El Hokage de la aldea siempre tenía algo que agregar al final de esas reuniones. Los miembros del Consejo estaban acostumbrados para entonces, a esperar algún tipo de comentario sarcástico o simplemente una observación malhumorada. Por eso cuando el secretario de uno de los Daimyos principales, terminó de leer las condiciones que su señor pedía para continuar enviando dinero a Konoha, todos miraron expectantes al Rokudaime Hatake Kakashi.

Para su sorpresa, esta vez, Kakashi solo asintió en silencio y otro de los asistentes anunció el final de la reunión.

El shinobi líder se puso de pie y apenas pudieron ver el movimiento de su capa ceremonial desaparecer por la puerta de la habitación.

Shizune y Shikamaru le seguían de cerca, tratando de adaptarse al paso apresurado con el que Kakashi regresaba a su oficina.

-La lista de misiones para ésta semana ya esta en su escritorio, necesitamos aprobación para última hora de esta tarde.

-Ya están firmadas.- Cortó Kakashi, sin mirarla y sin agregar más.

Shizune abrió la boca pero la cerró enseguida, sin saber cómo responder. Shikamaru a su lado le envió una mirada significativa, pero tampoco dijo nada.

-Van a pasarme las propuestas por escrito, ¿preparo una contrapropuesta oficial a lo que acaban de pedirnos?

La respuesta de Kakashi fue un gruñido, que había sonado como negativa. Shikamaru asintió y continúo siguiéndolo hasta que llegaron al despacho.

Kakashi cerró la puerta antes de que sus secretarios pudieran entrar. Shizuke tuvo que dar un saltito hacia atrás para evitar que su cara impactara contra la madera.

Se quedaron los dos en silencio, intercambiando miradas. Shikamaru se guardó las manos en los bolsillos y suspiró, agotado. La kunoichi apretó los puños, igualmente frustrada. Mencionó algo de ir a vigilar las rondas del Hospital antes de girarse y desaparecer por uno de los pasillos.

Shikamaru repasó mentalmente sus trabajos pendientes. Parte de él siente que debería estar contento de que Kakashi fuera tan eficiente últimamente, estaban al día en casi todos los pendientes. Pero por otro lado, y aunque el shinobi elite jamás había sido de muchas palabras, ahora era casi imposible sacarle una frase completa. La oscuridad que empezaba a sentir iba creciendo en su Hokage no lo dejaba tranquilo.

Sabía a qué se debía todo. Shizune le había hablado de su charla, por lo cual se sentían en parte responsables. Era un tema problemático.

Sintió a Kakashi abandonar la oficina por alguna de las ventanas, hacía eso a menudo últimamente, escaparse quien sabe donde. Ya ni siquiera se dignaba a dejar un clon en su asiento.

Sin embargo, no podía reclamar nada porque siempre volvía a aparecer a tiempo para una de sus reuniones o cuando el trabajo empezaba a acumularse.

Suspiró de nuevo. Decidió que haría lo mismo, si se apuraba podía llegar a almorzar con Temari y ayudarle con el bebé, antes de volver a sus obligaciones.

Últimamente había pasado más tiempo en la Estancia Hatake.

Sus ninken parecían complacidos de ello, disfrutaban cuando los llevaba a entrenar/jugar en la zona que compartían con los Inuzuka. Llamados por su chakra, al poco rato algunos de los perros del clan aparecían y empezaban a correr y saltar. A veces sus compañeros se sumaban, Kakashi no se había percatado de la cantidad de niños que el clan había producido en los últimos años, pero ahora cada vez que aparecía no tenía que esperar mucho para que tres o cuatro niños aparecieran con sus cachorros.

¡Ojiisan! ¡Ojiisan! lo llamaban.

Hana Inuzuka, desde la distancia lo saludaba con un gesto de mano, les había mencionado que Kakashi era parte del clan, y sin entender mucho la relación, pero orgullosos de saber que el Hokage era familia, habían empezado a llamarle tío de forma cariñosa.

Kimiko Inuzuka era otro miembro con el que Kakashi solía hablar en esas tardes, una mujer mayor que disfrutaba cuidar de los cachorros (tanto humanos como caninos) del clan, además de aprovechar para hacer entrenar a su can Itabari, un perro viejo descendencia del primer compañero de la kunoichi, que Kakashi recordaba haber conocido en su niñez.

Una de esas tardes, mientras miraba a Bisuke recibir caricias en su barriga por parte de la kunoichi mayor, Kimiko-san le mencionó que había recibido la carta de su oficina.

