El chico de los goggles y la pelirroja de gorro azul.

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Una noche caótica.

Parte I.

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Todo había escalado de una manera en la que Sora no pudo haberlo previsto. La noche que había comenzado bien, se volvía cada vez más irreal y la incertidumbre la llenaba de ansiedad.

De alguna forma todo había sucedido por su culpa, como una bola de nieve que se hace cada vez más y más grande mientras corre colina abajo. Ella pudo haber detenido la bola, pudo haber dejado de hacerla crecer, pero sus inseguridades o quizás su forma de evadir sus propios problemas la hicieron perder el control.

Mimi lloraba en el piso del baño, tenía un moretón en la mejilla, el cabello despeinado y, aunque el cuerpo sufría, las heridas del alma dolían mucho más.

—Mimi —dijo Sora—. ¿Qué puedo hacer para solucionarlo?

La muchacha hipaba desconsolada.

—¿Puedes devolver el tiempo y evitar que ésta noche suceda?

Sora se sintió pequeña ante la idea. Ojalá pudiera, ojalá pudiera tener algún modo de impedir que sus amigos sufrieran, pero no podía. Lo peor es que había estado tan metida en su mundo, en los mensajes con Taichi, que no vio las señales que estaban frente suyo.

—Mimi, ¿podemos hablar? —Hikari tocaba la puerta desde afuera.

—No dejes que entre, Sora, dile que se vaya, dile que la odio.

Sora suspiró. Cómo podían solucionarlo todo, parecía que estaban tan rotas que los pedazos no volverían a unirse nunca más.

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Uno de los compañeros de la banda de Yamato tenía un festival en su escuela esa noche. Varios stand de diversos tipos de eventos se encontraban repletos de estudiantes disfrutando del festejo. KoD tocaría esa noche, al ser una de las bandas más esperadas, tocaría al último para crear expectación, por lo que Yamato y los demás tenían tiempo de sobra para poder pasear por la escuela.

Pese a la temporada de invierno, la noche estaba siendo menos fría de lo esperado y el cielo se pintaba de estrellas, Mimi pensó que sería un buen augurio, debido a que el cielo no había estado tan desnudo desde que las nevadas llegaron.

Se paseó por los puestos más dinámicos junto a Sora y Hikari. Los chicos le habían perdido el paso, el entusiasmo de Mimi sólo habría podido ser seguido por un Taichi (que en ese momento debía de estar jugando a la pelota en el país europeo) o por Sora que, luego de tanto caminar, pedía auxilio desde su fuero interior, pero al ser Sora, no podía decirle que no, mucho menos a Mimi; Hikari, para la sorpresa de Mimi, aquella noche tenía energía de sobra.

—¡Este es el mejor yakisoba que en mi vida he probado! —vociferaba como si el colegio entero debiera enterarse.

Sora dio un mordisco, en realidad, estaban muy buenos.

—No pensé que hoy vendríamos a un festival escolar —confesó la pelirroja.

—Yamato lo dijo en el chat grupal. —Hikari respondió.

Estaban sentadas en un maid café donde los chicos vestían como chicas y las chicas como chicos.

Mimi no le dio importancia al hecho de que la voz de Hikari le provocaba a rodar los ojos, ésta había pasado toda la noche pegada a su novio y aquello ya la tenía mosqueada. Bueno, Yamato no era su novio como tal, pero se comían a besos y salían a citas. Así que, aunque Yamato no hubiera hecho la pregunta pertinente aún, para Mimi, ya eran novios, fue lo que decidió; novios secretos, como si fuera prohibido y eso era tan romántico como Romeo y Julieta, por más que Yamato le discutía que de romance no tenía nada, que los protagonistas de esa novela sólo eran niños haciendo berrinches y que murieron de la forma más estúpida de todas, que ellos, evidentemente, no eran estúpidos ni estaban en bandas diferentes.

—Últimamente Yamato está más guapo de lo normal, ¿no? O son cosas mías.

Sora le echó una mirada retadora a Hikari. Se estaba pasando de la raya.

Fue Mimi quien contestó:

—Últimamente lo que noto es que parece que no puedes dejarlo sólo ni un minuto. Se me hace extraño que estés aquí y no con él.

