-La extraña casualidad de encontrarte-

[Yamichar Week 2023]

Día 7. 'When we get old'


El tiempo es mensurable. Los seres humanos así lo establecimos para dotar a nuestras vidas de cierto orden. Pero todos sabemos que el tiempo es también subjetivo, ya que a veces un instante puede ser efímero o parecernos tan largo que nos resulte inviable.

Ese día, Yami había sentido que el reloj se había quedado estancado o que las manecillas de absolutamente todos los artefactos que indicaban la hora del Palacio Real se habían oxidado. Suerte que el día por fin había acabado.

Los últimos meses habían sido frenéticos. Había habido cierta inestabilidad debido a algunos incidentes con reinos colindantes y a la amenaza de un grupo terrorista que pareció surgido de la nada, pero finalmente se resolvió todo satisfactoriamente.

Le inquietaba en cierto modo que las cosas se torcieran, porque llevaba mucho tiempo teniendo un hogar en la base de los Toros Negros, pero hacía algunos años su familia había crecido y sentía un miedo irracional cada vez que pensaba en que pudiera sucederles algo.

Yami y Charlotte tenían un niña de cinco años por ese entonces. Todo entre ambos capitanes había pasado muy rápido, algunos incluso pensaban que demasiado, pero fueron ellos los que decidieron su propio ritmo, así que no podía ser erróneo.

La cita del té se produjo hacía ya un buen tiempo. Yami le dijo a la Capitana de las Rosas Azules que no se la podía sacar de la cabeza y que le gustaba mucho, pero que también pensaba que deberían acercarse más para poder corresponder a sus sentimientos de la forma en la que ella merecía. Ese mismo día, en el jardín de la orden que capitaneaba Charlotte, se besaron mientras el sol se ocultaba.

Tras aquel momento, la relación creció de forma vertiginosamente veloz. Yami se enamoró de una manera completamente visceral de Charlotte y no quería tenerla esperando más tiempo, así que lo que otras parejas hacen en años, ellos lo hicieron en apenas unos pocos meses. Estaban bastante establecidos en el mundo como compañeros y, aunque Hikari había llegado en un punto de sus vidas en el que no se lo esperaban, se alegraba mucho de tener una familia tan maravillosa.

Su casa era simple y no demasiado grande. Estaba muy cerca de la base de los Toros Negros, porque Yami sabía que no podía confiar en que la cuidaran correctamente todo el tiempo, así que no quiso alejarse demasiado. Pensaba que le costaría más convencerla, pero Charlotte aceptó en cuanto se lo comentó. Estaba cansada de vivir tan cerca de la capital. Durante toda su vida, su residencia había estado en el barrio de los nobles, y aunque ella formaba parte de la nobleza, nunca se había considerado parte de ellos, pues no sentía como propios sus costumbres, discursos o actitudes.

Además, a Hikari le gustaban mucho la naturaleza, la pesca y las flores. Criarla en ese entorno le pareció ideal. De todas formas, podía ir cuando quisiera a ver a sus padres, iba a diario a la sede de las Rosas Azules y también llevaba de visita a su hija, pero sabía que ella tenía debilidad por los Toros Negros, así que comprendía que quisiera pasar más tiempo en su base.

Tras casi seis años de convivencia, Yami decidió que quería dar un paso más. Y no era como si su relación no estuviera lo suficientemente oficializada, pero quería que Charlotte se sintiera especial, que supiera que la amaba aunque no se lo dijera a menudo. Pero él no era demasiado bueno con las palabras, así que sería algo difícil.

A Yami no le gustaban los eventos multitudinarios ni ser el centro de atención ni mucho menos ponerse esos incómodos trajes que lucían los hombres del Reino del Trébol en ocasiones especiales, pero quería hacerla feliz. Le encantaba ver su sonrisa apacible, sentir su ki revoloteando como la primera vez que la besó o simplemente saber que estaba contenta con la vida que tenían en común.

Así que ese sería el día en el que se lo propondría. El problema era que aún no había elegido las palabras correctas ni sabía si sería capaz de decirlas. Pensó en escribir una especie de discurso para memorizarlo y que los nervios no lo traicionaran, pero si era sincero consigo mismo, nunca se le había dado bien planificar los siguientes pasos cuando tenía una idea en mente. Él era más de saltárselos todos y comenzar por el final, por lo tanto, no veía bien ser irrespetuoso con su esencia. Lo haría como saliera, porque sabía que así sería más sencillo.