-Tengo que admitir que estaba lista para negarme, pero ayer Iruka-sensei vino a verme y ahora me encuentro pensando seriamente la propuesta. - Confesó la mujer, sin quitar los ojos del perro recostado en su regazo.

Kakashi sintió tensarse al oír ese nombre, esperaba que la mujer a su lado no notase el interés que de pronto tenía al escucharla.

-Creo que serías la mejor para el trabajo.

La kunoichi Inuzuka hizo un gruñido entre divertido y exasperado.

-No pensaba que a esta altura de mi vida todavía tendría algo que ofrecer a la aldea. Ya me había hecho a la idea de dedicarme a mi clan hasta esperar mi muerte.

El comentario era lúgubre, pero había sonado simplemente como una afirmación práctica. Kakashi entendía a que se refería. Conocía la historia de Kimiko-san con detalles, había sido en su juventud una shinobi eficiente, fuerte y talentosa. Pero como muchos de los suyos, perdió en batalla al hombre con quien había decidido compartir su vida, muy joven ambos, no habían llegado a casarse o tener hijos. Todos esos planes inconclusos y el stres post-traumático la habían dejado fuera del trabajo activo muchos años atrás.

Desde entonces había optado por trabajar en la Academia, en el programa de verano como voluntaria, y después como sensei. En los últimos tiempos se había retirado a la intimidad de su clan, donde cuidaba a los menores del mismo, que como habían mencionado antes, estaban en crecimiento exponencial. Los miembros activos del clan y la actual líder de los Inuzuka, estaban orgullosos de que sus pequeños recibieran el entrenamiento de calidad de Kimiko-san antes de pisar la Academia.

Recordó el argumento que Iruka había hecho meses atrás en su oficina, la diferencia entre esos niños y los huérfanos eran abismales, no envidiaba el trabajo del sensei que tenía a cargo a los de primer año.

En el proyecto final, el nombre de Kimiko Inuzuka había surgido entre los propuestos para hacerse cargo de la dirección del nuevo orfanato. Kakashi lo firmó aprobándola sin demasiados miramientos. Iruka apoyaba la idea, y él sabía que la kunoichi estaría a la altura de la situación. Sus años de experiencia en trabajo con niños y shinobis, la volvían ideal para el puesto. Iruka, en sus anotaciones personales, comentaba que le sorprendía que ella no estuviera en un cargo jerárquico para entonces. Kakashi estaba dispuesto a remediar eso enseguida.

-Tengo mucho cariño a Iruka-sensei, me soltó un discurso apasionado ayer, que reavivó las llamas de la Voluntad de Fuego en mi corazón. - Admitió, intentando ocultar el rubor de sus mejillas donde las marcas características del clan se cernían. - Quería hablar contigo antes de dar una respuesta. Kakashi-kun, ¿realmente crees que soy la persona indicada para éste trabajo?

La expresión con la que la kunoichi lo miraba, era estoica. Sin embargo podía ver la sombra de nervios en sus ojos. Kakashi asintió, colocándole una mano en su hombro en señal de apoyo.

-Por supuesto que sí. No se me ocurre mejor persona para el puesto. Tu aldea te necesita, Kimiko-san, yo te necesito.

La mujer sonrió, se veía aliviada al escuchar sus palabras.

-En ese caso no puedo negarme, onechan no me lo permitiría. - Comentó, dándole una palmadita en la espalda a Bisuke, quien salió corriendo para unirse con los demás perros jugando.- A ella le hubiera gustado mucho, Iruka-kun.

Cada vez que escuchaba que hablaban de su madre, Kakashi se sentía extraño. Por un lado había una nostalgia particular, no sabía cómo extrañar a una persona que nunca había conocido. Había una calidez también, en su pecho, cuando Kimiko hablaba de ella en su presencia.

-A veces olvido lo joven que eres, pero cuando te sonrojas así pareces todavía un adolescente, Kakashi-kun. - Comentó divertida la mujer, dándole un coscorrón en la cabeza que lo dejó todavía más despeinado. Había sido brusco, pero él estaba acostumbrado a esos gestos.

Kimiko Inuzuka pasó a ser la directora del Orfanato, Kakashi solía ir a visitar la obra que avanzaba a pasos firmes desde que la kunoichi había decidido aceptar el puesto. Si sus supervisiones eran frecuente, procuraba que nadie se diera cuenta las intenciones secretas en su corazón, que iba con esperanza de cruzarse con cierto sensei director interino. Iruka, sin embargo, nunca estaba ahí.

Desde que tuviera la charla con Shizune, no lo había vuelto a ver.

