2.- Glengettie y John Dee
Té y Necromancia
"Tea & Necromancy"
De Saveourskinship
Alfa-Bet-eado
Nota de la autora: Por favor toma en cuenta la etiqueta de Ideas Suicidas, si es un tema fuerte para ti, no leas.
Draco se despertó tarde a juzgar por la posición del sol en el cielo. Escuchó el salto deslizándose de un pequeño pájaro rebotando sobre su protección invisible, inclinando su cabeza con curiosidad hacia ellos bajo sus pies.
—Viene todas las mañanas —le dijo Granger.
Él se giró para mirarla, pero ella todavía tenía los ojos cerrados mientras, adormilada, se frotaba una mejilla contra el brazo. Tenía más color hoy, un leve rosa subiendo en su pómulo contradiciendo su supuesta indiferencia por despertarse con él a su lado. El rubor complementó el cielo gris y nublado y se giró para observar al pájaro cruzar la barrera.
Sorprendentemente, había dormido bien. Como un muerto, en realidad. No se había despertado presa de un pánico espantoso ni había experimentado su habitual insomnio. Tal vez necesitaba conseguir su propio ataúd.
Se estiró, picándose casualmente el omóplato con un gemido matutino de satisfacción.
—Extraño, ¿no? —comentó Granger, mirándolo con un ojo abierto mientras sus labios se arqueaban con respiraciones somnolientas—. Aquí sólo puedo dormir bien. Tú también debes haberlo hecho. De lo contrario, me habría despertado.
—Extraño es quedarse corto, Granger —respondió un poco adormecido. Draco lanzó un hechizo Tempus y descubrió que solo tenían un par de horas antes de encontrarse con Theo.
Se sentó y miró su ropa arrugada.
—Necesito cambiarme. —Inclinó la cabeza para mirarla y ella parecía estar observando la línea de su columna, pero se movió para mirarlo mejor, todavía acostada de lado—. Iremos al castillo, desayunaremos, nos prepararemos y nos reuniremos en el vestíbulo de entrada a las doce.
—No es tu fuerte formular las invitaciones como preguntas, ¿verdad? —dijo con un suspiro.
—¿Por qué le daría a la gente mejores oportunidades para decirme que no? —Arrugó la frente como si este detalle de manipulación social fuera obvio—. Hay circunstancias específicas en las que está justificado, pero generalmente no lo uso fuera de esos límites.
—¿Y cuando te dignas a…? —Pero se calló cuando él levantó las cejas y ella se sonrojó un poco—. Ah, claro, por supuesto.
Ella se movió y miró el acolchado del ataúd.
—Creo que simplemente...
—«Te acompañaré al Gran Comedor, Draco». «Sí, gracias, Granger, tu compañía sería apreciada» —finalizó por ella.
Ella lo miró de nuevo con una sonrisa descarada levantando una comisura de su boca.
—¿Draco? —bromeó, con voz cálida y humorística.
—¿Sí? —preguntó él.
Ella se sentó, mirándolo con diversión en su rostro.
—No, quise decir que… ¿En tu imaginación te llamo Draco? ¿No Malfoy?
—Bueno, es mi nombre. Contrariamente a la creencia popular, me identifico más con el individualismo permitido por mi nombre que con la historia y las nociones pater familias asociadas a mi apellido —explicó un poco malhumorado.
—Oh, está bien, Draco, pero no es lo que esperaba. Mira, en mi imaginación, siempre me llamas Granger.
Desvió su mirada hacia los lados de la tumba.
—Podría intentarlo, supongo —respondió tentativamente y ella arqueó las cejas de una manera sorprendida y burlona—. ¿Deberíamos regresar ahora, Her…Hermione?
Ambos fruncieron el ceño.
—No, quédate con Granger, por favor. —Sacudió la cabeza.
—Sí, no me gustó. Me sentí raro. —Draco la miró—. Tampoco tienes que llamarme Draco, si te parece extraño.
Ella inclinó la cabeza.
—En realidad, creo que lo haré. También me gustas más que tu apellido.
Se levantó y se alisó la falda. Él también se puso de pie cuando ella lo miró expectante, transfigurando la manta nuevamente en su túnica exterior y poniéndosela.
Draco se recuperó rápidamente de su comentario casual, aunque algo dentro de él se había dado la vuelta y todavía colgaba boca abajo, haciendo que su sangre corriera y el calor se derramara a través de él. Él se levantó del hueco y ahogó una sonrisa ante su cambio de opinión. No había pasado mucho tiempo desde que Granger le había dicho abiertamente que no le agradaba mucho.
