Decir que Usagi y Leonardo se habían vuelto inseparables los últimos meses era un hecho.

Cada meditación, Usagi estaba ahí sobre su regazo, como si el pequeño animal también estuviera despejando su mente. Cada entrenamiento, Usagi estaba cómodamente recostado sobre un cojín observando a Leonardo.

Las noches en las que Leo se dedicaba a decir el nombre de su padre en lamento, se habían hecho mucho más cortas porque Usagi siempre estaba con Leo y, pasada las diez de la noche, el pequeño conejo comenzaba a cabecear de sueño y la tortuga no podía dejar que su querido amigo durmiera incómodo por su culpa, así que se dirigía a su habitación.

Cada noche, a pesar de tener su propia cama, Usagi dormía sobre en el caparazón de Leonardo, brindando al muchacho de una tranquilidad infinita.

Después de mucho tiempo, Leonardo estaba sintiéndose feliz otra vez, y todo gracias a su pequeño acompañante.

En silencio, Mikey disfrutaba de la sensación típica luego de una victoria.


Los días tranquilos y sin necesidad de actividades heróicas eran bastante comunes en la vida de los hermanos pero siempre existía la posibilidad de peligro, por lo que debían siempre estar listos.

Hace algunas semanas, encontraron un frasco de mutágeno, lleno de polvo y olvidado en el tiempo.

— P-pero, creí que los habíamos encontrado todos —mencionó Mikey asustado, los demás se miraron afligidos.

— Solo es una cápsula abandonada, no deberíamos estresarnos por nada —insistió Rafael levantándose de hombros—. Ya hemos visto demasiadas de estas cosas.

— De todas formas, debemos estar alerta. Llevaremos el mutágeno al laboratorio de Donnie, luego dedicaremos las siguientes semanas a buscar si hay más.

Y así fue, en el laboratorio, Donnie descubrió que el mutágeno era muy similar al creado por los Krang pero con las suficientes enzimas para que su retromutágeno fuera inútil. Descubrieron algunas evidencias biológicas que les hacían pensar que debían dirigirse al estado de Nueva Jersey a investigar, sin embargo, debían planear bien cúal sería su modo de acción. Los primeros días previos a su aventura, fueron exclusivos de la investigación de Donnie.

— Nadie debe tocar esto, si lo hacen no sé si podría revertirlo, o por lo menos me demoraría algún tiempo, por eso, nadie, repito, nadie —dijo Donatello con fuerza mirando al menor de sus hermanos—. Debe tocar esto, ¿entendido?

Rafael y Leonardo se cruzaron de brazos mirando serios a Miguel Ángel.

— ¿Por qué la hostilidad? —preguntó Mikey alzando los brazos con una gran sonrisa en su rostro—. Todos saben que soy muy cuidadoso.

Y al terminar de decir lo anterior, la tortuga de naranja se apoyó en el escritorio de su hermano, haciendo que todos los cuadernos y hojas sobre el mismos cayeran estrepitosamente en el suelo.

— ¡Mikey! —reclamaron sus hermanos a lo que el menor respondió con una sonrisa y un "ups".

Pocos días después, los cuatro hermanos estaban listos para hacer un viaje de una semana para buscar el mutágeno en el otro estado.

Muy a su pesar, Leonardo debió dejar a Usagi al cuidado de Casey y Abril.

— No tienes de qué preocuparte, Leo —mencionó la chica—. Lo cuidaré muy bien.

Pero esas palabras no dejaban tranquilo a Leonardo, podía notar como Usagi no quería ser cargado, ni tocado por los humanos, ni siquiera era dócil con sus propios hermanos, el pequeño conejo solo parecia necesitar y querer la atención de Leonardo.

Además, parecía ser que él no era el único inquieto, Usagi parecía sentir que vendría una separación temporal. Se dejaba notar una cierta ansiedad en su forma de saltar y en los movimientos de sus orejas.

Leonardo, conmovido, se acercó a su pequeño amigo, acariciando su pelaje.

— Necesito que te portes bien, ¿de acuerdo? Pronto volveremos —en respuesta, y como si pareciera entenderle, Usagi chocó su nariz con la mejilla de la tortuga.

Esperaba que los días pasaran rápido.


El primer día al cuidado de Usagi y Chompy, Abril y Casey notaron que sería contraproducente sacarlos de las alcantarillas, Chompy parecía más cómo ahí, mientras que Usagi no se dejaba atrapar por los humanos, por lo que, aunque quisieran, no podrían sacar al conejo de ahí.

