La vida de Katsuki Bakugou desde aquel día tomó un giro de 180 grados.
Esa noche Masaru y Mitsuki se sentaron con Katsuki para que él les dijera con sus propias palabras lo que le había hecho a Izuku.
Entre más avanzaba la conversación, no podían evitar preguntarse en donde se habían equivocado. Porque habían ocurrido tantas cosas sin que ellos se dieran cuenta.
Masaru y Mitsuki sabían que lo único que ayudaría a su hijo, era ver la realidad de las cosas.
Pero eso no evitaba que los intentos terminaran en disputas, la abrasiva dinámica entre madre e hijo se vio afectado por la negación de Katsuki y las culpas de Mitsuki. Masaru sentía el peso al tener que ser el intermediario entre los dos.
Katsuki no quería ir a sus terapias, tenía suficiente con los nuevos profesores en Aldera, pero Masaru no se doblegaba. Katsuki tenía que ir, si es que aun quería convertirse en un héroe.
El rubio iba a regañadientes, pero nadie lo iba a obligar a hablar con el psicólogo. Cuando habían pasado 3 sesiones sin respuesta de parte de Katsuki, Mitsuki no pudo evitar romper en llanto de nuevo.
Parada frente a su hijo y viendo cómo la miraba con unos ojos impasibles, aun con las lágrimas de su madre, Mitsuki solo sentía que su corazón se estrujaba. Por lo que solo puedo tomarlo por los hombros y sacudirlo.
― ¡Katsuki, dime, dime que hice mal, qué hice mal para que seas de esta manera! ¡¿te insulte demasiado, te golpee demasiado?! ¡Por favor, dime…!
Mitsuki solo podía implorar le una respuesta a su hijo quien quedó totalmente sorprendido. Masaru solo podía separar madre e hijo antes de que las cosas escalarán a más.
― Si no quieres hablar con el psicólogo, está bien Katsuki. Pero no vengas con una aplicación con una escuela para héroes, que no la aceptaré. Si sigues así, tal vez lo único que puedo hacer por ti es mandarte a un campamento militar en Estados Unidos.
A regañadientes Katsuki tuvo que empezar a hablarle al psicólogo, aunque fueran de cosas sin importancia, la puerta había comenzado a abrirse. El psicólogo sabía que Katsuki no estaba dispuesto a mirar el error de sus acciones, su frágil ego no se lo iba a permitir. por lo que le había dejado una tarea, que buscara la vida de los sin peculiaridad al día de hoy. Y que lo comprobara con el amanecer de las peculiaridades.
― ¿Por qué debería? ― escupió el rubio. El psicólogo solo sonrió con tristeza.
― Veras las líneas paralelas del ahora y de hace 500 años.
Aunque no lograba entender las palabras del psicólogo, la curiosidad le carcomía. Quería saber si existía otro caso como el de Deku. Alguien quien le hubiera manifestado la peculiaridad tan tarde. O si todo lo que había dicho, comprobaba lo mentirosa que era.
Aquella misma noche buscó en la red sobre la población sin particularidad. Y lo que encontró lo dejó totalmente sorprendido. Aquel veinte por ciento alrededor del mundo la mayoría eran ancianos en su lechos de muerte y los pocos jóvenes que nacían sin una particularidad, eran despreciados por la sociedad. En muchos foros eran despreciados de tal manera que eran llamados la vergüenza del pasado. Era muy normal para ellos ser incitados al suicidio, y muchos no soportaban la presión social. El ochenta y nueve por ciento de las veces un joven sin particularidad se terminaba suicidando por la presión de sus compañeros y la negligencia de sus maestros alrededor del mundo. Cómo era posible que nadie se diera cuenta de ello, quería saberlo.
No quería creer que él era parte de esto. Pero su memoria era una prueba de que lo era.
"¡Así no sirves! ¿Cómo que sin particularidad? ¡Por lo menos pensé que tendrías una particularidad decente para ser mi soporte! ¡Así solo eres una Deku! ¡Inútil!"
Él creía que nunca había cometido un error, pero las señales le mostraban lo contrario.
¿Qué es lo que había hecho? ¿Por qué nadie lo había corregido?
Alguien lo intentó, pero Katsuki no había querido escuchar.
Histérico y con el corazón en la garganta, siguió la indicación de su psicólogo y busco el amanecer de las peculiaridades.
Sus ojos rubíes se llenaron de la información del estallido de la sociedad. Aunque en la escuela se enseñaba el inicio, era generalmente embelesado con la creación de los héroes. No podía dejar de observar el caos y el disturbio que había ocasionado el nacimiento de los dones. Como las personas con meta habilidades, como se solía llamar en aquel entonces, eran perseguidas por algo con lo que no habían elegido.
