El viaje fue difícil, pero no porque ocurrieran contratiempos, sino porque los ocupantes de la solitaria barca que se alejaba de Shinaime continuaban repitiendo en sus cabezas los horrores de la última noche. No era sólo Neji quien había sufrido pérdidas. Lee y Tenten no sabían nada de sus padres. Podrían estar vivos o muertos. No habían podido averiguarlo antes del escape. Sumidos en la tristeza, los tres apenas hablaron durante todo el trayecto.

El sol pasó sobre ellos y se volvió a ocultar tras el horizonte dos veces antes de que divisaran tierra. En la mañana del tercer día atisbaron la silueta de la costa. Después de la larga travesía finalmente estaban llegando a las tierras bajas. Desde la proa de la barca Neji observó la orilla que se acercaba. No brillaba con un resplandor dorado como la mágica arena de Shinaime. Pero daba igual, aquellas hermosas playas serían ahora opacas por el efecto de las cenizas. Neji no tenía idea de qué se encontrarían allí, y sabía con toda seguridad que los humanos y las otras criaturas eran hostiles hacia los elfos. Deseó tener a su padre a su lado, tomar su mano. Su corazón se estremeció de dolor al recordar que eso nunca volvería a ocurrir. Sintió repentinas ganas de llorar, -aunque a juzgar por todo lo que había llorado en el viaje, era increíble que aún le quedaran lágrimas. Se contuvo para no quebrarse. Debía ser fuerte y valiente, como su padre lo había sido.

La barca se aproximó dócilmente a la costa. Lee dejó caer el ancla, que se hundió rápidamente en el agua hasta clavarse en el fondo marino. Se disponían a descender cuando Tenten los detuvo.

"Esperen un momento. Si nos encontramos con humanos y te ven podrían atacarnos," dijo refiriéndose a Neji. "Por lo menos deberías ocultar tus orejas". Se quitó la larga capa de su uniforme de Guardian y se la colocó a Neji con delicadeza. Luego subió la capucha, ocultando su cabeza. "Así nadie notará que eres un elfo".

Se apearon de la barca, mojándose hasta las rodillas en el agua, y caminaron hacia la orilla. Una vez allí miraron en todas direcciones, pero no parecía haber nadie más en los alrededores. Continuaron tierra adentro y se detuvieron para refugiarse del sol bajo los matorrales que crecían sobre las altas dunas. La arena era gruesa, y por más que el sol de la mañana caía directamente sobre ella, Neji presentía que si se quitaba los zapatos y la tocaba sería fría.

"¿Qué hacemos ahora?", preguntó Lee. Los tres amigos se miraron. Ninguno de ellos tenía grandes conocimientos acerca de las tierras bajas.

"Debemos llevar a Neji a Mildith", respondió Tenten. "Sólo ahí estará seguro".

"¿Y hacia dónde queda Mildith?", preguntó Lee.

Ambos humanos observaron a Neji a la espera de que él supiera la respuesta. "Pues, sé que está hacia el Oeste, en el extremo opuesto al territorio de los humanos. Pero no sé que hay en medio". Sólo había atravesado las tierras bajas volando, y a la altura que alcanzaban los fénix entrenados por los elfos no se podían divisar muchos detalles del terreno, incluso con su aguda vista.

"Creo que sólo nos queda caminar y averiguarlo", concluyó Tenten.

"Pero estamos en territorio humano", agregó Lee. "¿Qué pasaría si desembocamos en un pueblo?".

Comenzaron a evaluar qué dirección sería prudente tomar. Pero no sabiendo que había más allá de las dunas, cualquier camino podría llevarlos a enfrentarse con criaturas agresivas. Estaban discutiendo cuando una voz proveniente de algún punto por encima de ellos los sobresaltó.

"¿Necesitan ayuda?".

Los tres amigos dieron un salto hacia atrás, desenfundando sus armas en un acto reflejo. Lee y Tenten blandieron sus espadas, mientras que Neji tomó su arco y preparó una flecha, apuntando al lugar de donde provenía el sonido. Sobre la duna que estaba inmediatamente encima de ellos, asomándose entre los ralos arbustos, vieron el rostro de un muchacho humano. Estaba sentado, y su cabello negro atado en una alta cola de caballo tenía restos de arena, como si hubiera estado acostado hasta que los escuchó hablar.

"¡No te acerques!", gritó Tenten, apuntando amenazadoramente al extraño con su espada por si este decidía atacarlos. "No dudaremos en matarte si nos obligas".

El muchacho levantó una ceja, sin asustarse por la advertencia. "No los obligaría a hacer eso", contestó. "Pero parece que están perdidos".

"Claro que no", respondió Lee, fingiendo seguridad. "Sabemos perfectamente en dónde estamos, y de hecho nos marcharemos ahora mismo". Miró a sus compañeros buscando apoyo, y estos asintieron. Comenzaron a caminar hacia la izquierda, poniendo distancia entre ellos y el desconocido.

"Bien", dijo el muchacho a sus espaldas. "Pero si van hacia allá irán a parar a la aldea de los pescadores, y no son muy amigables. No se si saben esto, pero los elfos no son muy apreciados por aquí".

Se detuvieron en seco y se voltearon para observar al extraño. Él los contemplaba con una mezcla extraña de interés y somnolencia. "¿Elfos? ¿Qué elfos? Aquí no hay ningún elfo", contestó Tenten con nerviosismo.

El chico volvió a levantar una ceja. Luego extendió un dedo y apuntó a Neji. "¿Y qué me dices de él?".

Los amigos se miraron. Apenas habían llegado a las tierras bajas y ya habían sido descubiertos por la primera persona que los vio. Lee agitó una mano en el aire. "Estás loco, es un humano igual que nosotros. ¿Qué te hace pensar que es un elfo?".

