Harry jamás imaginó que podría salir alfa, toda su vida creció creyendo que sería un pequeño Omega o quizás un beta; pero luego de la guerra se sorprendió al saber que no lo era. Al parecer no tenía nada que ver con el tamaño de su cuerpo ni su personalidad, era algo que venía directamente en los genes, o en la herencia, en éste caso de su mamá ya que ella lo era. Y aunque algunas personas podían modificarlo para ser de una jerarquía diferente, ciertamente Harry no estaba disgustado con lo que le había tocado, a pesar de que en ocasiones creía que era un poco complicado ser uno y entendía porque ciertos alfas decidían ser betas u Omegas en varios casos, demasiada competencia si se lo preguntaban.

Desde su ruptura con Ginny, quien resultó ser Alfa también, lo único que hacía era trabajar y así fue que llegó a ser Jefe de Aurores; de todas formas su estatus de Alfa no tenía nada que ver, ya que gracias a las pociones los Omegas también podían ser Aurores sin ningún tipo de problema. Un claro ejemplo era su amigo Ron y su antiguo rival Draco Malfoy, que cualquiera que los viera pensarían que eran unos Alfa con todas las letras, no sólo por su apariencia, si no que además por su actitud.

Y hablando de Draco Malfoy, cabe recordar que luego de los juicios habían establecido tener una relación amena o al menos hacer las pases, sobre todo si a partir de ese momento iban a comenzar a ser compañeros de trabajo.

Se encontraba en su oficina viendo los papeles de la última misión cuando un calor se presentó de repente en su cuerpo y le costaba respirar. Abrió la ventana y sacó la cabeza pensando que así se le iría la sensación, pero por el contrario la temperatura aumentaba y su corazón comenzó a bombear de una forma salvaje, no lo comprendía, él había tomado su supresor, era imposible que tuviera su celo justo en su jornada laboral. Algo que sería completamente peligroso e imprudente de su parte. Intentó recordar si esa mañana había bebido su poción y sí, así fue, no tenía explicación alguna, al menos que fuera otra cosa del todo diferente.

La puerta se abrió de par en par, develando a Draco Malfoy ,quien apenas ingresó hizo un gesto de desagrado, seguido por un movimiento de mano, dando a entender en pocas palabras que su oficina apestaba, indudablemente eran sus feromonas que iban en aumento.

—Buenas noches —arrugó la nariz y olfateó el lugar—. Potter, apestas el sitio, ¿qué te sucede? Huele a rancios —masculló entre dientes y con un movimiento de varita conjuró algo que no logró escuchar muy ocupado con su pelea interna—. Vine a traerte los papeles antes de irme —su frase quedó sin terminar en el instante que observó a Harry agitarse más de lo normal—. ¿Has tomado tus supresores?

—Sí, los he tomado, no lo entiendo, es parecido a cuando tengo mi —Draco frunció el ceño y Harry pasó saliva nervioso—. No deberías de estar aquí, yo, no sé qué me ocurre.

—¿Los has tomado en ayuno y esperaste los cuarenta minutos antes de comer algo? —preguntó mientras cerraba la puerta tras él con calma, pero Harry por dentro se asustaba de no poder controlar sus instintos, a pesar de que Malfoy no era un Omega igual a todos— Sabes bien que debes esperar, si no a la larga no sientes su efecto.

—Aún no he comido nada —musitó con vergüenza y no se atrevió a mirarlo, y es que sabía que eso estaba mal, durante todo el día no había probado un solo bocado—, lo he olvidado —vaciló y cerró los ojos esperando un regaño. Draco solía enojarse cuando se salteaba comidas, alegando que ahora no era un niño que vivía con "los muggles idiotas".

—Lo has olvidado —asintió poco convencido—. ¿No has bebido Monster con el estómago vacío, verdad? Sabes muy bien que la cafeína hace estragos con el supresor —aunque parecía una pregunta, no lo era.

—No lo sabía —musitó con vergüenza.

—¡Te lo he repetido cientos de veces! —bufó— La cafeína, sumado a un estómago vacío, hace que el supresor no surta efecto, ¡y para colmo has pasado horas sin algo de comida en tu organismo! —arrugó la nariz con molestia y Harry tembló en el momento que usó "la voz". Para ser Omega, Draco era sumamente intimidante; ahora entendía porque a sus veinticinco años aún no tenía una pareja, ningún Alfa toleraría que su Omega le levantara la voz de esa forma—. A veces creo que tu instinto suicida no se ha ido.

