PARTE TRES
Kotetsu hizo omurice para desayuno la mañana siguiente.
No tenían trabajo hasta la tarde, por eso podían ser indulgentes y dormir un poquito más, sobre todo Izumo, que tenía el despertar más pesado de los dos.
El castaño salió de su habitación directo a la cocina, todavía los ojos semicerrados y el cabello más desordenado que su compañero. El aroma de su desayuno lo ayudó a terminar de espabilarse.
-Gracias por la comida, Tetsu.- Se llevó un bocado a la boca e hizo un sonido de satisfacción que hasta había parecido obsceno. Kotetsu sentía que ese era el mayor halago. - Perdón por no ayudarte a limpiar anoche. - Juntó sus dos manos en posición de plegaria y bajó la cabeza, en señal de disculpas.
El pelinegro solo hizo un gesto de mano, desechando la disculpas.
-Maaah... no es nada. ¿Qué vas a querer hacer hoy, entrenar?
Siempre usaban las mañanas libres para hacer eso, pero en ocasiones las dedicaban al ocio o incluso a quedarse a dormir, sobre todo cuando tenían que estar alerta en el turno nocturno como el día de hoy.
Izumo se llevó los palillos a la boca y los dejó ahí un buen rato, con expresión contemplativa. Si la mirada de Kotetsu se quedó pendiente de ellos más de lo necesario, culpaba a esos labios que su amigo tenía. Mucho más rellenos que los suyos o que los de Iruka, siempre se los había envidiado. También se veían suaves, aunque de eso ya no sabía demasiado.
-Entrenar, me parece. - Sentenció Izumo.- ¿Kenjutsu? No, ¿Taijutsu? Estoy un poco oxidado últimamente. Y la última vez no fue tan divertido quedar encerrado en ese genjutsu tuyo, no quiero terminar en T&I de nuevo.
Kotetsu se echó a reír, recordando cómo había terminado ese entrenamiento. Siempre era divertido volver a ver a la gente de su antiguo departamento, pero Izumo no parecía emocionado.
Solían entrenar en el campo 33, pero Kotetsu propuso revisar el nuevo sitio junto a la Estancia Hatake. Había oido que era ideal para taijutsu, diseñado por los dos maestros del género, Maito Gai y Rock Lee. Además, como estaba cerca de la Academia y del nuevo Orfanato, no estaba permitido usar armas ni entrenar otras técnicas que requirieran uso de chakra. Lo que venía ideal para esa mañana.
-Nada de genjutsus tramposos, Tetsu. Tengo entendido que a veces se cruzan niños del orfanato o del clan Inuzuka, que viven muy cerca. - Advirtió el castaño, quitándose el chaleco táctico para dejar solo la camiseta negra que cubría su cuello hasta el mentón.
-Uhm.. Sí, anoche vi unos cuantos de esos en el jardín de Iruka. Mocosos.
Oxidado y un demonio. Durante los primeros quince minutos Izumo lo había mantenido contra las cuerdas. Eran casi idénticos de altura, y su contextura se parecía, pero el castaño siempre había sido más rápido, mientras que él era más fuerte en su tren superior. Cada golpe de Kotetsu era peligroso, si es que lograba asestarlo, Izumo se había vuelvo muy hábil esquivándolo.
Esa tarde les tocaba la guardia de la oficina Hokage. Entre los dos, habían estado en casi todos los puestos de trabajo que la aldea tenía para ofrecer.
Comenzaron en T&I, primero Kotetsu, quien era el mejor usuario de genjutsu de los dos, pero meses después también Izumo había empezado a trabajar para Ibiki Morino. En ese entonces sus trabajos eran diferentes, aunque estaban en el mismo departamento, apenas podían cruzarse en la entrada o salida, cuando sus horarios se alineaban.
Con el tiempo pasaron a ser guardia de la Godaime, y ese trabajo en la Torre ya no era compatible con su antiguo departamento, así que además sumaron turnos en la sala de misiones.
Kotetsu lo odiaba, el trabajo administrativo lo ponía a dormir. Lo entretenido era que coincidían con Iruka más veces de las que no, entonces podía hacer toda clase de payasadas para divertir a sus amigos.
Los shinobis que pasaban a dejar reportes en su turno se habían familiarizado con la dinámica.
Iruka-sensei era mortal, el más severo y estricto con los reportes. Ponerse en su línea de entrega era casi sinónimo de ser sermoneado. No importaba que fueras el jounin más fuerte de la aldea o el usuario de kekkei genkai más extraordinario, el sensei igual te daría escarmiento como si fueras el pre-genin más lento de la clase.