Se fumó un cigarro con prisa mientras recorría el sendero que lo llevaba a su casa. A pesar de que el día se le había hecho eterno, por fin estaba anocheciendo. Sintió el ki de Charlotte y su hija dentro. Estaban en el salón, probablemente esperándolo. Sonrió cuando apagó el cigarro, antes de entrar. La vida da muchas vueltas, pero nunca había imaginado que sería padre y hasta se querría casar con alguien. Sin embargo, Charlotte era la mujer más especial, buena, fuerte y hermosa que había conocido jamás, así que le parecía bien que precisamente hubiera sido ella quien lo hubiera animado a hacer cosas que no tenía previstas en su vida anterior.

Entró en la casa y Hikari lo recibió abrazándole las piernas. Se agachó para saludarla mientras le acariciaba la cabeza.

—Hola mocosa.

—Hola papi. Te he echado de menos.

—Lo siento. Hoy he tenido mucho trabajo. Mañana llegaré pronto.

—¡Bien! Así podremos ir a la base.

—Claro.

Se levantó y fue a darle un breve beso a Charlotte. Le preguntó cómo le había ido el día, porque hacía al menos una semana que la veía más cansada que de costumbre. Sabía que no dormía demasiado bien por las noches y estaba un poco preocupado, pero ella le dijo que ese día se sentía algo mejor.

Cenaron los tres juntos. Yami acostó a Hikari después y le contó una de las historias que tanto le gustaban de su país natal. Cuando la niña se quedó dormida, se fue hacia su habitación.

Charlotte estaba enfrente del espejo, quitándose los pendientes. Se acercó por detrás y rodeó su cintura. Sentía unos nervios palpitantes punzándole la boca del estómago, pero trató de ignorarlos. Le apartó el pelo hacia un lado y le besó el cuello mientras la observaba cerrando los ojos y apoyando la cabeza en su hombro.

—¿Seguro que estás mejor?

—Seguro —contestó Charlotte tras abrir los ojos y mirarlo a través del reflejo del espejo.

—Tienes el ki raro. ¿Por qué no vas a ver a Owen? A lo mejor estás enferma.

—No creo que esté enferma. Pero si te vas a quedar más tranquilo, iré.

—Gracias —le susurró al oído y después le dio un beso suave en el cuello.

Se quedó abrazándola algunos segundos más. Sentía los latidos acompasados de su corazón en el pecho a través de su espalda, su respiración suave y las caricias que le había empezado a dar en los brazos.

No debía ser tan complicado. Solo eran palabras. Sin embargo, sentía que si dejaba de tocar la piel de Charlotte los dedos le temblarían anunciando así su intranquilidad. Decidió no pensarlo más, porque no sería capaz de decir nada de lo contrario.

—Charlotte.

—¿Sí?

—Cásate conmigo.

Los ojos azules de Charlotte se abrieron con sorpresa. Lo miró un segundo en el reflejo del espejo nuevamente, pero se dio la vuelta para que ninguna superficie tuviera que expresar la perplejidad que su mirada destilaba.

—¿Qué?

—Que quiero que te cases conmigo.

Se quedó un minuto completo sin decirle absolutamente nada, así que Yami se comenzó a preocupar. ¿Y si ella simplemente no quería llevar a cabo un ritual tan ostentoso en el que todas las miradas estuviesen puestas sobre su cuerpo? Tenía sentido debido a su carácter introvertido y ni siquiera habían hablado sobre el tema, así que tal vez se estaba precipitando.

Sin embargo, pronto Charlotte lo abrazó con fuerza. Él suspiró aliviado. Probablemente, lo que había sucedido era que ella jamás esperó que Yami diera ese paso, así que se había quedado asombrada y la sorpresa no la había dejado actuar con inmediatez.

—Claro que me casaré contigo. —Le rodeó el cuello con los brazos y le besó los labios—. ¿Pero no se supone que esto se tiene que pedir de rodillas y con un anillo?

—¿Te habría gustado más así? —le preguntó Yami algo contrariado.

Charlotte se rio un poco ante su confusión. Probablemente, habría compuesto un gesto repleto de incredulidad debido a que no se imaginaba que a Charlotte le gustaran esas cosas que iban tan poco con su propia personalidad.

—Claro que no, tonto. Solo estaba bromeando. Así ha estado perfecto.


