Harry jamás se había sentido de esa forma; absolutamente con nadie. Los besos con Draco eran adictivos y apasionados, llenos de un sentimiento incontrolado de amor y adoración. Ninguna persona lo había deseado así, y no quería alejarse por nada del mundo. El hecho de sentir el pecho desnudo del Omega contra el suyo, era uno de los momentos que anhelaba resguardar en algún vial. Draco lo abrazaba, rodeándolo con sus largas extremidades, como si tuviera miedo a perderlo; podía sentir los latidos de sus corazones fundiéndose en uno solo, igual que sus cuerpos, igual que sus pieles. Sus almas haciéndose una sola.

Los gemidos cerca de su oreja y la forma en que embestía hasta lo más profundo de su ser, era todo perfecto. En ocasiones no precisaba tocarse, sólo con su próstata siendo estimulada, era suficiente para llegar al más increíble de los orgasmos, aquel que no había sentido antes, un orgasmo tan fuerte y salvaje, que lo hacía temblar.

Draco lo observaba desde arriba, con devoción y deseo, con su hermoso rostro frunciéndose en cada esfuerzo por hundirse un poco más. El cosquilleo en el pecho del Alfa acrecentaba, y por dentro se preguntaba, si necesitaba alguna u otra razón, para darse cuenta de lo mucho que quería que estuviese a su lado para siempre.

Harry llevó su mano hacia la mejilla de Draco, para saber que eso era real y no un sueño; tuvo el anhelo de decirle que lo deseaba, pero se ahogó con un gemido ronco justo en su garganta. Quiso llorar en ese instante, estaba a punto de quebrarse, y a pesar de su esfuerzo por reprimirse, una pequeña lágrima rodó por la comisura de su ojo.

—Te ves increíble desde aquí arriba, y es hermoso todo lo que provocas en mí —lo halagó y empujó con ímpetu. La cadera de ambos se movían al mismo compás—. Hermoso, precioso, eres sumamente perfecto —tomó su pierna y la subió encima de su hombro, antes de acelerar las estocadas—, no tienes idea lo mucho que te deseo —luego de inclinarse, besó sus labios con pasión—. ¿Eres mío, Harry?, ¿lo eres? —musitó cerca de su boca.

—Lo soy —respondió con la respiración agitada—. Soy tuyo, tuyo y de nadie más —sollozó al sentir el clímax acrecentar.

—¿Estás cerca, mi amor?

—Lo estoy, estoy cerca —Harry lo tomó de la nuca y lo besó con fervor, de un modo hambriento y salvaje. Sus huesos y su piel estaban prendidos fuego, y su corazón bombeaba con ímpetu.

—Te amo, te amo Harry —gimoteó—. Je t'aime, mon amour. Je t'aime.

—Je t'aime —susurró—. Te amo demasiado —siseó en parsel.

Sus bocas colisionaron y las uñas de Harry se enterraron en la carne del hombro del Omega. Su cuerpo se estremeció, su orificio apretó el tallo de Draco, y tembló en cuanto llegaron a la cúspide del clímax. Pequeños hilos de semen, empaparon sus torsos, y Draco tuvo pequeños espasmos mientras lo llenaba por completo. Las alas se desplegaron y Harry supo que por fin había llegado.

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A la mañana siguiente, Harry se despertó con unos ruidos provenientes de la cocina y después de un largo bostezo caminó hasta allí de forma perezosa. Al llegar, se encontró con la imagen que quería tener todos los días, apenas se levantara. Draco cocinaba, o al menos eso intentaba, desde lejos daba vuelta los hotcakes, como si tuviera miedo a quemarse, y en un cuenco reposaba la fruta con el azúcar.

—Buen día, buen día —tarareó con una sonrisa.

—¡Joder!, ¡Harry!, casi me haces morir de un infarto —bromeó llevándose la mano al pecho—. Buen día —lo rodeó por el hombro y le depositó un beso en la mejilla—, ¿cómo has dormido?

—Muy bien, realmente —respondió entre bostezos poco elegantes—. ¿Quieres que te ayude?

—No, creo que podré yo solo —resaltó y continuó con su tarea—. Aunque lo haces ver más fácil de lo que es —refunfuñó haciéndolo reír.

—Es igual que hacer pociones, no entiendo como es que te complicas tanto —chasqueó la lengua y negó—. Igual ya sabes que puedo encargarme de eso.

—No es por la preparación en sí, es que no entiendo de estas cosas —resopló mientras luchaba con la hornalla—. Pásame los platos, estaremos bien con esto, ¿cierto? —señaló a la pila de hotcakes.

—Sí, no hay problema —frunció los hombros antes de alcanzárselo—. ¿Hoy vendrás a la madriguera? —de un modo despreocupado frotó su mano sobre la cintura del Omega.