La gente era perseguida como si fueran monstruos, como eran discriminadas aunque su don fuera inofensiva. Y los pocos que podían defenderse eran considerados villanos. La línea en aquel entonces podía ser muy delgada. Las cosas no mejoraron hasta que nacieron los héroes o los vigilantes.
Los tiempos de hace 500 años pudieron ser más abiertos y violentos. Pero la discriminacion es la misma.
Solo que ahora los sin peculiaridad son ignorados y abusados al día de hoy.
Katsuki sentía como si un balde de agua fría le hubiera caído encima.
¿Por qué había comenzado a comportarse así? ¿Cuándo había empezado?
Estaba lleno de dudas, quería saber.
Quería saber si en verdad se había convertido en un villano.
―
Mucho antes de que Katsuki siquiera empezara a tomar en serio sus citas con el psicólogo y trabajos en el centro. Exactamente en el mismo día que había presentado su demanda al director de Aldera, a Izuku le había caído otro problema.
Apenas habían empezado a empacar sus pertenencias para mudarse, cuando tocaron la puerta.
Los ojos de Izuku y Morgan brillaron de un peligroso ambar. Sabían de qué se trataba.
Inko iba a responder la puerta pero fue detenida por la morena.
― ¿Izuku? ― La menor negó, hizo un gesto de silencio y le señaló a su madre para que se encerrara en la habitación. Aunque preocupada, Inko le hizo caso a su hija.
Izuku viendo que Inko ya se había retirado de la sala, fue a la puerta a recibir su visita.
Al abrir la puerta se encontró con una niña de 9 años de sonrisa radiante, usando un uniforme de niña exploradora. Tenía el cabello de un color rosa cereza y unos ojos de color oro.
― ¡Buen Dia! Me llamo Inori Menjo, es un placer mostrarle de parte campo girasoles, nuestras galletas de miel y jengibre. Si gusta de una muestra antes de comprar, será un gusto. ― La exclamación alegre e inocente de una entusiasta niña exploradora, no podía ocultarle nada a Izuku.
― Adelante, a mi madre le gustan las galletas ― Con una sonrisa afable, la joven midoriya la dejó pasar.
Al entrar, Izuku le dio la espalda a la niña, para cuando entraron a la sala Morgan ya no estaba. La sonrisa radiante de la niña se congeló. Intento mirar discretamente a su alrededor.
― ¿A cuánto están las galletas? ― Izuku preguntó como si no se diera cuenta de cómo se movían los ojos de la niña. Esta arregló su sonrisa rápidamente, mostrándose como si nada estuviera mal.
― ¡Están a 500 yenes! ― La niña pelirosa respondió con entusiasmo. Izuku le devolvió la sonrisa.
― Aquí está Menjo-chan ― La peliverde se acercó con la cantidad para entregárselo a la niña exploradora.
― ¡Graci…! ― Pero antes de que pudiera agarrar el dinero y así tomar la mano de Izuku, su muñeca fue tomada por Morgan. ― ¡Tú…!
― Hola Inori ― Le saludo Morgan con una sonrisa llena de advertencias.
― ¡Morgan! ¡Desgraciada! ― Escupe la niña, tirando por completo su fachada.
Antes de que pudiera hacer algo la niña peli rosa, Izuku chasqueó los dedos. Miles de sellos aparecieron en las paredes, suelo y techo del apartamento. Inori volteo la cabeza de una hacia Midoriya, la sonrisa afable de la peliverde aún no había desaparecido. Pero la sonrisa afable solo hacía que se diera cuenta quien era la más peligrosa en esta sala. Los sellos anti magia y teletransportación dejaban a Menjo sin opciones.
― Ya sabías que vendríamos, Izuku Midoriya ― Viéndose totalmente expuesta, fuera de su fachada, la disposición alegre y radiante de la niña desapareció por completo. Dando por completo un giro de 180 grados, la seria posición de Inori borraba por completo la edad que aparentaba.
― Si, ya lo sabía ― Izuku asintió sentándose en el sillón, le hizo un gesto a Menjo para que se sentara en el sofá frente a ella. Morgan apareció desde la cocina con una bandeja con tazas de té.
― Entonces debes saber muy bien el porque se me ha mandado a buscarte ― Inori aceptó reacia a la taza que le ofrecía Morgan. Izuku alzó una ceja entretenida a lo dicho por la peli rosa, esta no pudo evitar fruncir el ceño a la acción de la peliverde.
Lo dicho por Menjo no recibió ninguna respuesta.
