Resumen: fragmentos del tiempo de Wen Ruohan alrededor de los hermanos Lan.
Capítulo 2
Ciudad sin Noche era un espectáculo para la vista, majestuosa e impresionante, un alarde de poder. Las escaleras infinitas que llegaban hasta la cima estaban cubiertas por una alfombra de color rojo intenso sobre la roca gris, con altas columnas a los lados. Delante de las puertas, el Líder de la Secta de Qishan Wen estaba de pie, con largas túnicas de color rojo oscuro por detrás y las manos en la espalda.
Con la cabeza baja para ver el suelo, sus tres hijos esperaban en silencio.
Wen Rong, la mayor, daba la imagen de una estatua, sin emociones y controlada, vestida con sencillez. Wen Ruolan, el menor, estaba vestido del mismo rojo oscuro que su padre, con los brazos cruzados sobre el pecho que rara vez estaba desenvuelto, parecía molesto. Wen Ruohan, el más alto de los tres, vestía túnicas blancas y rojas, la imagen del heredero perfecto, con un frío desdén impreso en sus apuestos rasgos.
—Repítelo de nuevo.
La amenaza era explícita, pero Wen Ruohan levantó la cabeza para mirar a su padre a los ojos, atrevido.
—Estoy muy cerca de la inmortalidad, más que cualquier anciano de cualquier secta. Lan Qiren puede conseguirme acceso a la cámara prohibida del pabellón de la biblioteca de Descanso de las Nubes. Sería una buena oportunidad para mí. ¿No me has enseñado a valerme por mí mismo?
Su padre resopló.
—Sus lecciones no pueden ofrecerte nada. No es necesario que vayas todo el año. Pronto cumplirás veinte.
—En dos años —corrigió—. Padre, no puedes esperar que ocupe el puesto de Cultivador Jefe cuando no tengo relación con otras sectas, ¿quién me apoyaría realmente cuando llegue el momento?
La bofetada resonó a su alrededor, y los guardias apartaron la mirada sin querer involucrarse.
—Niño insolente... muy bien, si esto va a ser así, ¡vete de una vez y no vuelvas a menos que tengas algo útil! Si vuelves a pisar este castillo sin información, ¡te arrepentirás!
Wen Ruohan no dijo nada mientras lo miraba con ferocidad, antes de darse la vuelta y bajar las escaleras. Wen Rong suspiró, sabiendo que ahora su padre se desquitaría con ellos, pero también estaba preocupada por su impulsivo hermano.
Giró la cabeza para ver cómo se alejaba. Todo sucedió tan rápido que la había tomado por sorpresa. Si hubiera estado preparada, lo habría defendido. Al menos, él sería libre de hacer lo que quisiera durante un tiempo...
Lan Qiren se mordió el labio, todos los furibundos pensamientos sobre Cangse Sanren salieron volando por la ventana, en su lugar sintió angustia por su mejor amigo.
Como se conocían desde hacía años, había movido algunos hilos con los ancianos y convencido con cautela a su padre para que le permitiera a Wen Ruohan asistir a las clases a pesar de ser mayor que la mayoría de los discípulos. No había sido tan difícil, ya que era un prodigio y cualquiera se sentiría honrado de enseñarle... lo principal era que lo había hecho porque sabía lo miserable que era realmente la vida de su amigo.
Eran los mejores amigos y sabían todo el uno del otro, y sin embargo… Lan Qiren no sabía nada porque Wen Ruohan estaba, bueno... vacío. Por lo general, era un muñeco sin vida atado a la voluntad de su padre, criado y educado para los objetivos de otra persona. No tenía intereses personales ni le gustaba nada en particular. Lo único que le pertenecía eran sus emociones, inestables e impredecibles.
Como alguien que había crecido en un hogar estricto pero cariñoso, Lan Qiren no podía quedarse de brazos cruzados. Trató de enseñarle a su amigo música y artes, intentó hacerlo escoger al menos una actividad para hacer en su tiempo libre, e incluso lo siguió a cazar fuera de Descanso de las Nubes a pesar de odiar la carne. Todo para que se sintiera cómodo y se relajara, para que dejase de mirar por encima del hombro como si esperara que su padre saltara de un edificio o de un árbol.
Y ahora, bueno. Era cierto que se había relajado de forma notable después del segundo mes, era más extrovertido e incluso rozaba a la desvergüenza, pero Lan Qiren no estaba seguro de estar preparado para hablar con su hermano mayor.
