I.
Era una pesadilla.
Hasta ese momento, su labor había sido solitaria y pacífica. Nacido bajo la estrella del Caballo Marino, sus sueños lo llevaron a Poseidón durante su juventud. El dios de los mares era tan poderoso que, aún dormido, lo había convocado.
Había despertado como uno de sus Siete Generales Marina, custodio del Pilar del Pacífico Norte. Y dejó todo detrás: su tierra, su familia, sus seres queridos... su vida, para servir a su único propósito. No dio explicaciones, ni hizo despedidas; Marcellus pareció suicidarse bajo las olas del océano que lo abrazó. No supo más del mundo de la superficie, o si alguien lo lloró alguna vez. Nada de eso importaba. Ahora servía a un propósito ulterior.
Por eso aquellas presencias lo perturbaron enormemente.
El Templo había sido sumido en un silencio que estaba alcanzando los mil años, tras la última guerra contra Atenea. Ideado con la astucia de la diosa de la sabiduría, forjó las Cloths, inspiradas en las Scales que él mismo le había enseñado, y lo encerró en el Ánfora de las Aguas Eternas.
"Hipocampo, abre los ojos" la voz de Poseidón fue indiscutible ". Mi hermano está aquí."
Marcellus salió de aquel lugar donde dormía, y su armadura vibró.
"Mi señor, ¿Cómo ha llegado hasta aquí?"
"No es él" le cortó la deidad ". Son sus esbirros. Fueron enviados desde el Inframundo. Hades cambió la estrategia para enfrentarse a Atenea, y está buscando la manera de tenerme a su lado..."
"Usted me dijo que necesita un cuerpo, y que falta para eso."
"Hades no es alguien que se moleste en esos detalles. Es silencioso, pero no menos activo que nosotros."
El ruido del mar arriba llenó el ambiente.
"Están acercándose" frunció el ceño ". Son como yo"
"Son peores que tú. Están muertos" sentenció el dios ". Debes detenerlos, General. Llamaré a los que ya habitan los otros océanos, mas no llegarán a ayudarte."
"Maldición..." Marcellus pensó en voz alta. No le faltaba propósito; pero jamás había tenido la oportunidad de pelear.
"Conéctate con tus mares y la Scale hará el resto. Las Nereidas intentarán hacer una primera barrera, pero no serán muy efectivas para neutralizarlos a todos. La cosmoenergía te dirá cómo pelear."
"¡Señor...!"
"No me cuestiones, Marcellus." Y la voz se apagó, dejándolo sólo.
Demasiado sólo.
En un suspiro de preocupación, Caballo Marino vibró en lo que parecía coordinar con las ondas marinas invisibles. Su brillo intenso la hizo ver como nueva y se partió un mil pedazos, para encenderse con una energía cobriza que sincronizó con el cuerpo del joven.
Sin ver, Marcellus cerró los ojos y estiró los brazos hacia los costados. Pieza por pieza, la Scale se fue encastrando en todo el cuerpo, adaptándose perfectamente a la silueta de su amo, como si fuera un pañuelo de seda.
Y es que aquel era uno de los tantos secretos de esas protecciones: el alma sintonizaba con la materia y se volvían un sólo ser. Por eso, Poseidón detestaba la naturaleza de los Espectros y lo que parecía una burda imitación a su idea: los Sapuris; que a través de almas forjadas a la fuerza, se ataban a esas energías. Y en los rangos superiores eran una blasfemia aún peor; ya que vivos, renunciaban a su alma para portar aquellas monstruosidades.
Todo eso fue algo que Marcellus no supo hasta el momento en que Caballo Marino cubrió su cuerpo; información que lo preparó para lo que estaba por venir.
II.
Fue apenas que terminó de colocarse el casco que vió los corales despedazarse. Sus colores vibrantes murieron al paso de los invasores, convirtiéndolo todo en una nube negra, tras un horizonte perdido.
El hedor pronto se hizo notar. Cuatro figuras envueltas en mantos negros comenzaron a tomar forma, entre risotadas desarmadas.
"Ah, ¿es por aquí?"
"Ahí delante está el pilar"
"¡Rápido!"
Y el cuarto espectro no pudo hablar, ya que un torbellino lo empujó hacia arriba.
"Vaya, así que es cierto que había uno por aquí" susurró uno ". Pensar que esta misión sería aburrida, yendo a buscar una jarra vieja."
Los tres soldados restantes se separaron de un salto, posicionándose en las escaleras.