—¡Lo he olvidado!, ¿okey? Apenas puedo tomar algo porque la comida no me pasa —accedió de mala gana y con un movimiento de varita Draco develó en su cajón al menos unas cinco latas.

—Dime que no son de éste día —musitó entre dientes mientras se tomaba el puente de la nariz—. Al menos dime que son de varios días.

—Son de éste día —susurró con vergüenza porque era la verdad—. No he podido dormir bien durante la noche, las pesadillas no me dejaron y se me es difícil mantenerme despierto —fue sincero con su compañero y jugó los dedos igual que un niño pequeño.

—¿Has hablado con el psicosanador? —una gota de sudor se deslizó por el rostro de Harry quien de nuevo no se atrevió a mirarlo— Tenías una cita prevista, yo mismo la saqué por ti porque los idiotas de tus amigos no tienen las pelotas para obligarte a ir.

—No creo en los psicosanadores —mordió su uña y de reojo observó al ex Slytherin resoplar con las manos en su cadera, echando la cabeza hacia atrás—, no me siento cómodo con ellos. Es por eso que no insisten.

—Y tampoco quieres tomar la poción para dormir sin sueños —de nuevo no era pregunta.

—No quiero drogarme, no es natural.

—Ajá y las bebidas energizantes sí lo son, ¿verdad? —arrastró cada una de sus palabras mientras se cruzaba de brazos.

Harry siempre había pensado que Draco era el hombre más atractivo de todo el mundo mágico, sí... inclusive más que cualquier Weasley, y no tenía en claro si era su condición del celo o que, pero tenía un deseo de poseerlo y su cuerpo tembló ante la imagen de él mismo follándolo encima del escritorio, pero sabía que Malfoy lo cruciaria antes de poder acercarse.

—Eso no ocurrirá ni en un millón de años, Potter y lo sabes —gruñó y sumergió las manos en su bolsillo.

—¡Deja de leer mi mente! —sus fosas nasales se ensancharon y cada músculo de su cuerpo se tensó— Debes irte, yo me quedaré aquí, dile a los demás que me fui o algo. De todos modos no falta mucho para que me vaya —su voz temblorosa delataba el nerviosismo que traía. Nada bueno saldría de allí, sobre todo porque Draco era el Omega más salvaje que había conocido en su vida.

—Puedo llamarte a una prostibruja —se encogió de hombros y sacó de su bolsillo una paleta—, quizás pueda ayudarte hasta mañana que puedas tomar tu supresor.

—No, no, me quedaré hasta mañana aquí y no tomaré más cafeína —accedió de mala gana, aunque sabía que era lo único que lo ayudaba a mantenerse despierto y sería una vil mentira decir que lo dejaría.

—¿Quieres que te ayude? —propuso en un tono seductor y esa sonrisa que se colaba entre sus huesos y lo hacían estremecer. Draco lo estaba disfrutando y sabía muy bien de qué forma torturarlo.

—No, no quiero que me ayudes —murmuró con las mejillas encendidas porque sabía a qué se refería. Miró con disimulo la manera en que lamía sus labios y tuvo que apretar las piernas para que su erección no creciera—. ¿Te puedes ir? Sabes que todo esto saldrá muy mal si aún te quedas.

—Bueno, te puedes masturbar entonces y quedarte aquí hasta mañana —volvió a meter el dulce en su boca y dejó los papeles en el escritorio—. Que te diviertas con tu derecha o izquierda, da igual —soltó una carcajada irónica y tomó el pomo para irse.

Harry sabía que masturbarse durante su celo no serviría de nada, la única manera era follar con una prostibruja como Draco sugirió anteriormente ya que el hombre no era ese tipo de Omegas, o bien dejarse llevar por la propuesta de su colega.

—¡Espera!, yo... espera —tartamudeó con el sudor fluyendo con cada pulgada de su piel—. Acepto tu ayuda —accedió, aunque poco convencido y una sonrisa se formó en los labios de Draco, quien disfrutaba follarse a los alfas, demostrando así, que su jerarquía para él no valía absolutamente nada —. No te vayas, no me siento bien —no le importaba entregar su parte de atrás si eso significaba que su celo bajaría—. Sólo quiero preguntar una cosa.

