II
El Sueño del Vampiro.
Las lágrimas se escapaban de sus ojos sin poder controlarlas. Había algo de definitivo en ese momento que obligó a todo el cuerpo y cerebro de Darriane a actuar como si fuera una coreografía aprendida. Era solo… era solo…
"¿Qué ocurre? ¿Qué estoy haciendo?".
Había pena y rabia, así como la profunda decepción que se apoderó de ella al saber que le habían roto el corazón.
Los golpes resonaron sobre la puerta de la biblioteca captando su atención, logrando sacarla del vacío lleno de caos que guiaba a cada uno de sus pensamientos. Aquello pareció alinear sus ideas y supo entonces que debía escapar, huir al menos por ella, por sus sueños perdidos.
Corrió hacía el escritorio más cercano y buscó entre los compartimientos la respuesta a su urgencia.
"He hecho algo malo, pero ¿Qué?"
Revolvió entre las cajoneras papeles, cigarrillos, sellos y lápices. A medida que su urgencia aumentaba todo parecía aún más desordenado y no sabía si es que en aquél febril estado había pasado por alto lo que necesitara.
La puerta volvió a sonar y la habitación que tanto recordara como parte diaria de su vida se volvió dos veces más grandes alejando de ella los muros y las ventanas, volviéndola pequeña e insignificante.
—¡Darriane! ¡Abre en este instante! — era Arthur y en aquel momento las anchas puertas del despacho comenzaron a retumbar. En cualquier momento derribarían la puerta y la capturarían.
"¿Qué me harán?"
"Por lo que has hecho, te cortarán la cabeza"
Esa había sido la voz de Alucard. Y era él quién la había traicionado. Era él quién le había roto el corazón. Los había preferido a ellos antes que a la estúpida de Darrianne.
Frente a ella el cuadro en el cual Arthur y ella posarán después de su boda. Un sol seco entraba por las ventanas, pero no iluminaba y a pesar del día, a pesar del brillo la luz era opaca y fría.
"Como todos en este maldito lugar"
Fue cuando vio el abrecartas, aquel brillo tan muerto le dijo dónde estaba. La herramienta perfecta para dejar todo ese universo tras ella, en el olvido, perdido para siempre.
Sintió a Arthur tras ella y se giró para enfrentarlo una última vez.
Quedó helada cuando notó que su marido lloraba.
— Durri — la llamó Arthur con suavidad. La mirada de su esposo estaba llena de pena y le pareció ver que también vergüenza.
—No me llames así — fue lo único que pudo decir, sin notar su voz quebrada.
—¿Qué vas a hacer? — Darriane miró su mano y notó como es que al coger el abrecartas lo había hecho al revés, por el filo. La sensación cálida de su sangre pareció consolarla en medio de aquella desesperación.
Sin mirar a su marido, solo contestó:
—Irme — dijo, esta vez, completamente convencida. Cerró los ojos y dirigió el arma directo a su cuello.
"Habría sido tan dulce acompañarlo…"
—¡Durri no!
°~*OOO*~°
La escuela luterana de San Nicolas estaba al interior de Hamburgo en la zona de Winterhude muy cerca del Stadtpark, a diferencia de la propia iglesia la cual se emplazaba junto a la concurrida avenida de Wöllberstieg. Por su parte, Winterhude era una localidad de amplias y pulcras casonas que parecían encerradas junto a su gente en medio de sus canales, frondosos árboles y grandes y pavimentadas avenidas. En invierno el frío arreciaba por los canales levantando nevazones perezosas en graciosos remolinos, mientras que en verano, los frondosos árboles, así como los amplios canales humedecían el ambiente lo suficiente para hacer la estación agradable y llevadera.
Solían haber competencias de remos, así como zonas en las cuales los niños se bañaban en compañía de sus padres cuando se hacían pequeñas fiestas de picnics entre los habitantes de la ciudad y en varias ocasiones con compañía de los estudiantes de la escuela.
Esta en tanto, consistía en un castillo solapado, de gran tamaño ubicado en medio de una silenciosa avenida de la cual era el único edificio. El castillo que había sido restaurado muchas veces tenía espacios como sus gimnasios, piscinas y auditorio, con una estética mucho más moderna la cual poco contrastaba con el edificio original. Esta agrupaba un total de seiscientos estudiantes de diferentes partes del mundo, en su mayoría norteamericanos descendientes directos de europeos.