La pelirroja exhaló con cansancio. Ella sabía muy bien que, para la fecha, Mimi y Yamato debían de haber sopesado la idea de que no estaban siendo lo suficientemente cuidadosos con su relación y ya todos comenzaban a sospechar, sobre todo Takeru que, con su forma tan peculiar de bromear, se divertía a costa de hacer enloquecer a su hermano y novia por no poder concretar sus salidas clandestinas, para eso utilizaba a la pequeña Yagami. La ex neoyorkina no era ninguna tonta, entendió la dinámica de inmediato, pero era Mimi, y Mimi no jugaba a quedarse sentada sin hacer nada.

Hikari sonrió divertida. Sora prefirió quedarse al margen.

—Cualquiera diría que estás celosa, Mimi-chan.

—No creo que sean celos, sólo digo lo obvio. En cualquier caso, creo que lo que "cualquiera" diría es que estás flechada por el hermano mayor de tu amigo. Muy cliché de tu parte.

—¿Eso crees, Mimi-chan? Yo creería que es más cliché salir con el exnovio de tu me-…

—¡Está bien! —aplaudió para llamar la atención de ambas—. ¡Terminé mi Yakisoba! Iré por más, ¿alguien quiere más?

Sora notó que, aunque se sonreían amigablemente, aquello iba a volverse difícil de parar si no lo hacía en el momento. Además, que estaba convencida de que la única razón por la cual Mimi no le había dicho que salía con Yamato había sido por ese mismo tema, el que Hikari estuvo a punto de tocar de no ser porque la interrumpió: que ella fue novia de Yamato primero. Mimi era la mejor amiga que cualquiera pudiera tener, porque era tan pura y leal que no podía simplemente ignorar los sentimientos que podía provocar en los demás con sus acciones. Nada de aquella niña caprichosa y egoísta quedaba, bueno, seguía siendo un poco caprichosa pero ahora le importaban más los demás.

—Hikari, ¿puedes acompañarme? —era consiente de que estaba siendo muy obvia, pero la menor entendió de inmediato y, con una sonrisa forzada, le dijo a Mimi que todo era un juego y que no se molestara, ya que su hermano nunca permitiría nada más entre ella y Yamato, nada más que una amistad como la que tenían.

Sora tuvo que tomarla por un brazo y empujarla prácticamente lejos de Mimi.

—¿Qué te sucede? —preguntó, más molesta de lo que creía estar.

—No es problema tuyo —espetó con amargura, le sonreía y aún así sus palabras y tono de voz eran amenazantes.

—¡Hikari! —dijo sorprendida—. Tú no eres así. Estás siendo grosera…

Hikari torció los ojos.

—¿Cómo se supone que debería ser, Sora? —desafiante, desbordaba la ira que tenía guardada desde hacía días—. ¿Cómo tú? ¿Aburrida y amable? ¿Sonriendo como mensa cada vez que mi hermano te dice que estás linda, esperando que no lo diga mientras se besa con su ex que, dato curioso, a diferencia de ti, no está a kilómetros de distancia como tú lo estás?

La mirada de horror de Sora debió ser muy evidente, ya que Hikari pareció arrepentida apenas dijo lo que dijo. Sin embargo, más que una disculpa, lo que Sora recibió fue una negación y pronto, Hikari estaba yéndose lejos de ella.

Quiso seguirla, estaba segura de que algo le sucedía, aunque por un segundo sintió calar cada palabra soltada por la otra, lo cierto era que se debía más a ella y a sus propias inseguridades. Había dolido, pero no dejaría que, fuera lo que fuera que tenía Hikari, la consumiera.

Fue a ver a Mimi, pero esta ya no estaba en su mesa. Regresó sus pasos, pensando que podía encontrarla en los baños, cuando tropezó con Meiko.

El helado de la chica se desparramó sobre su blusa. Sora se disculpó y Meiko intentó decirle que no pasaba nada, que había sido un accidente. No obstante, habían llamado suficiente la atención como para que la de anteojos sintiera ansiedad social y se marchara corriendo de inmediato del lugar, dejando rastros con sus lágrimas de humillación.

¿Es que todo le saldría mal aquella noche? Sora tenía muchos problemas como para encargarse de otros.p

Sintió cómo era arrastrada por el brazo por Mimi hacia los pasillos.

—Ya van a empezar a tocar, So-chan. Vamos —decía.

Y aunque Sora trataba de decirle que debía hacer algo más, Mimi estaba tan feliz que no escuchaba nada más. ¿Qué habría pasado para que cambiará tan rápido de humor?