Sabía exactamente cuándo había cambiado su propia opinión sobre ella. Ella había llegado para la segunda mitad del testimonio de Potter en su juicio, sentada en algún lugar donde él realmente pudiera verla; había articulado las palabras que Potter había dicho y fruncía el ceño cada vez que él se había desviado claramente de sus palabras cuidadosamente pensadas.
Draco se había visto obligado a apartar la mirada, no fuera a ser que la fugaz distracción le restara valor a la expresión contrita que su abogado le había aconsejado que mantuviera.
Su molesto desdén por lo idiota que era Granger había dado paso a estar bastante agradecido de que ella hubiera extendido sus muchas habilidades en investigación y escritura en un argumento sobre su libertad.
Dejando que los recuerdos se desvanecieran, Draco regresó al presente. Sus pies ahora los llevaban de regreso a Hogwarts.
—¿Por qué intentas ayudarme, Draco? —preguntó, tapándose las manos con los puños de su jersey para cubrirlas hasta los nudillos.
—¿Por qué me ayudaste? —Regresó fácilmente.
Ella se encogió de hombros.
—Era algo en lo que concentrarme; algo que podría consumirme y bloquear todo lo demás. El tuyo fue el primer juicio de guerra. Querían hacer de ti un ejemplo, así que teníamos que hacer lo mismo. Mostrarles por qué luchamos, por lo que luchó Harry, para detener los prejuicios y la corrupción. Que no iba a ser fácil deshacerse de todos aquellos que consideraban una amenaza para la sociedad. A la gente se le permite ser idiota. No es ilegal.
Era un conjunto de argumentos que en realidad no encajaban, en realidad no. Pero claramente había pensado en muchas razones diferentes por las que lo había ayudado. Muchas de las cuales no eran la verdadera razón, sugiriendo una de la cual ella estaba secretamente avergonzada.
—Bueno —respondió él, usando el mismo tono de rectitud viciosa que ella había utilizado—. Te estoy ayudando porque es lo correcto. Te lo debo porque me mantuviste fuera de Azkaban. Porque eres mi compañera de clase y, por lo tanto, estoy obligado a preocuparme por ti.
Ella chasqueó, mirándolo, molesta porque él la estaba criticando por su respuesta de mierda.
Él le devolvió la mirada.
—No te lo contaré a menos que divulgues tu verdadera razón.
—Qué Slytherin. —Hermione hizo un puchero—. Bien. Fue egoísta, ¿vale? Simplemente pura autoconservación indulgente. Podría decir que fue por Harry, lo cual también sería cierto en parte. Pero fue por mí, en caso de que alguna vez descubran todo lo que he hecho. Así que necesitaba asegurarme de que no hubiera ningún precedente para encarcelar a nadie por cosas que hizo cuando era menor o en circunstancias de guerra.
Ella apretó la mandíbula desafiante, como si lo desafiara a insultarla. Estar disgustada por lo flexible que era su columna vertebral moral.
—Mira, esa es una razón mucho más respetable, Granger —le dijo y ella bajó la barbilla por la sorpresa, pero rápidamente cerró la boca y se giró para mirar resueltamente al frente—. Tengo mucha curiosidad por escuchar todas estas fechorías por las que cree que se te puede responsabilizar —se rio entre dientes, pero ella lo ignoró.
—Tu turno —exigió.
—Obviamente había algo mal contigo. No es una cantidad tan grande como para que alguien pensara que necesitaba intervenir de inmediato. Desafortunadamente, has demostrado ser lo suficientemente competente y la mayoría de la gente supone que pedirás ayuda si la necesitas. Has molestado a demasiados profesores para que cada frase de un ensayo fuera perfecta, nunca pensaron que te dejarías apagar; pero te vi desvanecerte. Me fascinó. Quería saber qué lo estaba causando. No podrías hacer eso si estuvieras muerta. Dudo que me dieran permiso para leer el informe de tu autopsia. Así que te necesitaba viva. —Él agitó una mano de arriba abajo—. Imagínate mi sorpresa cuando descubrí que tu dolencia era creer que estabas muerta.
Ella asintió, aceptándolo como un razonamiento viable.
Habían llegado al Gran Comedor y al verlos entrar una lechuza graznó, claramente molesta por tener que esperar.