Izumo era eficiente, no es que disfrutase el papelerío, pero siempre había sido el más inteligente de los tres. Su capacidad de aprendizaje era incomparable y era minucioso. Se tomaba el tiempo para leer con detalle cada informe antes de aprobarlo. A diferencia de Iruka, el castaño era mucho más amable para corregir. Siempre paciente, en voz baja le explicaba al shinobi en frente suyo donde había estado el error para cambiar el informe, y sonreía complacido cuando el reporte era devuelto en condiciones.
Kotetsu no era ciego, podía darse cuenta de que muchos se sonrojaban al ver esa sonrisa, en parte porque Izumo tenía esa capacidad de hacerte sentir bien cuando hacías un buen trabajo, pero también porque era condenadamente guapo, y aunque tenía gran parte de su rostro cubierto, ese detalle no pasaba desapercibido por nadie.
Él por su parte, odiaba la mesa de informes de la sala de misiones. Recibía los documentos y apenas miraba, sello en mano aplicaba el aprobado a casi todos sin demasiadas vueltas. Era, por supuesto, la fila favorita para los que volvían agotados y con el solo deseo de volver a sus respectivas casas tan pronto fuera posible.
Por supuesto que Iruka era el que más lo regañaba, pero eso también era parte de la diversión. No es que tuviese muchos momentos entretenidos, pero sus favoritos era cuando Iruka sermoneaba a un jounin especialmente engreído hasta dejarlo hecho una bola de humillación en el piso, o cuando Hatake Kakashi aparecía en su fila y el cerebro de su amigo parecía entrar en cortocircuito, porque se trababa para hablar, todo sonrojado.
También Hatake era sermoneado por su mala escritura o el estado de sus informes, pero aunque el sensei levantaba la voz en ocasiones, Kakashi nunca combatía más que con unos comentarios ridículos que partían de la risa de Kotetsu y hacían explotar al shinobi de la cicatriz en la nariz. Esa tensión sexual en el aire era digna de ver. Izumo también paraba su trabajo para prestar atención al otro y se mandaban toda clase de miradas con conversaciones telepáticas que solo dos personas que se conocen desde la niñez pueden compartir.
La sala de misiones también era un centro inagotable de chismes, te enterabas de casi todo y eso era suficiente a veces para justificar lo aburrido de la tarea.
La peor parte, no era el papeleo, sino tener que ver a idiotas intentando ligarse a su amigo cada vez que volvían de misión o pasaban a recoger una. "Quizas podemos comer algo juntos después de mi regreso, chunnin-san". "Ah, siempre es una delicia verte cuando vuelvo de una misión, Kamizuki-san". Las líneas con las que intentaban ligarse a su amigo eran pésimas, cuando no eran de mal gusto. No tenía idea de cómo podía soportarlo, porque nunca se enojaba ni perdía el control. Izumo siempre los rechazaba con educación o a veces, cuando eran especialmente ordinarios, con un comentario sarcástico.
Esos shinobis desagradables no eran lo suficientemente buenos para su mejor amigo. Si quiera el chico repollo, ahora hombre repollo quizás, por su edad, era mejor candidato. Lo cierto es que todavía lo cruzaban en la villa, pero ahora estaba casado (con una mujer, para asombro de Kotetsu) y con varios hijos. Todavía saludaba con educación cada vez que Izumo y él se cruzaban.
No extrañaba el trabajo en la sala de misiones. Lo bueno era que después de unos años, Iruka y ellos terminaron dejando esa labor. Iruka porque tenía cada vez más responsabilidades en la Academia, y ellos porque los habían trasladado a la guardia de la Entrada de Konoha.
La Godaime y ahora el Rokudaime, los habían empezado a mover juntos como si fueran un ítem. Mismos trabajos, mismos horarios. La rubia les había dicho que se debía a que notaba que trabajaban mejor juntos, potenciándose en sus capacidades. Ibiki Morino a veces los llamaba para trabajos puntuales, como para las evaluaciones en exámenes chunnin o algún interrogatorio particular.
El chisme en la aldea es que estaban juntos. Al menos eso dejó entrever Anko, un día que mencionó como ya no tenía tanta suerte con las chicas y hasta las proposiciones a Izumo habían empezado a decaer. Ambos habían atribuido al hecho de que dos solterones en sus treinta no eran lo más atractivo del mundo. Pero ella había corregido, que la mayoría pensaba que no estaban disponible.
Quizás años atrás lo habría preocupado y hasta corregido. Pero francamente con el tiempo no le importaba lo que los demás creyeran. No es que hubiera conocido a alguna mujer que captara su atención en ese último tiempo como para hacer el esfuerzo en desmentir el chisme.
Si a Izumo le importaba, no tenía idea. El castaño rodó el único ojo visible cuando escuchó a Anko mencionar el tema, y sin comentar nada continúo bebiendo.
