Un viejo amigo
Miroku:
Algo que siempre me ha gustado recalcar; Es que uno de mis momentos favoritos del día, es aquel en donde se recibe a la mañana.
Para mí, no existe nada más gratificante que supere la deliciosa sensación de poder respirar el aire húmedo y denso que asciende hacia las altas temperaturas. El instante mismo, de cuando las aves despiertan el entorno en donde unos pocos están despiertos, mientras que el resto aún permanece dormido. Y yo, querida gente, soy del tipo de persona que madruga con el único objetivo de disfrutar de los primeros rayos que bañan a la ciudad en aparente calma. Me encanta observar a detalle cada manifestación del medio ambiente cuando un nuevo día da comienzo. Todo lo que la naturaleza le ofrece al mundo desde el alba, a pesar de que su visión sea algo nula aquí en la capital. Por suerte, poseo algunas plantas como fieles compañeras de este hermoso suceso, y entre ellas un pequeño bonsai; que simboliza el árbol diminuto que llena mi hogar con su energía. La que penetra en mi ser cuando alcanzo la plenitud. Emanando aquel aroma tan limpio, digno de ser embotellado como una buena fragancia.
Esto, es algo más que un simple sentimiento propio. Un gusto personal que deja como trasfondo, pensamientos y emociones para reflexionar; Por ejemplo, ¿Nunca han oído aquella frase que dice, que "el desayuno es la comida más importante del día"?
Por alguna razón confío en aquella metáfora. No solo porque considere el renacimiento del sol como mi gran instante preciado. De hecho, confío en que aquella frase habla mucho de la manera en la que debemos iniciar el nuevo ciclo en donde el planeta gira en torno a su propio eje. Siento que es importante prestarle atención a la manera en la que nos levantamos, y decidir así, si queremos iniciar con el pie izquierdo o el derecho. Muchas personas asocian la frase con el desayuno en sí. No sé a ciencia cierta quién fue el primero en pronunciarla, o si se refería a que la comida mañanera era el sustento necesario para soportar la jornada con eficacia. Me inclino más por verlo de un modo filosófico. He conocido personas maravillosas que no estropean sus prioridades diurnas, cuando olvidan desayunar o comen algo ligero, hasta aguardar al almuerzo. Creo que con "desayuno" se refiere a lo primero que ingerimos al despertar. Esa primera emoción que se siente, o la acción de define nuestro camino a lo largo del trascurso. Supongo que si es así; Mis desayunos siempre serán frescos y trascendentes. Cada bocado de lo que absorbo me da la fuerza suficiente de lo que quiero imponer y proyectar.
Para mi entender, nunca me he considerado una persona demasiado estricta o exigente. Soy alguien que puede vivir satisfecho con solo lo imprescindible. Me gusta sentirme en equilibrio con el mundo siendo otro ser más que lo conforma. Valorar y agradecer cada instante como un momento único, ya que nadie sabe con certeza si este podría ser su último día como alma terrestre.
Esta manera de pensar la tengo inculcada desde muy chiquito. Algo que surgió dentro de mí como una especie de fortaleza. Y aunque no lo parezca, provengo de cierta estirpe que ha fomentado a esos conceptos; Siendo heredero y décima generación de una familia suprema y religiosa. Personas que han entregado su vida como fieles servidores de Buda. Dios japonés que nos ha acompañado a lo largo de nuestros caminos. Se nos reconoce como los Houshi, que si bien no somos exactamente "monjes", nuestros antepasados trascienden de ello. Cada miembro masculino de mi familia fue educado para pertenecer a la hermandad dentro del condado religioso y pacífico de Tokio. Aquel que mi familia lidera por encima de los demás clanes que pertenecen a la misma índole. Mi abuelo en su momento correspondió a la hermandad liderando a la pequeña ciudad dentro de la gran ciudad. Un pequeño territorio de nombre Ōruinwan No Ketsugō, que significa "la unión de todos en uno" como varias familias que compartían la misma fé. Yo también tuve que cumplir con el mismo roll al ser el próximo descendiente, después de que mi padre se retiró para darle prioridad al mundo empresarial. Gracias a eso, fuí criado por mi abuelo y mi tío Mushin, ambos jubilados de la hermandad, a pesar de que aún se relacionaban con ella incluso hasta después de su retiro. Me enseñaron con el fin de mantener la tradición de la familia. Y aunque le guardo respeto a mis raíces, debo de confesar que mi espíritu no es tan apegado a estas de una manera demasiado tradicional. Digamos que soy un servidor moderno, por decirlo de alguna forma.
Puedo sentirme orgulloso de haber tenido una buena crianza en una estancia tan placentera. Toda la hermandad, tanto la comunidad de Tokio, como las otras que residen en otras regiones del país, le deben mucho a mi familia. Ōruinwan No Ketsugō es como el Vaticano si lo comparamos con algo similar. Claro, con menos restricciones a su acceso y demás misterios que este le oculta al mundo. Abarca grandes territorios que quedan fuera del alcance del gobierno y son propios de mi familia. Por lo tanto, somos algo completamente independiente de los negocios internacionales, o con fines políticos. Nuestros intereses son de un índole más espiritual. No vendemos la fé, sino, tratamos de expandirla para que en medio de alguna desesperación al menos haya algo a lo que aferrarse.
No obstante a eso; Mi padre en su momento también trabajaba para los Taisho. Siendo uno de los inversionistas más influyentes en su empresa. Aquella que se dedicaba a la extracción de minerales y su distribución por todo el mundo, además de especializarse en otros ámbitos de la economía y el comercio a escala mundial. De hecho, el director general de ello, y dueño de otras empresas menores y circundantes, el señor Inu No Taisho, mantuvo una muy buena relación con mi familia. Sobretodo con mi padre, ya que eran grandes amigos incluso desde la universidad.
Es por eso, que mi abuelo y mi tío cuidaron de mí en el gran santuario familiar. Me hacían rezarle a Buda todos los días para pedirle bendiciones a todas aquellas familias honradas y humildes; Porque puede que mi familia sea de un estatus bastante alto, pero no por eso dejamos de lado nuestra humanidad. Somos tan iguales a todas las demás personas. O al menos yo pienso así.