Tenía un pergamino bastante grande atado a una pierna y una mucho más pequeña en la otra. Mientras se acercaban, le tendió una pierna impaciente a Granger para que la desatara.
Draco le quitó fácilmente el más pequeño cuando se lo ofrecieron.
«Gracias», fue todo lo que se leyó.
—Realmente no necesitaba haberte cargado con esto —le dijo Draco a la lechuza y ésta agitó sus plumas en señal de acuerdo antes de irse volando.
Granger se había sentado en un banco y estaba absorta en la carta. Draco tomó el desayuno y preparó un pequeño plato de avena para la bruja frente a él, el cual ella miró vacilante, pero comenzó a comer con cuidado.
Fue un asunto silencioso mientras Granger leía y releía la carta, que era larga y claramente se había puesto esfuerzo en ella.
Se levantó para ducharse y cambiarse cuando ella se dirigió a él.
—¿Le escribiste a Harry? —Ella parecía incrédula. Había gratitud brillando en sus ojos. Parecía más feliz de lo que la había visto en todo el año—. ¿Realmente le escribiste a Harry de mi parte?
—También le escribí a los dos Weasley, pero, como siempre he afirmado con fervor, fueron completamente inútiles. —Puso los ojos en blanco—. Y a Potter le llevó bastante tiempo volver a contactarme.
Ella hizo florecer la carta hacia afuera a modo de demostración.
—Dice que estaba en entrenamiento y que no se les permitía recibir lechuzas ni ninguna otra forma de correspondencia.
—¿Cómo es que Weasley respondió entonces? ¿No se supone que deberían estar haciendo el programa de Aurores juntos? —preguntó Draco arrastrando las palabras.
—Ron renunció —dijo y Draco sonrió. Por supuesto que lo hizo. Ella sonrió amablemente—. Aparentemente está trabajando con George en la tienda de bromas. Creo que será muy bueno en eso.
Draco arqueó las cejas con una pequeña mueca de desprecio, no dispuesto a admitir que inventar nuevos hechizos y objetos con los que frustrar al personal de Hogwarts sonaba bastante divertido.
Draco se alejó.
—Nos vemos en media hora, Granger.
Comenzó a caminar hacia las mazmorras de Slytherin, pero sonó un rápido golpe contra el suelo de losa y los brazos de Granger lo rodearon, con el rostro presionado contra su espalda. Sus muñecas lo rodearon y lo apretó con fuerza, incómoda si era honesto, con la carta cuidadosamente doblada en su mano izquierda.
—Gracias, Draco —dijo suavemente, su voz amortiguada a través de su túnica. Luego lo soltó y se alejó corriendo.
Quedó con una fascinación frágil y un latido de su corazón, desafortunadamente no indiferente, que se aceleró contra su voluntad.
Al encontrarse con ella nuevamente, Granger estaba jugueteando con un botón de su chaquetón azul marino, sus botas marrones raspaban contra la piedra del vestíbulo de entrada.
Ella se puso de pie de un salto cuando lo vio, inquieta como parecía hacerlo cuando se sentía incómoda.
Y fue un poco incómodo. Draco no estaba seguro si debía reconocer su abrazo o dejarlo así.
Sin embargo, ella se lanzó a una charla rápida e implacable que hizo que su necesidad de tomar una decisión fuera discutible.
Habló de la caminata a Hogsmeade, la rutina que solía tener con Harry y Ron, de las tiendas que aún no habían reabierto, comentando lo afortunadas que eran porque el día estaba despejado incluso si hacía un poco de frío.
—Granger. —Detuvo su lío de palabras y ella hizo una mueca sabiendo que había dejado que su lengua se escapara sobre ella.
—Lo siento —soltó ella y giró brevemente la cabeza para mirarlo antes de colocarse un rizo detrás de la oreja y mirar hacia adelante.
—¿Siempre lanzas una diatriba cuando te sientes avergonzado o todo esto es sólo para mí? —bromeó.
—Bueno, es sólo que... realmente no sé quién eres, ¿verdad? — respondió—. Pensé que lo sabía. Estaba bastante segura de ello. Pero creo... creo que podría haberme equivocado. Es desconcertante.
—Me imagino que debe serlo. Es muy raro que te pase a ti. —Draco le dirigió una mirada sarcástica—. Pero yo tampoco sé quién eres. Has sido menos molesta de lo que siempre supuse que serías.
—Y eres un poco menos idiota de lo que pensaba. Lo más sorprendente es que tienes momentos enteros en los que no eres un imbécil para nada y te sientes decididamente diferente estar en presencia de ellos cuando ocurren.
