Harry finalmente había comenzado la terapia, luego de muchos años tuvo el valor de sentarse frente a un sanador mental, y aunque le resultó desgastante, le permitió exteriorizar todo aquello que lo acongojaba.

Harry a pesar de tener el título del héroe mágico, no se sentía digno de él. Todos los fantasmas del pasado, y todas las muertes que ocurrieron a través de los años, recaían sobre su espalda. El sanador lo escuchó con atención, y supo al instante lo que necesitaba. Iba a ser un largo camino por recorrer, y aunque sabía que no era algo que tuviera una solución inmediata, Harry estaba dispuesto a sanar, para ser mejor persona para él, y estar bien para encaminar una relación con el Omega.

Draco lo esperaba en el lobby del hospital, sentado en una de las bancas cercanas, con las piernas extendidas, los brazos cruzados, y la cabeza inclinada hacia atrás con los ojos cerrados. Harry podía percibir su cansancio, el aroma era demasiado ácido, aún estando lejos de él lo podía oler. Se acercó, apoyó cada mano en sus rodillas y le besó cada una de sus mejillas, sin importarle demasiado, quien estuviera a su alrededor.

—Ya terminé, gracias por esperarme —Draco sonrió sin mirarlo y Harry frotó sus narices—. Vayamos a casa, te noto cansado, podría cocinar algo mientras tú duermes unos momentos.

—Uhm, te iba a preguntar, si querías comer en un restaurante, al menos por hoy —alzó los hombros y finalmente abrió lentamente sus ojos—. Tómalo como un premio por tu primera sesión.

—Segunda —lo corrigió.

—Como sea, es igual, has tenido el valor de venir —movió las manos con despreocupación—. ¿Qué opinas? Hay un restaurante francés al que me gustaría llevarte.

—Me gusta la idea, pero si quieres recompensarme, conozco otra forma —ronroneó y mordió su labio—. No sé si me explico —lo observó completamente hambriento y lo rodeó por el cuello.

—Eso sería un premio para ambos —carcajeó—. Por eso pensé en el restaurante así comes algo decente, y no comida recalentada por mí —le recordó.

—Bueno, bueno, acepto tu cena romántica —tarareó con una sonrisa de satisfacción—. Jamás podría rechazar un lujo así.

—No es romántica —bufó y rodó los ojos—. Pero tómalo como quieras.

—Eres un ser malvado —apuntó con un dedo—, podrías al menos darme el gusto de creer que es así —frunció sus labios y sus cejas.

—Pides demasiado de mí —alzó su mentón con altivez, algo que hizo enfadar aún más al Alfa.

Draco miró alrededor, antes de tomarlo del rostro y besarlo suavemente en los labios con pequeños toques. Y luego sonrió antes de alejarse.

—¡Oops! Besé un chico...

—¿Y te gustó?

—No, de hecho fue desagradable, deberé hacerme un obliviate —fingió limpiar su boca con incomodidad y se rio del enojo del Alfa—. Ven, vamos, antes que me arrepienta y nos salteemos la cena —susurró en su oído en un tono atrevido.

—No me molestaría, si quieres saber la verdad —movió las cejas con picardía—. Dicen que el ser humano sobrevive sin comer durante algunos días.

—El ser humano, pero no yo —acentuó—. Ven, insisto, vamos, que me comeré el adorno de la mesa.

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Se encontraban en una de las mesas más alejadas, por petición de Harry; no es que tuviera vergüenza de que lo vieran con Draco, todo lo contrario, sólo tenía miedo de que alguien armara un escándalo.

Harry observó al Omega leer el menú, con los labios y el ceño fruncido, deliberando cuál sería su elección para esa noche. Sonrió para sí mismo y de forma despreocupada frotó su pie en el interior del muslo de Draco, quien levantó la cabeza y alzó una ceja ante las caricias que recibía.

—¿Qué pedirás para cenar? —Draco preguntó con inocencia, ignorando la forma en que masajeaba su entrepierna.

—Lo mismo que tú, éste menú es chino básico para mí —bufó.

—Chino básico —repitió entre risas—. Yo no pediré nada con carne, y lo sabes —le recordó.

—¿No hay nada que lleve algo de eso?, ¿pavo, cerdo?, no soy exigente —cerró el menú y presionó los dedos de su pie sobre el bulto del Omega—. Cualquier trozo de carne está bien para mí.

—Yo tengo un trozo de carne en casa para que pruebes, es largo y grueso —susurró con la voz ronca—. Pero si quieres comer aquí, puedo pedirte un plato que no sea vegetariano.

—¡Perfecto!, me interesan ambas opciones —alegó con un tono seductor.

—Me vas a hacer perder la poca cordura que tengo, Potter —siseó y con un gesto llamó al camarero.

—Sabes que no tengo problema con eso, es parte de mi plan maestro —le guiñó un ojo haciéndolo reír.

—Buenas noches, me gustaría pedir dos cassoulet —levantó los dedos para enumerar—. Uno vegetariano y el otro no.

—Perfecto, ¿y para beber? —preguntó mientras anotaba.

—¿Vino? —frunció el ceño sin dejar de mirar a Harry, quién murmuró un "no, gracias"— Uhm, entonces dos refrescos de cola —le devolvió los menú.

—Ya le traeré el pedido.

—Pensé que te gustaba —cuestionó luego que el camarero se fuera—. Recuerdo que has tomado conmigo.

