PARTE DOS

En la Torre el horario de cambio de guardia siempre era el más movido, gente entrando y saliendo. Cuando llegaron a la oficina del Hokage, Shikamaru ya no estaba presente, solo Shizune permanecía en su escritorio.

-Ah… vienen a entregar el cambio de guardia. ¿Novedades? – preguntó la chica, sonaba aún más cansada de lo que se veía. Siempre había sido un poco pálida, pero las marcas oscuras bajos sus ojos eran nuevas.

-No, ninguna.

-Oiii… Shizune-neesan, te ves terrible! - El comentario le valió un fuerte codazo en las costillas por parte de Izumo y una mirada asesina de la ninja médico.

-Discúlpalo Shizune, se cayó de cabeza de chiquito. - El castaño le agarró de la nunca y le hundió la cabeza en una reverencia forzada.

La kunoichi rodó los ojos y dejó escapar un suspiro resignado.

-Es verdad, de todas maneras. - El escritorio de Shizune parecía más lleno de usual, y desordenado, nada propio de ella. - Sakura todavía está en licencia por maternidad asi que tengo que tengo que cubrir sus turnos en la coordinación del Hospital, y aquí no puedo retener a Shikamaru por más horas de las necesarias.
-Mm... bebés, son el futuro de la aldea, si es que no terminan antes con ella.

Tanto Izumo como Shizune le lanzaron una mirada reprobadora, pero ninguno desmintió lo que afirmaba.

-¿Todavía te queda mucho? - Le preguntó Izumo, sonaba preocupado.
-Algo, no puedo irme mientras el Hokage siga aquí.- Señaló con un gesto en dirección general a la puerta de la oficina del Rokudaime.- Y todavía tengo que aguantar su pésimo humor por no volver a casa.

-¿Si hay algo que pueda hacer para ayudarte...? - Ofreció tentativamente Izumo, Kotetsu asintió fervientemente detrás suyo.

-¡De hecho! - La kunoichi abrió los ojos grandes, teniendo una revelación.- Estos papeles tienen que entregarse al Director de la Academia, Kakashi planeaba llevarselos a casa pero en vista de que quizás no vuelva a dormir...

De ahí el mal humor, comprendió Kotetsu. A su lado, Izumo hizo un sonido de entendimiento también.

-Yo me encargo de eso, no te preocupes.

Izumo recibió los documentos enrollados en un simple pergamino, intercambiando un par más de comentarios con la asistente del Rokudaime antes de despedirse. Era lo malo de cuando tocaba turno de trabajo en la torre, no estaba bien visto irse a casa antes que el jefe.

De pie a cada lado de la entrada a la oficina, estaban Aoba y otro shinobi menor que ellos cuyo nombre todavía no recordaba. Kotetsu hizo un saludo con la mano en dirección al primero, con sus lentes oscuros no podía ver la dirección de su mirada, pero tenía la sensación de que había captado su atención.

Izumo apareció a su lado justo a tiempo (y convenientemente tapando la vista a Shizune) para verlo meterse la mano bajo el pantalón y estirarse el borde del calzoncillo, mostrándole un simple reborde azul oscuro. Aoba le dedicó el dedo del medio y Kotetsu le lanzó un beso con la mano mientras era llevando del codo por su amigo castaño, quien había empezado a reírse.

Cuando salieron de la Torre la risa de Izumo todavía no paraba, intentaba reclamarle sin demasiada convicción que no estaba bien comportarse de esa forma.

-Ok, ok Zumo, voy a portarme bien .- Prometió alzando los dos dedos al costado de su rostro. - Dame ese pergamino, yo se lo llevo a Iruka asi puedes irte a casa antes.

-¿Eh? Pero si yo prometi llevarlos, Tetsu no hay drama.

-Nah, ya los llevo yo. Asi puedes llegar a tiempo para ver ese programa de Herreros Shinobis del estás obsesionado.

Izumo le tiró el pergamino con más brusquedad de la necesaria, tenía un leve rubor encima de su sonrisa.

-No estoy obsesionado, puedo dejar de verlo. - Replicó enseguida.

-Eso dicen los adictos Zumo, ya estas empezando a sonar como uno. Ya, me voy, llegare a casa pronto.