"Están en los territorios del dios de los mares. No tienen permitido pisar el templo sagrado." la voz se hizo eco en todos lados hasta que el General tomó forma, majestuoso bajo su capa.
"¿Así que eres uno de esos niños del viejo marino?" otro sonrió ". Es verdad, entonces despiertan en turnos."
"Soy Marcellus del Caballo Marino, General del Pacífico Norte. Y su camino termina ahora."
"¿Camino?" el primero dio un paso al frente ". Te llevaremos muy pronto a dormir con él."
Hipocampo cerró los ojos, confiando en las palabras de su señor. Y como si la Scale tuviera voluntad propia, le ayudó a coordinar sus brazos y sus piernas, a ser veloz y encestar golpes precisos. Aquellos eran solamente débiles sombras que apenas tenían forma. Tenían fuerza, sin duda, pero no podían tocarlo.
Y los ojos del joven estudiaron con rapidez los ataques del grupo invasor hasta que, finalmente, los barrió a todos contra las columnas y el suelo.
"¿Qué les dije antes de jugar con la comida?"
Aquella voz zumbó en su cosmo. Era siniestra y oscura, cargada de malicia.
Le erizó los pelos de la nuca y le hizo rechinar los dientes. Ese poder era absolutamente diferente. El aire se hizo denso; aquella cosmoenergía tenía una dimensión propia y estaba rodeando a Hipocampo, buscando entorpecer sus movimientos. Como si fuera una gran gelatina que estuviera encerrándolo.
"No tenemos tiempo que perder. Nuestro amo precisa resultados inmediatos. Dejen de hacer estupideces y mátenlo."
Una mano con un Sapuri violeta apareció, haciendo un movimiento hacia arriba. Los cuerpos atravesados de los soldados se pusieron de pie, sin voluntad, con los ojos vidriosos y gimientes. Marcellus se puso en guardia, menos confiado.
"¡¿Quién eres?!"
"La Estrella Celeste del Espíritu, Byaku de Necromancer, se presenta ante el General Marina para pisar su cabeza, y llevarse el Ánfora de Poseidón" caminó unos pasos acomodando su cabello rubio y largo, enfocándolo con ojos sin fondo ". No te resistas y te llevaré con mi amo de forma rápida. No tengo tiempo."
"¿Crees que me asustas?" Hipocampo levantó ambos brazos, encendiendo su cosmoenergía "Son ustedes los que volverán ahora mismo."
"Jeje, me encantará verte intentarlo, muchacho" la sonrisa se amplió y junto dos dedos de su mano izquierda, apuntando hacia arriba. "Paradise Lost!"
Marcellus vio como aquellos soldados comenzaron a retorcerse en el lugar, como marionetas bajo hilos invisibles; piernas y brazos se quebraron y giraron, así como las cabezas. Dos perdieron su forma humana, deshaciéndose hasta quedar sólo el cráneo y algunos huesos. El resto tuvo manos y pies como garras quitinosas, deformando los cuerpos en tiempo real.
"¡¿Qué demonios?!"
Byaku sonrió con malicia; los sentidos humanos del General estaban siendo puestos a prueba, con el terror que se presentaba delante de él.
"¿Acaso jamás estuviste en una pelea, muchacho?" Necromancer encendió su cosmos oscuro, reflejado el púrpura en sus ojos "Te dije que te daría una muerte rápida, pero eres necio como todos los vivos..."
Los dedos apuntaron hacia el Marina y las criaturas chillaron, atacándolo con rapidez.
"¡Soplo divino!"
Marcellus cerró los brazos frente a su cuerpo, y una onda expansiva arrojó hacia atrás. Sin embargo, sus enemigos parecían ignorar el daño físico que recibían: aunque los volvía a arrojar, los esbirros volvían a saltar sobre él, una y otra vez.
"¿Vas a estar todo el día así?" se burló Byaku, encendiendo su cosmos "Podemos esperar. No nos agotaremos."
"... ¿Q-qué les hiciste?"
"Tengo la bendición de mi señor Minos, gran manipulador de almas; y del mismísimo dios Hades, que controla a los muertos" frunció el ceño "¿Acaso creíste que solamente iba a mandar a la basura a buscar algo tan importante?"
Hipocampo unió más los dientes, porque sabía que la barrera que lo separaba de los ataques no podía ser eterna.
"Maldición... tengo que hacer algo..." miró a los costados, porque los golpes parecían infinitos. La risa burlona del Espectro más poderoso lo determinó.
