Sábado, 20 de setiembre de 2023
Disclaimer: esta fanficción está hecha sin fines de lucro, Ranma ½ es una obra de la gran mangaka japonesa Rumiko Takahashi *-*, quien me enamoró con esta historia y sus personajes, que ahora me sirven de inspiración para crear más situaciones loquillas RxA n.n, las cuales no solo me ayudan a mejorar mi forma de escribir… o eso espero °/-/°, sino que tal vez pueda entretener a alguien que me visite por aquí ^u^.
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Tiempo extra… para amar
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One-shot | AddOn
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✺ ¡Festejando el Rankane Day 2023! ✺
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Tras la llegada a Nerima de Jusenkyo, el fin de semana fue tan… acelerado, sorpresivo, forzado… Caótico.
Ciertamente, todo aquello que se espera vivir en la celebración de una boda, había sido sustituído por todo aquello que se espera vivir en el mismísimo báratro repleto de diablillos malcriados que gozan con desbaratar cualquier alegría.
Sin duda: un fin de semana ca-ó-ti-co.
Y lo que faltaba por arreglar el Dojo Tendo…
¡Ufff!
Pero esa mañana tenían que hacer de cuenta que nada anárquico había ocurrido. Que Ranma, guapo y elegante, nunca quedó sin aliento, embelesado… encantado…, al ver a Akane sonrojada y muy bonita con su vestido de novia blanco; que sus amigos nunca se comportaron más como sus enemigos; que su boda nunca pareció un terrible campo de batalla; que el Nannichuan nunca fue embocado y desaparecido por el maestro Happosai; que Soun Tendo, desanimado a la vez que esperanzado, nunca afirmó que la boda se realizaría hasta poder organizarla bien…
Claro, todo aquello nunca había pasado.
O más bien, debían dejarlo en el pasado.
Y vivir.
Por eso, esa mañana, en la residencia de los Tendo, la rutina había regresado a la normalidad. Soun y Genma jugaban —en realidad más discutían— al shōgi; Kasumi ofrecía té con amabilidad; Nabiki, desenfadada, era la primera en salir de casa a toda prisa con rumbo al Instituto Furinkan y…
Ranma y Akane…
Ellos…
Ellos, con mil pensamientos en la cabeza y otros mil sentimientos en el corazón, trataban de integrarse a esa extraña… normalidad.
Como si fuera tan fácil. Como si no hubiesen rozado los dedos de la muerte. Como si Ranko se hubiera despedido para siempre.
Y como la normalidad mandaba, los prometidos tuvieron que salir tras la astuta castaña con el mismo destino mientras Happosai, desde algún lugar, se despedía con un grito decrépito de tono infantil:
—¡Adiós, Akaneee…!
Entonces, Akane apresuró a Ranma y él protestó enseguida. Como cada mañana. Como cada mañana…
Así es, ellos se vieron obligados a actuar como cualquier día normal de escuela, donde Ranma seguía fiel a su estilo rebelde de usar, en lugar de un aburrido uniforme, su camisa roja y pantalones y zapatos cómodos para pelear. Quizá lo único que lo identificaba como estudiante era su mochila a la espalda. Y ella, correcta e impecable, linda en la armonía del blanco y el aguamarina, llevaba su tarea minuciosamente hecha más todo lo necesario en su clásico maletín escolar . Como cada mañana…
El sol, en el cielo; la ruta, en la tierra; sus cabezas, sobre sus hombros… Todo continuaba en su lugar. Como cada mañana…
Y, como cada mañana, en la esquina de siempre, Nabiki desapareció sin decir ni una palabra. Acostumbraba a tomar aquel atajo para ahorrar —cómo adoraba esta palabra— varias calles y esfuerzo físico.
«Bien», pensaron entonces Ranma y Akane, quienes, obedeciendo a una mañana normal, se miraron de soslayo en sincronía y sonrieron cómplices, corriendo en dirección contraria a aquel camino corto que llevaba al Furinkan.
¿Para qué?
Pues…
Para evitar a aquella distraída señora que solía echar agua, inconveniente fría, para limpiar su calle a esa hora de la mañana; para alargar su carrera y ejercitarse aún más, como los buenos artistas marciales que eran; para sentir la adrenalina de saberse contra el tiempo y ganarle al no llegar tarde a clases; para, para, para… ¡Razones sobraban! ¿O no?
¡¿Qué más daba reconocerlo aunque sea a sí mismos?!
Era sencillamente para pasar más tiempo juntos y… solos. Disfrutándose.
A su manera.
—¡Eres demasiado lenta para mí, Akane! —gritó Ranma burlón, aunque era él quien iba varios pasos detrás. Irritarla le resultaba tan placentero que no perdía ninguna oportunidad para despertar su espíritu de guerrera. «Se ve muy bien así».
—¡¿Es en serio?! ¡¿Entonces por qué te estoy dejando atrás?! —contestó Akane al instante, acelerando más, sintiéndose ligera y ganadora.
—¿Eh? —dudó. Por ninguna razón pensaba decirle el motivo de su intencionado retraso. «Es que desde aquí… la vista no es nada mala. ¡Quiero decir! Desde aquí… te observo. Te cuido»—. Po-porque…
—¡Dilo! ¡¿Por qué vas detrás, torturanma?!
—¿Tortu… qué? ¡Eres una desagradecida! ¡Y encima que te doy ventaja! ¡Porque eres mujer y yo soy todo un caballero! —se excusó sin ninguna idea mejor.
—¡¿Me estás dando ventaja porque piensas que así eres un caballero?! —expresó indignada. «¡Qué equivocado está!»—. ¡No la quiero! ¡Vamos, respétame como atleta! —exigió. Si salía victoriosa, quería merecerlo.
—¡Pero después no te quejes, eh! —Aumentó su velocidad y la rebasó sin problemas—. ¡Te lo dije! ¡Lenta! —Giró la cabeza para sacarle la lengua—. ¡Ahora no te quedes ahí! ¡Dame todo de ti, tortuakane! —devolvió la mofa.
Ella frunció el ceño. «¿Qué se ha creído?». Pero se sintió mejor. «Prefiero que demuestres todo tu nivel conmigo, así me cueste el doble ganarte. Además, también puedo sentirte genuino y me motivas». Sonrió y se esforzó más hasta alcanzarlo.
—¡Ya verás, Ranma Saotome!
—¡Pues te quiero ver, Akane Tendo!
Y mientras seguían discutiendo como los niños que intentaban no ser, el viento golpeó sus rostros y el sonido de sus zancadas delató su avance veloz, sin descanso y a la par.
De pronto, al pasar por el puente más ancho que cruzaba el río Shirako, Akane tuvo una sensación… insólita.
Miró hacia atrás, cautelosa. No sabía explicarlo, pero había algo más en ese panorama urbano de casas y calles ordenadas de Nerima. Se detuvo y, bajo el cielo azul semidespejado, volteó sintiendo la brisa del viento jugar con su corto cabello y la falda de su uniforme. Caminó unos metros y examinó todo lo que sus ojos le permitieron ver. Se quedó absorta observando aquel vacío que prometía algo… cálido e indescriptible.