Draco se giró y se cruzó de brazos con un gesto de altivez— Pregunta lo que quieras.

—¿Duele?

—No tengo idea —respondió con simplicidad y miró sus uñas de forma despreocupada—. Ningún Alfa o beta u omega se ha quejado aún, he estado con todas las castas que conoces, tanto hombres como mujeres, Merlin me ha dado un don, si sabes a lo que me refiero —ronroneó y luego le guiñó un ojo, algo que provocó que Harry pasara saliva.

—¿Y no es peligroso? —Draco sabía a que se refería.

—Te hechizaría las bolas antes de que puedas tocarme un pelo, jamás nadie ha podido.

—Bien, bien, terminemos esto lo antes posible, creo que moriré —lloriqueó y sus pantalones apretaban, debía bajar su celo o las cosas se saldrían de control.

Vio a Draco acercarse peligrosamente y sus uñas se enterraron en la madera, lo hizo girar para quedar de frente y tomándolo por el rostro comenzó a besarlo sin previo aviso. Para Harry se le fue imposible no gemir y un pequeño ruido salió de su boca en el instante que comenzó a invadirla con su lengua. Era la primera vez que se besaban, aunque mentiría si dijera que no había pensado en hacerlo y sus finos labios se sentían tan dulces y suaves, cómo se lo había imaginado. La rodilla del más alto presionó su palpitante erección y se frotó sin descaros provocando que la excitación propia del celo acrecentara aún más.

—No te imaginas cuánto te odio en éste momento —vaciló con voz entrecortada mientras Draco mordía su cuello.

—¿Quieres que te deje solo, así te masturbas y te quedas aquí hasta mañana? —un silencio se prolongó en aquella oficina, pues Harry apretó la mandíbula, odiándolo cada vez más— Eso creí —carcajeó por los gestos que hacía—. Ya verás que te gustará, luego me rogarás por más.

—¿A ti te ha gustado? —balbuceó entre tanto disfrutaba de los chupones que le dejaba sobre la garganta.

—Nunca lo he experimentado, Potter, jamás he recibido, ya lo sabes —alegó con un tono burlón y con un movimiento rápido lo hizo girar para que quedara de espalda—. ¿Estás listo? —susurró cerca de su oído y eso lo hizo estremecer.

—Sí, estoy listo —su voz entrecortada lo delataba, pero, ¿qué podía salir mal? Cerró los ojos y se dejó llevar.

Los delgados dedos de Draco comenzaron a desabrochar cada uno de los botones de su camisa, la que usaba por debajo de la túnica, una vez que estuvo completamente abierta la deslizó por sus brazos y la arrojó sobre la mesa. Draco se tomaba su tiempo y en lugar de usar magia, lo desvestía de un modo sensual que lograba que su sangre hirviera cada vez más. Controlaba su instinto alfa y se dejaba llevar por la seducción de aquel Omega.

Su lengua vigorosa se posó sobre uno de sus pezones y con movimientos circulares lamió y succionó, Harry tenía los pectorales abultados y Draco aprovechó para masajearlos con una de sus manos. Desde abajo lo observaba con una sonrisa y Harry tuvo que cerrar los ojos porque sentía que se mofaba de su sumisión. Aunque estaba lejos de quejarse, su lado Alfa dominante estaba enojado consigo mismo porque le encantaba que aquel Omega lo hiciera y deshiciera a su antojo. Oyó el sonido del cinturón siendo aflojado y puesto sobre la mesa, el sudor se deslizaba por su espina dorsal y en algún punto estaba ansioso por lo desconocido.

Harry no era Virgen, claro que no, siendo uno de los alfas más codificados podía tener al Omega o el beta que quisiera, incluso alguna Alfa. Pero jamás, en todos esos años se puso a pensar la posibilidad de estar del otro lado.

—Debo prepararte y lo sabes —le susurró cerca de la boca y su jefe parpadeó varias veces con incredulidad—. A diferencia de los Omegas, los alfas no se lubrican naturalmente y te dolerá, debo dilatarte —las cejas de Harry se elevaron porque no entendía a qué se refería, además era sabido que los Omegas no solían tener un miembro demasiado grande—. No querrás que te rompa a la mitad, ¿no es cierto?

—¿¡Sabes qué!? No creo que sea una buena idea —balbuceó y buscó a ciegas su camisa.