En parte por sus apretadas agendas, que ya no parecían coincidir nunca. Y también porque un día firmó aprobada la misión que sacaría a Iruka de la aldea más veces de las que quería.

La misión era de búsqueda y evaluación de niños y jóvenes con potencial uso de chakra fuera de la aldea, para reubicar tanto a ellos como a sus familias dentro de Konoha.

La misión no era nueva, llevaban algún tiempo haciéndolo, pero jamás habían decidio que fuera el director interino el shinobi que saliera en alguna de las comitivas a evaluar el potencial en esos niños. Era un desperdicio de recurso, en su opinión, pero Shikamaru había explicado que dado que estaban en período de vacaciones y tenían baja de al menos tres sensei por maternidad, estaban teniendo que tomar medidas al respecto.

Si eso echaba un paño frío entre la relación del Hokage y el Director Interino, era solo un bonus del que Shizune y él habian programado.

Kakashi se dio cuenta de sus intenciones en el acto, pero no hizo nada para impedirlo.

-Tengo que admitir mi eterno rival, que tu interés en la jardinería me toma por sorpresa.- Mencionó Gai un día. Se había dejado llevar hasta la Estancia Hatake con la idea de una tarde de entrenamiento. Sin embargo, mientras lo veía cavar en el jardín de la casa principal un hueco lo suficientemente amplio para enterrar las raíces de Ukki-san, tenía la impresión de que eso no pasaría.

-Enterrar una planta no cuenta como jardinería. - Contestó Kakashi, secándose el sudor en el rostro, aunque podía haber utilizado su chakra para agilizar el trabajo, había preferido una pala y cavarlo al estilo tradicional.

-Ah... pero yo creo que sí. De todas formas, me alegra que hayas empezado a prestarle atención al viejo jardín de tu casa, volverlo a sus años de esplendor no será tarea fácil, pero si muy gratificante.

Kakashi hizo un sonido indulgente. En la tienda de los Yamanaka le habían dicho que las raíces de Ukki-san estaban muy apretadas y que no mejoraría hasta darle más espacio. Cuando Kakashi solicitó una maceta más grande, le habían recomendado enterrarla en tierra.

-No he visto últimamente a Iruka-sensei en la aldea. - Gai era el peor en sutilezas, Kakashi rodó los ojos y continúo su tarea. - Imagino que su trabajo lo tiene muy ocupado, la fortaleza con la que el sensei trabaja para la juventud de Konoha no puede más que generarme orgulloso- siguió Gai.

Ukki-san estaba más pesado de lo que parecía a simple vista, lejos de una pequeña planta, ahora era un árbol enano.

-¿Te parece que aquí tiene media sombra? Demasiado sol en teoría podría matarlo. - Consultó Kakashi, intento obvio de dejar a Iruka fuera de su conversación. Hablar de él solo lo ponían de peor humor. Gai estiró el pulgar, con su sonrisa brillante patentada en el rostro.

-Bienvenido a tu nueva casa, ¡Ukki-sama!- Exclamó el shinobi en silla de ruedas, haciendo una pequeña reverencia en dirección al árbol. Kakashi lo imitó, sumándose a la ridiculez de su amigo.

-Voy a venir a visitarte Ukki-san, sé que vas a extrañar a tus amigos, portarretrato-san y colección Icha Icha-sama. Pero hay muchas nuevas caras por aquí, como ese helecho de allá y Estanque-san por ahí.

Gai asintió a cada palabra, gotas gordas cayendo por sus ojos.

-Que tu lucha nos deje una lección, mi amigo vegetal, ojalá sepamos reconocer cuando nuestras propias raíces estén muy apretadas y tengamos el valor para cambiar, buscando nuevas perspectivas para el futuro, y no conformarlos con lo conocido, una maceta muy pequeña que comprima nuestra felicidad.

Kakashi volvió a rodar los ojos, típico de Gai volver el asunto de cuidar su planta, una metáfora sobre el crecimiento personal.

-Captado el mensaje, Gai.- Murmuró, limpiándose las manos en su pantalón, y colocándose de nuevo su chaleco.

Su amigo sonrió ampliamente, y se fueron a entrenar.

Los días en la oficina pasaron cumpliendo la misma rutina, salvo por su propia sensación de pesadumbre, nadie parecía afectado. Al contrario, notaba que mientras menos hablaba y más rápido trabajaba, más sencilla la labor de los demás empleados en la Torre parecía ser.

Kakashi pensó que solo debía aguantar unos años más, y después Naruto asumiría la tarea. Parecía algo sencillo, y sin embargo cada día pesaba más. La túnica y el sombrero que representaban su cargo, le parecían restrictivos y rara vez los usaba en esos días.