El turno nocturno de la guardia del Hokage era bastante simple, la mayoría de las veces. Cuando llegaron, Shizune ya se había marchado y esta vez era Shikamaru el que permanecía en su escritorio. El asistente del Rokudaime recogía sus cosas y parecía que estaba a punto de marcharse también.
Bien. Señal de que Kakashi Hatake ya no estaba en su oficina. La noche iba a ser más ligera de lo normal, entonces.
En noches como esas, solo permanecían dos guardias y un ANBU, básicamente para protección de documentos de valor en la oficina principal del líder de Konoha. Los otros dos ANBU que componían el total de la escolta del Rokudaime, eran despachados a descansar o a cumplir otra función.
-Parece que hoy jugaremos cartas.- Murmuró en dirección a Izumo, apenas llegaron. El castaño levantó una ceja, divertido.
Al verlos llegar los otros dos guardias se despidieron, ansiosos de volver a casa.
-Noche tranquila, entonces.- Declaró Kotetsu ante Shikamaru, que asintió con pesadez. Al igual que Shizune, tenía marcas de insomnio bajo los ojos, aunque sospechaba que la causa era muy diferente.- Oi, vete a dormir de una vez, das pena.
-Veremos. Shikadai todavía tiene el sueño cambiado...- suspiró, frotándose los ojos.
El asistente del Hokage se quedó unos minutos más, hablando sobre cómo su hijo se había vuelto una amenaza desde que empezara a caminar. Kotetsu asintió con simpatía, porque es lo que siempre hacía cuando alguien hablaba de sus hijos, aunque por dentro solo podía sentirse afortunado de no vivir esas experiencias.
Escuchando en parte al shinobi Nara, se percató de un rápido movimiento, apenas captado por el rabillo del ojo, de lo que seguramente era un ANBU saliendo de la oficina principal y desapareciendo entre las sombras del pasillo.
Otro, sin embargo, con la misma parcimonia que lo había visto entrar un dia antes por la puerta de la Aldea, salió caminando por la puerta de la oficina y se detuvo frente a Izumo.
Su amigo lo había saludado cordialmente, como siempre hacía con un compañero shinobi. A continuación, el ANBU se quitó la máscara con forma de Oso y en efecto, Genma Shiranui estaba detrás de ella.
Ninguno de los presente parecía alarmado o si quiera sorprendido de ver al ANBU rompiendo uno de los códigos más importante de su escuadrón, que era el anonimato. Shikamaru como mucho, solo parecía más aburrido.
Después de eso, se le hizo imposible seguir escuchando. Solo prestaba atención a la interacción de su amigo, que con su sonrisa cordial de siempre intercambiaba palabras con Genma. No estaba seguro de que tanto hablaban, pero en un momento Izumo empezó a reírse y eso le revolvió el estómago.
Tenia la impresión de que el ANBU se había reclinado más hacia Izumo, como para que nadie escuchase lo que tenía que decir. Los labios de Genma se movieron, pero no llegó a escuchar nada, su amigo, en respuesta, negó con la cabeza pero sin abandonar esa sonrisa característica.
-En fin, tengo que irme. Gracias por la charla, Kotetsu.- Dijo Shikamaru, cargado de sarcasmo.
Genma también se despidió del castaño, cuando pasó por frente suyo, apenas le dio una mirada de reconocimiento y continuó su camino.
Poseído por esa misma impulsividad con la que tomaba cada mala desición, Kotetsu murmuró lo suficientemente fuerte como para que el otro shinobi lo escuchara al pasar a su lado.
-¿Rechazado, Genma-kun?
El ANBU se detuvo, de pie unos segundos antes de volverse para hablarle, reclinando todo su cuerpo todavía más cerca de lo que había estado de Izumo. Ese uniforme, el senbon en sus labios y su altura, lo hacían intimidante.
-¿No estás grande para seguir jugando a este juego? - la dureza en el tono con el que Genma le había hablado, lo sorprendieron. No se movió un centímetro, jamás le daría la satisfacción de verse intimidado por él. - Estás parado en la puerta Kotetsu, no dejas entrar a nadie pero tampoco te atreves a entrar.
Abrió la boca para preguntar a qué diablos se refería, pero Genma continuó, mirando en dirección a Izumo que ajeno al intercambio, había empezado a ordenar unos papeles sueltos en el escritorio de Shikamaru.
-Si quieres a Izumo para ti solo, tómalo y déjate de rodeos. Sino, no estorbes. Es demasiado bueno como para estar sin compañía para siempre.
Quiso responder algo inteligente. Quizás un comentario sarcástico o alguna broma de mal gusto. Incluso quiso decir que, por supuesto que Izumo era demasiado bueno, muy bueno como para un idiota como Genma. Pero le fue imposible hablar.