Ranma, quien de inmediato sintió su ausencia a lado suyo, frenó y regresó para asegurarse de que su prometida estaba bien. «Parece que sí, salvo…». Caminó hacia ella. «¿Qué le ocurre?». Miraba a la nada sin pestañear. Sin embargo, a pesar del extraño comportamiento y su propio sobreproteccionismo con Akane, no le preocupó. Solo tuvo curiosidad, mucha, y preguntó:
—¿Qué estás haciendo, Akane?
Ella escuchó claramente a su prometido y quiso responder que los seguían, y que quienes lo estaban haciendo no eran… enemigos, sino… todo lo contrario. No se le ocurría una palabra para nombrar a esas… presencias. Solo sabía que estaban ahí. Y tenía la sensación de que las vería crecer de niños a adultos y que mientras estuvieran allí, detrás de esa misteriosa barrera transparente que los separaba, estarían pendientes de sus pasos, recordándolos, queriéndolos, logrando que Ranma y Akane quedasen inmortalizados en… «Arte ¡Precioso arte!», divisó maravillada. Historias, dibujos, videos, canciones y más muestras de cariño, inspiradas en ellos dos, serían creados y compartidos al pasar de los años permitiéndoles ser… eternos. Aquello la llenó de incredulidad, pero se sentía tan real… «Muchísimas gracias», le nació del alma. Sus bonitos ojos brillaron y se concentró en no perder tal inverosímil conexión con esas extrañas presencias. Entonces, su corazón se regocijó al sentir también amistad y consuelo. ¿Era posible que ella y el chico de la trenza fueran motivo para hacer amigos? ¿De conectar miles de personas? ¿De enamorar? ¿De unir parejas? ¿De alegrar un corazón triste?
El silbido del viento respondió un Sí rotundo y multitudinario. Y en ese segundo aquella alucinada afirmación sacó a Akane de su enigmático ensueño, y aunque necesitaba expresar lo que había experimentado, no se atrevió. Quizá por temor a las burlas de Ranma. O quizá porque si lo decía su prometido se preocuparía pensando en que eran secuelas de lo sucedido en Jusenkyo. «No me dejaría en paz». Así que solo contestó con tranquilidad:
—¿Mh? Nada.
Ranma notó que su prometida le ocultaba algo, lo vio en su transparente mirada avellana. No obstante, no insistió en obtener la verdad. «Por ahora». Y por un instante observó también ese vacío que había abstraído a Akane, que la había alejado de él. No lo comprendía, pero parecía que… «¡¿Nos están siguiendo?!», pensó nervioso. Sin embargo, contrario a su carácter desconfiado y luchador, decidió no darle importancia a esa impresión… extraña e indefensa.
—¿Una carrera? —propuso entonces.
—¡Sí! —aceptó ella de buen humor.
Ranma no supo el porqué, pero tuvo la necesidad, al igual que Akane, de despedirse. Despedirse de aquellas singulares presencias. Y no se les ocurrió más que un sentido y unísono:
—¡Hasta pronto!
Y se fueron al colegio.
Gratitud y nostalgia los invadieron de repente y se negaron a abandonarlos, incluso cuando terminaron de cruzar aquella calle donde el hábil artista marcial solía hacer equilibrio encima de la barandilla verde. Y no fue hasta que vislumbraron, en lo alto del Instituto Furinkan, el reloj a punto de marcar las ocho y media de la mañana, que Ranma se percató de que seguían siendo perseguidos.
La joven peliazul sintió el roce de la mano de su prometido en la suya, y antes de que se asegurara si en verdad la tocaba, Ranma ya la había tomado en brazos.
—¡Ranma! ¡Pero qué haces!
—¡Nos están acechando!
—¿Q-qué…? —dijo sorprendida. ¿No había sido solo su imaginación?—. Tú… ¿Tú también las… sientes?
—¡Sí! Y no sé a qué nos enfrentamos esta vez, pero jamás te harán daño. ¡No lo permitiré! —declaró sin pensar e íntegramente decidido.
—Ranma… —Akane se sonrojó al sentirse tan protegida, pero sabía que no había qué temer.
El joven Saotome, presuroso y práctico, la llevó por la parte trasera del instituto y de dos saltos traspasó el muro alto. Aterrizó con suavidad en el césped mal cortado de esa área y no soltó a su prometida hasta llevarla a un lugar seguro, lejos de aquella sensación de ser observados por miles de ojos ilusionados y atentos a cada uno de sus movimientos, esperando algo de ellos.
«Aquí estaremos bien», pensó al momento de ingresar al antiguo salón de proyecciones. Despacio, soltó a Akane y enseguida bloqueó la puerta con un enorme y pesado estante de madera. No le significó ningún esfuerzo.
—¿R-Ranma?
—Listo —anunció él con sus brazos en jarras, ufano, pasando por alto el ligero temblor en la voz de su asustadiza y recelosa prometida.
—¿Po-por qué estamos aquí?
Ranma echó un vistazo a su alrededor. Esconderse ahí sin duda era una buena, buenísima, idea. En ese ambiente sin ventanas y con un solo acceso —la puerta que acababa de sellar— nadie los importunaría. «Soy un genio. Ya no siento a esas… presencias». Volteó a ver a su prometida. Solo distinguía un poco de su silueta, pero lograba percibir su aura… temerosa. Debía admitir que estaban en uno de esos lugares que Akane prefería evitar: en exceso oscuro, tétrico.
—¡Rayos! —musitó. Tampoco es que quisiera espantarla—. No tengas miedo, ¿sí? Aquí estaremos a salvo —afirmó buscando los interruptores de luz y de paso el del aire acondicionado.
—¿Miedo yo? Claro que no —contestó ella, orgullosa, y cambió de tema—: Así que tú… también las has sentido —intuyó y palpó unas cajas de cartón. «¡Estupendo!», se dijo al encontrar una linterna. «Ojalá que funcione. ¡Genial!». La encendió con optimismo y agradeció poder iluminar por lo menos una pequeña parte del salón.
—Sí. Fue extraño. Es extraño, es como si fueran paparazis invisibles o algo así—admitió un poco confundido y maldijo al comprobar que ningún fluorescente funcionaba.
—Sinceramente, no siento que sean una amenaza.
—Lo sé… Pero… ellas tampoco nos dan… Ya sabes.
—Eeeh… Exactamente, ¿qué?
—Pues… eso. Eso que tampoco tenemos en casa, ni en el instituto ni en ningún otro sitio —reprochó y encendió el aire acondicionado. Se alivió al sentir la brisa artificial.
—¿Eso? No te estoy entendiendo, Ranma.
—Vamos, ¿en serio no sabes? —Se acercó a Akane.
—¿Saber qué?
—Ay, Akane, me refiero a un… un… —susurró—: Tiempo extra.
—¿Tiempo extra? ¿Y para qué lo necesitamos?
El joven Saotome la miró entrecerrando los ojos.
—No lo puedo creer. ¿De verdad no sabes para qué necesitamos tiempo extra?
La menor de las Tendo iluminó y observó sus ojos azules. Y creyó comprender: «¡¿Privacidad?!». Un ligero rubor se le formó en las mejillas y agradeció tener escasa luz; podría encubrirlo. Aun así, agachó la cabeza, sin ser capaz de hacer otra cosa.
