N/A: Hola! Paso a dejar esta actualización deseando que la disfruten tanto como yo. Ahsoka ha sido recientemente mi goce y mi dolor de cabeza para ordenar esta historia, pero quedando tan poco para el fin, voy a persistir. Si están leyendo esto, gracias por llegar tan lejos conmigo ;D Saludos!


Capítulo 13: Artificios Oscuros

Rue no pudo detenerlo.

El frío acariciaba sus sentidos, burlándose de su fracaso, incitándola a castigar al culpable de los muertos a sus pies. Maz. Mara. Skywalker. Los rebeldes caídos, los civiles, las mujeres de la taberna, todo confluía en el Emperador, quien hería, corrompía y destruía todo lo que ella intentaba proteger...

Para quebrarla. No lo logró con los espías. No lo lograría ahora. Y cuando al fin lo tuviera enfrente...

- Rue.

Ella giró brusco ante el suave murmullo, cada fibra de su ser en llamas. Ben se acercó con cautela. En contraste con la música y las luces festivas del galpón, la preocupación se filtraba por aquel vínculo, inundaba sus ojos. Rue no sabía qué era la Alquimia Sith, pero si ensombrecía su rostro de esa forma...

La aprendiz acompasó su respirar y desterró la furia helada ardiendo en su interior. Debía pensar.

- El Emperador robó la vida... no... –ella miró los cuerpos, drenados, forzándose a deducir lo que él ya sabía-. Robó la Fuerza de todos estos seres. Esa energía debió ir a algún sitio, ¿dónde...?

Se interrumpió al sentirla vibrar, justo bajo sus pies. Rue y Ben alcanzaron solo a cruzar una mirada.

Una intensa descarga de frío poder sacudió la ciudad subterránea. Los amplificadores cayeron, los muros crujieron y los focos estallaron sobre sus cabezas, dejándolos sumidos en oscuridad y silencio.


Reconociendo el alarido de Chewie, maestra y aprendiz intercambiaron una mirada inquieta. Más gritos se sumaron al primero desde la plataforma de aterrizaje, horror y alarma en partes iguales. El salón entero enmudeció al oírlos, y girando al ventanal a buscar el origen del caos, Finn inhaló brusco.

- No –soltó, llevando las miradas del salón hacia el espectáculo desencadenándose allá afuera.

A la distancia, a través de la ciudad, una columna de rayos azules partía el horizonte de rascacielos.

- ¡Vaya...! –mirando por el ventanal, 3PO ladeó la cabeza-. Por suerte estamos lejos de aquello.

Los rayos se abrieron como patas de un voraz insecto. Se enredaron en los rascacielos, atraparon las naves volando arriba, golpearon las máquinas reguladoras de atmósfera y alcanzaron más torres...

- ¡Oh, no! –exclamó el droide, retrocediendo al ver que la red de rayos se expandía-. ¡Se acerca!

- ¿Qué es lo que han hecho? –lívido, el Líder Supremo avanzó amenazante hacia la Canciller.

Los rebeldes se interpusieron entre ambos, los stormtroopers los apuntaron. Finn llamó a la Fuerza para arrastrar el mesón y cubrirlos, pero mientras lo tumbaba las lámparas sobre ellos resplandecieron y se apagaron con un chasquido, luces de emergencia se activaron. Pryde frenó a mirarlo en horror, y estaba por gritar una orden cuando el cielo se llenó de explosiones. Todos se agacharon y cubrieron.

Una aguda sensación de peligro hizo a Finn alzar la cabeza, correr a ubicarse junto a su maestra. Afuera, las naves estallaban sobrecalentadas por los rayos, sus restos en llamas caían sobre la ciudad. Y mientras ambos se incorporaban en el silencio incrédulo del salón, el aprendiz lo sintió en los huesos.

Esa intensa descarga de frío poder, solo podía venir del Emperador. Apretó los dientes y escaneó el salón en busca de amenazas. Levantándose de a poco, rebeldes y stormtroopers hicieron lo mismo.

- El Templo... –Leia susurró para sí, llevándose la mano al pecho. Luego su rostro se endureció para anunciar al salón-. Eso no ha sido obra de la UAL, el Emperador está atacando Coruscant.

- ¿Qué...? –Pryde trastabilló al pararse, y giró brusco a su escuadrón- ¡Informe de daños, ahora!

Un ataque del Emperador. Rue y Ben seguramente ya estaban en aquel sitio. Finn buscó la mirada de su maestra, forzándose a respirar, mantener su ansiedad a raya. Aún no se acababa. El frío seguía aumentando alrededor, y si debían huír, no tendrían más oportunidad que la confusión reinante en el salón. Pero con la espalda recta y la barbilla en alto, Leia aguardaba el informe del líder de escuadrón.

- Corte de energía, origen desconocido –él anunció en breve-. Varios sectores comprometidos.

La incertidumbre hervía a su alrededor mientras que, petrificado, el Líder Supremo asimilaba esta información. El caos se desataba fuera, las naves caían sin control peligrosamente cerca de las torres, y cuando una impactó el edificio del frente, Pryde se estremeció y dio media vuelta para dejar el salón.

- ¡Mienten! ¡Manténganlos aquí! –ladró alejándose- ¡Esto es un atentado terrorista de la UAL...!

- ¡Aquellos rayos son inconfundibles! –Leia golpeó el suelo con su bastón, reclamando con furia su atención-. Es el poder de un Sith, y es prueba de que ya no los considera en sus planes. Si serviste al Emperador en el pasado, debes saber lo que le hace a sus subordinados cuando...

El exabrupto de Leia se interrumpió tan rápido como empezó, cuando ésta llevó la mirada al cielo.

- El escudo –exhaló con voz quebrada, logrando que Pryde redujera el paso-. Ya no está.


El mensaje del Emperador lo cambió todo: Aaggo, Poe, la general Syndulla y ella fueron arrojados a una celda a prueba de las tenazas del alien justo después. No se habían molestado en separarlos, tampoco en alimentarlos, y la espera por noticias, o por la muerte, era insoportable.¿Habrían tomado prisioneros al resto del Templanza, o los habrían dejado morir en el espacio tras inhabilitar el crucero?

La general Syndulla y Aaggo dormitaban en literas empotradas. Sentado entre ambas, Poe había caído en un sombrío silencio tras horas de debatirse por averiguar lo que fuera del exterior. Abrazada a sí misma junto a él, Jannah hacía lo posible por abrigarse mientras dimensionaba lo que implicaba el regreso del Emperador. Tembló al imaginar qué bando elegirían ahora los desertores sobrevivientes.

La general despertó con un suave sobresalto, y tanto Jannah como Poe giraron al oírla removerse.

- ¿Cuánto ha pasado...? –murmuró Hera, levantándose y mirando alrededor.

- Cinco o seis horas... –la voz del comandante salió rasposa luego de tanto silencio-. Creo.

- Demasiadas horas... –repuso la general, con tono pensativo-. ¿Ha habido alguna novedad?

- Nada... – irritado, Poe golpeó el muro tras él y despertó a Aaggo sin querer-. Pero no podemos quedarnos aquí. Usted ha lidiado con el Emperador. ¿Cree que planea usarnos contra la UAL?