Lan Shirong no era... como él. Era amistoso y educado, pero era terco como el infierno y como hermano menor que sabía todo lo que había que saber, era molesto. Y le estaba robando a su mejor amigo.
Por desgracia, lo habían educado para ser un apropiado joven maestro, así que esperó a que dejaran de hablar y Lan Shirong se alejara, antes de que Wen Ruohan volviera a sentarse a su lado.
Poco sabía él, que esa ocurrencia continuaría.
Pronto, Wen Ruohan pasó cada segundo de su tiempo libre con Lan Shirong. No era ningún secreto para todos los Lan que había algo entre ellos, pero al menos se comportaban con la discreción suficiente delante de los estudiantes invitados. Lan Qiren estaba molesto, por supuesto, pero a su vez se sentía lleno de felicidad. Su mejor amigo se volvería familia como su cuñado, ¿qué podría ser mejor que eso?
Sin embargo, existía la dolorosa certeza de que el Líder de la Secta Wen nunca permitiría que su hijo se casara por amor, ni con un hombre por ninguna razón. Sobre todo porque necesitaba producir herederos. Ni siquiera una alianza con Gusu Lan lo persuadiría.
Después de hablarlo en profundidad, Wen Ruohan tomó su decisión, y con la bendición de la familia de los hermanos Lan, pusieron el plan en marcha.
Una vez cumplidos los veinte años y antes de la ceremonia ya fijada para nombrarlo Líder de Secta, regresaría y se casaría con Gusu Lan, para tener una vida normal —o lo más normal que fuese posible—. La Secta Wen quedaría en manos de su hermano o hermana, y sus problemas estarían resueltos.
—¿Estás seguro que lo quieres?
Wen Ruohan sonrió.
—Tu hermano no es tan malo.
—Lo es —contestó en el tono más mezquino que pudo expresar—, pero me alegro por ti.
Wen Ruohan suspiró.
—Ojalá pudiera quedarme.
—Tal vez puedas. Los dos ya tienen diecinueve años.
—Quiero dejar todo listo para A-Rong. No le diré a nadie en casa sobre esto, así que al menos dejaré todo listo. Además, Shirong seguirá siendo Líder de la Secta. No podemos fugarnos de la nada, él se merece una ceremonia de boda apropiada.
—Tú también.
—Eso no podría importarme menos —resopló y apartó la mirada.
Lan Qiren todavía podía decir que estaba feliz y sonrió mientras sacudía la cabeza.
—Todavía es difícil creer que serás un Lan en un año.
Wen Ruohan le empujó con el hombro.
De alguna forma, nadie sospechó nada. No cuando, de manera sorpresiva, se mostró complaciente y educado. Ni cuando empezó a cooperar más y a participar en la preparación de su ceremonia. Ni siquiera cuando empezó a recibir cartas y paquetes cada mes.
Pronto se convirtió en un ritual, esperar a que llegaran los mensajes de su prometido cada cuatro semanas. Hizo que los últimos meses de su confinamiento fueran soportables e incluso agradables a veces.
Wen Ruohan había olvidado lo que era el amor. Las únicas personas a las que había amado eran su difunta madre y su hermana, pero ni siquiera su orgullo le había durado mucho cuando conoció a Lan Shirong. Tenía la esperanza de que su futuro sería mucho mejor que la vida sin sentido que había llevado durante casi veinte años.
Se volcó en los preparativos, pensando con suficiencia en lo furioso que se pondría su padre, y un poco culpable por dejarlo todo encima de su hermana, pero si al final ella no quería la responsabilidad ya tenían otro hermano.
Todo iba de maravilla.
Hasta que ya no lo fue.
Un mes recibía una carta desinhibida y coqueta que hablaba con emoción de cómo él no podía esperar a ver a Wen Ruohan vestido de rojo y oro, y al mes siguiente no había nada.
Ni carta, ni regalos. Absolutamente nada.
Y a medida que se acercaba el día de la ceremonia entró en pánico. Se suponía que no iba a ser el líder de la secta. Faltaba una semana para su boda y no había oído ni una sola palabra, hasta que llegó corriendo un mensajero de Gusu.
No era de Shirong, sino de Qiren.
Ven de inmediato. Lo siento. Tienes que estar aquí.
Lo dejó todo y corrió.