—¿Tú que opinas? —preguntó mientras terminaba de servir— Es decir, nos han visto bailar ayer, y algunas cosas más —tartamudeó y limpió sus manos—. Pero casi no he interactuado con ellos, es muy diferente una fiesta a ir a su casa, ¿entiendes?

—Yo opino que deberías ir —murmuró mientras lo rodeaba por la cintura—. Ellos son mi familia, y me gustaría que sepan quién es la persona que logra iluminar mis mañanas.

—Eres un maldito cursi, ¿lo sabes? —carcajeó, pero sus ojos se humedecían por aquellas palabras— De todos modos, creo que tienes razón, es lo justo. Has soportado a mis padres —resopló haciéndolo reír.

—Bueno, entonces preparémonos para ir luego del desayuno —besó su bíceps y se separó de él.

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El corazón de Draco, latía a mil millas por hora; y no mintió cuando le dijo que se iba a desmayar. Apenas ingresó a la madriguera, no supo bien como respirar, sus nervios estaban a flor de piel, y no sabía de qué forma comportarse. El hogar de los Weasley estaba plagado de cabelleras rojizas, y alguna que otra rubia por parte de los hijos de Bill y Fleur. Los gritos infantiles invadían el lugar, aunque de lejos se escuchaba el regaño de un mayor.

—¿Estás bien? —el Alfa lo miró con preocupación y tomó su mano— Te siento algo extraño.

—¿Sigues pensando que es buena idea? —preguntó con el ceño fruncido.

—No es muy diferente de ayer, ya te he dicho —tomó su rostro con ambas manos y suspiró—. Además por lo que sé estará Jace, y puedes ir con Ginny y él.

—Uhm, puede ser que tengas razón —murmuró pensativo—. Cualquier cosa, si surge algo, fingiré demencia y me arrojaré al piso —bromeó haciendo reír al Alfa.

—¡Muchachos!, ¡no los oímos llegar! —Arthur estrechó la mano de cada uno antes de palmear sus espaldas— Pasen, pasen, que estamos en los jardines —los invitó con un gesto—. ¿Cómo están? Supongo que no han visto el profeta —carcajeó.

—La verdad que no —resopló el Omega con diversión—, evito ese tipo de periodismo barato.

—En eso tienes razón —apuntó el patriarca—. Pero al trabajar en mi departamento, obtienes algunos chismes.

—¡Harry, Draco! —Molly corrió hacia ellos— ¡Pensé que no llegarían! —le dio un beso a cada uno y sonrió cálidamente— Tu tía y Teddy están con Ginny —le indicó al Omega—, te estaban esperando.

—Gracias señora Weasley —tartamudeó—. Será mejor que vaya con ellos —señaló mientras miraba al Alfa y soltó su mano lentamente, como si una parte de él no quisiera alejarse.

—Ven, que quiero que me ayudes con algo —guió a Harry hacia la cocina, mientras que en el trayecto esquivaban a sus nietos—. Cuéntame, ¿cómo estás?

—Bien, supongo —río nervioso y rascó su nuca—. Pensé que Ginny y Jace saldrían de Luna de miel —le pareció extraño verlos allí.

—¡Oh!, es que Ginny decidió esperar, porque Ronald y Hermione tienen un anuncio que hacer, por lo que no se lo quería perder. Su hermano ha dicho que es importante —sonrió y comenzó a colocar los snacks en una bandeja—. ¿Y tú?, me has sorprendido con la noticia de Malfoy —lo pinchó haciéndolo sonreír —. Cuéntame, ¿cuándo ocurrió?, ¿lo has marcado ya?

—No, aún no —rascó su nuca de forma nerviosa—. Es que me quiero tomar mi tiempo, ¿sabe? No quiero apresurar las cosas.

—¡Me parece perfecto! —tarareó—. Toma una de las bandejas y acompáñame —le indicó con un gesto, para que ambos salieran al jardín. El verano ya estaba por comenzar, y el calor se hacía cada vez más presente.

—Draco creyó que se iban a enojar o algo —balbuceó—. Aún se siente culpable por lo ocurrido en la guerra.

—El rencor sólo genera más dolor, querido —suspiró de forma pesada—, y eso no nos devolverá a las personas que hemos perdido —apuntó—. Además, su tía habla maravillas de él, y de lo mucho que ha cambiado. ¡Incluso Ginny y Ronald! Sin olvidar que Teddy tiene adoración por él, y un niño jamás se equivoca —le guiñó un ojo con picardía y dejó la comida en una de las mesas—. Ellos sienten el aura de cada persona, y es obvio que la suya cambió para bien. Ve con él, Teddy también preguntaba por ti —frotó su espalda y se alejó para ir junto a Hermione.

