Capítulo II

Right Where You Left Me - Taylor Swift

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El lunes pasó sin pena ni gloria. Solo otro lunes que estaba tapado de trabajo, de pendientes que nunca podía terminar de resolver y de viajes interminables a Contaduría para que hicieran su parte del expediente de la licitación que, oh casualidad, habían olvidado de hacer. La incompetencia lo ponía de muy mal humor. Como también lo ponía de mal humor saber que tenía que ir al super, responder la carta que su madre le había enviado la semana pasada y nunca había hallado el tiempo de contestar e ir a entrenar para descargar la frustración de su monótona vida.-

Por eso cuando el martes fue a trabajar a las nueve de la mañana ya estaba harto de todo y más idiota lo puso el recordar que había olvidado la ropa que debía dejar preparada para que Pinky, su elfo doméstico, la llevase a la tintorería. No hubiera sido problema si no hubiese sido porque Pinky iba solo una vez a la semana y que no haberle dado la ropa hoy significaba que tendría que llevarla él mismo en algún momento de su apretada agenda.-

Los percances de ser un adulto responsable.-

Estaba revisando justamente eso cuando alguien dejó caer un objeto grande y pesado sobre su escritorio.-

-Pero eres imbécil, ¿no ves que estás haciendo? - Entre el susto y el enojo había terminado gritando y había terminado llamando la atención en la oficina, cosa que odiaba.-

Pero no pudo preocuparse mucho por ello. Delante suyo estaba Ginny Weasley y el objeto que había sobre su escritorio era la guitarra de los Black metida dentro de un estuche de lona. Sus ancestros se hubiesen vuelto a morir si hubieran visto dentro de qué material había sido puesta esa reliquia. Intentó calmarse. ¿Qué hacía ella aquí? ¿Acaso ahora trabajaba en el Ministerio? Eran casi las dos de la tarde. El tiempo pasaba volando cuando estabas haciendo el trabajo de los inútiles de tus compañeros.-

-Quiero mi dinero de vuelta.- Le dijo sin mediar otras palabras. Arqueo una ceja. No era necesaria esa actitud y falta de educación.-

-Buenos días para ti también Weasley.- Eso pareció recordarle de modales pues se había sonrojado y murmurado un "buenos días".- ¿Me dirías qué haces aquí? - Intento no soltar toda su ira acumulada en el día mientras apretaba los dientes.-

-Tu me dijiste que viniera.- Mencionó como lo más obvio del mundo.

Se quiso matar. Lo había olvidado por completo. Okay, calma, había que disimular. ¿Era sensato que los vieran en el Ministerio? ¿Dos personas que no tenían absolutamente nada en común? Dos personas que hacía años se hallaban en diferentes veredas de la vida en básicamente todo. Ella, Weasley, con sus ropas casuales y su inexistente sentido de las normas más básicas de convivencia. Siempre haciendo de todo un circo. Él, Malfoy, todo lo contrario. En su momento, el sábado a la mañana medio ebrio, le había parecido una buena idea. Al mediodía la gente iba y venía. Era más fácil pasar desapercibido y además no quería gastar del escaso tiempo de ocio que disponía a la tarde en enseñarle a un Weasley cómo usar una guitarra.-

Internamente hubiera deseado que ella se hubiese olvidado del encuentro pero no, estaba allí. Puntual y todo.-

Claramente su yo borracho había pensado que era una buena idea pero eso era si hubiese ido al mediodía, cuando todos estaban almorzando por ahí y nadie les prestara atención, y no a la hora que ella quería. Y que él se hubiese olvidado del tema no tenía nada que ver.-

-Acompáñame al comedor.- Le hizo una seña para que lo siguiera pero ella parecía dudar.- Estaremos más… tranquilos.- Por no decir sin viejas chismosas. Sus compañeros, que no ocultaban nada, ni lo bueno ni lo malo, estaban super entretenidos con este tipo de interacción. Draco jamás llevaba sus asuntos personales al trabajo. Iba a ser el chisme del día, en especial para las viejas de recursos humanos que adoraban tener una oportunidad de meterse en la vida de la gente. Cada minuto que pasaba más detalles le agregaban a su historia ficticia. Para mañana, con Weasley serian amantes con un hijo no deseado en camino.-