—Sí, pero no, en realidad no me agrada —balbuceó a la vez que se rascaba la nuca—. Cuando lo hice, sólo fue por ti. Supuse que me vería con clase —murmuró avergonzado y tamborileó sus dedos—. Lo he logrado, ¿verdad? Ya sabes, levantar el meñique y esas cosas.

—No tienes que fingir conmigo —rodó los ojos y bufó—. Al menos lo sé para la próxima vez —sonrió y deslizó su mano sobre la pierna de Harry—. ¿Cómo te ha ido con el sanador? —de forma despreocupada masajeó el tobillo del Alfa, envolviéndolo con sus dedos.

—Supongo que bien —alzó los hombros y mordió su labio—, me ha dado una poción para dormir sin sueños, debo beberla después de la cena, y no debo beber cafeína antes de ir a dormir —refunfuñó y rodó los ojos.

—¿Por qué no pruebas con el té? De alguna hierba que pueda ayudarte a descansar.

—No me agrada el té —susurró de mala gana—. ¿No me quieres golpear hasta dejarme inconsciente? Igual que en sexto —carcajeó, pero su risa murió al notar el semblante de Draco.

—Lo siento por eso —tartamudeó—. Estaba muerto de miedo y... fue la primera vez que te olí y luego lo hice en mi ... —detuvo su frase al darse cuenta lo que iba a decir—. Lo siento, sólo tenía temor de saber lo que ocurriría. Además de que me habían dado una muestra —resopló con ironía.

—En unos minutos estará la comida —el mesero llegaba con la bebida y les servía en una copa, cada uno murmuró un agradecimiento.

—No te preocupes, de alguna manera me desquité después —apretó los dientes, una vez que el empleado se marchó—. Creo que no fueron buenos años para ninguno de los dos —frotó las manos sobre su rostro y suspiró.

—No me gusta hablar de todo lo ocurrido en Hogwarts y sus secuelas —se sinceró—. Para eso existen las terapias, para tener mi vomito verbal allí —tarareó y alzó su copa—. Prometamos no hablar nunca más del pasado, al menos no de las cosas malas.

—Acepto —el Alfa rio y brindó junto al Omega.

—He conseguido las escamas —explicó luego de beber un sorbo de su refresco—. En unos días estarán y podré armar la poción. De todas maneras no sé para qué les dan pociones de amor.

—Supuestamente hay un tráfico de Omegas —suspiró—. A veces me aterra pensar que a ustedes les ocurra algo, ya sabes, a Ron, a Neville, a Dean o a ti.

—No llames a la desgracia, por favor —le imploró y detuvieron su conversación por unos segundos cuando llegó su cena—. Espero que te guste, tiene carne como querías —señaló.

—Ugh, y frijoles —arrastró sus palabras e hizo una mueca de desagrado mientras deslizaba el tenedor en el plato—. ¿Qué? ¡No he dicho nada! —rio con inocencia.

—Te conozco, demasiado para mi gusto —entrecerró los ojos y le dio una mirada analítica—, ahora come todo, como un buen niño —se burló con una sonrisa.

—Si me darás un premio, dejaré el plato limpio, y sin usar magia —tarareó.

Draco bufó divertido y negó varias veces— Eres insaciable, Potter.

—¿Y eso te molesta? —sus dedos se encorvaron sobre el bulto del Omega y comió un bocado de su cena— Tu cuerpo dice lo contrario.

—Dije que eres insaciable, no que me molestara —ronroneó—. Además creo que nos vamos a llevar muy bien —le guiñó un ojo y acarició su pierna sin descaro alguno.

—¿Quieres que pidamos el postre para llevar?

—Uhm, me agrada la idea —expresó con una voz ronca y en unos segundos ambos soltaron una carcajada—. ¡Perdón!, no sirvo para esto —negó sin dejar de reír—. ¡Hace mucho que no tenía una cita con alguien! —ante esa revelación la boca de Harry se abrió y jadeo salió de allí.

—¡Sabía que era una cita romántica! —apuntó y el calor subió en las mejillas del Omega.

—Y prefiero que no digas nada más al respecto —tarareó y ocultó su sonrojo tras la copa—. ¿Qué quieres de postre? Puedo pedir algo típico, ¿o también lo quieres con carne? —se burló.

—¡Cómo debe ser! —acentuó— Pero del animal vivo —dijo en un tono seductor.

Draco desvió su mirada y se notaba la vergüenza que sentía— ¡Merlin!, había olvidado lo bien que se sentía esto —carcajeó.

—¿Tener una cita romántica, con un bello chico, y que te digan halagos?

—Además —resaltó—. Es que hacía mucho que no me reía tanto —suspiró y tomó la mano del Alfa para acariciar el dorso de esta—. Gracias por eso —sonrió.

—Me alegra ser tu bufón personal —entrelazó sus dedos y mordió su labio—. ¿Sabes qué? Podemos ir a una heladería, pedir unos conos, y comerlos cerca del río, ¿qué opinas?

—Acepto tu propuesta.

—Me pregunto si habrá helado de carne —canturreó y Draco chasqueó la lengua.

—Yo tengo una paleta de carne para que lamas —le guiñó un ojo con picardía—. Está hechizada para que no se termine nunca.

—Sabes que no tengo problema, no puedo decirle que no a la comida —sonrió con orgullo y Draco soltó un sonido de diversión.

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Luego de terminar el helado, los dos se recostaron sobre el césped en posiciones contrarias, y miraron el cielo estrellado de Londres.

—Siempre me pregunté, porque elegiste la carrera de Auror, si eres bueno en pociones —musitó pensativo—. Podrías ser maestro en pociones, o profesor en Hogwarts, o tener tu propio boticario.