Y aunque Akane no respondió a su última pregunta, Ranma supo que su prometida había dado en el blanco. «Obvio, boba. Necesitamos tiempo extra para tener privacidad. ¿Qué más?».
Resuelta esta pregunta, no quedaba más que pasar a la siguiente: ¿por qué necesitaban privacidad?
«Porque de otra forma nunca podré aclararle nada». Ranma Saotome, el tímido muchacho que se escudaba siendo un bocazas e insensible, estaba agotado. Nunca imaginó que sus palabras mudas, esas traidoras que se quedaban sin decirse, se le acumularían de tal manera que ya pesaban toneladas de insatisfacción y necesidad. «No puedo callar más. No voy a regresar a esa insoportable normalidad». Nervioso por lo que iba a revelar, apretó en puños las correas de su mochila, tomó aire y fijó la vista en las manos de Akane; una sostenía su maletín y la otra la vieja linterna. Avanzó dos pasos más hacia ella y aclaró su voz.
—Ejem. En Jusenkyo, sin importar las palabras que usé o si lo grité o simplemente lo pensé… Ya sabes… lo que siento por ti, ¿verdad?
Akane levantó la mirada lentamente. Su corazón empezó a latir más rápido. Alumbró los rostros de ambos y enfrentó sus ojos.
—Sí, lo sé —afirmó sin ninguna duda.
—Yo… tuve tanto miedo de perderte sin que lo supieras. Pero después… Bueno, después…
—Lo negaste —interrumpió dolida.
—¡No quise hacerlo! Pe-pero… ¡Pero si lo hice fue porque no quería presionarte! —Empezó a desesperarse. «¡Tiene que creerme!». Y cuando sus neuronas se veían acorraladas, no tenía tiempo para pensar, inevitablemente sus palabras brotaban sin control ni prudencia. No obstante…, ese bocazas sin moderación ni delicadeza, si no tenía motivos para molestarla, siempre le era y sería sincero—. ¡Todo lo ocurrido en Jusenkyo fue un reverendo desastre! Las cosas no salieron como lo planeé y… ¡No quiero que trates de corresponderme por lástima, ¿entendido?! Te conozco, Akane, lo mismo hiciste con el idiota de Shinnosuke. Siempre te sacrificas por los demás sin importar tu bienestar, ¡ni siquiera tus sentimientos!
—Pero, Ran…
—¡No! A mí no vas a engañarme… ¿Crees que sería completamente feliz teniéndote a mi lado sabiendo que no me am… quieres, sino que te doy pena por estar maldito?
—Es que…
—¡No lo soportaría! —De pronto Ranma se negaba a escucharla, sumergido en un momento de catarsis voluntaria—. ¿Te imaginas lo injusto que sería cada vez que te besara? Solo lo disfrutaría yo y tú… ¿soportarías el asco?
—¿Cómo puedes decir eso?
—¡O peor aún! Te pasarías la vida poniéndote cinta en los labios ¡Como esa vez! —La observó acusador.
—¿E-esa vez? —¿Aún lo recordaba?
—¡Ah! Y ya ni hablemos de cada noche y cada mañana juntos en la misma cama y tú obligada a pasarla conmigo y mi mala suerte. ¡No soy tan egoísta, Akane!
—Déjame habl…
—¡Y cuándo quedes embarazada! —Su semblante se tornó tan azúl como sus ojos—. ¡No pienso usar a nuestros hijos como excusa para permanecer juntos!
—¡Basta, Ranma! —gritó espantada. ¿Cuántos malentendidos más tendrían que enfrentar? Ella no podía asegurarlo, pero deseaba con todo su corazón que lo único claro entre ellos fuera… «Nuestro… amor». Soltó su maletín y lo sujetó de la camisa para que la mirara—. Eres el bobo más cabeza dura que conozco. Y aun así… —susurró—: te quiero, te amo, Ranma.
Él parpadeó incrédulo y se concentró en su mirada vehemente y tierna. Solo Akane podía mezclar aquello en sus hermosos ojos.
—¿Q-qué? —Tenía que volverlo a escuchar.
Pero ella no le dio el gusto.
—Que estás equivocado —respondió con una leve y dulce sonrisa, callando aquello que los dos sentían sin pronunciar palabras—. Pensé que me conocías mejor. ¿De verdad piensas que engañaría a alguien toda mi vida haciéndole creer que lo amo sin hacerlo? Nunca diría un te amo sin sentirlo.
—Bueno…
—¿Tú… lo hiciste?
—¡Claro que no!
—Yo tampoco.
—¡De verdad te amo!
La última frase no pasó inadvertida por Akane. «Creo que voy a desmayarme». Prefirió continuar la conversación por otro lado.
—Y no creo tener la malicia necesaria para fingir amor.
—Entonces…, aceptaste casarte conmigo porque…
—Creí que era mutuo.
—Te refieres a…
—Sí. —Suspiró—. Además, mi padre me prometió que te daría el Nannichuan al finalizar la boda. Así que pensé que alimentaríamos a dos pájaros con una pieza de pan y tendríamos… un final feliz.
—¿Estás segura de que no lo hiciste únicamente por el chantaje de tu padre? —insistió.
—Únicamente, no. Ya te lo he explicado, también quería que obtuvieras la cura, pero tampoco me disgustaba la idea de… Ya sabes.
—Vaya, sí que te morías por casarte conmigo, ¿no? —dijo Ranma con una sonrisa confiada y triunfante.
—Yo… Tal vez —respondió rendida y avergonzada, con el impulso de borrar su expresión con un cariñoso manotazo. Pero quedó en el impulso. «Calma, Akane».
Por otro lado, el astuto artista marcial pensó: «Un hombre tan varonil como yo debe preparar el terreno para lograr lo que quiere». Calculó sus palabras:
—Eso significa que si yo te amo y tú a mí, y que tarde o temprano seremos marido y mujer por el resto de nuestras vidas, tú… es decir, yo podría… —Ranma centró sus ojos en los labios de la menor de las Tendo, hipnotizado. Los veía deliciosos, únicos.
A Akane, ante su mirada nublada y sin vacilaciones, no le costó captar lo que él quería.
—Creo que… podrías.
Ranma pasó saliva. Parecía furioso, muy concentrado, como si estuviera a punto de completar un reto muy complejo. Uno con el que había soñado interminables lunas. Sujetó sus brazos. La sintió frágil. Y al mismo tiempo fuerte, valiente, preciosa.
Su prometida tomó aire y cerró los ojos. Inclinó la cabeza hacia atrás y le ofreció lo más magnífico que podía ofrecerle: sus besos, su aliento, ella misma.
El joven Saotome humedeció sus labios, con el corazón a punto de explotar. Comenzó a acercarse rogando que nadie los interrumpiera. Sin embargo… «Falta algo».
—Espera —dijo él entonces.
Akane abrió uno de sus lindos ojos, como si no quisiera ver, asustada.
—¿Ocurre algo?
—No, pero… —No se embrollaría más, tenía que decirlo—: Debes saber que lo que siento por ti es más fuerte que un te amo, Akane.
Ella terminó teniendo ambos ojos muy abiertos. Todos sus sentimientos se transformaron en ráfagas desenfrenadas que recorrieron su cuerpo entero hasta llegar a su corazón. «Ranma…». En el acto sonrió.