Y entonces reparó en la marca que estaba en su cuello, una marca roja y circular.

¡Aquello era un…!

—¡Mimi! —soltó escandalizada.

La dirección en la que miró Sora hizo que Mimi, por instinto, tapara la marca de su cuello con su mano, de pronto se había vuelto tan roja que parecía enferma.

—No digas nada —pidió—. Porque yo no lo haré.

Sora seguía sorprendida, en realidad no sabía que Yamato pudiera ser tan descuidado con aquél tipo de cosas. Él, al menos con ella, había sido todo un caballero, un príncipe que la cuidó y protegió mientras fueron novios.

—No preguntaré quien fue. Pero… —Sora se echó a reír bastante divertida—. Parece que la cosa va en serio.

—Un chupetón no es sinónimo de ir en serio, todo lo contrario.

—¿Entonces es un juego?

Mimi negó.

—No sé —respondió mirándola a los ojos. Pese a seguir sonriendo, sus palabras iban un poco más serias y sinceras—. Prometo que te contaré todo apenas la relación tenga un nombre. Te diré quien es. Me disculparé si debo hacerlo. Y luego lloraremos juntas porque soy una pésima amiga.

Sora volvió a reír.

—Si eres dramática —bromeó—. Sólo es un chico.

Mimi la miró significativamente, pensando que si Sora supiera la verdad no menospreciaría tanto la idea de que era una terrible amiga. No sólo era un chico, era su ex novio. Había un acuerdo tácito, ¿no? La regla escrita en el tiempo sobre que ninguna amiga debía de desear o enamorarse del ex novio de la otra. Pero ella se había enamorado de Yamato. No sólo eran besos, energía sexual, deseo, era más que eso, como si tuvieran una conexión.

—Vamos con los demás —pidió, posponiendo la inevitable plática.

—Tengo que hablar con Hikari…

Mimi volteó los ojos.

—Esa pequeña víbora. La amo, en serio que sí, pero últimamente siento que está cruzando límites que no debería.

Sora puso cara de circunstancias:

—Es por ello que necesito hablarle. Tuvimos una discusión y creo que necesita ayuda. No siento que esté bien…

La otra le interrumpió de inmediato.

—Estaba con Takeru. Parecía que hablaban de algo importante —encogió los hombros como si no supiera qué más decir.

—Luego del concierto será, entonces—agregó Sora, más para sí misma que para Mimi.

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El ambiente animoso. Yamato iba por su tercera canción y había hecho que todos en el gimnasio gritaran, lloraran de emoción y bailaran por partes iguales. Alentada por los movimientos y cantos de Mimi, Sora la imitaba, divirtiéndose como nunca. Había olvidado los ataques de Hikari, quien parecía divertirse también junto a Takeru, aunque distante de las dos amigas. Hasta Jou estaba cantando y Koushiro bailaba a su manera.

Cuando la música acabó, casi de inmediato los acordes del bajo resonaron. Mimi chilló entusiasmada, la siguiente canción. Yamato miró en sí dirección y le sonrió.

—¡Nuestra canción! ¡Sora, es nuestra canción!

La pelirroja la miró sin saber cómo reaccionar, hasta donde sabía, aquella no era una canción que compartieran como muestra de algún recuerdo de su amistad.

Sin embargo, Mimi no lo decía por ellas dos, aunque tampoco iba a aceptar que se trataba de la canción que había compuesto él para ella.

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—Ya basta, Yamato —dijo Mimi, evitando el contacto de sus manos—. Ya tomé una decisión.

Yamato inhaló y exhaló pesado, la mano que estuvo sosteniendo la de Mimi, terminó apretada en un puño. Últimamente, la culpa, hacía que Mimi se arrepintiera de estar junto a él y ya comenzaba a exasperarse.

—¿Por qué ahora? —inquirió.

—Porque está mal —ella dijo—. Todo.

—No somos partes de pandillas enemigas, Mimi, no es que estemos trincando el futuro de nadie. Sólo nos gustamos.

Mimi se giró a verlo, estaba perturbada.

—Eres el ex novio de mi mejor amiga —zanjó.

Yamato masajeó el tabique de su nariz antes de contestarle, si tanto deseaba dejarlo todo, no la iba a retener está vez.

—Si a mi no me molesta que ella y Taichi se gusten, ¿por qué a Sora sí le molestaría lo nuestro?

