¡Hola!
¡Perdón por la demora! Sé que tenía que haber subido este capítulo la semana pasada, pero no pude hacerlo debido a que en el trabajo me cambiaron el horario, y no pude terminar de escribirlo hasta hoy, mi día libre. uwu Perdón.
Aun así, tal y como prometí, lo estoy continuando.
No sé a donde irá a parar esta historia, no sé que rumbo tomará, no sé que final tendrá. Todo lo estoy haciendo es de ideas que se me ocurren al momento, así que quizás puede que haya momentos un poco extraños. No me lo toméis en cuenta. En cuanto pueda, esas cosas serán corregidas.
Recordad también que, pese a haberme terminado el anime, el manga no me lo he leído, por lo que no sigue la historia original. Tan siquiera sé en que punto está mi historia, pero bueno. Digamos que es aleatoria.
Espero de verdad que os guste mínimamente, y como siempre:
¡Nos leemos abajo!
▹Capítulo 3◃
X
Aquella mañana Senku despertó sumamente energético. No recordaba haber dormido así de bien desde hacía años.
Su vista se posó sobre la muchacha a un lado de él con la esperanza de que hubiera abierto los ojos, sin embargo, chasqueó la lengua al ver que no fue así. Pese a eso se tranquilizó al notar como su temperatura corporal había descendido, que la fiebre con la que había luchado toda la noche al fin se había ido.
Retiró con cuidado el paño que seguía, ya seco, sobre su frente, la hundió en el balde de agua, y tal y como había hecho esa misma noche, se dispuso a lavar a la muchacha para así, volver a ponerle el ungüento en los moretones. Seguían allí, morados, pero su hinchazón había descendido un poco, lo cual era un alivio.
- Buenos días, Senku. – Una joven voz cruzó el umbral de la puerta, y antes de poder siquiera moverse, vio a Ruri entrar a su hogar junto con Yuzuriha, Chrome y Ginro. - ¿Cómo está Koha-...?
Su boca quedó abierta y las palabras que estaban por salir nunca lo hicieron. Los recién llegados se quedaron quietos, pálidos y al igual que la sacerdotisa, con la boca abierta.
- ¡¿Q-Qué estás haciendo, pervertido?! – chillaron Chrome y Ginro al mismo tiempo.
Senku se llevó el dedo al oído ante aquel grito, y mirándolos con mala cara, respondió:
- Lavarla, por si no lo habéis notado. De hecho, ¿qué estáis haciendo vosotros aquí? – inquirió con fastidio.
- E-Está desnuda... - escuchó al rubio susurrar.
Rápidamente volvió a tapar el cuerpo de la muchacha y caminó hacia ellos ocultándola de cualquier mirada lasciva. Aquello último lo pensó por Ginro, quien tenía las mejillas sonrojadas y un extraño brillo en sus ojos.
- Veníamos a traeros el desayuno, dado que ayer ninguno de los dos cenó. – contestó Ruri acercándose al escritorio y dejando allí la bandeja de mimbre que portaba. – Pero veo que todavía no ha despertado...
Senku la vio fruncir el ceño con preocupación mientras acariciaba con dulzura el rostro de su hermana.
- Sin embargo, está mejor. – le comentó el peliverde agarrando una pieza de fruta. – Tuvo fiebre, eso sí. Me costó hacer que le bajara, pero finalmente lo logré y ahora vuelve a estar fuera de peligro. Y sus heridas se están curando, lentamente, pero lo están.
Una sonrisa de orgullo surcó sus propios labios ante el buen trabajo que estaba haciendo por la leona.
- Ya veo... - susurró la rubia mayor. – Te lo agradezco mucho, Senku.
- Si no fuera un gran científico, sería un gran doctor. – soltó pavoneándose.
- ¿Es necesario que añadas "gran" a cualquier cosa que hagas? – inquirió un recién llegado Gen.
Senku lo ignoró de inmediato y volvió a posar la vista sobre la sacerdotisa.
- ¿Y tú padre? Es raro que el viejo no haya venido a ver a su hija después de lo preocupado que parecía estar ayer.
Ruri ladeó la cabeza extrañada.
