"Ella era el punto fijo del mundo en movimiento"

Las Vírgenes Suicidas


Gwen soñó con rosas. Rosas grande y rojas. Las flores cubrían el suelo, las paredes y el techo. Ella podía oler el aroma característico pegándose a sus fosas nasales casi asfixiándola. El color carmesí de las rosas comenzó a gotear como sangre manchando sus zapatos y su ropa. El olor metálico a sangre reemplazó el aroma de las rosas, mareándola. Gwen sintió nausea y trató de correr, pero las rosas cubrían todo el camino. Al ver una puerta en medio de la nada, la abrió cerrándola de golpe. Al observar a su alrededor notó que estaba en el baño de azulejos blancos de su infancia, de su anterior casa.

"Me encanta las rosas rojas, cariño" susurró una mujer rubia sentada dentro de una bañera. El agua se derramaba de la tina inundando el piso.

Gwen se acercó con cuidado a la mujer que miraba al frente con una sonrisa.

"¿Te gustan las rosas rojas, Gwen?"

"No, las odio"

La mujer giró la cabeza observándola con una mirada herida. Gwen sintió una punzada de dolor al observar los ojos azules de su madre.

"Pero me regalaste rosas por mi cumpleaños. Me encantan las rosas rojas" repite la mujer con una voz herida. Gwen trata de cerrar los ojos, pero no puede. El miedo se apodera de ella.

"Ven aquí, cariño"

Gwen niega con la cabeza. Siente como si tuviera nuevamente 5 años.

"Gwendolyn, ven aquí" la voz de la mujer parece distante. Gwen tiembla, vuelve a negar con la cabeza, pero sus pies se mueven hacia la bañera que sigue derramándose de agua.

Ella cae de rodillas al llegar al borde. El agua moja sus piernas.

"Lo siento, cariño" dice la mujer tomando las manos de Gwen. El agua comenzó a teñirse de rojo.

"No te vayas, mami" lloriqueó Gwen. El agarre de su madre se hace cada vez más débil.

"Me llevarás rosas rojas cuando ya no esté aquí"

Un llanto infantil se escuchó en la habitación. Un escalofrío cubrió su cuerpo haciéndola tiritar como si tuviera frío.

Gwen observó como su vestido rosa favorito se manchaba con la sangre que brotaba de las heridas de los antebrazos de su madre.

"Tengo miedo" sollozó la mujer sin soltar las manos de su hija.

"No me dejes, mami"

"No te dejaré, mi pequeña bailarina"

La mujer dibuja rosas con un dedo manchado de sangre en los brazos de la niña. La sangre gotea a través de los pequeños brazos de Gwen.

"Pronto estaremos juntas. Lo prometo" La mujer suelta las manos de Gwen y se hunde en el agua teñida de rojo.

Gwen se queda arrodillada observando como su madre se desangra en la bañera.

Gwen despierta con un grito que le desgarra la garganta. Su respiración está descontrolada. Lágrimas gruesas caen por sus mejillas.

Ella tiembla sin control. Busca a tientas el teléfono celular. Busca el nombre de Peter entre sus contactos y lo llama. Ella sigue gimiendo de miedo.

Pasan 30 segundos y Peter contesta.

-¿Gwen? ¿Qué sucede? Son las 2 de la mañana – contesta Peter con la voz adormilada.

Gwen respira hondo ya sintiéndose más tranquila. La bruma del sueño ya despejada de su mente.

-Soñé con rosas rojas – murmura ella con voz temblorosa.

-Oh…

-Sí, oh…

Ambos se quedan en silencio.

-¿Quieres hablar de eso?

Gwen juguetea con el borde de su cobija. Se siente como una niña de 5 años. Ella niega con la cabeza tratando de olvidar los vestigios de la pesadilla.

-No, ya estoy mejor. Solo que hace años no soñaba con lo que le pasó a… mamá – susurra Gwen.

-Lo sé… ¿Estas segura que no quieres hablar de esto?

Gwen piensa por un momento, pero no quiere molestar a Peter con algo que ambos querían olvidar.

-Estoy mejor. Solo necesitaba escuchar a alguien para saber que no sigo en ese lugar.

-Solo fue un sueño. Lo que pasó, pasó. No fue tu culpa – dice Peter con voz teñida de sueño.

-Lo sé, lo sé.