Harry caminó hacia Draco, y no pudo evitar sonreír por la forma en que Teddy estaba recostado sobre su pecho; era una de las cosas que aprendió a adorar, el modo que el Omega lo cuidaba. Se sentó a su lado, y acarició la mejilla de su ahijado, quien se lo veía algo adormilado.

—Ya se te ha pegado —carcajeó sin una pizca de celos—. ¿Cómo estás cachorro?

—Bien, la abuela me cortó el cabello —señaló con orgullo hacia su cabeza, antes de volver a chupar su pulgar—. Y no he llorado, el tío Draco dice que soy un nene grande.

—Por supuesto que lo eres —lo halagó, mientras acariciaba su coronilla—. Te ha quedado bien, luego le diré a tu abuela que me recorte el mío —enredó los dedos en su propio cabello y sonrió guiñándole el ojo a Draco quien chasqueó la lengua.

—Estás bien así, me recuerdas a Sirius —susurró y se detuvo al darse cuenta lo que había dicho.

—No sé como sentirme al respecto —bufó y el Omega rodó los ojos—. ¿Quieres algo para comer? —le preguntó a su ahijado.

—Un muffin de calabaza —susurró con timidez.

—Bien, ¿y tú?

—No, yo estoy bien, gracias. Quizás una cerveza de mantequilla, u otra cosa para beber —pidió con inocencia.

—Perfecto, ya veré que consigo —tarareó y fue directo hacia la barra.

Harry visualizó a Ginny a lo lejos, quien le sonrió apenas llegaba hasta ella. Sabía que lo iba a llenar de preguntas, y estaba dispuesto a responderle cada una de ellas. No tenía miedo de ocultar, ya no más, la relación que lo unía a Draco, aunque no era nada formal, le gustaba la manera que lo hacía sentir; y mientras más pensaba, su mente divagaba a cada una de las opciones de vivir junto a él.

—Te ves bien, Harry —tarareó con diversión—. Tu foto junto a Malfoy está en primera plana. ¿Cómo ese siente volver a ser la celebridad?

—Terrible —bufó—. Desearía que no me digan más que soy el héroe mágico, no merezco ese título, y más cuando en la batalla luchamos entre todos, no sólo yo. Si sabes a lo que me refiero —alzó una ceja y tomó una botella de cerveza y un muffin para Teddy.

—No debes quitarte todo el crédito —resaltó—. A menudo siento que no eres tan leonino como creo.

Una sonora carcajada nació de la garganta del Alfa, antes de negar varias veces mientras caminaban hacia Draco— No creo en los signos, esa era mi tía. Podía decirte tu carta astral sólo con tu fecha y hora de nacimiento. Jamás supe como lo hacía. Y realmente, si pudiera desaparecer del mapa o hacerlos olvidar quién soy lo haría.

—En el último tiempo la prensa estaba tranquila hasta ayer.

—Iban a publicarlo de todas maneras, fuera quien fuera mi pareja —rodó los ojos hastiado—. Sigo insistiendo en que me gustaría que se olvidaran de mí —se mofó entre dientes—. ¿Y tú?, ¿cuándo tendrán la Luna de miel?

—En la semana, hemos pedido permiso en el trabajo. Pero queríamos estar presentes en la noticia de Ron y Hermione. ¿Qué crees que será?

—No tengo idea, Ron no me ha dicho nada —canturreó y abandonaron su conversación en cuanto estuvieron cerca de Teddy y Draco—. Aquí tienes cachorro, y para ti la cerveza.

—Gracias tío Harry.

—Gracias Potter, que Merlin te lo pague —Harry mordió su labio y se sentó a su lado.

—¿Qué crees que dirán Ron y Hermione? —susurró inclinándose hacia su lado.

—Yo huelo algo, pero no te diré —sonrió ampliamente y Harry chasqueó la lengua.

—Eres un ser malvado —musitó entre dientes.

—¿Recién ahora te das cuenta? —empujó su hombro en un modo juguetón, y bebió un sorbo de su cerveza. Ginny se acercó y se colocó a su lado antes de murmurarle algo al oído sin dejar de mirar a su ex. Los dos soltaron una pequeña risa y Harry alzó una ceja—. ¿Qué? —preguntó con inocencia.

—No es cortés susurrar —los regañó entrecerrando los ojos y Draco le sacó la lengua como respuesta.

—No te preocupes, que no te lo robaré —tarareó—. Es sólo algo que recordé.

—¡Ajá!, ¡claro! —arrastró las palabras con desconfianza mientras Draco y Ginny soltaban una carcajada.

El almuerzo continuó con normalidad, Harry podía ver la forma en que Draco se adaptaba a su familia y eso le calentaba el corazón. Ambos ya superaban los veinticinco años, sin embargo a pesar de su juventud, no podía evitar imaginar una familia junto a él y sabía muy bien lo que debía hacer para poder lograrlo.

