Una vez de regreso en la nave, Draco miraba a Granger que había comenzado rápidamente a explicar su experiencia dentro de las cavernas antes de que su maestro la detuviera explicando que las pruebas era algo personal de la que pocos hablaban excepto que sintieran la necesidad de hacerlo. Algo que él consideraba perfecto ya que no tenía ganas de hablar de su visión con Voldemort.
Granger se quedó tranquila, pero no había tiempo para seguir descansando. El Maestro Windu los llevó a una de las cabinas donde activó un esquema que mostraba todas las partes de un sable de luz mientras explicaba uno a uno los componentes y sus distintas funciones. Usualmente el encargado de hacerlo era un viejo droide, el Profesor Huyang. Pero todos los jedi conocían a la perfección cómo funcionaban.
Ambos estaban por lanzarse sobre la caja con las partes cuando los interrumpió.
—Esperen, cierren sus ojos, imaginen el sable en sus manos, el tamaño, el material, el balance.
Draco pudo visualizarlo en su mente, un sable parecido al anterior pero con una curva un poco más pronunciada y un poco más larga, todo metálico, anillos, si, dos anillos, uno más grande que el otro como una guarda,y algo sólido en la base para mejorar su equilibrio.
Granger que había terminado primero estaba ya revisando la caja y sacando cada una de las partes que iba a necesitar para armar el suyo. Él esperó mientras veía como parecía una niña pequeña abriendo un regalo de navidad.
Cuando llegó su turno revisó rápidamente todo lo que había dentro, los sables curvos no eran muy comunes y sus partes necesitaban estar adaptadas, pero al parecer su maestro había pensado en ello y tenía todo lo necesario.
Con las partes ya juntas en una mesa Draco se concentró en repasar mentalmente el esquema esperando tener todo en orden.
La siguiente parte no había resultado sencilla, había pensado que todo debía hacerlo con sus manos, pero no, era con la fuerza. Y si bien ambos eran bastante decentes usando telequinesis, mover todas las pequeñas partes y ensamblarlas de manera precisa no era tan fácil.
Pero después de mucho intentarlo y aun teniendo sus ojos cerrados pudo sentir como todas las partes se juntaban y se acomodaban de manera firme dentro del mango que había seleccionado.
Granger también conseguido hacerlo y ambos se miraban como retándose.
—¿Qué esperan? —les pregunto su maestro.
Draco presionó el pequeño botón de encendido y una hoja de un azul oscuro brillaba, era más oscura que otras que había visto, era perfecta. Granger hacía lo propio, su sable tenía un mango largo y delgado, el espacio justo para usarlo con una mano o dos, el tope y la base más anchos como para evitar que su mano se deslizara. Y al encenderlo la luz amarilla de su hoja brillaba como un sol. Ahora sí que se merecía el apodo de la chica dorada, por un momento pensó que se veía hermosa.
—Buen trabajo padawans —felicitó con gesto de orgullo el Maestro Windu. Pero rápidamente compuso su rostro tomando nuevamente su habitual expresión seria.
—Ahora, tengo una mala noticia.
Draco alzo la vista sin ganas de querer escuchar ¿había construido su sable no? No se lo iban a quitar, no podía ser eso, algo había pasado que no tenía que ver con ellos, era lo lógico, de lo contrario no lo habrían dejado ensamblarlo.
—Perdimos al Maestro Ima-Gun Di en Ryloth. Tenemos órdenes del Canciller de retomar el control del planeta.
Aunque no conocía el Maestro Di, no le resultaba difícil sentirse triste, imaginaba que lo mismo pasaba con Granger. Ninguno de ellos había logrado obviar muchas de las cosas que se sentían en el templo, los maestros y caballeros muertos, los padawans huérfanos. La orden tenía cerca de 10.000 miembros encargados de cubrir una galaxia entera ¿y cuántos de ellos habían caído ya? Y si todo lo que Granger había visto en esas películas era cierto, prácticamente ninguno sobreviviría.
Granger miraba con los ojos abiertos, no tenía que adivinar que ella prefería seguir con sus estudios e investigaciones, y que en realidad ninguno esperaba tener que participar tan rápido en la guerra, tenían apenas poco menos de dos semanas en el templo ¿Cómo era posible que ya les tocara dirigirse al frente de combate?
—Lamentablemente debemos obedecer. Yo sé que no confían en el Canciller, yo tampoco lo hago. Pero no podemos levantar sospechas.
Ambos sabían por supuesto que era lo más razonable.
—Nos vamos a reunir con el Maestro Kenobi y su Flota del Circulo Abierto en Coruscant. Abordaremos una de las naves de mi ejército y tendremos 5 días para entrenar. El Caballero Skywalker también estará ahí encargado del componente aéreo de la campaña.
—¿Y podemos confiar en Skywalker? —preguntó Granger.
—Por ahora sí, pero tengan cuidado con lo que dicen, con su manera de actuar. Recuerden, es cercano al Canciller y cualquier cosa que digan puede llegar a sus oídos.