Draco se rio.
—No eres muy amable, ¿sabes? Siempre esperé que aquellos que eran buenos y rectos fueran, inherentemente, amables.
Ella resopló.
—Puedo ser amable cuando es necesario, pero normalmente es una pérdida de tiempo para todos y no te lleva a ninguna parte.
—Quiero decir que es refrescante, crecí en una casa llena de sofocante cortesía y etiqueta enjaulada. No se anima a decir lo que piensas, al menos, no libremente. Sin embargo, expresar tus verdaderos pensamientos con cumplidos ambiguos o bromas falsas era perfectamente aceptable.
—Bueno, eso suena horrible —prácticamente gruñó Hermione, pero luego su expresión se suavizó mientras miraba hacia el pueblo al que se estaban acercando rápidamente—. Aunque explica mucho sobre Theo.
Draco asintió en señal de acuerdo.
—¿Qué pasa contigo?
—En realidad nunca importó si dijera lo que pensaba o no en casa —contestó ella.
Draco frunció el ceño. Se refería a cómo había crecido y se preguntó si estaba siendo intencionadamente obtusa.
—¿Por qué no? —preguntó.
—Cuando era más joven, mis padres tenían un exitoso consultorio dental en Londres, medimagos especializados en dientes, por si no lo sabías, no teníamos parientes que vivieran a nuestro alrededor, así que pasaba mucho tiempo en la biblioteca cercana. Supongo que siempre estuve demasiado absorto en lo que leo para decir mucho.
Draco sospechaba que estaba utilizando ese método suyo otra vez donde decía la verdad, pero era sólo un caso atípico de uno más grande y menos saludable.
—Tus padres —evadió, claramente tratando de tener cuidado cuando notó que él se ponía rígido—, parecen preocuparse muchísimo por ti.
Había una suavidad en su voz, a la vez dolorosa y melancólica, y él se preguntó de nuevo qué le había pasado a los suyos.
—No lo suficiente para mantener a un sociópata fuera de nuestra casa —se quejó.
—¿Tenían... muchas opciones?
Su voz sonaba como si estuviera trabajando en una difícil traducción de runas, como si fuera algo en lo que no había pensado antes.
—Honestamente, no estoy seguro… Tengo mucho miedo de preguntar. ¿Qué clase de personas serían si no los coaccionaran ocasionalmente?
—Como tú, ¿quieres decir? —terminó por él.
Reflexionó sobre el pensamiento mientras se acercaban al comienzo de Hogsmeade, el camino de grava dando paso a adoquines y árboles silvestres convirtiéndose en mansos setos que bordeaban el pueblo.
—¿Lo estuve?
Ella se encogió de hombros.
—¿Lo era? Ciertamente creía que estaba haciendo todo por mi propia voluntad. Pero entonces Dumbledore intentó dejarle a Harry la Espada de Gryffindor en su testamento y…
Draco soltó una risa áspera.
—Qué movimiento tan increíblemente arrogante y miope. La espada fue regalada a Hogwarts por Godric Gryffindor, no era de Dumbledore para simplemente obsequiarla.
Granger asintió, estando de acuerdo con su indignación.
—Honestamente, no estoy tan segura de cuánto fuimos manipulados Harry, y en consecuencia Ron y yo, por alguna estúpida profecía solo porque Dumbledore se la creyó.
—Las profecías sólo se hacen realidad si la gente cree en ellas —se burló Draco—. Por lo general, es conocer una profecía y tratar de actuar en contra de ella lo que crea las circunstancias para que la profecía se manifieste.
—¿Verdad? —Granger hizo una mueca enojada—. Si la gente los descartara como debería, nada de eso se haría realidad en primer lugar. Si Voldemort no hubiese decidido que Sybill Trelawney era una vidente «auténtica», Harry nunca habría sido el objetivo.
—Pero… —Draco pensó en aquel escenario—. La Orden estaba perdiendo, Granger. En la Primera Guerra Mágica, estaban perdiendo mucho. Si el Señor Oscuro no hubiese matado a los padres de Potter y su cuerpo fuese destruido, personas como tú habrían sido perseguidas y exterminadas. Voldemort habría eliminado a todas las personas no puras o mestizas que encontrara.
Ella se quedó en silencio por un momento antes de encogerse de hombros.
—Bueno, de cualquier manera estoy muerta, entonces, ¿qué importa?