Aunque eso significará ir contra la naturaleza de su casta.

A pesar de su pequeña incomodidad inicial, de a poco el Omega se pudo soltar un poco más y lo invitó a bailar algunas canciones que Charlie había puesto en un dispositivo muggle que su novio le había obsequiado.

En ocasiones, esas pequeñas cosas, esos gratificantes momentos, le demostraban que si había valido la pena esperar un poco más. ¿Quién diría que años después, encontraría su otra mitad, en la persona que había sido su rival durante todo el año escolar? A lo mejor, su yo de dieciséis años, habría actuado de otra manera y toda su vida sería completamente diferente.

—¡Muy bien, muy bien! —Ron aplaudió para llamar la atención de todos los presentes— Como ustedes saben, tenemos una noticia muy importante que contarles —señaló a su Alfa y le sonrió—. Y estamos muy felices de anunciar que seremos papás.

La madriguera se llenó de aplausos y toda la familia los fueron a felicitar. Draco, quien aún seguía con Teddy en brazos, le guiñó un ojo a Harry dándole a entender de algún modo que él ya lo sabía. Todo el lugar se llenó de emoción al saber que el Omega esperaba su primer bebé.

Y Harry supo que en el fondo también deseaba eso.

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—Tú ya lo sabías, ¿verdad? —lo pinchó mientras guardaban los refrigerios que Molly les había compartido— Y no me lo dijiste —musitó y lo abrazó por la cintura.

—Te insinúe que lo había olido —resaltó—. Creí que había sido bastante sugerente —carcajeó.

—No puedo creer que vayan a ser padres —susurró con su rostro apoyado sobre el pecho del Omega.

—Yo creí que Granger lo dejaría encinta apenas salieran de la escuela —resopló y Harry hizo un ruido de exasperación—. No sé tú, pero yo me iría a dormir sin comer. Estoy exhausto —gruñó antes de dejarle un beso en el cabello.

—Son apenas las siete de la tarde, te iba a sugerir que intentáramos lo mismo que Ron y Hermione —ronroneó—. Además nos ayudaría a liberar tensiones —Draco no pudo evitar morder su labio sin dejar de sonreír.

—Eres un adicto al sexo, ¿alguna vez te lo han dicho? —se burló.

—Creí que era algo que ya sabías —carcajeó y el Omega lo abrazó con fuerza ocultando su rostro en el cuello del Alfa—. Aunque no te noto insatisfecho con eso.

—Es que no puedo evitar ser complaciente con un pobre hombre como tú —bromeó.

—¿Quieres que nos demos una ducha caliente juntos al menos? —propuso con un tono seductor—. Nos ayudaría a relajarnos, ¿qué opinas?

—Uhm, me vendría bien —murmuró pensativo, antes de tomarlo del rostro, para juntar sus labios en un beso profundo y deseado—. Vamos, antes que me quede dormido parado —rio y lo tomó de la mano para ir juntos al baño.

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La relación entre Draco y Harry se fortalecía a pasos agigantado y la complicidad que ambos compartían los unía cada vez más; sentían que habían encontrado una parte de su alma que creían pérdida. Pasaban los meses, y el sentimiento que tenían por el otro aumentaba. Draco en ocasiones se veía a sí mismo sonriendo hacia el segundo cepillo de dientes, que Harry ya había instalado en su baño.

Mientras el tiempo transcurría, la confianza se afianzaba y ya no tenían miedo de mostrarse tal cual eran. Aunque conocían cada una de sus virtudes y defectos, amándolos por igual.

Las discusiones no se detuvieron y peleaban por inánimeses o pensamientos diferentes, pero luego venía la parte más placentera, que era la reconciliación.

Un tiempo después, Draco logró el antídoto, y salvó muchos Omegas que eran parte de un operativo creado por un grupo de Deltas, con la idea de ponerlos en contra de los alfas.

Unas semanas antes, Harry se contactó con Narcissa Malfoy, para que pudieran organizar el cumpleaños del Omega. Draco cumplía veintiséis años y tenía la idea, no sólo de celebrarlo a lo grande, si no que además, quería hacerle una pregunta importante para él.

Pese a la buena relación que ambos tenían, el único título que compartían era el de "Novios", porque el Omega aún no había sido marcado. Harry no tenía prisa y sólo esperaba que Draco se lo pidiera; tampoco habló sobre el tema ni lo presionó a hacerlo; sentir sus labios y su piel luego de una larga jornada laboral, o verlo junto a él al despertar, era lo que más deseaba y lo único que esperaba con ansias.