El silencio podía cortarse con un cuchillo, insatisfecha Menjo siguió hablando.
― Y tú Morgan, no tienes derecho a interferir. Desaparecistes hace mucho tiempo.
― Oh pero Inori, yo no desaparecí. Solo cumplía con la orden de mi maestra ― Le respondió la morena de manera jovial y despreocupada.
La informalidad de Morgan sacó de quicio a Inori. ― ¡Tú debiste decirnos! ¡Nosotros velamos por la seguridad de nuestra raza! ¡Nosotros…!
― La sociedad de medianoche está interesada en mi energía ¿No es así, Inori? ― Interrumpió Izuku por completo. Menjo se paralizó.
La sociedad de medianoche había sido creada hace muchos años atrás. Al terminar la guerra, la vida había perecido en un 85 por ciento. Por lo que los líderes de los ángeles, demonios y humanos unieron fuerzas y crearon la sociedad de medianoche.
Para proteger los mundos del cielo, la tierra y el inframundo, los líderes crearon una barrera para separar los tres mundos. Por lo que las entradas para entrar a cada mundo estaban fuertemente reguladas. Aunque las reglas comenzaron a cambiarse al cambio hacia los humanos con los dones hace 500 años.
No habían podido estabilizarse hasta hace no mucho, por lo que los tomó desprevenido la señal espiritual de Izuku cuando esta había despertado en la batalla con el villano de lodo.
Desconcertados enviaron agentes menores para investigar, pero todos fueron bloqueados por Morgan.
Morgan, quien había desaparecido cuando su maestra había fallecido, dejó atrás a muchos demonios desconcertados.
El caos había sido inevitable, y hubo muchas peleas internas. Esa es la razón por la que la opinión de Morgan en la sociedad era muy pobre.
Inori estaba sorprendida de que Izuku Midoriya supiera de la sociedad. Era imposible que una humana sin ninguna conexión sepa de esta. Menjo miró de reojo a Morgan, quien estaba ocupada sirviendo más té a la Midoriya.
― Morgan no me dijo nada, no tienes porque mirarla así ― Izuku le respondió con total tranquilidad la pregunta sin que Inori tuviera tiempo de haberla expresado.
― No es necesario que le explique eso a mi señora ― Alabo orgullosamente Morgan con una sonrisa satisfecha. La sonrisa cordial de Izuku que en ningún momento había cambiado, se entumece. La joven midoriya le mandó una mirada de amonestación a la morena. ― Digo señorita.
― ¿Señora? ― Repitió para sí Menjo desconcertada. Era imposible que alguien como Morgan, quien estaba muy orgullosa de su maestra, llamara a alguien más su señora. Mucho menos que le permitiera que la corrigiera. La única que tenía ese derecho era su maestra, Lilith.
Volteo a mirar a Izuku Midoriya, y observó con detención esos profundos ojos verdes, grandes ojos esmeralda veían a Menjo con serenidad. Con una seguridad palpable.
Por un segundo esos ojos le recordaban a alguien.
Inori Menjo era la hija del ministro de seguridad de la división demoníaca. Su padre había conocido a Lilith en su juventud y le había contado muchas historias. Por Lilith es que su padre se convirtió en un ministro. Lastimosamente Inori nunca tuvo la oportunidad de conocer a Lilith.
Pero, en el ministerio de la sociedad de medianoche, existen cuadros de figuras importantes. Para que no sean olvidados.
Uno de esos cuadros, estaba el de Lilith.
Los ojos dorados de Inori brillaron en reconocimiento.
Esos ojos y esa sonrisa afable, eran las misma que Lilith, la sabia. Uno de los fundadores de la sociedad de medianoche. La reina demonio de hace 2000 años.
Los ojos de Menjo se abrieron de la incredulidad. Si es enserio que Izuku Midoriya era Lilith. El caso ya no estaba en su jurisdicción.
Era momento de llamar a los ministros.
― Antes de que te adelantes, dejare algo en claro ― Pero antes de que pudiera tomar una acción, Inori fue detenida por la calmada voz de Izuku. ― Nunca me gustó la política, así que espero que después de esto no me molesten.
Aunque Midoriya lo había dicho con una voz suave y tranquila, la advertencia estaba clara.
― Entiendo, hablaré con nuestro ministro de seguridad ― Inori no pudo evitar responder, la presión de esa suave voz era imposible de soportar.
― No hay necesidad, Miguel sabrá mis términos ― Izuku desestimó la oferta con una proclamación absurda para la pelirosa.
¿Miguel? ¿Acaso conoce a Miguel?