Justamente, a raíz de esa relación, era que ellos habían empezado una. Mimi y Yamato, preocupados por aquel par de amigos testarudos, decidieron mediar para que estos volvieran a hablarse. Quedaron un par de tardes para tramar la forma correcta de intervenir sin que fuera muy obvio. Entre planes, hablar de los obstinados que eran los otros dos, tés y chocolates, la tensión fue creciendo.

No sabría decir cómo comenzó. De pronto Yamato soltaba un comentario sarcástico y luego sonreía de aquella manera que eclipsaba todo el alrededor de Mimi. Sólo quedaba esa mueca y ojos azules que se mantenían puestos sobre los suyos. La intimidaba de alguna manera que no sabría decir, pero aquello, más que alejarla, la atrajo más hacia él.

Las emociones no sólo estaban surgiendo unilateralmente, no, para nada, para Yamato, la alegría de Mimi, esa sonrisa despampanante y su forma tan rosa de ver la vida le llenaba el corazón. Aquella apreciación de ella no surgió de la noche a la mañana, la tenía desde su paso por el Digimundo, si bien, que la otra llorara todo el tiempo, al principio, lo sacaba de quicio, pero odiarla por aquello o definirla tajantemente de por vida sólo por haber llorado cuando tuvo miedo, habría sido demasiado.

Por alguna razón nunca pudieron convivir ellos dos solos, pero sí que tenían mucho en común y entre tés, chocolate y con la excusa de hablar de Taichi y Sora, algo había surgido.

—No, seguro que se alegraría por mí —confesó la chica—. Pero yo no podría… no podría verla a la cara. Yo… es decir, ahora incluso me siento la peor persona del mundo. Nunca imaginé que estaría en esta situación y es por eso que he decidido que hoy se acaba. Es un adiós, Yamato.

—Lo entiendo —respondió. Ya lo había pensado, pese a tener el corazón roto, no insistiría—. No es necesario que digas algo más. Lo entiendo.

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Mimi no sólo había puesto punto y final a la relación, sino que también tomó toda la distancia que podía tomar, considerando que tenían el mismo círculo de amigos. Eso implicaba no quedar en ningún lugar donde Yamato pudiera estar. Y, a decir verdad, había sido fácil mantenerse alejada de él y seguir viendo a sus amigos, ya que, salvo por las veces que lo miró desde lejos en el colegio, Yamato pareció haber sido tragado por la tierra.

De todos modos sus ánimos estaban por el suelo. No sé imaginó tanto extrañarlo. Pese a los ruegos de Sora, no salió aquella tarde.

Sentada en los jardines de su casa, puso la radio, hacer algo de Tai-chí la ayudaría. Mientras sintonizaba una estación decente, la voz de Yamato la atrajo. Transmitían su concierto en la radio. Mimi sonrió. No rompía ninguna regla si se quedaba a escucharlo.

Muchas gracias por estar aquí —decía el vocalista principal de la banda KoD—. La siguiente canción es parte de nuestro nuevo "single". Espero que les guste.

Los acordes del bajo reproduciéndose, pudo imaginarlo acariciando concentrado el instrumento con sus habilidosas manos, como lo hubo hecho la última vez que sus dedos rozaron el hueco de su espalda mientras su boca era invadida por los labios del otro. La pasión de Yamato no sólo estaba inclinada hacia la música o para proteger a sus amigos, él podía aparentar ser el chico más insondable del mundo cuando se lo proponía, pero Mimi había descubierto una cara de Ishida completamente diferente, una que sólo había percibido a través de sus letras y que, en la intimidad, la poseyó como un demonio que hace enloquecer a sus víctimas. No habían pasado más allá de las caricias y los besos, pero siempre que se encontraban de esa manera, Mimi acababa exhausta y complacida.

"Motto tsuyoku natte kimi wo mamoritai to chiisaku itte waratta Mada daijoubu na ki ga shita…

Don't Say gooodbaaaayyy!".

¿Acaso?... no lo podía creer. ¿Sería posible que Yamato estuviera contando lo que sintió aquella vez que se despidieron o sería solo una coincidencia que las últimas palabras que le dijo hubiera sido un "adiós".

Sí. Lo supo desde los primeros acordes. Yamato le había escrito una canción. Esa era su canción.

No dudó ni un segundo en ir a verlo a aquél concierto y tener la mejor reconciliación que pudieron tener. Aunque también le hubo pedido que le diera un tiempo para poder hablarlo antes con Sora.