- Lo ha hecho. – contestó. – O eso fue lo que dijo. Salió de casa muy pronto, por la mañana, y gritando que esta vez no ibas impedirle estar allí con Kohaku.
- No, no lo ha hecho. – insistió él. - ¿Y qué es eso de "impedirle" estar con ella? Ayer fue algo sumamente necesario.
- Vaya, yo pensaba que sí que lo había hecho, al fin y al cabo, volvió a casa una hora después maldiciendo tu existencia. Supuse que le habías denegado la entrada. – comentó ella pensando en aquel momento.
Rápidamente la mente de Senku hizo clic. Si era cierto lo que la rubia mayor decía, y su padre había ido hacia su casa temprano en la mañana... solo podía significar una cosa...
- ¿Pasa algo, Senku-chan? – preguntó el bicolor. Su rostro había palidecido.
El nombrado no hizo más que mirar hacia la puerta de salida esperando que en cualquier momento el antiguo líder apareciera y le diera la paliza de su vida.
Adrede o no, había dormido con su hija, en la misma casa y en la misma cama.
Aunque bien era cierto que aquel lugar era SU casa, así que si debía dormir en SU cama lo haría, hubiera alguien o no.
Aquello no iba a poder convencer a Kokuyo, lo sabía bien. Así que con un suspiro soltó:
- Tendré que ir a disculparme...
Todos los presentes parpadearon confusos.
- ¿Disculparte? – repitió la morena. - ¿Por qué lo harías?
Él chico no respondió, en vez de eso se dedicó a soltar suspiros lo que quedó de mañana.
Con lo primitivos que eran en ese lugar, no era de extrañar que el dormir en la misma cama con una persona con la que no estuvieras casado, fuera algo inimaginable, algo horrendo. De hecho, creía recordar que tampoco conocían el concepto de "noviazgo". Allí directamente pasabas de soltero a casado, y era algo totalmente normal. Y ya ni hablar de las relaciones de una noche. Se escandalizarían de saberlo.
Así que, que Kokuyo los hubiera visto dormir juntos, en esos momentos podría costarle la vida, aunque él mismo no le diera ningún tipo de importancia. Era su cama, al fin y al cabo.
Se tranquilizó un poco al pensar que al menos no había ido en mitad de la noche cuando estaba "hidratando" a la leona. De haberlo hecho se hubiera desmayado.
Inconscientemente sus ojos fueron a parar a los labios de la muchacha. Al haber recuperado el calor, sus labios habían vuelto a su color original, por lo que en esos momentos estaban rojizos, rojizos y carnosos. Sacudió la cabeza con fuerza al imaginarse, en ese mismo instante, caminar hacia la leona y posar nuevamente sus labios sobre los de ella.
No. Ni hablar. No volvería a suceder. Si la chica no despertaba hoy, y tuviera que volver a hidratarla, lo haría, pero no volvería a tener ese tipo de pensamientos ilógicos. No otra vez.
- Senku-chan ~ - escuchó de repente.
El nombrado pegó un pequeño brinco desde su asiento. Giró la cabeza hacia atrás encontrándose con el chico bicolor en la entrada de su casa.
- Mentalista... - susurró su nombre con cierto desdén. - ¿Qué haces aquí?
Observó con detenimiento como el recién llegado entraba al lugar sin pedir tan siquiera permiso, y como caminaba con decisión hacia la silla ubicada a un lado de la cama donde la rubia descansaba. Una vez allí se sentó.
- Solo venía a ver como estaba la hermosa Kohaku. – respondió mirando a la muchacha.
Senku estaba seguro de que no era por esa razón que el chico se encontraba allí, y al fin y al cabo siempre que aparecía era por algún motivo. Pese a eso decidió no anticiparse.
- Ya veo... – murmuró el peliverde, y dándole un último vistazo continuó con su labor.
Había estado toda la mañana machacando y mezclando plantas para poder hacer medicinas. El invierno era duro, y debían abastecerse de todo lo necesario. Días antes había mandado a Tsukasa y a Taiju a recolectar madera, a Yuzuriha a hacer mantas y ropa caliente, y al resto distintas tareas para el bien común.
Fácilmente podía haberse ido al laboratorio, aun mas grande que antes, y hacer sus experimentos diarios, sin embargo, quería tener vigilada a la muchacha. No podía arriesgarse a que le pasara algo mientras él no estaba.