El Maestro Windu tenía razón, debían ser cuidadosos. Él estaba claro que podía serlo aunque quizás debería hablar en privado con Granger, los gryffindor siempre eran más abiertos con sus emociones, y estarían en una situación en la que no podían permitirse descuidos.
—Vente Granger, vamos a practicar un poco.
En la otra cabina, ambos padawans encendieron sus sables, de cierta manera ahora tenía una especie de sintonía con su hoja y le resultaba mucho más sencillo anticipar los ataques de Granger.
—Hey chica dorada, tranquilízate, estas muy agitada.
Granger le dio una de esas miradas que parecían un insulto.
—Lo siento, es que estoy nerviosa. Yo vi de lo que era capaz Skywalker y no quiero estar cerca de él.
—Te entiendo, pero tienes que disimular, actuar de forma natural y confiar en nuestro maestro.
—¿Pero y si todo es una trampa?
—La voluntad de la fuerza ¿sabes? Siempre lo están repitiendo, todo tiene una razón, quizás estamos aquí porque la fuerza quiere que seamos nosotros los encargados de detener al sith ¿has pensado eso?
—No —respondió Granger atacando con su sable en alto—. Eso suena demasiado arrogante.
—No es arrogancia, pero piénsalo, medita al respecto, por algún motivo estamos aquí y no quiero creer que es solo para morir.
Draco ataco con un corte diagonal. Granger respondió rápido con un movimiento de soresu.
—¿Pero por qué nosotros?
—No tengo ni idea, la especialista en elegidos eres tú.
—Muy gracioso Malfoy, ya casi estaba pensando que estabas madurando.
Granger hizo uno de esos saltos de ataru con muchísima más confianza que antes.
—Siempre he sido maduro, no es mi culpa que tu única referencia de cómo debe actuar un hombre sean Potter y la comadreja.
—¿Y llamas a los insultos ser maduro?
—Para nada chica dorada, pero tener paciencia antes de actuar es parte —respondió el dando un paso adelante son su sable extendido—. Y tienes que tener paciencia, no todo es saltar frente al peligro esperando que milagrosamente todo salga bien. Deja que nuestro maestro se encargue de Skywalker.
—Sí, sí, yo la impulsiva. —respondió sarcásticamente.
—Padawans, más control sobre sus emociones. Hermione, corrige tu postura y no te expongas, no permitas que te provoquen. Malfoy, hablas demasiado y te olvidas de aprovechar las oportunidades, he visto tres momentos en los que podías haber atacado —observó su maestro que ahora se encontraba viéndolos.
Instrucción, práctica y entrenamiento, en eso iba a consistir el resto de sus días mientras esperaban llegar a Coruscant. Y lo que faltaba, porque si sacaba la cuenta el viaje desde Ilum hasta Ryloth incluyendo su pequeña parada el resultado seria 9 días de viaje. Mucho tiempo para estar en compañía casi exclusiva con Granger. Y Eso sin saber cuántos más estarían en el frente.
Sin embargo los días pasaron más rápido de lo que esperaba y Draco ya podía ver nuevamente la ecumenopolis por las ventanas de la nave. Y no estaban solos, destructores de forma triangular, fragatas y otras naves de combate cubrían los cielos del planeta. Granger sentada a su lado revisando controles e indicadores después de decidir que también necesitaba aprender a pilotear una.
El Maestro Windu le pidió el asiento y tomando el control de la nave los dirigió al hangar de una de las inmensas naves de la flota, el Resistencia, un destructor de clase Venator con espacio suficiente para más de 60 campos de quidditch. Más que eso, el Cuerpo de Reconocimiento Móvil N°91 tenía cerca de 36.000 soldados, 10 veces más personas que magos en toda Inglaterra.
Dentro del hangar formaciones rectangulares de soldados clones esperaban en perfecto orden, sus armaduras de un blanco reluciente con marcas de color marrón. Caminantes y otras máquinas desconocidas repartidas en otros espacios.
Granger miraba bocabierta. Los soldados se habían puesto en posición de firme con movimientos coordinados al verlos descender de la nave. Uno de ellos se acercaba con el casco en su mano.
—General Windu —dijo el clon observando rápidamente a los dos padawans—. Bienvenidos.
—Comandante Ponds, te presento a mis padawans, Draco Malfoy y Hermione Granger.
—¿Dos comandantes señor? —preguntó Ponds con un saludo.
Comandante, era un comandante en el Gran Ejercito de la República. Había hablado un poco con los otros padawans, pero escuchar el rango en su cara era algo que lo intimidaba. Por un breve momento se sintió poderoso, pero luego recordó que se trataba más de eso, que el poder significaba responsabilidad y que aunque fueran clones, copias de un solo hombre, no eran droides como los de los separatistas, y que cada una de esas vidas estaría ahora en sus manos.
—Exacto, necesito un par de escuadrones veteranos para ellos.
«¡Si Señor!» fue todo lo que escucho en su mente mientras las pisadas firmes de los clones resonaban en la nave recordándole que la guerra para él había empezado.