La fiesta fue un éxito, todo el jardín de la Malfoy Manor se encontraba repleto de Weasley, además de Andromeda junto a Teddy y Millicent con Viktor quienes se unieron Hermione y a Ron apenas se vieron. Para Draco no había mejor regalo que ver la cara de su padre al ser abrazado por Molly de un modo efusivo.

El karma en ocasiones puede ser una aliada bastante conveniente y sobre todo si se trata de molestar a su padre.

—¿Cómo la estás pasando? —Harry se acercó al Omega y lo rodeó por el cuello antes de depositarle un pequeño beso en la mejilla— Nos hemos lucido con tu madre, ¿verdad? Supongo que no esperabas que tu cumpleaños fuera así de especial.

—En el cumpleaños pasado, tenía la plena seguridad de que despertaría en un hotel de mala muerte, con un Alfa extraño a mi lado luego de pasar la noche follándolo —bromeó y tomó la cintura de Harry—. Pero al final no resultó ser un extraño. ¿Quién lo diría, verdad? Que se cumpliría una parte de mi profecía. Debería ser el nuevo profesor de adivinación.

—No fue un hotel de mala muerte —bufó divertido—. Así que sólo se ha cumplido la mitad de ella.

—Sólo espero que termine del mismo modo que comenzó —ronroneó cerca de su lóbulo—. Aunque prefiero que sea en mi apartamento esta vez —su mano se deslizó hacia el bolsillo del pantalón del Alfa, quien sintió sus mejillas arder.

—Tu padre está mirándonos —susurró algo avergonzado—, ¿no tienes pudor?

—Debe de querer unirse —carcajeó—, estoy seguro. Aunque debo advertirte que no tiene mi exquisito gusto, no sé si me entiendes —gruñó y apretó la carne de su glúteo—. Si no, no habría sido él quien me llevó en su vientre.

—¡Idiota! —masculló— No quería imaginarme a tu padre de aquel modo.

—No quieras hacer el papel de inocente conmigo. Anoche quedó demostrado que no lo eres —se burló con un tono seductor—. No tenía idea de que te gustaran esos fetiches tan extraños. Aunque debo admitir que no me han disgustado. Podemos repetirlo las veces que quieras.

—¡Shhh, cállate que te oirán! —lo regañó en voz baja, cerciorándose que nadie estuviera cerca— ¿Tú quieres que tu padre me asesine, verdad? Sabes que me mira como si fuera yo el que corrompe a su pequeño Omega, cuando sabemos que eso no es cierto —resopló.

—No me importaría dar la cara y aparentar ser el follado —murmuró cerca de su oído con la voz ronca—. No me importa lo que la sociedad mágica piense. Porque ambos sabemos que no es así. Y el resto me trae sin cuidado —el aliento tibio chocaba la piel de Harry quien contuvo un gemido al oírlo hablar de aquella manera—. Me vuelvo loco al pensar que llegará la noche y me rogarás, como siempre lo haces, que te folle tan duro que apenas podrás recordar tu nombre.

—En estos momentos te estaría odiando mucho —rio por lo bajo—. No puedes decirme todo eso cuando tus padres están a unos metros de distancia.

Draco no comprendió a lo que se refería, hasta que vio el bulto en sus pantalones. Mordió su labio para ocultar una sonrisa y miró hacia Millicent quien lo llamaba para que se acercara.

—Adoro cuando te excitas sólo con la idea de mí embistiéndote —continuó redoblando la apuesta, sabía que jugaba con fuego—. La imagen de ti, humedeciendo la almohada entre jadeos y tus ojos brillantes por el placer que sólo yo te doy —se detuvo unos segundos para oír la respiración entrecortada del alfa—. Pero deberás esperar porque en este momento Millie me llama. Trata de que nadie vea esa parte tuya. Luego te recompensaré —le guiñó un ojo con complicidad y Harry soltó un quejido por lo bajo.

—No puedes dejarme solo —gruñó.

—Oblígame —sonrió maquiavélicamente antes de alejarse, dejándolo con un grave problema en su entrepierna, algo difícil de ocultar, ya que su tamaño era más grande de lo normal.

Intentó calmarse yendo hacia la mesa de bocadillos e hizo los ejercicios de respiración que el terapeuta les había enseñado, para sobrellevar los ataques de pánico.

—Veo que va en serio las cosas con mi hijo —Lucius apareció a su lado con una copa de champán entre los dedos—. Creí que era sólo para huir de su compromiso con Greengrass.

—Bueno, ha visto que no es así —vaciló deseando que no se diera cuenta de la situación—. Amo a su hijo y no haría nada que lo dañe —le aseguró con total firmeza.

—También veo que no lo ha marcado. ¿Existe alguna razón? —alzó una ceja y bebió un sorbo de su trago.