- Veo que la has estado cuidado bien. – comentó Gen unos minutos después.
- Era mi trabajo hacerlo.
Había tomado el papel de médico por sí mismo, por lo que iba a cumplirlo de principio a fin.
- Por supuesto. Como líder debes velar por la salud de todos tus aldeanos. – continuó con un extraño tono de voz. – Sobre todo por aquellos que más te importan, ¿verdad?
Senku, aun machacando hierbas, alzó una ceja, curioso por las palabras del chico.
- ¿Hay algo que quieras decir? – inquirió de inmediato.
Ser discreto no era algo que al chico bicolor le funcionara, por mucho que lo intentara. Y el joven líder ya lo había calado. Algo tramaba.
- ¿Hay algo que quieras decir tú? – añadió Gen cruzando los brazos bajo su túnica, tal y como hacía siempre.
Esta vez sus oscuros ojos se posaron sobre él, y ante esa pregunta, Senku se giró a verlo por completo. Lo vio sonreír esperando quizás una respuesta que no creía tener.
- ¿Acaso estás buscando que te mande trabajo? – soltó el peliverde sonriendo con malicia, algo que, a decir verdad, al bicolor no le gustó. Pese a eso se mantuvo quieto en la silla aun con la mirada sobre él. – Si es eso, no me importaría que hicieras un par de cosas...
- Por mucho que me guste ayudar a mis queridos compañeros, hoy no me siento con la fuerza suficiente para hacerlo. – contestó rápidamente y con total naturalidad. – Prefiero estar aquí, descansando.
Senku simplemente lo miró, y tras varios segundos, se giró de nuevo a continuar su trabajo.
- Si tantas ganas tienes de descansar, hazlo en tu propia casa. Aquí molestas.
Lejos de sentirse atacado, Gen sonrió aún más que antes y volvió a posar la vista sobre la chica frente a él.
- ¿Y dejarla a solas contigo? No sé yo...
De un segundo a otro el peliverde paró de moler tras escuchar esas palabras. Las analizó brevemente en su cabeza y con lentitud giró de nuevo su cuerpo hacia él.
- Ha estado toda la noche conmigo. – le recordó con el ceño fruncido. - De hecho, siempre estamos juntos. ¿Qué problema tienes con eso ahora?
Estaba claro que, si Gen había soltado aquello, era por alguna razón que él desconocía. Y sinceramente, fuera lo que fuera, no le apetecía nada formar parte de ello.
- No tengo ningún problema con eso. – contestó el bicolor. – Es solo que, como bien dirías tú, estoy al diez mil millones por cierto seguro de que le has hecho algo a la hermosa Kohaku, ¿me equivoco?
Aquello ocasionó en el peliverde un pequeño malestar. ¿Hacerle algo a ella? Jamás se le ocurriría. No era un pervertido, ni un adolescente hormonado. Nada de lo que el mentalista pudiera imaginar, habría podido pasar. Él era un científico, y si hacía ciertas cosas era por un propósito. No hacía las cosas de manera ilógica como muchas de las personas del mundo moderno y antiguo.
- Te equivocas. – le aseguró rascándose la oreja con indiferencia. – Lo único que he hecho ha sido cuidarla, nada más. Es una leona bastante problemática, a decir verdad.
- ¿Entonces no ha pasado nada que quieras contarme?
- No. – respondió él secamente.
Realmente era así. No quería contarle nada. Ni a él ni a nadie. Pero no por nada en específico. Sino porque para él, no había pasado nada.
Cierto era que tenía una personalidad bastante cerrada en cuanto a sentimientos se trataba, y por supuesto que no le era fácil hablar de esas cosas. Aunque nuevamente no por miedo o por sentirse juzgado como quizás, otras personas pudieran sentirse. Simplemente que aquello no iba con él. Esas tonterías sobre el gustar, el amor, y blah, blah, blah, eran cosas ilógicas, que, a día de hoy, no necesitaba para salvar a los que fueron petrificados.
No sabía si de no haber sucedido aquello, de haber seguido con su vida normal en la era moderna, se habría planteado en algún momento tener una relación con alguien. No podía verificarlo porque esa época ya pasó, hace exactamente tres mil setecientos años, y pensarlo en aquel momento, era absurdo.