-Voy a comprar algo de comer en el camino, no te demores.

Antes de separarse, Kotetsu sacó un papel de uno de los bolsillos de su chaleco, estaba doblado en un cuadrado perfecto. De un movimiento tomó las manos de Izumo entre las suyas, metiendo el papel entre ellas y juntandolas como en una plegaria.

-Por favor Zumo, no me extrañes. Te dejo un obsequio para que no me olvides. - Agregó con dramatismo, y salió corriendo en dirección a la Estancia Hatake.

No se giró a mirarlo, pero podía escuchar con claridad la carcajada de Izumo cruzar el aire. Se imaginaba el rostro de su amigo cuando abriera el papel y viese el cartel de recompensas por ciertos calzoncillos extraviados. Había tenido que sobornar a un par de shinobis y una señora de la limpieza para obtenerlos, pero por lo que oía, había valido la pena.

La Estancia Hatake era un complejo grande que estaba cerca de la Torre pero en sentido contrario a su departamento. La habían remodelado hacía poco, y parte del terreno había sido cedido para el nuevo Orfanato y unos campos de entrenamientos a los que todavía no habían ido.

La entrada consistía en una pirca de piedra con el emblema del clan Hatake, nada demasiado elegante. Una maraña de plantas y árboles cubrían la visión desde la calle, dando una sensación de privacidad, sin embargo, no eran muros cerrados como los que separaban las viviendas de otros clanes del resto de la villa.

Kotetsu se quedó de pie en la entrada unos segundos, no podía verlos, pero estaba seguro de que habrían varios sellos dispuestos a quemar su trasero si es que entraba a la propiedad sin permiso. Una, dos, tres presencias aparecieron, tres niños colgados de un arbol cercano a la entrada por dentro de la propiedad, le miraban curiosos.
Ademas habian aparecido unos cuantos perros.
-Mocosos... la aldea está invadida. - Masculló por lo bajo.
-Eiii eiii tu quién eres.
-Niichan quien eres, esta no es tu casa. - Reclamó otro, que tenía el pelo oscuro más revuelto que el suyo y la cara sucia, unos pequeños colmillos se filtraban entre los labios dándole un aspecto algo feroz.

Miró alrededor en busca de algún adulto, pero aunque ya estaba anocheciendo, esos niños parecían ahí solos. Dos perros, no, cuatro perros, uno de ellos con una banda de Konoha alrededor de su cuello, lo reconoció como uno de los ninken de Hatake Kakashi.

-Oi, ninken, tengo un mensaje para Iruka, dile que salga.

El perro, que tenía unos lentes oscuros muy parecidos a los de Aoba, no se movió de su lugar.

-Diselo tú, no soy tu mensajero.

Ah, era todo lo que necesitaba, niños y un ninken con actitud de diva. Se reclinó sobre la entrada, con cuidado de no cruzarla y pegó un grito.

-¡Ooooii IRUKA TENGO UN MENSAJE PARA TI!

La entrada de la casa se abrió y vio a aparecer a su amigo, vestía una yukata gris claro y parecía que acababa de salir de bañarse. El sensei hizo un movimiento de sellos con sus manos y Kotetsu se animó a pasar, ya con la barrera derribada.

-¿Qué hacen ustedes aquí todavía? ¡Es de noche, cada quien a su casa!

Kotetsu sonrió entretenido, siempre era divertido ver a su amigo retar a mocosos con la misma facilidad que antes regañaba a los shinobis que entregaban reportes sub-optimos en su fila en la sala de misiones.

-Senseiii.. Todavía no está oscuro.- replicó otro niño, agitando los brazos en dirección al cielo.
-Todos a su casa. YA.

No tuvo que levantar la voz, las manos en la cintura y el tono de disciplina hicieron el trabajo. Los niños se dispersaron en distintos puntos de la propiedad, perros acompañándolos. El ninken de lentes, se quedo recostado en la entrada con pereza.

-Y tu,- Iruka se giró en dirección a Kotetsu cuando los niños se perdieron de vista.-¿No sabes tocar? Hay una campana por ahí.