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I say love youuuuu!—coreaban las chicas entre risas. Sus brazos estaban entrelazados y se mecían al ritmo de la música.

La pasaban muy bien. Se divertían.

Pero, de pronto, Sora sintió cómo todo su cuerpo era empujado hacia atrás y cualquier pensamiento quedaba nublado. Un repentinos dolor cubrió toda la cabeza de la muchacha. Intentó mantener el equilibrio, pero otra punzada de dolor se acentuó en su costilla. Mimi gritaba aterrorizada. Cómo pudo, Sora logró deshacerse del agarre que tenían en su cabello. Al girarse, encontró a Mimi repartiendo puñetazos, se había subido en la espalda de una de las amigas de Meiko; Hikari había entrado en la pelea, Kou y Takeru intentaban separar al segundo par de chicas. Mientras tanto, Megumi volvía a lanzarse sobre Sora. Esta vez, pese a aún estar algo aturdida, respondió devolviéndole una patada a la agresora, podía ser paciente si se trataba de ella, pero meterse con sus amigos, aquello no lo permitiría.

La música paró de un momento a otro y un círculo que coreaban "¡pelea, pelea, pelea!" rodeaban a las muchachas, Yamato bajó del escenario en cuanto notó lo que sucedía, pero a pesar de sus intentos, muchas de sus fans impedían que se moviera con rapidez en la marea de personas frente suyo.

—Perra —soltó Megumi—. No vuelvas a hacer llorar a Meiko jamás.

Aunque Sora no respondió, se preguntó en su fuero interior en qué momento aquello había sucedido, porque las burlas y los pleitos siempre venían de parte de ellas, quien salía herida o difamada. Y entonces pensó que la versión del helado derramado de Meiko debió de haberla dejado como una villana que arruinó su ropa y no como lo que fue: un accidente.

—Esto ya ha ido demasiado lejos, ¿no creen?

—Maldita mosquita muerta. Vas a pagárnosla.

Seguido de sus palabras, la muchacha de nuevo se lanzó sobre Sora, quien ni corta ni perezosa repartió la misma cantidad de golpes.

Koushiro fue quien salió en busca de un guardia de seguridad. Fueron ellos quienes terminaron echando del lugar a todos los implicados.

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Mimi no paraba de llorar, nerviosa, nunca hubo estado en una pelea.

—Yamato está hablando con la directora. —avisó Jou—. Creo que no va a acusarlos con el director de su instituto.

El superior Jou se sentó en la acera de la calle, junto a las dos chicas que se abrazaban, una lloraba y la otra consolaba.

—¿Adónde fueron Hikari y Takeru? —preguntó el mayor.

—¿Y en dónde está Yamato? —hipaba Mimi.

—Te dije que…

—No me refiero a eso. Sé que está mediando, pero no debería de estar allá sino aquí, con su novia herida mallugada. ¡Esto no es algo que haga una dama!

Y entonces, se dio cuenta de que había hablado de más. Todos los presentes la miraban confundidos.

Mimi dejó salir el aire de su boca. Ya no podía hacer nada, había hablado más de la cuenta y se encontraba descubierta.

—Al menos no estaba Takeru y su enviada del mal aquí para decir "lo sabía".

Sora sonrió y la abrazó muy fuerte. Mimi resopló a causa del llanto, pero se dejó mimar.

—Hablaremos después, ¿está bien? —susurró al oído de la pelirroja. Esta sonrió, sabiendo a qué se refería.

De un momento a otro, los teléfonos de todos comenzaron a vibrar y a sonar al mismo tiempo.

Chat grupal:

Koushiro: En realidad, el concierto tuvo que posponerse, las chicas, las de nuestro grupo, se vieron implicadas en una pelea con unas muchachas que acosan a Sora desde que te fuiste.

Taichi: ¡¿Pelea?!

Taichi: ¿Qué pelea, Koushiro?

Taichi: ¿Están todas bien?

Taichi: ¿Por qué pelearon?

Taichi: ¡¿Alguien me quiere responder, maldita sea?!

Taichi: [emoji enojado].

Taichi: Vamos, chicos, estoy preocupado. Quiero saber si Hikari, Sora y Mimi están bien.

Taichi: Espera, ¿cómo que las chicas que acosan a Sora?