Pero si había algo que sí sabía es que ahora, el tener algo así, era imposible. El amor solo te cegaba y te alejaba de tus verdaderos propósitos.
Por eso mismo, no había nada que contar.
- ¿Nada de nada? – insistió el bicolor.
- Ya te he dicho que, si tienes algo que decir, que lo digas. Así que haz el favor de ir al grano. O por ende puedes irte, a secas, lejos de aquí a ser posible. – soltó Senku de mala gana.
Sabía lo que el chico intentaba, y al mismo tiempo no lo comprendía del todo, lo cual le causaba un gran fastidio.
- Solo quiero saber una cosa... ¿Has dormido con ella? – preguntó finalmente.
- Si con dormir te refieres a dormir y en la misma cama, entonces sí. – respondió con total sinceridad y algo de indiferencia.
Hubo un breve instante donde ninguno de los dos habló. Se dedicaron a mirarse mutuamente a la espera de quien sabe qué. Finalmente, Gen habló:
- Eres un pervertido.
Senku chasqueó la lengua.
- Te recuerdo que esta es mi casa, y esa mi cama, y estaba agotado. – comentó señalando dichos lugares con el dedo. - Además, fuiste tú el que me dijo ayer que debía descansar, ¿no es cierto?
Le había dado la lata todo el día sobre lo preocupado que estaba por haberlo visto casi sin dormir, y ahora, cuando lo hacía, le llamaba pervertido.
- ¿Y has podido hacerlo?
- Sorprendentemente sí. Mi cama era mucho más cómoda de lo que lo es normalmente, aunque eso no es posible. Los materiales siguen siendo los mismos. Es posible que simplemente fuera el cansancio acumulado. – quiso pensar.
Era lógico.
- ¿No crees que es posible que fuera por Kohaku-chan? – soltó Gen observando a la joven.
Senku ladeó la cabeza sin entender.
- ¿A qué te refieres?
- Se que hay muchas personas en el mundo que necesitan de alguien a su lado para poder dormir. – comentó. – O eso es lo que leí una vez.
- Alguna que otra vez he escuchado sobre eso, pero al igual que hay personas que no saben dormir solos, también hay quienes sí saben hacerlo. Yo, por ejemplo. – se apuntó a si mismo. – Desde siempre he dormido solo. El haberlo hecho ahora con alguien no cambia nada.
- Solo digo, que es posible que, pese a dormir poco, estes con tanta energía debido a que quien ha dormido contigo, ha sido ella.
Senku frunció el ceño. Pensó que nada de lo que pudiera decir el bicolor, podría llegar a sorprenderle a esas alturas, sin embargo, no sabía cómo, pero lo hacía.
- Ya te he dicho que puedo dormir perfectamente sin nadie. Lo he hecho todo este tiempo. – repitió con fastidio.
- Sí, pero quizás tras sentir el calor de Kohaku-chan, ya no puedas dormir con normalidad, ¿no crees?
- O sí. Además... ¿Qué calor? ¿Crees que la abracé o algo así? – Gen no contestó, pero desde luego que pensaba eso. - No digas tonterías. Solo me quedé dormido a un lado de ella y ya.
- ¿Y no ha pasado nada más?
¿A parte de la fiebre que le dio repentinamente?
- No.
- ¿Seguro?
Eso se estaba volviendo repetitivo.
- ¿Cuál es la respuesta que esperas, mentalista? – preguntó con sumo cansancio.
Aquella estúpida conversación no tenía ni una pizca de lógica. ¿Qué diantres quería?
- Que la besaste.
Senku se congeló, y con lentitud fue alzando su mirada hacia él. Su corazón había comenzado a palpitar con fuerza, nervioso.
- ¿De dónde has sacado eso? – preguntó.
Intentó que su voz sonara normal. Incluso soltó una pequeña risa. Quería aparentar no saber de lo que hablaba. Quería aparentar que aquello le había hecho gracia.
- Digamos... que os vi...
El bicolor estaba sonriendo enormemente mientras miraba al peliverde con ojos acusadores, a la par que entusiasmado.
- Pues viste mal. – respondió volviendo, una vez más, al trabajo.