—Pensé que era obvio —resopló. Harry se giró y lo miró con el ceño fruncido—. Porque quería estar cerca de mi amado —ronroneó y el Alfa soltó una risa.

—¿Hablas de Ron? —se burló.

—¡Por supuesto! —canturreó— ¿En quién pensabas? Pero llegó la arpía de tu amiga —masculló con una falsa ira—, y me arruinó todos los planes. Además, imagina —apuntó—, un Omega con otro Omega, sería un escándalo.

—Ni que lo digas —bufó—. Ahora dime tus verdaderas razones.

—¡Bien!, ¡me descubriste! —aceptó de mala gana— Quería estar cerca de ti, enamorarte, y que me hagas heredero de tu fortuna, para luego desaparecer todo rastro tuyo —expresó con un gesto triunfal.

—Puedes alimentar a un dragón con mi cuerpo, últimamente me he descuidado con la comida, no hago ejercicios, y estoy algo gordo —un pequeño mohín se formó en su rostro—. Deberé hacer algo, si no me dejarás y me hundiré en la depresión de no verte nunca más —acentuó el gesto en sus labios y Draco sonrió.

—No exageres, que estás perfecto, ya te he visto desnudo —murmuró con un tono de voz aterciopelada—. Y me encantas de todas las maneras —se movió quedando encima de su rostro y le dejó un camino de besos—. Estoy usando todo mi autocontrol para no follarte ahora mismo, sin importar el lugar en que nos encontramos.

—Puedes hacerlo, tengo la capa de invisibilidad —palpó el bolsillo de su túnica y las cejas del Omega se elevaron—. ¿Qué? Nunca se sabe cuando la necesitarás —apuntó—. Además si te interesa saber, he aprendido un conjuro que me dilata, por ende estaré listo si me lo pides.

El corazón de Draco galopeó con fuerza dentro de su pecho, y ciertamente olvidó como respirar. Su boca se secó al tenerla abierta, y no le salían las palabras. ¿Podía ser más perfecto de lo que imaginaba?

—¿Tienes condón?

—¡Claro que lo tengo! Entonces, ¿Qué opinas?

—Que serás mi perdición, Harry —susurró y lo besó de un modo voraz y hambriento.

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Draco no podía creer lo que estaban haciendo, a pesar de que no había mucha luminosidad en aquella zona, y tampoco había personas alrededor; la adrenalina que emanaba su cuerpo era increíble. Harry brincaba encima de su regazo, empalándose, gimiendo y jadeando, luego de encontrar el ángulo perfecto para saciar la excitación de ambos. Harry se sentía húmedo y resbaladizo, pero aún así no dejaba de estar apretado para él, el agarre ideal que envolvía su masculinidad de un modo exquisito.

—Tu me rends fou, tu n'as aucune idée à quel point tu es belle, chaque partie de ton corps l'est (Me vuelves loco, no tienes idea lo hermoso que te ves, cada parte de tu cuerpo lo es) —sollozó, y presionó sus labios con los del Alfa, tomándolo por la nuca.

—Te sientes bien dentro de mí —siseó por primera vez en su lengua pársel, recordando que eso enloquecería al Omega, y no se equivocó—. Quiero quedarme aquí, no quiero irme jamás.

—Sabes lo que provocas en mí, eres un maldito —rio entre dientes.

—¿Te excita que te hable en parsel? —se burló con una sonrisa— Puedo hacerlo siempre.

Draco lo tomó de la cadera, y profundizó las embestidas— Dans ces moments j'aimerais que tu me marques, et que tu sois à toi pour toujours. (En estos momentos quisiera que me marques, y ser tuyo para siempre)—. Je t'aime, mon amour (te amo, mi amor) —jadeó sin dejar de moverse.

—Mala suerte para ti —susurró cerca de su oído en su idioma nativo—. Porque sé francés, y también te amo —profundizó las estocadas, con movimientos circulares suaves y precisos, y cerró los ojos por unos segundos—. Te marcaría, pero quiero que sea especial, que lo desees tanto como yo, y que no sea producto de tu excitación —finalmente lo miró y le regaló una amplia sonrisa—. ¿Estás cerca?, ¿cómo yo? —preguntó con la voz agitada.

—Sí, sí lo estoy —respondió con dificultad.

—Ven por mí, cariño —jadeó—. Hazlo, lléname hasta lo más hondo, quiero escucharte gemir mientras me jodes tan duro, que apenas sabré quien soy, y sentiré como te derramas dentro mío.

—¡Santos cielos!, ¡eres tan caliente! —fue hasta su cuello y lo mordió dejando pequeñas marcas en su piel.

La mano del Omega, envolvió la virilidad del Alfa, y la acarició a la misma velocidad de las embestidas. Pequeños hilos de semen empaparon su camiseta, y su propio cuerpo convulsionó en cuanto el orgasmo se apoderó de él. Nunca se había corrido con tanta fuerza, los dedos de sus pies se encorvaron, y le pareció increíble esa sensación.

—Creo que una ducha nos vendría bien —carcajeó una vez que su respiración se normalizó, y secó el sudor de la frente del Alfa—. ¡Por Merlin!, nunca había hecho esto.

—¿Tener sexo en un lugar abierto?

—Exacto, es mi primera vez —esbozó un pequeño mohín y Harry no pudo evitar reír—. ¡Bueno!, ¡perdón!, no todos tenemos experiencias.