Cuando quedaron solos, cada uno sentado en el escritorio de Shizune y Shikamaru respectivamente, Kotetsu todavía estaba sorprendentemente mudo.
-¿Revista o cartas? - Izumo levantó cada opción en sus manos.
El pelinegro señaló las revistas, que su compañero arrojó por los aires en su dirección inmediatamente. Se quedó mirando la portada, todavía las palabras de Genma resonando en su cabeza.
Él era, y no tenía vergüenza en admitirlo, el menos listo de los tres. Pero no era un idiota. Por supuesto que sabía lo que estaba haciendo. Llevaba tiempo actuando en forma egoísta, intentando acaparar la atención de Izumo tanto como fuera posible. Conocía lo culposo que su amigo era, por eso hacía planes de antemano para que cuando alguien lo invitara a salir, Izumo ya no estuviera disponible. Tampoco desmentía los rumores, se sentía secretamente contento de que los demás pensara que Izumo estaba con él.
No aguantaba pensar en una situación donde ya no viviesen juntos. Vivir con Izumo era de lo más divertido. Le gustaba pensar formar para entretenerlo, hacerlo reír era su actividad favorita. Siempre lo había sido. Que alguien más provocara esa risa le provocaba ganas de vomitar.
Entendía como todo ese comportamiento estaba mal, pero continuaba haciéndolo porque era un egoísta e Izumo nunca se había quejado.
Que Genma lo expusiera de esa forma le había dado vergüenza.
Miraba a su amigo, sentado tranquilamente en la mesa del frente, leyendo su revista sin preocupaciones. Por supuesto que Izumo era el mejor, siempre lo había pensado. Pero por primera vez alguien le había hecho notar la verdadera consecuencia de su actitud egoísta, su amigo estaba sólo.
Nunca iba encontrar la felicidad como Iruka a este ritmo. Pero imaginarse a alguien del estilo de Hatake Kakashi o Genma Shiranui llevándose a su amigo de su vida, le hervían la sangre.
"Estás parado en la puerta" le había dicho.
¿Qué vas a hacer, Hagane?
-Estuviste demasiado callado toda la noche, Tetsu. ¿Qué te pasa? - Preguntó Izumo en la mañana, cuando se dirigían cada uno a sus respectivas habitaciones. El castaño reprimió un bostezo con el dorso de su mano.
-Humm...- respondió, sin decir mucho más.
-Ok me voy a dormir, pero cuando despierte te voy a seguir preguntando hasta que me digas.
-Ok. - murmuró, yéndose directo a su cama.
Kotetsu se tiro de espaldas, sin siquiera cambiarse como solía hacer cada vez que volvía.
Mirando al techo sentía los ojos pesados. Las palabras de Iruka habían empezado a resonar en su cabeza también: "la última persona que ves antes de dormite y la primera al despertar".
Aunque intentaba, no se imaginaba a otra persona que no fuera el castaño acostado en la otra habitación.
Perdió la conciencia un par de horas, pero volvía a despertarse, recordar su dilema y el sueño se lo llevaba otra vez.
En algún momento durante la tarde, cuando el sol había empezado a esconderse de nuevo, se levantó de su cama. En modo automático se quitó el uniforme y colocó otro de sus clásicos pantalones holgados.
Izumo ya se había levantado y estaba en el sofá otra vez, comiendo lo que parecía ser un bowl con cereales y leche. La televisión estaba puesta como cada tarde.
-¡Tetsu! Ya estas despierto. ¿Quieres comer algo?
Kotetsu no respondió nada, simplemente se sentó a su lado, sin dejar de mirarlo. Tomó aire, era ahora o nunca.
-Zumo.
-¿Hum?- Preguntó, pero todavía tenía la mirada fija en la pantalla.
-¿Te acuerdas de la vez que les pregunté a Iruka y a ti si alguna vez me ayudarían si quisiera ver si me gustan los hombres?
El castaño dejo caer la cuchara en el bowl, y puso a este en la mesa, con cuidado. Con aire pensativo, se quedó en silencio unos momentos, pero luego asintió, lentamente.
-¿Todavía es un sí?- quiso asegurarse Kotetsu, intentando que la voz no flaqueara.
-Sí...
-Bien, ¿puede ser ahora?
El ojo visible de Izumo se abrió más, con sorpresa. Otra vez se quedó callado, analizando la situación.
-¿Qué es exactamente lo que necesitas? - quiso saber.
-Un beso.
-Un beso...- repitió, como sopesando el asunto. Se cruzó de brazos, mirando a algún punto en el horizonte por detrás de la cabeza de Kotetsu. Pero volvió a asentir. - Ok, un beso. Pero sólo un beso.