—Bien, que te diviertas con tu mano dominante —carcajeó y se separó de él para encarar la salida, pero Harry lo detuvo a mitad de camino—. Me has dejado en claro que no quieres esto.

—Yo, lo siento, sólo estoy nervioso —tartamudeó y sintió que el celo se hacía cada vez más peligroso—. Apúrate, ¿sí?

Draco rodó los ojos y suspiró antes de hacerlo girar para que mirara hacia el frente— Como sea, supongo que no tienes lubricante —bajó su pantalón hasta los tobillos y apoyó el mentón sobre su hombro para susurrarle—. Abre las piernas, mon amour.

Con cierta duda, hizo lo que le pidió y por el rabillo de su ojo, lo observó sonreír. Gran parte de él lo detestaba en ese momento. Lo escuchó murmurar un conjuro que supuso era lubricante, aunque no logró entender. Harry cerró los ojos y sintió a las manos de Draco abrirle los glúteos para develar su entrada. Sus largos dedos ingresaron en él completamente empapados, se sentía algo frío, pero a medida que iba entrando cada vez más se entibiaba.

—Relájate, porque será peor —le pidió de forma calmada y Harry lo intentó.

Era una sensación rara, la manera en que lo llenaba, pero por algún motivo el calor de su celo se iba haciendo cada vez más leve. Apoyó sus manos sobre el escritorio y levantó el culo para darle lugar, aunque no lo veía sabía que tenía un gesto de diversión en su rostro. De pronto una electricidad se apoderó de sus entrañas y aunque era extraño se sentía muy bien. Realmente no podía quejarse, era verdad de que Draco sabía lo que hacía.

De su boca brotaban pequeños jadeos y gemidos que invadían la oficina, en ese momento agradeció que el Omega pusiera un hechizo silenciador. Las penetraciones se hacían cada vez más rápidas y su próstata era deliciosamente estimulada. Harry empuñó sus manos e inclinó su cabeza hacia adelante, con los ojos cerrados se dejaba llevar por el placer que le daba. Gruñó en el instante que un segundo dedo lo llenó y sus pies se encorvaron ante esa nueva intromisión. La mano de Draco se deslizó sobre su espalda desnuda, que se erizó en segundos por aquel contacto.

—¡Oh, infierno sangriento! —bramó cuando aumentó la velocidad y lo hacía ver las estrellas— ¡Oh, Malfoy!, ¡cielos!, ¡mierda!

—Tranquilo Potter, ya me lo agradecerás —el tercer dedo hizo lo suyo y por primera vez Harry rogó que se lo follara y dejara de jugar con él—. Todos los alfas son iguales, se creen rudos, pero a la primera caen rendidos —carcajeó y Harry se mordió la lengua para no decirle nada, y es que no pudo hacerlo, ya que unas estocadas más lo hicieron correrse sobre la mesa.

—Te odio —musitó en un tono apenas audible con la respiración agitada.

—¿Cómo has dicho? —alegó con sorna porque sí lo había oído.

—Nada —aulló en el momento que Draco lo abofeteó en una nalga—. ¡He dicho que nada!

—No importa —sonrió y se levantó mientras besaba su espalda—. ¿Quieres que lo hagamos rápido o prefieres la previa?

—Lo estás disfrutando, maldito —no era pregunta—. Acabemos con esto ya.

—Date la vuelta que quiero verte.

De mala gana obedeció la orden y Draco presionó sus labios con los suyos de un modo delicado, de verdad podía hacerse adicto a ellos y más cuándo percibió el cosquilleo en su pecho, era parecido a tener mariposas en el estómago. A Harry desde hacía unos meses le atraía Draco, sólo que sabía la reputación del Omega y tenía miedo a ser rechazado.

Draco lo alzó para que se sentara sobre el escritorio y con sus dedos marcó su carne apretando cada vez que el beso se intensificó. Sus lenguas se acariciaban y pequeñas mordidas aparecían. Harry se sentía algo inútil y su mano viajó hasta el bulto prominente, se deslizó de abajo hacia arriba con firmeza y sonrió cuando lo escuchó por primera vez gemir. No era un sonido delicado, era más bien rudo y eso lo excitó demasiado. No veía la hora de saber de qué modo se movía dentro suyo.

Torpemente se deshizo de los pantalones del Omega, quien sonrió dentro del beso. Ya no le importaba que se burlara, quería que estuviese dentro lo más pronto posible y lo ayudara con su celo.

