-La extraña casualidad de encontrarte-
[Yamichar Week 2023]
Día 6. 'Celebration'
Llovía ligeramente. El viento soplaba sin demasiada fuerza, haciendo que las hojas más rezagadas de los árboles se cayeran para dar paso a la nueva estación. El cielo tenía un color gris tenue, pero no había nubarrones oscuros coronándolo a modo de presagio de una gran tormenta. El otoño estaba llegando sin prisa o tal vez sin ganas, pero ya se podía apreciar una bajada ligera de las temperaturas en general.
Era temprano, aunque Yami no sabía bien qué hora era. Estaba tumbado en el sofá de la sala. El nuevo escuadrón de los Toros Negros ya tenía sede y nombre. Solo le faltaba el logo y reclutar a más integrantes. De momento, nadie había querido unirse a él. Y no le extrañaba en absoluto. Desde que llegó al Reino del Trébol, no le acompañaba buena fama.
Yami era un ser disruptivo para los habitantes de esas tierras. No solo porque su apariencia denotaba de primera mano que no era de allí, sino porque fue problemático durante gran parte de su adolescencia —aunque no podía negar que todavía lo seguía siendo—. La gente rechaza normalmente lo que no comprende o lo que altera sus vidas. Él, que había nacido en un lugar muy lejano de aquel reino y que no compartía ninguno de sus hábitos, era para todos una molestia. Cuando además recibió un grimorio propio del Reino del Trébol, que despertó su magia de oscuridad, aquellos sentimientos negativos que percibía de parte de la gente se incrementaron considerablemente. Aquel atributo mágico suscitaba animadversión y rechazo por parte de muchos, así que Yami lo odió durante un tiempo.
Sin embargo, pronto desterró ese sentimiento, pues había decidido que, a partir de ese momento, jamás volvería a importarle lo que los demás pensaran sobre él. Le daba igual que lo repudiaran, que no lo respetaran o que no considerasen que era parte de ese lugar.
Se sacó un cigarro del bolsillo y lo encendió con la pequeña llama que salía de su viejo mechero. Inclinó la cabeza un poco para darle una calada al cigarro y después la volvió a apoyar en el sofá, aunque colocó esta vez un brazo en su nuca y el otro lo dejó posado sobre su estómago.
Había tenido pocos amigos en aquel sitio. Julius era su mentor y lo respetaba, pero no podía considerarlo alguien con quien salir a beber o apostar porque era demasiado responsable y hacía poco tiempo se había convertido en el Rey Mago, así que cada vez lo veía menos.
Acababa de perder a los dos únicos amigos sinceros que había tenido en el reino y su orden estaba medio vacía, a medio hacer. Pero quería construir algo grande, darles un refugio a aquellos que, tal y como él, alguna vez habían sentido que no tenían un lugar establecido en un mundo lleno de precariedad e injusticias.
Se acabó de fumar el cigarro, lo dejó en el cenicero que tenía en la mesa del salón y se quedó mirando al techo durante algunos segundos. Parpadeó un par de veces mientras miraba una de las lámparas que colgaban del techo. No podía decir que aquel sitio fuera el más bonito que había visto, pero le servía para su propósito. Con las personas adecuadas, sabía que podría construir el hogar que llevaba anhelando durante tanto tiempo. Sabía que realmente su único propósito era huir de la soledad.
Echaba de menos a su hermana pequeña y también a Ryū, pero debía aprender a vivir sin ellos, porque nunca más los vería. Jamás. No podía permitir que Ichika se enterase de que la masacre contra su clan la cometió ella, porque no sería capaz de procesar ese trauma, así que sería mejor que creyera que había sido él quien la había llevado a cabo. Sería mejor que creciera odiándolo, por mucho que le doliera.
Se sentó en el sofá. Al lado, tenía un pequeño mueble en el que guardaba unos folios y un carboncillo para los bocetos que de vez en cuando hacía. Al llegar al Reino del Trébol, hizo muchos, porque la gente era tan distinta a la que solía ver en su tierra natal, que quería conservar el recuerdo de su impresión inicial. Con el tiempo se acostumbraría, pero no quería perder aquel impacto que un día le produjo lo desconocido. Comenzó a buscar un papel en blanco entre tanto boceto y pudo ver de reojo una trenza y el perfil de un rostro femenino, pero lo ignoró y continuó con su búsqueda. Finalmente, lo encontró, se apoyó en la mesa y comenzó a trazar unas líneas y a hacer algunos prototipos de bocetos para el que sería el logo oficial de los Toros Negros.
En la calle seguía lloviendo; el sonido de las gotas de agua repiqueteando contra las ventanas y el techo lo relajó e inspiró.
Después de todo, aquel no era un mal modo de celebrar su cumpleaños.
Fue a abrir la puerta en cuanto sintió su ki acercándose a la base. No recordaba haber estado tan ansioso por ver a una persona desde hacía muchísimo tiempo, pero nunca había tenido una relación como aquella, así que suponía que era normal.
Charlotte compuso un gesto de sorpresa fugaz, que se marchó para dar paso a una sonrisa inquieta. Sus mejillas se sonrojaron muy tenuemente al verlo sonriendo cerca de ella e incluso se colocó un mechón de cabello detrás de la oreja con disimulo. Su ki parecía un tanto alterado, pero Yami no le dio importancia. Estaba preciosa. Siempre había sido consciente de su atractivo, pero desde que estaban juntos, cada día que pasaba la veía más guapa.
El amor lo tenía ciego. No le veía defectos ni fallo alguno, pero suponía que era una fase, aquella que la gente denomina enamoramiento, y que algún día pasaría. Pero se sentía en una nube idílica de felicidad y serenidad que aprovecharía sin dudar.
