Lan Peizhi había sido Xie Peizhi una vez.

En ese entonces había sido libre. Viajaba por el mundo espada en mano y dormía bajo la luz de la luna, sin ataduras ni barreras que la retuvieran. Hacía lo que quería cuando quería y era feliz con ello.

No cometió ningún crimen, y por eso fue castigada.

Xie Peizhi sabía que nadie creería su historia cuando, llorosa y con la ropa desgarrada, se encontró ante un cadáver ensangrentado. Nadie creería su palabra y culparía al hombre que había pertenecido a una secta prominente.

Así que escondió el cuerpo lo mejor que pudo, se lavó el carmesí, remendó sus ropas y huyó tan rápido como pudo.

El cruel destino hizo que el primer cultivador que encontró en la ciudad más cercana fuera el heredero de Gusu Lan. El hombre que la llevó a Descanso de las Nubes.

De inmediato la sentenciaron a muerte. Ella hubiera preferido eso al resultado real... pero Lan Shirong interfirió. Dijo que se casaría con ella, para salvar su vida.

Ella todavía podía recordar la rabia en la que Lan Qiren estalló, sujetando la parte delantera de la túnica de su hermano mientras otros a su alrededor intentaban calmarlo, en pánico. Al principio pensó que se trataba de ella y del hecho de que fuera una "criminal", pero no.

—¿Cómo puedes decir eso? Puede que ella sea inocente, ¡pero tú te vas a casar con otra persona!

Ella vio como Lan Shirong empujaba a su hermano lejos, para luego voltear hacia su padre.

—Estoy enamorado de esta mujer y me casaré con ella —dijo con firmeza.

Nadie le preguntó a ella qué quería. Sólo sucedió.

En la noche se encontró sentada en una cama, quieta como una estatua mientras intentaba no despertar a su ahora marido. Podría haber luchado, sí, pero ¿de qué serviría? Se había acabado para ella. Al menos así podría... ¿a quién quería engañar? No sabía qué hacer. Se vistió en silencio y estaba a punto de intentar escabullirse, cuando oyó unos pasos.

Pasos que se detuvieron frente a la puerta. Pudo ver una sombra, la silueta de un hombre alto, y se preguntó si sería Lan Qiren, buscando reprender a su hermano de nuevo.

Pero no. Era otra persona, que gritaba y lloraba mientras aporreaba la puerta, que quería respuestas sobre por qué lo habían abandonado. Alguien a quien le habían arrebatado la libertad igual que a ella.

Cuando se alejó, se giró para ver a su marido sentado en la cama. Había estado despierto y había oído lo que se decía.

Pero nunca fue tras el hombre al que se suponía que amaba, el hombre al que traicionó. Y nunca dijo nada al respecto.


La vida de Lan Peizhi era dura, nadie la quería. No porque fuera una asesina, sino porque era la amante(1).

Lan Qiren en especial, a quien su hermano hizo cuidar de ella para el futuro previsible, lo hizo muy difícil. Era distante y le gritaba de forma constante, descargando su frustración con ella. Al parecer, había sido buen amigo del que habría sido su cuñado. A decir verdad, ella lo entendía. Ella también deseaba que nada de eso hubiera sucedido.

Cuando dio a luz a Lan Huan, su deseo de morir para escapar disminuyó un poco. El bebé era producto de un matrimonio sin amor, pero fue la luz de su vida desde el momento en que lo tuvo en sus brazos.

Lan Qiren se disculpó con sinceridad por su terrible trato, y a partir de entonces llevaron una relación normal. Distante, pero cortés. Ella lo reconoció como un buen hombre. Haría un buen trabajo criando al bebé que le habían arrebatado.


Sólo descubrió la identidad del hombre misterioso poco antes de dar a luz a su segundo hijo.

Lan Qiren se lo contó, sólo porque ella era una pieza importante del rompecabezas.

Lan Shirong era realmente estúpido. Estúpido y egoísta. Lo tenía todo: estaba a punto de heredar una secta, estaba comprometido con un joven muy poderoso y carismático, tenía una buena familia y educación. ¿Y lo tiró todo por la borda porque pensó que ella era bonita? Ni siquiera sabía nada de ella, lo que habló no podía ser otra cosa más que lujuria cuando declaró su amor a una mujer cuya edad ni siquiera conocía.

De verdad era un monstruo, uno que traía más y más vergüenza sobre ella.


¿Cómo se suponía que debía actuar con Wen Ruohan? Ya lo había visto un par de veces, cuando el pequeño Wen Ying venía de visita y los niños iban a verla. Su padre venía a recogerle e intercambiaban saludos, pero nada más.

No podía culparlo por no querer hablar con ella. Su prometido lo había abandonado por su culpa.