¡Pero eso sería imposible! El serafin Miguel era el líder de los ángeles desde que se había terminado la guerra santa de hace milenios atrás. No muchos conocían a Miguel. Desde hace años que no se presenta a las reuniones de la sociedad. Todos saben a qué se debe, ya que es el único que queda de la batalla original que terminó la guerra.
Pero si es en serio que conocía a Miguel, entonces Izuku Midoriya si era Lilith.
¡Pero eso era aún más imposible!
Aunque tuviera el apoyo de Miguel, los problemas de Izuku no eran evitables.
― Llama a tu superior, es hora de que se reúnan los tres líderes ― Antes que pudiera seguir pensando, Izuku la interrumpió.
El anuncio de Midoriya la dejó boquiabierta.
¿Quién tenía la autoridad para llamar a los tres líderes?
Nadie.
Pero Izuku lo pidió como si fuera el paso natural a seguir. Ya Menjo no sabia que pensar.
― Ten, con esto ellos no deberían darte problemas ― Izuku le entregó una bola de cristal a la pelirosa. Pero no era una bola de cristal cualquiera, era un cristal de las hermanas destino. El cristal en sus manos la dejó perpleja.
Los cristales de las hermanas destino son entregadas a aquellos que deben recordar un pasado, vivir un presente y buscar un futuro. Son cristales que no son entregados a cualquiera. El único conocido aparte al que estaba en las manos de Inori, era el de Migue, el cual lo dejó ver un pasado con su hermano.
Esta era la única prueba que necesitaba para saber que su conjetura era cierta. Por lo que no tuvo más remedio que sacar su insignia para llamar a su ministro.
Al conectar la llamada, Inori interrumpió al ministro antes de que pudiera pedir un reporte.
― Papá… este caso está fuera de mi jurisdicción. Tienes que llamar a los tres líderes.
― ¿De qué estás hablando Inori? ¿No era que era solo un demonio joven quien se había descontrolado?
― Papá… es Lilith, la sabia Lilith ha reencarnado.
― Jovencita no estoy para juegos, eso es una gran ofensa lo que estás suponiendo.
― Papá en mis manos tengo un cristal de las hermanas destino, tengo esta verdad en las manos.
― …
― Papá esto ya no es solo nuestro problema, esto es demasiado grande.
― Hija… pásame a la sabia…
Sin más, Menjo le ofreció la insignia a Midoriya, está la agarró y con pequeños gestos con las manos, modificó la insignia para mostrar una proyección del ministro frente a ella.
Sorprendido el ministro quedó en silencio al mirar los ojos tranquilos de Izuku. Un sentimiento de nostalgia lo invadió.
― Imposible…
― Ha pasado mucho tiempo, Menjo-kun ― La joven Midoriya le sonrió con calidez al ministro.
― Lilith-sama…
― Menjo-kun se aproxima una tormenta, aun tenemos tiempo. Pero aún hay que prepararse. Enviaré el cristal con tu hija como prueba para mi caso.
― Entiendo, pero será difícil que te escuchen. Rompistes tus propias reglas ― Le advirtió el ministro.
― Tendrán que escucharme, aunque al principio fue por deseos egoístas. Las hermanas destino me tenían una tarea. Y eso, no lo pueden ignorar.
― Espero que tengas razón…
Solo podían esperar que nada saliera mal.
―
En un pabellón en un espacio sin ubicación, el cielo lleno de constelaciones adornaban el techo, con altas gradas separadas en tres sectores.
Los humanos, el grupo en menor medida se sentaba en el sector central. Este consiste de familias con historia de tiempo antiguos. El líder de las ramas humanas era el Papá de la iglesia católica en Roma. Desde sus inicios, a los líderes de la iglesia se les informaba la verdad del mundo y de la existencia de los ángeles y los demonios.
En el sector izquierdo estaban los demonios. El actual rey demonio y el ministro de seguridad estaban presentes. Duques y demonios de importancia estaban presentes.
Mientras que en el sector derecho estaban los angeles. La mayoría consistía de arcángeles y de la oficina del ministerio de seguridad de la división angelical. El líder de los ángeles aún no se presentaba.
― Dime, Ministro Menjo, a que se debe este llamado urgente ― Cuestionó el Papá.
― No olvidemos el cristal de las hermanas, Lucio ― Le recordó el ministro de seguridad de los ángeles, Gabriel.
― Solo hay otro cristal en el mundo, no sabemos qué contiene el cristal hasta que el dueño de este nos muestre su contenido, no desesperes ― Le recordó Menjo con dejes de admonición. No quería provocar la ira de la sabia.
― Espero que no sea una pérdida de tiempo, Menjo ― La voz autoritaria de su líder lo dejó helado, Menjo tuvo que respirar hondo y recordar para quien había sido llamado los líderes. El rey demonio actual Belial, era actualmente muy respetado por todos sus súbditos.