Sonrió como a Ranma le fascinaba. «Como alcanzar el paraíso».
—También siento por ti eso que es más fuerte que un te amo, Ranma. —Akane sujetó su trenza y lo atrajo hacia sí.
Y por fin se besaron.
Y el mundo explotó esparciendo confeti de colores por todo el universo.
¿Cómo describir lo que sentían?
No había palabras. Nunca las hubo.
Porque pronunciar las palabras costará.
Mejor toma de mi mano.
El tiempo se diluyó en el beso. Los ojos se negaron a abrirse. El caudal de sus sangres corrió violento y abrazador por sus venas. Los corazones aceleraron el bumbum de sus latidos. Y sus movimientos se dejaron llevar como las hojas en el viento otoñal.
Akane soltó su trenza y la linterna. Acunó su mandíbula entre las manos y acarició con dulzura el rostro de aquel chico que la hacía sentir abrigada, salvaguardada. No lo dejaría ir. «Te amo tanto tanto». Y entre sus pestañas brillaron unas lágrimas que reposaron ahí, felices como su alma.
Ranma deslizó las manos por sus brazos, llegó a sus muñecas y se aferró a ellas. «Cuánto te he necesitado». Sus emociones se entreveraron en torbellinos cálidos y frenéticos hasta empañar su cabeza. Su prometida siempre era una mixtura de confusión y claridad. Y seducido por su sabor y su aroma, abrazó vehemente su gentil cintura.
Y se estremecieron.
La oscuridad que los envolvía fue testigo de aquellas fuertes e inquietas manos que se afianzaron a cada lado de las mejores caderas femeninas. El joven Saotome instintivamente estrujó la falda de Akane. Ella ahogó un gritito y el género aguamarina empezó a subir como el telón que garantiza una gran función, como la temperatura que los asfixiaba. Pero bastó que las yemas de los dedos de Ranma tocaran la suave piel de la chica que le hacía perder el control para que ambos dieran un respingo y se detuvieran.
«Demonios».
«Santo cielo».
Respiraban agitadamente, con sus bocas rozándose.
Querían gritar, querían llorar, querían seguir, querían que la tierra los tragara, querían hacer lo que fuese para tratar de dar una explicación a la novedad tórrida y sofocante que se despertó en ellos.
Despacio, separaron sus rostros y, en sentido literal, tragaron saliva. La falda retomó su lugar y prefirieron abrazarse antes de verse a los ojos.
Suspiraron varias veces.
Y el ritmo de todo, poco a poco, comenzó a regresar a la normalidad en ese antiguo salón de proyecciones iluminado únicamente por la pobre linterna olvidada en el suelo.
—Lo siento —susurró él entre sus cabellos fragantes, lisos y cortos.
—No, no te disculpes —respondió Akane también en susurros—. Es solo que…
—Lo sé.
Para cada suceso importante y especial había un lugar y tiempo oportuno.
—Me gustó —confesó ella todavía con voz bajita.
—A mí también. —Ranma se negaba a dejar de estrecharla—. Estuvo infinitamente mejor que la primera y segunda vez —admitió.
—¿Primera y segunda vez? —Akane intentó buscar su mirada en la oscuridad. Solo logró distinguir el contorno de su rostro.
Su prometido, sin soltarla, no le rehuyó y explicó:
—No te hagas la que no sabe a qué me refiero. La primera la estropeaste con la dichosa cinta adhesiva.
—¿Sigues con eso, Ranma? Fue hace mucho. Además, no iba a obligarte a hacer algo que no querías.
—¿Dices que no quería? Nunca te das cuenta de nada, Akane.
—Acaso tú…
—Solo quiero que tengas en cuenta que me lo debes.
—¿Que yo qué? —La joven peliazul lo pensó por escasos segundos. «Y después dice que no le parezco atractiva». Sonrió antes de tentar sus labios con las manos y… volvió a besarlo. Fue un toque tierno y breve, como imaginaba hubiese sido en aquella obra de Romeo y Julieta que representaron entre locuras e infaltables malentendidos, frente a toda la escuela—. ¿Deuda cancelada? —preguntó tímida y traviesa.
Para Ranma fue insuficiente.
—Creo que podrías besar mejor.
—¡Ey! —refunfuñó intentando alejarse.
Pero él no se lo permitió.
—No desesperes, ya habrá tiempo para que mejores, Akane. —Tal vez nunca se cansaría de divertirse a costa suya—. Ahora falta saldar la segunda deuda.
—¿Y cuál es esa?
—Cuando te besé en mi estado Nekoken. No lo recuerdo y me parece muy injusto.
Akane pensó que lo injusto fue hacerla pasar por un momento vergonzoso delante de sus compañeros y, sobre todo, que al final olvidara su primer beso. Pero no se lo reclamó. Solo lo besó de nuevo. Desafiante. Teniendo en cuenta lo de mejorar. Dejándose llevar.
Y si para Ranma el simple hecho de que su prometida sonriera ya era causa para recibir cargas eléctricas por todo su cuerpo, que los labios de Akane acariciaran los suyos con tanta dedicación le provocó un cortocircuito. «Maldición, que nunca pare».
Así descubrieron lo que llamaban pasión. Porque ese deseo ardiente e intenso de unión era distinto al amor que muy bien ya conocían.
—¿Mejor? —preguntó ella, poniendo fin a su beso apasionado.
—Eeeh… —Ranma boqueó antes de salir de su estupor—. Guau.
¿Era mucho pedir quedarse ahí para siempre?
Quizá sí. El mundo real los esperaba.
Se abrazaron de nuevo y Akane fue la encargada de sacarlos de su burbuja para dos.
—No me malentiendas, ¿sí? A mí me gustaría quedarme aquí contigo, pero va a ser raro que no entremos a clases. Podrían… sospechar.
—Sospechar… —repitió él con una idea en la cabeza—. Bien, entonces vamos, no dejemos que sospechen, mejor que lo comprueben.
Su prometida lo miró sorprendida.
—¿Que lo comprueben? ¿En serio quieres eso?
Ranma no dijo más y le guiñó un ojo. «No podremos ocultarnos toda la vida. Qué importa si todo el mundo se entera ahora o después». Luego arrastró el mueble que bloqueaba la entrada, tomó la mano de Akane y salieron de ese lugar olvidado. Aunque para ellos aquel viejo salón de proyecciones sería inolvidable.
Afuera la luz los cegó por unos momentos. Y tras recuperarse del deslumbramiento producido por el sol, caminaron de la mano sin ninguna prisa. No había razón para apurarse. La primera clase ya había iniciado hace varios minutos. Esperarían a entrar a la siguiente.
Por el área trasera del instituto, que se asemejaba a un pequeño bosque, la mañana parecía tranquila. Si no fuese por el tierno gorjeo de los pajaritos que se escondían entre los árboles, unas mariposas monarca que volaban encima de los arbustos con flores y los gritos lejanos de los estudiantes de último año que tenían entrenamiento de béisbol a esa hora, jurarían que se habían quedado completamente solos en el universo.
Como si fuese posible.
Pero estaban enamorados.
