En el mundo, las cosas pasan por transiciones, o cambios, como lo quieran llamar, y no hay quien se salve de eso. Hay cambios para bien y para mal, pero uno no suele darse cuenta de eso en un principio. La mayoría creemos que seguimos siendo los mismos, cuando la verdad, somos personas algo distintas, con deseos y gustos diferentes a lo que solía ser.
Judo Chow Chow, quien tenía su cabeza por los cielos, es una de las mejores amigas que Bluey ha tenido, siendo está una de las personas, junto con Bingo, en conocer mejor a su amiga...
En su cabeza, el caos estaba al acecho, con miles de ideas y sueños que contrarrestaban con la realidad, y eso es porque la verdad se le es difícil aceptar.
"¿Por qué a mí?" Se preguntaba con frustración. "No de nuevo" más que un grito, era un pedido que se hacía a ella misma en un intento de poder evitar aquel pensamiento. Pero se le es inútil. Aquellos pensamientos no la dejaban en paz, querían asfixiarla en una ola de deseos que es imposible de cumplir.
"Agh, basta" pensó mientras arrugaba su bolso.
—Wow relájate Judo, el bolso no tiene la culpa. —Sus orejas se yergan al escuchar esa voz tan familiar que la había acompañado en la infancia.
La cola de la Chow Chow se agitó inconscientemente y, por un momento, esos pensamientos cesaron ante la presencia de aquel sujeto.
—Hola Lucky. —Saludo.
Judo se levantó de su asiento y recibió al labrador dorado con un pequeño abrazo, que, para Lucky, era más que acogedor.
—¿Que tal Judo? —Pregunto con la Chow Chow entre brazos.
—Todo, no muy bien... —Respondió Judo, mientras su cuerpo se relajaba al percibir el aroma de Lucky.
—Ya me lo imaginaba.
Deshicieron el abrazo y se dieron un momento para sentarse y admirar el bello paisaje del parque. Mismo parque que los acompaño en la infancia y permanece casi intacta después de varios años. Lucky casi puede ver a él y a su hermano jugando entre los columpios.
—¿Ya se lo has dicho? —Pregunto el dorado, observando a Judo por el rabillo del ojo, quien empezó a negar con la cabeza.
—Creo que es mejor no decírselo.
—¿Por qué lo dices?
Judo arqueo una ceja ante la pregunta.
—¿No es obvio? —Pregunto antes de volver a posar su mirada en los juegos. En su cabeza, el sonido chirriante de los columpios se agrandaba— Ya tiene pareja, además... —Su voz sonaba opaca y eso es porque no hubo día de ese año en el que se cuestionaba "¿Acaso es normal? ¿Eso no es normal?"— Es imposible que yo tenga oportunidad.
La mirada de Judo se apagó debido a las varias experiencias que ha vivido durante años, experiencias que terminaban en la misma conclusión, un corazón roto. Siempre que llegaba a recordar esos momentos, al que llamaba en esos tiempos "especiales", siente el dolor y las marcas que dejaron aquellas heridas cicatrizadas en su blando corazón.
—Sabes que tampoco es agradable mantener eso oculto. —Le susurro suavemente.
—¿Qué otras opciones me quedan?
—La verdad. —Respondió sin más.
Judo dudo por un par de segundos.
—No lo sé Lucky, no quiero que las cosas cambien.
Lucky sonrió ante sus palabras, le pareció algo gracioso ya que, todos alguna vez quisimos lo mismo. Los años de juventud de aquel labrador, se reprodujeron como una película que iba cambiado de tonos: unos más vivos que otros.
—Es gracioso que lo menciones. —Comento.
—¿Por qué lo dices?
El rubor se escondía entre el pelaje dorado del labrador, quien recordaba con mucho cariño el día en el que la conoció.