-Deberías llamar a Miles

Gwen abre los ojos con sorpresa. Gwen no le había contado esta parte de su vida a Miles y realmente no estaba segura de poder contarle lo que le pasó a su madre hace tantos años.

-Él debería saberlo. ¿Están juntos, no?

-Sí, estamos juntos.

-Deberías abrirte a él. Eso te ayudará.

Gwen hizo una mueca de horror. Realmente no le gustaba recordar ese episodio de su vida. Ella trataba de olvidar eso. Ella lo había apartado en lo más profundo de su mente y no había pensado activamente en su madre o en ese episodio de su vida desde hace años. No entendía porque su mente volvía a traer ese momento nuevamente en forma de un sueño.

-Gwen…

-Lo haré, Peter. Se lo diré a Miles, en algún momento.

Ambos se quedaron en silencio nuevamente.

-Siempre tienes sueños raros, Gwen

Ella ríe entre dientes. Era verdad. Soñaba que caía a su muerte o con ella convertida en un pingüino con poderes de araña. Nunca un sueño normal.

-Buenas noches, Peter

-Buenas noches, Gwen

Gwen cuelga el teléfono. Se acomoda en su almohada mirando a la ventana de su habitación en Chelsea. El olor metálico de la sangre aún persistía en sus fosas nasales.

"Pronto estaremos juntas. Lo prometo" la voz distorsionada de su madreresonó nuevamente en su mente. Gwen tembló ligeramente. Ella no recordaba que su madre le hubiera dicho eso cuando la había encontrado en la tina esa tarde.

Sintiéndose todavía un poco conmocionada por el sueño, Gwen vuelve a alcanzar el teléfono. Busca el nombre de Miles. Duda un momento, pero luego aprieta la opción de llamada.

Miles contesta su llamada en menos de 10 segundos.

-¿Gwen? ¿Qué sucede? – habla Miles con la voz preocupada.

-Hola, solo tuve un mal sueño. ¿Podrías dormir conmigo esta noche?

Ella escucha el sonido de las garras de metal.

-Voy para allá

-Bien

Miles cuelga el teléfono. Gwen busca la última foto que le habían tomado a su madre antes de su muerte.

Su madre con un gran ramo de rosas y una sonrisa que mostraba todos los dientes. Gwen de apenas 5 años reía a un lado de la mujer abrazándola por la cintura. Era el cumpleaños de Helen Stacy. Ella amaba las rosa rojas. Gwen y su padre le habían regalado un ramo gigante de rosas rojas y un pastel de fresa. El día había sido muy divertido y feliz. Gwen nunca pensó que dos días después, su madre se quitaría la vida.

Gwen dejó a un lado la fotografía. Un dolor sordo apretó su pecho.

Volvió a acostarse en la cama. El sueño había huido de ella. Cerró los ojos, pero el recuerdo de su madre volvía a ella con fuerza.

-Mierda – gruñó Gwen frunciendo el ceño.

Pasaron 10 minutos y Gwen notó una sombra afuera de su ventana.

Miles abrió la ventana con cautela. La mirada azul se encontró con el cálido marrón.

Miles camina hasta la chica que seguía acurrucada entre las sábanas.

Miles se sienta en el borde de la cama. Gwen lo mira con una sonrisa débil. Él pasa una mano entre los cabellos desordenados de la chica.

-¿Estás bien? – pregunta él sin dejar de peinar el cabello rubio enredado.

-No

Miles la mira con preocupación. Ella se mueve para darle un lugar donde acostarse. Él se quita la chaqueta y los zapatos antes de meterse entre las sábanas con ella.

Ambos se miran a los ojos. Miles la acerca a él.

-¿Qué sucede, mi amor?

Gwen pasa un brazo por el torso de Miles y lo abraza. Piensa un momento antes de abrir la boca para luego cerrarla nuevamente.

-¿Gwen?

-Tuve una pesadilla. Más que una pesadilla fue un recuerdo ligeramente modificado.

Miles sintió la tensión en la habitación. Él acarició la espalda de la chica.

-¿Quieres hablar de eso?

Gwen ríe un poco escondiendo el rostro en el pecho de su novio.

-No, pero creo que deberías saberlo…

Miles espera a que ella hable, pero ella no lo hace. Miles abre la boca para volver a preguntar cuando Gwen habla.