Si por alguien se tenía que llamar a los líderes, era para ella.
Solo esperaron unos cuantos minutos más, pero al ver que aunque se las había convocado, Miguel no iba a aparecer, Menjo no pudo evitar sudar frío. Uno de los factores para que todo saliera bien, era la aparición del líder de los ángeles.
Intento preguntar con su mirada al Ministro de los ángeles, pero Gabriel solo lo miro con burla. Para el arcángel era una broma de mal gusto llamar a su líder, Miguel no estaba para problemas triviales.
¿Qué cristal de las hermanas destino?
Los demonios siempre buscaban una excusa para llamar a los líderes, el que el Papa se presentará era consuelo suficiente para la facción de los demonios.
Pero pasos delicados resonando en el gran espacio comenzaron a escucharse. La existencia de aquellos pasos presentaba una fuerza descomunal y etérea.
La presencia llamó de inmediato la atención de los líderes. Lucio y Belial no podían discernir por completo la presencia de aquellos pasos, el espíritu de aquella existencia no era como nada que hubieran percibido nunca antes.
Los ojos negros de Belial brillaron un ambar en preparacion, algo no cuadraba.
Cada vez más se acercaba el ser dueño de los pasos, la presencia se hacía cada más pesada cada vez que se acercaba. Menjo ahora comenzaba a sudar por la presión.
Y para sorpresa de los líderes, las antorchas situadas en el pabellón que durante los últimos dos mil años habían dejado de brillar se incendiaron con furor. Las pequeñas ascuas se convirtieron en grandes llamaradas azules. Era como si el pabellón le diera la bienvenida.
¿A quién? Solo Menjo lo sabía con certeza.
― Veo que este lugar no ha cambiado nada ― La suave voz sacó de su ensoñación a los líderes.
Belial miró rápidamente a la muchacha que se presentaba ante el pabellón. No sabía que esperaba, pero lo que menos suponía que fuera era una joven humana.
¿Aunque en realidad era humana? Su presencia le advertía que era todo menos humana.
Pequeña y totalmente tranquila, no daba señales de un peligro inminente. Pero Belial sabía mejor que nadie que las apariencias engañan. Su apariencia solo hacía que las defensas de Belial subieran, miro a Menjo buscando una respuesta, pero su ministro solo podía mirar el pabellón con asombro.
Nunca nadie había visto el pabellón así, no desde hace dos mil años. Belial sabía que al único al quien el pabellón brillaba de esta manera era Miguel. Pero el líder de los ángeles no estaba presente. Solo brillaba con Miguel, porque era el único vivo de los tres que habían creado el pabellón.
Entonces ¿Quién era esta muchacha?
― Tu… ¿Quién eres? ― La voz de Belial resonó en el silencioso pabellón.
Belial quedó paralizado cuando unos grandes ojos verdes se posaron en él. Miles de memorias lo llenaron, memorias de su infancia. El rostro de la muchacha le mandaba una cálida sonrisa.
Imposible…
Era imposible…
Ella estaba muerta.
― Creciste bien, Belial ― La suave voz llena de calidez de la muchacha le dio un escalofrío. En shock, solo pudo llenarse de memorias.
― ¡Cómo te atreves a llamar a nuestro rey por su nombre, humana! ― Pero la enfurecida voz de uno de los aristócratas de los demonios, lo sacó del carril de sus memorias.
El encolerizado grito del demonio no tuvo el efecto deseado en la muchacha, esta seguía serena y mirando a Belial con afecto. Descolocado, el demonio intentó acercarse a la muchacha pero fue interceptado por una morena que los demonios conocían muy bien.
― ¡¿Morgan?! ― Vociferó aquel demonio, llamado la atención de Belial.
Olvidando por un momento la sensación que le ocasionaba la muchacha, posó su atención en Morgan.
― ¿Qué haces aquí, Morgan? No era que te habías exiliado tu sola ― La autoridad había vuelto en Belial, miro a la morena con ojos endurecidos.
La muchacha miró a la morena con una ceja alzada, está alzó las manos en un gesto apaciguante.
― Vengo con mi señorita a presentar el cristal de las hermanas ― El anuncio de Morgan los dejo en silencio.
Todos posaron sus ojos en la muchacha, quien seguía tranquila aun al tener toda la atención del consejo.
― ¿Y tú quién eres, señorita? ― Preguntó Lucio, el Papa. Le mando una serena sonrisa a la muchacha creyendo que era una humana.
― Me llamo Izuku Midoriya, y soy la reencarnación de Lilith, la sabia.