—No tienes idea cuanto esperé por esto, Harry —ronroneó cerca de su boca y que lo haya llamado por su nombre hizo estragos en su estómago—. El poder tenerte debajo mío y que grites mi nombre, me he masturbado imaginando éste momento.

Harry gimió al sentir sus dientes raspando su cuello, aunque el Omega no lo podía marcar, ciertamente le encantaría que lo intentara.

—¡Oh, Draco, Draco, Draco! —el nombre del ex Slytherin se sentía bien en sus labios— Por favor.

—Ábrete un poco más para mí, cariño —musitó con un tono seductor y dejó sus mejillas en el momento que se abría cada vez más—. Te gustará tanto que me pedirás más —Harry soltó una pequeña risa nerviosa y se ayudó con sus codos para estar en una mejor posición. A pesar de que no sabía qué hacer—. No, mejor sostente de mí.

—¿Qué vas a hacer? —tartamudeó.

—Confía en mí —sonrió y lo atrajo para que lo abrazara—. Tu primera vez debe ser especial, por lo que repito, ¿confías en mí?

—Confío en ti —Draco lo besó y percibió un tirón en la boca de su estómago, en pocos segundos caía sobre una cama que deducía era del Omega.

Draco volvió a juntar sus labios y levantó una de sus piernas para que quedara sobre su hombro, los besos lujuriosos lo hicieron olvidar que en momentos iba a ser follado. Con un conjuro lubricante, el Omega empapó su virilidad, la que poco a poco fue ingresando en la estrecha entrada del Alfa.

Las cejas de Harry se elevaron y se sorprendió al percibirse completamente lleno. Era la primera vez que recibía y tenía un poco de vergüenza por ello. Pero Draco lo hizo sentir bien y lo calmó repartiendo besos por todo su rostro.

—¿Eres así cada vez que te follas un Alfa?

—No, no lo soy, sólo contigo —musitó—. No miento cuando digo que he esperado éste momento, Harry —expresó con la voz ronca que estremeció al Alfa una vez más—. ¿Estás bien?

—Sí, es diferente pero se siente bien —sonrió con las mejillas encendidas y desvió la mirada mientras se mordía el labio para no delatar lo mucho que le gustaba—. Puedes empezar —tartamudeó nervioso algo que le generó ternura a Draco.

La cadera del Omega no tardó en moverse, dando pequeñas estocadas. El grosor de la virilidad de Draco se expandió dentro suyo y lentamente acarició su punto dulce provocando un estallido dentro suyo. Las uñas de Harry se enterraron en la espalda del Omega a medida que aumentaban las embestidas. Y odió que tuviera razón, la manera que lo follaba lo hacía sentir mejor.

—¡Por Merlin! Eres mejor de lo que imaginé, te amoldas perfectamente a mí.

Ambos jadeaban y gemían por igual, el miembro de Harry se arrastraba sobre la piel del Omega que acariciaba su tronco en cada bombeada. Sí, era todo nuevo para él y podía acostumbrarse a ello si Draco lo aceptaba como su Alfa. No le importaba ser quien recibiera, serían una extraña pareja, pero con la poca claridad que podía pensar se daba cuenta lo mucho que le gustaba. De todos modos, él nunca había sido muy normal que digamos.

Draco empujaba con rudeza y llegaba hasta lo más profundo de su ser. Escucharlo liberar esos sonidos de placer cerca de su oído acrecentaba su lívido. Se volvieron a besar cuando el orgasmo se apoderó de sus cuerpos, el primero en llegar fue Harry que empapó de semen los torsos de ambos y luego Draco lo llenó con sus músculos dando pequeños espasmos. Sus alas de Veela se expandieron y Harry se sorprendió por ello porque era la primera vez que la veía.

Con la respiración agitada, ambos se separaron y compartieron una pequeña sonrisa antes de que saliera por completo de su interior.

—Lo siento por eso —apuntó a las plumas—. A veces no es fácil controlarlas.

—Son bellas, me agradan, no las había visto en persona —sonrió y las acarició logrando que Draco temblara.

—¿Cómo te sientes? —suspiró y llevó un mechón de su oscuro cabello detrás de la oreja— Me refiero al celo.

—Sí, creo que ya me he calmado con eso —carcajeó y mordisqueó su labio—. Gracias por ayudarme.