Los muchachos miraron a Koushiro. Quien, sin despegar los ojos de su teléfono, parecía estar por responderle de vuelta a Taichi. Kou era habilidoso para escribir, pero tenía la costumbre de intentar enviar todo en un solo mensaje, mientras tanto Taichi no paraba de enviar mensaje tras mensaje a causa de sus ansias.

—Será mejor que lo llame —comentó Sora.

Fue en ese instante cuando Koushiro reparó en que las miradas de los presentes seguían sobre él.

El pelirrojo se encogió de hombros y los miró antes de soltar, como si fuera obvio:

—Él preguntó, ¿qué podía decirle?

Sora limpió su falda del polvo y caminó a un lugar más apartado para poder responder a los insistentes mensajes de su amigo.

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—No ha sido nada grave, Taichi tonto. Deja de parecer una madre preocupada, que ese es mi título aquí en el grupo —hablaba la pelirroja entre risas.

Había caminado hacia una esquina con un árbol que sobresalía de la casa rodeada por verjas negras, se recostó sobre ella, necesitaba seguir escuchándolo para regular todas las emociones de la noche.

Estuviste involucrada en una pelea, Sora. No digas estupideces. ¿Desde cuándo peleas?

Desde hacía varias noches que lo escuchaba diferente. Tenía la voz más gruesa, eso lo daba por seguro, pero aparte, la forma en la que le hablaba, tan segura y sin titubeos, la hacía de sentir extraña, Taichi tenía un efecto en ella que le removía todo por dentro a Sora, era como si de un momento a otro Taichi hubiera ganado muchos años encima, como si no temiera hacerla enfadar, como si ya no fuera sólo un chico.

—Desde que un grupo de chicas no dejan de molestarme —respondió—. Tengo derecho a defenderme.

Tienes derecho, claro. Pero eso no significa que me guste que te hagan daño. ¿Por qué te molestaron?

Sora sopesó la idea de mentirle o no. No quería preocuparlo y, si era totalmente sincera consigo misma, tampoco quería hablar del asunto. No quería echarle más tierra al muerto. Prefería hablar sobre cualquier tema con Taichi, salvo de Meiko y su pandilla.

Decidió, al final, irse por la tangente.

—Tropecé con Meiko e hice que su helado cayera sobre su ropa. Debió de haberse sentido muy mal y sus amigas atacaron —Era verdad, eso fue lo que pasó, aunque decidió omitir todo lo demás, los maltratos y persecuciones en el colegio.

Taichi resopló, cansado o aliviado, quizás sintiendo ambas sensaciones, de nuevo, Sora pensó que hablaba con un Taicho más maduro y aquello le hacía temblar las rodillas.

Al menos las tres están bien. Aunque me sorprendió que Hikari también estuviera implicada.

La pelirroja mordió su labio. Recordó toda la plática que había tenido con Hikari, cómo esta la agredió y cómo no le importó pasarse de la raya con Mimi. Necesitaba contarle todo, pero, ¿sería pertinente hacerlo con los recientes acontecimientos.

No tengo un porqué que pueda justificar esa actitud —comentó el muchacho luego de que Sora comentara que la había visto hacer cosas extrañas—. Al menos no toda, pero quizás tenga que ver con que… bueno, parece que tiene el corazón roto.

Tapó su boca para evitar el sonido de asombro. Todo calzaba, su mal genio, que molestara a Mimi, sus palabras para con ella: Hikari se había enamorado de Yamato. Por eso Takeru le preguntó si el había comentado algo aquella tarde, por ello actuaban ambos de un modo muy extraño, por eso ella le hubo preguntado por lo del karma… Su juego había ido demasiado lejos.

Tengo que hablar con ella. Lo haré en cuanto me coja la llamada, pero… —Taichi hizo una pausa, como si buscara las palabras adecuadas para decir—. Seguro no es nada. Debe ser cosa de la edad.

Sora se rió conmovida.

—¿Cosas de la edad? —inquirió en tono de burla—. Suenas como todo un experto.

Pudo escuchar cómo Taichi chasqueaba la lengua con fastidio, aquello la hizo reír mucho más, aunque trató de disimularlo; allí estaba su Taicho atolondrado y quejumbroso, el que la enamoraba cada cierto tiempo, aunque no le hacía sentir cosquillas en el vientre.

—Quizás no sea un experto. Pero tú tampoco.