Hablaba de interrogarlos. Tenía lógica. El protocolo de la Primera Orden iniciaba con hambre y frío.

- Es... posible... pero no creo que seamos su prioridad ahora –la general frunció el ceño-. Conocí personas que lo enfrentaron y vivieron para contarlo. Las historias que narraban, las cosas que él podía hacer... –exhaló, como alejando un mal recuerdo-. La Fuerza siempre fue un misterio para mí, pero si ha vuelto... los aprendices Jedi necesitarán todo el apoyo que puedan obtener.

Jannah se volvió a estremecer ante el oscuro panorama que se pintaba en el rostro de la general. Con renovado ímpetu, Poe fue a asomarse al campo de energía que separaba la celda del corredor.

- ¿¡Acaso alguien vendrá a vigilarnos siquiera!? ¡Podría estar haciendo cosas muy ilegales aquí!

Nadie vino ni respondió, pero Dameron tenía un punto. Las rondas de vigilancia de cualquier centro de detención eran de dos horas. ¿Dónde estaban todos? Un sonido de pinzas hizo a Jannah voltearse.

- ¿Eztáz bien? –desde su litera, Aaggo señaló tímido la piel erizada de sus brazos-. Tienez frío.

- Es porque hace frío –replicó ella, tal vez un tanto brusco.

- Hace calor aquí adentro... –Hera la quedó mirando con expresión intrigada.

Las luces sobre ellos titilaron al igual que el campo de energía de la celda. Nadie respiró esperando un apagón, pero el edificio contaba con generadores de emergencia. Poe soltó una maldición al notar que el flujo de poder en la prisión se estabilizaba, y de súbito inquieta, Jannah se levantó de un salto.

- ¿Laz Alianzaz Librez? –tanto Aaggo como la general se pusieron de pie al captar su reacción.

- No lo creo... –susurró ella, sintiendo que algo terrible estaba ocurriendo.


Con el corazón desbocado en la oscuridad, Rue maldijo y tanteó sus sables. No necesitó sacarlos. En cuanto el suelo bajo sus pies dejó de vibrar, una débil luz azul se filtró desde el fondo del abismo. Durante los segundos de caos, Ben la había vuelto a cubrir con su cuerpo. Acostumbrándose al tenue resplandor, respiraron y escucharon. Cuando ella al fin pudo distinguir su rostro, él miraba hacia arriba.

- ¿El Emperador...? –Rue susurró, erizándose ante las oleadas frías que aún agitaban la Fuerza.

- Debió usar su poder para atacar la superficie... –sus ojos bajaron a fijarse en ella-. Debes irte.

- ¿Qué...? –le tomó un instante asimilar que la estaba echando-. Pero si aún no lo hemos visto...

- Y casi nos mata –al verla inmóvil, él tomó sus hombros y murmuró entre dientes-. Lo prometiste.

Su voz ronca, la tensión en su cuerpo inclinado hacia ella... Rue sacudió la cabeza, debía pensar, razonar. Un ataque a la superficie. Finn. Leia. Incluso entre tantas muertes, los habría sentido como a Maz. Tal vez pasaría, hoy, si no lidiaban con el Emperador que podría estar al fondo de aquel abismo...

- Aún es demasiado pronto, no sabemos nada de él –ella se esforzó en no alzar la voz-. Es viejo. ¿Cómo se ve? ¿En qué estado está? Usa la Fuerza, pero ¿puede moverse? ¿puede pelear...?

- ¿Pelear...? –los ojos de Ben relampaguearon a centímetros de su rostro-. Tú no vas a pelear.

Bastardo arrogante, era una orden. Por reflejo Rue se zafó de su agarre y alzó la barbilla hacia él.

- Esta también es mi pelea –siseó apremiante-. Mi gente, mi llamado, mi decisión, y tú no me...

- ¡Maldita sea, Rue...! –el grito la hizo dar un respingo, pero se forzó a mantenerse firme.

Ben no iba a herirla. Con una mirada culpable, él le dio la espalda y se alejó unos pasos. Sintiendo el estómago revuelto, Rue acompasó su respirar. Ya no podía herirla. Tras un largo suspiro, su díada giró a encararla. Algo dentro de ella se agitó al ver su expresión atormentada, al sentir su desolación.

- Desearía que alguien, cualquiera, me hubiese dado la opción de no enfrentarlo... Nadie lo hizo. Nadie me protegió, nadie pudo. Y me volví un monstruo por ello pero ... –si bien suave ahora, su voz estaba cargada de dolor, y mientras él batallaba con las palabras, ella notó en sus ojos una sombra de remordimiento-. Tuve una visión, días atrás. Sufrirás, por mí, por este vínculo...

Sacaron sus sables al mismo tiempo, alertados por tres sombras que subían por la rampa. Guardias rojos, como los de Snoke, mas no iguales. Llevaban picas de fuerza. Otros seis entraban por el acceso opuesto del galpón. Podrían vencerlos, juntos, pero Ben le envió un mudo aviso a través del vínculo.

Alrededor del edificio, había muchos más.


Finn siguió los ojos de Leia y sintió que se le erizaban los vellos de la nuca. La película protectora en el cielo se había desvanecido. Como los generadores de las torres, los reguladores de atmósfera y las naves, el del escudo debió apagarse por los rayos. El Líder Supremo tragó saliva al mirar afuera.

- Líder de escuadrón... –el aludido se acercó al trote-. Cuál es el estado del escudo planetario.

- Caído –avisó el stormtrooper tras consultar por comunicador-. Igual que los cañones terrestres.

Ahora Coruscant estaba totalmente indefensa contra una flota. Pryde meneó la cabeza lentamente.

- No. No... –sus ojos pasaron del cielo, al stormtrooper, a la canciller-. Están mintiendo. ¡Mienten!

- Señor... –el líder de escuadrón intervino, inquieto-. La plataforma de aterrizaje está bajo ataque.

Con el estómago revuelto Finn entendió que el grito de Chewie no se debió a los rayos en el cielo. Enfocándose en la Fuerza, el frío se concentraba en aquel sitio. Se sentía familiar. Corrió al ventanal.

Un alboroto se desataba abajo en la plataforma. Finn reconoció a Myca, hecho una fiera, evadiendo disparos y esgrimiendo su sable de luz rojo contra todo lo que se cruzaba en su camino al hangar. Un escuadrón de stormtroopers lo frenó a bordo de un transporte que él fácilmente empujó con la Fuerza.

Los estrelló contra un muro al otro lado de la plataforma, la explosión arrojó escombros por doquier. Entre el humo y el fuego, los disparos le llovían desde las torres de vigilia, desde el techo del Halcón...

- ¡Chewie! –gritó Finn, al verlo ser empujado desde lo alto por un gesto del Sith.

El wookiee cayó fuera de su vista, pero como habiéndolo escuchado, Myca se volteó a mirar arriba, al ventanal. Sus ojos amarillos se clavaron en Finn. Un ademán perezoso de su mano buena hizo caer a los stormtroopers que disparaban en las torres. En su otra mano, de metal, sujetaba el sable de luz.