Tal vez suene pacifista, pues en verdad lo soy. Tras la muerte de mi abuelo, y posteriormente la de mi padre en el accidente; he valorado cada minuto en que estoy postrado en este mundo. Era muy joven cuando sucedió, y siento que no convivimos mucho más de lo necesario. Fue algo muy lamentable para mi suerte. No sólo significaban personas importantes en mi vida, sino también, los únicos miembros familiares que tenía además de mi tío. Quién se encargó de mí hasta que cumplí con la mayoría de edad. Mushin nunca fue del tipo de gente que te limita a hacer nada. Debo reconocer que el viejo siempre fue un hombre que me consentía y que apelaba de mi lado, incluso si tuviese que pasar por encima de mis fallecidos parientes. Su actitud relajada fue algo que también aprendí a adoptar con el paso del tiempo. Y al graduarme de la preparatoria, cuando quise empezar a buscar mi propia independencia, este me regaló un lujoso apartamento en el centro de Tokio para quedar mucho más cerca de la Universidad, y culminar con mis estudios de arquitectura e informática; Lo que es irónico, porque cuando finalmente me gradúe, decidí ejercer como fotógrafo simplemente porque se me dio la gran oportunidad de desarrollar lo que verdaderamente me gusta hacer. Seis años de puro estudio para ser malgastados de la noche a la mañana. No obstante, nunca me arrepentí. Sé usar una cámara desde que tuve la primera a los diez años, y decidí estudiar edición como pasatiempo. Entonces nació mi inspiración por la fotografía. Por retratar todo paisaje o rostro con solamente el lente de una cámara.
A partir de ahí, fuí expandiendo mi hobbie hasta convertirlo en mi trabajo. Por ello, tengo numerables reconocimientos en todo el país, donde obviamente los Taisho influyeron en mi carrera. Al principio estaba necesitando de un pequeño empujón, y precisamente, fue por culpa del mismo InuYasha por la que al final empecé a dedicarme a esto. Cierta vez el muy imbécil encontró mi ordenador, y ahí descubrió algunas imágenes que me encontraba editando. Aclaro que mi afición nunca lo consideré un secreto, pero soy del tipo de persona que le gusta mantenerlo todo en la privacidad, y para su propio disfrute. Cosa que a mi amigo ojidorado no le interesó en lo absoluto. Solo evaluó mi arte con ojo crítico, y sin decirme nada, se apareció al día siguiente con una cámara profesional comenzando a llenar mi calendario con otros eventos y proyectos. Esto es una de las pocas cosas que siempre me han gustado de mi amigo; La verdad, siempre ha sido un bruto y las palabras no son lo de él. Pero cuando se trata de acciones, te podría hasta sorprender todo lo que puede llegar a hacer por otra persona, incluso sin su consentimiento. Cada que puedo le agradezco todo su apoyo (Aunque termine echándome maldiciones, alegando que parezco una jodida señorita). Y no sólo eso, también fui visto junto a él en fiestas de su familia, o en algún aniversario de su empresa. Algo, que también fue muy influyente en mi carrera.
De todas formas, casi siempre me marchaba a mitad de las veladas en dichas fiestas. Solía terminar en algún bar con mi amigo, para darnos unos buenos tragos de después de la media noche.
Al rededor de las diez de la mañana, tomo una ducha caliente y me visto formal. Tengo una importante entrevista con los Yaeda. Una gran familia poderosa en este mundillo. Se especializan en el diseño, y controlan un sinnúmero de tiendas y mini empresas de productos de cosmética, o productos para el cabello o la piel. Su marca es una de las más reconocidas a escala mundial. Su apellido es dueño de numerosas compañías y tiendas de ropa, además de ser una gran competencia para las otras marcas dentro del ranking de mercado. Es por eso, que el gerente principal de ello, el señor Onigumo Yaeda, tiene pensado en promocionar más su línea trabajando en un nuevo proyecto en donde obviamente quieren contratarme.
Muy pocas veces he visto el lado empresarial de tal negocio, aunque si he podido comprobar que es bastante activo. Su servicio de marketing es gigantesco. Aunque lo que quieren de mí se trata de algo un poco personal. Los Yaeda tienen la costumbre de ser muy íntimos en todo, por eso me contrataron como el fotógrafo que dirija a toda la parte promotora de su escolta de modelos que participarán. Entre ellos, la hija de este; Kikyo Yaeda, y mujer de mi mejor amigo.
La verdad, me interesa bastante el trabajo. Sería una muy buena experiencia ser parte de una campaña de promoción de ese rango. Por lo que supongo, que mi debut será bastante arduo pero al final merecerá la pena. Después de todo, estoy haciendo algo que me gusta, rompiendo con las fotografías de paisajes, animales, o personas, que normalmente suelo retratar. Salgo de lo trivial, y de mi zona de confort; Cosa que me resulta bastante emocionante. Esta vez, tendré mi propio estudio, y pondrán a mi disposición todo el equipo necesario para mejorar la calidad de las imágenes. Ojalá y todo salga como espero. Podría ser reconocido a escala mundial, puesto que el dinero del trabajo sinceramente no me importa tanto como el crédito que podría conseguir de ello. Y ese apellido, por lo que se conoce, tiene la costumbre de ser muy correcto en cuanto a temas de trabajo.
"¿Miroku, hiciste lo que te pedí?" —Caigo en la tentación de leer el reciente mensaje de mi amigo. Frunzo el ceño con su orden. Aveces creo que se piensa que soy uno más de sus empleados. Al menos podía darme los buenos días ¿No?. Me pregunto cuando diablos va a cambiar esa actitud tan primitiva que tiene con todos, inclusive conmigo. Suspiro «No tiene remedio».
"Estoy en eso. Ya le mandé mensaje a la doctora Yorukichi. Solo hace falta que me responda. Probablemente llegue junto conmigo a Akamura, o tal vez se adelante. Así que no me presiones. Es muy temprano para estar aguantando tus caprichitos de nenaza" —Me llevo a los labios una pequeña taza de café, esbozando una sonrisa ante mi propia contestación. Disfruto del amargo sabor de la energética bebida caliente y humeante. Dándole otro sorbo, mientras hago a un lado el móvil para leer las noticias del periódico mañanero.
Ni siquiera termino de leer el titular cuando su respuesta me llega al instante.