Algo horrible se agitó en Draco. Estar presuntamente muerta y caminar por ahí era una cosa, estar muerta y sólo muerta se sentía...
Mal; se sintió muy mal.
Aturdido, la siguió mientras ella abría la puerta de Cabeza de Puerco.
—Hola, desagradables inmundicias —los saludó Theo con un tono indiferente. Como siempre, su cabello castaño dorado estaba perfectamente rizado y sus ojos verde oliva brillaban con un caos parecido al de un hada. La lengua de Theo rozó un canino afilado cuando su sonrisa traviesa se encontró con la mirada de Draco.
Sin embargo, se desvaneció cuando Theo observó a Hermione, su sorpresa ante su apariencia demacrada era clara en el apretón de su mandíbula y la agudeza de sus ojos.
Draco se sorprendió cuando Theo aceptó el abrazo que Granger le ofreció. Sin embargo, rápidamente se hizo obvio que su amigo estaba aprovechando la oportunidad para mirar por encima de su cabeza y gesticular «¿qué carajo?» a Draco.
Hermione se apartó y Theo volvió a adoptar su habitual expresión aristocrática y aburrida. Pasó una mano encantadora para indicarle a Granger que debía sentarse, ayudándola a acomodar su silla antes de sentarse enfrente. Draco tomó asiento entre ellos.
Theo asintió con la cabeza hacia Aberforth y se recostó hábilmente; su rodilla oscilante era el único signo de su agitación.
—Pareces completamente muerta, Granger. ¿Cuándo pasó eso? —Theo levantó una mano donde su codo descansaba en el respaldo de la silla.
—No parezco muerta, Theodore. Lo estoy —resopló y puso los ojos en blanco burlonamente.
—Ella está bastante comprometida con en esa parte. —Draco le lanzó a Theo una mirada para advertirle en silencio que no insistiera.
—Bueno, me gusta —comentó Theo—, siempre quise tener un amigo que en realidad estuviera muerto pero que aún estuviese dispuesto a permanecer. Muchos de ellos van a morgues y a tumbas, ¿sabes? Es muy cansado. ¿Sabes lo exagerados que son ahora los funerales? Es ridículo.
—Jesús, Theo. —Draco se frotó la frente lamentando ya este encuentro.
—¿Qué? Sabes, intenté montar un circo para el de mi padre, pero el Ministerio no me dejó, así que en su lugar lo trasladé con su saco de huesos al Tíbet.
—¿Por qué Tíbet? —Hermione avanzó arrastrando los pies, interesada.
—No lo animes, Granger. —Dioses, esto iba a ser peor de lo que Draco había pensado.
—Entierro en el cielo. —Theo flotó como si eso fuera de alguna manera normal—. ¿Podría arreglarte uno si quieres? Podemos dejarte en la cima de una montaña y observar durante aproximadamente una semana mientras los buitres picotean tu carne.
—No —lo interrumpió Draco—. No, no lo haremos.
—Deja que la dama hable por sí misma, estúpido tocaculos. —Theo le dio la espalda y luego tomó el brazo de Granger y le subió la manga del abrigo y el suéter—. Mm, probablemente solo estarías ahí por unos días antes de que los pájaros terminaran contigo, Hermione. ¿Crees que podrías comer un poco más primero? Me gustaría pasar unas vacaciones como es debido.
Sintiendo una terrible mezcla de siniestro alivio, Draco se desplomó, liberando la tensión en sus hombros cuando Granger comenzó a reír.
No se detuvo hasta que Aberforth entregó una bandeja de cervezas en la mesa. Una cerveza oscura con una superficie espumosa y espesa como el almíbar.
Draco tomó un sorbo. El vaso estaba frío pero la bebida estaba a temperatura ambiente y sabía a malta, con un fuerte sabor a avena. Draco sospechaba que, si sus tés contenían una poción vitamínica, esto probablemente tendría alrededor de cinco.
Theo levantó el suyo a modo de brindis y sostuvo la mirada de Granger en desafío mientras comenzaba a beberlo.
Para sorpresa de Draco, Granger hizo lo mismo, deteniéndose sólo para tomar aire cuando se había acabado aproximadamente la mitad.
Granger tenía una facilidad natural con Theo que claramente le faltaba con él. Parecían entenderse el uno al otro y Draco sintió la sensación de ser un extraño. No esperaba que fueran tan amigables.
—Oh Draco, no hagas puchero, es tan impropio… Pareces un mapache estreñido. ¿No odias cuando hace eso?