Definitivamente era posible. Para ellos solo existían ellos.
De pronto, su prometida se detuvo.
—¿Qué pasa? —le preguntó él.
—Pobrecito… —se lamentó Akane. Soltó a Ranma y corrió hacia la base de uno de los árboles más frondosos y robustos. Se agachó—. No temas, vamos a ayudarte —susurró tras recoger algo del suelo.
Cuando el joven Saotome se acercó, descubrió al inocente polluelo acunado en sus manos.
—Es muy pequeñito —explicó ella—. Felizmente sigue vivo y no parece estar lastimado. Seguro que no hace mucho que ha caído. —Sin esperar alguna respuesta de Ranma, miró hacia arriba y se apresuró a trepar el árbol.
—¡Oye, Akane! ¡Te harás daño! —La siguió.
—¡Por supuesto que no!
Y en un pestañear, Akane ya estaba depositando a la pequeña cría en su nido, junto a sus hermanos que piaban sin cesar esperando a sus padres. Se sintió enormemente aliviada y satisfecha de sentir que estaban completos.
El artista marcial, sonrojado, se sentó a su lado en la gruesa rama. «¡Qué descuidada! ¡Hay cosas que no debería hacer con falda! Y menos si yo… si yo… no puedo mirar hacia otro lado», se justificó, tratando de olvidar que el rosa pastel, con toda seguridad, se veía muy bien en ella. Sonrió, pícaro.
—¿Ranma, te pasa algo?
—¿A-a mí? ¡No! ¿Qué va a pasarme? —La sonrisa se le borró.
—Es que estás muy rojo.
—Es por… por… ¡El esfuerzo!
—¿Te ha costado subir hasta aquí?
—¡Ja! Desde luego que no.
—¿Entonces?
—¿Entonces qué?
—¿Ranma, te sientes bien?
—¡No! ¡Digo sí! Digo… ¡Mira!
Para su suerte, la madre de los polluelos regresó y voló hacia su nido, robando toda la atención de la joven peliazul. Ranma agradeció que su presencia no intimidara a la avecilla, al contrario, parecía muy confiada y tal vez hasta agradecida. Posiblemente su instinto le indicaba que ellos no representaban ninguna amenaza. Alimentó a sus hijos sin ningún problema.
—Qué bonito… —Akane admiraba, con una sonrisa muy dulce, aquella escena que la naturaleza sabia y noble les regalaba, sin percatarse de que ella, al mismo tiempo, estaba siendo admirada.
El chico de la trenza no podía imaginar algo más hermoso que el rostro de Akane. Era perfecto; su piel, sus cejas, sus pestañas, sus ojos, su nariz, sus labios… Se arrepentía tanto de cada vez que la llamó fea y desgarbada. «Qué estupidez». Tuvo la profunda necesidad de resarcirse.
—No pareces de este mundo, ¿sabes?
—¿Qué? —Su prometida lo miró, confundida.
—Bueno…, he conocido muchos lugares y personas en toda mi vida y… nada se compara con… contigo.
Las mejillas de Akane se tiñeron de carmín, no lo pudo evitar. Y aunque estuvo a un milímetro de callarlo, quizá con alguna broma porque Ranma no le hablaba así, no fue capaz. Sus ojos, intensamente azules, se lo impidieron. Lo siguió escuchando, impactada y también algo desubicada.
—Lo que intento decir… es que tu cara, bueno, también tu cuerpo. ¡Pero no soy un pervertido, eh! —Resopló. Se estaba sintiendo torpe, muy torpe, pero continuó—: Es solo que me gusta… todo. O sea, me… gustas. No sé, supongo que… si tuviera que definir belleza en una palabra… pues… diría Akane.
Ella se quedó petrificada.
—¡¿Y esa cara?! No me digas que tú no piensas en mí de esa forma. ¡Por favor! Pero si soy todo un adonis. Debo gustarte, ¿no? Porque… te gusto, ¿verdad?
El silencio de Akane lo llenó de dudas.
—¿No te gusto como hombre? ¡Soy un hombre muy guapo! ¡Y mi forma femenina también es hermosa! ¿O no te gusta? ¿Es eso? No puede ser, pero si…
La menor de las Tendo dejó de prestarle atención. No recordaba haberse formulado esa pregunta antes, por lo menos no de manera consciente: ¿qué le gustaba de su prometido? No podía negar que Ranma era atractivo, sobre todo sus ojos, únicos y preciosos. Pero para Akane el gusto que sentía por él no era simplemente físico. Porque, aunque Ranma no era la persona más agradable todo el tiempo, la hacía sentir protegida cada segundo que estaba a su lado. Y esa seguridad combinada con la complicidad que tenían, era lo que le encantaba. Indudablemente, el fondo le importaba más que la forma.
Y antes de que él se desquiciara pensando en que no le gustaba —estaba a punto de quedarse calvo de tanto rascarse la cabeza y jalarse el cabello—, ella hizo que la mirara tomándolo por las mejillas.
—Me gustas mucho, Ranma. Todo tú.
—¿Todo todo? —Sus ojos temblaban.
—Sí, todo todo.
Ranma se sintió aliviado y posó sus manos sobre las de Akane.
—Boba, me asustaste.
—Lo siento —se disculpó y soltó una risita. Luego le dio un veloz piquito.
—Mm, dijiste que mejorarías en lo de los besos, y esto no lo demuestra.
—¿Y qué sí lo demostraría?
—Pues, esto.
El joven Saotome besó una vez más a Akane y la sentó en su regazo, teniendo cuidado de no caerse. Pero si creía que la suerte ya no permitiría que los interrumpieran, qué equivocado estaba.
El padre de la familia de pajaritos llegó de súbito y atacó a Ranma junto a un trinar severo. Cuando los prometidos se separaron, no tardaron en darse cuenta de que la madre tapaba los ojos de sus polluelos, indignada. Estaba claro que habían cosas que no se podían hacer delante de los niños.
El artista marcial y su prometida estallaron en risas y después decidieron que ya era hora de descender. Otro día volverían a visitar a sus nuevos amigos emplumados.
Ranma, en automático, acomodó mejor a Akane en sus brazos para ayudarla a bajar. Ella solo se sujetó bien a su cuello. Todo con la facilidad y familiaridad que tenían muy arraigada.
Una vez en suelo firme, Akane sacudió un poco su falda, la alisó y tomó su maletín.
—Si nos apresuramos podremos llegar a tiempo a la clase de inglés—dijo.
—O también podríamos cruzar el muro, ir por unos helados, luego al cine y después… ¿Quién sabe?
La joven peliazul lo miró entornando los ojos.
—¿Qué es lo que estás proponiendo, Ranma Saotome?
—¿Y qué más va a ser, Akane Tendo? Propongo vivir sin aburrimiento. —Levantó una ceja, desenvuelto y lleno de divertidas y malas intenciones.
Y Akane mentiría si dijera que no dudó por un instante. Pero al final ganó su gran sentido del deber y de hacer lo correcto.
—¿Y qué piensas de vivir sin aburrimiento después de clases?
—Aburrido por mil.
—RRRanma…
Esa manerita de llamarlo y amonestarlo era demasiado… «Sexi». Imposible ir contra ello.