—¿Por qué estás triste?

Intentó sonreír a Wen Ying mientras le acariciaba la cabeza. Como siempre, era el último en dormir a la hora de la siesta.

—No es nada... a veces la gente se siente triste sin razón.

—Yo puedo contarte un cuento —se ofreció el pequeño de cuatro años—, baba siempre me cuenta cuentos para hacerme sentir mejor.

Lan Peizhi se rio.

—De acuerdo.

Wen Ying se escabulló de las mantas y se sentó junto a ella en la mesa.

—Baba siempre empieza el cuento diciendo que es sobre un príncipe en un palacio de jade. El príncipe era bueno y le caía muy bien a todo el mundo. Entonces, un dragón rojo llegó a su palacio y se enamoraron —explicó mientras movía los juguetes que había sobre la mesa—, el baba del dragón rojo era muy malo y quería mantenerlo atrapado así que tuvieron que mantenerlo en secreto. Cada mes el príncipe enviaba cartas y regalos, esperando su boda. Pero entonces, el príncipe se enamoró de una princesa y se casó con ella, y abandonó al dragón rojo, que estaba muy triste.

De repente inhaló, sabía que tenía los ojos muy abiertos por el susto, pero el pequeño no pareció darse cuenta, movió los dos muñecos a un lado mientras hacía una seña al par, dejando solo al rojo. Sin embargo, no había terminado. Tomó uno más pequeño y lo levantó.

—¡Un día, una gota de sol cayó en el castillo del dragón! Y entonces se convirtió en un bebé y el dragón ya no estaba triste porque quería mucho al bebé y el bebé también lo quería mucho a él. —Volvió a colocar con suavidad los muñecos en la mesa, sin dejar de mirarlos, y permaneció un rato en silencio antes de levantar la vista hacia ella— A-Ying piensa que es un cuento triste.

—¿Y por qué te gusta? —Preguntó en un tono suave, apenas audible.

Wen Ying bostezó.

—Porque el dragón rojo ya no está triste. Ahora el dragón rojo tiene A-Ying. —Se frotó un ojo con la mano, volvió a la cama y se acomodó al lado de Lan Zhan.

Lo observó dormirse por completo, y luego volvió la vista hacia los juguetes abandonados. Era tan pequeño, pero había comprendido muy pronto que su padre estaba compartiendo su historia con él.

Al menos no entendió que ella era la mujer de la historia. Si lo hiciera, probablemente la odiaría. Y con razón.

Cuando los niños se despertaron de la siesta, se distrajeron jugando, y no fue hasta que los recogieron que su mente volvió a aclararse.

Wen Ruohan la saludó como siempre, con fría cortesía.

—Despídete, solecito.

Wen Ying se volvió para saludarla.

—¡Adiós, princesa Lan! —exclamó antes de salir corriendo.


Lan Peizhi se secó las lágrimas y con un suspiro escuchó al fondo las risas y las voces de los niños que pasaban por delante de su casa hacia la parte trasera de la montaña. Las palabras del pequeño A-Ying le habían llegado. Wen Ruohan le había dicho al niño más o menos quién era ella, ¿pero no la odiaba? Estaba confundida y abrumada.

No esperaba que llamaran a su puerta, después de todo aún faltaba un mes antes de que sus hijos pudieran verla. Se sorprendió cuando vio al mismísimo Wen Ruohan de pie en el umbral, sosteniendo una bandeja con té.

—Nadie me ha dicho nunca que no debo venir aquí —dijo con simpleza mientras ponía el té en la mesa.

Fue quizá la primera vez que lo miró de cerca. Era un hombre apuesto, de rostro joven y complexión fuerte pero delgada. Pero ella no sabía ni qué decir.

—Yo...

—Somos los únicos que podemos entender la situación del otro —interrumpió él, mientras le acercaba una taza y se llevaba la suya a los labios antes de continuar—. No te odio.

—Deberías.

—Yo te envidiaba. No por él, sino porque tú tuviste algo que yo nunca tuve: libertad. Me he preguntado durante muchos años qué era peor, si ser literalmente un prisionero o estar en mi situación. Nunca llegué a una conclusión.

Para ser justos, Lan Shirong los había jodido a ambos. Bajó la mirada hacia el líquido caliente.

—Tu hijo me contó la historia del príncipe y el dragón.

—¿Qué? ¿No puedo advertir a mi hijo de lo mierda que son los hombres?

Más que una declaración a la defensiva, sonaba como una broma.

—Hace muchos años que no veo a nadie más que a mis hijos y a mi cuñado. —Se encogió de hombros—. No sabría qué decir al respecto.

Wen Ruohan resopló y se bebió el resto de su té de un sorbo antes de estirar la mano para verter más en la taza.