Granger miró a Draco con ojos perspicaces.
—Tiene tantas cualidades desafortunadas que me temo que ésta me parece casi entrañable.
—Tienes un punto válido. —Theo tomó otro trago, lo que provocó que Granger hiciera lo mismo.
Draco inclinó la cabeza hacia las vigas, completamente indiferente ante ellos dos.
—Esto es tan injusto.
—La vida no es justa —reflexionó Theo distraídamente.
—Tampoco lo es la muerte —añadió Granger, jugando con el anillo de condensación que su vaso había dejado en la mesa.
—Así que todo es atrozmente miserable y deberíamos acostumbrarnos a ello —finalizó Theo.
—Vivimos tanto tiempo sólo para ser miserables —se quejó Draco.
Theo tarareó de acuerdo.
—Creo que por eso encontramos cosas para joder.
—Al menos tienes la opción de dejarlo cuando quieras. —Granger se deslizó en su asiento abatida.
—Sí, no te jactes de tu capacidad para superarte a ti mismo, Draco. Aunque me sorprende, ahora hay algo que tú puedes hacer y Hermione no. Increíble. En realidad… —Theo inclinó una cabeza curiosa hacia Granger y entrecerró los ojos en contemplación—. ¿Lo han intentado? Podríamos cortarte la cabeza, parece funcionar para casi todos los muertos vivientes.
Granger desestimó la sugerencia.
—He conocido a miembros de Cazadores sin Cabeza, aunque podría evitar algo de aburrimiento si me uniera, parece un terrible inconveniente llevar la cabeza por ahí todo el tiempo.
—Hum, sí, no pensé en eso. —Theo hizo una pausa y luego golpeó la mesa—. ¿Qué tal si te regresamos a la vida? Si seguirás muerta sin importar cómo intentemos matarte, ¿qué pasa si te traemos de regreso?
—Draco dijo que quería probar la nigromancia. —Granger tomó otro sorbo cuando Theo lo hizo—. No me opongo a la idea.
—¿De verdad quieres hacer eso? —Draco la miró desconcertado. No había pensado que ella se hubiese tomado su broma tan en serio.
—¿Por qué crees que te he estado tolerando además de usar tus capacidades sospechosas en el reino de la magia? —replicó ella con un resoplido exasperado—. Sabes que no puedo realizar nada por mí misma.
—Tienes tan buena lengua para los insultos, Hermione. —Theo curvó los labios hacia arriba, complaciéndola—. ¿La usas para algo más?
—No he encontrado cosas para joder, si a eso te refieres, Theodore —entonó cruelmente.
—Por supuesto que no, estás muerta. —Theo plácidamente sacudió una migaja perdida de la mesa—. Supongo que podría ser un poco ilegal.
—Sí, y se lo insinué a Draco la última vez que surgió este tema. —Granger hizo una especie de gesto trivial en dirección a Draco y se pasó una mano por la cara.
—Yo no estaba…
—Draco, asqueroso y odioso bandido —lo amonestó Theo de la misma manera que había visto a Narcissa hacerlo a menudo durante sus muchas indiscreciones juveniles—. Me prometiste que no hablarías con ninguna chica muerta este año. Entre esto y Myrtle la Llorona...
—La barba de Merlín, de nuevo, no estaba…
—Claro, claro. —Theo rechazó la negación de Draco—. Refútalo todo lo que quieras, pero como esta es la segunda vez que tengo que advertirte de la idea, te digo que se está poniendo raro, amigo.
—Theo… —Granger los interrumpió antes de que Draco pudiera afirmar con más fuerza lo equivocado que estaba Theo—. ¿Conoces algún libro sobre nigromancia? Revisé la biblioteca aquí y no pude encontrar nada. Ni siquiera en la Sección Prohibida.
Draco arrugó el ceño, no sabía que Granger había ido tan lejos como para intentar investigarlo. La nigromancia era notoriamente volátil y, Draco estaba seguro, mitológica en su mayor parte. Incluso las leyendas de los hechiceros más poderosos denotaban que la magia necesaria para tales rituales salía mal.
Entonces, por supuesto, Theo le mintió.
—Conozco algunos. —Theo sacó una pluma y un trozo de pergamino. Escribió algunos títulos antes de entregárselos a Granger—. ¿Podrías ir a la lechucería y hacer un pedido especial para Borgin&Burkes? Los necesitaremos todos.