Así que Abril se pasaba el día estudiando o mirando televisión, mientras Casey dormía o jugaba hockey a pesar de las protestas de la chica.

— ¡Vas a romper algo, Jones! —le reclamaba Abril, pero Casey no se inmutaba.

Sin saberlo, el segundo día de los humanos ahí, Casey rompió con un disco el mutágeno, que se encontraba escondido bajo el escritorio, luego, comenzó a desparramarse por el suelo del laboratorio. Ambos no se percataron hasta que fue demasiado tarde.

Al sexto día, Casey, aburrido, comenzó a perseguir al pequeño conejo de Leonardo con una zanahoria en mano, quien, algo asustado, corría tratando de evitar al humano. Cuando estaban a la entrada del laboratorio, Casey se arrojó al suelo, logrando sostener a Usagi por unos segundos.

— ¡Ja! ¡Lo logré! ¡Nada puede vencer a Casey Jones!—dijo victorioso para luego sentir un dolor en el dedo—. ¡Auch!

Usagi había logrado morder al humano y seguir su carrera contra él, viendo como perfecto escondite debajo del escritorio.

De un momento a otro, Casey vio como la habitación comenzaba a iluminarse con una tonalidad azul verdosa.

— ¡A-Abril! —llamó a la chica, volteando el rostro hacia la salida.

Sin embargo, el jugador de hockey sintió de pronto un fuerte golpe en la cabeza que lo noqueó por unos segundos. Al despertar, con Abril gritándole preguntándole qué sucedió, Casey le contó que Usagi había escapado o algo así. La chica, enojada, preocupada y asustada, le pidió repetir la historia una y otra vez. Ambos humanos buscaron al conejo durante todo el día, y al finalizar el mismo, resignados a haber perdido el animal, Abril le cuenta a Donnie lo sucedido por mensaje.

Abril y Casey se sentían totalmente avergonzados, sabían lo importante que era ese conejo para Leonardo.


Mikey ya estaba aburrido de su fallido viaje a Nueva Jersey, quería volver a casa y dormir en su propia cama. Podía ver que sus hermanos estaban frustrados con el viaje que no tuvo la conclusión esperada, estaban igual que cómo empezaron, solo que más cansados.

Estaba recostado en el suelo mirando a sus hermanos discutir cuales serían los pasos a seguir. Los tres se veían cansados. De pronto, Donnie pareció recibir un mensaje en su T-phone y una sonrisa apareció en su rostro.

— Debe ser de Abril —murmuró Miguel Ángel divertido, sin embargo, ese semblante cambió al ver a Donnie palidecer de un momento a otro.

El de púrpura se alejó de sus dos hermanos sin despegar la mirada del T-phone. Mikey se acercó, preocupado.

— Donnie, donnie, ¿qué pasó?

Donatello se mordió el labio.

— Es Usagi.

El menor se alejó, sintiéndose asustado.

— ¿Qué le pasó?

— No estoy seguro, Abril me dijo que Casey lo perdió, lo han buscado todo el día pero no aparece.

— ¡¿Qué?! ¡No me digas que ese tarado perdió a Chompy! —se acercó de pronto Rafael, solo.

— No, no, es Usagi —dijo Donatello mirando detrás de su hermano de rojo—. ¿Dónde está Leo?

— Fue a hacer un último patrullaje, pero, ¿qué pasó con el conejo?

— Solo eso sé, eso me dijo Abril.

Mikey se alejaba de espaldas, sin poder creer lo que escuchaba. Leonardo se iba a derrumbar.

— Pobre intrépido, se lo diremos cuando vuelva.

—¡No! —gritó Mikey de pronto— ¡No haremos eso! ¡Tienen que encontrarlo!

Ambos hermanos mayores saltaron sorprendidos por el exabrupto del menor.

— ¡Usagi es muy importante para Leo! ¡No podemos permitir que se pierda! ¡Tiene que aparecer!

— Mikey... —Donnie lo vio preocupado—. No creo que eso dependa de nosotros, un pequeño conejo en las alcantarillas, perdido no durará mucho.

— Sí, Mikey —secundó Rafael—. Es muy triste pero Leonardo lo superará.

— ¡No! —gritó otra vez Mikey—. ¡Solo con Usagi Leo dejó de llorar en la noche! ¡Si él no está, va a volver a hacer eso!

Donatello y Rafael se miraron sorprendidos con lo que acababa de rebelar el menor.

— ¿Qué?