—Entonces deberé enseñarte, no tengo problema con eso —ronroneó y presionó sus labios con los suyos.

—Huele a sexo, pero no veo a nadie aquí —una linterna los alumbró, y se quedaron quietos al ver que era la policía muggle—. ¡Esta juventud de hoy! —chasqueó la lengua y negó—, no respetan al prójimo.

—Habrá quedado el aroma y se han marchado —opinó el otro agente—. Vamos, que nos queda un largo trecho.

Los vieron alejarse y ambos volvieron a reírse con fuerza.

—La prensa mágica se volverá loca cuando sepa que estamos intentando algo —resopló—. Y dirán que quiero llevarte al lado oscuro, pero me parece, que es completamente al revés —tarareó.

—Pensé que lo habías notado ya —se burló con una sonrisa—. Planeo ser el próximo mago oscuro.

—Ya estás delirando —Draco rodó los ojos y respiró profundamente—. Vamos a casa, si nos queda tiempo podemos retomar las clases de baile. Faltan dos días para el casamiento de Ginevra —le recordó—. Ahora sal —palmeó su trasero y se movió para darle lugar.

—Pídemelo bonito —se quejó.

—Sal de encima mío, mi amor —dijo en un tono burlón y aulló en cuanto el Alfa lo golpeó—. Al menos que planees quedarte aquí.

—La verdad que no me importaría, pero sí, debemos darnos una ducha, huelo raro —refunfuñó.

—Y yo no me quedo atrás.

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Luego de darse una ducha compartida, Draco lo llevó hasta la sala y puso música en su tocadiscos, Harry intentaba seguirle el paso, y aunque había mejorado desde que comenzaron, de igual manera, se sentía frustrado.

—¿Quieres parar? Te veo algo cansado —propuso—. Mañana luego de la cena con mis padres, podremos continuar.

—No, está bien —suspiró y apoyó las manos sobre sus rodillas—. Déjame recomponerme y lo intentamos una vez más.

—Creo que no fue una idea de que saltarás encima mío —murmuró frunciendo el ceño—. Te tiemblan las piernas —señaló—. De verdad, creo que deberíamos parar.

—¡No! —respondió tajante— Una más y nos acostaremos —insistió.

—¡Bien!, eres testarudo —rio y tomó su mano para acercarlo—. Creo que mañana seremos dos zombies en el trabajo —resopló al sentir sus párpados pesados.

—Después nos compensaremos —balbuceó entre bostezos—. Una vez más.

La canción retomó al principio y siguieron con los pasos iniciales. A Draco le gustaba sentirlo cerca de su cuerpo, percibir su calor abrazador sobre su pecho; mientras que Harry fantaseaba con la idea de mejorar para cuando tuvieran su primer baile como esposos. No quería darse falsas esperanzas, pero cada día acrecentaba un poco más la idea de formalizar con el Omega.

Una fantasía que quería hacer realidad.

La llegada a la Malfoy Manor había sido un poco... peculiar. Los padres de Draco los analizaron mientras se acercaban, quizás buscando algún defecto, o quizás para intimidarlo, no sabía con exactitud. Harry podía sentir la mirada punzante del Omega mayor; y en ese momento comprendió, las razones por las cuáles Draco era un Omega tan diferente.

Los ruidos de los cubiertos arrastrándose sobre la porcelana, era lo único que se escuchaba en ese gran salón. Sabía que Draco lo odiaba, se lo había dicho días atrás; a pesar de que no era la misma mesa, era el lugar lo que odiaba, el aire pesado que lo rodeaba, lo hacía sentir asfixiado; allí donde la profesora de estudios muggles había perdido la vida, y aunque su madre refaccionó todo completamente, el Omega no podía olvidar los ojos sin vida de la mujer, y muchas veces lo perseguían durante la noche, preguntándole porque no había hecho nada para salvarla. Draco era apenas un niño, y estaba envuelto en una guerra que jamás pidió.

—¿No comerás la carne, Draco? —la voz gruesa del patriarca rompió aquel silencio— Por lo visto sigues con tu pensamientos altruistas.

Harry ya lo había observado de reojo, Draco empujaba el cerdo hacia un costado.

—No debería importarte, si como o no como un pobre animal que no deseó morir en manos de unos egoístas —escupió con desagrado—. De todos modos yo no lo hago contigo, no sé porqué insistes —masculló y continuó alejando cada ingrediente que no fuera un vegetal.

—Draco —su madre le llamó la atención, usando la voz de mando.

—Dile a tu esposo —lo señaló con el tenedor, olvidando todo tipo de protocolo—. Yo no lo molesto, que él no lo haga conmigo.

—El ser humano es omnívoro.

—No lo es —respondió con seguridad—. El tracto digestivo no está diseñado para soportar la descomposición de un cadáver, es por eso que tenemos el intestino más largo que los carnívoros, sin contar que no contamos con caninos, y a diferencia de ellos, tenemos glándulas sudoríparas; o al menos jamás te vi jadear con la lengua afuera.

—Draco, ¿podemos hablar de otra cosa? —le rogó Narcissa.

—Yo sólo respondo los ataques de tu esposo.

—Te has juntado demasiado con Lovegood —resopló.

—Si habría sabido que Luna era mi hermanastra, me habría acercado antes a ella —pinchó en dónde más le dolía—. Quizás habría cambiado absolutamente todo en mi vida —lanzó cada daga—. Quizás mi presencia en la guerra habría sido otra.

—¡Draco!