"Mueve el culo. Estoy apurado." —Volteo la mirada con ofuscación «¿Y ahora que mosca le picó a este?». Ha ignorado medio mensaje como si nada. Estoy un poco ansioso por esa recién actitud que comenzó a tener. Hace unos días que me está jodiendo con encontrar a la científica, y algo me dice que esa insistencia no solo abarca su necesidad por su trabajo.
No quiero adelantarme a los hechos, pero me parece saber que trama puesto que lo conozco como la palma de mi mano. Y desde que se encontró con Kagome, ese maldito mal humor no se le ha pasado. No saben cuánto compadezco a todos aquellos que trabajan para él. Como gran hijo de puta se debe estar desquitando toda su rabia con ellos. Aunque lo entiendo, su cabeza debe estar hecha todo un lío, dado los acontecimientos del fin de semana pasado. Sobretodo porque aquella historia no terminó para nada bien. Todo ocurrió hace mucho, pero sé que ese imbecil no ha olvidado ni un solo momento o detalle de ella, a pesar de haberse comportado como un maldito de lo peor. Verla tuvo que haberle impactado, y más, al enterarse sobre el estado de su vida, y la existencia de una hija que para nada se esperaba.
«Su hija» Tal vez si algún día lo descubre, ese sea el fin de nuestra amistad. Estoy encubriendo algo que probablemente sea hasta penalizado por la ley. No obstante no hago esto por mí, o por alguna razón egoísta. Tampoco es un castigo que le quiero imponer aunque se lo merezca; Lamentablemente, hay otras personas que también sufrirían sus consecuencias, además, desearle el mal a la gente no es algo propio de mí. Son las decisiones de otra persona las que estoy respetando. No quiero traicionar a InuYasha, pero tampoco quiero meterme más y hacer cosas que no me corresponden hacer. Sino, a ella; A Kagome.
La pobre ha sufrido mucho cada una de las consecuencias de los actos de mi amigo. Quién se burlaba y se acostaba con otras, aún a conciencia de ella. Pero eso es lo de menos si lo comparamos con todo el peso del error que también recayó sobre sus hombros. Aquella razón tan primordial por la que había decidido marcharse. Solo se fue de Tokio sin dejar pistas o mensajes. Tampoco era como que tuviese el apoyo de nadie. Su familia la había desterrado de su clan en el Ōruinwan No Ketsugō, contando con su pequeño poder como para hacerle pasar por esa gran humillación. Igualmente, InuYasha no fue capaz de encontrarla cuando tuvo la poca vergüenza de volver a recurrir a ella; Y si soy sincero, me alegra bastante que jamás la hubiese encontrado. Por mi parte, quise ser más inteligente que él, al no pensar con la cabeza caliente. Digamos que eso fue más personal de mi parte, ya que nunca le dije que me había dedicado a encontrar a la chica. Y cuatro años después, cuando su ansía se había disipado, explotó con su familia y se marchó a Europa con la garantía de que nunca más iba a regresar. Es irónico, de cierto modo.
Al poco tiempo de su partida, yo también comenzaba a rendirme en mi propia búsqueda. Tal vez me estaba entrometiendo demasiado, puesto que si la encontraba, obviamente no se lo iba a hacer saber a InuYasha para que no embarrara más la vida de esa muchacha. Para ser sincero sentía mucha pena por ella. Tenía curiosidad por el rumbo de su vida. Quería ayudarla, porque tenía la sospecha de que el apoyo de alguien más era lo que necesitaba. Entonces me acordé del abandono de su propia familia, quienes habían emigrado a Tokio muchos años atrás. Ahí me surgió la duda sobre el origen de los Higurashi. Los investigué a fondo, e incluso Mushin me comentó de que ese apellido tenía un gran valor trascendental. Poseedor de un patrimonio único y legendario, en un lugar alejado donde provenían las verdaderas raíces de su familia. Una pequeña ciudad dentro de las altas montañas en la provincia de Akamura; El verdadero templo que rige la fuerza que los trajo hasta Tokio, y que dejaron en completo abandono.
Tuve una pequeña corazonada con ello. Pensé en la posibilidad de que ella podría estar allá. Por eso fui a comprobarlo por mí mismo. Tomé el primer tren que, aunque no iba directamente ahí, me sirvió de puente para encontrar otras rutas que me llevarían hacia Akamura. El viaje fue de dos días enteros por mi propio desconocimiento del lugar, y tuve que hospedarme en varios poblados circundantes. Finalmente, había dado con un poblado pequeño y apartado; Rodeado por árboles y un extenso lago. Mi objetivo se encontraba en la cima de una de esas montañas, subiendo por una empinada carretera que también servía como mirador de todo el paisaje. Ahí mis ojos quedaron maravillados por lo hermoso de ese sitio. Objetivo del lente de mi cámara por varios instantes. Caminé por el bosque varios minutos hasta quedar bajo la larga escalinata de ochenta escalones; Coronada por un viejo arco de madera, lleno de lianas, y con un viejo cartel que tenía inscrito el apellido de los Higurashi. Por momentos tuve la sensación de estar entrando en un lugar mágico y sagrado. Que el aire puro que se respiraba limpiaba toda alma de maldad.
Gran Buda. Protege mis caminos. Guíame siempre para encontrar la sabiduría —Recé bajo la escultura en piedra de mi Dios; Avejentada, agrietada, y llena de enredaderas y hojas de Arce a su alrededor. Sin pensarlo me había inclinado ante ella. Porque a pesar de su aparente soledad, no quería parecer un intruso y debía demostrar mis respetos ante este santuario.
—¿Estás perdido, muchacho? —Alguien habló tras de mí, y me volteé para encontrarme con la vieja figura de un señor que parecía custodiar el lugar. Un anciano que cargaba con un rastrillo y un saco de hojas secas.
—Disculpe señor, pero no busco interrumpir su tranquilidad. He llegado desde lejos porque ando en busca de una joven desaparecida. Y tengo la sospecha de que podría encontrarla aquí, ya que su apellido es el dueño de este templo. —Hablo sin tapujos desde el primer momento. Aquel hombre me miró de manera extraña al decir aquello. Parecía tenerme cierta desconfianza.Y no lo culpo. Podría ser un hombre con malas intenciones para él.