El muchacho permanecía tranquilo. "Por empezar, su ropa. Nadie de por aquí usa ese tipo de vestimenta. Desde esta distancia puedo ver que esa tela ni siquiera existe en las tierras bajas". Neji miró su ropa, que se asomaba bajo la capa de Tenten. Todavía tenía puesta la túnica azul pálida que había usado para la ceremonia de sucesión. "Pero especialmente por sus ojos. Los humanos no tienen ojos como esos. Desde aquí puedo ver que tienen un efecto extraño. Y apuesto a que bajo esa capucha sus orejas son puntiagudas".

Neji no sabía si realmente era muy evidente que era un elfo, o si el chico con el que se habían topado era especialmente observador. En cualquier caso, ya habían sido detectados.

Lee dio un paso al frente y volvió a apuntar al muchacho con su espada. "Si te propones entregarnos tendré que acabar contigo".

El desconocido no se inmutó. Sonrió de costado relajadamente. "Tranquilo, espadachín. No pensaba entregarlos. Pero quizás pueda ayudarlos. Conozco la zona, y es obvio que ustedes no".

Los amigos intercambiaron miradas. "¿Por qué te interesaría ayudarnos? No nos conoces", respondió Tenten.

El muchacho se puso de pie, sacudiéndose la arena de los pantalones con una mano. En la otra llevaba un libro. Tenía puesto un pantalón marrón claro arremangado hasta las rodillas y una blusa color verde de tela burda. "Por curiosidad". Dio un salto y bajó de la duna, aterrizando frente a ellos. Era bastante alto, casi tanto como Lee. Su contextura física era delgada tirando a escuálida. No parecía una amenaza. Miró a Neji con detenimiento, como si estudiara un objeto muy inusual. "Nunca antes había visto un elfo". Ante su proximidad los tres amigos se pusieron en guardia otra vez, pero el chico no demostraba querer atacarlos. "Relájense, no estoy armado. Y aunque lo estuviera ni siquiera sé cómo empuñar una espada. Pero puedo ayudarlos a encontrar el camino. ¿Hacia dónde van?".

El muchacho no parecía hostil. De hecho, su semblante transmitía amabilidad. Pero era un desconocido y podía estar engañándolos. "No podemos confiar en él", dijo Lee a sus amigos en lengua élfica. "Puede estar intentando tendernos una trampa".

"Pero si quisiera entregarnos podría haber dado la alarma sin hablar con nosotros", contestó Tenten.

"No podemos hacer suposiciones", agregó Neji. "Ambas cosas podrían ser ciertas".

"Si nos vamos y lo dejamos podría acusarnos con otros humanos", insistió Lee. "¿Deberíamos matarlo?".

Sintieron miedo ante esa idea. Ninguno de los tres había matado nunca a nadie. Mientras tanto el muchacho los observaba con fascinación.

"¿Están hablando en élfico?", preguntó. Ahora se lo veía de verdad entusiasmado. La somnolencia había desaparecido por completo de su rostro. Sus ojos negros se habían abierto como platos y saltaban de uno a otro de los tres amigos sin perder un detalle, incluso aunque no pudiera descifrar los sonidos que emitían.

"Creo que preferimos seguir solos", le contestó Tenten, intentando sonar segura. "Y te agradeceremos que no le digas a nadie que estamos aquí".

El chico se encogió de hombros. "Como quieran. Pero cualquiera que los vea se dará cuenta de quienes son. Vestidos así no podrán llegar muy lejos". Era cierto. Además de las ropas claramente élficas de Neji, las armaduras y el uniforme de Lee y Tenten llamarían la atención de los humanos. No sabían qué responder, así que el chico continuó. "Miren, si me esperan aquí durante un rato puedo traerles ropas normales. Y algo mejor para cubrir al elfo. Quizás así puedan pasar desapercibidos".

Los amigos se miraron otra vez. No tenían ninguna certeza sobre las intenciones del muchacho, pero tampoco podían arriesgarse a continuar y toparse con alguien menos pacífico.

"¿Y cómo podemos saber que eres de fiar?", preguntó Neji.

El chico se encogió de hombros otra vez. "No pueden. Pero por lo que veo no tienen mejores opciones".

No había forma de refutar esa declaración. Sólo podían esperar que el muchacho no los traicionara, y que realmente estuviera dispuesto a ayudarlos sin ningún motivo. Aún no del todo convencidos, accedieron a su ofrecimiento. Se marchó, dejándolos solos otra vez.

Mientras lo esperaban ocultos entre las dunas seguían discutiendo qué hacer, pero por más que debatían tenían demasiadas incertidumbres como para tomar cualquier decisión. Al cabo de una hora el chico regresó cargando un bolso sobre su hombro. Lo dejó caer pesadamente en la arena frente a ellos. Dentro había ropas humanas para los tres. Se dio la vuelta para darles privacidad. Los amigos se vistieron, sintiéndose extraños al contacto con aquellas telas desconocidas. Hasta los colores eran diferentes a los que solían vestir. Los elfos preferían las tonalidades pasteles con detalles en plateado o dorado pálido. Los colores de la ropa humana se asemejaban al paisaje: matices de verdes, marrones y grises. Ahora Lee y Tenten parecían personas normales de las tierras bajas. A Neji todavía lo delataban sus ojos y sus orejas, pero para él había una capa mucho más grande que la anterior. Con la capucha podía esconder perfectamente sus orejas y su rostro. Al verse ataviados con tan extrañas vestimentas sonrieron inevitablemente y soltaron algunas carcajadas. Era agradable reir de algo tan tonto luego de todos los angustiosos acontecimentos anteriores.

"Mucho mejor", dijo el muchacho mientras los miraba con sus nuevos trajes. "Ahora ¿a dónde quieren ir?".

"Hacia el Oeste", contestó Neji, y los otros asintieron.

El chico titubeó. "Pues, eso es un poco impreciso. ¿A dónde quieren llegar?".

"Eso no podemos decírtelo", aclaró Tenten. "Sólo dinos qué nos encontraremos en esa dirección".