- Oh ya veo... Entonces... ¿No juntaste tus labios con los de ella?
Senku asintió. No iba a dejar que lo intimidara con sus estúpidas preguntas. Él sabía lo que había hecho, así que no necesitaba de nadie para que se lo recordara.
- Lo hice, pero para hidratarla. – respondió. – Tuvo fiebre, y hacía horas que no bebía, y como en esta época el suero no existe, era la única manera. Rápida y efectiva.
- Oh, entiendo, entiendo... Entonces... - Senku comenzaba a cansarse de sus "entonces". - ¿El último beso que le diste también fue para hidratarla?
Lejos de enfadarse y gritarle que se metiera en sus propios asuntos, Senku giró la mitad de su cuerpo en su dirección, apoyó la cabeza sobre una mano y lo miró con gracia.
- ¿Acaso eres un mirón? – preguntó con burla. – No pensé que fueras ese tipo de personas.
Gen soltó una risa.
- No soy un mirón, solo un curioso. – El mentalista no solía avergonzarse por nada, así que esa pregunta no le afectaba en absoluto. - No es algo propio de ti actuar de esa manera, así que cuando te vi hacerlo me sorprendí.
- Pues siento decepcionarte, Mentalista, porque mi único propósito desde un principio fue hidratarla. Es todo. – repitió el oji-rojo.
Para ser sincero, esa situación lo estaba hastiando enormemente. No era un chico violento, pero Gen lograba sacarla a flote. Pese a eso, intentó mantenerse sereno.
- ¿Y el último beso? – repitió Gen. Senku calló, no sabía si por querer ignorarlo a él, o a las dudas que su propia cabeza comenzaba nuevamente a crearle. – Te lo preguntaré directamente, Senku-chan. ¿A ti te gusta Kohaku-chan?
El silencio inundó el lugar. Ambos chicos se miraban mutuamente, uno con una sonrisa divertida y el otro con el ceño aun más fruncido que antes.
Eso era ilógico.
- El amor es absurdo, mentalista. – respondió segundos después. Volvía a tener una sonrisa en su rostro. - Con la que tenemos encima, no estoy para jugar a las relaciones con nadie. Hay cosas mucho más importantes.
- No has respondido a mi pregunta, Senku-chan, y tampoco recuerdo haber hablado sobre el amor.
Chico listo. Gen sabía perfectamente que ese tipo de conversaciones no eran del agrado del peliverde, sin embargo, amaba molestarlo.
- Quizás tú no tengas nada que hacer, mentalista, pero yo sí, y contigo aquí no puedo hacerlo.
Estaba claro que no iba a contestar.
- ¿Cosas como hidratarla de nuevo? – comentó el bicolor con burla.
Senku ni se inmutó.
- Hacer medicinas. – le respondió.
Por un breve instante Gen estuvo a punto de levantarse y dejar a Senku allí con sus medicinas, y probablemente, pensamientos sobre la rubia muchacha, sin embargo, las ganas de saber más y conocer partes de él que no había visto nunca le intrigaron.
- Sabes... No es necesario que seas tú quien la ayude. – comentó.
- ¿Y quién más sino? ¿Los curanderos? – inquirió el joven líder. - Ellos no saben de medicina moderna. La leona tardaría en curarse aún más si la dejara con ellos. Yo soy el único capacitado para hacerlo.
Nuevamente y como era propio de él, una ladina sonrisa y llena de orgullo cruzó sus labios. Ese chico sí que tenía amor propio, pensó Gen.
- ¿Y para hidratarla también eres el único? – preguntó el bicolor de manera no tan inocente
Aquello llamó una vez más la atención del peliverde, quién, con un molesto rostro, posó sus ojos sobre él.
Durante una fracción de segundos, ambos muchachos se miraron fijamente, y por un momento Gen temió por su vida. Ver a una persona, quien usualmente mostraba calma y seguridad, hacer ese tipo rostro era sorprendente a la vez que peligroso.
Mostró aún más miedo al ver como el muchacho repentinamente cambiaba su semblante. Ahora tenía una pícara sonrisa en él.
- ¿Qué pasa, mentalista? ¿Acaso estás celoso? – quiso saber con tono burlesco. - ¿Te gusta la leona...? ¿O acaso te gusto yo?