-Sólo un beso.- prometió Kotetsu.
-Nada de manos, ni lengua, solo un beso.
-Nada, nada más, solo un beso.
Mientras desenredaba las piernas de Izumo alrededor de su cintura, y el castaño caía de espaldas en su cama, rostro sonrojado y respiración agitada, pensó en que quizás solo un beso nunca había sido posible.
En su defensa, el primer beso había sido según el trato. Zumo se había reclinado hacia adelante y apoyado sus labios sobre los suyos, en un contacto breve.
Cuando se separó, se le quedó mirando como si esperara algún tipo de comentario o conclusión.
-¿Quizás otra vez? - Había pedido Kotetsu, y el castaño había aceptado.
Esta vez fue él quien se acercó a Izumo, iniciando el beso. Empezó como un toque apenas, se separó un poco y empezó a aplicar dos, tres besos más. Los labios de Izumo eran tan suaves como parecían a la vista, descubrió cuando atrapó el labio inferior de su amigo entre los suyos. El suspiro que exhaló Izumo coincidió con el momento en qué decidió mandar al demonio su promesa.
Con su lengua atrapó la de Izumo y el castaño le respondió con la misma intensidad.
La profundidad de los besos fue aumentando, habían cerrado los ojos. Kotetsu podía disfrutar el sabor de su boca y sentir de cerca el aroma de la piel de Izumo, ese que tanto conocía, pero ahora lo penetraba por cada poro.
En algún momento, cambiaron la posición, y tenía de repente al castaño sentado en su regazo, una pierna a cada lado en horcajadas. Las manos de Zumo sobre la piel de su pecho, y él tenía una ahuecada en la mejilla del castaño y la otra en su cintura.
Se mantuvieron en esa posición, besándose por unos largos minutos más. Los sonidos que salían de la garganta de Izumo cuando lo besaba, eran de lo más lindo. El que hizo, sin embargo, cuando mudó la mano de su cintura hasta su trasero, fue de lo más erótico.
Llevó las dos manos hacia ahí, acariciando los glúteos del castaño. Izumo siempre había tenido un trasero excelente, mucho más relleno que el suyo y con una curvatura perfecta. Era posible que más de una vez se lo había quedado mirando, embelesado, cuando salía de bañarse con la toalla anudada a la cintura, o cada tarde cuando se paseaba por la casa en esos boxers apretados.
Sentirlos y poder apretarlos entre sus manos, era una experiencia que superaba a las anteriores.
Lo volvio a apretar, y en el movimiento, hizo fricción contra su propia excitación. Esa más que evidente cuando llevaba los pantalones holgados y nada debajo de estos.
Izumo se detuvo para mirar su entrepierna, él también, para felicidad de Kotetsu, tenía los calzoncillos abultados. Tentando su suerte, el pelinegro repitió la maniobra friccionando sus erecciones. El jadeo que abandonó su boca hizo coro al gemido de Izumo.
Antes de que pudiera replicar, volvió a atrapar la boca de su amigo. Mientras tanto, se ponía de pie y lo levantaba. Izumo lo rodeo con sus piernas automáticamente.
Sonrió en el beso, complacido de tenerlo así. Desde que lo había visto en una posición similar con Genma, años atrás, se había preguntado cómo se sentiría tenerlo de esa manera. La presión de su miembro contra su abdomen, y esos glúteos contra su pene excitado, era exquisita.
Izumo llevó sus manos alrededor de su nuca, sujetándose con firmeza y aprovechando la posición para acariciarle el cabello. Esta vez fue Kotetsu el que gemió en su boca. Por supuesto que sabía que esa zona era sensible. Lo sintió sonreír con victoria contra sus labios.
Cargándolo de esa forma, se lo llevó hasta su habitación, y suavidad lo tiró en su cama de espaldas. Izumo intentaba controla la respiración mientras se quitaba la camiseta. El pelinegro lo ayudó a sacársela, sin dejar de mirarlo.
Despeinado de esa forma, el rostro sonrojado y esa mirada oscurecida por algo que no podía ser más que lujuria , Izumo era perfecto.
Se bajó los pantalones con facilidad, ayudándose con los pies para sacarlo del todo. Totalmente desnudo, y sin ningún tipo de pudor, Kotetsu empezó a masturbarse sin sacarle la mirada de encima a su amigo.
Izumo hizo un sonido ahogado cuando lo vio. Se lamió los labios en un gesto inconsciente, y Kotetsu sonrió sin dejar de tocarse. Liquido preseminal goteando en la punta, se lo esparció a lo largo de su pene ante la atenta mirada de Izumo.
Sin dejar de masajearse, se estiró hasta el cajón al lado de su cama, de donde extrajo un pomo de lubricante. Ante la confusa mirada de su compañero lo abrió y se colocó una generosa cantidad de gel transparente en su pene.