Al anuncio de la muchacha peliverde, un silencio escalofriante se cernía en el pabellón.
El silencio se alargó hasta que unos de los ángeles terminó de procesar lo que había dicho.
Los gritos no tardaron en aparecer.
― ¡Eso es imposible! ¡Estarías rompiendo tus propias reglas de ser así!
― ¡Blasfemia!
Y muchos más gritos de negación seguían cayendo. Pero Belial, Belial se quedó en completo silencio.
No podía ser verdad…
Pero esos ojos verdes no podían engañarlo.
Un nudo se le formó en la garganta, no quería creerlo. Porque de ser así, las consecuencias serían muy graves.
Lo único que lo mantenía pegado en su asiento, era la serenidad de la muchacha.
Aun con todo el alboroto a su alrededor, seguía tranquila.
Ya los demonios iban a acercarse para capturar a Izuku. Pero una voz que creyeron que nunca escucharían, se hizo presente.
― ¿Que es todo este alboroto?
Había llegado Miguel.
―
Cuando la gran guerra santa estaba en su mayor apogeo, la alianza de los tres mundos fue creada.
La alianza de los tres mundos tenía la ambición de terminar la guerra y reunificar a las tres razas. Que la paz gobernará entre demonios, ángeles y humanos.
Uno de sus integrantes más importantes había sido Miguel.
El serafín era muy conocido en los tres mundos al ser el sucesor de Dios. Era la luz radiante de los ángeles y el mayor enemigo de los demonios.
Había sido sorprendente que se hubiera unido a una alianza que buscaba la paz con los demonios y no su erradicación.
Muchos se confundieron por su decisión, pero la que estaba más reacia a creerle había sido Lilith. Sabía que a primera vista era un aliado, pero hasta que no supiera su verdaderas razones no quería tener nada que ver con el arcángel.
Aunque Ylroy intentara reunirlos a los dos, Lilith se rehusaba en cada ocasión. Ylroy no se lo reclamaba porque sabía que la demonio aun no se sentía segura.
Pero Lilith no pudo evitar a Miguel para siempre.
En una de las grandes batallas en la guerra había sido requerido la asistencia del arcángel. Entre los tres, Yrloy, Miguel y Lilith, no hubo mayores pérdidas.
No había llegado a mayores, pero aún había heridos. Y una de las encargadas de administrar la ayuda era Lilith. Por lo que Miguel aprovechó la oportunidad para acercarse a la demonio.
― Lilith ― Al solo escuchar esa melodiosa voz, la demonio se tenso.
― Serafin Miguel ― Le devolvió el saludo haciendo énfasis en su raza. Pero Miguel no se inmuto en su llamado de atención. Sus profundos ojos cerúleos veían a Lilith con sentimientos encontrados.
― …Tienes los ojos de tu madre ― Las gemas esmeraldas de Lilith se abrieron en gran medida por la sorpresa, y ya no pudo seguir ignorando a Miguel.
― ¿Conociste a mi madre? ― Aunque Lilith quería saber, sus ojos estaban llenos de advertencias.
Habia sido casi imperceptible, pero Miguel respiró profundo.
― Yo fui quien desterró a tu madre del cielo.
Solo tomó un segundo para que Lilith entendiera la noticia, para cuando lo hizo el cielo ya había acumulado nubes negras.
Truenos sonaron y el campo de batalla fue iluminado en blanco solo por un segundo.
Pero solo había bastado un segundo para que Lilith se acercara a Miguel con ojos brillantes en oro fundido, la ira irradiaba de su pequeño cuerpo. Las manos le temblaban, casi no pudo resistir el deseo de estrangular al arcángel. Por un momento los ojos ámbar de Lilith brillaron de rojo como la sangre. Era peligroso, su poder demoníaco estaba a punto de salirse de control.
Aun sabiendo del peligro frente a él, Miguel seguía impasible. Eso solo hacía que la ira de Lilith aumentará.
― ¡Lilith! ― Solo el llamado de Ylroy pudo calmar el incendio en el corazón de Lilith.
Este se apresuró a acercarse a la demonio, aun sabiendo que eso podía ser perjudicial para él. Ylroy miró a Miguel con ojos llenos de preguntas.
Miguel hizo un movimiento casi imperceptible con la cabeza en negación e hizo un pequeño gesto mostrando en donde se encontraban.
Era el campo de batalla, y antes de que Miguel se acercara a Lilith, esta se encontraba organizando a los sanadores hacia los heridos.
Tomando en cuenta esto, Ylroy tomó a Lilith de los hombros y la guió gentilmente a la gran tienda de campaña seguidamente por los pasos de Miguel.