La vio luchar con su bastón y la guitarra. No iba a poder llevar ambos así que se calzó el estuche cruzado sobre sí mismo. Debían dar una imagen curiosa. Él en su impecable traje negro con corbata gris, con una guitarra a cuestas; y ella con su traje deportivo y un bastón. Quería salir de ahí lo más rápido posible pero ella iba despacio, haciendo caras de dolor de vez en cuando. Se sintió un poco mal por hacerla ir hasta allí, olvidando su condición. No había parecido tan adolorida el otro día en la tienda o quizás él no había prestado atención.-

Por suerte el comedor quedaba cerca y solo tuvieron que usar un ascensor. Ella parecía conocer el camino pues nunca pidió indicaciones a pesar de quedar un poco rezagada de vez en cuando. Era tarde ya y si alguien había ido a almorzar lo más probable es que se hubiese ido así que tendrían el lugar para ellos dos solos. Aunque la verdad era que nadie usaba ese lugar. Había sido un intento de que los trabajadores fraternizaran entre sí pero esas eran ideas New Age incompatibles con la vida del proletariado que lo único que quería era irse a su casa lo más pronto posible. Nadie quiere quedarse más tiempo encerrado trabajando. Así que la mayoría optaba por usar sus cubículos o almorzar en los restaurantes cercanos como, para salir un poco. Almorzar, tomar aire y fumar. La gente usaba mucho la excusa del cigarrillo para matar los minutos en el Ministerio.-

Draco Malfoy podía haber crecido en la élite de la sociedad mágica inglesa pero eso no quería decir que no sabía cómo funcionaba el mundo y de donde habían venido los privilegios que ostentó durante gran parte de su vida.-

Ahora era uno más de la masa. Con certeza con más dinero que cualquiera de sus compañeros iba a ver en su vida pero no con el prestigio que su apellido había sabido llevar.-

Dejó la guitarra encima de la mesa y ella tomó asiento frente a la misma. Se la veía igual de cansada que el otro día aunque un poco más presentable. El conjunto deportivo era verde oscuro y de buena marca. Su cabello estaba atado en una coleta alta y tenía un maquillaje imperceptible. Arqueo las cejas para sí. Nunca pensó que Weasley fuera de las que se maquillasen. Abrió el estuche y tomó la guitarra. Seguía igual de liviana y hermosa que siempre. Los grabados a su alrededor estaban intactos y las cuerdas, todas en su lugar.-

-Casi no la use.- Se giró para verla. La pelirroja estaba atenta a su inspección.- Es decir, intente usarla pero no emite ningún sonido. Por eso es que te pedí que le deshagas el hechizo.-

La acomodó sobre sí con naturalidad. Como si no hubiesen pasados años sin haberla usado.- Pensé que querías el dinero.-

Ella sonrió pero más con sorna que otra cosa.- Sí no puedo usarla, obvio que lo quiero. Pague mucho por ella, ¿no es así? - Sonrió pensando que su madre había gastado mucho más en un simple vestido pero no quiso aportar eso a la charla. Ella hizo una pausa para pensar. La veía debatir su siguiente frase.- Pero mi psicóloga dijo que necesito algo para entretenerme y quiero aprender a tocar. Después de todo no es que pueda hacer muchas cosas.- Señaló su pierna y Draco se preguntó qué tan mal estaría debajo de la tela.-

¿Qué tan mal estaba Weasley para verse así? Para estar teniendo esa conversación con él por una vieja guitarra. No sé habían visto en años, casi ni la recordaba, y ahora se habían visto dos veces en una semana.-

Ajustó las clavijas y suspiró. Dejó que los dedos recorrieran las cuerdas y sin esfuerzo comenzó a tocar. El sonido salía limpio y él estaba impresionado de recordar todas las notas. La pelirroja lo veía entre impactada y… ¿admirada? La volvió a colocar sobre la mesa al instante.-

La ilusión duró poco y los ojos expectantes de Weasley cambiaron por esa sonrisa estilo Mona Lisa. Indescifrable.-

-Pensé que eras alguien más del piano.- Le dijo medio en broma mientras se acomodaba la pierna buena sobre la mala.-

-Lo soy.- Respondió inconsciente. Era alarmante como fluía la charla con ella y eso lo ponía nervioso. Llevarse bien, o por lo menos civilizadamente, con un Weasley era algo antinatural.- ¿Ves? La guitarra está perfecta. ¿Cual es tu problema?