—¿Y no puedes hacerlo tú mismo porque…? —Granger miró a Theo con desprecio—. No soy la chica de los recados.
—Oh, no seas así. —Theo le tomó la mano y la meneó—. Me amas, lo sé.
—Un estado del ser que podría desaparecer en cualquier momento si pretendes explotarlo para tu propio beneficio —le gruñó ella.
—¿Mi propio beneficio? ¡Oíste eso, Draco, ella me está acusando de ser egoísta cuando me ofrecí galantemente para ayudar a reanimar su cuerpo! La paja del Jesús muggle, Granger, aquí estoy, tratando de ser amable aunque lamentablemente estoy sin práctica y…
—¡Bien! Bien, iré. Honestamente Theodore, eres tan dramático. —Granger se puso de pie, imitando a Theo mientras tragaba el último cuarto de su bebida.
—Esa es mi chica, vete ahora. —Theo ahuyentó a Granger mientras ella refunfuñaba en voz baja y ponía los ojos en blanco.
Theo esperó hasta que la puerta del pub se cerró antes de girar hacia Draco.
—¿Qué carajo, Draco? ¡¿Qué carajo?! ¡Dijiste que ella pensaba que estaba muerta, no que se estaba muriendo! Esto está jodido. No podemos dejar que Hermione Granger muera, idiota calloso. Me alegro mucho de que el maldito Potter no pudiera venir en el último minuto. Él iba a sorprenderla, pero creo que te habría matado si la hubiese visto sin previo aviso. ¡Mierda!
—Theo, cálmate —siseó Draco al ver que el camarero los observaba—. Estoy haciendo lo que puedo, pero estoy un poco limitado en este momento en caso de que lo hayas olvidado.
—Dioses, hoy no hay viento, ¿verdad? —Theo estiró el cuello para mirar por la ventana cercana—. Podría ser arrastrada hasta la puta Francia si hay una brisa suave.
—¿Dónde está toda esa apatía cuidadosamente elaborada que sueles mantener? No tengo idea de qué hacer con… Todo esto. —Draco gesticuló tenazmente sobre Theo.
—Tenemos que hacerlo, ¿sabes? —Theo se pasó una mano por el cabello.
—¿Hacer qué? Tus pensamientos están dando vueltas y no puedo seguir el ritmo.
Theo respiró hondo, descorchó un vial que sacó de algún bolsillo y se lo bebió. En unos momentos su nerviosismo se calmó.
—¿Qué estás haciendo con ella, Draco? ¿Jugando con tu comida? Si es así, necesito que te detengas.
—¿Crees que esto te acercará más al pito de Potter? No estoy… Mierda, estoy tratando de…
Theo arqueó una ceja.
—¿Qué? ¿Estás tratando qué?
—Ayudarla —terminó Draco sin convicción.
Theo se burló con burla.
—¿Sabes el significado de esa palabra? ¿Apropiadamente? Sin nuestro habitual sistema de favores y deudas. Porque los Gryffindors no son como nosotros, que es despreciablemente pendejos. —Movió una mano y teatralmente cayó contra el respaldo de su silla—. Ellos hacen esta cosa de empatía y maldita sea si no es molesto y, sospecho, contagioso…
—¿Qué estás...? ¿Adónde quieres llegar con eso? —Draco se estaba frustrando ahora, pero entonces Theo lo miró con ojos siniestros, luciendo perdido y muy diferente a él.
—Fui y me enamoré de él, ¿no?
Draco parpadeó. Bueno, esta fue una admisión inesperada y casi completamente fuera de tema.
Theo continuó narrando su agonía.
—Y es realmente horrible Draco, ¿por qué la gente canta canciones sobre esto? Es lo peor que he sentido en mi vida, como si ya no fuera mía y perteneciera a otra persona y me encanta. ¿Puedes imaginarlo?
Draco no respondió. Theo no parecía necesitar una respuesta de todos modos, inclinó la cabeza para seguir el encaje de una telaraña sobre ellos.
—Y sé que estoy jodido, pero no me importa. Supongo que Hermione te dijo que me mudé a su casa, ¿verdad? No era mi intención, pero parece que no puedo obligarme a marcharme. Y Harry se va tantas veces, lo que significa que estoy allí con el pendejo de Weasley la mayor parte del tiempo, lo cual te aseguro que es un maldito alboroto, pero cuando él, Potter, Harry, está allí, yo... Yo sólo...
Theo tragó y bajó la cabeza para fruncir el ceño ante sus dedos inquietos.