—Está bien, está bien. Tú ganas —concedió y ella sonrió. «Y ahora se ve adorable. ¿Cómo lo hace?».
Retomaron su camino y no fue hasta que estuvieron a unos metros de la puerta principal del edificio que escucharon murmullos desde los pisos superiores. Eran sus compañeros abarrotados en las ventanas mirándolos con ojos desorbitados. ¿Por qué estarían atónitos y no querían perderse ningún detalle?
Entonces Akane notó que iba de la mano de su prometido. Muy pronto se habían acostumbrado a ese gesto que lo habían hecho de manera mutua y natural. Ella intentó soltarlo, pero Ranma, con las mejillas y las orejas del color de la grana, afianzó su unión.
—Nos están viendo —advirtió nerviosa.
—Esa es la idea, ¿no? —reiteró él.
Y Akane… asintió decidida y entrelazó sus dedos, provocando un brinco especial en el corazón de Ranma; se trataba de puro orgullo. La chica más popular del instituto, lo había elegido a él.
—¡Toma esa, Furinkan! —Levantó sus manos unidas. Su espalda no podía estar más recta y su nariz más alta.
Akane también hubiese disfrutado su reacción si otros ojos azules no la estarían taladrando.
Ukyo en lo alto, abriéndose espacio entre los estudiantes, gritó:
—¡Ran-chan! ¡¿Esa es tu decisión final?!
—¡Siempre fue esa! —respondió Ranma enérgico y sin demora—. ¡Por la amistad que tenemos, U-chan, basta ya de negarte a aceptarla! ¡Akane jamás dejó de ser mi única prometida!
Y de manera abrupta una parte del muro que rodeaba el instituto fue derribado.
—¡¿Qué decir?! ¡¿Estar seguro, aìrén?! —reclamó Shampoo, apareciendo entre la polvareda con su okamochi en la mano. Sus ojos rojizos y enfurecidos buscaron y se clavaron en la menor de las Tendo.
—¡Nunca estuve más seguro de algo en toda mi vida! ¡Y ni se te ocurra tocarle un pelo a Akane! —amenazó el joven Saotome a la defensiva—. ¡Si lo haces, no quiero que después te quejes de las consecuencias!
—¡¿Ranma-sama, es tu última palabra?! —sorprendió también Kodachi, rodeada de una lluvia de pétalos negros, parada encima de las rejas ya cerradas de la entrada al Furinkan.
—¡Es la definitiva y estoy siendo muy claro! ¡Akane va a ser mi esposa! —la contundencia en la voz de Ranma más su aura combativa no dio oportunidad a más réplicas. Y agregó—: ¡De una vez por todas grábenselo en la cabeza y déjennos en paz! —Harto, jaló a Akane—. Vamos —le dijo finalmente.
La dueña de Okonomiyaki Ucchan's resopló, resignada. «No… no perderé más tiempo en esto. Es por gusto. Es momento de dejarlo atrás. Yo… creo que Ran-chan será feliz. Y si no… Akane tendrá que rendirme cuentas», se dijo y salió del salón con dirección a la secretaría. Pediría un cambio de aula. «Sé que al final me acostumbraré, pero por ahora… preferiría evitarlos».
La infatigable amazona empuñó con fuerza sus manos y no aguantó reclamar una vez más:
—¡Ranma un estúpido ser! ¡Perder gran oportunidad de ser aìrén de Shampoo! ¡Y por horrible chica Tendo! ¡Oye, fea! ¡Violenta! ¡Gorda! ¡Sin gracia! —chilló con todas sus fuerzas— ¡Idiotaaa…s! —remató, pero los prometidos ni voltearon a verla. Y al saberse ignorada, altiva, dio media vuelta a regañadientes y se fue de ahí. «Ya no hay razón para Shampoo quedarse. Ahora regresar a China con abuela y explicar que aìrén japonés no ser digno de mi amor», pensó resoluta. Porque así de fácil era la solución a su capricho. Bastaba que cualquier amazona rechazara abiertamente al guerrero que la había vencido en combate para anular el compromiso de matrimonio. Nadie obligaba nada a las mujeres de su tribu, menos un hombre.
Y cuando Shampoo llegó a su bicicleta…
—Cua, cua, cua… —Mousse la esperaba con vivaces aleteos.
—¡¿Otra vez pato inútil perseguir a Shampoo?! —se quejó frunciendo el ceño, pero igual lo agarró y lo puso en la canasta de la bicicleta—. ¡No servir así! —le reprochó.
—Cua… —respondió desganado el pobre patito.
Entonces ella soltó aire de sus pulmones y meneó la cabeza con desaprobación. Miró a Mousse con algo más que enojo. No quería aceptarlo, pero… «Parecer que mi descendencia ser destinada a mantener sangre pura». Sacudió la cabeza, subió a su bicicleta y empezó a pedalear.
La Rosa Negra no dejaba de ver el lugar por el que habían desaparecido Ranma y Akane. De manera inevitable, sus ojos se humedecieron y de su bolsillo sacó un pañuelo. Limpió las lágrimas que no llegaron a salir y mordió la tela. Acto seguido, se recompuso y gritó:
—¡Ranma querido! ¡Nuestro amor fue lindo mientras duró! ¡Lástima que debo abandonarte! ¡Sé que lograrás olvidarme! ¡Esto también es difícil para mí, pero no sufras! ¡Yo estaré bien! ¡Adiós! —Arrojó una única rosa al cielo como despedida y se alejó saltando con la destreza de gimnasta que la caracterizaba—. ¡Oh, jo, jo, jo…! —dejó de escucharse por el horizonte.
La mediana de las Tendo vio todo lo sucedido detenidamente. Y después de realizar un balance general de los últimos acontecimientos, solo pudo pensar, satisfecha: «Par de lentos tórtolos, por fin. Presiento que voy a sacar buen provecho de esto». Se apartó de la ventana, se sentó en su carpeta e hizo nuevas cuentas en su libreta.
Y mientras subían a su salón, el chico de la trenza sentía que todavía no podía cantar victoria. «Falta deshacerme de los insoportables pretendientes de Akane. Una cosa es tratar con mujeres, no puedo golpearlas para que entiendan y dejen de fastidiarnos. Pero con ellos no tendré piedad. Será mejor que esté muy alerta. Con suerte, Akane no se pondrá terca y me dejará cuidarla como es debido sin pensar que soy un pesado», y tras ese último pensamiento, miró a su prometida. Estaba inusualmente dócil y callada. Ni siquiera había intentado enfrentar a las chicas.
Akane no podía borrar de su mente los rostros de Ukyo, Shampoo y Kodachi. «No solo estaban enfadadas. Sino también… heridas». Se sintió confundida. ¿Cómo reaccionar cuando sabes que tu felicidad es la tristeza de otros? Ranma la quería ¡La amaba! Y ella no podía deleitarse de las mariposas que ahora vivían dentro de su cuerpo. No podía demostrar con comodidad la inmensa dicha que sentía. No podía gritar a los cuatro vientos que estaba enamorada y que era correspondida. No podía restregar su amor y romper corazones sin compasión. Simplemente no podía. No era una insensible. Y su corazón enamorado deseaba que todas las personas también pudieran experimentar esa emoción; la de amar y ser amadas. «Como nos está pasando a Ranma y a mí, o a Ryoga con Akari. Ojalá que Shampoo y Ukyo se den cuenta de lo que podrían perder si Mousse y Konatsu se rinden antes de tener una oportunidad con ellas. Y Kodachi… podría presentarle a Shinnosuk… No. Tal vez si ella fuera diferente. Mejor pensaré en otras opciones. Para cada uno».