—Apenas hemos salido algunos meses, no lo presionaré hasta que él mismo me lo pida —Harry era sincero en cada palabra, además de que nada los apuraba—. Es Draco quien tiene la decisión y si aún no está seguro de dar ese paso, pues lo esperaré. Aunque no ocurra jamás.

—El tiempo corre, Potter. No lo olvide.

—Y nosotros somos jóvenes, no lo olvide —le refutó con firmeza—. Ahora si me disculpa, me iré con mi novio —remarcó antes de alejarse del Omega.

Al menos esa conversación incómoda lo había ayudado a bajar el lívido que Draco le había provocado.

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Luego de que Draco apagara las velas y cortaran el pastel. Harry le pidió ir hacia su antigua habitación, porque quería darle algo especial para él. Un segundo obsequio que no sabía como se lo tomaría. Pero el Omega fue más rápido y lo apoyó contra la pared con las piernas enredadas en su cadera.

—¡Draco!, ¡espera, espera! —jadeó al sentir su dureza siendo presionada— Quiero darte un obsequio —tartamudeó, pues el placer le nublaba la mente—. Draco es en serio. ¿Puedes por un segundo detenerte? ¡Ah, Joder! ¡Joder, sí!

Los dedos del Omega se enterraban en su carne, elevándolo del suelo hasta quedar a la altura de su miembro. El cuello de Harry era lamido y mordisqueado por igual. Intentaba mantenerse en silencio, pero le era imposible hacerlo.

—¿Decías? No te veo inconforme con todo esto —ronroneó y delineó con besos cada parte de su mandíbula— Si quieres puedo fingir que no puedo caminar si tienes algún problema con eso.

—Sabes que no es así —retuvo un gemido y se aferró con más fuerza de su espalda—. Es la casa de tus padres, no, no es correcto. ¡Oh, santo Merlin! —sollozó en cuanto el calor en su vientre acrecentó.

—Bloqueamos la puerta y silenciamos la habitación. No es tan difícil y no busques excusas —susurró cerca de su comisura—. No puedo esperar a que pierdas la cordura mientras mientras te follo, quiero oírte gritar mi nombre una y otra y otra vez. No tienes idea cuánto te deseo. No tienes idea lo mucho que esperé para que me rogaras de hacerte el amor.

Draco no esperó un segundo más, ni una respuesta por parte del Alfa. Sus labios colisionaron en un beso salvaje, exploró su boca sin una pizca de delicadeza, acariciando su lengua de un modo completamente delicioso y frotó sus miembros sin ningún tipo de vergüenza. Amaba el lado que sólo Harry sacaba a relucir. Amaba el modo que lo hacía sentir, nadie había logrado eso y su criatura celebraba al saber que había encontrado la persona que lo complementaba.

—¿Quieres que me detenga? —se burló, sabiendo la respuesta.

—Eres un maldito cínico, ¿lo sabes? —gruñó— Me manejas como quieres y no es necesario que hagas esa pregunta.

—Pero amas a este maldito cínico —carcajeó—. Y te vuelve loco, por eso en algún punto te odias, porque sabes que soy el único capaz de dominarte. Nadie lo hace como yo, ¿verdad, Harry? —el Alfa negó varias veces sin mirarlo y su cuerpo se desintegró ante cada toque.

—Cállate y llévame a la cama. Estás alargando demasiado esto —gimoteó antes de besarlo de un modo voraz.

Draco, igual que siempre, se tomaba el tiempo para deshacerse de su ropa, para besarlo en cada recoveco y para recordarle todo lo que sentía por él con pequeños gestos.

Lo preparó con dulzura y delicadeza, a pesar de que no era la primera vez, lo hacía como si lo fuera.

Draco tomó su falo y Harry se embebió de aquella imagen tan sensual, del Omega follándose la boca hasta lo más profundo, mientras con sus dedos lubricados se abría paso en su entrada. La lengua del Omega recorría su tronco, trazando sus venas y lamiendo su glande. Draco no dejaba de observarlo, su mirada oscurecida lo delataba y tarareaba complacido al saber que eso le encantaba.

Draco mordió el interior de su muslo en el instante que el tercer dedo ingresó con facilidad. Harry enredó sus dedos en el cabello del Omega y su cuerpo se encorvó ante la estimulación de su próstata.

—¡Oh, Draco! —sollozó y sus pies se doblaron. El calor en sus entrañas acrecentaba y sabía que estaba cerca— ¡Oh, cielos, que bien lo haces! ¡No te detengas!

—¡Es increíble como te amoldas a mí, cariño! Eres perfecto en todos los aspectos y eres consciente de ello.

Draco no se detuvo y aumentó la velocidad de las bombeadas. Harry se retorció aferrándose de las sábanas y tembló al correrse en su boca.

Esperó a que la respiración del Alfa se normalizara y se masturbó con el cuerpo desnudo de su novio antes de colocarse el condón.