Él extendió los brazos a los lados de su cuerpo. "Es que eso depende de qué tan lejos quieran ir. Hay muchas cosas hacia el Oeste: pueblos humanos, las praderas de los gigantes, la zona de los licántropos…". Efectivamente, nunca habían tenido contacto con ninguna de esas criaturas, y probablemente no serían bienvenidos en ningún lugar más que en Mildith. El muchacho debió notar que no conocían los sitios que había nombrado, porque les ofreció otra opción. "Tal vez mi padre pueda ayudarlos. Tienen suerte de que yo los haya encontrado. Mi familia es probablemente la única que no desprecia a las criaturas mágicas. Si vienen conmigo a mi pueblo mi padre les dará una solución mejor".

Eso ya era arriesgarse demasiado. Incluso disfrazados, entrar a un pueblo humano siendo un elfo podría acabar muy mal para Neji. Pero no tenían a nadie más a quién acudir. Los amigos se miraron, compartiendo el mismo pensamiento.

Tenten negó con la cabeza. "No podemos entrar a un pueblo humano. Podrían descubrirnos".

El chico dejó escapar una risa relajada por la nariz y movió una mano en el aire, tranquilizándola. "Los humanos no prestan atención a nada. Viven inmersos en sus aburridas vidas".

Los amigos volvieron a intercambiar miradas. "De acuerdo", dijo Lee, endureciendo la expresión de su rostro. "Pero si todo esto es una trampa te arrepentirás".

"No se preocupen", los tranquilizó el chico. "Siganme, es por aquí". Comenzó a descender de las dunas tierra adentro. Los cuatro caminaron hacia el pueblo dejando la playa atrás. Lee cargaba en una gran bolsa todas sus pertenencias, que eran también mayor evidencia de su procedencia.

"¿Qué estabas haciendo solo en las dunas?", preguntó Tenten mientras avanzaban. "¿Eres un vigía?".

El chico rió suavemente. "No. Solo estaba escondiéndome de mi madre. Cada vez que me ve desocupado me envía a buscar agua o a cortar leña. Vengo aquí a leer y a pasar el rato".

"¿Entonces no eres un guerrero?", cuestionó Lee.

El muchacho volvió a reír, esta vez con ganas, como si el comentario realmente le hubiera hecho gracia. "Para nada".

"¿Y hay muchos guerreros entre los humanos?", preguntó Neji. Eso era lo que más los preocupaba. Claro que cualquier persona que odiara a los elfos podría intentar hacerles daño, pero sería mucho peor si se trataba de combatientes experimentados.

"No muchos", explicó el chico. "La mayoría murieron en la guerra contra Madara. Los que sobrevivieron ahora se dedican a otras cosas. Como mi padre. Fue un guerrero, pero actualmente trabaja en la organización del pueblo. Ahora, ¿puedo hacerles yo una pregunta?".

Los tres amigos intercambiaron miradas rápidamente. "No te diremos nada sobre quiénes somos, ni de dónde venimos, ni hacia dónde vamos", aclaró Tenten frunciendo el ceño.

El chico negó con la cabeza. "No es nada de eso". Luego miró la bolsa que Lee cargaba con sus ropas originales. Sus ojos negros brillaron por un segundo. "Esas armaduras que traían, eran de oro blanco, ¿verdad?".

No esperaban ese tipo de pregunta. "Si", respondió Neji. "Es el oro élfico".

Los ojos del muchacho se agrandaron como si hubiera descubierto un hallazgo asombroso. "Leí que sólo los elfos pueden moldearlo, porque para hacerlo se necesita magia, y mucha".

Lo miraban extrañados ante su entusiasmo, pero asintieron. Luego el muchacho apuntó con un dedo a Neji, o más bien al artefacto que llevaba en la espalda. "Y tu arco. ¿Puedo verlo un segundo?".

El elfo observó la mano extendida y el rostro aparentemente inofensivo del chico. No le agradaba la idea de darle su arma, pero la verdad era que no podría hacer mucho sin las flechas. Luego de vacilar por un momento se lo quitó de la espalda y se lo tendió.

El muchacho lo tomó y lo aproximó a su rostro para analizarlo. Acercó un dedo a la tensa cuerda y lo deslizó suavemente hacia un lado. El material brilló con el contacto y se desplazó con su dedo a lo largo de la cuerda. Una sonrisa de deslumbramiento se dibujó en su rostro. "Genial".

"Es magia", explicó Lee, ahora también un poco contagiado de la emoción del chico. "Los elfos hechizan la cuerda para hacerla más resistente. También lo hacen con nuestras armas". Palpó con una mano el sitio donde tenía oculta su espada.

El chico asintió sin dejar de admirar el arco. Al parecer ya conocía esa información, porque había ido directamente a tocar la cuerda. Neji creía comprender. Los humanos no tenían ningún tipo de contacto con la magia, y por lógica debía fascinarles. En el caso de Madara la fascinación había llegado demasiado lejos, pero un poco no estaba mal. Sin embargo, Neji creía recordar otra versión contada por su padre y otros elfos. La de que los hombres temían a la magia. Si eso era cierto, significaba que el humano con el que ellos se habían encontrado tal vez no era el más corriente de todos.

Pasados unos minutos devolvió el arco a su dueño, aprovechando la oportunidad para mirarlo a los ojos. Neji notó como intentaba verlos mejor por debajo de la capucha. Ciertamente los ojos de los elfos y de los humanos no eran iguales. El color en el iris de un humano era estático. En los de los elfos se movían constantemente en un lento fluir, como el de las nubes que atraviesan el cielo. Ni al dormir cesaban de moverse. Comprendía entonces que el chico tuviera interés en ellos también, así que no desvió el rostro, pero tampoco lo dejó ver más. Él en cambio sí podía verlo perfectamente, con cada detalle de su rostro expuesto a la claridad del día. Desde debajo de las sombras de su capucha pudo apreciar mejor sus ojos. Eran muy negros, profundos y brillaban con inteligencia.