Su expresión fue letal al apuntarlo con éste en desafío. Extendió ambas manos hacia el ventanal y sus dedos se crisparon. Un escalofrío recorrió a Finn de pies a cabeza, y por instinto dio un paso atrás.

- Es Myca... –notando que el cristal empezaba a vibrar, añadió a gritos-. ¡Aléjense del ventanal!

- Si lo rompe, nos herirá a todos –Leia le dedicó una tensa mirada y luego exclamó-. ¡Cúbranse!

El miedo afinó sus sentidos, y Finn llamó a la Fuerza para mover el mesón ante ellos, stormtroopers y rebeldes por igual. Apenas alcanzó a ubicarlo cuando el transpariacero estalló en mil pedazos con un ruido atroz. Los trozos se incrustaron en todos lados, pero el maciso mueble los cubrió lo suficiente.

En el silencio subsecuente, alarmas de seguridad se dispararon en el interior. Respirando agitado por el esfuerzo, el aprendiz sintió la urgencia de asomarse por el agujero, mirar abajo a la plataforma.

Myca trepaba una torre de vigilia, usando nada más que grandes saltos, su mano nueva y el sable.

- Debemos irnos –avisó Finn al resto del conmocionado salón-. ¡Todos tienen que salir de aquí!

- Déjenlos adentro –ordenó Pryde, ya en la salida-. Desactiven la energía auxiliar de las puertas.

- ¡NO...!

La ira lo inundó al ver que los stormtroopers que él acababa de salvar los apuntaban con sus armas para cerrarles las puertas en la cara. Los rebeldes aún intentaban activarlas cuando el frío llegó arriba.

- Canciller –gruñó Myca desde la ventana-. ¿Vendrá conmigo antes o después de matar a todos?


La ansiedad iba a matarlo, una familiar y desagradable inquietud se iba acumulando en su cuerpo. Escondido en una bodega secundaria del Halcón, gritos en la pataforma alertaban a Jon. El wookiee Chewbacca aún no volvía de su vigilia en el techo, y si bien la droide Emmie, la unidad R2 y él podrían echar a andar la nave entre los tres, sus probabilidades de dejar la atmósfera con vida eran mínimas.

Él era un ingeniero, no un piloto. Tanteó la baliza oculta en el bolsillo de su camisa. Tampoco era un héroe, pero cuando Leia le pidió acompañarlos para evaluar un modo de reanudar las radioseñales de largo alcance, él sacó el valor para decir que sí. Sus errores ya habían costado demasiadas vidas.

Una explosión afuera lo sobresaltó. La compuerta de la bodega se abrió de golpe. Era solo Emmie.

- Las hostilidades están escalando –anunció en tono plano-. Chewbacca no está en su posición.

Ahora el pánico se elevaba velozmente en su interior. Nada de lo que estaban viviendo se sentía particularmente bien, pero eso... un enorme estruendo de cristal rotos lo hizo pararse. Jon estaba harto de tener miedo. Si el edificio se caía a pedazos, debía averiguar qué ocurría para asegurar el Halcón.

- Iré a ver qué ocurre. Tú encárgate de la cabina y el astromecánico, los necesitamos para volar.

Antes de perder el aplomo, salió de la bodega con piernas temblorosas. Debía resguardar el escape de la canciller y los rebeldes, lo reconocieran los stormtroopers o no. Forzándose a bajar por la rampa, lo primero que percibió fue el olor en el aire. Había humo en todas partes, , pero también algo más...

- ¡Va al salón de honor...! –alcanzó a oír a lo lejos- ¡Aseguren al Líder Supremo y sellen la salida!

La devastación en la plataforma lo hizo frenar: múltiples transportes volcados, en llamas, cuerpos de stormtroopers rebanados y perforados por un sable de luz. Unidades de seguridad de la Primera Orden estaban demasiado ocupadas rescatando a los que aún agonizaban como para reparar en él. Sunrider bajó por la rampa y se escondió tras ésta para mirar hacia la ciudad. Se sintió desfallecer.

Los carriles superiores de naves estaban desiertos, los inferiores, totalmente desorganizados como si los pilotos temieran ascender. Había transportes estrellados en varios rascacielos, algunos estaban en llamas, al igual que los reguladores de atmósfera que de seguro ya no filtraban el aire del planeta...

Y el escudo ya no estaba. Jon solo sintió las palpitaciones. No podía pensar ni respirar. Sus rodillas flaquearon. Iban a morir. Posiblemente en cuestión de horas y... un débil gruñido lo distrajo del terror.

El wookiee. Sunrider lo oía, pero no lo veía. Proyectado contra el vacío cielo del alto Coruscant, el borde de plataforma estaba a unos diez metros del Halcón, ninguna masa gigante de pelos a la vista.

Otro gruñido, esta vez lastimero. Venía de abajo. Con las extremidades entumecidas, Jon trastabilló por la plataforma y se arrodilló a orillas del abismo para asomarse. Mirar abajo le dio un vértigo atroz.

Chewbacca colgaba de un solo brazo en el nivel inferior.


Los guardias los desarmaron y condujeron a la rampa llena de cadáveres, bajando eternos minutos por la espiral. En la moribunda luz azul, el revestimiento de los niveles cambiaba producto de milenios de construcción, desgaste y humedad. Los nichos que Ben vio tallados en la roca se extendían por el abismo formando entradas a una oscuridad impenetrable, el eco de sus pasos se perdía en la negrura.

Eran túneles. Un amplio laberinto de maldad donde la agonía de los muertos impregnaba la Fuerza. La luz venía de una de las entradas, iluminada desde dentro por antorchas de frío fuego azul. Los tres guardias guiando la marcha se adentraron por aquel pasillo, y Ben notó múltiples desvíos en su interior.

- No me toques... –la protesta de Rue tras él lo hizo voltear brusco.

Un guardia la había empujado por demorarse. Sin escape, distraídos y rodeados por una estúpida discusión, la parte de sí que respondía al lado oscuro se agitó dentro de sí. Ben podría asfixiar a sus nueve captores con un solo gesto... pero no. Inspiró por calma mientras Rue apuraba el paso hacia él.

Una vez dentro del túnel iluminado, Ben buscó sus ojos, le habló a través del vínculo: ¿Estás bien?

He estado peor. Ella lo miró en silenciosa irritación. Pero seguro también tuviste una visión de eso.

Ben casi podía oír el zumbido de sus pensamientos, probando a los guardias, midiendo sus armas, evaluando cada salida tal y como cuando él la llevó a Snoke. Se forzó a dejar ir el recuerdo, y la culpa. Debía mantener la mente despejada. Porque tal vez el poder de dos podría vencer al Emperador, pero tal vez no. Su díada era tanto su ventaja como su debilidad, y es que si Rue no salía de ahí con vida...

¿Qué viste? ella le gruñó. Se sentía traicionada y con justa razón, pero aquel no era el momento.

No lo sé. Ben no quería, no podía ahondar en ese escenario. Estaba oscuro y gritabas mi nombre.