Eran niños que realmente, no interactuaban mucho entre sí. Lucky veía a Judo como una vecina más y ya. A pesar que la curiosidad lo haya atacado, por momentos, para conocerla, no se había dignado a ir. Después de todo, si Judo no interactuaba con otros niños, aparte de Bingo y Bluey, se daba a entender que no estaba muy interesada a socializar o es lo que él pensaba, hasta que un pequeño accidente dio pasó al encuentro de estos 2.
La pequeña Judo, de 7 años de edad, tenía su mirada perdida en la ventana del auto de su padre, el aroma a cerezas dentro de este no pasó desapercibido, y era agradable para su olfato, por poco, su estómago aullaba para tomar algún postre que deleitará su boca.
—Llegamos. —Escucho delante suyo. Mientras su padre apreciaba la casa, en el que alguna vez, vivió. Judo se disponía a observar a los otros niños del vecindario, verlos jugar con normalidad y siendo vigilados o acompañados por sus padres.
—¿Por qué mamá y tu no están unidos? —Pregunto inocentemente mientras su padre salía y la ayudaba a bajarse del auto.
—Es algo complicada enana... —Respondió mientras desviaba un poco la mirada.
—¿Por qué?
—Porque las relaciones son muy complicadas.
—¿Lo son?
Su padre asintió.
—Cuando crezcas, lo entenderás mejor, o bueno, si llegas a crecer. —Bromeo su padre. Judo sonrió.
—Creceré tanto, que te quedarás sin palabras. —Respondió mientras subía a la espalda de su papá, teniendo tacto con aquel pelaje que la solía reconfortarla, calmarla.
—Como digas enana.
—Lo haré.
—¿Encogerte más?
—¡Papá! —exclamo Judo a carcajadas.
En su momento, Judo no conocía bien la situación de sus padres, lo único que tenía claro, es que ambos vivían en casas distintas. Lo que la llevaba a ponerse triste de vez en cuando. Había días en la que sólo deseaba pasar un momento en familia, jugar algún juego de mesa u otra cosa, al igual que los padres de Bluey, pero... Ella entendió que, simplemente, algunos tienen suerte, y otros no…
Al menos puede presumir que tiene más regalos de navidad que los demás.
La puerta de la casa se abrió, y las miradas de ambos adultos chocaron.
—Hola Wendy. —Saludó con una ligera sonrisa.
—Hola Jake. —A pesar de los años, ambos todavía podían percibir cierta incomodidad, ya que no es fácil ignorar lo que se ha vivido juntos: acaricias, abrazos, besos, intimidad. Varias cosas que formaron parte de ellos, de su pasado, y que dificulta el fingir que nada de eso paso.
—Bueno, vengo a dejarte a esta pequeña enana. —Dijo de apoyar a Judo en con sus manos y dejarla sobre el umbral de la puerta— Nos vemos la siguiente semana.
Judo sonrió, forzadamente. Ella deseaba que se quede con ella, que acompañará también a su madre y no tener que alejarse nunca más.
—Claro. Nos vemos pronto papá. —Contesto, fingiendo una sonrisa.
—Gracias por traerla Jake.
—No es nada...
La atmósfera se tensó, algo incómodo, y a juzgar por sus miradas, tenían ciertas cosas que decir. Incluso Judo lo notó. Tan pronto como un parpadeo, ambos adultos se despidieron. Y Judo tuvo que ver una vez más a su padre, perderse a lo lejos.
El resto del día paso divagando entre sus juguetes, que, de alguna manera, la hacían sentir incómoda, sola. Era como estar atrapada en un sitio vacío que la inundaba con un silencio absoluto.
—¡Mis flores! —Escucho el aullido de su madre tras el cristal de la ventana. La curiosidad la incentivo a observar por la ventana lo que sucedía afuera.
La madre de Judo miraba, con horror, sus plantas aplastadas por el joven de 9 años que yacía sobre ellas.
El niño se levantó con rapidez, impulsado por el miedo y nervios que recorrieron hasta la médula de su cuerpo.
—Lo siento. Lo siento. Lo siento. —Repitió tartamudo.