Muchos de los soldados no podían dejar de mirar a Lilith. Era difícil verla perder su compostura.
Al entrar los tres a la tienda, Lilith rápidamente se separó de Ylroy y chasqueó los dedos.
Miles de sellos de privacidad aparecieron y cadenas rodearon al arcángel antes de que este pudiera reaccionar.
― ¡Lilith! ― No pudo evitar exclamar Ylroy, estaba sorprendido. La persona que estaba al frente de él no parecía la usual gentil compañera quien lo había acompañado desde el principio de su travesía.
― Eso es impresionante ― Aunque sus palabras mostraban asombro, el arcángel se mostraba despreocupado de su precaria situación.
Lilith sonrió con burla hacia ella misma. Sabía que las cadenas solo eran un show, un confort para ella, era imposible con su poder tener inmovil a un serafin. Pero con la muestra sin resistencia de Miguel, sabía que este era sincero por lo que su agitado corazón pudo calmarse lo suficiente para pensar.
― De no haber desterrado a mi madre, ella nunca hubiera sido capturada por el rey demonio actual.
La voz de Lilith podía sonar tranquila pero sus ojos ámbar contaban una historia diferente.
Los ojos esmeralda que Lilith heredó de su madre desaparecía cada vez que su poder demoníaco se condensaba dentro de ella. Ese era uno de los rasgos de la familia real demoníaca. Ojos que brillaban con fuerza se sentían fríos puestos sobre Miguel.
― Mi madre no hubiera sido violada constantemente, solo para que el rey demonio pudiera combinar su sangre con la de un ángel recién caído. Sabes muy bien cuál era su objetivo. Pero ustedes no hicieron nada para impedirlo.
Los ojos cerúleos de Miguel temblaron por la culpa, no pudo seguir mirando a Lilith a los ojos. El serafin sabía la vida y la muerte de aquella arcángel. Aun después, muchos años, se sentía culpable. Aunque él solo estaba cumpliendo órdenes.
― Lo sé, no niego que hubiera sido un desastre si hubiera cumplido su cometido.
― ¡¿De qué hablan?! ¡Hablan como si Lilith nunca debió haber nacido! ― Ylroy no pudo aguantar más la charla, sus ojos rubíes brillaron con enojo.
Ylroy no conocía toda la historia de la infancia de Lilith, pero sí sabía que su madre era un tema delicado para ella. Aunque su enojo era justificado, la triste sonrisa que le mandó Lilith lo dejó helado.
Muy pocos sabían que la madre de Lilith había sido un ángel y muy pocos sabían la razón de su destierro.
Antes de que la guerra estuviera en su mayor apogeo, no había muchas oportunidades de que los ángeles terminaran desterrados. Era más común que un ángel menor cayera en la tentación y terminara cayendo del cielo.
Por lo que el caso de la madre de Lilith dejó a todo el cielo desconcertado.
Serena, una arcángel, elegida para conllevar el mayor honor de ascensión cometió un pecado capital. Nunca después de Samael hubo otro ángel de alto rango que hubiera cometido un pecado capital. Porque era castigado con el destierro inmediato.
Miguel siguiendo órdenes, se encontraba frente a la arcángel.
De cuerpo pequeño, largo cabello negro como la de una noche sin estrellas y unos ojos verdes como el folaje de un bosque en primavera. Aun sabiendo el destino que le esperaba, Serena solo le sonrió con calidez a Miguel. Consternado el arcángel no pudo evitar preguntar el porqué.
La respuesta de Serena lo perseguiría para toda la vida.
"Vivimos en una jaula, barrotes a lo que llamamos reglas y cadenas que llamamos órdenes. Veo a los humanos y no puedo evitar sentir envidia.
Sus vidas pueden ser efímeras pero pueden tener miles de significados distintos.
Tenemos alas pero no somos libres.
Envidio su libertad.
Mi castigo será mi libertad.
Y tú serás quien rompera mis cadenas y abrirá los barrotes de mi jaula.
Por este favor, lo único que puedo darte devuelta es una sonrisa."
Ahí Miguel entendió que la orden no había sido un castigo, si no, una decisión deliberada de Serena.
Serena no quería tener más responsabilidad de la que ya tenía. La ascensión sólo habría aumentado las cadenas de Serena. Por lo que conscientemente dejó que la envidia la invadiera. La envidia que siempre había llegado consigo.
Pensó que con eso obtendría su ansiada libertad.
― Pero nunca hubiéramos pensado que el rey demonio intentará combinar su sangre con la de un ángel recién caído.
Lilith solo podía hundir su cabeza entre sus hombros, las palabras de Miguel eran algo que su madre diría.