El pecho de Harry subía y bajaba, sus músculos se tensaban marcándose de un modo sublime. Harry era el monumento al Alfa perfeco y era sólo suyo.

—¿Te gusta lo que ves?

—No tienes idea de cuánto lo hago.

Con una sonrisa en su rostro, apoyó las manos en cada lado de Harry. Chupó y besó cada centímetro de su cuerpo sudado, recorrió con su lengua el diámetro de sus pezones y raspó con sus dientes la piel.

—Folláme de una vez —le rogó en un siseo. Draco ya comprendía algunas frases en pársel.

—Como lo desees, mon amour —susurró cerca de su boca.

Presionó sus labios, los mordió y deslizaron sus lenguas sedientas, mientras ingresaba lentamente en su interior. Cada anillo del Alfa se abría paso dándole permiso sin ningún esfuerzo y lo recibía apretándolo con la estrechez que le hacía tocar el cielo con las manos.

Harry sabía que Draco no se lo follaba, Draco le hacía el amor y le demostraba lo mucho que lo amaba en un acto tan placentero como único.

Draco frotó sus narices y besó todo su rostro en cuanto estuvo completamente dentro de él. Enterrándose hasta el fondo de su ser, llenándolo por completo. Juntaron sus frentes y cerraron los ojos dejándose llevar por la lujuria del momento.

Las embestidas comenzaron suaves, lentas y precisas. Sus manos se buscaron con desesperación y entrelazaron sus dedos con fuerza. Draco salía por completo y entraba con firmeza haciéndole ver las estrellas.

Harry enredó sus piernas en la cadera de su novio y se aferró de su espalda hundiendo las uñas en ella. Bajó hasta sus glúteos y marcó la velocidad con su cuerpo, el ritmo que lo hacía estremecer. Su propio miembro se había endurecido y goteaba líquido preseminal, sacudiendose entre medio de los dos al compás de las penetraciones.

Lo único que se escuchaba en aquella habitación, era el sonido de sus pieles chocando una con la otra y sus gemidos que florecían desde lo más hondo de su garganta.

Draco bombeó con más fuerza y se elevó encorvándose, dejando caer sus cabellos. El rostro del Omega se fruncía en cada estocada y ambos sentían que estaban un poco más cerca.

—Llega por mí, cariño. Quiero ver como te corres conmigo dentro tuyo —la voz seductora de Draco chocaba en su garganta y le era difícil actuar con cordura—. Mi amor, eres hermoso.

Draco lo besó y profundizó cada una de las embestidas. Con movimientos erráticos y salvajes, Harry logró el tan esperado orgasmo en la cúspide del clímax. Tironeó del cabello del Omega mientras su cuerpo se desintegraba y sus músculos se contraían en pequeños espasmos.

Draco sollozó en el instante que se corrió dentro del Alfa y su respiración se agitó jadeando su nombre. Sus uñas crecieron y abrieron la tela del colchón. Las alas se desplegaron en todo su esplendor y Harry las disfrutaba como si fuera la primera vez.

Soltaron una risa nerviosa y ambos se observaron con devoción. Mientras esperaban que las alas regresaran a su lugar.

—Creo que deberás colocarte un glamour —apuntó hacia las mordidas de su cuello—. Perdón por ello.

—Al menos tienes suerte que te he marcado la espalda —bufó—. Aunque no me quejo por ello —ronroneó.

—Lo sé, eres tan cínico como yo —se burló y escondió su rostro en el cuello del alfa—. ¿Alguna vez te he dicho que adoro la forma en que la escencia de tu piel y mi piel se funden? —olfateó profundamente y suspiró— Podría hacerme adicta a ella.

—No, no me lo has dicho. Aunque también amo el perfume de tu cuerpo —sonrió mordiéndose el labio inferior—. ¿Quieres que te dé el obsequio que iba a darte y no me has dejado? —alzó una ceja y tomó su rostro.

—¿Ya se han ido? —Harry sabía a lo que se refería.

—Sí, ya no las tienes —frotó su pulgar en la mejilla de Draco antes de besarlo suavemente sobre sus labios y luego conjuró un hechizo de limpieza para ambos—. Déjame levantarme.

—¡Hazlo con un accio! —refunfuñó.

Harry resopló rodando los ojos y conjuró la pequeña caja.

—Si no lo quieres usar, tú sabes que no me enojaré.

Draco enarcó una ceja y abrió el paquete que su novio le daba. Podía reconocerla, era difícil no hacerlo, pues Lucius en su momento, le había mostrado con orgullo la que su madre le había dado. Una gargantilla para evitar que cualquier otro Alfa lo marcara y así demostrar que el Omega tenía dueño.