Divisaron el pueblo a lo lejos al final del camino. No había entrada ni cerca. Las casas simplemente comenzaban en medio del sendero y lo interrumpían. El muchacho los guió hasta allí con confianza. Neji se ajustó la capucha de su capa, implorando que nadie se preguntara quién era ese desconocido con el rostro cubierto.

Pero al atravesar el pueblo se dio cuenta de que nadie le prestaba atención. La gente se gritaba y vociferaba palabras que Neji desconocía, pero que por la entonación le parecieron maldiciones. Hombres y mujeres iban de aquí para allá ocupados en sus faenas, trasladando leña o agua y despellejando a los animales cazados, afilando de vez en cuando sus puñales para facilitar el trabajo. Alrededor de los adultos corrían niños sucios y desaliñados que daban vueltas mientras jugaban entre sí. Esas personas eran muy diferentes a los que Neji conocía.

"Estos humanos no se parecen en nada a los que yo he visto", susurró Tenten, observando con asco a un hombre sentado sobre un barril que estaba abocado a la tarea de arrancarse las uñas de los pies con los dientes para luego escupirlas al aire.

El muchacho se volvió sobre su hombro para mirarlos. "Perdón si no es muy refinado", dijo sonriendo con algo de pena. Luego los hizo girar por una calle pequeña donde ya no había personas. Continuaron hasta detenerse en una bonita casa construida con leños, ubicada en el extremo opuesto del pueblo, un poco alejada de las demás.

Entraron por la parte trasera a una especie de establo. O por lo menos eso pensó Neji al sentir el penetrante olor apenas atravesó la puerta. Y no estaba equivocado. El piso estaba parcialmente cubierto de paja, y en un extremo dormitaba un caballo dentro de un pequeño corral. Además había algunas estanterías repletas de cosas y bastante desorden. En un rincón llegó a ver un gran cofre de armas donde supuso estarían las del dueño de la casa, pero se lo veía cubierto de polvo, como si no hubiera sido abierto en años. Al parecer los humanos no eran ordenados y pulcros como los elfos, y eso iba más allá de la higiene personal. Abarcaba también sus viviendas. El muchacho les pidió que lo esperaran mientras comprobaba si sus padres estaban allí y se marchó. Volvió poco después con expresión de alivio. "No están aquí". Llevaba en sus manos una jarra metálica con agua y tres cuencos. Se los ofreció y los tres amigos bebieron, recordando de repente que no habían comido ni tomado nada desde que abandonaron Shinaime. El agua tenía un sabor ligeramente diferente, pero sirvió para aplacar la sed.

El muchacho abrió la boca para decirles algo pero en ese momento se escucharon sonidos provenientes de la puerta principal. Los labios del chico se tensaron momentáneamente, aunque pronto recuperó la mayor parte de su actitud relajada. Les dijo que esperaran allí mientras les explicaba la situación a sus padres.

Lo escucharon caminar, y luego intervinieron dos voces desconocidas. Una de un hombre, que saludó al chico amigablemente. La otra de una mujer, no tan calma. "¿Dónde estabas? Debías ir a buscar leña. Casi no queda nada".

La voz del muchacho contestó suavemente. "Iré en un momento. Pero primero tengo algo que contarles."

"¿Qué hiciste?", preguntó la mujer con tono de reproche.

"Nada", respondió el chico, pero sonaba nervioso. "Verán, conocí a unas personas hoy. No son de por aquí, y necesitan llegar a un lugar. Pensé que tal vez papá podría ayudarlos indicándoles el camino. Están en la parte trasera…".

Los tres amigos se arrimaron a la puerta para escuchar la conversación. Habló el hombre, que parecía tranquilo pero suspicaz.

"¿De dónde vienen?".

"Puesss, tengo una idea, pero no les pregunté así que no lo sé con seguridad. El caso es que dos de ellos son humanos, pero el otro es, bueno, un poco diferente. De hecho, es muy diferente…".

La mujer irrumpió otra vez con su tono de reproche. "Por favor, no otro niño-lobo. No puedes traer a todas las criaturas que encuentras a la casa".

"No es un licántropo, mamá", respondió el chico con fastidio. "Pero es un poco… Bueno, un poco… Elfo".

Neji sintió deseos de golpearse la frente. Era la peor introducción que había escuchado en su vida. Los gritos de la mujer no tardaron en oírse.

"¡¿QUÉ?! ¡UN ELFO! ¡¿TRAJISTE UN ELFO A LA CASA?!"

"¡Yoshino, por favor! ¡No lo grites tan fuerte!".

"Pero un elfo…". La mujer ya no gritaba pero estaba lejos de haberse tranquilizado. "¿Te has vuelto loco? ¿Quieres que cuelguen a toda la familia por traición?".

"Claro que no, pero..."

"Shikamaru, escúchame bien", lo cortó el hombre. También estaba enfadado, pero no tanto como su esposa. "Un elfo no es una mascota. No puedes traer uno como hiciste con la salamandra gigante o el conejo carnívoro. Y tampoco puedes intentar ser su amigo. Este pueblo odia a los elfos". Neji tragó saliva, sintiéndose cada vez más en peligro.

"Pero papá, no parecen peligrosos", insistía el chico. Era imposible no empatizar un poco con él. Después de todo, se había ganado una reprimenda por intentar ayudarlos. "Y yo pensé..."

La mujer no lo dejó explicarse. "No discutiremos esto. Los quiero fuera de aquí en este instante. Si desaparecen de inmediato no los acusaremos, pero no quiero tratos con elfos". Su voz se acercó tan rápido a la habitación donde estaban que ni siquiera tuvieron tiempo de sacar sus armas. La puerta se abrió de par en par. Una mujer de cabello castaño y expresión asesina los miró desde el umbral.

Pero pocos segundos después el rostro de la mujer se transformó. Primero los observó con sorpresa, y luego con pena. Frunció el ceño y cerró los ojos con impotencia, chasqueando la lengua. Llegaron el muchacho y su padre y se colocaron tras ella. La mujer se giró hacia su esposo. "Son sólo niños…", dijo con amargura.