No tenías derecho a callártelo. Un túnel lateral se encendió y alteró su ruta. ¿Por qué no me dijiste?

Recuerdos sangrientos del salón de Snoke lo asaltaron en fracciones de instante. Meneó la cabeza.

Porque el futuro no está fijo aún, espetó. Protesta todo lo que quieras luego de memorizar la salida.

Sombras se arremolinaron en los muros, despertaron recuerdos de infancia que lo hicieron temblar. ¿Cuántas veces lo acecharon, a oscuras, en pesadillas? Fue el Emperador todo ese tiempo. Ella siguió su mirada y asintió, ceñuda. Avanzaron en silencio intentando descifrar las vueltas de aquel laberinto.

Consciente de que esos bien podrían ser sus últimos instante de paz, Ben se forzó a buscar claridad en la luz. Pero una insidiosa duda se repetía en su cabeza. ¿Y si no eran lo suficientemente fuertes?

No te dije porque me aterra, reconoció al fin, cuando los guardias de súbito los hicieron frenar ante una gran arcada sumida en oscuridad. Me aterra que todo lo que tú y yo sufrimos con él, sea en vano.

Ben desperdició su vida y valiosos años de entrenamiento Jedi al dejarse seducir por el lado oscuro. Ahora tal vez ni su poder, ni siquiera el de dos, podría superar las habilidades Sith del Emperador; ni hablar de salvar la galaxia. Pero Rue, aún tan joven... ella aún podía hacer algo bueno con su vida...

Mírame, Ben. Él lo hizo. Sus grandes ojos marrones brillaban resueltos pese a las sombras que los rodeaban. Estoy aquí ahora. Soy tu igual. Yo también puedo protegerte. Conocernos no fue en vano.

Una oportunidad para ser valiente, él se forzó a recordar sosteniendo su mirada. La Fuerza los hizo una díada por algo, por años los preparó para ser iguales, opuestos, complementos. Luz y oscuridad. Para aprender balance, el único poder que vencería al Emperador y terminaría lo que su abuelo inició...

Anakin. El corazón le dio un vuelco. Su abuelo le dijo que el orientador lo guiaría a su verdadero destino, y que entonces, lo vería de nuevo. Ben se apuró a cerrar los ojos para buscarlo en la Fuerza...

...pero con un golpe de frío, la Fuerza se agitó y retorció. Y fue otra voz la que surgió de las sombras.

- Cuánto he esperado.


Adrede vinieron directo a una trampa, y ahora resultaba que Pryde no solo era malo, era estúpido. Traidores, traidores en todas partes. Finn no sintió su miedo volverse ira hasta que volteó a ver al Sith.

- ¿Por qué estás haciendo esto? ¡Estabas de nuestro lado! –estalló- ¡Todos debemos estarlo!

Myca, porque el tipo frente a él era efectivamente Myca, redujo el paso mientras ingresaba al salón.

- Creí haberte matado –sus ojos amarillos se entornaron.

- ¡Y yo creí que tú habías muerto defendiendo nuestra causa! –Finn espetó, dando un paso a él.

- ¿Qué causa? ¿La UAL y la Primera Orden peleando juntas? La misma escoria, que debe morir de una vez –se detuvo a unos metros-. Esa es mi causa, pero hoy, solo me llevaré a la canciller.

- Lo que sea que el Emperador te hizo... –terció Leia, posando una mano en el hombro de Finn. A sus espaldas, los seis rebeldes intentaban forzar la puerta para salir-. Lo que sea que creas estar haciendo ahora, está dañando a gente inocente. Civiles han muerto por tu mano, Myca...

- Ése no es mi nombre –el Sith apuntó a Leia con el sable, luego a Finn-. Dejen de llamarme así.

La mano de su maestra lo sostenía con firmeza. Cálmate, parecía advertirle. Finn inspiró profundo.

- ¿Y cómo te debemos llamar, entonces? –exhaló, buscando sosiego en el lado luminoso.

- Soy oscuridad. Soy ira. Soy destrucción –agitó el sable rojo junto a él-. No necesito un nombre.

- Pero eres Sith... –bajando la voz mientras recobraba el enfoque, notó que tras él los rebeldes manipulaban el cableado de las puertas-. Y no dejaré que te lleves ni a la canciller, ni a nadie.

Una vez que lograran abrir, Finn lo distraería de algún modo. Las sillas. Los ornamentos. El mesón. Ideas no faltaban, pero habría preferido un sable de luz. Tal vez podría arreglárselas para desarmarlo...

- Entonces serás el primero en morir, esta vez para siempre... –el Sith se precipitó hacia ellos.

- ¡Finn...! –el tono de su maestra fue una orden.

Puso medio bastón en su mano, en fracciones de instante él lo reconoció. La hoja de plasma azul se materializó frente a ellos justo para detener un mandoble letal en su dirección. Era el sable de Leia.

Finn aprovechó la sopresa de Myca para empujarlo con la Fuerza, el Sith patinó unos metros hacia atrás con expresión hosca. Las altas puertas del salón se abrieron tras ellos, no había rastro de Pryde. Tampoco de stormtroopers, u oficiales. Los abandonaron en aquel nivel. Era su oportunidad de huir...

- ¡Váyanse, lo retendré! –Finn gritó sobre su hombro, la mirada fija en el Sith.

- Seguiremos con el plan de respaldo –la canciller repuso tras él-. Sabrás donde encontrarnos.

El aprendiz asintió en postura defensiva. Sin quitar ojo de Myca, escuchó los pasos alejándose por el pasillo. Los ojos amarillos del Sith alternaban entre el corredor, el sable de luz de Leia y el rostro de Finn, momento que él usó para cerrar las puertas desde adentro y cortar el cableado para dejarlas así.

- Te arrepentirás de esto –gruñó Myca, respirando cada vez más agitado por una creciente furia.

- Espero que no –él replicó entre dientes, adaptando la posición de su sable contra la del Sith.

Esta vez no lo tomaría desprevenido. Finn se preparó al ver que aumentaba el agarre de su arma. Pero Myca soltó un rugido de frustración, dio media vuelta y saltó por la ventana. El aprendiz parpadeó en confusión antes de entender que aquel era el modo más rápido de llegar a la plataforma. Al Halcón.

Luego, encomendándose a la Fuerza, se precipitó tras él.


El wookiee se había lesionado un hombro, solo las garras del brazo bueno incrustadas en un ducto de ventilación le impedían caer al vacío. Aterrado, Jon reunió toda la voluntad que tenía para farfullar:

- Aguanta ahí, traeré ayuda... –por el vértigo se arrastró unos metros antes de pararse-. ¡Resiste!

Con el caos de la plataforma aún ocupando a los stormtroopers, echó a correr al interior del Halcón.

- ¡Emmie! –gritó-. Chewbacca está herido, cuelga de la plataforma con un brazo. Una cuerda...

Precipitándose a los equipos de rescate de la bodega principal, Jon revolvió en las bolsas. Encontró un arnés con una cuerda lo suficientemente resistente para aguantar a un wookiee, pero no tan larga como para amarrar a la base del Halcón. No podría cargar un contrapeso hasta allá, tendría que usarse a sí mismo y a Emmie, rogar que sirviera. Estaba tan absorto que no vio a R2-D2 hasta que éste trinó.