—¿Qué hago con «todo esto» como lo expresaste tan elocuentemente?
—Theo, carajo, ¿necesitas permiso para ser malditamente feliz? —Draco mostró una mueca de indignación ante la duda en el rostro de su amigo.
—No es como si alguna vez hubiera hecho algo que lo justificara. —Theo se quedó en silencio, un pensamiento ocioso lo abandonó—. Parece casi un truco.
Draco gruñó en su garganta, enojado con un mundo en el que Theo podía pensar tal cosa.
—Durante toda tu maldita vida, lo único que has podido hacer es sobrevivir. Ahora que tu arrugado padre está muerto, puedes intentar divertirte. ¡Así que hazlo! Enamórate, besa al chico, aférrate a él y agárrate fuerte porque sabes que ninguna vida con Potter será jodidamente fácil.
Hubo un momento de calma brillante cuando las palabras de Draco se hundieron en la piel de Theo. Luego su amigo resopló levemente y sonrió.
—No hay necesidad de ponerte sentimental, Malfoy. Es tan vulgar.
—Pendejo —refunfuñó Draco, bebiendo el resto de su bebida.
Theo meneó su pinta vacía como diciendo que era su turno de comprar.
Draco suspiró e hizo un gesto para pedir otra ronda, enviando el dinero a la barra que Aberforth puso en su bolsillo debido a la falta de registro.
—Ahora que te has desahogado, ¿te gustaría explicar cualquier tontería ridícula que obviamente hayas decidido que ayudará a Granger?
—Oh, eso es un obstáculo mucho más fácil. —Theo sonrió como una Dionea atrapamoscas, instantáneamente poniendo nervioso a Draco.
—Oh no, Theo, no vamos a…
—De verdad vamos a realizar nigromancia en Hermione —decidió Theo y Draco suspiró. Esto era lo que temía. Theo parecía tener los ojos brillantes y una picardía que le provocaba náuseas. Esta no fue una buena idea—. Y aquí pensé que amar accidentalmente a alguien sería la cosa más estúpida que hice este año. Honestamente, muchas veces me impresiona mi falta de autoconservación. No sirve ser demasiado cliché, ¿verdad?
Draco sacudió la cabeza repetidamente como si no estuviera seguro de cuándo dejaría de estar en desacuerdo con esta estrategia.
—A ese plan le faltan muchas cosas, no sólo tu minúsculo impulso por permanecer en esta tierra. ¿Dónde vamos a encontrar siquiera un hechizo de nigromancia? ¿Sabes que Granger lo analizará a un milímetro de su vida, la cual literalmente estaremos manipulando? —Le recordó a Theo, quien se encogió de hombros y solo le envió una expresión de «¿y entonces?»—. Y en realidad no está muerta, sólo cree que lo está. Cualquier cosa que intentemos realmente podría matarla y dudo que tu Elegido piense muy amablemente de ti si lo hacemos.
Sin embargo, Theo no parecía demasiado molesto por ese aspecto particular de esta locura.
—Ya se me ocurrirá algo. Soy un tanto «diabólicamente competente» cuando me dedico a ello, me dijo no hace mucho nuestra Chica Dorada. El mayor obstáculo es descubrir el desencadenante. ¿Alguna pista ahí?
Draco recordó cada conversación que había tenido con Granger. Las veces que ella había reaccionado demás, los momentos en que había llorado o cuando él la había sorprendido tratando de escabullirse de una verdad dándole media verdad.
—Sus padres —afirmó Draco asintiendo definitivamente—. Algo que ver con ellos.
Theo miró astutamente a Draco.
—Eso fue rápido. —Lentamente se trazó la mandíbula con un nudillo y el otro brazo cruzó sobre el pecho—. ¿Qué pasará después de que la ayudes?
—¿La vida regresa a la normalidad? ¿Cómo voy a saberlo? —respondió Draco, pero Theo permaneció insatisfecho.
—¿Recuerdas cómo era la normalidad antes de todo esto? ¿De verdad quieres eso?
Un remolino de «no» se arremolinó en las entrañas de Draco que sólo se hizo más fuerte cuando la puerta se volvió a abrir y Granger regresó hacia ellos con una sonrisa en su rostro.
—¡Ja! —Theo le sonrió, levantó su bebida y la vació—. Sabes que estás jodido, ¿verdad?
Draco se burló. Pero se sintió como una mentira.
Gracias por todo el amor y comentarios que le dan a la traducción, son un rayito de sol