Era este segundo grupo más elitistas y pequeño, quienes establecían una jerarquía -que aún se seguía - sobre las amistades que se forjaban dentro del recinto lo que ocurría sin mucha intervención del profesorado en aquel ambiente; había pocos latinos, menos de una docena de asiáticos y un solo afrodescendiente.
Primeramente, al ser una escuela protestante exigía aquella fe para sus integrantes, descendencia de una casa noble y/o el dinero suficiente para cubrir la colegiatura de los muchachos. Razón por la cual, además de discriminatorias las postulaciones a la misma eran abiertamente racistas, lo que explicaba una de las principales razones por las cuales Integra no era popular o siquiera reconocida ya que para muchos era evidente su ascendencia hindi, aunque nadie lo mencionara o les interesara recordárselo.
Por otro lado, diferente seria considerar si es que aquello era un tema relevante para ella. Su carácter parco y serio, la hacían demasiado aburrida y grave para tratarla y si solía destacar entre sus compañeros, era exclusivamente por ser la última de su casa.
"Ultima de su casa"
Para la mayoría de los europeos la casa Hellsing, era considerada acaudalada ya que se había enriquecido a base del comercio de armas durante la primera y segunda guerra mundial, algo que era conocido por muchos y que debido a aquella poca antigüedad a la vista de los más puristas esto le quitaba cualquier vestigio de antigüedad y/o abolengo.
Los Helsing verdaderos eran holandeses y para muchos de aquellos que realmente sabían quién era ella, no generaba la suficiente simpatía como para considerarla adecuada para heredar su casa y todo lo que venía con ello; conexiones sociales, políticas y militares, un gran patrimonio y acceso a la realeza británica, la última que aún sostenía real poder en la actualidad. Algo que venía repitiéndose desde el año anterior; Integra lo entendía, quizás demasiado bien: todos habían esperado a Richard Hellsing como nuevo líder, no a ella.
A Integra en tanto el ambiente social estudiantil le aburría sobremanera, elitista y engreída en un universo de gente que se creía superior a ella, encontraba a esos adolescentes estúpidos, vanos y torpes. Una muestra de lo decadente que se había vuelto la burguesía europea y más reducido aún; la burguesía protestante.
Lo anterior la llevaba a aislarse de los grupos escolares y estos hacían bien en no tomarla en cuenta.
—¿Necesitas ayuda? — Integra alzó la vista para toparse con el mayor de los hermanos Wilbanks; Lucian. Este le miraba con aburrida atención e Integra no pudo menos que negar. Por supuesto que necesitaba ayuda con todo el equipaje que traía consigo, pero no se lo diría a nadie.
—Gracias, pero puedo con ello — el muchacho sonrío y a Integra le pareció que se burlaba de ella.
—Claro — contestó — pero tendrás que hacer muchos viajes ¿no? — Integra ya lo había considerado.
—Lo sé — finalizó haciendo un vago gesto de asentimiento que llevó al muchacho a darle espacio para que ella pudiera avanzar.
—Marcus — llamó este a otro muchacho cercano una vez que Integra se alejó lo suficiente — acerca esas maletas al ala de las señoritas — el muchacho asintió en silencio y cogió parte del equipaje de Integra para llevarlo a su destino.
—Preguntará por que hago esto — dijo perspicaz, Lucian le asintió sin interés y volvió la vista hacia la entrada.
—Respóndele la verdad; estorbaban la entrada del resto y no era molestia para ti el desocupar el lugar.
Cuando el muchacho le dijo esas palabras a Integra esta no le creyó. No porque pensara que existía algún tipo de interés de Lucian hacia ella, aunque era lo más probable, solo que ese interés no se reflejaba en aspectos relacionados a su persona, si no más bien a lo que ella representaba. A diferencia, incluso de alguien tan poco popular como ella. Los hermanos Wilbanks pertenecían al grupo de rezagados socialmente de la escuela que se encontraban un nivel aún más bajo que los norteamericanos. Ni una gota de nobleza corría por la sangre de los Wilbanks sino que eran hijos de un industrial británico que viéndose agobiado por el mal comportamiento de sus hijos, sobre todo del menor, decidió enviarlos a Alemania a estudiar.