- ¡Ah! –Jon se apartó del astromec en horror y su espalda chocó contra un torso de metal- ¡AH!

Era Emmie, silenciosamente había llegado en el intertanto. Sunrider se llevó una mano al corazón y sintió la baliza binaria guardada en su bolsillo. Avisaría a la UAL en cuanto lograran subir al wookiee.

- R2 dice que puede ayudar –la droide ajustó sus armas para salir-. ¿Dónde está Chewbacca?

- Síganme –con un plan formándose a presión en su mente, Jon se precipitó al desolado exterior.


Algo iba mal afuera, era lo único que sabían. Hera, Aaggo, Poe y Jannah revisaban cada pequeño rincón de la celda en busca de algún punto que el alien pudiera cortar con sus tenazas para llegar a los circuitos y apagar la barrera. Gritos, explosiones y sacudidas los mantenían en expectante silencio.

Jannah no podía quitarse de encima la sensación de fatalidad rondándolos. El nivel estaba desierto y nadie los sacaría. Hera los había instado a buscar una salida, pero como confirmando la corazonada de la desertora, unas funestas sirenas inundaron la prisión. El comandante saltó a asomarse al pasillo.

- Nada –soltó entre dientes, visiblemente tenso-. Están haciendo un montón de ruido allá afuera.

- Y no suena como si fueran de los nuestros... –añadió la general, sin dejar de pasar las manos por su pared-. No podemos quedarnos a averiguarlo. ¿Has tenido suerte allá abajo, Jannah?

Medio ocultos bajo una litera, ella y Aaggo habían arrancado un soporte del largo de su antebrazo.

- Puede zervir de palanca –observó el alien, mientras la joven le daba vueltas en la mano.

- O de arma... –Jannah blandió la barra de metal, no muy convencida-. Una muy incivilizada.

- Alguien viene, dame eso –siseó Poe, quitándosela para ocultarse junto a la salida-. Disimulen.

Los otros tres se apuraron a sentarse en la litera buena. Escucharon múltiples personas acercarse, pero desde aquel lado de la celda no podían verlos venir. Ella entornó los ojos al oír que no marchaban. Junto a ellos, Poe ya tenía la barra en alto. Jannah lo miró tensa, tal vez su suerte estaba por cambiar...

Los pasos se detuvieron frente al control que abría la celda, y con un sonido de botones, la barrera de energía se desvaneció. Al cabo de unos segundos, la canciller Organa entró cojeando a su celda.

- ¿Piensas usar eso comandante? –la mujer señaló la barra-. Porque mi rodilla me está matando.


Oír su voz la hizo sentir enferma. Llamaradas de fuego azul se encendieron en la oscuridad frente a ellos, revelando una alta recámara de piedra. Rue le enseñó los dientes al viejo de pie en el centro.

- El nieto de Darth Vader. La hija de Mara Jade... –sus frágiles manos se alzaron en bienvenida, pero el gesto no llegó a sus ojos amarillos-. Reunidos ante mí, como ellos estuvieron alguna vez...

La debilidad del encorvado anciano era un acto. Su presencia colmaba cada rincón, la túnica negra ondulaba como si la oscuridad se le escapase. Clon o no, Rue se convenció de que era solo humano.

Un instinto primitivo le gritaba que peleara, que corriera, que replicase algo, pero su cuerpo estaba inmóvil. Ni su madre, una sobreviviente, ni el Jedi más fuerte conocido pudieron rebelarse contra él y salir indemnes. El odio que radiaba el Sith se había extendido en venganza a sus hijos, a sus nietos...

- Tienen una deuda que pagar por su traición –dijo el Emperador, esbozando una lenta sonrisa.

Hizo recordar a Rue que había cosas peores que la muerte. Se forzó a respirar, a calmar su mente.

A su lado, Ben estaba tan paralizado como ella. El Sith parecía percibirlo, disfrutarlo. Los invitó a pasar con un gesto. Los guardias aún a sus espaldas dieron unos pasos para presionarlos a avanzar.

- ¿Acaso una vida de manipulación, horror y sufrimiento no fue suficiente? –Ben inquirió, serio.

Gracias a la Fuerza, él se recobró primero. Caminó hacia el centro con admirable calma, rozando sutilmente su brazo al pasar. Un aviso. Solo entonces ella notó que el poder del Emperador opacaba hasta su vínculo. Despejando la mente entró tras Ben, y dividió su atención entre la plática y el salón.

Circular. Muros de roca negra, cargada. Seis accesos, solo uno abierto, monolitos cubrían los otros.

- Oh, ¿llamas a eso sufrir, chico? –el tono paternal del Sith era repulsivo-. Snoke te entrenó bien, pero tú solo has arañado la superficie. Todavía no has sido forjado por el sufrimiento... No aún.

Más allá de la energía del Sith, aquel sitio rezumaba un poder propio. ¿La vergencia de la Fuerza...? Sombras en las rocas se atenuaban por el fuego ardiendo en torno a un trozo de muro central. No solo un muro. Estaba liso, pulido. Un espejo, similar al de Aach-To. Rue palideció al entender. ¿Un portal?

- No aún... –repitió Ben con frialdad, frenando en seco-. ¿Entonces cuándo? Nos querías vivos, aquí estamos. Vivos. A diferencia de los cientos de seres que acabas de consumir, ¿para qué?

- Deberías ya saberlo, Kylo Ren –lo miró-. Sacrificios deben hacerse para alcanzar tu potencial.

- Kylo Ren fue un engaño –siseó Ben-. Uno que plantaste en mi mente desde que puedo recordar.

Su díada empuñaba las manos. Rue se detuvo intencionalmente cerca de él, una muda advertencia y consuelo a la vez. El Sith desechó las palabras con un ademán. La arrogancia del gesto la hizo bufar.

- Y tú, niña... –Rue ahogó un grito al sentir sus ojos clavarse en ella, revolver sus pensamientos-. ¿Vas a castigarme por mostrarte tu potencial? Mi lección te sirvió bien para matar a los espías.

- Sal de mi mente... –la intrusión alimentó su ira y Rue la usó para expulsarlo. Los ojos del Sith cobraron un brillo codicioso, uno que ella detestó-. Tú los enviaste, ¡querías que los matara...!

El frío poder se acumulaba en sus venas, afinaba sus sentidos. Rue apretó los dientes al notarlo. Vio de reojo que Ben acompasaba su respirar por calma, se forzó a imitarlo. Pero el Emperador sonrió.

- querías matarlos. Yo solo te enseñé cómo. Justo como hice con Mara, cuando fue mi pupila.

Sí, Rue eligió matarlos, eligió sobrevivirlos y luego se dedicó a hacer el bien. Pero el pulso le rugió en los oídos al entender la insinuación del Sith. ¿A cuántas otras lecciones él sometió a su madre...?

- Claramente tus subordinados tienden a la traición por cómo los tratas –terció Ben con suavidad. La sonrisa del Emperador desapareció-. ¿Qué pasó en Exegol? ¿Quién destruyó el orientador? Estoy intrigado. Debe ser una historia digna de contar, si las cosas no salieron como planeabas.