Debía sacarlos de allí antes de que terminaran de agotarlo.
"Vamos, General... me aburres." Byaku lo provocó, divertido con el viento que soplaba sin moverlo del suelo. "Déjame pasar."
"¡Jamás!"
Marcellus separó los brazos hacia arriba, elevando solamente una de sus manos en forma vertical. En ese movimiento, la barra de viento se cortó y los soldados oscuros pudieron abalanzarse contra él, golpeándolo, cortándolo y hasta mordiéndolo. Su grito de dolor fue el mismo que el de su poder.
"¡Aghhh! ¡Olas ascendentes!"
Como si hubiera más agua bajo el suelo que pisaba, el cielo se oscureció y una presión levantó todo lo que no estaba adherido bajo sus pies. Así, escombros, peces, corales y todo en el radio de varios kilómetros pereció ante la succión ascendente.
Los cuatro Espectros no solamente fueron eyectados lejos del cuerpo del General, sino que se desintegraron por la corriente, una inefable cuchilla que desgarró todo lo físico. Marcellus sintió el dolor de su cuerpo aumentar, pero suspiró triunfante al ver cómo las criaturas se despegaban de él con éxito.
Mas, cuando bajó la mirada, Necromancer estaba aún frente a él, sonriendo entre las corrientes.
"¡No es posible!"
"Lindo truco. Es una pena que no funcione con guerreros con poder real" levantó la otra mano "Spirit's lament!"
Y no supo cómo, o a qué velocidad, pero no pudo bajar los brazos a tiempo para cubrirse. Los dedos le atravesaron el pecho, rompiendo la Scale del torso, sin siquiera darle tiempo a exclamar nada.
"Servirás más como alimento del Estigia, Hipocampo. Eres demasiado débil para proteger nada."
Retiró los dedos del pecho y con él, parecía haber arrancado algo del cuerpo del joven. No era su corazón, o su alma; sino un brillo que tomó forma de esfera entre sus dedos.
Era la vida propia de su armadura.
"N-no puede ser..."
Su poder, su cosmos y sus ojos se apagaron, entre la vida y la muerte. La armadura se opacó hasta el punto de perder brillo, y fue una piedra pesada sobre su cuerpo herido, que lo hizo caer de rodillas. Byaku dio unos pasos con alma, cuando las corrientes de presión desaparecieron, y se acomodó el cabello con una mano; en tanto con la otra arrancó el casco de Marcellus y jaló de su cabello, elevándose el rostro.
"Eres valiente. Pero el valor no es suficiente" susurró, relamiéndose ". Sé que tengo el camino libre, pero soy hijo de mi propio pecado, ¿sabes?" le jaló más el cabello, haciéndolo gemir del dolor ". Hace mucho tiempo que no tenía un alma como la tuya para probar..."
"... Maldito... " el rubio se acercó al rostro.
"Tu y yo nos vamos a divertir mucho, Marcellus."
Hipocampo cerró un ojo, respirando con dificultad. Pero de repente, sonrió.
"Devuélveme eso."
"¿Q-...?"
La mano del Caballo Marino avanzó en forma de lanza, sostenida por el codo por la otra mano, atravesando el cuerpo del Espectro. La Scale dio un fuerte brillo en el momento en que recuperó su propia vitalidad, permitiéndole al General ponerse de pie, para terminar de atravesarlo. Necromancer grito de furia y se alejó, contemplando el agujero que lo atravesaba, sin creerselo.
"¡DEMONIOS!"
"No podré matarte del todo esta vez, pero ya no puedes evitar que vean tu derrota" Marcellus se limpió la sangre de la boca. "Aquí no puedes regenerarte, el mundo de los vivos te hace daño si estás mucho tiempo. Por eso te hice esperar" el joven sonrió ". Cuando dijiste que podías atacarme eternamente, me di cuenta de tu prisa."
"... "
Byaku se tomó el pecho, enfurecido.
"Jeje, eres un peón astuto. No tendrás suerte la próxima vez..."
Un portal se abrió detrás del Espectro, que se sostenía cada vez con más dificultad. Retrocedió sin dejar de ver, hasta que la oscuridad lo llevó a otra dimensión.
Cuando Caballo Marino supo que toda aquella presencia tenebrosa había desaparecido, el cosmos de su armadura se apagó y apenas sonriendo cayó de bruces al suelo, inconciente.
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