—No estamos hablando de eso, no desvíes el tema —apuntó—. Pero sin embargo no le dices nada a tu novio —señaló Lucius con una sonrisa siniestra—. Por lo visto, el señor Potter disfruta bastante de la buena comida.

—Mi novio —acentuó—, no intenta cambiarme en mis hábitos alimenticios. Me acepta tal cual soy.

Harry en éste punto olvidó de que forma respirar.

—Sin embargo te comes otro tipo de carne —tarareó en forma burlona y Harry deseó no haber bebido—. Te quedarás viudo antes del casamiento, Draco —rio al ver a su hijo palmear la espalda del Alfa.

—Lucius —suspiró—, ¿¡te puedes callar!? —Narcissa solía ser más tranquila, pero en ocasiones su esposo la sacaba de las casillas— Comamos en paz, que luego quiero hablar con el señor Potter —sonrió hacia el mencionado—. Supongo que no le importará.

—No, para nada —aseguró luego de limpiar su boca intentando recomponerse—. Será un placer.

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Narcissa lo había invitado a su oficina, estaba justo al lado de la de su marido, pero Harry podía apostar que era mucho más luminosa que la del Omega. Una gran biblioteca cubría toda la pared izquierda, y unos sillones individuales de estilo capitoné color verde esmeralda, estaban salpicados en algunos puntos del lugar.

—Siéntese por favor —le indicó señalando el sillón de enfrente, y con un chasquido, llamó a uno de los elfos de la familia—. ¿Puedes traernos un té al señor Potter y a mi, Mindy?

—Sí, señora Malfoy —la elfina se inclinó con respeto hacia su ama—. ¿Lo desea con leche?

La Alfa miró a Harry en la espera de una respuesta— Té solo estará bien —sonrió con amabilidad, y por dentro pensaba en como disimular que odiaba aquella bebida, y se arrepintió de no haber pedido con leche, quizás suavizaría su horrible sabor.

—Entonces que sea uno con leche y el otro sin.

—En unos minutos se los traeré —con un plop desapareció, dejándolos nuevamente solos.

—Debo decir que a mi esposo le sorprendió un poco, el hecho de que usted y mi hijo se estén conociendo —contempló—. Aunque no tuvo el mismo efecto por mi parte —sonrió ampliamente—. Mi hijo siempre ha tenido una clara obsesión con su persona —resaltó—, y siempre ha rechazado a cada Alfa que le ha cortejado.

Harry sonrió para sí mismo porque recordó que no necesitó hacer ese paso.

—Y el hecho de que se haya unido a los aurores, me dio la pauta que en algún punto deseaba acercarse a usted —Mindy nuevamente los interrumpió y les dio a cada uno si bebida—. Y cuénteme, aunque quiero imaginarme la respuesta —bebió un sorbo de té y conjuró el azúcar—. ¿Qué intenciones tiene con mi Draco?

Harry no se esperaba esa pregunta, al menos no de una forma tan directa, y agradeció no haber bebido él también— Me gusta Draco, me agrada él y me siento cómodo a su lado —tartamudeó nervioso, por alguna razón, el aura de la Alfa lograba inquietarlo—. A veces me despierto, y lo veo durmiendo en la misma cama que yo, y pienso en todos los años que me perdí eso —sus latidos lo perseguían hasta en sus oídos y sentía el rostro enrojecer—. Podría hacerlo el resto de mi vida —afirmó y apretó los labios—. Él es mi calma en medio de la tormenta, y espero ser lo mismo para él.

—Noto que Draco no lleva ningún collar —frunció el ceño y ladeó la cabeza—, ¿no han pensado en comprar uno, para evitar que otro Alfa lo marque sin su permiso?

—No, pero ahora que lo menciona —aclaró su garganta y bebió más té para suavizarla—. Creo que adquiriré para dárselo, si él está de acuerdo —afirmó—. Mire, yo sé que quizás no soy el mejor partido —a Narcissa le pareció extraño que dijera eso, de todos modos lo dejó continuar—, pero yo quiero a Draco, de hecho lo amo —alegó con firmeza—, con todo lo que trae, y jamás permitiré que nada le ocurra. Yo no busco un Omega, busco una pareja, y si no llegara a funcionar, seguiré estando a su lado, deseándole la felicidad que merece. Y mataría a cualquiera que se atreva a hacerle daño, o tan siquiera tener las intenciones de hacerlo.

Narcissa le sonrió con calidez y asintió varias veces— Me alegra oír eso, y sinceramente no espero un Alfa mejor para mi hijo —suspiró—. Me extraña que diga eso, porque es una gran hombre, por lo tanto es un gran partido —lo halagó—, y estoy segura de sus buenas intenciones.

—Gracias, de verdad lo hago y no miento —sus hombros se aflojaron y liberó el aire retenido.

—Lo sé, sé que es sincero en sus sentimientos, puedo verlo en sus ojos, ellos aseguran lo que dice con la boca —pasó saliva y jugó con el borde de su taza ya vacía—. Mi hijo ha pasado por mucho, en parte es nuestra culpa —sonrió de manera amarga—, y sólo le deseo el amor, la paz, y el cariño que se merece.

—Yo también lo deseo, luego de todo lo ocurrido —remarcó y finalizó su bebida.

—Bueno, creo que me he quedado conforme con la conversación que hemos tenido —con un movimiento de varita, hizo desaparecer las tazas—. Me alegra saber que sus intenciones son buenas, y me reconforta que Draco es feliz, puedo sentir como ha cambiado, aunque aún conserva su humor ácido.

—Creo que es lo que más me atrae de él —carcajeó y la Alfa simplemente le sonrió.