"Claro", susurró el hombre, mirando de soslayo a su hijo. "Siempre son niños". El chico se encogió de hombros con culpabilidad. "¿Por qué no pasan y nos dicen que podemos hacer por ustedes?", agregó dirigiéndose a los tres desconocidos. Su rostro estaba surcado de cicatrices, pero parecía amable, como el de su hijo.

Los hicieron pasar a una sala, modesta pero muy limpia y acogedora. Se sentaron juntos en un mullido sofá de tela áspera, mientras la mujer corría todas las cortinas para que nadie los viera desde afuera. El chico y su padre se colocaron de pie frente a ellos. Neji se dio cuenta de que aún llevaba la capucha, así que la retiró para que pudieran ver su rostro. En ese momento el muchacho abrió mucho los ojos y clavó la mirada en él sin disimulo alguno. Neji casi pudo sentir como estudiaba sus ojos y sus orejas. Era un poco incómodo, pero no tanto como había esperado. La mirada denotaba interés, y nada de malicia. Por unos milisegundos hicieron contacto visual, y poco después el muchacho se sonrojó. Luego frunció el ceño y desvió sus ojos hacia el suelo, turbado. Neji registró esa reacción como extraña. Tenten se aclaró la garganta, tomando valor para empezar a hablar. "Hemos venido de un lugar muy lejano, y necesitamos viajar hacia el Oeste, pero desconocemos el camino".

El hombre les hizo la misma pregunta que les había hecho el muchacho. "¿Hasta dónde quieren llegar?".

Tenten abrió la boca para contestar pero se detuvo, y miró con vacilación a sus compañeros. Era evidente que no podría ayudarlos si no confesaban su destino, pero no estaban seguros de querer dar esa información a un desconocido. Comenzaron a hablar apresuradamente entre ellos en lengua élfica.

"¿Qué le digo?". "Tenemos que decirles que queremos ir a Mildith". "No le digas que venimos de Shinaime". "Tal vez deberíamos contarles lo de Hiashi y Orochimaru, para que estén preparados para un ataque". "Pero si creen que tenemos algo que ver con ellos nos matarán". Seguían debatiendo cuando el hombre los interrumpió.

"Discúlpenme, niños, pero creo que quisiera saber lo referente a Orochimaru primero". Los tres amigos se quedaron boquiabiertos al darse cuenta de que estaba hablando en lengua élfica. Y no eran los únicos. El muchacho miraba a su padre con ojos desorbitados.

"¿Puedes hablar élfico? ¡¿Por qué no me lo dijiste?!". Parecía profundamente ofendido.

Su padre lo observó y le dedicó una sonrisa torcida. "Porque me hubieras pedido que te enseñara, y hubiera sido muy problemático". Con esa frase se ganó una mueca malhumorada de su hijo, que se cruzó de brazos con indignación, pero lo ignoró, volviendo a mirar los tres desconocidos. Tenía los mismos astutos ojos negros que el muchacho. "Ahora, me gustaría escuchar qué pasó con Orochimaru".

La mención al mago oscuro hizo que el chico olvidara su enojo y que la mujer se llevara una mano al pecho con repentino temor. Neji tomó la palabra y comenzó con la explicación. "Venimos de la isla Shinaime, donde se ha desatado un gran caos. Una disputa sobre la herencia al título de Noble Patriarca".

El hombre inclinó la cabeza sin dejar de mirar a Neji. "Hayime debía entregar ese puesto a su hijo mayor", dijo con voz ronca. A los amigos les sorprendió que conociera ese nombre. "¿Qué ocurrió?".

Neji continuó. "Decidió entregárselo a su hijo menor, mi padre...". Quiso seguir, pero su voz se quebró. Recordar a su padre era como ser atravesado en el corazón por mil flechas a la vez.

Lo que dijo el hombre a continuación lo arrancó de un tirón de esos pensamientos. "¿Tu eres el hijo de Hizashi?".

Neji lo miró asombrado al igual que todos los presentes. "¿Conoces a su padre?", preguntó el muchacho.

"Claro que lo conozco. Peleamos juntos en la guerra. De hecho, me salvó la vida en más de una ocasión, curando mis heridas. De no ser por Hiazashi hubiera muerto mil veces, al igual que muchos de los combatientes. Gracias a su pelotón sobrevivimos y ganamos la guerra". Una sonrisa de afecto curvó sus labios. "Él me enseñó a hablar élfico. ¿Dónde está ahora?".

Neji bajó la cabeza. No quería ver la expresión del hombre al escuchar que Hizashi estaba muerto. "Fue asesinado por su hermano hace dos noches, señor", explicó Lee en tono respetuoso.

Hubo un breve silencio mientras se asimilaba la noticia. Finalmente el hombre volvió a hablar. "Lo siento mucho, pequeño. Era un gran elfo. ¿Entonces su hermano tomó Shinaime por la fuerza?".

"Si, señor. Él y algunos otros mataron a todos los que se le opusieron", explicó Tenten.

"¿Y Orochimaru?".

"Lo vimos al escapar", aclaró Neji levantando la cabeza. "Hablaban de una rebelión. Creo que mi tío quiere conquistar a las otras razas".

El hombre se paseó un par de veces de un lado al otro con expresión de concentración. "Si Orochimaru está con él volverán a resucitar a los orcos. Y combinando su magia con la de los elfos podrá crear criaturas mucho más poderosas. Esto es grave. Sólo es cuestión de tiempo para que comiencen a atacar".

"Debemos alertar a todos los pueblos", dijo la mujer dando un paso al frente.

El hombre dejó de caminar y la miró. "Si, pero primero debemos poner a salvo a este chico. Si las personas lo encuentran lo destrozarán". Se giró hacia los tres amigos. "No se preocupen, los ayudaremos a llegar a Mildith". Su sonrisa era reconfortante.

"Pero Shikaku, hay toda clase de criaturas en el camino, y no les agradan las otras razas", agregó su esposa. Se veía nerviosa, pero también preocupada por ellos.