—¡Hay Lucky! mis flores. Me costó mucho plantarlas. —Wendy trataba de mantener la calma, pero los recuerdos del tiempo que invirtió en ellas no la ayudaban, para nada.
—Lo siento señora Wendy. No era mi intención. Solo iba a por el balón y...
—Tanto les costaba tocar mi puerta y pedírmelo... ¿Dónde está el balón? —Ella apretó los puños en un intente de permanecer calmada. Aquel balón cayó en las rosas que estaban al otro lado del patio.
—Enserio perdón. Déjeme ayudarla...
Wendy suspiro cansada. Quería gritarle, pero tampoco quería hacerlo porque, al fin y al cabo, eran niños, y no unos malcriados que hacen atrocidades todo el tiempo.
—No Lucky, ya has hecho suficiente. —Wendy tomo el balón y se lo devolvió para que se fuera de su patio. Lucky agachó su mirada, con vergüenza y lleno de culpa, y se fue retirando hasta pasar por la cerca del patio.
La noche cayó, y una pequeña Judo ya estaba preparándose para dormir en ese enorme, pero desolada, habitación. A pesar de tener la sensación escondida en el pecho, se negaba así misma de salir.
Su madre la vio con empatía desde el umbral de la puerta, culpándose nuevamente por no ser la madre perfecta para ella. Aun así, nunca dejo de intentarlo.
—¿Qué ocurre Judo? —Pregunto.
Judo bajo de las nubes mientras posaba la mirada en su madre.
—Nada mamá, no me pasa nada. —Respondió, volviendo a dar esa sonrisa en la que todos caían. Se había vuelto muy buena fingiendo.
Wendy dio unos cuantos pasos hasta quedar frente a su hija. Tomo asiento en un lado del colchón, y con una voz suave, dijo.
—Judo… No puedes seguir evitando a las personas, no es bueno.
—Pero si tengo amigos mamá. —Respondió la niña sabiendo perfectamente a lo que se refería su madre.
El semblante de su madre cambio a una deprimente.
—Dime sus nombres…
—Am… Pues, esta Bluey, Bingo… Moon.
—Moon es tu profesora Judo.
La niña se quedó callada.
A Wendy le daba dolor ver a su pequeña así, se sentí débil al no poder ayudarla totalmente, no sin la ayuda de su exesposo. Pero como siempre, ella nunca dejaba de intentar.
—Judo ¿Qué es lo te asusta? —Pregunto, cosa que la pequeña no pudo responder— ¿Te da miedo que te juzguen? ¿Qué no les caigas bien? ¿Te molestan?
Judo ya no pudo soportar la sonrisa, simplemente se desvaneció y su mirada cayo. Estaba frustrada, porque no era la primera vez que se sentía así, hubo varios momentos en el que un vacío la acorrala, que le aplasta el pecho, le genera una quemadura en la garganta, y lo mejor que puede hacer, es dejar que las lágrimas broten.
Simplemente sabes que estas adolorido, pero no encuentras la razón del porqué, simplemente, estas triste. Y era eso lo que la agobiaba, no saber por qué…
No dijo nada, su voz la había abandonado, pero eso no impidió que su madre la abrazara con fuerza y le diera un beso de buenas noches antes de susurrarle.
"Mañana es otro día"
A la mañana siguiente, madre e hija fueron atraídas por ruidos de la tierra, siendo escarbada por una pequeña pala. Su primera reacción, fue de sorpresa al ver al labrador dorado plantar las rosas y plantas que había aplastado el día anterior. Lucky estaba tan concentrado en reparar su error, que no se percato de las miradas de las chow chows a sus espaldas.
—¿Lucky? —Pregunto Wendy mientras se acercaba al muchacho. Quien se paro de inmediato y escupió todo de un solo bocado.
—No me mate, solo vine a arreglar mi travesura, lamento haber entrado de nuevo sin avisar y…
—Tranquilo Lucky, entiendo. —Tuvo que interrumpir Wendy antes que Lucky terminara sin aire. La chow chow adulta le hecho un pequeño vistazo a su jardín, y no pudo negar que se veía exactamente igual, como si nunca hubieran tocado sus plantas.