—Lamento informarle... que lo único que encontrará por aquí es a un viejo anciano. —Su respuesta fue severa. Casi fingida; Como si buscara despacharme sin parecer descortés. Me dio la espalda después de eso, rastrillando algunas de las hojas caídas por el camino de piedra que nos conducía hasta su templo.
Una imagen pasajera se me cruzó por la mente cuando pude observarlo mejor. Tenía un profuso recuerdo de su persona en mi cabeza; Claro, con muchas menos arrugas, puesto que fue en un amarillento retrato de hace como unos veinte años aproximadamente.
—Usted debe ser el viejo Kaido-sama. —Inquirí, yaunque no obtuve una respuesta de su parte; Estaba casi completamente convencido de que no me equivocaba—Si es así, debió de conocer a mi abuelo, el maestro Miatsu. —El anciano se detuvo al escuchar el nombre de mi pariente. Se giró levemente, observándome con el ceño fruncido como si intentara comprobar mi identidad—Soy Miroku del clan Houshi. Próximo heredero, y líder de la hermandad en el Ōruinwan No Ketsugō. —Hice una pequeña reverencia—Es un gran placer para mí, estar en el corazón del surgimiento de los Higurashi.
Esta vez, el anciano pareció meditar mi posición. Entrecerraba ambos ojos para analizarme con más cuidado. Yo juraba mantenerme firme en todo momento. Sin flajear. Quería transmitir seguridad, para que el viejo Higurashi me de su brazo a torcer.
—Debe saber que su heredera mayor, Kagome, fue desterrada de su clan. Necesito encontrarla para brindarle todo el apoyo que necesite. —Aveces la sinceridad es una buena opción. Y este era un claro ejemplo de eso.
Hubo un corto silencio entre los dos. El anciano parecía mantenerse en un intenso debate consigo mismo, pero sin bajarme la mirada en ningún momento. Es como si intentara traspasar el azul de mi iris, para buscar algún apice de maldad detrás de la cara de monje que suelo reflejar.
—Chico... ¿Qué relación tienes con mi nieta? —Preguntó al fin. Lo que me daba la certeza de que este viejo cascarrabias sabía más de lo que decía.
—Solo soy un amigo de Tokio. Hace cuatro años que ando en su búsqueda, y desde un tiempo atrás, me surgió la corazonada de que ella podría encontrarse aquí. Juro que no revelaré su paradero si resulta que en verdad no me equivoco. —El me miró como si se debatiera en decirme algo que no sabría si sería del todo prudente. No le mentía en absolutamente nada. Era totalmente transparente ante el hombre con más de cinco décadas de vida.
—Hace mucho que no sé de Kagome. Tendrás que rendirte para siempre. —Volvió a darme la espalda; Continuando con sus labores como el principal anfitrión del lugar. Solté un suspiro bastante denso ante su respuesta. Algo me decía que quería romper con toda esperanza de seguir tras las huellas de la mujer.
—¡Por favor! Solo quiero saber si Kagome se encuentra bien. —Insistí, no estaba dispuesto a irme sin obtener algo que realmente me convenza de haber perdido el tiempo con todo este viaje—A ella... le pasó algo muy horrible antes de desaparecer. Se fue sin decirle nada a nadie.
Se escuchó un bufido tras terminar de hablar. Probablemente estaba rozando con el colmo del hombre que desconfiaba de mí.
—Si Kagome recurrió a eso, es porque no necesita a nadie a su lado. Muchacho vete antes de que me vea obligado a echarte. —Amenazó. Podía notar un gran temperamento en su persona. Sin duda el mayor de los Higurashi es alguien totalmente diferente a la "agradable y modesta" familia que conocí en la ciudad—Mis respetos a tu abuelo. Fue un buen amigo en su momento. —Alzó la mano en un signo de despedida. Supe que debía resignarme a dar con Kagome y no seguir forzando la situación. Tal vez, no debería continuar entrometiéndome en esta historia. Aún siendo consciente de todo el misterio que aquel anciano me demostraba con cada una de sus acciones.
—¡Abuelito! —Una cabellera oscura salió corriendo de la nada. Me ví obligado a tensarme cuando pasó por mi lado como una ráfaga de aire que casi colapsa con mi cuerpo. Escuché al viejo refunfuñar algo en silencio ante esta repentina y misteriosa aparición. Volviéndose hasta la pequeña que me daba la espalda, con un notable mal humor.
—¡Microbio escurridizo! ¡¿Qué diablos haces aquí?! —El anciano gritó con molestia a la niña. Esta hizo un pequeño puchero ante las palabras del hombre.
—¡Ya me aburrí de estar encerrada! ¡Quiero que me lleves a pescar al lago otra vez! —Su voz parecía impositiva. Hablaba con gran claridad en sus palabras, a pesar de la poca edad que aparentaba; Menos de cuatro, o cinco años de edad. Quedé segundos eternos con el rostro contraído debido a la sorpresa. Me resultaba algo curioso la familiaridad que tenía el comportamiento de la menor con el anciano. Quién parecería querer explotar en cualquier momento por su insistencia.
—¡Bah! Mejor vete antes de que me enfurezca. —Regañó el viejo, siguiendo con sus tareas.
—¡Eres un viejo amargado! ¡Hmp! —La niña se morfó, sacándole la lengua. Salió corriendo tras eso a una velocidad increíble. Intentaba ver más de ella pero me resultaba imposible; No podía ver más allá de los piececitos que se movían al compás de los negros cabellos que me ocultaban su rostro. Tan solo divisaba el perfil de su nariz y su mentón, que extrañamente, me recordaban al de alguien más.
Mis ojos siguieron el rumbo de la pequeña infante. Se iban entrecerrando ante el sonido de su risa, o el de algún leve gesto conocido. El anciano pareció restarle importancia a las travesuras de esta niña. Pero pronto todos fuimos sorprendidos; Había desencajado mi mandíbula al contemplar la aparición de una mujer. Aquella que aparecía justo en la entrada del santuario. Y se agachaba para tomar en brazos a el cuerpecito distraído.
—Moroha ¿Qué te he dicho de salir corriendo así? —Sermoneó ella. Con una voz casi tan dulce como la mirada de sus ojos jóvenes.