—¿Estás bien, Akane? —preguntó su prometido, sacándola de su ensimismamiento.
—S-sí, sí. Es solo que…
—¡Mi hermosa Akane Tendo! —interrumpió Tatewaki Kuno, solemne a mitad de las escaleras, sosteniendo su bokken con una mano—. ¡He abandonado mi deber estudiantil para presentarme ante ti! ¡Me debes una explicación, mi amor! ¡¿Qué haces de la mano con ese don nadie de Saotome?!
Akane suspiró. «Lo que faltaba… Y pensar que por un instante creí que la peor parte ya había pasado».
Pero antes de que pudiera articular una palabra, Ranma le tapó la boca y respondió por ella:
—¿Qué estupideces estás diciendo ahora, Kuno? Akane no te debe nada. ¡Mete en tu limitado cerebro que es mi prometida! ¡Me escuchaste! ¡Mía! ¡Olvídate de ella! ¡No sé, busca ayuda o algo si no puedes hacerlo solo! ¡Pero déjala tranquila!
—¡Callate! ¡No te metas, sucio Saotome! ¡No estoy hablando cont…
Y el veloz artista marcial lo calló. De una patada. En la cara.
—¡Y también deja tranquila a la pelirroja! ¡Ella te odia! —Ranma no estaba muy seguro si Kuno inconsciente podía oírlo, pero continuó—: ¡Ah, y deja de decir que Akane es tu amor! ¡Te ves patético! —«Sobre todo porque es obvio que es mi amor», añadió para sí. Una vez más, reforzó el agarre de manos con Akane y siguieron subiendo.
La noble peliazul analizó con lástima a Tatewaki. «Pobre…». A pesar de todo le tenía un poco de simpatía. «Hasta él merece que lo amen. Y yo no puedo. Quizá Nabiki… ¿Qué digo? Creo que Konjo Mariko es más de su estilo».
—Ni te preocupes, estará bien. No le di tan fuerte como lo merecía —gruñó el joven Saotome, percatándose de su expresión caritativa. «¡¿Cómo puede darle pena ese Kuno cacahuate?! Es tan inocente que ni siquiera se da cuenta que ella… ¡Los vuelve locos! Si las cosas siguen así, no habrá más remedio. Tendremos que casarnos muy pronto. ¡Rayos! Casarnos tan jóvenes por culpa de inadaptados como Kuno». Ciertamente, a Ranma no le preocupaba casarse con Akane, incluso en los próximos días, pero… «¿Y si ella, al pasar de los años…, se arrepiente?». Pasó saliva y se angustió de golpe.
—¿Ranma, puedo hacerte una pregunta?
Su prometida lo sacó de ese oscuro pensamiento y él lo agradeció.
—Cla-claro.
—Eeeh, ¿te preocuparía si… nuestros padres organizan otra boda dentro de poco tiempo? Es decir, ni siquiera nos hemos graduado todavía. —No pudo disimular su sonrojo.
¿Acaso Akane estaba compartiendo sus mismas dudas?
Ranma necesitó ser sincero.
—La verdad no. Nos llevamos bien y nos gustamos. ¿Qué problema habría si nos casamos mañana mismo?
Ella lo observó con una radiante sonrisa.
—Creo… que ninguno —respondió animada—, además, ya no somos tan bobos como para negar que nos amamos. Eso es lo más importante, ¿verdad?
El joven Saotome asintió sonriendo ampliamente. Y de improviso una idea se le vino a la cabeza: «Tendré que invitar a varios, bastantes, amigos. Sobre todo al aprovechado y cerdo de Ryoga y a ese… Shinnosuke. Ya quiero ver sus caras cuando Akane diga Sí, acepto con su vocecita de hada y me bese en sus narices. ¡Bua, ja, ja, ja…!».
Akane notó que la sonrisa de Ranma se transformó de dulce a casi satánica.
—¿En qué piensas? —preguntó entornando los ojos.
—¡En nada! —respondió él enseguida, fingiendo inocencia.
Y la menor de las Tendo no pudo insistir en que le confiese la verdad porque ya habían llegado a su piso. «¿Y ahora qué sucede?», se preguntó entonces al reparar en sus profesores y compañeros asomados en las puertas y ventanas de las aulas.
En efecto, los estaban espiando. Muy atentos y en completo silencio porque sentían que si hacían el menor ruido los espantarían y se separarían. Sin duda alguna, tener a Ranma Saotome y a Akane Tendo tomados de la mano era más interesante que cualquier enredosa asignatura y había que tratarlo con pinzas.
A los prometidos se les secó la boca.
—Qué entrometidos —musitó él.
—No pasa nada —calmó ella.
Y sus dedos afianzaron su unión, apretándose más. Y avanzaron con toda la serenidad que pudieron reunir.
¿Cuántas intensas e inquisidoras miradas estaban soportando?
No sabrían responder, pero notaron que no era tan aterrador como otras veces que sí sintieron que lo fue.
Si solo se trataba de dos adolescentes enamorados —además, estaban comprometidos en matrimonio— que querían ir de la mano en señal de que se pertenecían, no había nada de malo. Por lo tanto, ¿de qué avergonzarse?
Cuando llegaron a la puerta de su salón, la maestra Hinako Ninomiya, en su forma adulta, les entregó a cada uno un balde lleno de agua.
—Llegan demasiado tarde —dijo estricta—. Ya saben qué hacer. —Luego se dirigió a los demás—: ¡Y ustedes! ¡Regresen a sus clases!
La moneda de cincuenta yenes reluciente entre sus dedos reforzó la orden y todos, por su bien, tuvieron que obedecer. No sin antes dar unas últimas miraditas a la parejita de moda.
Ranma y Akane no tardaron en encontrarse solos en el pasillo. Castigados por no llegar a la hora exacta. Como aquel primer día que compartieron juntos en el Instituto Furinkan.
¿Cuánto tiempo había pasado desde ese entonces?
¿Cuánto tiempo viviendo una y otra alocada aventura?
¿Cuánto tiempo perdido negando sus sentimientos? Pero ya no más. Ya lo habían comprendido.
Mira que el tiempo va de prisa,
tal vez te puedas arrepentir,
todo se acaba y no avisa,
tienes tu vida por vivir.
Se miraron a los ojos y luego a sus baldes. Sus labios temblaron y ahogaron sus risas para no meterse en más problemas. Comprobaron que sí era cierto que cuando se estaba enamorado todo parecía divertido.
Volvieron a observarse. Pero ahora de manera diferente.
Dieron vistazos a la derecha, izquierda, y por si acaso, también arriba y abajo.
—No hay moros en la costa —susurró él.
—Qué… conveniente —respondió ella manteniendo la voz baja.
—Muy conveniente. —Se inclinó hacia su prometida.
—Muy. —Levantó el rostro hacia su prometido.
—Muuuy.