Ella pareció recordar quién era mientras juntaba sus pobladas cejas pelirrojas. Le sacó la guitarra de las manos y con una pésima técnica la vio rasgar las cuerdas. Casi se cae de su asiento. ¡Nada! Nada pasaba. La guitarra se había quedado muda de repente y por más que la chica intentara e intentara, nada se escuchaba. Jamás había visto a la guitarra hacer eso.-

-Yo… jamás vi que hiciera eso.- Ahora el impactado era él.- No sabía que tenía ese hechizo.-

Ella volvió a examinarlo. Esos ojos marrones le daban miedo. Parecía que estaban viendo en su alma. No recordaba que ella hubiese tenido esa mirada en Hogwarts. Bueno, para ser sincero casi que ni la recordaba así que no podía pedirle mucho a su memoria. La vio fruncir el ceño enojada. Había decidido creerle y estaba resignada.-

-Bien, entonces significa que debo buscar por mi cuenta qué hacer con esto.- Guardó la guitarra en su estuche sin más.- Al menos se verá linda en mi colección.-

No quiso preguntar por esa colección aunque le daba curiosidad. Tampoco quería decir lo que iba a decir a continuación pero no quería problemas con los Weasley. Por más que su yo de quince años se hubiera muerto antes que buscar la paz.-

-Dijiste que querías el dinero, puedo devolvértelo si quieres.- Realmente odiaba cortar con ese trato pues ya se había gastado el dinero pero no era lo que le preocupaba. No estaba en posición de buscar peleas. Sin embargo, la pelirroja negó con la cabeza.-

-No, no importa. Me la voy a quedar igual.- No espero más y sacó un pequeño bolsito donde metió el estuche.- Adiós Malfoy.-

Draco se quedó viendo como se iba. Con más preguntas que certezas pues nunca había imaginado que el instrumento estuviese hechizado. La había compartido con Blaise y Pansy y hasta Astoria la había tocado alguna vez. Y siempre había habido música o un intento de ella. Había estado tan ensimismado que se olvidó de preguntarle cómo es que sabía dónde vivía.-

Estaba harto. Había recorrido la mayoría de los negocios que podían ser proveedores de los malditos pergaminos pero muy pocos querían sumarse a la licitación. Los habían notificado tiempo atrás pero pocos habían respondido así que lo mandaron a conversar directamente con los dueños de las tiendas. Era para sacárselo de encima y darle la peor tarea, obviamente. Nadie quería hablar con alguien del Ministerio y menos con un Malfoy que trabajaba en el Ministerio. Muchos lo habían atendido, ya fuera de buena o mala gana, siempre dando la misma respuesta negativa. Todo ello por el simple hecho de que el Ministerio demoraba en pagar las contrataciones que hacía y ya nadie quería estar esperando. La economía no estaba para andar haciendo ese tipo de concesiones.-

En definitiva, no le tenían confianza. Ni a él ni al Ministerio.-

Suspiró. Tenía que pensar una nueva estrategia para todo eso. Miro la hora. Eran pasadas las cuatro de la tarde por lo que su horario de trabajo había terminado pero empezaba otro. Su otro trabajo como abogado particular. Subió los escalones del antiguo edificio que se usaba como centro comunitario para la comunidad mágica. Una de las mejores ideas que había tenido Granger realmente. Edificios realmente de magos para magos donde pudiesen haber más tiendas, negocios y oficios de forma moderna y no al estilo Callejón Diagon o Hogsmeade. Había sido muy necesario un lugar así en el medio de Londres cuando muchos jóvenes hechiceros habían decidido asentarse allí y no en las antiguas comunidades Mágicas en el campo.-

Sus padres, que siempre habían tenido dinero, no entendían su necesidad de trabajar tanto. Le habían dicho mil veces que todas esas horas de trabajo duro iban a afectar su salud mental. Era irónico porque seguramente su mente ya estaba bastante afectada por todas las cosas que había vivido en la vida. Sin embargo, luego de un par de peleas, ellos ya no traían más el tema a colación. Tal vez suponían que tenía que ver con algo de valerse por sí mismo. Tal vez era una forma de escapar de sus pensamientos. Porque estar con tiempo libre significaba pensar. Pensar en su vida, sus objetivos y todas esas cosas que no quería pensar.-