—Bueno, pues te aseguro que lo son. Por alguna razón, me entero de todos los chismes sobre los líderes de secta y cómo engañan a sus esposas —hizo una pausa, mirando a lo lejos—, lo cual es raro, porque nunca hablo con nadie a menos que sea absolutamente necesario.

Ella no pudo evitar sonreír. La imagen que se estaba presentado a sí misma era más abierta de lo que esperaba. Tal vez era porque nunca saldría de su encierro para contárselo a nadie, pero aun así la hacía sentir... que no estaba sola.

—Por aquel entonces oí hablar mucho del joven maestro Jin —comentó.

La cara que el otro puso la hizo reír a carcajadas.

—Oh, tienes suerte de no haber conocido a esa zorra amarilla chupapollas.

Esperaba que no hubiera nadie cerca que la oyera partirse de risa.


Había demasiados niños en Ciudad sin Noche. Wen Ruohan gimió mientras se sujetaba la cabeza con las manos, pero el ruido no desapareció por arte de magia.

Se levantó, dejando su papeleo para más tarde, y salió de la habitación en dirección al patio. Wen Chao seguía con su rabieta. Wen Ning y Wen Qing se comportaban bien mientras jugaban a "tomar el té" en la sombra, a diferencia del revoltoso niño-demonio. Wen Xu intentaba practicar sus técnicas de espada recién aprendidas. Énfasis en intentar. Al pequeño Wen Ying le gustaba seguir a su hermano mayor, y en ese momento estaba agarrado a su túnica, negándose a soltarla.

Ni rastro de Wen Rong. Wen Zhuliu era bueno con los niños, pero en ese momento estaba en una misión.

—¡Xu-ge, quiero jugar a disfrazarme!

A Wen Xu nunca le interesó nada más que su entrenamiento esos días, pero antes de que pudiera decir que no, Wen Ying ya estaba haciendo pucheros. Con un suspiro, se resignó y volvió a colocar la espada de entrenamiento en su sitio.

—De acuerdo —aceptó.

Wen Ruohan asintió, complacido, pero aún quedaba un problema por resolver. Antes de que pudiera intentar hacer callar a Wen Chao, corrió hacia los otros dos chicos y tiró del brazo de Wen Xu.

—¡No! ¡Yo quiero jugar con él!

—¡Yo pregunté primero! —Wen Ying se aferró al brazo de su hermano, poniendo todo su peso en él.

—¡Vete!

—¡No!

Joder. Sabía que pedir paz era demasiado.

—Chao-er, deja de comportarte como un bebé —reprendió Wen Xu a medias, en realidad no le importaba mucho.

—¡No, quiero que se vaya!

—¡No me iré! ¡Estás siendo malo!

Wen Xu suspiró.

—¡Suéltame! ¡Ni siquiera eres nuestro verdadero hermano!

Hubo silencio durante un par de segundos, y entonces Wen Ying empezó a llorar. Wen Ruohan finalmente se dirigió hacia ellos y lo levantó de inmediato. Estaba pensando con seriedad gritarle al mocoso malcriado, pero decidió que no y sólo se alejó antes de hacerlo.

Wen Ying tardo un buen rato en calmarse lo suficiente mientras caminaba por los pasillos vacíos.

—B-Baba... ¿por qué me odia Chao-ge? ¿Por qué dijo que A-Ying no es su hermano?

Wen Ruohan le apartó el pelo y le besó la frente.

—A-Ying es su hermano, le guste o no. La razón por la que lo dijo... mi solecito, no todos los niños nacen de sus padres. Algunos, como tú, son encontrados. Pero eso no significa que te quiera menos —besó su mejilla a continuación—. Quiero a mi solecito más que a nada en este mundo.

Wen Ying resopló y se limpió la nariz con la manga.

—Yo también te quiero, baba.

(Más tarde ese día, Wen Chao se disculparía a regañadientes, y Wen Xu dejaría que Wen Ying lo viste toda la tarde).


—¡Shushu, shushu! ¡Adivina cuántos años tengo!

Wen Zhuliu miró al niño.

—Cuatro —respondió.

—¡No! ¡Tengo cinco! —exclamó orgulloso, con los deditos extendidos.

—No es posible. El señorito es demasiado pequeño.

—¡No soy pequeño, ya soy un niño grande!

Wen Zhuliu le palmeó la cabeza con una suave sonrisa. Durante todo el día, Wen Ying había estado corriendo hacia cada adulto que encontraba y les contaba sobre su cumpleaños. Y estaba especialmente emocionado porque este cumpleaños en concreto lo celebraría en Descanso de las Nubes con sus amigos. No había dejado de hablar de ello desde que le dijeron que Lan Qiren lo había permitido, meses atrás.

—Mis disculpas, joven maestro.