¿Siempre había sido todo tan lento?

El movimiento de sus asistentes, las reuniones con el Consejo. Todo parecía tener un ritmo monótono. Al principio dejar de ver a Iruka se había sentido como la desintoxicación de un adicto, no se había dado cuenta de lo mucho que contaba con su presencia hasta que no la tuvo más.

A veces, desesperado, se había tentado con volver a viejas mañas y mirarlo a la distancia desde algún punto de la aldea. Sin embargo, sabía que eso solo le causaría más miseria.

Ya no había fantaseado de nuevo con escaparse en su búsqueda, que estuviera fuera de la aldea en una misión facilitaba esa decisión. Aun así, no podía sacarse del pecho esa sensación de pesadez.

No era tristeza, era todavía peor, apatía.

Simplemente nada parecía importarle como antes. Ni siquiera la lectura de sus libros pornográficos favoritos le llamaban la atención. No tenía apetito, venía sobreviviendo a base de píldoras de soldado que robó del escritorio de Shizune. Le había costado cada vez más visitar a Gai o entrenar con sus ninken. Todavía lo hacía, pero no le generaban lo de antes.

Sus cercanos se habían dado cuenta, la mirada preocupada de Pakkun y la extra dosis de motivación en Gai, se lo decían. Incluso tenía la sensación de que Tenzo estaba más presente en las rondas de su oficina, como si lo vigilara de cerca.

-Shizune y yo vamos a comer, uno de los secretarios de los daimyos nos regalaron takoyaki. ¿Quieres venir con nosotros? - Preguntó Shikamaru ese día, su tono normalmente apático, sonaba con una suavidad que Kakashi nunca había escuchado.- No puedes seguir viviendo a base de píldoras de soldado.

Kakashi se refregó los ojos, estaba reclinado hacia atrás en su silla, todavía quedaban varias horas en el día pero podía sentir un dolor de cabeza formándose. Probablemente su asistente tenía razón y debía comer algo más, pero hizo un sonido de negación.

-Estoy bien.- Respondió.- Gracias...

-Si cambias de opinión...- se encogió de hombros.- En un rato pasaran por estos, están listos para guardar en el archivo.

Shikamaru señaló una pila de cuadernos y pergaminos perfectamente alineados en su escritorio. Kakashi asintió y lo despachó con un gesto de mano.

Cuando empleados del archivo aparecieron minutos después, empezaron a cargar los documentos. En ese momento sus ojos se desviaron en una letra conocida, un pequeño rectangulo de papel se había escapado de uno de los libros y terminado sobre la madera de la mesa. Lo tomó rápidamente, sin levantar sospecha de los shinobis, que desaparecieron unos segundos después.

El pequeño trozo de papel tenía algo escrito en una letra que Kakashi conocía de cerca. La caligrafía de Iruka era todo lo opuesto a la suya, recordaba todavía sus viejos informes tachados y corregidos con esa letra fina y clara del sensei.

"Documento sometido a la aprobación del Honorable Rokudaime Hokage-sama" decía, y tenía dibujado un espantapájaros con el Henohenomoheji. Al borde inferior, un pequeño delfín parecía saltar con alegría. El dibujo no era muy bueno, pero se entendía perfecto.

Sus ANBU se inquietaron, era la primera vez en semanas que escuchaban reír al jefe de la aldea.

Kakashi acarició las palabras con su pulgar.

¿Cuándo había permitido que todo se fuera al demonio?

No habían sido amigos inicialmente, pero siempre se encontraban gravitando alrededor del otro en momentos importantes. Después de la noche que entregó a un Iruka dormido a manos de Asuma, el sensei lo había estado esquivando un tiempo. Pero después Sandaime puso a Naruto en la clase de Iruka, y Kakashi se encontró de nuevo en esa banca, dándole su apoyo cuando el sensei no tenía la certeza de que fuera lo suficientemente fuerte para afrontar al Jinchuriki que le recordaba la muerte de sus padres.

También habían tenido otros momentos, como durante la nominación al examen chunnin. Se había olvidado el consejo propio, y había instigado el enojo del sensei. La discusión había sido tan acalorada y excitante como tener sexo oral en un callejón oscuro. Tuvo que contenerse de empujarlo y hacerlo suyo en el mismo tejado donde apareció para pedirle disculpas.

Había muerto por salvarlo de Pain, aunque técnicamente había muerto por la aldea. En su purgatorio, momentos antes de encontrarse con su padre, se había sentido arrepentido de no haber hecho más por tener al sensei en su vida, pero estaba en paz al pensar que al menos había salvado a alguien importante para él.