"¿Shikaku?", preguntó Neji de repente. El nombre le era más que familiar. "Mi padre me habló de usted. Dijo que era el hombre más sensato y bondadoso que conoció. Creo que toda su fe en los humanos provenía de sus recuerdos de usted".

El hombre volvió a sonreír al escucharlo. Según lo que recordaba Neji, no sólo habían peleado juntos, sino que habían llegado a ser buenos amigos. Shikaku estaba a punto de decir algo cuando unos gritos desaforados provenientes del exterior lo interrumpieron.

"¡SHIKAKU! ¡SHIKAKU!".

La mujer se acercó a la ventana y corrió unos centímetros la cortina para mirar hacia afuera. "Es Ibiki".

El hombre caminó deprisa hacia la puerta y salió. Se escucharon palabras apresuradas del recién llegado, pero no se alcanzó a distinguir lo que decía. Poco después Shikaku regresó, cerrando la puerta tras él.

"Se han divisado unas criaturas extrañas acercándose por el cielo", explicó. Su rostro antes amable estaba ahora muy serio. "No se parecen a ningún animal de la zona, además Ibiki dice que el aire trae el olor de carne podrida. Es el olor de los orcos. Está por comenzar el ataque". Los tres amigos se miraron con terror. Había ocurrido muy rápido. Hiashi y Orochimaru habían puesto en marcha la invasión sin perder tiempo. "Han convocado a una reunión aquí, ahora. Shikamaru, llevalos a tu habitación y no salgan hasta que se los ordene".

El chico asintió y le hizo un gesto a Neji y sus compañeros para que lo siguieran. Los guió por la escalera hasta el primer piso. Tras entrar a una pequeña habitación cerró la puerta. Señaló distraídamente a los visitantes para que se acomodaran como quisieran, pero se quedó tras la puerta para intentar escuchar.

Poco después les llegó del piso inferior el sonido de numerosas pisadas entrando a la casa. Se oyeron muebles siendo arrastrados, y luego voces que comenzaban a debatir. Pero las palabras no llegaban de forma clara. Era imposible comprender una frase completa. Intentando calmar sus nervios, Neji paseó sus ojos por la habitación.

Era pequeña y sencilla. Los únicos muebles eran una cama, una silla y un escritorio. A parte de eso había numerosas estanterías amuradas a las paredes, y cada una estaba tan repleta de libros que parecían a punto de caer. Había también muchos papeles colgando de los muros. Neji vio en ellos dibujos desprolijos de criaturas que no conocía. Le resultaron tan extrañas que se preguntó si se trataba de seres reales o si sólo eran inventados. Al acercarse al escritorio vio que había allí muchos más bocetos acompañados por anotaciones. Sintió curiosidad, pero no quería ser irrespetuoso y leer cosas sin permiso. Se sentó en la única silla y esperó. Tenten y Lee se sentaron en la cama y aguardaron también.

Pasaron largos minutos. La conservación de abajo parecía intensa. Había algunas voces muy acaloradas, y otras que se esforzaban por mantener la calma. La de Shikaku era una de ellas. El muchacho (cuyo nombre ahora sabían que era Shikamaru) permaneció todo el tiempo junto a la puerta. Por fin las personas que habían entrado comenzaron a retirarse. Los últimos pasos que escucharon fueron los del hombre y su esposa subiendo las escaleras. El chico se alejó de la puerta, y esta se abrió poco después.

Shikaku entró en la habitación, pero su esposa permaneció en el umbral. "La situación es grave. Se acerca un grupo enorme de criaturas por el este. Juzgando por el olor que arrastra el viento, los vigías están convencidos de que se trata de orcos. Sólo la magia oscura de Orochimaru puede controlarlos, así que él no está lejos". Miró a Neji y sus amigos con rostro preocupado. "Parece que estos chicos decían la verdad".

"¿Qué vamos a hacer?", preguntó Shikamaru a su padre.

"Pelearemos. Debemos defender lo que tanto nos costó construir. El pueblo comenzará a prepararse para responder al ataque. Estimamos que estarán aquí en menos de tres días, así que no hay tiempo que perder. En cuanto a ti", dijo observando a Neji. "Debes marcharte. Y con discreción. Si los humanos descubren que hemos recibido a un elfo en nuestro hogar nos acusarán de traición".

Tenten se puso de pie con timidez. "¿Nos indicará usted el camino a seguir, señor?".

Shikaku tardó un momento en responder. "Podría hacerlo, pero eso no será suficiente para llegar a salvo a Mildith. No conocen la zona ni saben como lidiar con las criaturas que pueblan las tierras bajas. Sería lo mismo que enviarlos a la muerte". Hizo silencio por unos segundos, reflexionando sobre la mejor manera de actuar. "Necesitan un guía o no podrán llegar muy lejos".

"Pero ningún humano estará dispuesto a ayudar a un elfo", dijo la mujer llamada Yoshino. "Y para eso deberíamos confesar que los hemos acogido en nuestra casa. Además no hay nadie que conozca la zona tan bien como para servirles de guía".

"Hay una persona que podría hacerlo", contestó el hombre, y dirigió su mirada hacia su hijo.

Los ojos del muchacho se agrandaron y en su rostro se dibujó una expresión de absoluta exaltación. Pero antes de que pudiera responder, su madre se acercó a él y lo rodeó con los brazos.

"¡¿Has perdido la razón?! No enviaré a mi hijo fuera de casa con un grupo de desconocidos, y menos durante el inicio de una guerra".

"Yoshino, escúchame…", intentó continuar Shikaku, pero la mujer lo interrumpió.

"¡No! Ni siquiera sabe pelear. No tiene idea de cómo manejar un arma, y es sólo un niño". Apretó con fuerza a su hijo entre sus brazos, haciéndolo reprimir un gemido de dolor.