O, al menos, esa era la historia oficial. Aunque Dante, el menor, poco hacía para convencer al resto de cualquier otra explicación. Había quienes, como ella, creían que este era el primer paso para trasformar a la familia Wilbanks en parte de la nobleza británica y si era posible verla incluida en la tan selecta mesa redonda.
—Si, claro — contestó Integra incrédula al recoger sus maletas y llevarlas hasta su habitación.
Con la usual tranquilidad que solía guiar sus acciones domésticas, comenzó a ordenar su equipaje, la ropa y sus enseres más específicos como lo era su equipo de natación, el de esgrima y el de equitación. Por suerte había convencido a Walter de que no volvería a practicar polo, ya que el año anterior había sufrido un accidente que le había costado tres puntos de sutura bajo su oreja, lo que claro había escandalizado al mayordomo.
Sacó el fondo falso de su baúl y dos estuches revestidos en cuero gris estaban ahí. Llevaban el escudo de su casa y al sacarlos los revisó. Una Walther PPK gris de seis cartuchos más dos cargadores, cortesía de su mayordomo había sido embalada con el mayor de los cuidados. Integra consiente de lo que semejante pertenencia haría en su escuela cogió la caja más un lápiz y se metió bajo la cama. Ahí marco con cuidado las dimensiones del contenedor, en los próximos días debería modificar la estructura de madera que sostenía su cama para ocultar ambos estuches. Aquél que contenía su espada siquiera lo miró. De la nada había sentido cansancio y era hora de descansar.
Fue cuando extraño el más pequeño de sus bolsos; aquél que contenía sus identificaciones, algo de dinero, su pasaporte, además de otro par de gafas, un humectante labial y unos mitones hechos por Jane la cocinera de su mansión. Buscó en todos los lugares incluso bajo la cama sin encontrarlo. Trato de hacer memoria y sabía que se había bajado del taxi que la trajera a la escuela con él, había pagado con este en la mano. Recordaba haberlo visto en el vestíbulo cuando Lucian le dirigiera la palabra.
"Que descuidada"
Al salir de su habitación le molestó ver que los pasillos seguían llenos de muchachas haciendo ingreso a la escuela, con paso decidido llegó a la fuente principal que separaba las alas norte y sur de la escuela, las que además dividían el espacio dedicado a los muchachos y otros a las señoritas. Hasta ahí había llegado Marcus para entregarle sus cosas.
Lo había olvidado.
"¡Marcus!"
¿Tendría él su bolso? ¿Con que propósito? Dudaba mucho que el contenido de este le sirviera a alguien más que a ella. Al menos, lo de valor, ya que dinero, de seguro el muchacho disponía mucho más que ella.
Una vaga sensación de tranquilidad la rodeo a media que avanzaba hacia la entrada, pues el gentío comenzaba a disminuir y con ello el ruido. Para su fortuna el vestíbulo estaba a solas. El nochero le saludo cortes antes de dirigirse a la salida, estaban sonando la campana de las diez y la escuela se cerraría. Mientras este salía Lucian Wilbanks y su hermano Dante hacían ingreso al lugar, aparentemente discutiendo.
Los tres se miraron con atención. Aunque Dante la ignoro cambiando la atención a su reloj en cuanto ella comenzó a acercarse.
—Enviaste a Marcus Logan con mis cosas — le dijo al mayor de los Wilbanks, algo que este no negó.
—Así es — contestó casi cortes.
—Me falta un bolso de cuero negro pequeño que contiene mi documentación — eso pareció espabilar al muchacho y para cuando ella lo noto, él llevaba cruzado dicho objeto hacia la espalda.
—Supongo que es este — dijo quitándoselo y entregándoselo. Integra lo cogió tranquila, aunque presurosa, para revisarlo.
—Si crees que nos interesa algo de ahí estás loca — dijo de la nada Dante, ella solo lo ignoró, aunque Lucian no se mostró para nada contento con aquella intervención.
—No es necesario ser así de grosero Dante — Integra solo miró al menor de los Wilbanks sin emitir palabra alguna para girar hacia Lucian y agregar.
—Muchas gracias.
Este le sonrió tranquilo, sin decir nada más.
Integra volteó y cuando se alejaba de ambos pudo escuchar a Dante hablar nuevamente.