El edificio de estilo setentero tenía varias oficinas. La suya quedaba en el cuarto piso por lo que prefería usar las escaleras, aun en aquellos tiempos en los que podía Aparecerse. Así podía observar el jardín que había en el centro del lugar. En su arquitectura única habían diseñado un jardín interno que uno podía observar usando las escaleras, ya que iba bordeandolo. El jardín era simple pero claro en su diseño. Un haya ocupaba el centro del lugar rodeado por caminos de greda que culminaban en pequeños círculos con rosales de distintos colores. Un par de bancos se distribuían en dichos caminos en donde solían verse parejas aprovechando lo romántico del espacio.-

Iba por el tercer piso. Allí la escuchó cantar.-

Draco tenía tres modos para caminar. O caminaba como Inferi sin prestarle atención a más nada que su objetivo. O caminaba con la mente ocupada en todos sus pendientes. O caminaba mirando absolutamente todo lo que había a su alrededor. Ese día iba en el modo número tres. Así que había prestado atención al salón del tercer piso que se usaba para enseñar música.-

En el tiempo que llevaba rentando su oficina muchas personas habían pasado por allí. Niños, adolescentes, adultos, viejos. No había límites. Había oído a señores bien mayores cantando una ópera maravillosa. Había visto jóvenes de dieciocho que si hubieran pulido su voz hubieran sido los cantantes de moda. Había sentido como un niño de nueve años masacraba el piano de cola larga que habían donado para el lugar. Ese día había sido particularmente doloroso y se había ido temprano.-

Doloroso para sus oídos y doloroso porque le recordaba su infancia en la Mansión cuando su madre le enseñaba a tocar dicho instrumento.-

Pero ese día estaba cantando alguien que tenía buena voz. Desafinaba algunas notas pero en general era una voz interesante. Tenía potencial. Sin querer se había acercado al aula pero la alarma de su reloj lo hizo recordar que lo esperaba un cliente a las cinco.-

Dio media vuelta y se fue.-

La semana siguiente había sido muy parecida a la anterior. Su nuevo cliente había resultado con un caso más complicado del que parecía. Sus compañeros de trabajo habían hecho algo bien y habían conseguido finalmente el proveedor que necesitaban. Se había juntado con Pansy y Blaise como todos los fines de semana, en el bar de siempre, a quejarse de la vida. Como siempre. Seguían indignados por la venta de la guitarra. Bufo. Lo irían a superar, algún día.-

Pensó en Weasley. No había vuelto a escribirle ni tampoco la había visto en el Ministerio. Le daba curiosidad saber si había podido hacer que la guitarra largara algún sonido. Una nota, algo. Les había comentado eso a sus amigos pero ellos estaban más indignados por sus propios problemas para preocuparse por eso. Suponían que era porque no era merecedora de tener aquel instrumento en sus manos. Les molestaba que hubiera vendido la guitarra pero no que Weasley no pudiera tocarla.-

Pero pensaba. ¿Por qué no sería merecedora? Si era por ser amiga de los sangre sucias y de los muggles, la guitarra era bipolar. Puesto que él había hecho muchas cosas que los Black habrían considerado herejía. Si su abuelo Cygnus III hubiese estado vivo lo hubiese mandado a borrar del árbol genealógico. Pero como no había ningún Black todavía con vida que él supiese, nada de eso iba a pasar. No obstante, no quitaba que la guitarra no lo había rechazado. La guitarra jamás había sido así con nadie excepto con ella. ¿Qué tendría ella?

¿Y por qué estaba pensando eso un jueves a las seis de la tarde? Bueno, había vuelto a escuchar a la chica del otro día. Había decidido cerrar el estudio más temprano y bajando la escalera la había oído. Esta vez sí fue hasta la puerta del salón porque la curiosidad era más fuerte.-

Casi se cae.-

Era Weasley.-

¿Weasley tenía esa voz? Imposible pero allí estaba con una profesora de edad avanzada, que le decía cuando y como respirar. Su bastón descansaba al lado de su silla, el único recordatorio de su pierna mala. Se veía mejor que las otras veces. Tenía el rostro con más color y ese día llevaba una camisa blanca bajo un cardigan beige y unos Jean holgados. Si, era un pesado de los detalles cuando quería.-