La boda se llevó a cabo en tan solo dos semanas. Como todo en su relación, se hizo de forma rápida. No hubo demasiados invitados, a pesar de que el protocolo establecía que la nobleza debía casarse por todo lo alto. Pero Charlotte ya había incumplido esas normas en más de una ocasión, así que lo volvió a hacer.

La ceremonia fue rápida y sencilla. La celebración, no tanto. No todos los días se casaban dos capitanes, ni tampoco dos personas que tenían escuadrones tan intensos y ruidosos. Las chicas de Charlotte estuvieron suspirando a cada paso que ella daba, porque la veían tan hermosa vestida de novia que casi se les antojaba irreal. Por su parte, los Toros Negros, con su desmedida vitalidad y energía, pusieron el toque de locura que esa boda estaba destinada a tener. Hikari estuvo también muy contenta durante todo el día, sobre todo cuando le llevó los anillos a sus padres al altar para que formalizaran su unión.

Todo había salido genial. A Charlotte le extrañaba que ninguno de los Toros Negros hubiera destrozado completamente el sitio en el que se celebró el evento, pero supuso que Yami los había amenazado de muerte si llegaban a romper algo.

Había sido un día muy bonito. Charlotte se sentía un poco extraña, porque le hacía ilusión ser la esposa de Yami Sukehiro, pero aún no podía creer que un hombre como él se hubiese querido casar.

Le acarició el cabello negro mientras estaba perdida en sus pensamientos. Él parecía dormitar apoyado sobre su pecho desnudo. Su respiración era profunda, pero se aferraba con anhelo a su cintura.

—Al final va a ser verdad lo que te dije —musitó él despacio.

—¿El qué? —le preguntó Charlotte sin saber a lo que se refería.

—Que nos vamos a cuidar cuando seamos viejos.

—Sí, va a ser verdad.

Charlotte sonrió, moviendo las manos hasta sus hombros para continuar sus caricias allí. Recordaba bien de ese momento. Yami le dijo que con su actitud jamás conseguiría pareja y ella, sumida todavía en la vergüenza que le suponía amarlo debido a su reputación, le contestó que el campo de batalla debía ser su único compromiso. Todavía se acordaba de cómo le temblaban las piernas al escucharlo diciéndole que, si seguían solteros cuando fueran mayores, se cuidarían el uno al otro. Nunca imaginó que se cumplirían esas palabras, pero el destino es caprichoso y ahí estaba ella, tumbada en la cama de su propia casa tras hacer el amor con la persona a la que llevaba amando durante más de quince años.

—Yami.

—¿Mhm? —Su voz sonó somnolienta y le pasó por la cabeza durante un breve instante dejarlo dormir, pero Charlotte decidió que no podía estar callada durante más tiempo.

—Estoy embarazada.

Yami levantó la cabeza directamente y se apoyó sobre el colchón con las manos, colocándolas alrededor de su cuerpo. Incluso se le quitó de encima para tumbarse al lado. Parecía que el sueño se le había esfumado de golpe.

—¿Cuándo te has enterado?

—Ayer, pero no quería abrumarte más con la noticia por lo de la boda. Te veía nervioso.

—Así que por eso tenías el ki raro… No me acordaba de cómo era —dijo en un tono bajo, más hablando para sí mismo que con ella—. Me lo tendrías que haber dicho antes. Una noticia tan buena como esta no me habría alterado.

Le acarició el cuello y la atrajo hacia su rostro para besarla. Le agradeció al oído por ofrecerle tanto y después se tumbaron mientras se abrazaban y hablaban sobre el futuro y la ampliación de su familia.

Era muy curioso que lo que empezó como una broma de Yami finalmente se hubiese convertido en realidad, porque ambos estaban completamente convencidos de que se cuidarían y amarían para siempre.


FIN


Nota de la autora:

Pues aquí concluye un año más la yamichar week, y con este ya van tres. Espero que nos veamos el año que viene también. Me habría gustado planificarme un poco mejor para esta semana, pero se me echó el tiempo encima, he tenido mucho trabajo y encima he tenido otitis hasta hace un par de días, pero ya estoy bien. Quería hacer one-shots más largos, elaborados y originales, pero no me ha sido posible por estas circunstancias, así que espero que salga mejor el año que viene.

En cualquier caso, gracias por pasaros a leer. Significa mucho para mí.

Nos iremos viendo por aquí.

¡Mil gracias de nuevo!