Observó sus ojos brillantes. Desde que se habían acercado, siempre la notaba tranquila y no alerta, sus sonrisas eran más frecuentes y parecía en general otra persona. Pero tal vez no era así. Tal vez, la Charlotte distante que siempre se mostraba ante él era solo una máscara que había creado para que no le hicieran daño y no existía. Tal vez solo quería ser tratada con amor para mostrarse tal y como era, y que él precisamente lo hubiese logrado lo hacía sentir de una forma muy extraña, pero muy reconfortante también.
—Hola. ¿Cómo sabías que estaba aquí?
—Hola preciosa. Ha sido por tu ki.
La vio sobresaltándose un poco. Todavía no se acostumbraba a su afecto, así que algunas veces le sucedía que se sonrojaba de más al escuchar ciertas palabras de su parte dirigidas hacia ella. Le había explicado que se sentía rara al escucharlo haciéndole cumplidos, pero que le gustaban, así que él se había propuesto decírselos cada vez que tuviera la oportunidad.
—No te vas a quedar en la puerta, ¿verdad?
Charlotte negó con la cabeza y entró en la base. La miró de arriba abajo, como solía hacer cuando la visitaba, porque aún no se acostumbraba a su extraña decoración. Yami tuvo entonces la oportunidad de observarla un poco más; sabía que si se quedaba mirándola durante mucho tiempo seguido la inquietaba. Se había puesto un vestido que le quedaba muy bien, de color rojo oscuro. Era de tirantes, porque a pesar de que el otoño estaba llamando a la puerta, hacía calor. Llevaba el pelo suelto, solo se recogía una parte de su flequillo en la característica trenza que se solía hacer.
—¿Quieres tomar algo? —le preguntó tras colocarse enfrente suya.
—No, gracias. Estoy bien.
—¿Me das un beso?
—¿Aquí?
—Claro. No hay apenas nadie hoy en la base. Además, fuiste tú la que me dijiste que querías que nos viéramos aquí.
Charlotte pareció dudar un instante, pero pronto se inclinó levemente y le dio un corto beso en los labios. Yami la miró con una sonrisa ladina para ponerla más nerviosa. Nunca se cansaría de jugar con sus reacciones vergonzosas y sabía que con el tiempo y cuando la confianza entre ellos creciera eso cambiaría, así que debía aprovechar.
Ella le empujó uno de los hombros mientras se reía. Se dirigió al sofá y se sentó, así que Yami fue a acompañarla. Pero su ki seguía reflejando un estado de nervios extraño que no acompañaba a sus gestos o a su comportamiento.
—Oye, ¿te pasa algo?
—¿Por qué lo dices?
—Porque te noto nerviosa.
—Otra vez mi ki… ¿no?
Yami asintió. La vio suspirando y después introduciendo la mano en su grimorio, que había dejado cerca del sofá. Sacó una caja pequeña envuelta con papel azul y coronada con un lazo. Él se extrañó al ver el obsequio.
—¿Me has traído un regalo?
—Feliz cumpleaños, Yami.
La miró con sorpresa en los ojos. Casi nadie conocía la fecha de su cumpleaños. Estaba casi seguro de que nunca la había comentado en una reunión de capitanes o en algún sitio en el que ella estuviera presente.
—¿Cómo sabes que hoy es mi cumpleaños? —le preguntó con curiosidad.
—He hecho algunas investigaciones.
La besó de nuevo. El día de su cumpleaños no le solía importar demasiado, pero solo Charlotte podía convertirlo en un suceso especial e ilusionante. Cuando el beso acabó, ella le dio el regalo y él se dispuso a abrirlo. Dentro de la caja había una hebilla para el cinturón con forma de rosa. Se veía que era de un material bastante bueno y delicado. Tal vez se lo había encargado a algún conocido de sus padres, porque realmente se podía apreciar su calidad.
—Sé que no es gran cosa.
—No digas eso. Muchas gracias, Charlotte. Me encanta.
—Me alegra que te guste.
—¿Te quedarás a dormir hoy?
—No.
—¿Por qué no? Vamos, es mi cumpleaños.
Charlotte lo miró enarcando una ceja de forma acusatoria. Sabía que estaría pensando que ni siquiera le había dicho cuándo era su cumpleaños y ahora era su baza para intentar convencerla, y que era un hombre sin remedio, pero por alguna razón que jamás supo no le llegó a decir nada, así que él continuó hablando.
—Además, mañana es el tuyo. Así los celebramos los dos.
—Ah, ¿lo sabes?
—No subestimes mis recursos; yo también he hecho ciertas investigaciones.
Yami soltó la caja que contenía la hebilla del cinturón en la mesa del salón. Se dio la vuelta de nuevo y sujetó su cuello con las dos manos mientras la besaba intensamente y sentía cómo ella posaba las manos sobre su pecho.
Definitivamente, nunca le había dado demasiada importancia al día de su cumpleaños, pero estaba seguro de que, ahora que Charlotte estaba en su vida, comenzaría a afrontarlo con ciertas ganas e ilusión.
FIN
Nota de la autora:
Hoy es el cumple de Yami y mañana el de Charlotte, así que se me ocurrió hacer una contraposición entre la celebración de este día cuando estaba solo y cuando está en pareja.
La ilusión con la que uno enfrenta las cosas tiene mucho que ver con la gente que tiene a su alrededor y estar solo es muy duro, así que imagino que no le importaba mucho el día si no tenía alguien con quien celebrarlo. Pensé en añadirle otra parte con hijos y todo, pero me gustó el resultado así. De esta forma no os abrumo con mis OCs.
Mañana es el último día de la yamichar week, así que por ahí nos veremos.
Mil gracias por leer.