Prestó atención a la música. Debía estar llegando al final de la clase. Lo sabía porque esa profesora solía dejarlos practicar libremente cualquier cosa que quisiesen los últimos minutos de la misma. La melodía era suave y la señora la acompañaba con el piano.-

Friends break up, friends get married

Strangers get born, strangers get buried

Trends change, rumors fly through new skies

But I'm right where you left me

Matches burn after the other

Pages turn and stick to each other

Wages earned and lessons learned

But I, I'm right where you left me

No era necesariamente triste pero era lo suficientemente melancólica para dejarle un nudo en la garganta. Ella parecía cantarla de verdad. Volvió a levantar la mirada. Weasley lo había visto y su corazón se paró un segundo. Se sentía como cuando de niño era descubierto de sus travesuras, con los pantalones nuevos con tierra, con la boca llena de golosinas antes de la cena. Ella le había sonreído pícara pero no había dicho nada. No había nada que dijese que le molestaba su presencia. Pero él no dejó que nada más pasara porque ya estaba bajando las escaleras cuando ella salió por la puerta.-

Iba a buscar esa canción.-

Dejó que dos semanas pasasen antes de volver a acercarse al salón de música. Aparentemente ella iba una o dos veces por semana. Lo sabía porque la oía siempre a la misma hora, martes y jueves. Se había vuelto parte de su rutina a pesar de que nunca había vuelto a ver por la ventana de la puerta. No había ningún sentido en ello. Ya sabía quien era la que cantaba así que no precisaba verla. Le había sorprendido, si claro, y ahora entendía mejor porque quería la guitarra pero eso no significaba que iba a asistir siempre a sus clases. Con escucharla era suficiente.-

Varias personas solían pasar y quedarse buscando el sonido y algunos se habían vuelto habitué en la entrada del salón. Además de jugadora estrella, se había ganado un par de fans por su música. Había formado la hipótesis en su cabeza de que había personas que tienen múltiples talentos y son buenas, realmente buenas, sin mucho esfuerzo. No era posible que ella no supiese que tenía un canto de sirena. Hipnotizante. Blaise le recordó que ella era bastante popular en Hogwarts. Una especie de Miss Simpatía que se ganaba a los profesores con sonrisas amplias, ingenio casi malvado y con un atractivo para el género masculino que él no había percibido.-

Ella seguía cantando la misma canción, mejorando mientras la practicaba. Sin embargo Draco sentía que había algo más allá, que no solo la cantaba por la melodía. La letra era fuerte, tenía sentimiento. Algo le representaba. Eso le daba curiosidad a pesar de que no pensaba saber jamás a quien o a que le cantaba la pelirroja.-

Todo seguía normal hasta el día que no hubo música. Era otro jueves cerca de las seis de la tarde y él estaba bastante estresado. Lo del contrato había quedado en pausa. La supuesta urgencia por cerrarlo había quedado en el tintero al haber salido otros temas más interesantes. Por lo menos para el rubio. Iba a haber un acuerdo de cooperación mágica internacional con Francia y como él era el único que hablaba francés fluido le habían delegado la tarea de analizar los documentos. Había sido un aire nuevo en su día a día.-

Pero el hecho de no escuchar nada le llamó la atención. Había adoptado en su rutina el concierto de una canción que la pelirroja solía dar para todos los que participaban del día a día de ese edificio. Se acercó apresurado a la puerta, la cual estaba entreabierta, y allí estaba ella. Weasley estaba sola, haciendo como que leía unas partituras y anotaba algo en su cuaderno.-

Vio la guitarra abandonada a un lado y se preguntó si había conseguido que funcionara.-

De nuevo ella lo agarró mirándola. Mierda. Se había demorado mucho inspeccionando el lugar, y a la guitarra, y a la chica en sí. Ella le sonrió sin ganas y se apoyó sobre la mesa.-

-Sigue sin dejarme tocarla. Por si te preguntas.- Le dijo mientras miraba a la guitarra.-

Se removió en su lugar, nuevamente incómodo de haber sido descubierto. Pero ya daba lo mismo así que entró. Nunca había entrado en la sala a pesar de tener varios años rentando en ese edificio. Era amplia, con un piano y varias guitarras apoyadas en sus atriles. También había otros instrumentos musicales en un mueble del otro lado del salón. En el otro lado habían un par de caballetes para pintar y una especie de mini escenario para las clases de teatro Volvió a fijarse en la guitarra.-