—No fui grosero, que ella creyera que nos quedaríamos con algo…
—No me interesa… — corto el mayor antes de que dejara de escucharlos.
Creería que todo había sido una coincidencia, sino fuera por su naturaleza desconfiada. Al tener aquél pequeño bolso, Lucian había tenido acceso a cosas privadas, no muy importantes pero que eran parte de su intimidad. Por suerte su libreta de deberes no estaba ahí. Explicar el contenido de esta habría sido bastante más difícil de conseguir, o más que ello, saber que alguien conocía sus pensamientos parecía especialmente aterrador.
Aquella idea le llenó de escalofríos.
Tendría que prestar más atención a lo que Lucian Wilbans deseaba de ella. Quizás al fin de cuentas si era una buena oferta podría considerarla. Que alguien a esas alturas quisiera aventurarse en algo parecido a una amistad con ella, o en su defecto a un intento de romance colegial le quitaría demasiado tiempo en cosas que realmente no le interesaban.
"Si da muchos rodeos, yo cortaré por lo sano"
°~*OOO*~°
Parecía sepultada en agua y aun así su rostro era apacible. Él sabía que ella estaba durmiendo, sus finos cabellos flotaban en rededor de su rostro, la blanca camisa traslucía lo delicado de sus formas y notó, como no lo había hecho nunca, lo débil que podía ser, el frío que debía sentir; como el agua congelada que calaba hasta los huesos volvía su piel más pálida, más cercana a la muerte. Pronto su corazón se detendría, el agua llenaría sus pulmones y dejaría de existir.
Mientras a su alrededor la oscuridad le aplastaba, el frío se volvía un opresor que ralentizaba cada uno de sus movimientos, volviéndolo… mortal.
"Así que es ese tipo de sueño"
Extendió su mano todo lo que le fue posible y le cogió de la delgada muñeca; debía de salvarla. Ya lo había hecho antes. Aparentemente ese lugar, en ese momento, esa era su misión. Solo que sus dedos se desintegraron en cuanto la tocó, su mano les siguió.
Sus rojas pupilas se espantaron al ver que era capaz de morir, de desaparecer.
"¿Acaso no es lo que desee por tantos años?"
Lo intento una vez más y el resultado fue el mismo. Así mismo se vio desintegrado como si fuera de ceniza y la corriente, el viento que le azotaba era el causante de su muerte. Con más terror aún, vio como la niña se hundía, ya muerta, en la eterna oscuridad de ese silencioso mar.
Entonces cuando trató de luchar por su propia supervivencia fue que lo entendió. Se estaba hundiendo lentamente y sin posibilidad alguna de subir a la superficie, en donde se encontraba el oxígeno, el aire, la vida. Sabía que seguía siendo él, un no muerto aquél al que llamaban Alucard, así que la superficie no representaba la vida. El no necesitaba oxígeno, la luz del sol le molestaría y si era posible le haría daño. ¿Entonces porque se sentía tan desesperado por salir? En aquel lugar la oscuridad era perfecta, tranquila y silenciosa. Sin ruidos artificiales o murmullos incesantes.
Notó entonces que su desesperación venía de la profundidad, de saberse hundido en el agua, él único elemento de la naturaleza que podría tragárselo, destruirlo verdaderamente y para siempre.
Parpadeó suavemente al despertar, nunca había tenido semejante sueño, aunque si se había sentido embargado por esa sensación. Solo que más que un sueño había sido un recuerdo, el amanecer de una época lejana y enterrada.
¿Qué más le daba a él la muerte de una niña cualquiera? Ahí, hundiéndose en la oscuridad sin que él nada pudiera hacer no porque no quisiera sino porque su desaparición le resultaba inminente.
"Es muerte, mi muerte lo que me preocupa"
¿Por qué? Si él era la muerte; el autoproclamado No life King. La muerte no era por tanto un enemigo que le inculcara miedo, sino más bien un aliado que continuamente lo esquivaba y se burlaba de él. Sin embargo, algo de lógica existía en su sueño. Su desaparición, significaría si o si la muerte de Hellsing. Al fin de cuentas y por su propia voluntad había decidido proteger a esa muchacha y con la reciente amenaza sobre ella, era él, el único muro capaz de sortear con éxito el peligro que se cernía sobre Integra.
"¿Esto es culpa?".