—Guao Lucky… Gracias. —Le dedico una sonrisa al labrador dorado.
—No fue nada señora Wendy.
—¿Desde qué hora llevas aquí afuera?
—Desde las 5 de la mañana. —Judo abrió sus ojos como platos al escucharlo, ni ella se hubiera levantado tan temprano.
Wendy le dedico una tierna sonrisa y estudio todo el cuerpo del labrador, encontrando varias partículas de tierra entre ese pelaje dorado, y sin contar algunas heridas y raspones que traía en las manos por culpa de las espinas.
—Debes estar hambriento. —Comento Wendy. Lucky poso sus manos al estómago, mientras volvía a sentir el hambre en su estómago.
—Algo.
Wendy no lo pensó más.
—Bueno, entonces pasa, prepare el desayuno.
—¡¿Enserio?! —Pregunto con cierta emoción, a lo que Wendy respondió agitando la cabeza mientras le daba paso al muchacho, quien no dudo en ingresar. Por otro lado, judo tuvo un cierto dolor en el pecho, dolor que ella misma decía que debería estar acostumbrada, pero no era así. Para los ojos de aquel labrador, ella había pasado desapercibida, y Judo, simplemente pensaba que el labrador quería ignorarla.
"Lo normal" Pensó la Chow Chow
—Ponte cómodo mientras la preparo. —Hablo Wendy, quien no tardo en darse cuenta del semblante de su hija. Ella admitía que su hija era buena fingiendo caras, pero no sabia cubrir esas sensaciones que desprende de su persona, sensación que percibió fácilmente y con la que la lastimaba por dentro.
Eso iba cambiar aquel día.
—Mientras tanto, tu y judo pueden jugar un rato. —Dijo, con la esperanza en el corazón.
Los filamentos de Judo se erizaron, y golpes de nerviosismo atacaron su cabeza. Quiso maldecir, ya que su plan era pasar desapercibida, y se fue cuesta abajo cuando su madre abrió la boca.
Ambos niños voltearon averse, igual de nerviosos, y con algo de torpeza, dieron el primer paso a un nuevo cambio. Un saludo.
"Hola"
De regreso al presente. El dúo se encontraba caminando por los senderos del parque. Permitiendo deslumbrarse con el paisaje que el parque les brindaba.
—Y dime Lucky. ¿Como te sientes? —Pregunto Judo con la mirada puesta en el labrador.
—¿A qué te refieres? —Pregunto Lucky observándola por el rabillo del ojo.
—A como te sientes en la universidad. —Contesto— Recuerdo que estabas emocionado por ir a estudiar, pero, en cada llamada, te escuchas cansado.
—Aaah, eso. No eh dormido mucho, pero estoy bien. Tranquila—Contesto con orgullo.
Judo no pudo evitar sonreír, pues, ver a aquel labrador dorado con metas claras, y esforzándose todos los días para cumplirlas, era admirable. Algo que a ella le gustaba ver.
De hecho, otra cosa que acostumbraba por gusto, era acariciar aquel sedoso pelaje del labrador, con el que se entretenía y deleitaba con su tacto. No dudó en volver hacerlo.
Extrañaba hacerlo cada que se reunían, era como su rutina. "Se sigue sintiendo bien" pensó mientras jugueteaba y se deleitaba recorriendo el pelaje, de aquel labrador, con sus dedos. Esa sensación en sus manos era lo que la reconfortaba.
Lucky lo permitía desde hace mucho. Era una sensación extrañamente acogedora para aquel labrador.
—Sabes, nunca me canso de tocar tu pelaje. ¿Qué tipo de champo usas?
—El más masculino que tengo. —Respondió ahorrándose la carcajada
Judo rodo los ojos mientras intentaba adivinar la mascota del champo.
—¿Sherk? ¿Ben 10? ¿Cars? —Lucky se limitó a permanecer en silencio mientras sonreía con ternura.