-¿Tú papá murió siendo un héroe, verdad? – preguntó Gwen con la voz distante. Miles se tensa al escucharla.

-Sí, murió siendo un héroe.

Gwen murmura en aprobación antes de pasar los dedos por los brazos de Miles.

-Mi mamá murió cuando yo tenía 5 años.

Miles la aprieta más a él, como si quisiera consolarla por perder a su madre tan joven.

-Pero ella no murió siendo una heroína o salvando la ciudad…

Miles abre los ojos sorprendido por la voz casi con vergüenza de Gwen.

-Mi mamá murió cortándose los antebrazos en una tina con agua.

Miles deja de respirar por un momento. Gwen acaricia con un dedo la piel de los brazos de Miles en forma de ochos.

-Yo la encontré en el baño. Estaba sumergida en el agua en una tina. Se había rajado los dos brazos y la sangre salía a borbotones de ella.

Gwen siguió acariciado los brazos de Miles. Él comenzó a sentir la tristeza de la chica.

-Tenía apenas 5 años, pero entendí lo que estaba pasando. Recuerdo que me acerqué a ella. Me resbalé y caí de rodillas junto a ella – Miles acarició la espalda de la chica sin decir palabra.

-El agua estaba teñida de rojo manchando mi vestido favorito. Mi mamá parecía sorprendida al verme, parecía que avergonzada, pero al final me agarró de las manos.

-Le dije que no me dejara. Ella solo se disculpó – Gwen se encogió de hombros.

-Me pidió que le llevara rosas rojas. Ella amaba las rosas rojas. Luego comenzó a dibujar con un dedo ensangrentado rosas rojas en mis brazos y mi vestido.

-No recuerdo muy bien que pasó después de eso, solo que comencé a llorar a gritos y mi papá había entrado sacándome de ahí.

Gwen se quedó en silencio un momento. Miles no sabía que decir. Nunca pensó que la muerte de la madre de Gwen hubiera sido de esta forma.

-En el día de su funeral había rosas rojas por todos lados. Las odiaba. No podía verlas ni olerlas.

-Gwen…

-No había pensado en mi mamá de esta forma en años. No había soñado con ese día desde que tenía 10 años, pero hoy soñé con rosas rojas.

Miles buscó la mirada la Gwen. Le preocupó la forma fría en que ella narraba los hechos de la muerte de su madre.

-Tengo miedo, Miles – susurró Gwen con lágrimas en los ojos. Miles la besó en los labios tratando de transmitirle la seguridad que ella necesitaba.

Ella correspondió el beso con desesperación.

-Tengo miedo de morir como mi mamá, como Ben Urish o como en mi sueño donde siempre estoy cayendo de un edificio– ella sollozó abrazándose a él.

-No morirás. No lo harás. No lo permitiré – promete Miles besándola por todo el rostro.

Gwen asiente con una débil sonrisa.

-Te amo, nena

-Te amo, Miles. Maldición, te amo demasiado.

Miles la abrazó como si quisiera cubrirla del mundo. Miles frunció el ceño al ver la fotografía de una mujer rubia con un enorme ramo de rosas rojas y una pequeña niña rubia con una sonrisa torcida mostrando el espacio entre sus dientes abrazando por la cintura a la mujer.

Miles no pudo evitar sentir un poco de repulsión por la mujer que había decidido dejar a su pequeña hija de esta manera, pero no pudo juzgarla. No sabía lo que había pasado por la cabeza de la mujer o por lo que había pasado. Él mismo había caído en un agujero similar y pudo haber tenido el mismo final.

Él respiró hondo. Tomo la fotografía y la guardó en el cajón de la mesa. Se prometió a si mismo que no dejaría que nada le pasara a la chica que se acurrucaba a su lado.

-Aún puedo oler las malditas rosas rojas – murmuró Gwen con un quejido. Miles no olía nada, solo el perfume vainilla de la chica.

-Desaparecerá cuando vuelvas a dormir.

Gwen asintió escondiendo su rostro en el cuello de Miles. Aspiró una gran bocanada del aroma del chico y sonrió.

-Mucho mejor – murmuró ella en una risita. Miles ríe con ella.

El silencio vuelve a inundar la habitación.

Miles no puede dormir mientras un extraño miedo le aprieta el pecho.

La noche es demasiado larga para su gusto.


Nota de la autora:

Gwen revela un poco de su pasado.