—Supongo que mañana trabajarán, así que los liberaré para que descansen —se levantó y extendió sus brazos para envolverlo en un cálido abrazo—. Bienvenido a la familia, señor Potter.

—Gracias, señora Malfoy —el pecho del Alfa se entibió y no pudo evitar sentirse satisfecho.

Al bajar, Harry se encontró con una faceta de Draco que no conocía, y realmente le fascinó. Junto a su padre, estaban en un duelo de espadas, vestidos con el equipo de esgrima. Jamás creyó que los sangre pura practicaran ese deporte; pero cada año que pasaba, descubría algo nuevo por parte del mundo mágico.

—¿Vamos a casa?

Draco se sacó el casco, y sus cabellos desaliñados le daban un aspecto candente. Sus latidos se aceleraron en el instante que sus miradas se encontraron, y sus labios se encorvaron dulcemente.

—Déjame sacarme esto, y vamos —respondió con la respiración agitada.

—Aún me debes la revancha, Draco —tarareó sin dejar de observarlo—. Estamos empatados.

—Ya vendré, querido padre, y te patearé el trasero igual que siempre —sonrió con altivez antes de subir a su antigua habitación.

—No sabía que practicaban un deporte muggle —apuntó, y atrapó en el aire, un sable sin filo que Lucius le lanzó—. Jamás he tocado uno —su dedo se deslizó sobre el arma blanca.

—No es muggle, es un deporte que se solía practicar en la antigüedad por los sangre pura —explicó—. Es igual que conjurar hechizos, estoy seguro que está familiarizado con eso —el patriarca se colocó en posición de combate, y Harry lo imitó, recordándole el segundo año en Hogwarts. Se mordió la lengua para evitar decirle la icónica frase.

"¿Asustado, Malfoy?" Pensó para sí mismo.

—Supongo que lo podré intentar —lo desafió y pensó en cada dibujo de los hechizos.

Los pies del Alfa retrocedían, cada vez que el Omega mayor avanzaba, intentaba esquivar cada golpe de la espada, pero Lucius era realmente bueno en ese deporte. No dudaba que Draco fuera aún mejor que él. Su mirada se encontraba sobre el filo de las armas, en la sala se escuchaba el hierro chocando entre sí, hasta que el patriarca lo sorprendió con un movimiento rápido.

—Touché —sonrió triunfante, y antes que Harry pudiera tan siquiera pensar, tenía la punta del sable en el medio de su pecho.

—Sabía que no debía dejarte con él a solas —Draco gruñía mientras bajaba—. Pero creí que no serías lo suficientemente imprudente.

—Lo ha hecho bien tu novio, a pesar de que es su primera vez. No tienes nada que avergonzarte —le aseguró y tomó el arma que el alfa le daba—. Espero poder volver a verlo, señor Potter —no había una pizca de sarcasmo en su voz.

—Le aseguro que será así —Harry no daría el brazo a torcer.

—Nos vemos luego, padres —tarareó, a la vez que tomaba el brazo del Alfa para hacer la aparición cerca del apartamento.

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Las carcajadas resonaban en el apartamento del Omega, mientras intentaban dar los pasos de baile, por alguna razón sus cuerpos no respondían de la manera que deseaban; aunque quizás sí lo sabían, el hecho de haber dormido apenas unas seis horas, fue suficiente para que el cansancio les pasara factura.

—Deberíamos dormir, no podremos seguir más —opinó Draco, mientras miraba a Harry recostado en el suelo de un modo poco elegante, con las extremidades alargadas y su pecho subiendo y bajando—. Pienso que mañana no harás el ridículo.

—Mañana estará la prensa mágica. Todos los ojos estarán puestos sobre mí.

—¿Prensa mágica? —tartamudeó— No me habías dicho nada de eso.

—Me lo acaba de confirmar Hermione —apretó los labios y lo miró con pena—. Si no quieres asistir, no hay problema. Entiendo lo que puede significar para ti.

—Olvidé que tu ex es una de las mejores jugadoras de su generación —resopló y cerró los ojos por unos momentos—. No lo sé, a veces siento que no estoy preparado para todo esto —mordisqueó su labio con nerviosismo y negó—. Tengo la sensación de que me hechizarán el culo apenas sepan de nuestra relación.

—Que soy tu novio —le interrumpió con una sonrisa extensa—. O eso has dicho en la cena.

Draco rodó los ojos y colocó las manos sobre su cadera— Sólo le seguía el juego a mi padre —extendió sus manos y lo ayudaron a levantarse—. Vamos a acostarnos, mañana será un día largo.

—¿Me llevas en brazos, como una damisela en peligro? Mis piernas apenas responden —un pequeño puchero se formó en sus labios.

Draco resopló con diversión— Eres un vago, Potter —de todas maneras, hizo lo que le pidió—. Al menos eres más liviano de lo que creía.

—Eres un maldito mentiroso —masculló—. He subido más de cuarenta libras, dudo que sea liviano. Ser el jefe de aurores no ha ayudado, demasiado tiempo haciendo trabajos de oficina.

—De todas maneras, estás bien —sonrió y besó su nariz—. ¿Tienes la ropa lista para mañana?

—Sí, he decidido llevar mi camiseta de iron maiden, junto a unos pantalones rasgados —se burló mordiéndose la lengua.

—Si pudieras lo harías, te conozco —lo bajó al suelo y lo ayudó a desvestirse antes de que se colocaran los pijamas—. ¿De qué color será la túnica? —preguntó con curiosidad.