De pronto, un pequeño balón aterrizo frente a sus pies, deteniéndolos al instante y obligándolos a voltear en la dirección a la que fue lanzada.
—¡Balón por favor! —Exclamo un niño, con bate en mano, a lo lejos. Era un grupo, pequeño, de niños que se encontraban alrededor jugando uno de los deportes favoritos de la Chow Chow.
Criquet.
Lucky sonrió, se ruborizo, ver como la mirada de aquella Chow Chow se iluminaba al ver aquella pelota. Para sus ojos, era ver un ángel con un gran esplendor que aceleraba su corazón. Lo ponía nervioso, le generaba cosquilleos en el cuerpo, y lo hacía perderse, sumergirse, en pensamientos con aquella Chow Chow.
Judo poso el balón entre sus manos y se acercó a los niños para depositarlo en la mano del pequeño.
—Aquí tienes.
—¡Gracias! —Los niños volvieron a posicionarse. Algunos mantuvieron distancias mientras una pequeña tomaba su turno con el bate y se preparaba para golpear el balón.
La cola de Judo se empezó agitar y su mirada estaba totalmente centrada en el juego.
El niño encargado del balón, se preparó y lo lanzo con fuerza hacia su amiga. La niña intento golpear el balón con el bate, pero este apenas rozo la esfera y para variar, el bate salió disparado de sus manos.
Un quejido de decepción se escuchó a través de los labios, sellados, de la pequeña.
—Guau. Ese niño tiene un buen brazo. —Comento Lucky sorprendido por la fuerza y velocidad al que había ido la pelota.
—¡Vamos niña! ¡Tú puedes! —Animo Judo, logrando que la niña sonriera y retomara aquel bate. Esta vez, la niña se miraba con mucha más determinación y cuando el balón volvió a ser lanzado, los ojos de Judo se centraron en ella.
Los niños escucharon el golpe del bate, y la mirada de Rusty se había perdido al tratar de seguir el balón entre el gran y extenso manto azul.
—¡WOW! ¡Judo, eso estuvo increíble! —Exclamo un Lucky más grande, a pocos días de cumplir los 13.
Judo estaba en posé, sorprendida por su propia jugada al que tanto le costaba creer.
—¡No puede ser! ¡¿No habías dicho que nunca has jugado esto?! —Pregunto un Rusty sorprendido por la jugada y que, incluso, podía sentir la emoción recorriendo sus venas solo por haber estado presente.
—Es la verdad, es la primera vez que juego esto. —Respondió una Judo de 11 años, muy sonriente. En ese instante, Rusty sabía que había encontrado a un buen rival, cosa que lo emocionaba.
Por otro lado, Judo dejo pasar ese calor, aquella flama, que acogía su corazón. Por fin parecía rellenar ese vacío que se encontraba a medio llenar. Al fin lograba sentir que, estaba siendo parte de algo. Y eso la llenaba de felicidad.
—Y eso que no querías intentarlo. —Comento Lucky con su mano puesta en el hombro de Judo.
Judo se hecho a reír por lo cierto que era.
—Has tenido un talento oculto todo este tiempo—Declaro Lucky, observando como el balón era arrastrado por la gravedad. Judo se sonrojo ligeramente. Volteo a ver al labrador y pregunto tiernamente.
—¿Enserio?
Es ese el momento que ha perseguido a Lucky por bastantes años. Ver esa mirada deslumbrante en ella, lo llevaba a recordar esa pregunta, en el que perdió su mirada en la de Judo. Se embobaba cada que recordaba a Judo con aquel bate. Era una clase de electrón que iban impactando con el cuerpo de Lucky y que lograban tornar sus mejillas a un rojo vivo.
—¿Aun tienes el talento?
—Aun lo tengo —Respondió la Chow Chow con mucho orgullo.