—Lo siento mamá. —Hablo la niña con una sonrisita diabólica, pero inocente a la vez. Fue entonces, que por primera vez divisaba toda la belleza de la infante. Unos rasgos tan evidentes con la mujer que la sostenía. Y unos ojos tan profundos como el dorado intenso que los colmaba. Que me miraban directamente, con una gran desconfianza que contrastaba con su alegría de hace un momento.
—¿Kagome? —Mencioné atónito, mirando nuevamente hasta el anciano, quien renegaba en silencio tras haber descubierto su mentira. No podía creer lo que veía; Sabía que había algo más en medio de todo esto, pero nunca pensé que podría ser algo así de grande y peligroso.
Ella se volvió hacia mí con ambos ojos agrandados de toparse con mi voz. No dijo nada al respecto después de mantenerme la mirada. Era obvio lo que sucedía así que no había nada que decir. Solo bajó la cabeza con la reciente vergüenza de verse atacada por mi orbes incrédulas. Aquellas que también se fijaron en la pequeña de corta edad.
Le sonreí con sutileza. Ahora todo tenía sentido.
Fue difícil esconderme su mentira. Todas las piezas del puzzle encajaron en mi mente de inmediato. El porqué de su desaparición definitiva lo comprendí como si fuera otro participe de la historia; Ella no huyó por dolor, sino por el miedo a que descubriesen su maternidad. Por eso su familia la desterró. Por eso se fue a Akamura para reiniciar toda su vida. Y me pidió, o más bien rogó, que le guardara su secreto. Era evidente de quién era esa niña. Sus ojos, su personalidad, sus rasgos; Todo indicaba a que la pequeña de Kagome, era la hija del único hombre con quién tuvo algo en la vida. Y ese hombre, era mi mejor amigo.
Al principio no quise hacerlo. Mis intenciones nunca fueron irle con el cuento a InuYasha sobre el paradero de la mujer. Pero al saber sobre la existencia de esa niña, tuve que cuestionarme bastante al respecto. En verdad, creo que hay cosas que uno no debería de saber por su propio bien, y esta, era una de esas. No soporté ver cómo Kagome literalmente se arrodilló ante mí para implorarme silencio. Como lloraba como si yo tuviera en las manos la clave para acabarla. Yo renegué mucho. Una cosa es respetar la soledad de una persona; Pero otra, era condenar la vida de una pequeña infante que nada tenía que pagar.
Sin embargo, lo hice. Porque no pensé que esa mentira fuese a durar tanto.
Era muy jovencita ella como para ser madre; Me contó su historia, y me dijo a detalle como fue que la habían echado de su propia casa al enterarse que esperaba un bebé de la persona que más detestaban. Aquel que para ese entonces, se encontraba a afueras del país. Cedí momentáneamente, puesto que ya era imposible contactarse con InuYasha. Se había ido "para siempre" , y ni siquiera yo podía ser capaz de cruzar palabra con él. Inu No Taisho había metido el dedo en la llaga hasta que finalmente explotó. Perdiendo todo rastro de su hijo. El único hijo que aún permanecía a su lado. Iba a ser complicado si yo interfería en la "libertad" de InuYasha con esta nueva noticia. Conocía los temores de Kagome, y aunque insistía en que el silencio no era lo mejor, no podía quitarle la razón a sus palabras; Estaría condenada si él sabía la verdad. Era mejor creer que huyó por orgullo, que por cobardía.
Entonces, me dediqué a protegerla y a cuidar de las dos. Porque entendí que mi amigo es un mierda, y ella necesitaba todo el apoyo del mundo. A mi entender estaba sola; Y sin la presencia de un hombre que la representara, era difícil no ser mal mirado en ese pueblo tan clasista. Le mandé dinero y cubrí sus gastos hasta que pudo restablecerse completamente. Sin embargo, fue Kagome quién decidió mantener una relación lejana. Ella sabía que tenía mi palabra, no obstante, se sentiría mucho más segura permaneciendo sola en Akamura. Sin crear malentendidos sobre nosotros en la gente del lugar.
Al poco tiempo me contó de un nuevo trabajo, y la felicité por ello. Todo marchaba a que su vida estaba mejorando paulatinamente.
También tenía una relación magnífica con Moroha. Si InuYasha la hubiese conocido en esa época, hubiese quedado como un tonto ante ella. Sería la primera persona en doblegarlo con solo una mirada. Veía una imponente fuerza en los ojos de esa niña, y temía por el futuro de las nuevas generaciones ¿Como algo podía ser tan angelical y adorable, y ser al mismo tiempo la encarnación de un demonio? Alguien despierto y malévolo. Sin duda, la hija de su padre.
Por eso me causaba temor lo que podía pasar más adelante. Moroha nació con el corazón sensible de su madre; Con la mirada suave y feroz; Con rasgos tan delicados como un ser místico y especial; Pero con un alma rencorosa que no perdona a quien la lastima.
Esta es una de las cosas, por las que no me gusta que Kagome esconda un secreto tan grande, como lo es la paternidad de esa chica. Y a la vez, también es una de las razones que la obligan a guardar silencio. Teme su rechazo y su odio. Más cuando detesta a su propio padre por el hecho del supuesto abandono que nunca ocurrió. Tal vez Kagome aseguraba tener las cosas bajo control en un inicio; Pero ahora es distinto. Ya Moroha no es la niña pequeña que puede manipular con facilidad, y para empeorar su suerte, tampoco contaba con el regreso de mi amigo. Lo menos que podía hacer ahora por ella, era avisarle. Cosa que al parecer fue innecesario.
Me considero un intermediario. El único objetivo que tengo en todo esto, es buscar un modo de solucionar las cosas para Kagome y su hija. Pude conocerla incluso mejor en todos estos años, que cuando conversábamos como amigos en Tokio; Si no revelo la verdad es porque no soy quien para hacerlo, sino es ella quién debe superar su temor. Y aunque no lo quiera; Espero con ansias el momento en que InuYasha sepa todo para que al fin tome las riendas en el asunto.
Lo necesita. A ver si acaba de madurar de una buena vez.