-La vi con mi familia pero a nadie le funcionó. Creo que tiene algo contra los Weasley.-

Rodó los ojos. Eso no podía ser. Esa guitarra era más vieja que el odio a su familia. Dejó sus cosas en una silla cercana y tomó asiento. Tenía un imán con ese instrumento. Volvió a rasgar las cuerdas y sin querer estaba tocando la canción que ella llevaba semanas cantando. Solo un poco, nada extraordinario, había buscado los acordes en lo que los muggles llamaban una disquería, a pesar de que el chico de la tienda le había dicho que podía bajarlos de internet. Merlín sabía que cruzaba un límite en su vida si se sometía a esa tecnología de los no magos así que había optado por comprar las partituras en papel.-

Sabía que se había obsesionado con el tema cuando había intentado practicar los acordes en su mente, en una guitarra imaginaria sentado en el living de su casa, maldiciendo no tener un piano para practicarla. Enojado también por haber sucumbido a esa melodía.-

-Te la sabes.- Le dijo cuando hubo terminado su pésimo intento. Menos mal que esa cosa era mágica sino claramente hubiera escuchado como le erraba a las notas. Lo pensó. Lo más probable es que Weasley no supiera de eso todavía.-

Pero no le dejó seguir pensando, ella se había puesto a cantar.-

Help, I'm still at the restaurant

Still sitting in a corner I haunt

Cross-legged in the dim light

They say, "What a sad sight"

Dejó de tocar, incrédulo de que ella se sintiera tan cómoda para estar así con él. Incómodo de que no le incomodase como a él. Weasley se largó a reír. Ella le sonreía tan… tan sinceramente que lo ponía nervioso. No podía verla a los ojos.-

-Eso estuvo genial.-

-Weasley, por favor.- Ella rodó los ojos.- Digamos que estuvo aceptable.-

-No creo que nuestros fans digan lo mismo.- Vio como habían un par de adolescentes cuchicheando del otro lado de la puerta, justo como él había estado minutos antes. Los chicos se fueron cuando se hallaron descubiertos y él volvió a sentarse. Se sentía cansado.- No puedo creer que te sepas Right where you left me.- Se apoyaba sobre el bastón como si fuera un juego, como si su estabilidad corporal no dependiera literalmente de ello. Algo en ella gritaba jubileo, infancia, risas. Te atraía. Estaba empezando a entender por qué decían lo que decían de ella en Hogwarts. Eso lo ponía aún más incómodo.-

-Imposible no saberla cuando la has cantado por semanas.- Volvió a tomar la guitarra para evitar esos ojos marrones que lo miraban sorprendidos.- Tengo una oficina en el cuarto piso. Es inevitable pasar y no escuchar la música.- Esperaba sonar tan casual como intentaba.-

-Una cosa es saberla y otra, saber tocarla.- Ella sonreía con picardía como una niña.- ¿Quién iba a pensar que sabías tocar la guitarra, eh Malfoy? ¿Puedes hacerlo de nuevo? - Negó con la cabeza. Todavía no podía mirarla a los ojos pero se había puesto a detallar el grabado sobre la madera como quien no quiere la cosa. Ella se removió en su asiento, fastidiada por algo.- Entonces enséñame a tocar.- Eso lo hizo parar en seco y la miró.-

Ella quería aprender. Le había dicho implícitamente que se sentía perdida en la vida ahora que no jugaba al Quidditch pero Draco no se sentía el mejor profesor. No entendía qué hacía allí con Weasley para empezar. Había querido deshacerse de esa guitarra y no volver a tocarla. La única respuesta coherente es que había tenido un brote psicótico con delirio místico y lo había llevado a revelar que había aprendido su canción en esas semanas que la llevaba escuchando en secreto.-

-No voy a enseñarte. Tampoco la quiero, por algo la vendí, ¿recuerdas? Te la regalo.- Y le puso el instrumento en las manos de prepo.-

Ella la agarró enojada y gritó.- ¡No me sirve! ¿No ves que no me deja tocarla? - Pero cuando hizo pasar los dedos furiosamente por las cuerdas y estas emitieron sonido, sus ojos se abrieron de asombro. Ahí, en ese momento, ambos se dieron cuenta. O por lo menos Draco entendió porque antes no había funcionado.-