—Azul, Malkin ha opinado que combina con mis ojos —pestañeó de un modo coqueto, y el Omega sonrió por ese gesto—. ¿Tú que crees?

—El verde es un color frío, al igual que el azul —alzó los hombros—. Podrías usar tranquilamente cualquier color de esa paleta, como el púrpura —opinó—. Aunque con tu color de cabello podría ir un rojo carmesí —arrojó la camisa del Alfa a una silla cercana, y sus dedos se deslizaron sobre la cicatriz de su pecho—. Jamás me has dicho como te has hecho esto —apuntó.

—Fue por un horrocrux, sentí que me quemaba la piel.

—Debió ser horrible —murmuró con la voz rasposa.

—No creo que supere lo que te hecho yo —apuntó hacia las marcas del sectumsempra—. ¿Qué? —preguntó al ver que rodaba los ojos.

—Hemos prometido no hablar del pasado —le recordó—. Al menos de las cosas malas.

—Lo siento —murmuró y apoyó su mejilla sobre Draco, mientras lo rodeaba por la cintura.

—De todas formas, yo te he preguntado por la tuya —apretó los labios y negó antes de separarse de él—. ¿Qué te ha dicho mi madre?

—Me ha dado una charla, preguntando cuáles eran mis intenciones contigo —carcajeó.

—¿Por qué me imaginé algo así? —bufó y se recostó a su lado— ¿Y que le has dicho?

—Que no te soporto y sólo estoy contigo por tu herencia, además de mi lado suicida, y por lástima, lástima hacia mí —aclaró y se sobresaltó en el instante que lo pinchaba en su costilla—. ¡Oye!, también puedo bromear —jadeó al sentir una pequeña mordida en su cuello—. Draco... —lo llamó en un susurro.

—¿Uhm? —murmuró cerca de su piel.

—Tu madre me ha llamado la atención, de porqué no traes un collar —un gruñido salió de la garganta del Omega—. Prometí que te preguntaría antes.

—No me gustan esas cosas, sé defenderme si alguien se acerca más de lo indebido —masculló con molestia—. No necesito nada que me proteja.

—Okey, sólo quería saber —suspiró y frotó su espalda—. Durmamos así, es cómodo.

—Lo dices porque es fácil para ti respirar —resopló y besó su clavícula—. No sabía que hablabas francés.

—Tuve que elegir un idioma, si quería el cargo de jefe de aurores —chasqueó la lengua y negó—. Creí que sería fácil, pero me ha costado más que pociones —musitó entre dientes.

—Deberías haber elegido Alemán —frunció el ceño—. Es una lengua germánica occidental, igual que el inglés.

—¡Bueno, no sabía! —refunfuñó haciéndolo reír—. De todas formas también lo elegí porque me imaginaba conquistando chicas —bufó—. Me dijeron que era el lenguaje del amour.

—Eso es un punto válido —accedió moviendo la cabeza en un modo pensativo—. Pero insisto que el parsel te queda aún mejor —ronroneó.

—¿Eso crees? —siseó y soltó una carcajada al sentir que lo mordía.

—Bueno, a dormir Potter. Si no mañana seremos unos zombies de nuevo —besó sus labios y se acurrucó sobre su pecho.

—Sí, tienes razón —suspiró y lo rodeó con sus brazos—. Que descanses.

—Tú también —murmuró adormilado.

Los párpados de Harry tenían un color oscuro, delatando sus ojeras y lo mal que había dormido en los últimos días. Refrescó su rostro una vez más, y buscó el sitio donde se encontraba Ginny, para ir a saludarla antes que saliera hacia el altar. Al entrar a la habitación, la encontró junto a Luna y Hermione, quienes se alegraron al verlo.

—¡Harry!, pensé que no llegarías ya —le sonrió a través del reflejo, llevaba una túnica blanca con detalles en rosa pálido—. ¿Estás bien?

—Define tu concepto de bien —bromeó y besó sus manos—. ¿Cómo están las chicas más lindas de la fiesta?

—¡Me gusta tu túnica Harry! —lo halagó Luna con una extensa sonrisa.

—Gracias, Luni.

—Mejor que tú al parecer —Hermione repasó sus párpados inferiores con los pulgares—. ¿No has dormido bien?, ¿has tenido pesadillas? Quédate quieto —lo regañó a la vez que lo tomaba del mentón—, que te conjugaré un corrector.

—No, no, todo lo contrario —sus fosas nasales se ensancharon e intentó no moverse—. Me he quedado haciendo cosas —vaciló.

—¿Qué tipo de cosas? —remarcó con una ceja alzada.

—Cena en un restaurante, salidas nocturnas a parques, tomados de la mano, bajo la luz de la luna y las estrellas —sonrió embobado—. Pero ha valido la pena —aseguró—. ¿Ha quedado bien?

—Eres demasiado pálido —chasqueó la lengua—. Necesitas un poco de sol, al igual que tu novio —bromeó con un gesto triunfal.

—¿Novio? —Ginny se giró abruptamente mientras se ajustaba el velo— ¡No me has dicho nada! —lo regañó golpeando su pecho.

—Ayer cené con sus padres —alegó con orgullo—. Y he hablado con su madre —levantó el mentón con altivez.

—Muero por saber quién es, Harry —expresó Luna con un tono ensoñador—. Apuesto a que se ven hermosos juntos —tarareó.

—Lo conoces mejor de lo que crees —resopló y acomodó la manga de su túnica—. ¿Has visto si llegó? —preguntó hacia Hermione, quien era la única que sabía.