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Conduzco lentamente rumbo a el restaurante en donde tendré la entrevista con los Yaeda. Esta tendrá lugar en un almuerzo que invitaron. Me siento algo nervioso. Y cuando llego, no puedo evitar recuperar mi seguridad para piropear a un par de señoritas que pasaban por mi lado. Una característica que también es propia entre los hombres de mi apellido. Algo que bien podría ser un defecto porque me hacer quedar como un perverso. ¿Pero qué puedo hacer? Siempre he tenido esta costumbre desde que soy joven.
"Una mujer es lo más preciado que puede obsequiarte la vida" —Eso decía mi abuelo. Y vaya que tenía razón. Para mí la belleza de una mujer es infinita; Estoy enamorado ciegamente de sus figuras y contoneos. De sus miradas pícaras y coquetas; Del carmín profundo que tiñe sus mejillas cuando son elogiadas, y posteriormente, de la risa temerosa que se escapa de sus labios. Pero sobretodo, adoro la delicadeza de las mujeres. Toda la dulzura que pueden traer consigo, y de la que soy amante. Una maravillosa esencia que pueden desprender de su cuerpo, haciéndolas embriagantes para mí.
—¿Señor Houshi? —La mujer de la recepción me nombra, comprobando mi identificación en la lista de espera. Se tarda unos segundos en eso. Y luego me devuelve el documento—Puede pasar. Onigumo-sama y su hija le esperan.
Señala hacia la puerta con su mano, y aprovecho la oportunidad para tomarla, depositando un casto beso en ella. El gesto provoca un ligero sonrojo sorpresivo en la rubia muchacha.
—Sabe... me sentiré bendecido por haber sido recibido por una señorita muy hermosa. —Musito. Sin perder la pícara sonrisa que se adorna en mis labios—¿Soltera? —Pregunto con interés. Ella niega, intentando no hacer contacto con mis ojos que la ponen algo nerviosa.
—No... llevo cuatro meces de noviazgo. —Responde con el débil rubor tintando en sus mejillas. Chasqueo la lengua por ello «Es una lastima». Y le sonrío genuinamente.
—Afortunado sea el hombre que tenga el placer de admirarla. No miento cuando digo que es muy bella. —Se sonroja mucho más por mis halagos. Nunca me canso de elogiar a la belleza femenina.
—Pues... Gracias. —Responde inquieta. Vuelvo a darle otra mirada antes de alejarme, caminando hasta el centro de un salón lleno de comensales bien arreglados. Iluminados por la gigantesca lámpara araña en el techo. Hay una escultura de hielo reinando en medio del lugar. Y todo indica a que parece ser un sitio bastante elegante y costoso.
Sinceramente, mis almuerzos acostumbran a ser en locales más públicos. Cualquier puestecito callejero o cafeterías en donde vendan comida rápida. No suelo ser muy exigente a la hora de llenarme el estómago. Pero si los Yaeda me citaron aquí, supongo que no puedo negarme. El señor Onigumo terminaba una reciente llamada en cuanto llego a la mesa. Guarda el móvil en el pantalón de su traje. Y me saluda cordialmente alzándome la mano.
—Es bueno saber que eres una persona responsable y puntual. —Recalca notoriamente satisfecho. Y sé que desde este momento, ya estoy siendo evaluado por su persona—Un dato más a tu favor en mi negocio. —Asiente. Tendiendome un lugar en la mesa—Sientese. Tenemos mucho de lo que hablar.
Debo decir que después del señor Taisho, el señor Onigumo viene siendo su segunda versión ante los negocios. Si ambos se dedicaran a lo mismo, este señor le daría demasiados problemas de competencia empresarial. Son muy desconfiados, reacios, y estrictos. Sin embargo, ambos tienen personalidades muy diferentes; Porque mientras el señor Taisho no sabe que hacer con su vida, metiéndose con cada mujer distinta que se le cruza, y a su vez, ligando aquel hábito con la bebida; Por otro lado, el señor Yaeda, solo decidió vivir en un luto eterno con una vida mucho más privada e íngrima. Se volvió un hombre frío y calculador.
—Usted me está ofreciendo una grandiosa oportunidad. Solo me aseguro de darle una buena imagen. —Una ligera mueca de aprobación reluce en los labios del hombre. Algo muy inusual que contrasta con su carácter, pero me da la satisfacción de ganarme su respeto.
Nuestra previa charla ocupa el tiempo suficiente para esperar al personal que llega a la mesa con un tradicional almuerzo japonés. Agradezco el plato servido que colocan frente a mí. Y solo entonces, decido fijar la vista en la mujer que mantiene un semblante serio a mi lado. Una que bebe de su copa con una elegancia suprema.
—Es bueno verla otra vez, Señorita Kikyo. —La saludo con un leve asentimiento. Mismo gesto que ella me dedica sin perder el glamour en el cual está envuelta. El señor Onigumo no deja pasar el hecho por alto. InuYasha algunas veces me comentó todo lo sobreprotector que es con su única hija. Cosa que le creo, ya que su mirada no me trasmite seguridad. Más bien me arrebata todo el valor que causa su imponente figura. Mi amigo no lo soporta. Y claro que no lo hace; Él no tiene decencia que se necesita para guardarle respeto a un hombre mucho más estricto que su padre.
—Veo que ya conocía a mi hija. —Su palabra me sonó bastante a inquietud, como si desconociera nuestro saludo allegado y hasta casi trivial. Señala a la trigueña a su lado. Vistiendo de un rojo algo escotado que dejaba resaltar dos grandes atributos. Me doy una cachetada metal «¡Es la mujer de tu amigo, idiota!». Por su parte, ella se mantiene muy seria al momento de corresponder a mi saludo. Lo que me hace asentirle a su padre con una ligera sonrisa.
—¿Cómo se encuentra, Houshi-sama? —No puedo evitar fijarme en sus ojos al observarla directamente. Es imposible no reconocer que semejante monumento es una completa belleza. Con dos orbes tan profundas que se guardan en un perfecto delineado egipcio sobre sus párpados.
—Perfecto... —Correspondo a su saludo—Y más cuando estoy siendo acompañado por usted, señorita. —No sería yo si no le dijera alguna frase de las mías. No obstante, pensé que mi broma no iba a llegarle debido a su neutro comportamiento. Sin embargo, sus labios se curvan hacia arriba en una ligera expresión.