Supo al instante que le estaba dando tiempo para enfocarse. Se forzó a acceder a la luz, a pensar, a observar... A los nueve guardias a su alrededor, se habían sumado dos por cada acceso. Con esas armas de tortura, eran demasiados para pelear sin sables de luz. ¿Habría más ocultos en las sombras?

- Saturaron el núcleo de Kyber del planeta -el Sith empezó a circularlos, un depredador midiendo a sus presas. Ellos siguieron su movimiento para no perderlo de vista-. La explosión arruinó gran parte de mi Flota, terrible desperdicio... sin confirmar mi asesinato, esperaron a ver lo que hacían mis seguidores. El orientador roto fue su señuelo. Los clones de Snoke, fueron el mío...

Las sombras de su rostro parecían desdibujarse mientras sus ojos se alternaban entre ambos. Y el gran espejo, demasiado para robar, ¿cómo funcionaba? ¿podrían sabotearlo? ¿podrían averiarlo?

- ...pero Bridger, Thrawn y Mara murieron sin saber que su plan en Exegol me dejó hallar algo realmente excepcional en los escombros –Rue se estremeció al notar que él seguía su mirada al espejo-. Algo mucho más valioso que mil estrellas de la muerte. Gracias a ello, podré tomar los mundos centrales en días. Lo que van a sentir... es el ataque coordinado de la Orden Final.

El horror la invadió al captar que él también estaba haciendo tiempo. Porque en la Fuerza, a través de capas y capas de energía oscura, cientos de vidas eran arrancadas de existencia. Otra emboscada. Conteniendo el aliento, se extendió a buscar la presencia de sus amigos dondefuera que estuviesen.

No encontró a Jacen.


Avanzando al paso de la canciller por la vacía prisión, Jannah y compañía averiguaron que estaban en los niveles inferiores del ex edificio de gobierno de la Nueva República, que el Emperador había freído el escudo planetario y los cañones terrestres -lo que sugería una pronta invasión-, y que Pryde y sus generales se habían atrincherado en algún nivel de la torre, con casi todos los troopers asignados a su protección. Aquella información y una escaramuza por armas les costó dos rebeldes en el camino.

- ...solo hemos visto guardias vigilando los accesos al edificio y los cuartos de energía, pero hay un Sith en las inmediaciones –contó Organa al entrar a un elevador-. Finn está lidiando con él.

- ¿Finn? –Jannah se estremeció, ella y Poe frenando en seco ante el umbral-. ¿Necesita ayuda?

- Finn ez un Jeedai –Aaggo intentó apaciguarla desde el atiborrado elevador-. Tiene la Fuerza.

- Está entrenado –Leia les dedicó una mirada seria mientras los rebeldes se apretujaban dentro.

- ¿Está solo? –inquirió Dameron. Viéndolo de reojo, Janna notó que había palidecido-. Está solo.

- Soy consciente de ello, Poe –repuso Leia, severa-. Pero quiero al comandante aquí. La Primera Orden se desmorona entre cuatro paredes. Con una invasión inminente, debemos pedir más apoyo del que tenemos. Para hacerlo, necesitaremos señales de largo alcance que funcionen.

- ¿Chopper llegó al Valentía? –terció Hera, manteniendo la puerta abierta-. ¿Ubicaron la antena?

- La estaban por rastrear cuando nos fuimos, pero hemos estado diseñando un plan alternativo...

La canciller se interrumpió de súbito, justo cuando Jannah sentía una corriente de frío atravesarla.

- Gente está muriendo, ahora –las palabras huyeron impacientes de labios de la joven, asaltada por esa terrible sensación de fatalidad-. ¿Cuál es el plan? ¿Cómo transmitimos con el bloqueo?

Entró al elevador junto a Poe, y como si estuviese haciendo tiempo la canciller comandó la máquina a bajar. Con nueve personas a bordo, estaban lo suficientemente cerca como para notar que Dameron respiraba inquieto. De miedo. Ni la ejecución lo había puesto así. Jannah esperó la respuesta de Leia.

- Recuperen la antena o la destruyan, nosotros podríamos levantar el bloqueo a las radioseñales desde aquí. Nos reagruparemos en el Halcón. Jonmandará un pulso a la UAL, si es que no lo ha hecho ya, y buscaremos la base central de comunicaciones de la Primera Orden. Una vez reestablecidas éstas, llamaremos a todos los aliados posibles, a todos los que escuchen, como hicimos en Jakku... –la canciller miró a la general-. Jacen fue a Csilla. Podría volver con ayuda.

- ¿Ayuda de Csilla? –pasmada, la twi'lek dejó escapar un bufido–. Nunca digas nunca, supongo.

- Nunca digas nunca... –Leia repitió en un suspiro que a Jannah le pareció eterno.

Y quizá fue el cansancio o tensión del momento, pero notó un brillo extraño en sus ojos al hacerlo.


Se ayudó con el sable de luz para disminuir la velocidad de su caída. Enterrada contra la fachada del edificio, la hoja de plasma azul cortaba el metal como si fuese manteca. Finn dejó para otro día la preocupación por destruír propiedad pública mientras el suelo de la plataforma se acercaba veloz a él.

Tal y como hizo entrenando en las cuevas de Goji, empujó con la Fuerza para amortiguar el último tramo, apagó el sable antes de caer y rodó por el suelo hasta encontrar un punto de apoyo y levantarse.

- Ufff... –con la cabeza aún girando, se tambaleó unos pasos en busca del Sith-. ¿Dónde estás?

Myca había caído algo más lejos, y en lo que Finn tardó en alcanzarlo ya había matado a los cuatro stormtroopers apostados en la entrada del hangar. Gritos desde arriba le indicaban que otros llegarían pronto. Respirando agitado por el esfuerzo, corrió a interponerse entre el Sith y el interior del edificio.

Si Leia y los rebeldes iban a las prisiones como acordaba el plan, Finn no iba a dejar a Myca entrar.

- Creí que dijiste que ibas a matarme –activó el sable en postura defensiva-. Tal vez no quieres.

- Desperdicias mi tiempo... –Myca se acercó a zancadas, su sable rojo en alto-. Y lo lamentarás.

Finn sintió un escalofrío atravesarlo, no tanto por el imponente rival que dejaba caer el sable de luz sobre él, sino por el cambio en la corriente de la Fuerza a su alrededor, señal de que algo iba a ocurrir. Frío. El choque de plasma rojo contra azul restalló en la plataforma mientras que en el cielo, múltiples estruendos indicaban el arribo de naves de guerra. Myca cargó brutalmente, mandoble tras mandoble.

El aprendiz Jedi se forzó a mantener su miedo a raya, sus sentidos alerta, su atención en el ahora. Bloqueo tras bloqueo, esperó a su oportunidad como tantas veces había practicado con sus amigos.

- ¡Luchar es inútil! –el plasma zumbaba sus oídos-. ¡Los enemigos de los Sith serán aplastados!

