus dientes sobre su cuello.

Con la última estocada, Bakugo se liberó en el interior del capitán, llenándolo por completo, justo como lo había pedido.

La respiración jadeante y extremadamente caliente de Bakugo fue todo lo que se podía escuchar en el almacén. Bajó lentamente la pierna que seguía apoyada sobre su hombro y, finalmente, con la sensación del liquido en su interior y después de toda la excitante actividad física, las piernas del poderoso capitán flaquearon en un instante.

Su espalda se deslizó lentamente, usando la pared de apoyo, hasta que su trasero tocó el suelo.

Recargó la cabeza en la pared y sus párpados caían pesadamente por el cansancio.

—Sabía que no me decepcionarías, Kacchan~ —dijo Midoriya antes de caer dormido.

Thaly タリ