Ciertamente no lo soy. Me la pasaba enojada todo el rato contigo o eligiendo ropa que no me hicieran sentir extraña.

—¡Oh, la época de las faldas cortas! —soltó divertido—. Esa sí fue una sorpresa. Recuerdo que tuve que golpear a Ryu por decir que lucias muy sexy la primera vez que fuiste a un partido de fútbol sin ser jugadora.

—¿Qué tenía de malo que dijera eso?

Bah, Sorita, a veces no sé si te haces la tonta o es que te lo crees.

¡Ey, me ofendes! —burló, una parte de ella se reía y la otra seguía sorprendiéndose de lo irreverente que estaba su amigo.

La risa del otro lado del teléfono.

—Sólo diré que a mí me encantaban tus faldas cortas y que ese día, ya siendo consciente o no, intenté lucirme para ti mientras jugaba. Creo que me gustabas un poco por lo que el comentario de Ryu me molestó más de lo que debía.

Tras unos minutos sin saber qué decir, Sora dio gracias a los cielos porque Taichi no pudiera ver lo sonrojada que estaba.

—Eres un tonto —soltó avergonzada.

Puede que sí —De nuevo una pausa. No quería sonar más pretencioso, así que intentó buscar las palabras adecuadas—. Porque yo sabía que, al menos por un tiempo, te llegué a gustar, pero para ser sincero, pretendía no darme cuenta ya que en esa época estaba más concentrando en el fútbol y en preservar nuestra amistad. Ya luego, bueno, sabemos quien comenzó a gustarte. Tuve que dejarte ir.

Sora sintió cómo el corazón le daba un vuelco. Taichi la hacía pasar de un estado a otro sin proponérselo del todo. Por un segundo sentía el corazón latir tan fuerte que parecía tenerlo tamboriteando cerca de sus oídos y luego, al siguiente segundo, estaba sintiendo mucha pena y hasta algo de vergüenza por las decisiones que tomó en el pasado. Lo entendía muy bien, aquella indirecta, hablaba de Yamato y de su noviazgo con él, no entendió, sino hasta ese momento, cómo aquello tuvo que haberle dolido a Taichi; haciendo una recapitulación de aquél 24 de diciembre, estaba más que claro que tuvo que haber sido difícil para él darle ese empujón que la llenó de valor para declarársele a uno de sus mejores amigos.

¿Por qué no la detuvo y le confesó que la quería en ese momento?

—Eso no fue muy valiente de tu parte —confesó, sorprendiéndose a si misma por sus palabras.

La risilla, algo melancólica de parte de Taichi.

Lo es si lo miras desde mi punto de vista. No fue fácil dejarte ir, pero debía hacerlo porque, ya sabes, era tu mejor amigo y el de Yama —Sora no supo que responder, por lo que permaneció en silencio. Fue el mismo Taichi quien retomó la conversación—. De todos modos eso está en el pasado. Ahora creo que estamos en sintonía… aunque quizás no tanto. Digo, estoy en un país y tú en otro. Al menos sé que me gustas mucho más que antes y que tú también me quieres.

¿Ya te dije hoy que eres un tonto? —Habló siendo más coqueta de lo que pensó podría ser—. Porque si no, bueno, te lo tengo que decir: eres un tonto.

—Pero tuyo, ¿no?

—Mmmju. —Maldito y sensual Taichi Yagami que la hacía enmudecer. Esa osadía y galantes.

Tuvo que sentarse en el pavimento, no podía más de la emoción. Sucedía así, desde su confesión, la forma tan bonita que tenía de hacerla sentir especial y querida.

¿Te sonrojaste?

No seas idiota. Claro que no.

Me parece que sí. Pero no importa, pronto estarás aquí conmigo y no podrás mentirme, tu rostro te delatará.

—¿Y quien te dice que no he aprendido a mentir mirando a los ojos? Han pasado muchos meses. He aprendido cosas…

Lo escuchó reír divertido y el corazón se le detuvo. ¿Estaba provocándola? ¡Usaba una maldita voz seductora con ella! Tuvo que recordarse que debía respirar.

Pues —habló él—, yo también he aprendido un par de cosas que me gustaría compartir contigo, pelirroja.

Lo supo entonces, Taichi había dejado de ser un niño.

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Notas de autor:

Me ha salido un poco más largo de lo esperado.

Adrit, muchas gracias por el Review. Un abrazo grande.