Río al ver aquella, tan humana, sensación y pensamiento en su cabeza. Pues él no tenía un compás moral que dictara sobre sus acciones, había vivido por demasiado tiempo y demasiadas cosas como para actuar de acuerdo con las convenciones que humanos consideraran aceptables. ¿Culpa? Era irrisorio, él sencillamente no podía sentirla.
Solo se trataba de una idea completamente desechable: la culpa, el arrepentimiento no significaba nada para él, desde hace demasiados siglos que no conocía de ellos, los había desechado pues le eran inservibles. Él, el asesino, mentiroso y sacrílego.
Lo había sido cuando ella nació, lo había sido durante años para buscar su propia liberación. Y esos actos estaban completamente justificados a sus ojos. No había entonces necesidad alguna de ceder ante el pequeño alboroto que se generaba en su cabeza por algo tan aleatorio como un sueño.
"Destruido al salvar a quien detesto"
Era una idea absurda, era darle demasiada relevancia a la muchacha como para conseguir aquel efecto en él. Podía entenderlo si se trataba de Hellsing como un todo, como la organización que era. ¿Pero el sentimiento de odio? Alucard había odiado, cuando era un humano y en sus primeras décadas de vampiro. ¿Ahora? Sencillamente le parecía algo demasiado infantil y egoísta. El odio iba aparejado a miedo y él sencillamente no temía a nada.
"Siquiera a la muerte, siquiera a la destrucción"
Incluso a la propia, incluso a aquella que podía nacer de un sueño vago y sin sentido, en el cual había buscado salvarla.
Bufó, solo se trataba de su imaginación. No había sentido alguno en lo que su cabeza le dijera. Estaba actuando como un burdo ser humano, dándole importancia a algo que sencillamente no lo tenía. Además, la idea de sacrificarse por la última de una línea de sangre orgullosa y déspota que habían hecho su fortuna a expensas de su poder y fuerza era ridícula; utilizándolo para solo traicionarlo y encadenarlo a generaciones y generaciones de patanes hambrientos de poder, que incapaces de conseguirlo por sus propios medios lo habían esclavizado. Gracias a ellos ya no era el temible animal nocturno que cazaba a su gusto, todo se había vuelto paredes y reglas. Ya no resultaba divertido el matar y estaba esa pútrida sangre medicinal que le obligaban a beber. Su no vida era lo más parecida a la vida humana y el hace siglos que había dejado de serlo.
"Aunque ella no es así"
No era algo que hubiera pensado cuando la vio bajo el umbral de la puerta que diera a su prisión. Pero desde que ella lo hiciera callar, en ese mismo momento había percibido la fuerza que le faltara en todos los que le precedieran.
"Quizás sencillamente las mujeres son así"
Él lo había visto en su vida y en su muerte. Solían guiarlas intereses mucho más importantes que la mera necesidad de poder por el poder. E Integra aun siendo educada por el bastardo de Arthur era, en ese momento, mucho mejor de lo que su padre fuera a la misma edad, lo que irónicamente la volvía tremendamente interesante y fuerte, algo poco común en cualquier ser humano, algo poco común en un descendiente de la casa Hellsing.
Sin embargo, aquello no significaba que Arthur hubiera sido débil. Por el contrario, había sido aquel tipo de humano que no se detenía para lograr sus objetivos. Incluso si para ello debía recurrir a lo peor que pululaba la tierra. Así había conseguido traicionarlo y encerrarlo. Quizás había sido tan sacrílego y podrido como él, pero débil, jamás.
Lo que hacía aún más extraño que Integra con toda su -río- integridad hubiera sido su alumna, hija y pupila.
La idea de corromperla pasó tan veloz por su cabeza, como la respuesta de que no valía la pena.
"¿Cierto?"
Ya habían pasado casi quince años de que su plan se colocara en marcha, no era momento de seguir perdiendo el tiempo. Destruir a Arthur había resultado demasiado extenuante, pero lo había logrado, destruyó su temple y su ánimo, lo convirtió en un viejo decrepito que deseaba la muerte. Y, aun así, el humano fue lo suficientemente estúpido como para enviar a su hija hacia él. Un cambio de recorrido que había abrazado con tranquilidad. Hasta que claro, la muchacha demostró de que estaba hecha.