Shikaku se acercó a su esposa y puso una mano sobre su hombro. La mujer se relajó brevemente, soltando al muchacho. "Ya no es un niño, tiene 17 años. Tal vez no sepa pelear, pero conoce mejor que nadie las tierras bajas. Incluso mejor que yo. Y sabe como… relacionarse, con las otras razas. Ningún humano tiene más posibilidades de atravesar el territorio de los gigantes y de los licántropos que él. Nosotros lo sabemos mejor que nadie, porque es nuestro hijo. Además, de entre todas las personas de este pueblo, es nuestro mejor explorador".

Al oír estas palabras el pecho de Shikamaru se hinchó con orgullo. Sonrió a su madre con seguridad. "No te preocupes, mamá. Conozco perfectamente el camino".

Yoshino fruncía el ceño y negaba una y otra vez con la cabeza. "Ya sé que lo conoces, pero eso no es suficiente. No todas las criaturas que encuentres querrán ser tus amigos, Shikamaru. No puedo dejar que arriesgues tu vida por unos extraños".

"No son extraños", aclaró Shikaku, y señaló a Neji. "Este niño es hijo de Hizashi. Debemos ayudarlo. Fue gracias a él que no perecimos durante la guerra con Madara. Lo menos que podemos hacer es ayudar a su familia a ponerse a salvo".

La mujer observó al joven elfo. Parecía comprender las palabras de su esposo, pero aún así temía por la seguridad de su propio hijo. Neji vio como sus ojos se llenaban de lágrimas. "Pero un viaje así tardará mucho tiempo. No podremos saber si algo malo le ha pasado. ¿Y si las hordas de Orochimaru lo alcanzan antes de llegar a Mildith?".

"Eso ocurrirá si perdemos más tiempo", aseguró Shikaku. "Nosotros nos encargaremos de retener a los orcos, con la ayuda de todos los pueblos humanos. Debemos ganar tiempo para que puedan llegar a Mildith. Una vez allí estarán seguros. Y eso no es todo. Llevará un mensaje".

Todos guardaron silencio y miraron al hombre por un momento. Neji vio que Shikamaru lo observaba con admiración, y como si ya supiera que iba a decir a continuación. "No tenemos oportunidad contra la magia de Orochimaru sumada a la de los elfos de Shinaime. Necesitamos magia para curar a los heridos y fortalecer nuestras armas y escudos, sino no podremos resistir. Los elfos de Mildith nos han ayudado antes, y creo que lo harán ahora. No sólo por nosotros, sino por Hizashi y todo en lo que él creía". Deslizó sus profundos ojos hasta su hijo. "Les explicarás la situación y les pedirás su auxilio. Si podemos retener a los orcos hasta que ellos lleguen quizás podamos vencer. Si logran avanzar, diezmarán todo a su paso como la última vez". Hizo una pausa para enfatizar la gravedad de los acontecimientos. Luego miró a Neji. "Si realmente eres el hijo de Hizashi, se que harás lo posible para lograr que los tuyos nos auxilien".

Yoshino seguía conteniendo las lágrimas, pero también había tomado dimensión de la situación. Cerró los ojos con fuerza. "No puedo creer que estoy considerando esta locura…".

Shikamaru rodeó a su madre con uno de sus brazos. "Estaré bien, mamá. Ya me he enfrentado a criaturas peligrosas y nunca sufrí ningún daño severo. Y aunque yo no sepa combatir, ellos sí. Tienen armas élficas y saben usarlas".

Eso pareció relajar un poco a la mujer. Miró a su hijo con firmeza. "Tienes que entender que esto no es otra de tus expediciones. Es una misión seria y debes tener mucho cuidado".

"Tres personas armadas serán suficientes para repeler a cualquier criatura", afirmó Tenten, más esperanzada ahora que contaban con un guía.

"Sobre eso...", comenzó Shikaku, y observó a los dos jóvenes humanos. "Imagino que ustedes dos son Guardianes del Paso, ¿verdad? Sé que tienen la tarea de proteger al elfo, pero serían de gran ayuda si se quedaran aquí. Tenemos pocos guerreros capacitados, y ustedes están entrenados en batalla. Correríamos con ventaja si pudiéramos contar con sus armas y sus habilidades. Para vencer debemos ser realistas: nuestros números son muy bajos. La población se redujo mucho en la guerra con Madara. Necesitamos a cada posible combatiente, especialmente a los que de verdad sepan luchar. Por otro lado, será más fácil que dos personas atraviesen las tierras bajas sin llamar la atención que si se trata de cuatro".

Lee y Tenten se miraron, y luego miraron a Neji. La idea de separarse no era agradable. Dejar a su compañero solo en compañía de un muchacho que no tenía idea alguna sobre batallas parecía muy arriesgado.

"Pero le prometimos a Hizashi que protegeríamos a Neji", explicó Tenten.

"La mejor forma de protegerlo es ayudarnos a demorar a las hordas de Orochimaru", contestó Shikaku. "Necesitamos toda la gente que sea posible reunir. Les daremos unos momentos para que lo piensen". Hizo un gesto con la mano a su hijo y su esposa y los tres se retiraron de la habitación.

Los tres amigos se miraron. Ni ellos querían separarse de Neji, ni Neji se sentía seguro de hacer un viaje tan largo junto a un desconocido. Aunque sabía que podía confiar en Shikaku por lo bien que su padre le había hablado de él, no tenía motivos para confiar en las habilidades de su hijo, quien parecía un poco extraño. Por último, no querían tener que separarse tan pronto luego de doce años de no estar juntos. Discutieron durante un rato sobre las dudas que la situación les planteaba, pero finalmente fue Lee quien dio el argumento final.

"La rebelión causada por Hiashi destruyó nuestro hogar. Nuestros padres nunca hubieran traicionado una decisión del Noble Patriarca, por lo que es muy probable que ya no estén con vida…". Dejó que la frase muriera en el aire, y la tristeza se propagó por la pequeña habitación. Tenten se estremeció. Lee se repuso poco después y apretó los puños con fuerza. "Esto no se trata sólo de proteger a Neji, sino de vengar a nuestros padres y a todos los humanos y elfos que fueron asesinados en Shinaime. Si podemos ayudar a derrotar al ejército de Hiashi, debemos hacerlo".