La ciudad se agitaba en horror ante la aparición de naves desconocidas, Finn sentía aquel caos en la Fuerza y elegía dejarlo ir para enfocarse en el siguiente golpe, en el siguiente, y el siguiente. Cada bloqueo enviaba temblores a sus brazos, la furia del Sith aumentaba su poder y él solo podía esperar.

Disparos desde arriba los separaron, un nuevo contingente les atacaba desde una torre de vigilia. A ambos. Finn sintió su propia ira volver mientras el plasma les llovía sacando chispas a su alrededor.

- ¡Traidores! –gritó, bloqueando los rayos que caían en su dirección- ¡Intento mantenerlos vivos!

Estúpido Pryde con su estúpido orgullo, ¿cuántas vidas inocentes más les costaría? Myca soltó un rugido atroz y extendió una mano crispada hacia la torre de vigilia. Los seis stormtroopers asomados en esta levitaron en el aire y fueron arrojados hacia el borde de la plataforma como muñecos de trapo.

- ¡DEJA DE HACER ESO! –Finn giró furioso al Sith- ¡Diablos, Myca! ¡Querías salvarlos también!

Desplazando su letal atención nuevamente hacia Finn, el desertor que alguna vez fue su aliado ni siquiera parpadeó ante la referencia. No había nada en sus ojos amarillos salvo apetito de destrucción.

- ¿Por qué querría salvar a esta escoria? Si están del lado equivocado, merecen morir y lo harán. Esa... –apuntó con su sable al cielo, donde destructores estelares rojos se desplegaban para asediar a los grises de la Primera Orden-. Esa es la Orden Final. Su arribo traerá la victoria del Sith sobre los débiles lideres del pasado. Purgaremos a los infieles para enaltecer esta galaxia.

Le habían lavado el cerebro, no había otra explicación. Finn dejó ir de su mente la furia y la lástima, no podía darse el lujo de reflexionar sobre su cruel destino cuando sentía vidas extinguirse por doquier.

- Primero deberás pasar sobre la UAL –Finn se preparó para el siguiente embate-. Y sobre mí.

- Tú lo pediste –gruñó Myca, tomando impulso para atacar.

El Sith continuó su arremetida, el plasma zumbando y restallando con cada golpe rojo contra azul. Se le ocurrió a Finn que aquel sería el mejor momento para que la UAL llegase con refuerzos, o que una flota chiss los rescatara. La idea se volvió inquietud al reparar en cuánto tiempo había pasado...

El sable de luz rojo zumbó en un arco justo donde su cuello estuvo instantes antes. El aprendiz se echó atrás, incapaz de apartar un mal pensamiento. Con o sin los chiss, Jacen ya debería haber vuelto.


Varios stormtroopers volaron al vacío más allá de la plataforma. Horrorizado, Sunrider miró atrás, a la entrada del hangar en donde Finn y Myca luchaban con sables de luz. Pero no podía distraerse. Arrodillado en el suelo al borde de la plataforma, se asomó a mirar abajo. Chewbacca seguía colgando.

- ¡Aguanta solo un poco más...! –gritó mientras terminaba de amarrarse a la cuerda, los droides ubicándose a cierta distancia-. ¡Emmie bajará a ponerte un arnés! ¡Te subiremos entre los tres!

El wookiee dejó escapar un gruñido angustiado. Jon dedujo que no era una respuesta optimista.

- No entiendo lo que dices, para bien o para mal –volteó a la droide-. Emmie, ve. R2-D2, tú aquí.

Gracias a los aparatos magnéticos de sus brazos y pies, la droide bajó cuidadosamente por el muro del edificio cargando el extremo del arnés. En el intertanto, Jon anudó el otro extremo libre en R2. Con ambos atados, humano y astromecánico miraron como Emmie aseguraba al wookiee en movimientos rápidos y suaves. Cuando ésta empezó a subir de nuevo, ellos se alejaron del borde para posicionarse.

Emmie se pasó la cuerda por la cintura y fijó los magnetos de sus pies al piso para ser su soporte. A señal de Jon, él y R2 empezaron a halar moviéndose hacia el borde para imitar una polea. Un rugido de temor llegó a sus oídos al instante que sintió el peso del wookiee en sus brazos. Se forzó a seguir...

Tirando de la cuerda a través de Emmie, R2 y Jon alzaron metro tras lento metro al wookiee hasta que éste pudo aferrarse al borde de la superficie con el brazo bueno. Luego subió una pierna. Viéndolo debatirse con el resto del cuerpo, Sunrider se precipitó a ayudar. Forcejearon juntos para alejarse de la caída, a la relativa seguridad de la plataforma. Relativa, porque recostados de espaldas recobrando el aliento, notaron que más allá de la atmósfera, el cielo estaba infestado de destructores estelares...

Grises contra rojas, las naves de guerra comenzaban a dispararse entre sí. Sin el escudo, sus escombros caerían sobre la ciudad y no solo eso... su respiración agitada se volvía vapor frente a sus ojos. Si los reguladores de atmósfera estaban caídos, el clima del planeta oscilaría dramáticamente.

¿Cuánto tardaría todo en congelarse? Debía activar la baliza, dar aviso a la UAL... se llevó la mano al bolsillo de la camisa donde la ocultaba y su corazón dio un violento vuelco al notar que estaba vacío.


La Flota Sith estaba en Coruscant. Ben supo que el horror del rostro de Rue era un reflejo del suyo.

- No puedo sentir a Jacen... –los ojos de su díada relampagueron hacia el Sith-. ¡Qué hiciste...!

Apenas dio dos pasos hacia el Emperador cuando los nueve guardias cerraron filas sobre ellos, apuntándolos con sus picas. Un movimiento en falso y quedarían dolorosamente inmovilizados o peor. Ben se las arregló para esperar, mantener la calma pese a sentir las vidas extinguiéndose en la Fuerza. Rue, fulminando al Sith con la mirada, tuvo el tino de retroceder. Éste parecía deleitarse con su furia.

- Ni la Unión de Alianzas Libres, ni la Primera Orden, y ciertamente ningún Jedi tendrán lugar en mi nuevo Imperio Sith. Quizá sea hora de revisar sus lealtades. Elegir mejor que sus ancestros.

Ben conocía a Rue lo suficiente, sabía que estallaría. Pero eso no lo inquietaba tanto como la forma en la que el Sith la miraba. Como Snoke solía verlo a él, como un arma. Y ya no podía darse el lujo de ceder al miedo de repetir aquella historia. Debía sacarla de ese estado, hacerla recordar su promesa.

- Gente de toda la galaxia se alzará contra ti, una y otra vez... –Ben se debatió por alcanzarla a través del vínculo, ella debió sentir algo, porque miró de reojo-. La esperanza es difícil de matar.

Una risa sin humor escapó de la boca del Sith. Había algo malo en él. Por instantes era como si la solidez de su cuerpo vacilara, las sombras a su alrededor parecían tener vida propia. Tal era su poder.