Ambos se devolvieron sonrisas, aunque la de Judo, exhibía una agradecida, ya que, gracias a ese muchacho, que al principio era un total desconocido, pudo avanzar en ciertos aspectos, pudo dejar de sentirse sola, pudo encontrar la paz y la manera de sobrellevar su vida logrando dejar de lado aquella envidia que le tenía a los demás niños, quienes presumían el buen matrimonio de sus padres.
Era tanto lo que quería hacer. De hecho, ambos deseaban permanecer todo el tiempo posible en aquel paseo, Judo quería estar cerca de aquel aroma que desprendía el labrador, y Lucky quería reunir de una vez por todas el valor suficiente para verla a la cara y dedicarle unas palabras. Pero al llegar el atardecer, el semblante de la Chow Chow volvió a cambiar, pues, eso significaba una cosa.
—Así que… Te vas esta noche ¿Cierto? —Pregunto fingiendo una sonrisa. Lucky lo sabía, ya que, ella misma le confeso que una de sus mayores fuertes era fingir. Con algo de pesadez, respondió.
—Si… El avión parte a las 11. —Contesto con algo de dolor en la garganta. Él sabía que no iba a poder retener por más tiempo aquello que tanto anhelaba decir, pero que se acobardaba todos los años en poder librarlo.
Judo intento buscar unas palabras para hacerle ver que no estaba triste, a pesar que fuese así. Lucky tomo la palabra.
—Quisiera quedarme por más tiempo, pero…
—Tienes un título que conseguir. —Lucky se entristeció.
—Si… yo, la verdad, lo siento.
—No Lucky. Esta todo bien, no tienes de que disculparte. —Interrumpió— Es solo, que no me acostumbro a tenerte lejos…
—Yo tampoco… —Respondió con honestidad. Por un momento, por un pequeño momento que, en sus perspectivas, fueron eternos, se perdieron en la mirada del otro. Poco a poco fueron dibujando sonrisas antes de no soportar más las ganas de abrazarse, para poder sentir la calidez de su cuerpo, apreciar mejor el pelaje del otro, y reforzar aquella amistad que ha perdurado por años.
—Te deseos éxitos en tu carrea Lucky… De verdad— Dijo Judo, abrazándolo con más fuerzas mientras podía sentir el dolor punzante de tener que verlo irse de nuevo. No era algo que ella quería, pero tampoco era algo que debía impedir. Sus anhelos y deseos lo compartían con él, y lo que mas deseaba, era que su amigo se encontrara bien. Que sea mejor en seleccionar amigos y compañeros que realmente lo apoyen, que, a diferencia de ella, cayó en errores varias veces.
—También a ti Judo. No tengas miedo de mostrar tus sentimientos. —Le pidió el labrador, quien tuvo que tragarse de nuevo esas palabras que tanto deseaba decirle hace mucho tiempo. "Te amo".
Lucky empezó a lagrimear mientras tenía el aroma de su amiga impregnada en su pelaje. Era duro para él, siempre lo fue. Cuando decidió estudiar en otra ciudad, sabía que eso conllevaría sacrificios si quería salir de su forma de confort, de poder avanzar, escalar, hasta saber y determinar de lo que es capaz. Debía hacerlo, quería hacerlo, y lo hiso.
Sus amigos le brindan apoyo desde la distancia, en especial Judo, a quien a amado desde los 12. Ahora, conociendo que su amiga se enamoró de alguien más, no podía evitar sentir celos, sobre todo porque, de quien se enamoró Judo, era, ni más ni menos, que de su mejor amiga. Bluey.
Él lo sabía, y si fuera un adolescente, se lo tomaría a mal. Pero el ya es un adulto joven, entiende cuando hay sentimientos correspondidos y cuando no los hay. Eso no importa cuando sabes y conoces bien que esa otra persona te brindo el mismo apoyo que tu le brindaste, sin esperar algo a cambio. Era eso lo que él iba hacer, apoyarla en todo, verla feliz, incluso, si eso le doliera.
"Te amo" Volvió a pensar.
Corrección
"Te amo" Volvieron a pensar.