—Voy a celebrar una fiesta con Zhanzhan y A-Sang —continuó, colgándose de los brazos de Wen Zhuliu—. ¡Se nos permite acariciar a los conejitos!

—Estoy seguro de que tendrán una fiesta maravillosa.

—¡A-Ying! ¡Es hora de irse!

Wen Ying hizo un puchero, pero soltó a Wen Zhuliu.

—¡Adiós, shushu! ¡Te lo contaré todo más tarde!

Corrió hacia su padre, que le esperaba a lo lejos, y enseguida saltó también hacia él.

Wen Ruohan podía llamarse con orgullo un experto después de cinco años de práctica, y lo atrapó en el aire con bastante facilidad.

—¿Podemos irnos ya? —preguntó Wen Ying, con los ojos brillantes como estrellas.

—Sí. Tranquilo, solecito, sabes que es un vuelo largo.

—Pero quiero verlos ahora~.

—Baba te llevará lo más rápido posible, pero tienes que portarte bien.

—¡Bueno!

Llevaban 5 minutos en el aire antes de que empezara.

—¿Ya llegamos?


Wen Ruohan estaba encantado de que su hijo fuera tan feliz durante su cumpleaños, pero había una cosa que simplemente no podía ignorar.

Sí, Wen Ying jugaba y correteaba con Jin Zixuan y Nie Huaisang, pero, por alguna razón que no podía comprender, siempre estaba pegado al lado de Lan Zhan, abrazándolo y demandando atención.

Lan Zhan era más parecido en carácter a Lan Qiren que a su propio padre por obvias razones, pero seguía siendo un Lan. Y sí, tenían cinco... ¡pero aún así! Wen Ying era su precioso hijo y por lo que parecía, su atención no era algo que fuera a cambiar en el futuro.

¿No podría su bebé elegir a alguien de otra secta? Uno de los hermanos Nie estaría bien.

Había una manera, y sólo una manera de que Wen Ruohan aceptara que un Lan se casara con su hijo en el futuro: si lograban convertirse en el mejor cultivador de su generación, o matar a un Xuanwu de la Matanza. Por suerte, nada de eso ocurriría jamás.


N/A: A Wen Xu le importa un carajo todo.

A Wen Chao le gusta Wen Ying en el fondo, muuuuuy en el fondo. Pelean y lo que sea, pero aún así harían lo que sea el uno por el otro.

Pobre Wen Ruohan, madre padre soltero de tres hijos

Y SÍ, PEIZHI Y RUOHAN SON HERMANOS AHORA, SE UNIERON POR SU EX DE MIERDA. En su mayoría hablan de cómo los hombres son una decepción y chismorrean sobre el último escándalo, su té ciertamente tiene vino.

En algún momento presentaré a Jin Guangshan porque quiero escribir al menos una persona de mierda aparte de Lan Shirong.


N/T:

(1) Extrañaron estos números el cap anterior? Porque yo no xD. En el original se refiere a ella misma como una aventura, pero siento que "amante" tiene un poco más de impacto. Estuve a nada de dejarlo como "la otra" y meter esa canción de Lana del Rey jajaja

Mi pequeño teatro:

LPZ: *cuenta su historia*

Yo con furia y sed de justicia: ¿Qué no hay una historia donde el j*dido hermano de LQR haga algo bien, sin que le tengan que jalar de las orejas? ୧ ༼ ༽

WY bebé: ¿Estás triste? ¡Yo me sé un cuento! 人 ◕ ‿‿ ◕ 人 *Procede a contar un cuento triste*

LPZ y yo: ¿Cómo es que sentí que mi alma se curaba un poco?

WRH: Soy el miembro fundador del Club único y exclusivo "Los hombres, y LSR sobre todo, son una mierda", por ahora sólo tiene un miembro, pero te dejaré unirte. Ahora bebe té. ⊹ (̿▀̿‿ ̿▀̿ ̿)

LPZ: Jalo.

Yo, su servidora traductora a lo lejos: También jalo.

Wen Chao dice sus Chaondeces: (ᕗ ͠ ° ਊ ͠ °) ᕗ

Todos: Dijo la 11 ( Δ )

Buen WRH papá: ¿Gritar a la gente o consolar? Ni siquiera debería preguntarse.

Wangxian siento todo lindo y adorable desde la infancia: somos almas gemelas bitches.

WRH en negación: Si no lo veo no es real.

Yo: Jajajaja cómo le decimos.

OK, estas pequeñas actuaciones nacen y las comparto con ustedes por qué… no sé, me encantan. Habrá ocasiones en las que un capítulo no me inspire ninguna o sólo unas pocas, como el anterior cap. Sin embargo, espero que las disfruten al igual que la traducción de esta historia. :3