—InuYasha debería escoger mejor a sus amistades. —Responde, e intercambio otro par de risas con ella. Estaba logrando hacer de nuestro almuerzo un momento algo más ameno.
Procedemos a comer; En todo ese tiempo, el señor Yaeda me examinaba minusiosamente. Supongo que lo hace por la falta de confianza. Es un hombre demasiado preventivo. Lo que me causa cierto temor e incluso incomodidad. Y he oído por parte de los Taisho, que aquí el señor se volvió una piedra en el momento en que su mujer, la señora Urasue, falleció en un misterioso incendio cuando apenas la señorita Kikyo era una niña de diez años.
—Si no mal recuerdo... Tú eres el amigo de aquel imbécil. —Replicó duramente el señor Yaeda haciendo una clara mueca de disgusto. Al parecer sí que ha escuchado de mí; Pero algo me dice que tener el nombre de InuYasha por encima, no sería para nada conveniente en el criterio del hombre, que probablemente se convierta en mi jefe. Tengo entendido que al señor Onigumo jamás le gustó InuYasha como el esposo de su hija. Seguramente el instinto de padre sea la causa de eso. Y temo por mi amigo si algún día este señor se entera de la clase de persona que es en realidad. No miento cuando digo que intimida demasiado. Con un porte y aspecto digno de algún mafioso o algo parecido. Y con largos cabellos negros que contrastan con su pálida piel.
Trago saliva «¿Cómo una persona puede llegar a atemorizar tanto?» Kikyo frunce su mirada hacia su padre. Al parecer no le causó gracia insinuación anterior.
—Padre... —Se dirige hacia el hombre con sumo respeto y educación. Como si fuera el ser más grande que comande en su vida. Le habla a su progenitor con una delicadeza que roza con la sumisión; Pero no obstante, no logra opacar la seriedad y el disgusto en sus palabras—No debería hablar así de InuYasha. Al menos no frente a mí. —Lo observa directamente sin temor alguno, a pesar de todo el decoro que parece reflejarle. Se ve que para ella nunca fue un secreto la falta de empatía existente entre su padre y su marido. Provocando un sonoro bufido por parte del señor.
—¡Bah! Conozco bien a los hombres que son como él. Pero ¿Qué se le puede esperar a un hijo de Inu No Taisho? —Por como habla, deduzco que su recelo hacia InuYasha se debe a su intuición, puesto que no parece conocer del todo a mi amigo. A quién sí conoce muy bien, debe ser a el señor Taisho; Oí cierta vez que ambos fueron grandes amigos en el pasado. Pero como muchas otras cosas, se desconoce el fin de esa amistad—Ese tipo tiene algo que no me gusta. Pero tú nunca me has querido escuchar. De todas formas ya te casaste, y ahora eso es algo inevitable. —Con esto se debe referir al momento en que contrajeron nupcias en las afueras del país. Cosa que ni siquiera yo me enteré, ya que su"boda" fue algo muy íntimo y apurado. Sin fiestas o vestidos blancos. Solamente una mísera firma en un papel y la presencia de un par de abogados. InuYasha se rió mucho cuando me dijo que a la mujer no le interesaba si se casaban incluso dentro de un alcantarillado, mientras que fuera con él. Contó además que su"luna de miel" fue dejarla dormida toda la noche e irse a un costoso club que frecuentaba para pasarla en grande dentro de la cama de otras mujeres.
El señor Onigumo suspira agotado.
—Ya no hay nada que pueda hacer por tí más que aceptarlo, y tenerlo en el entrecejo para mandarle un balazo si te hace algo indebido. —Musitó alzando su copa. «Enserio, temo por mi amigo» Se escuchó demasiado molesto y no pude evitar estremecerme. Es como si le estuviera mandando una amenaza a través de mí. Kikyo solo se ríe del comentario de su padre. Necesito beber algo para olvidarme de lo reciente, y tomo la copa frente a mí que había dejado al abandono.
—Algún día lo tolerarás. El podría ser incluso el padre de tus nietos. —Señala ella.
Expulso la bebida de mi boca en forma de ráfaga, llamando la atención de los demás comensales dentro del salón «¿Pero qué has dicho, mujer?». Comienzo a toser frenéticamente debido al atraganto. Debo estar montando tremenda escena delante de mi posible superior.
—Disculpen... No quería que vieran eso. —Musito tomando aire de mi boca. Ha sido la mayor vergüenza que he tenido sin duda.
—¿Hombre, estás bien? —Pregunta el señor Onigumo algo estupefacto.
—Si, si... Todo en orden... Solo... Tuve una mala pasada con la bebida jeje —Río tratando de dejar pasar el incómodo momento. El padre de la señorita Kikyo alza las cejas inquisitivamente. Es como si dudara de mi reciente actitud, y me valorara a partir de ahí.
—Ya veo porque eres amigo de ese maldito. —Inquiere, entornando ambos ojos en una mirada que me condenaba a mí también—Solo espero que mis nietos no salgan perjudicados por su culpa.
«Maldición ¿Por qué soy yo el que tiene que pasar por esto?» Se suponía que este almuerzo se trataba sobre mi trabajo en su proyecto; Pero al parecer se está enfocando mucho más en mi mejor amigo. Ya en este punto sí que me siento bastante incómodo. Es Inuyasha quién debería cometer ridículos papelazos. Y estoy mucho más que seguro, de que esa descabellada idea de ser padre nunca se le ha pasado por la cabeza. Admito que hubiese sido muy divertido verlo reaccionar ante ese comentario. Sobretodo porque asegura con todas sus fuerzas, de que nunca en la vida tendrá un hijo con nadie.
—Padre no sea fastidioso. —Reprende su hija con una ligera sonrisa—Perdón por eso, Houshi-sama.
—No pasa nada. —Niego rápidamente—Tal vez será mejor terminar con nuestro almuerzo. —Sugiero con una gota azul resbalando por mi cabeza. Cosa que al parecer nos termina agradando a todos. Y tras intercambiar algunos diálogos... O al menos eso intentaba parecer; Al fin tocábamos nuestro tema principal y el verdadero objetivo de esta reunión. La entrevista fue corta. Tocaba temas de experiencia laboral y las pautas requeridas en el contrato. Por ahora, el proyecto no necesita de mis servicios hasta dar inicio con la gran campaña. No obstante, el señor Onigumo intentaba asegurar con antelación que yo sea una persona completamente confiable para el trabajo. También tuve la opinión de su hija al respecto; La señorita Kikyo, como modelo principal que los representará, conserva la misma actitud precavida y estricta tal cual como su padre.