El castaño señaló a un punto en el umbral de la puerta, donde de pronto se había materializado una campana que Kotetsu jura, jamás, pero jamás había estado ahí, mucho menos segundos atrás. Abrió la boca para replicar pero su amigo le dio un empujón con el hombro, y le dijo que lo siguiera al interior de la casa.

La casa estaba en el centro, como a unos cien metros de la entrada, tras cruzar un jardín con un estanque. Era una de esas construcciones tradicionales, previas a la segunda guerra shinobi, sus abuelos habían tenido una similar.

-Woaaahhh, Irukaaa que elegante. - Exclamó mientras se sacaba las sandalias en el inmenso genkan. La casa no era enorme, pero si podía considerarse grande. Habían hecho renovaciones, podía verlo, Kotetsu movia la cabeza para todos lados, intentando captar cada detalle de la vivienda.

Su amigo soltó una pequeña risita, podía ver un tenue rubor encima de su nariz, ahí donde la cicatriz de siempre surcaba su piel.

-Anda, mira tranquilo, se que tienes ganas de espiar todo.

Kotetsu le dio una sonrisa amplia, esa que le achinaban más los ojos, y se metió por el pasillo principal. Tal como su amigo le había dicho, se permitió mirar todos los cuartos, habia uno con un tatami que se notaba nuevo. Iruka le seguia por atrás, relatando datos sobre la renovación de la casa en sí. Sabía que se había mudado con el Hokage a esa vivienda pocas semanas atrás, asi que las renovaciones no habían terminado hacía mucho.

-Mira esa galería. - Exhaló un silbido, impresionado.

-Ahh... sí, es mi parte preferida en realidad.- Confesó el sensei, por su expresión satisfecha podía notar que era cierto. Kotetsu le palmeo el hombro, en señal de felicitación.

Por detrás suyo, una puerta tipo shoji parecía conectar una habitación con la galeria en cuestión. Estaba entreabierta, y aunque probablemente debería haber pedido permiso, Kotetsu metió la nariz para dar un vistazo al interior. Iruka a su lado, separó una de las hojas un poco más para mejorar el acceso.
La habitación era amplia pero sencilla, un futon doble con algunos pequeños muebles apoyados sobre la pared, un escritorio y librero. Lo unico que podía considerarse decorativo eran unos portarrretratos y un arreglo floral.

-Este es el cuarto principal.- Comentó Iruka, en voz baja, como si temiera perturbar la tranquilidad de la habitación.

-Aquí es dónde sucede la magia.- Agregó Kotetsu en forma solemne, ganándose un codazo en las costillas por parte de su amigo.

Iruka no parecía enojado, de todas formas, se había reído de su apreciación, al igual de Izumo, acostumbrado a sus comentarios.
Terminaron el pequeño tour en la cocina, Iruka le ofreció te pero lo rechazó.

-¿Ya estás fuera de horario, no? - De la heladera sacó una lata de cerveza y Kotetsu se estiró para aceptarla.

-Apenas te entregue esto, diría que si. - Saco el pergamino oculto en su chaleco y se lo pasó a Iruka, al mismo tiempo que recibía la lata. El castaño exhaló un suspiro al darse cuenta de qué se trataba.

-No va a venir a cenar entonces.- Musitó, abriéndose una lata para él mismo. No parecía enojado, quizás un poco decepcionado, pero a juzgar por su expresión aquello era algo a lo que estaba acostumbrado.

Se sentaron en el kotatsu, Iruka le ofreció gyozas de cerdo pero no aceptó, sin querer arruinar su apetito para la cena que Izumo seguramente ya había comprado.

-Lamento que Kakashi no esté aquí esta noche.- Le dijo, en un intento de consuelo. Iruka le sonrió pero se encogió de un hombro. - No debe ser fácil salir con el hombre más ocupado de toda Konoha.

-Ahh... no, sobre todo cuando se es el segundo hombre más ocupado de toda la aldea.

Kotetsu levantó la lata en el aire, como para brindar por ello, y un divertido Iruka le copió el gesto.

-¿Cómo haces para aguantarlo? - Preguntó, con sincero interes. Su amigo se llevo la lata a la boca y la dejo quieta ahí por unos segundos, en actitud pensante.