Al volver a la vida, se había propuesto acercarse y hablarle de sus sentimientos, pero la Godaime parecía haberse hecho la promesa personal de ponerlo en cada misión que lo sacara de la aldea.

Por supuesto que ahora lo piensa, era una mera excusa personal.

Sabía muy bien como empezar una conversación que terminara en sexo, pero no tenía idea de cómo pedirle una cita a alguien. Se imaginaba que no debería ser más complicado que invitarlo a comer ramen un día, sin Naruto de por medio, y sin embargo terminaba haciendo cosas raras como convocar a Pakkun en la mano del sensei para ayudarlo en su misión o insinuaciones en la sala de misiones que los dejaban a los dos sonrojados, pero sin tener la menor idea de cómo seguir la charla.

Después vino la guerra y todo el mundo tenía algo que hacer. Kakashi volvió a pensar que moriría, pero la muerte lo eludió una vez más, y regresó a Konoha. Sin una gota de chakra y el dolor de cabeza más grande de su vida. Pero aliviado al haber escuchado por uno de los soldados el nombre de Iruka entre los que habían sobrevivido.

La primera vez que lo vio en la aldea, después de que todo había terminado, contempló embelesado el rostro del castaño. Tenía marcas de insomnio bajo los ojos, y unas lágrimas contenidas. Pero la expresión de alivio fue tan sincera que le comprimió el corazón verlo.

Iruka corrió en su dirección y con fuerzas se arrojó a abrazarlo, casi pierde el equilibrio, pero sus brazos se cerraron automáticamente alrededor de su cintura. Como si fuera algo instintivo, algo que siempre hacían, y no era la primera vez que se abrazaban, ahí en medio de la aldea con gente a su alrededor.

-Bienvenido a casa.- Murmuró Iruka, y el rostro húmedo escondido en su cuello.

-Estoy en casa.-Respondió Kakashi, la voz quebrada. Separó una de las manos y la llevó hasta el rostro del sensei, acariciándole la mejilla donde las lágrimas habían dejado su marca.

No tenía idea de cuánto tiempo estuvieron así, con las frentes pegadas y sin poder apartarse la mirada de encima. Pero fue Iruka quien se alejó lentamente, con una sonrisa en los labios.

Recuerda esa sonrisa, la forma en que su pecho se cargó de una calidez nueva, desconocida, pero llena de promesas al igual que la expresión en los labios del sensei.

Finalmente tuvo el valor de invitarlo a comer, Ichiraku-ramen era de los pocos lugares que atendían con normalidad, y recuerda la expresión risueña con la que Iruka aceptó la invitación.

Pero Kakashi nunca llegó. Esa misma noche el Consejo le habían relevado de su posición de Jounin y lo habían nombrado Hokage. Intento decirse en su cabeza que era solo un contratiempo, que la cena con Iruka estaba tan próxima como a la vuelta de la esquina. Pero la burocracia post-guerra se los devoró, no solo a él, también al sensei. Y así pasaron los años, donde se acostumbraron a ese ritmo de breves conversaciones en los pasillos, oficinas, acompañado de filtreo y cimentando una fuerte sensación de respeto mutuo y amistad.

Miró de nuevo los dibujos en el papel. No podía tener a Iruka fuera de su vida, simplemente porque no concebía una vida sin él. Aunque tuviera que dejar su deseo guardado bajo siete llaves y varios sellos, era un sacrificio que valía la pena si le permitía disfrutar todo lo demás.

Tenzo y Kuma se materializaron en medio de la habitación. Genma traía un papel doblado en las manos, como las que las aves mensajeras de Konohan llevan consigo.

-Senpai.- El tono grave, pero sereno de Tenzo, lo hicieron ponerse de pie de golpe. Afuera de la oficina se escuchó un tumulto de pasos y enseguida sus asistentes entraron.

-¿Qué está pasando? - preguntó mientras recibía la nota que Genma le pasaba, su respiración empezó a agitarse mientras leía las palabras en el mensaje.

-La comitiva con destino a Motoyoshi fue atacada, no hay informe de bajas, pero el mensaje fue enviado hace cinco horas.- Fue Shizune quien habló, todavía agitada por la prisa.

-Un gennin, dos chunnin y dos familias civiles. - Enumeró Shikamaru.

Dos chunnin.

Chunnin.

Kakashi cerró los ojos, la misma letra de la nota anterior, en lugar de dibujitos se había presionado con fuerza contra el papel solicitando refuerzos. La comitiva de Iruka estaba siendo atacada.