Serena siempre anhelaba que su hija viviera la libertad que no había podido disfrutar aún a pesar de sus esfuerzos.
En realidad, Lilith nunca debió haber nacido. Era casi imposible que la sangre de un demonio y la sangre de un ángel recién caído se mezclara. Los genes chocaban entres si, por lo que Serena sufrio muchos abortos. Los fetos no llegaban al tercer trimestre por el choque de energías de dos razas distintas.
Pero el Rey demonio nunca se rindió, sabía que si podía procrear con Serena. La posibilidad de una sangre pura era tentador.
Los intentos no cesaron hasta que al final Serena dio a luz a Lilith. Pero Lilith no era lo que el rey demonio esperaba, si tenía una sangre pura de demonio pero no tenía ninguna cualidad o energía de ángel caído.
Serena después del parto sin ya no poder dar más hijos fue confinada en una jaula, en la que solo podía ver a su hija desde lejos.
Serena creía que su hija aunque no hubiera sido lo que el rey demonio esperaba, iba a ser usada en la guerra de todas formas. Porque como pudo le inculcó a su hija que la guerra no tenía mérito, solo traeria destrucción y dolor a los que te rodean.
Lilith creció con las enseñanzas de su madre hasta el día que conoció a Ylroy.
El día en el que supo que tenía que romper su promesa con su madre.
Hasta el día de hoy tenía al ángel que desterró a su madre en frente de ella.
― Puede que nunca puedas perdonarme, pero debes saber que la libertad que tu madre deseaba vive en ti ahora. Lo veo en tus ojos, los mismos ojos que vi aquel día.
―
Los mismos ojos que Miguel recordaba de hace dos mil años, lo observaban de nuevo en el presente.
― ¿Serena?
No, no podía ser. Serena tenia un pelo negro y lacio que parecia una noche sin nubes y sin estrellas.
― Veo que el tiempo no te ha pesado Miguel, sigues estando igual de fresco que un arroyo de primavera.
Miguel no pudo evitar suspirar de la exasperación. ― No olvides respetar a tus mayores, jovencita.
Izuku no pudo evitar soltar una risa, le sonrió cálidamente al arcángel.
― No importa como te veas, siempre hablaras como un anciano.
Las cejas de Miguel no pudieron evitar temblar por la molestia, le lanzó una helada mirada a la peliverde, esta solo se encogió de hombros.
― Lilith…
― Izuku ― Le interrumpió la peliverde ― Tengo sus recuerdos y su alma. Pero no somos la misma persona.
― ¿Qué has hecho? ¿Sabes lo que te espera cuando fallezcas?
La peliverde le mandó una triste sonrisa. Para el serafín eso era respuesta suficiente. Era como siempre Lilith hacia las cosas. Porque eran necesarias, aunque eso no la dejara con más opciones. Ella siempre había sido dura consigo misma.
― ¿Entonces cuál es el motivo?
Al escuchar su pregunta, la sonrisa de Izuku desapareció por completo.
Puede que Morgan y muchos otros crean que su reencarnación se deba solo por Ylroy. Pero esa era solo una de las muchas razones. Una de las razones más importantes, había sido después de su charla con las tres hermanas destino. Cuando ellas la habían detenido al seguir a Ylroy al otro mundo.
Y ahora que su problemas con Katsuki estaba muy lejos de su mente. Tenía que concentrarse en lo que se avecinaba. Así que mirándolo a los ojos al serafín, tratando de proyectar la seriedad del asunto, con sus ojos brillando en oro fundido. Pronunció las peores de las noticias.
― En 4 años desde ahora en el walpurgis de 20XX. El antiguo rey demonio conocido como "La Calamidad" habrá reencarnado una vez más.
En el gran salón reinó un silencio sepulcral.
Solo podían pensar colectivamente.
"Estamos jodidos"
Bueno...
Por favor, no me tiren piedras...
Se que han sido mas de 2 años sin actualizar. Pero en esos 2 años pasaron muchas cosas.
Se me habia dañado la laptop donde tenia mis borradores, intente la universidad, me sali, tuve un bloqueo creativo intenso, paso lo del manga , me tarde en comprarme una pc ya que soy pobre, me volvi adicta al Genshin y me desanime del genshin.
Y despues mis amigos me preguntan por que no veo One Piece.
Mi mente va mucho por las ramas. Y la vida nunca es facil. Y mucho mas cuando andas desempleada y andas buscando trabajo.
Pero voy a ser sincera, Nunca deje de pensar o tener ideas sobre las Memorias de tu Alma.
Si que me disculpo, y espero que la vida no me de mas tropiesos.