-Porque vale la pena. - Finalmente respondió.- Vivir juntos lo hace más facil, pero todavía hay muchas noches en las que me quedo dormido aquí esperándolo, o que Kakashi vuelve temprano pero soy yo el que tiene tanto para hacer, que no le puedo prestar toda la atención. Aún así, siempre encuentra formas de hacerme compañía o demostrarme lo mucho que le gusta estar conmigo, cocina para mí, se queda leyendo a mi lado cuando tengo que corregir exámenes. Esas pequeñas cosas, Kotetsu, hacen que valga la pena.

- Mm… Iruka eres un cursi. Sabes que te quiero, amigo? Pero me acabas de revolver el estómago.

Iruka le arrojó la lata, ya vacía, y Kotetsu la agarro en el aire, con una sonrisa triunfante.

-No te enojes, te ves muy bien por cierto! – Su amigo levanto una ceja, sin entender el cambio de tema. Pero Kotetsu tuvo que mencionarle lo que había notado desde que llegó a esa casa, el aspecto de Iruka lo habían impresionado. Tu piel estaba mas brillante y tenía mejor color, incluso hasta su cuerpo parecía más fuerte, con esa yukata además se lo veía más joven, apuesto. - ¿Estás entrenando más? ¿Es todo ese sexo que estás teniendo? No sé que sea amigo, pero sigue haciéndolo porque estás fantástico.

La sorpresa de Iruka muto a una expresión de vergüenza.

-No estoy entrenando más, no. – Confesó.
-Ahh.. el sexo entonces. Maldita sea, que envidia te tengo. Seguramente ya se deben haber acostado en toda la casa, ¿estrenaron el kotatsu?

La mirada de ambos se clavo en la pequeña mesa frente a ellos, tras unos segundos de silencio, el rostro de Iruka se incendio. Kotetsu lanzo una carcajada, incapaz de contenerse ante la expresión de vergüenza y horror en su amigo, cuando lo atrapó probablemente recordando algo íntimo.

-Idiotaaaa.
-Jajajaja no te pongas así Iruka, solo hablo desde la envidia.

Levanto las dos manos en el aire, en expresión de rendición. Ya más compuesto, Iruka le pregunto.

-¿Y que hay de ti, no estás con nadie últimamente?

Iruka siempre solía preguntarle eso, aunque sabía que si lo hubiese, con lo bocón que era ya se lo habria contado apenas lo viera.

-Solo ésta .- señalo su mano derecha levantada en el aire con una expresión divertida. Iruka rodó los ojos, pero también estaba sonriendo.- La más confiable, nadie me conoce como ella Iruka, la competencia sería injusta.

-Se me ocurre alguien más que te conoce tanto. – Murmuró, con aire de misterio.

-En fin Iruka-kun, gracias por la cerveza pero tengo que irme. Izumo está esperándome para cenar, ya sabes que nunca empieza por su cuenta.

Iruka asintió, sabia que Izumo era muy respetuoso con eso, siempre empezaba a comer al último, cuando estaba seguro de que todos los demás ya estaban servidos.

Lo acompañó hasta la entrada, aunque no era necesario. En eso Iruka e Izumo eran muy parecidos, siempre corteses.

-Mándale mis saludos a Izumo, tienen que venir a visitarme un día. No vayan a olvidarse de mi ahora que no vivo en las barracas con ustedes.
Kotetsu hizo un sonido de reconocimiento, era raro no tener a Iruka en el mismo edificio pero podía notar cómo el cambio había sido para mejor.

-Ah… lo haremos, hacerte compañía cuando Hatake decida dormirse en la oficina.

-Oh no, él siempre duerme aquí. -Aclaro, con una sonrisa. Ante las cejas levantada en confusión, de Kotetsu agregó, rascándose la cicatriz.- Aunque trabaje toda noche y solo tenga una hora antes de volver, siempre regresa a casa a dormir. Dice que le gusta que yo sea lo último que ve antes de dormirse y al despertarse, y la verdad que yo pienso lo mismo.

Cuando Iruka hablaba así, le costaba imaginarse al mismo Kakashi Hatake que conocía haciendo esas cosas. Era todo muy extraño.