Neji pensó en su padre. Por primera vez desde que vio a tu tío sosteniendo su cercenada cabeza, una imagen diferente de él venía a su mente. La de su rostro noble y bondadoso predicando sobre la importancia de un mundo unido y de la vida en harmonía. Ese era el padre que quería recordar, y lucharía por sus ideales. La situación no era como hubieran deseado, pero nada de lo que había ocurrido en los últimos días lo era. Los otros dos se mostraron de acuerdo, aunque eso significaba separarse sin saber si volverían a verse. Neji temía por la vida de sus amigos. Si bien habían sido entrenados, nunca habían participado de una batalla real, pero sabía que su honor los obligaba a hacer su mejor esfuerzo. Salieron de la habitación para comunicarle su decisión a la familia que los había acogido.

"Entonces este es el plan", dijo Shikaku con voz firme. "Ustedes dos se quedarán a pelear, y mi hijo partirá con su amigo para llevarlo a Mildith". Se volvió hacia Shikamaru. "No conoces el camino más allá del pantano, así que necesitarás todos tus mapas y tus catálogos de esa zona".

El muchacho asintió con impaciencia. "Sé exactamente qué llevar, papá".

"Bien, bien. Yo te daré algunas armas, y tu madre preparará provisiones. No alcanzarán para todo el viaje, pero confío en que encontrarás la manera de conseguir comida cuando las reservas se terminen. Ahora ve a buscar todo lo que necesites para partir".

Shikamaru asintió con firmeza y volvió a entrar en su habitación. Salió poco después con un gran número de papeles plegados y algunos cuadernos que metió dentro de una mochila. Su madre le entregó varios paquetes con provisiones y las colocaron en una segunda mochila, la cual le fue dada a Neji para repartir el peso.

Luego los condujeron de vuelta al establo por el cual habían entrado. Shikamaru tomó unas enormes alforjas y las colocó sobre el caballo, para inmediatamente después comenzar a llenarlas de cosas. De forma incomprensible parecía más exaltado que preocupado por la peligrosa travesía que tenían delante. Mientras tanto Shikaku abrió el estuche de armas y comenzó a sacar todo tipo de espadas, lanzas y cuchillos. Le dio a su hijo una larga espada de hierro y un pequeño hacha. Luego se volteó hacia Neji, pero tenía la vista clavada en un objeto que llevaba en las manos. Era un cuchillo diminuto, con mango y fundas de un color blanco impoluto.

"Tu padre me dio este cuchillo hace doce años", dijo con la voz calma pero cargada de emociones. Según me dijo es de un material muy especial y valioso, diferente al oro élfico, y que el hecho de dármelo era una especie de símbolo de confianza entre nosotros. Le gustaba expresarse así, de formas muy poéticas". Levantó la vista y le tendió el objeto a Neji. "Creo que tu debes tenerlo ahora. Será como si una pequeña parte de él te acompañara en el viaje. Estoy seguro de que le hubiera encantado esa imagen".

Aún antes de tocarlo Neji ya sabía de qué material estaba hecho ese cuchillo. Era marfil élfico, otro elemento que solo los elfos podían moldear, pero que era muy escaso. Tanto que las únicas piezas que existían eran pequeñísimos detalles en algunas joyas, y Neji había visto muy pocos de ellos en su vida, entre los ornamentos del Noble Patriarca. No tenía idea de que su padre había poseído ese objeto. Que se lo hubiera regalado a un humano era desconcertante, pues era un elemento único. Que Shikaku se lo devolviera a su hijo era aún más sorprendente: cualquier otro humano lo hubiera codiciado por su valor monetario.

Neji lo tomó y lo aferró con fuerza entre sus dedos. Realmente era un símbolo de unión.

Los preparativos terminaron. Shikaku miró a su hijo y luego a los tres amigos. "Es hora. Debemos unirnos a las personas del pueblo para el contraataque, y ustedes tienen un largo camino por delante. Mientras antes se pongan en marcha será mejor".

Era el momento de despedirse. Neji miró a sus amigos. Sus rostros se llenaron de tristeza al llegar el momento de decir adiós, sobre todo pasado tan poco tiempo tras su reencuentro. Los tres se abrazaron con fuerza.

"Cuídate mucho", susurró Tenten conteniendo las lágrimas.

"También ustedes", contestó Neji, aferrando a sus amigos con cariño. "No bajen la guardia".

"Pelearemos con honor y los detendremos", le aseguró Lee.

A su lado Shikamaru y sus padres también se despedían, mientras Yoshino sollozaba incontrolablemente. Finalmente se separaron, listos para partir. El muchacho subió al caballo y le tendió una mano a Neji. Este la tomó y subió detrás. Miró a sus amigos una última vez.

Shikaku habló, tal vez sólo para dispersar la emotividad del momento. "Ustedes saldrán conmigo por la puerta del frente", dijo refiriéndose a Lee y Tenten. "Tendré que explicarle a los demás de dónde han salido y por qué tienen esas armas, pero pensaré en algo". Miró una vez más a su hijo. "Ustedes irán por detrás. Ya sabes el camino. Y antes que nada, busca a Chōza. Imagino qué es lo que te dirá, pero puedes intentarlo. Y mantente alerta".

Shikamaru asintió con firmeza, y Neji vio como apretaba las riendas. A pesar de su entusiasmo se tomaba la tarea muy en serio. Miró al frente y condujo al caballo hacia afuera por la pequeña puerta. Neji se ciñó la capucha con las manos para que el viento no se la echara hacia atrás. Una vez en el exterior tomaron el camino opuesto al que usaron al llegar a la casa, y poco después estuvieron fuera del pueblo, adentrándose en los campos. El caballo comenzó a cabalgar, dando inicio al largo viaje.


Capítulo dos! ¡Empiezan a suceder cosas!

Espero que les guste esta nueva entrega y que tengan ganas de leer más.

¡Gracias por sumarse a esta historia!