— ¿De qué hablas, Mikey?

El de naranja empuñó sus manos y dirigió su mirada al suelo.

— ¿Recuerda que Leo nunca lloró la muerte de Sensei? Siempre, desde el primer día, se veía tan compuesto, tal vez solo un poco serio pero en general, Leo se veía bien emocionalmente. Pero... —el menor llevó sus brazos a su caparazón, como si se abrazara a sí mismo—. Pero yo lo ví hace algunas semanas, todas las noches desde no sé cuanto tiempo, Leo se dirije al dojo de noche y se queda llamando a Splinter por horas.

El silencio reinó por unos segundos, la culpa inundando a los mayores por no haber notado el luto no superado de su hermano.

— ¿Qué haremos? —preguntó el de púrpura.

— Rogar al universo que Casey y Abril encuentren a Usagi antes de que volvamos mañana.

Los tres hermanos compartieron una mirada llena de preocupación, deseando un buen descenlace para la situación.


El día siguiente, al anochecer, cuando los cuatro hermanos se encontraban camino a la alcantarilla, Leonardo notaba extraños a sus hermanos. Mucho menos animados que los días anteriores, se veían derrotados. Pensaba que podría ser por el cansancio pero no parecía ser el caso.

Un mal presentimiento se alojó en su interior, por lo que, preocupado, se dirigió con más velocidad a su hogar.

Al llegar, saludó animadamente a Abril y Casey, pero ellos también parecían cabizbajos.

— ¿Todo está bien? —preguntó Leo nervioso. Los humanos se miraron angustiados y luego Abril se acercó al mayor.

— Leo... No sé cómo decirte esto pero... Usagi.

Leonardo se sintió temblar.

— ¿Q-qué pasó con Usagi?

Casey se acercó.

— Fue mi culpa, Leo, yo... Lo perdí, dejé que se escapara ayer en la mañana. Lo hemos buscado desde entonces pero...

La habitación se sumió en silencio, todas las miradas fijas en la tortuga líder, quien solo poseía una expresión vacía.

— Oh —fue lo único que salió de su boca.

— Y-yo, lo lamento mucho, Leo —siguió Casey, acercándose a Leonardo—. Me siento muy arrepentido.

El mayor solo negó con la cabeza.

— No fue tu intención, fue un accidente —dijo Leo, su voz monótona y algo forzada—. Si me disculpan, estaré en mi habitación.

Y antes de alejarse, cruzó accidentalmente miradas con Rafael, quien vio el brillo en los ojos azules que anteceden lágrimas. Leonardo, avergonzado, se aceleró el paso mientras Rafael se llenaba de ira y se dirigía hacia su mejor amigo con violentas intenciones.

— ¡Eres un imbécil, Casey!

El líder podía escuchar detrás de él la conmoción de una pelea pero no sentía energía como para intervenir, tampoco quería que sus hermanos lo vean llorar. Leonardo se arrojó sobre su cama e, intentando no tener ningún pensamiento, se dejó caer en los brazos de morfeo.

Cuando despertó, calculó que debían ser aproximadamente las cuatro de la mañana. Sus hermanos debían estar durmiendo, a juzagar por el silencio de la guarida, por lo que, decidió que era el momento de remotar su hábito de dirigirse al dojo.

Una vez ahí, intentó comenzar su meditación pero no podía concentrase, imágenes de Usagi aparecían en su mente y le generaban una tristeza enorme. Se sentía tan miserable. Su salud mental, que desde la llegada de Usagi iba en mejoría, se había arruinado totalmente.

De un momento a otro, escuchó un ruido sordo, como de pisadas suaves detrás de él. Sin si quiera pensarlo, volteó, poniéndose de pie, desenfundado sus espadas.

— ¡Muéstrate! —exigió con sus katanas en mano a la extraña silueta que estaba en una esquina.

La silueta, con lentitud, se fue acercando. Leonardo podía ver que era similar a un hombre.

— Leonardo —se dejó escuchar una voz masculina que no era familiar.

Y él, siendo un ninja y un mutante, habiendo vivido tantas aventuras fantasiosas e inverosímiles, no pudo contener el grito que escapó de su boca mientra dejaba caer sus armas al ver a la criatura frente a él.


¡Hola! Ahora viene lo divertido jajaj No me demoré tanto con la actualización creo, espero mantener la constancia.

Agradezco los favoritos y seguidos de la historia, me deja muy feliz saber que hay gente que la lee 3

Eso, nos leemos!