—Uhm, no, que yo sepa —ladeó la cabeza en forma pensativa—. O al menos hasta que llegué aquí.

—Draco me ha dicho que también vendrá —dijo Luna mientras maquillaba a Ginny—. No sabía que lo habías invitado —miró a su amiga.

—Es amigo de Ron y de Jace —alzó los hombros con despreocupación—. No podía dejarlo afuera de su casamiento.

—Ese maldito —masculló—, lo ha tenido bien guardado.

—¡Lo sabía! —exclamó la Alfa triunfal y aplaudió varias veces— Cuando Jace le preguntó, su relato tuvo bastantes incongruencias. ¿Y cómo ocurrió?

—Draco había dicho que estaba conociendo a un viejo conocido —intervino Luna—. Lo he visto feliz últimamente, y me alegro que seas tú.

—Es una larga historia —balbuceó a la vez que rascaba su nuca—. Pero si quieren saberlo, jamás había sentido esto antes. Me gusta mucho, y tengo miedo de acostumbrarme a él.

—La prensa enloquecerá —Ginny cayó en la realidad—. ¿Quieres que les pida que no hablen nada, hasta que tú lo decidas?

—No, está bien, será mejor que sea así.

—Entonces va en serio —Hermione lo observó con cautela.

—Sí, creo que sí —musitó con las mejillas encendidas.

—¡Ginny!, ¿ya estás lista? Tu padre te espera —Molly ingresaba completamente emocionada—. Han llegado todos los invitados. ¡Harry! —se sorprendió al verlo— ¡Qué bello estás! —lo halagó antes de darle un beso en cada lado.

—Tú también, Molly.

—Dile a papá que ya saldré.

—Bueno, te esperaremos en los jardines —indicó Hermione y tomó el brazo de Harry—. ¿Harás tu mayor esfuerzo para no arrojarte en sus brazos?

—¡Oh, créeme que lo haré! —tarareó divertido.

—Harry, sabes que soy su media hermana, ¿verdad? —preguntó con inocencia en su voz.

—Claro que lo sé, ¿por qué lo preguntas? —vaciló con algo de duda.

—Porque si le haces daño, sabrás lo que una Black puede hacer —llevó su cabello detrás del hombro—. Así que te sugiero, no hacer llorar a mi hermanito —Hermione intentó no reírse ante sus amenazas.

—No te preocupes, que lo haré —aunque por dentro sintió algo de terror, Luna jamás había actuado de esa manera, y parecía que lo decía en serio.

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La boca de Harry estaba abierta de par en par, tratando de asimilar lo que veía, pues había un detalle que Draco no le había dicho, uno difícil de ignorar; el Omega era uno de los padrinos del novio, y desde el altar le guiñó un ojo.

"Maldito bastardo" pensó para sí mismo. Ya tendría tiempo de vengarse.

Luego de dar el sí, Ginny y Jace bailaron por primera vez como marido y mujer. Su ex se veía radiante y completamente feliz, eso lo llenó de orgullo y entibió su corazón. Harry siempre pensó que Jace tenía cierto parecido a Draco, sólo que era un poco más bajo, y parecía una realidad alterna donde Ginny y él se habían casado.

Con las piernas temblando, fue hasta ellos, y le pidió a Jade si podía bailar unos momentos con Ginny, el hombre accedió sin problema, y Harry en ese instante agradeció las lecciones que le había dado el Omega.

Con su cuerpo aún temblando por los nervios, se acercó a la barra y pidió algo para beber.

—Lo has hecho bien, tendría que abrir una academia de baile —Draco susurró cerca de su oído—. Siempre confié en que lo harías bien, quizás deba darte una recompensa —ronroneó haciéndolo estremecer.

—Sigo enojado contigo —musitó entre dientes.

—¿Y eso por qué? —carcajeó.

—Por ocultarme que serías el padrino —bufó.

—¿Y que te pierdas el factor sorpresa? —tarareó— ¡Eso jamás! Por cierto, ¿qué haces bebiendo esto? —apuntó a su bebida energética y se la sacó de la mano.

—¡Oye!

—Sabes que no puedes —apuntó y la arrojó al cesto más cercano—. ¿Tiene zumo de calabaza?, ¿o un daiquiri de frutilla sin alcohol? —preguntó hacia el Batman.

—¿Tiene daiquiri sin alcohol? —lo imitó igual que un niño.

—Sí, puedo prepararle algo —accedió el hombre.

—¿Lo ves? Ahí tienes —señaló.

—Eres un ser malvado —refunfuñó cruzado de brazos.

—Luego me lo agradecerás —Harry rodó los ojos y Draco lo tomó del mentón

—¿Qué haces? —tartamudeó producto del pánico.

—Dejar en claro que eres mío —susurró cerca de su boca, sonrió triunfal, y presionó suavemente sus labios sobre los suyos.

A lo lejos escucharon varios jadeos, sonidos de sorpresa, el obturador de una cámara abriendo y cerrándose, e incluso más de una copa estrellándose. Ambos se rieron dentro del beso y Harry pensó que había sido una buena forma de anunciar que lo estaban intentando.

—Aquí tiene señor —el barman seguía estupefacto y le habló en cuanto se separaron.

—Gracias.

—Bebe rápido, que quiero bailar contigo —musitó en su oído—. Iré con Teddy, ven a buscarme en cuanto termines —lo besó antes de alejarse, dejando al Alfa con el corazón bombeando con fuerza.

Había valido cada maldito día de espera.