Se despidió de su amigo con un gesto de mano y tapándose la boca con la otra como si fingiera contener un vómito inminente. Iruka le mostró el dedo del medio, segunda vez en el día que alguien se lo hacía. Kotetsu sonrió complacido.

Se quedó pensando mientras caminaba de regreso a casa, en las palabras de su amigo. La última persona que ves al dormir y la primera que ves al despertarte, el rostro de Izumo apareció tan pronto formó esa frase en su cabeza.

Iruka siempre había sido el más cursi de los tres, pero le tomaba por sorpresa enterarte que quizás Hatake Kakashi, uno de los ninjas más tenebrosos de la aldea, también tenía esa personalidad escondida. De todas formas, Iruka parecía feliz, más contento de lo que nunca lo había visto, y eso lo aliviaba. El gusto en hombres de su amigo nunca había sido el más sano.

Suponía que eso lo dejaba afuera de la promesa que se habían hecho alguna vez. Aunque no era una promesa como tal, una petición como mucho.

Tenían siecisiete años y Iruka uno menos, sus dos amigos ya habían confirmado que sus preferencias sexuales incluían hombres mientras que Kotetsu estaba casi, muy muy, quizas un 95% seguro de que solo le gustaban las mujeres.

-Oi... ustedes dos. - Tanto Izumo como Iruka se le quedaron mirando del otro lado de la mesa, donde su tempura se enfriaba.- Si alguna vez quiero saber si me gustan los hombres,¿ alguno de ustedes estaría dispuesto a darme un beso o algo así? - Hizo un gesto como si agarrada o apretara algo en el aire, dando a entender (sin mucho sentido) un escenario del tipo sexual.

Ninguno parecía sorprendido, de todos los exabruptos de Kotetsu, éste ni siquiera había sido el más escandaloso, ni la pregunta más extraña. Todavía recordaba la impresión en su rostro cuando les preguntó hipoteticamente "si un día me vuelvo una babosa, ¿todavía serian mis amigos?"

Iruka e Izumo no contestaron enseguida, intercambiaron miradas brevemente, pero luego de un rato respondieron con un afirmación. Izumo asintió con la cabeza, sin sacarle los ojos de encima e Iruka solo se encogió de hombros.

Cuando volvió a su departamento, entró directamente y activó los sellos de seguridad.

-Tadaimaa.- Saludó desde el genkan, sentándose en el piso para sacarse las sandalias y el chaleco táctico, que siempre dejaba colgado en la entrada.

-Okaeri.- Le respondió Izumo desde el living.

El castaño estaba justo como esperaba verlo, echado en el pequeño sofá frente a la tv, con una cerveza en mano, bolsas de comida sin abrir en la pequeña mesa que se interponía entre su asiento y la pantalla. Se había cambiado su uniforme regular y solo vestia una camiseta mangas cortas con el emblema de Konoha en el pecho y boxers negros. Además de la lata en mano, tenía apoyado en el estómago una bolsa transparente llena de esos snacks naranja más radioactivo que la ropa de Uzumaki Naruto, se los llevaba a la boca uno tras otro, con pereza.

-Oi, ya me cambio y estoy. - Prometió, pasando directo hacia su dormitorio. Podía escuchar en la otra habitación el programa de TV favorito, ya empezado.

Se quitó toda la ropa, hitai-ate, vendas, lavándose la cara rápidamente antes de volver con Izumo y echarse en el sofá a su lado. A diferencia de su amigo, prefería quedarse relajarse en casa solo vistiendo unos pantalones negros holgados, que ya habían visto mejores años y probablemente tendría que reemplazar pronto, y nada arriba.

-¿Esos son packs de calzoncillos? - Kotetsu señaló una bolsa en la mesa de la cocina, que no había visto al entrar. Izumo hizo un sonido afirmativo, pasándole una cerveza y sin quitar la vista del televisor.

-Tu historia me dejó pensando, y la verdad que no tengo mucho más qu en mi guardarropa, sin contar que a veces me los quitas.

-Somos el mismo talle. - Repuso.- Además, si lo piensas asi, yo teng más por mi parte que también te vi usando, entonces en total tenemos como diez entre los dos.