—Muuuuuuy.
—Muuuuuuuuuy.
—Mu…
Akane no pudo completar la palabra, sensualmente estirada, porque Ranma, ávido e impaciente, estampó sus labios en los suyos.
«Akane…». Qué adicto a sus besos.
«Ranma…». Qué dependiente de su amor.
Qué…
—¡Atrapados! —chilló Hinako juguetona, como la niña que ahora era.
—¡Por un demonio, casi me mata del susto!
—Tranquilo, Ranma.
Y la magia se rompió.
Una vez más.
Era absurdo seguir fingiendo indiferencia. El persistente mutismo de ese día en el Instituto Furinkan se acabó.
—¡Nooo! ¡Te envidio, Saotome!
—¡Felicidades, amiga!
—¡Ya era hora!
—¡Se ven muy bien juntos!
—¡Saotome y Tendo, mesura por favor!
—¡Akane-san, igual seguiré siendo tu fan!
—¡Hacen una hermosa pareja!
Los gritos parecían no tener fin.
Y el joven Saotome hizo lo que mejor sabía hacer en esas circunstancias: huir cargando a la menor de las Tendo.
—Ranma, sabes que no podremos ocultarnos, ¿verdad? —dijo Akane en la carrera.
—¿A qué te refieres? Soy demasiado rápido para todos ellos. Será fácil perderlos.
—A ellos sí, pero… ¿Y las… presencias?
Entonces, Ranma lo entendió. Él y su prometida no necesitaban tiempo extra para tener privacidad. Tan solo imaginarla resultaba una tarea imposible, y eso que para Ranma no existían imposibles. Lo único que necesitaban era tiempo extra… para amar.
Fin.
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O∻Ⓡ❣Ⓐ∻O
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Notas de autora
¿Holiyi? °/-/°
¿Cómo van? ¿Bien, ahí, más o menos? Yo deseo que megaarchibién. :D
Discúlpenme que no haya podido compartir esta pequeña historia en las fechas que hubiesen sido ideales [manitas de ruego]. Me refiero al 27 de mayo (fecha perfecta :'C) o a este sábado 16 que pasó para darles mi tercera sorpresita de primavera T-T (fecha que era como mi segunda oportunidad :'C). Me da pena y me frustra cuando no cumplo lo que me propongo :(, y quiero que sepan que intento hacer lo mejor que puedo [manitas en forma de corazón].
(Si desean saber un poquito más de mis sorpresitas de primavera o Spring Surprises les invito a visitar mi IG staakanefan; el enlace pueden ubicarlo aquí en mi perfil —profile— de FF c:).
Dedicatoria
❤️ A Ranma y Akane ❤️, porque… guau, las razones sobran para mí n.n, así que lo resumiré en que SON Ranma y Akane :3.
Agradecimientos
A la página de FB Fanfics y Fanarts de Ranma Latino, en especial a Lemonsai ^.^, por la invitación a su dinámica RanKane4Ever *-*. Sé que no lo presenté a tiempo y tengo deudillas pendiente :S, pero siempre gracias por tenerme en cuenta. Me esforzaré para ya no fallarles [trébol de cuatro hojas].
A EroLadyLawliet, mi amishwi bonita ^ω^, quien, cuando le envié la captura de donde me había estancado, me dijo: Tienes que escribir lo que más te inspire, sin presión y para divertirte. Y así intenté hacerlo. TreQM ^o^.
Sobre Tiempo extra... para amar
Este one-shot y AddOn nació días antes del 27 de mayo con la intención de participar en la dinámica RanKane4Ever y así unirme a la hermosa celebración del Rankane Day de este año. Sin embargo, en la parte de «la deuda de los besos» de RxA, me bloqueé, me desconecté, me desinspiré (¿Existe esa palabra? °/-/°), sencillamente no me salía NADA. Y así pasó la fecha y, desanimada, lo dejé :C T-T. Luego, quise retomar la historia para mi Spring Surprises, y aunque recuperé las ganitas :D, los días empezaron a pasar rápido y tenía que priorizar algunas de mis responsabilidades a costa de acortar mi tiempo libre :c, porque… así funcionamos los adultos, ¿verdad? Seguramente a ustedes les pasa similar o igual :(. En fin…
Pese a todo, he podido concluir Tiempo extra... para amar ^u^, que tiene el atrevimiento de querer ser como un tomo 39 del manga o capítulo 162 del anime o un OVA 14 o una tercera película… [mil monitos avergonzados]. Pero qué atrevida que soy, querer darle «el fin esperado» a la historia ya culminada de la señora Takahashi, mírame a ver :S :9 [más monitos avergonzados]. Es lo bonito de las fanficciones, ¿no? Nos permite crear muchas posibilidades de inolvidables obras originales como lo es Ranma ½ *-*.
¿Se llegaron a notar los guiños que incluí? °/-/° Ha habido de todo un poco, de la misma historia y hasta de nuestra comunidad de RanKaneLovers. Qué experiencias, ¿verdad? No nos cansamos de ellos \(^o^)/, y gracias a este fanatismo por RxA hemos podido encontrar lindas amistades *-*, y hasta ha unido el corazón de dos grandes *-* ¿Alguien también es fan del reconocido NohamDuril? Pues, ¡deme esos cinco! :D
De todo corazón agradezco si le han dado una oportunidad a Tiempo extra... para amar y espero que haya sido de su agrado. [Deditos cruzados] n.n
Sabían que…
Río Shirako, el río real que es parte del mundo de Ranma ½ y cuya longitud es de 10 km, tiene en toda su extensión varios puentes para poder cruzarlo. ¿Cuál es el que usan Ranma y Akane en su ruta habitual? La respuesta queda al gusto e imaginación de cada uno de nosotros, ji, ji, ji :9 [monito avergonzado].
Okamochi es el nombre que hoy en día se usa para referirse a las cajas donde se lleva encargos de comida como el ramen. A finales del periodo Edo se le llamaba «kendonfuta».
AddOn, add-on o addon es una fánfic que, tomando en cuenta el contenido de la historia, es el «nuevo capítulo» que el ficker añade o inventa a la obra ya existente.
Ya saben…
ツ Disculpen si los posibles errores que encontraron cortaron el hilo de la lectura :(, trato de evitarlos, pero a veces pueda que se sigan escapando.
ツ Si no es mucha molestia comenten: críticas constructivas, sugerencias, dudas, gustos, disgustos, buenos ánimos y/o todo lo que quieran escribirme para mejorar mis ideas y escritura.
ツ Si tienen cuenta FF y me escribieron una reseña NO OLVIDEN REVISAR SUS INBOXS, siempre trato de responderles (sobre todo cuando estoy cerca a actualizar ;D) y seguir agradeciéndoles por ahí n.n. No lo hago por aquí porque a veces me emociono y mis respuestas son muy larguitas, ji, ji, ji n.n.
Ojalá que en esta media semana que aún me queda pueda aprovecharla a favor de mi Spring Surprises para no retrasarme más y poder estar de nuevo por aquí este 30 de septiembre [deditos cruzados]. Sin más, reciban de mis palmas infinitas vibras positivas ++++++... Paz y amor para sus vidas. Hasta pronto n.n.
StaAkaneFan