—La próxima te enseñará a no tomar cafeína sin haber desayunado —le dijo con un pequeño tono de regaño y el Alfa no pudo evitar soltar una carcajada.

—¡Enterado!, además tuve suerte que aparecieras, no sé si con otra persona habría durado tanto —nuevamente rio contagiando al Omega—. ¿Has bloqueado la puerta de mi oficina, cierto?

—Sí, así es —asintió—. ¿Lo dices por las manchas en tu escritorio o la ropa?

—Ambas cosas, no quiero que nadie vea ese desastre —masculló—. ¿Puedo quedarme? —musitó con timidez y Draco se sorprendió por ello.

—¿Tienes los supresores aquí? —aunque sabía la respuesta.

—No, los tengo en Grimmauld Place —un pequeño mohín se formó en sus labios y Draco no pudo evitar besarlo—. Tendría que ir por ellos.

—Si tienes las protecciones levantadas puedo ir a buscarlos —sugirió—. Tengo sangre Black, dudo que no me deje entrar.

—Sí, las tengo. ¿Entonces puedo quedarme? —vaciló jugando con sus dedos.

—Sí, no veo porque no —Draco no quería delatarse pero le emocionaba que Harry quisiera quedarse. Sólo en sus fantasías ocurría eso—. Date una ducha y yo ya vendré —en segundos sus alas regresaban a su espalda y Harry tocó con las yemas de sus dedos el lugar donde antes estuvieron.

—Oye, Draco —ya se había acostumbrado a llamarlo por su nombre y le fascinaba hacerlo.

—Dime —en cuanto se giró, lo atrajo hacia él y lo besó profundamente del modo que tanto deseaba, Draco se sorprendió, pero no por eso se quejó.

—¿No puedes quedarte un poco más? —murmuró dentro de su boca y las mejillas del ex Slytherin se sonrojaron.

—Será unos minutos, ya vendré. Date una ducha y volveré, lo prometo.

—Okey, te espero —accedió finalmente pero con pocas ganas y Draco se percató de ello, por eso se recostó nuevamente sobre él y repartió pequeños toques en todo su rostro.

—Hay ropa en el armario, está de más decir que me muero por verte con una camisa mía —susurró de un modo cautivante. Frotó sus narices y se levantó, porque sabía que si seguía así, no se iría más.

—Okey, vete, déjame solito —murmuró mientras un nuevo mohín nacía en sus labios. Draco no soportó y volvió a recostarse encima de él pero tomándolo por las muñecas para inmovilizarlo.

—¿Tienes idea lo que provocas en mí cada vez que frunces los labios? —gruñó y los besó de un modo hambriento y voraz— Eres una fantasía hecha realidad, Harry.

—¿No tenías que irte? —se burló y Draco lo mordió en el cuello dejándole una marca que a Harry poco le importó que le quedara.

—Ya regreso, no tardaré. Me muero por besarte toda la noche —el cosquilleo creció en el pecho de Harry, quién sonrió al darse cuenta que todo había salido como lo había planeado.

—Está en mi botiquín y si puedes tráeme una túnica del ministerio —expresó luego que se alejara un poco.

Al encontrarse solo, Harry estiró su cuerpo e impregnó sus fosas nasales con el aroma del omega que había en su almohada, era ese perfume importado que le encantaba desde hacía mucho. Se levantó sólo para darse una ducha rápida y buscó en el armario algo para vestir, Draco le había dicho que quería verlo con una camisa de él y al tener estaturas distintas le llegaba hasta los muslos y por esa razón no necesitó de ropa interior. Buscó en la cocina algo para cenar, pues recordó que no habían comido nada.

Draco no tardó en regresar, no mintió con eso y sonrió al verlo bailar con su camisa blanca que le tapaba el trasero. Tratando de no hacer ruido se acercó hasta él y lo abrazó por detrás tomándolo de la cintura.

—Dejé tus cosas en la sala —besó su mejilla y lo rodeó por los hombros—. Mañana es mi día libre —por algún motivo aparente quiso contárselo.

—Puedo venir después del trabajo si quieres, paso por algo de ropa y luego regreso —¿por qué razón tenía la necesidad de estar con él? —. Cenemos y vamos a dormir, no miento cuando digo que no he descansado bien.

—Estoy de acuerdo con ello —sonrió y le dejó un nuevo beso.

Esa noche, luego de tantas, Harry Potter podría descansar sin pesadillas de por medio.