- ...y eso, muchacho soñador, solo prueba que nunca sentiste la verdadera desesperación. Esta galaxia lo hará... –con las picas de los guardias reteniéndolos en su sitio, el Emperador les dio la espalda y avanzó hacia el gran espejo de roca-. Luego de no uno, sino dos gobiernos fallidos, la desconfianza, la apatía, el caos... el miedo... la gente desesperada voluntariamente decidirá volver a un pasado de orden, de gloria. Celebrarán el regreso del Sith. Entregarán toda libertad a cambio de sentirse a salvo. Ustedes también podrían salvar a algunos pocos... por un precio.

- Después de todo lo que ya nos quitaste... –gruñó Rue- ¿qué podrías tener para convencernos?

Ben la miró intuyendo problemas. Ella a su vez, veía sus sables de luz en el cinturón de un guardia.

- Lo único que nunca podrán conseguir sin mi ayuda... –si el Sith presentía o no sus intenciones, no lo demostró. Su blanca mano se estiró hacia el espejo, y el fuego azul alrededor empezó a ascender-. Volver al pasado, corregirlo... –con un escalofrío Ben vio que las frías llamas lamían la roca pulida, distorsionando sus reflejos-. Una díada en la Fuerza es una rara manifestación de la naturaleza, irreplicable por los Jedi o los Sith. Poder puro de vida, que trasciende el tiempo y el espacio, al igual que este portal. La llave se perdió hace años, pero un cerrojo puede ser engañado, si se le presenta un reemplazo similar. Ustedes, son el primero forjado en milenios.

El Sith sabía de la díada. A través del deforme reflejo, sus ojos amarillos estaban clavados en Ben.

- Usen su poder. Abran el portal. Y les mostraré cómo la gente que aman vivirá pasado este día.

El Sith sabía de la díada, y pensaba usarlos para abrir el portal. A ambos, por eso los quería vivos. ¿Los drenaría de poder si se negaban, como hizo con los seres del galpón? Quizá no habría forma de vencerlo. El Emperador había desafiado a la muerte, reunido una flota que nadie detectó, jugado con sus mentes por años, y dominado la Alquimia Sith de formas que Ben jamás creyó posible. Ahora les mostraba una opción, una única opción, mientras gente moría a cientos de niveles sobre sus cabezas.

- ¿Y dejar el Mundo entre Mundos a tu alcance? –Rue le bufó-. Sabemos qué es. No lo haremos.

En el espejo, una leve molestia cruzó el rostro del Sith. Pero al voltear, no fue a ella a quien habló.

- Saben qué es, ¿pero saben lo que puede hacer? ¿Conocen el poder de lo que tienen enfrente?

El Sith fijó sus ojos en él. Ben había borrado toda emoción de su rostro, pero sintió su fría presencia rondar su mente por aperturas. Creó una barrera para el, la calma de un Jedi pese al caos alrededor. Rue inhaló brusco a su lado al ver que el reflejo del espejo se arremolinaba para formar una imagen.

Ben palideció al ver en el espejo el rostro de su padre, el brillo de su sable de luz rojo cuando él... Pese a negar con la cabeza, lo vio caer al vacío. La imagen se disolvió y recompuso. Un grito se atoró en su garganta al volver a mirar la muerte de Tai, el chasquido de su cuello a manos del antiguo Ren.

- Podrían deshacer lo que hiciste –sugirió el anciano con lentitud-. Evitar muertes innecesarias...

El espejo volvió a cambiar y Ben siseó al ver a Skywalker junto a su cuerpo dormido en la academia.

- Podrían intervenir en el momento adecuado... o incluso prevenirlo de ocurrir...

Skywalker activó su sable de luz verde y el reflejo se tornó en su viejo cuarto en Chandrila. Un niño Ben lloraba atrapado en pesadillas, sombras se arremolinaban sobre su cama. Nadie iba a protegerlo...

Rue siseó y desarmó a un guardia, Ben no alcanzó a reaccionar. Un dolor agudo en su costado lo dejó sin aire, la descarga de una pica de Fuerza lo hizo caer de rodillas. Ella cayó instantes después. Gruñendo y temblando por la corriente, fueron recogidos por múltiples manos, forzados a mirar al Sith.

- Álcense en mi contra y no tendré piedad –gruñó-. Pero a mi lado las cosas podrían ser distintas.

Las palabras resonaron en su mente mientras miles de escenas se desplegaban en el espejo. Él y su díada tenían otros nombres, otros rostros, otros destinos, rodeados de amigos y familia. Han, Mara, Maz, Tai, Luke, todos vivían, pero sus ojos volvían a él, y a Rue. Se veían despreocupados. Inocentes.

- Podrían tener la vida que merecen... –el Emperador lo instó con dulzura.

Ben no merecía esa vida, no después de años como Kylo Ren. Pero Rue... buscó su rostro. Estaba inclinada adelante, la vista perdida en la gente que aún lloraba. En esta vida, ellos estaban rotos. Miró el portal. Podría arreglarlo todo, no por él, sino por la joven que tuvo la desgracia de estar unida a él...

- No... –como adivinando su vacilación, los ojos de Rue se clavaron en Ben-. Es lo que él quiere.

- Se necesita el poder de dos... –el Sith señaló con suavidad-. Pero solo uno, para abrir el portal.

A su señal, los guardias lo soltaron. Solo a él. Porque Ben tenía algo que Rue no. Arrepentimientos, y el Emperador lo sabía. Anakin lo sabía. Su verdadero destino se asentó silenciosamente en él, como la última pieza de un acertijo. El Sith esbozó una cruel sonrisa al verlo levantarse e ir a su encuentro.

- Ben... –él no se atrevió a mirar a su díada, envolviéndose en su oscuridad como un viejo manto.

- Sé lo que tengo que hacer... –murmuró, porque en esta vida, él era un monstruo-. Lo siento.

Las llamas que lamían el espejo descendieron mientras se acercaba; las imágenes se disolvieron para volverse un simple reflejo. Ben lo usó para observar la recámara. Al Sith a sus espaldas, sus ojos amarillos fijos en él. A Rue, de rodillas más allá, sujeta por dos guardias. Finalmente, su propio rostro.

Había sido tan vanidoso al creer que podía negociar con el destino, que podía salvarla a ella de él.

- ¡Ben! –el grito de su díada fue una amenaza y una súplica a la vez.

Fue fácil entonces, dejar que el frío de su odio, su ira, de años de sufrimiento y temor se acumularan en su interior. Como si todo lo que había vivido lo hubiese preparado para ése momento. Reunió aquel poder fluyendo por sus venas, lo canalizó a través de la Fuerza y posó sus manos en la lisa superficie.

Al tocarla entendió que aquel espejo, aquel portal era mucho, mucho más poderoso de lo que creía.

Infinito. Inefable. Inaccesible, pero no para él. Podría cambiar el pasado a pura fuerza de voluntad.

Pero en esta vida, ellos seguirían siendo los mismos.

Era todo lo que Ben necesitaba saber.

La Fuerza aulló y rugió a través de él mientras dirigía todo su poder a la roca que sostenía el arcáico portal. El espejo se trizó y se quebró, sus piezas rotas reflejando miles de posibilidades en en su caída.

Duró un parpadeo, porque el Emperador rugió y crispó las manos en su dirección.