-¿Qué? Lo uso para esto, no soy un salvaje.- Se explicó, respondiendo la pregunta que podía notar pasaba por la cabeza del otro. Izumo simplemente exhaló una risa, con un interés renovado en el movimiento de su mano. Con la suya empezó a tantear su propia excitación todavía oculta bajo la tela.
Kotetsu fue incapaz de contener el jadeo que le ocasionó la sensación viscosa sobre su piel, deslizándose con facilidad y aumentando la velocidad y presión de sus movimientos.
Cuando vio lo que Izumo hacia, sin embargo, se detuvo y empezó a quitarle la última prenda que todavía vestía.
Siendo mucho más joven, se había cuestionado si llegado el momento, sería capaz de tocar otro pene que no fuera el propio. Cuando vio el de Izumo, supo que no tendría problemas. No es que fuera la primera vez que lo viera, después de tantos años de amistad, era inevitable que ambos se habían visto sin ropa en alguna ocasión, o por accidente. Izumo era de un tamaño similar a él, pero la piel era más pálida y la punta de su glande de un tono más bien rosado que encontró lindo.
Jamás pensó que llamaría lindo a un pene, pero hoy estaba siendo un día de descubrimientos.
Apoyo su miembro contra el de Izumo, acariciándolo con un movimiento de cadera. Su mano atrapó a ambos y embarrándolo del mismo lubricante que se había puesto, empezó a masturbarlos. Una serie de gemidos se escaparon de la boca de Izumo, que arqueado en la cama, buscaba aumentar la fricción.
Kotetsu disfrutó la sensación, desconocida pero al mismo tiempo, no tan distinta a lo que estaba acostumbrado. Aún así, se encontró disfrutando esto mucho más de lo que esperaba.
Empezó a bajar la velocidad y disminuir la presión de su mano, y aunque Izumo hizo un sonido de frustración, no quería terminar tan rápido. Cosa que indudablemente pasaría si continuaba así.
Tomo por última vez el contenedor de lubricante, vaciándolo en su mano, y arrojándolo en el piso de la habitación.
Izumo todavía sobre su espalda, tenía las dos rodillas flexionadas y las piernas separadas. Con un dedo tentativamente bajó desde la rodilla hasta el muslo, acariciando la piel del interior del mismo. Lo sintió temblar bajo su toque, provocándole una oleada nueva de excitación.
Cuando llegó a sus testículos dio una suave caricia, y continúo bajando hasta su entrada, acariciándola con movimientos circulares.
-¿Está bien?- preguntó, con la voz ronca. Izumo continuaba removiéndose en la cama, sin quitarle los ojos de encima asintió, las mejillas nuevamente sonrojadas.
Kotetsu sonrió complacido.
Podía ser su primera vez con un hombre, pero no era un total ignorante en el tema. Había hecho eso un par de veces con mujeres, y se le ocurría que el proceso no sería muy distinto. También habia consumido una vergonzosa cantidad de pornografía a lo largo de su vida como para sentirse confiado en el tema.
Se recostó junto a Izumo, sobre su brazo izquierdo, de costado, sin dejar de mirar a su amigo empezó a prepararlo. Zumo respiraba todavía agitado, soltó una exhalación cuando sintió el primer dedo en su interior.
Hizo presión y luego movimientos circulares, lentos pero precisos. No había tenido mucha dificultad. El segundo, demoró un poco más en acostumbrarse. Podía sentir a Izumo apretarse alrededor de sus dedos, por lo que empezó a darle besos en la mejilla, murmurando lo hermoso que se veía y lo bien que estaba haciéndolo.
Había dejado de tocarse porque quería tranquilizarse para poner penetrarlo con la seguridad de que no iba a acabar enseguida. Pero la expresión que tenía Zumo en ese momento, la fina capaz de sudor que le pegaba el pelo en la frente, esos labios enrojecidos por la forma en que se los mordía, estaban poniéndolo al límite.
Cerró los ojos, pero así solo se concentraba en los sonidos increíbles que salían de su garganta y era todavía peor.
Con tres dedos entrando y saliendo con facilidad del interior del castaño, se aventuró a aumentar la profundidad. La forma en que se arqueó el gemido desgarrador que soltó Izumo, comprendió que tan diferente era hacer eso con un hombre. Volvió a tocar ese punto, y Zumo practicamente gritaba de placer.
Con pupilas dilatadas y deleite obvio en su expresión, Kotetsu se posicionó entre sus piernas. Incapaz de mirar a otro lado que no fuera a ese hombre que repetía su nombre entre gemidos, como si le suplicara.
-Tetsu... Tetsu por favor.- Pidió Izumo, desarmándolo.