A veces siento hasta pena de esta mujer. Cada vez que la veo, la siento suspirar con la vista perdida; Seguramente extrañando a su marido. Y no creo que sea justo que InuYasha la perjudique simplemente por su propio placer. No saben lo difícil que es para mí estar en el medio de toda esta mierda y soportar comentarios como el anterior, o darle la cara a ella inclusive. Me hace sentir como un hipócrita y yo no soy de esa manera. A veces quisiera ser otro engañado más en la historia y terminar como un idiota. Lamentablemente no puedo hacer mucho. Lo único que puedo intentar hacer para que la señorita Kikyo tampoco se vea afectada, es simplemente aconsejar a mi amigo antes de que el problema se empeore. Y no solo me refiero a su actitud con la trigueña. Sino, a todo lo que puede desencadenar su encuentro con Kagome.
Porque en el momento en que descubra todo ¿Cómo diablos es que va a actuar?
—Dentro de un mes daremos inicio al proyecto. Por ahora va a ser mi hija la que llevará en mano todo lo del modelaje, así que tienes todo ese tiempo para prepararte con el equipamiento necesario. —El señor Onigumo concluye al final de todo. Levanta un pequeño portafolio sobre la mesa. Sacando de este una carpeta que deja relucir ante mi vista—Solo necesitamos de tu firma para cerrar el contrato, en el plazo de tiempo que se requerirá. —Dicho eso, me entregó el documento dentro del sobre. Leí por encima algunas de las pautas ya mencionadas en nuestra conversación. Y saco del bolsillo interior de mi traje un bolígrafo azul, firmando mi nombre sobre la hoja.
—Será un gusto trabajar con ustedes. Esperaré con ansias el momento. —Sonrío entregándole el contrato, y quedándome con la copia que me corresponde. Me siento complacido de que al final el señor Onigumo me diera esta oportunidad. Estoy en período de prueba ahora, el cual comenzará dentro de un mes.
Me levanto de la mesa, creo que ya este almuerzo culminó junto con la entrevista.
—Houshi-sama... —Me llama la señorita Kikyo una última vez. De repente parece algo nostálgica y esperanzada—Tengo entendido que va a ver a InuYasha en aquella provincia en donde se encuentra. Por favor, dígale que me llame o que se comunique conmigo. No he podido contactar con él debido al pésimo servicio de la zona. Me preocupa que no me hable. —Su voz se torna un poco desesperada. De verdad que me incomoda que me mire de esa manera, y que tantos sentimientos puedan ser transmitidos de esa forma. Enserio odio sentirme así; Porque aunque no tenga absolutamente nada que ver, también me siento algo culpable.
Sin embrago,
—Descuida... —Le sonrío—Claro que le diré a ese imbécil en cuanto lo vea.
Yo no soy nadie para romperle ese sentimiento.
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Llego a la estación de tren al día siguiente. La doctora Ayame Yorukichi tomó un avión directamente hacia allá dada la gran insistencia de InuYasha, por lo tanto, ella no podrá acompañarme en mi recorrido. Camino por el tumulto de personas con dificultad. La estación está malditamente llena y concurrida de pasajeros; Por lo que tengo que esperar un poco antes de subir al tren que me llevará hasta a las montañas en pocas horas. Aproveché y me dormí en casi todo el camino. De hecho, ya los pasajeros abandonaban el cubículo para cuando comenzaba a abrir los ojos. Miré hacia la ventana, encontrándome con un hermoso atardecer dentro del gran paisaje boscoso que me daba la bienvenida.
«Debería llamar a ese amargado»
Sería bueno que me recogiese o algo, para poder pasar al menos esta primera noche. Lo medito por unos segundos; Eso sería todo un reto para afrontar debido a que InuYasha no tendría escrúpulos al dejarme a la intemperie. Supongo que intentar tampoco fuese algo totalmente en vano. Pero antes de eso quiero ver a Kagome; Es a ella a la que más le prometí esta visita.
Avanzo a paso lento por el camino de gravilla. Una ráfaga de aire me llena los pulmones ante la sensación de plenitud que me provoca este ambiente tan natural y puro. Duro instantes eternos concentrado en la belleza verde que me rodea, cuando sin querer, tropiezo con alguien que no había notado antes en mi camino; Una mujer castaña y despistada a la que se le caen varias bolsas al suelo. Me agacho para ayudarla, y comienzo a extenderle sus cosas antes de quedarme completamente petrificado cuando veo un conocido objeto adornando en su muñeca derecha. Aquel brazalete plateado que tan bien reconocía. «¡No puede ser!». Me levanto del suelo sin salir de mi asombro. Observando fijamente a la dama, que continuaba con el semblante oculto y cabizbajo entre sus cabellos.
—Tu rostro... Déjame verlo. —Pedí lentamente. Inquieto por saber si era o no la persona que estaba imaginando. Alza la vista con desesperante lentitud; Ambos quedamos viéndonos a ojos con profundidad, y mi corazón palpita cuando al fin la reconozco después de tanto tiempo.
—Koharu.
...
Nota de Autor: Siento la tardanza, sinceramente, me he encontrado algo indispuesta desde hace semanas con otros atrasos por fuera de esta plataforma. Recuerden que aquí público los capítulos reeditados. Por lo tanto mis demoras se deben a esas reediciones. Y también, porque no deseo echar de menos el resto de la historia en Wattpad. En donde me paso mayor tiempo. Pueden seguirme por ahí, si así lo desean.
Solamente espero que hayan disfrutado del capítulo, como siempre. Sin duda yo disfruté muchísimo escribiendo y reeditando cada escena, que llena de más vida a esta historia. Muchas gracias también por los reviews.
Pueden seguirme en Instagram como La_Kamilav2 para un contacto más cercano.
PD- Con respecto a la familia de Miroku, la hermandad, y el condado de Ōruinwan no ketsugō, siento que debo aclarar que esto no es existente en Japón. Es otra de mis creaciones para darle más originalidad a mi historia.
Atte: La Kamila.