Aquello lo pillo por sorpresa. Intentaba invertir los papeles. Pretendía ridiculizarlo para cambiar de tema y evitar así responder a sus preguntas.
Gen soltó una pequeña risa. Aquello estaba resultando más interesante de lo que esperaba.
- Aunque ciertamente tengas tu encanto y una excepcional inteligencia, ahora mismo no me gustan los hombres. – respondió el bicolor con total sinceridad, algo que el joven líder ya esperaba de antemano.
- ¿" Ahora mismo no"? – repitió Senku sin quitar esa picara sonrisa. - ¿Acaso estás pensando cambiarte de acera o qué?
- "Nunca digas nunca." – soltó el bicolor. – Es una frase que siempre he escuchado, y aunque anteriormente me parecía algo absurda, después de la petrificación comienzo a verle cierto sentido. – Esto último lo dijo con el ceño un poco fruncido y con el tono de voz un poco decaído. Pese a eso, lejos de deprimirse, el mentalista sonrió de vuelta y contestó a la otra pregunta. – Y en cuanto a Kohaku-chan... ¿Te molestaría que así fuera? ¿Te molestaría que me gustara?
Pudo notar como, pese a la distancia que los separaba, el cuerpo de Senku se tensó de un momento a otro.
- Ja... ¿Por qué me molestaría? – inquirió levantándose de la silla y caminando hacia la ventana.
Sentía que necesitaba un poco de aire fresco.
- Oh... entonces... ¿No te pondrías celoso si me declaro?
Senku frunció el ceño. ¿De verdad? ¿Le gustaba la leona de verdad? Nunca lo pareció, nunca dio señales, por eso mismo pensaba que lo único que estaba haciendo era intentar molestarle. Y de alguna forma lo estaba consiguiendo.
- Ni en diez mil millones de años. – declaró. – Los celos son la cosa más estúpida que hay.
- ¿Tú crees? – murmuró el mentalista caminando hacia él. – Para mí es la cosa más natural que hay.
- Es algo ilógico.
- Eso dices ahora. Supongo que es porque todavía no lo has experimentado, pero créeme, cuando te termines de enamorar de Kohaku, no podrás evitar sentirte así alguna que otra vez.
Senku soltó una ligera y sarcástica carcajada.
- ¿Terminar de enamorarme? ¿Acaso no escuchas lo que te digo?
- Tus palabras son una cosa, Senku-chan, pero he visto como la miras, y también como la tratas. – comentó. - Te gusta, y esta vez no es una pregunta. Se nota de lejos.
Aquello terminó de confundir al chico peliverde. ¿Qué le gustaba la leona? ¿Qué se notaba? ¿De qué diablos hablaba?
- No trato a nadie diferente del resto, si es a lo que te refieres. La leona trabaja igual o más que el resto. – soltó dirigiendo su vista hacia ella.
- No hablo de tratos especiales, sino de tu manera de dirigirte a ella. Es diferente, más cálida...
Senku no lo notó, pero en esos momentos, su mirada mostraba un gran orgullo por la muchacha, cosa que Gen sí apreció.
- No es así. – negó rápidamente.
- Eso es lo mejor, Senku-chan, que no te das cuenta. – comentó el bicolor con entusiasmo. - Lo haces de todo corazón.
El peliverde lo observó como si fuera un extraterrestre, como si las palabras que había usado no fueran de este planeta.
- En serio... ¿Qué te ha dado para que estes hablándome de estas cosas? – preguntó con cierta molestia.
- Es solo que creo que no eres consciente de la situación.
El tono de voz que usó fue más un tono mas grave, y su rostro mostraba cierta decepción. ¿Por qué?
- Lo hago. Tu estas aquí impidiendo que haga mi trabajo, y la leona está allí tumbada robándome mi cama. – contestó soltando un gran bostezo. – Ambos sois igual de molestos.
Gen lo observó brevemente, con una gota resbalándole por la sien, antes de negar con la cabeza y soltar un gran suspiro.