Tenía que ser un regalo. Él tenía que darla. La guitarra obedecía a su dueño. Por eso sus amigos habían podido tocarla. Él se las había prestado. A Weasley se la había vendido y la maldita guitarra, tan terca y orgullosa como la familia a la que había pertenecido, se había rehusado a ser un objeto de una simple transacción comercial. Era increíble, simplemente increíble pero no imposible. No era la primera vez que veía objetos mágicos inanimados poseer una fuerza de voluntad más allá de la lógica. La magia no la tenía ciertamente.-

Esa guitarra tenía la esencia de su extinta familia materna.-

Weasley estaba maravillada porque ahora la guitarra le hacía caso y estaba como boba tocando acordes sin sentido ni coordinación alguna, mucho menos melodía. Pero estaba feliz y esa sonrisa sincera se colaba en su ser sin permiso y lo hacía querer sonreír también.-

-¿Por qué no la quieres? Claramente la música se te da bien y los instrumentos fluyen más naturalmente que conmigo.- Ella se la había calzado sobre el regazo y seguía feliz tocandola.-

Draco recordó que estaba haciendo una locura y se cerró.- Es un asunto privado Weasley.- Enfatizó su apellido. Era un Malfoy y una Weasley teniendo un momento surreal tocando una guitarra en un salón de música de un edificio comunitario en el centro de Londres. Ese encuentro sólo podía estar pasando en un universo alterno. No encontraba otra explicación coherente. Le había vendido el instrumento, la estaba ayudando a hacerlo funcionar y había sido completamente civilizado en todas esas tareas a pesar de la historia que tenían detrás. Era más que suficiente.-

Pero ella no parecía satisfecha con esa respuesta.-

-Desde que te ví en esa tienda de chucherías viejas no me has tratado mal, ni insultado, ni molestado ni una sola vez. ¿Por qué? - Había cambiado el tema 180 grados y lo había tomado por sorpresa aunque no lo demostrara por fuera. Se puso a pensar. La realidad es que no la había reconocido. Primero que nada. Segundo era que… no tenía ganas. No había tenido ganas de pelearse ni con ella ni con ningún Weasley en los últimos tiempos. Tampoco es que los hubiese cruzado muy seguido. Solo mantenía un contacto esporádico y cortante con el imbécil de Percy Weasley pero eso era porque era uno de los directores en su área, en su trabajo. Lo trataba como lo trataba porque era un jefe insufrible, no porque tuviera algo que ver con su apellido. No por las cosas que siempre había sabido pelear antes.-

Por una vez en su vida no sabía qué decir. Ella fingía no verlo pero sabía que estaba pendiente de sus acciones. Le tocaba a él removerse incómodo en la silla. Habían pasado más de diez años desde la última vez que se habían visto siquiera. La guerra estaba allá atrás y muchas cosas del pasado se hallaban muy lejanas. No obstante, bastaría una palabra o un gesto para que parecieran también muy cercanas. Él siempre había odiado a los Weasley y todo lo que representaban. Ja. Y ahora era él quien se tomaba el metro de los muggles para llegar al trabajo. Él, que había aprendido a convivir con sangres sucias (término que solo vivía en su cabeza ya que si lo decía en voz alta lo más probable es que le dieran otros seis meses de prohibición de aparición), hijos de muggles, los no magos en sí y hasta sabía lo que era el internet. Por Merlin, sabía lo que era el internet. Frunció el ceño pensando en eso.-

Hacía años que su vida había cambiado en tantos aspectos. No encontraba por qué tratarla mal. No entendía por qué no le salía insultarla ni ser grosero con ella. Más allá de que socialmente no le convenía. Entonces algo en su interior hizo un click. Realmente no encontraba nada por el que tratarla mal o peor de lo que trataba a cualquier persona.-

-Bueno, se ve que te va a llevar un rato.- La pelirroja se había levantado y había juntado sus cosas de la mesa. El sol se escondía por la ventana y pronto se haría de noche. Increíblemente el crepúsculo le quedaba muy bien a su pelo colorado.- Cuando te decidas qué mentira quieres decirme, me avisas. Aquí estoy todos los martes y jueves para mis clases de canto aunque me parece que eso ya lo sabes.-

Agradeció que estaba oscureciendo y que no pudiese ver como su rostro se ponía levemente rosado.-