Su cerebro se apagó cuando lo vio girarse y colocarse en cuatro sobre la cama, esas nalgas que había apreciado tantas veces, se apretaban contra su ingle con clara intención. La espalda de Izumo, que nada tenia de femenina, era hermosa. La forma en que cada musculo se señia a su piel clara, cada marca reflejando alguna lesión en el pasado, con fascinación descubrió que podía recordar el origen de cada una de ellas.
Tomó la base de su miembro con una mano y con la otra se aferró a la cadera de Izumo. Cuando empezó a penetrarlo escuchó a Izumo exhalar un suspiro, lo vio recostar todo su peso hacia adelante y girarse con la cara apoyada en la cama, todavía con el rostro sonrojado, le dedicó una sonrisa.
Kotetsu jamás había experimentado eso, cómo era posible sentir tanta ternura y deseo al mismo tiempo en una situación como esa. Podía sentir el calor en sus propias mejillas.
Lo hizo con lentitud, respiró profundo para concentrarse y no perder el control mientras la presión y el calor alrededor de su pene aumentaba. No quería lastimarlo, quería que Izumo se sintiera tan bien como él lo estaba ahora mismo. Con movimientos lentos y pausas pensadas, finalmente estaba adentro de su amigo.
La respiración de ambos era lo único que se podía escuchar en la oscuridad de la habitación. Kotetsu pensó, y se imaginaba que Ia linea de pensamiento de Izumo iria por la misma dirección, ya no había vuelta atrás de esto.
Cuando empezó a moverse y tuvo a Zumo jadeando su nombre con cada estocada, decidió que no le importaba.
Descubrió que su amigo era mucho más sensible de lo que había esperado, una vez que encontró el ángulo perfecto y el ritmo ideal, los sonidos fueron increibles. Una mezcla de gemido con quejido, la voz quebrada con su garganta al límite, nunca se había excitado tanto por los sonidos de la otra persona en su cama. Había una honestidad en sus expresiones que Kotetsu estaba al límite.
Se detuvo y lo tomó por la cintura, pegando la espalda de Izumo contra su pecho. Engancho un brazo debajo de la pierna derecha del castaño, para sostenerlo y separarlas, lo penetró en esa posición. Podía sentir las palpitaciones de Izumo contra su pecho, su respiración agitada contra su cara. Zumo se echó la cabeza para atrás, sobre su hombro, su cabello lacio cayendo sobre su frente. Siempre había pensado que su compañero era atractivo, estaba deleitado de descubrir que además era muy sexy.
En ese ángulo la presión se hizo intensa, no iba a aguantar mucho más. Levantaba y bajaba a Izumo, que en una de esas últimas estocadas exhaló un quejido colmado de placer. La tensión en el cuerpo de Izumo hizo que su entrada se cerrada deliciosamente alrededor de su miembro, provocandole el orgasmo.
Zumo acabó primero, pero solo por unos segundos. Él se derramo por completo dentro del castaño y sin más fuerza, cayeron en la cama. Se sostuvo en sus antebrazos para no aplastarlo, sacó su miembro todavía semierecto y miró hipnotizado el líquido blanquecino derramarse sobre los muslos de Izumo.
El castaño se echó sobre su espalda, una mano cubriendo sus ojos mientras intentaba recuperar el aliento. Kotestsu procedio a acostarse a su lado, mirando el techo y disfrutando la marea de endorfinas recorrer todo su cuerpo, laxo y satisfecho.
-Estás demasiado callado para mi gusto.- Fue Izumo quien rompió el silencio, todavía con la mano cubriéndole la cara.
-Estoy tratando de procesar el mejor sexo de mi vida, Zumo, dame un minuto.
El castaño se quitó la mano, finalmente, girándose para mirarlo con evidente sorpresa.
-¿De verdad?
-¿Me estas preguntando en serio? Zumo, fue increíble, eres la persona más sexi que conoci en mi vida. Una estrella porno. ¿Sabes cuantas veces en los últimos minutos pense ojalá tuviera una cámara ahora mismo? Bueno,no estoy seguro porque no tenia mucha sangre en el cerebro, pero varias, eso sí.
Izumo, como siempre que escucha sus comentarios ridículos, termina riéndose a pierna suelta. Kotestu no puede evitar notar, sin embargo, el rubor en su rostro.
-Entonces la respuesta es sí, ¿si te gustan los hombres después de todo?
Acomodando sus brazos detrás de la cabeza a modo de almohada, Kotetsu medita unos segundos la pregunta.
-Mmm... no lo creo. Creo que es más bien una cosa de Izumo. No me imagino haciendo lo de recién con nadie más.