—Te esperaré el tiempo que necesites, aún si no me pides que te marque. Pero no lo sé, la vi y no pude evitar pensar en ti —susurró dándose cuenta que en su mente se oía mejor—. No estás obligado a usarla, sólo pensé que quizás...—tartamudeó, pero se sorprendió al ver que Draco se la colocaba.

—¿Cómo me veo? —sonrió con orgullo— Aunque debes admitir que todo me queda bien.

—¿Estás seguro? —vaciló.

—Romperé el corazón de muchos alfas —llevó una mano hacia su pecho de forma dramática—. Y deberé deshacerme de mi pequeña libreta negra del sexo.

—¿Pequeña libreta negra del sexo? —Draco abrió la mesa de noche para tomarla.

—Allí tengo todos los números, supongo que es hora de sentar cabeza y quemarla.

—¿¡Marcus Flint!? ¿¡Oliver Wood!? ¿¡Mclaggen!? No creí que tantos alfas disfrutaran de ser follados —jadeó al ver la cantidad de nombres y muchos ellos conocidos por ser públicamente heterosexuales y por tener parejas Omegas.

—Y no te imaginas de los muggle —Harry abrió la boca con sorpresa y Draco alzó sus manos—. ¡Oye!, ya no discrimino como antes.

—No lo puedo creer —susurró anonadado.

—Wood tiene un pequeño fetiche, de que lo follen con el uniforme de Quidditch mientras su esposa observa —carcajeó—. Y Flint, bueno, no querrás que te lo diga —remarcó—. De verdad no quieres —se estremeció al recordar.

—¿Sabes?, debería incendiarla yo mismo —gruñó y Draco olió sus celos.

Entre risas se abalanzó sobre él y lo besó por todo el rostro para calmarlo.

—Si te hace sentir mejor, has logrado lo que otros alfas no han logrado —se separó y acarició su mejilla.

—¿Ah, sí?, ¿y qué logré? —alzó su barbilla y se cruzó de brazos.

—Has logrado enamorarme, pequeño idiota —mordió su labio para ocultar su sonrisa—. Jamás me había enamorado antes —susurró cerca de su boca y las juntó en pequeños toques—. Te amo, te amo, te amo —repetía en cada beso.

Unos pequeños golpes en la puerta los hicieron separarse.

—¿Quién es?

—Aún está el hechizo silenciador —le recordó.

—¡Cierto! —carcajeó— ¿Quién es?

—Draco, los Weasley nos han invitado a la playa cerca de la madriguera —la voz de su padre se hacía presente—. Vístanse que nos iremos en un rato. Y por favor, pon un poco de perfume, ¿quieres? El hechizo silenciador no quita el aroma a intimidad, por no decir otra cosa —masculló.

La piel del Alfa se enrojeció al darse cuenta que habían sido descuidados en ese aspecto, mientras el Omega ahogaba una pequeña risa burlona.

—Ya bajaremos, papá. En unos minutos nos alistaremos.

—¡No podré mirar a tu padre a los ojos! —se quejó tapando su rostro.

—¿Quieres que cojee?

—No te preocupes, porque es algo que yo no podré ocultar —musitó entre dientes cuando el dolor agudo reapareció en su zona lumbar—. Vamos antes de que alguien más regrese. ¡No te rías! —lo regañó luego de que comenzara a caminar.

—Lo siento, pareces un ciervo bebé —se burló esbozando un pequeño mohín.

—Púdrete, lo disfrutas demasiado —le hizo un gesto con el dedo del medio y le alcanzó su ropa—. ¡Deja de reírte!

Draco no se detuvo y lo atrajo hacia su pecho unos momentos. De todas maneras podían esperarlos unos minutos más.

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Narcissa fue la primera en notar la gargantilla en el cuello de su hijo y sonrió con emoción ante ese pequeño acto que luego todos celebraron.

De a poco se iban dando las cosas y su hijo obtenía la felicidad que tanto merecía.

—Bienvenido, a la familia, señor Potter —le susurró–. Es un honor que sea parte de ella.

—Gracias, señora Malfoy —balbuceó y se aferró de la mano de su novio.

—Aún debe ganarme un partido de esgrima.

—¡Papá!

—No se preocupes que lo haré —asintió sin vacilar—. Le demostraré que soy digno para su hijo.

Lucius esbozó un gesto de satisfacción y no precisó oír nada más.

El pecho de Harry se entibió al ver la forma en que Draco acariciaba su gargantilla con orgullo.

Para Harry no era una forma de demostrar que era su Omega, si no de darse cuenta de que algo grande entre los dos estaba por comenzar.

Algo grande e inmensamente precioso.

Y había valido la pena cada año de espera.

Al final, Draco era lo que siempre había soñado. Y de un modo extraño, se fundió con su otra mitad.