- Estoy seguro de que sabes el por qué digo esto, pero supongo que todavía eres muy niño para entenderlo... - se burló. Senku lo miró con mala cara. – Por el momento me voy a ir. No quiero robarte más tiempo, sin embargo, te daré un pequeño consejo: Empieza a valorar un poco a quien tienes a tu lado, porque quizás, cuando creas que es el momento de hacerlo, sea demasiado tarde.
Y con la elegancia que siempre lo caracterizaba, el bicolor caminó hacia la salida no sin antes escuchar la inesperada pregunta del oji-rojo.
- ¿De verdad... te gusta la leona...?
El chico paró su andar y giró la cabeza para observarlo. Tenía el rostro ligeramente rojizo y su vista estaba posada sobre la chica. Su rígido cuerpo le dio a entender lo incomodo que estaba por soltar aquellas palabras. Ciertamente era vergonzoso, pero debía admitir que Senku había sido muy valiente por hacerlo.
Gen soltó una risa y tras comenzar nuevamente su andar, contestó:
- Quien sabe... ~
Senku lo observó marcharse con una picara sonrisa en su rostro, causando en él molestas sensaciones. Chasqueó la lengua y ante el agobio que estaba sintiendo se rascó la cabeza repetidas veces y suspiró.
- Maldito mentalista... - susurró segundos después.
Con lo tranquilo que estaba haciendo su trabajo, y tenía que venir él a alborotarle las ideas. Estúpido Gen...
Aun maldiciendo al joven bicolor, Senku se dispuso a continuar con su trabajo. Aun tenía mucho que hacer.
Caminó de nuevo hacia su escritorio cuando, de manera inconsciente, su vista se dirigió hacia la rubia, quien lo observaba con el rostro confundido.
Dio un par de pasos más hasta llegar a su escritorio, y cuando fue a sentarse, se dio cuenta de la situación.
Rápidamente giró todo su cuerpo hacia la chica y la miró con gran sorpresa.
- Leona...
Estaba despierta.
- ¿Qué...? – quiso decir la joven, pero una repentina tos la invadió.
Senku corrió hacia ella con gran preocupación. Palmeó su espalda incitando así a que sacara toda la tos posible, y luego le tendió un vaso de agua. En cuanto la tos se detuvo, la rubia lo cogió de inmediato y tras darle un pequeño sorbo suspiró.
Noto como la mano del chico aún seguía en su espalda alta. Fue allí cuando sintió su pequeño calor recorrerle el cuerpo, reconfortándola al instante.
Giró la cabeza hacia él para observarlo, y por un instante pudo notar la cercanía en la que se encontraban. Lejos de asustarse o incluso sorprenderse, Kohaku alargó su mano y la posó sobre la mejilla del chico.
Senku, quien no había apartado la vista de ella preocupado de que se ahogara, captó por fin la situación al sentir la fría mano de la chica sobre él.
Estaba cerca, muy cerca.
- Leona... - susurró de manera inconsciente.
Sus orbes rojizos se toparon con los de ella, tan azulados como siempre, y como si hubiera estado cargando un gran peso sobre él, sintió por fin su cuerpo relajarse. Estaba viva, viva y despierta.
Ambos se quedaron viéndose mutuamente, sintiendo el calor de la mano del otro recorrerles el cuerpo.
El joven líder observó los labios de la chica abrirse y cerrarse repetidas veces. Parecía querer decir algo, sin embargo, no se la veía muy convencida.
A punto estuvo él de decir algo, cuando finalmente ella decidió hacerlo.
Nuevamente su cuerpo se tensó, su corazón comenzó a latirle con rapidez, al mismo tiempo que sentía que el aire le faltaba. Había podido escuchar su voz, rasposa y débil, sin embargo, aquello no fue lo que le sorprendió. Las palabras que soltó, sí.
- ¿Quién... eres tú...?
¡Fin capítulo 3!
Al igual que el capítulo anterior, tenía pensado terminar este capítulo de manera distinta, sin embargo, a medida que iba escribiendo, esto fue lo que salió.
Ni tan mal, ¿verdad? ~
Aun así espero que os haya gustado.
El anterior capítulo no tuvo ni un solo review. No es una historia que se esté leyendo, no es popular, pero aun así, quiero continuarla, así que si hay alguien que haya llegado hasta aquí, me encantaría que me dejaras algún comentario ^^
Sin mas que decir:
¡Nos leemos próximamente!