-¿Ni siquiera con Iruka? - No suena celoso, sino con verdadera curiosidad. Kotetsu intentó imaginarse a su otro amigo en la misma situación y sin sorpresa, descubre que no funciona.
-Nah. Solo tu, Zumo. Creo que estoy obsesionado contigo. Estoy antojado de repasar toda la colección de porno que tengo guardado pero contigo como protagonista.
El castaño hace un sonido con su garganta, todavía ronca, que suena como que no está opuesto a la idea.
-¿No te molesta, Zumo? - Pregunta, poniéndose serio unos segundos, girándose sobre su costado para ver con mayor claridad el rostro de su compañero.- Que quiera monopolizarte solo para mí.
-No. Si es que no te molesta que quiera monopolizarte yo a ti.
-Para nada.- Sonrie, una de esas sonrisas gigantes que le achinan más los ojos. - Oi, Zumo, ¿eso quiere decir que siempre has estado enamorado de mi o algo así?
El castaño sonríe con gesto enigmático, alzando las cejas.
-Claro. Y tu de mi.
-Wooo... es verdad. ¿Por qué no me lo dijiste? Zumo, eres el cerebro de esta pareja, deberías decirme cosas como esas.
Kotetsu le regañó, mientras pasaba un brazo por debajo del cuello del castaño, y éste rodaba hacia a él, en un abrazo.
-No vuelvas a ocultarme cosas, Zumo.
Todavía con una sonrisa, Izumo hace un sonido afirmativo en su cuello, donde siente sus labios dejar un suave beso.
Las luces del set son más brillantes de lo que parecen en la TV, tan deslumbrantes como los dientes blancos del presentación, que con su micrófono en mano anuncia al Shinobi invitado de la noche.
-En el episodio de esta noche, tenemos como invitado especial para probar la serie de espadas kunai forgadas por nuestros fabulosos herreros shinobi, ¡Demosle la bienvenida al especialista en arma de corte, HAGANE KOTETSU!
Papelitos de colores vuelvan desde el techo del set y Kotetsu aparece, haciendo una serie de poses con armas invisibles que probablemente ha copiado de Maito Gai, agregándole su propia impresión.
-BIENVENIDO HAGANE-SAN.- repite el animador, pero Kotetsu continua haciendo movimientos en el aire y termina con una pose impresionante, justo al frente del jurado, que sonrie divertido de la acción.
-GRACIAS, GRACIAS.- Grita Kotetsu, a un volumen mayor del requerido, cuando el animador le acerca el micrófono.
-En la pantalla podemos ver que eres un shinobi de Konoha, del Clan Hagane, unos verdaderos expertos en la forja y el uso de armas de corte. Nuestros herreros se deben sentir honrados de saber que sus armas seran blandidas en manos expertas.
Los herreros participantes, hacen una reverencia de agradecimiento en dirección a Kotetsu, que empieza a rascarse la nuca mientras rie y ruborizado acepta la atención.
-¿Puedes decirnos algo más de ti, Hagane-san?
-¡Claro! - Para sorpresa del público, Kotetsu le quita el micrófono al anunciador y se lo queda para él.- Mi nombre es Kotetsu Hagane, soy el menor de dos hermanos. Mi hermana Hanako es una experta en armas más impresionante que yo, pero lleva embarazada como diez años, ininterrumpidos.
La expresión de confusión de los jueces, herreros, presentador y probablemente todos los expectadores es épica.
-Mi tipo de sangre es B y tengo 32 años, pero todavía estoy en la primavera de mi juventud.- Aclara, buscando la cámara y dandole un pulgar arriba, estilo Maito Gai de nuevo.- Estoy aquí gracias a mi novio Kamizuki Izumo.- Ahora lanza un beso a la cámara, para risa de todo el mundo.
En su departamento, Izumo sonrojado se ve incapaz de aguantar la risa, ambas manos en el estómago mientras se dobla en el sillón.
-También quiero agradecer a mi mejor amigo Umino Iruka, que usó sus contactos con el Rodukaime de Konoha, para ayudarme a estar aquí.- Guiñó un ojo al decir esto.
En su casa, Iruka no sabe si ir hasta el estudio y matarlo o romper la TV. Kakashi Hatake, a su lado, observa en estado de shock el despliegue del chunnin en el programa.
-Gracias por ser mi amigo Iruka-sensei, mi mejor amigo en realidad, ya que mi antiguo mejor amigo ahora es el amor de mi vida. Así que eso, mejor amigo Iruka.
Varios en el público corean un "Aaaawwww" después de escuchar su declaración. Y en su casa, Iruka deja el enojo de lado y se le escapa una sonrisa.
-Ahora sí, es hora de probar las armas. - Declara Kotetsu, sonrisa gigante en la pantalla.
FIN