-Esa matemática me resulta problemática, Tetsu, que no lo veas me preocupa.

-Ahh... pudoroso.- Se burló, mientras abria la lata y se la llevaba a la boca.

-"Gracias Izumo por preocuparte por mi y comprarme calzones en oferta"

-Graciasss Zumo, por ser el mejor amigo del mundo shinobi y comprarme los calzoncillos más perfectos del universo.- Exclamó con teatralidad, echando la cabeza en el hombro del castaño. Izumo le respondió con una suave risita.

-Hueles a cerveza. - Comentó casualmente, oliendo el aire a su alrededor.

-Iruka me dio una cuando fui a llevarle los documentos. Te manda saludo, por cierto. Dice que vayamos a visitarlo en su casota nueva cuando queramos.

-Humm.- Respondió con un sonido de aceptación, mientras se estiraba para abrir las bolsas de comida. -¿Quieres? - Le ofreció los snacks radioactivos.

-Nah, Zumo, no sé cómo haces para comer esas cosas y no subir de peso.

El castaño miró la bolsa y luego se levantó la remera para mirarse a sí mismo, descubriendo parte de su abdomen plano. El muy maldito tenía una genética envidiable, Kotetsu lo había visto comer dos de esas bolsas en una sola sentada, y luego entrenar la mañana siguiente con un six packs impresionante.

Izumo le miró con curiosidad, tenia la rastros anaranjados alrededor de la boca y se le antojó que se veía muy tierno.

El programa ya iba por la mitad, pero era la mitad favorita de Kotetsu. Era una especie de reality show donde competían los mejores herreros de cada aldea oculta para fabricar un arma en cuestión (era un tipo distinto cada semana) y en una segunda parte, un invitaddo especial, por lo general era un shinobi experto en uso de armas blancas, probaba cada una de las piezas fabricadas. Esa parte era la más entretenida para él, aunque Izumo encontraba más fascinante el proceso de fabricación.

Finalmente un grupo de jueces decidían cual arma era la mejor, y eliminaban a un competidor. Bastante estándar, pero no por eso menos entretenido.

-¿Qué están haciendo ahora?
-Una naginata que pueda ser embebida en chakra. - Respondió Izumo, ambos ojos descubiertos, uno de ellos brillante saltaba desde la pantalla a Kotetsu alternativamente.- ¿Puedes creer que el acero necesita un punto específico de fusion con otros materiales para no romperse cuando el chakra lo toque?

El shinobi de cabello negro asintió, ambos eran buenos usuarios de armas, aunque la familia de Kotetsu era la especialista en el tema, él había sido quien entusiasmó a su amigo años atrás en el uso de las espadas kunai. Ahora, Izumo era más que un rival en la práctica.

-Sí, como con nuestras espadas kunai, la temperatura de fragua varía especificamente para el tipo de arma.

Izumo asintió con un sonido de apreciación.

-¿Quién va a probar el arma esta semana? ¡Ahhh mira, es TenTen! - Kotetsu aplaudió animado.

-Se ve genial.- Apreció el castaño, la shinobi se lució con movimientos espectaculares usando las naginatas de la competencia. El punto dramático de la historia llegó cuando una se rompió y ambos exhalaron impresionados.

Izumo fue el primero que se empezó a dormir en el sofa, mucho después de que el programa había terminado. Siempre era igual, pensó Kotetsu, viendo el rostro relajado de su amigo, sus parpados luchando por mantenerse abierto.

-Ey... Zumo.- Le apoyó una mano sobre su brazo para llamarle su atención sin alarmarlo.-Hora de meterse en la cama.

El castaño asintió con lentitud, poniéndose de pie y usando a Kotetsu para apoyarse y no perder el equilibrio. El pelinegro lo guio hasta la puerta de su dormitorio, enfrentado al suyo. Se despidieron y su amigo desapareció en el interior, por el sonido que escuchó, al menos había caído directo en la cama.
La última persona que vez antes de dormir y la primera después de despertarse. Sonrió en la oscuridad, mientras levantaba los platos y latas vacías, para llevarlas a la cocina. Se imaginaba el rostro relajado de su amigo, probablemente babeándose en la almohada.

Continuará..