Wen Ruohan se apartó de su mejor amigo, quien estaba llorando y se disculpaba, pasó junto al hombre que habría sido su suegro, y siguió caminando bajo la luz de la luna en el silencio de la noche, hasta que estuvo frente a una puerta cerrada con llave.
No había luz en el interior.
—Sé que me has oído venir.
Silencio. Sólo más silencio.
—¿No me mirarás a la cara y me lo dirás?
Apretó los puños, enterrándose las uñas en las palmas de las manos, pero su rabia y su dolor aún no eran lo suficientemente fuertes como para hacerlo callar.
—¡Sal.… sal y dime que me mentiste! —Las lágrimas ya amenazaban con salir, pero se negaba a dejarlas caer—. ¡Rata cobarde... enviar a tu hermano a cumplir tus órdenes! ¡Ni siquiera tuviste la decencia de escribirme! Pretendes no volver a hablarme, ¡querías dejarme en la oscuridad para siempre! ¿¡Es esto lo que querías todo el tiempo!? ¿¡Hacerme tener esperanzas de que le importaba a alguien!?"
Golpeó la puerta con el puño, en realidad no intentaba abrirla, pero quería dar rienda suelta a su frustración de alguna manera. La nieve caía con lentitud y todos los recuerdos haber estado sentados juntos mientras veían caer la nieve justo un año antes se agriaron.
—¡Sabes lo que significó para mí! ¡Sabes que en cuanto vuelva a Ciudad sin Noche lo perderé todo! ¡Confié en ti! ¡TE AMABA! ¡Y tú me abandonaste! Eres… eres como todos los demás, queriendo quitarme todo lo que tengo, ¡cuando no tengo nada! ¡No soy nada!
Pero la puerta no se abrió y nadie habló desde el otro lado. Lan Shirong no mostró señales de oírlo, ni siquiera de reconocer su presencia. Era como si sus gritos, llantos y golpes no fueran escuchados.
—Estaba dispuesto a renunciar a todo —sollozó, apoyando la frente contra el frío marco de madera—, y tú me hiciste preparar mi propia jaula.
Tiró su ficha de Jade al suelo y se dio la vuelta.
Al primer paso, se encontró con un príncipe en las puertas de un palacio de Jade.
Al segundo: hablaron y aprendieron lo que había que aprender el uno del otro.
Tercero. El príncipe sonríe y él cae. No había vuelta atrás.
Cuatro. Se abre. Confiesa lo horrible que es su vida y lo mucho que quiere ser libre.
Cinco. Se prometen amor eterno en un estanque helado.
Seis. Planean su huida con las personas que se convertirán en su familia.
Siete. Intercambian dulces cartas y regalos, contando los días que faltan para que puedan verse vestidos de oro y rojo.
Ocho. Su príncipe se aleja sin dar explicaciones.
Nueve, y con las alas cortadas poco después de ser creadas, cae en picada hacia su muerte.
Nunca le contó a nadie que le habían roto el corazón y que se había enamorado estúpidamente de alguien que ni siquiera sabía lo que era el amor.
Lan Qiren siguió escribiendo, diciéndole cuánto lo sentía a pesar de no tener la culpa.
Nueve meses después de aquel día, Lan Huan vino al mundo y Lan Qiren dejó de escribir al fin.
En el confinamiento solitario que era su palacio, Wen Ruohan se lo guardó todo para sí, y sin que le quedaran ganas de vivir, se aferró desesperadamente a su último esfuerzo, al menos para fastidiar a quienes le habían hecho daño.
Nunca le dice a nadie que el día en que encuentra a Wen Ying en la nieve, debía ser el último.
N/A: Nunca lo menciono, pero el padre de Wen Ruohan se llamaría Wen Fan. Aparentemente Fan significa 'letal'.
N/T: Lloré un poco cuando leí esto por primera vez, aún siento feo traducir esta parte TT^TT, es por eso que no subí el capítulo en cuanto lo terminé (como suelo hacer) y pronto verán el que sigue, sólo para no dejarlos con este mal sabor de boca.
Algo que también olvidé mencionar es que subiré un capítulo al menos una vez por semana, dependiendo de qué tan largo esté. Esta semana toca doble. La historia, como creo que ya mencioné antes, sino acá lo digo, ya está prácticamente terminada, sólo falta el epílogo (la autora me confirmó que no se olvida y que está trabajando en eso xD)