Sin embargo, aquello no le complicaba en lo absoluto. Era un cambio agradable y que no generaba mayor alteración en el curso de sus planes.
Podría jugar con ella como lo hiciera con su madre, podría destruirla si quisiera como lo hiciera con su padre. ¿Qué cosas amaba Integra? Ese sería un camino interesante que recorrer. Además, estaba el muchacho ese, aquél que había amenazado la vida de su ama y quienes lo habían enviado.
"Si, por lejos ese es un escenario mucho más apetecible"
Uno que probablemente podía darle una mayor satisfacción que el solo seguir a esa muchacha. Algo con que entretenerse de forma momentánea, una distracción deseada.
Para un ser eterno como él; semanas, meses o incluso años podían pasar en un pestañeo. Liberarse de Hellsing era importante, pero un paseo libre por el mundo antiguo en donde pudiera medir fuerzas, vencer y beber sangre de verdad, no podía menos que llamar y exigir su absoluta atención.
°~*OOO*~°
Las lágrimas seguían inundando sus ojos sin poder controlarlas. Ahora que la traición se había hecho evidente ante sus ojos, veía como es que sus sueños de libertad se apagaban ante la terrible realidad que la aplastaba.
Quiso limpiarse el rostro y abrazarse así misma ante la impotencia. Pero las correas que le sujetaban lo hicieron imposible. El tejado blanco, completamente desprovisto de vida, era el único testigo de su sufrimiento.
Había sido el vampiro, él le había engañado y mentido y ella había creído en él. Necesitada de una salida, de una puerta o ventana que le diera más opciones que ser solo una paridera para un inglés. Que evitara que muriera de desolación y encerrada para siempre, le había creído todas y cada una de sus palabras. Todas y cada una de sus mentiras.
La había enamorado y le había roto el corazón.
"De nuevo, otro…"
Y el gemido que escapo de su garganta se vio encerrado junto a sus pensamientos, a su cuerpo y voluntad.
Estaba sola y encerrada para siempre.
°~*OOO*~°
Arthur había aparecido con diez hombres en el sótano. De él Alucard pudo descifrar que estaba ebrio y que había llorado profusamente. Aunque no se trataba solo de su percepción. Él lo había escuchado.
¿Qué buscaba en ese momento? ¿Lo mataría?
Río sin emitir ruido alguno. Y ante tal demostración de "superioridad" solo se volvió hacia su interior. Con armas comunes, como las que llevaban esos hombres, nada podrían hacerle.
— Supongo que crees que debo agradecerte — musitó Arthur tratando de articular bien sus palabras.
Él nada contestó.
Escuchó como este se removió, quizás en busca de su arma puesto que resultaba obvio para sus sentidos que Arthur le quería muerto. En aquel momento y en aquél estado su "vida" no podría importarle menos.
Entonces un particular olor le hizo volverse al exterior, despertar y ser más que una entidad que vagaba por los rincones de la mansión. A pesar de la sed que llevaba con él por años, debilitándolo, se obligó a mostrarse aún en su decrepita forma, al humano frente a él.
—Estas muy equivocado… — dijo Arthur con un tono bajo y casi amenazador — si crees que me quebraras maldito moustro.
Era casi irrisorio que lo dijera con el rostro tan contraído de llorar. Sin embargo, Alucard no reaccionó, no podía.
Pudo escuchar el sonido de papel que venía de su propia piel al tratar de gesticular. La luz de la entrada convertía a Arthur y a sus secuaces en sombras molestas y demasiado ruidosas. Quería liberarse y matarlos a todos ellos, tal cual lo hiciera cuando ese bastardo lo confinara a ese lugar.
Pero no tenía la fuerza, no tenía la sangre. Era solo un cascaron esperando algún tipo de piedad o el fin. Y claramente Arthur frente a él, no se lo daría.
"De nada, amo" contestó mentalmente, completamente consiente de que Arthur y todos ahí le escucharían.
Esperaba entonces que la ira estallara, que el humano, su amo, se fuera sobre él con toda la intención de volverlo polvo. Tenía la ventaja, lo tenía a él a su merced.
En vez de ello. El humano solo río; dos y tres veces. Llenado la habitación de carcajadas forzadas y fingidas que ocasionalmente se mezclaron con aullidos de emoción. Habiéndolo conocido era hasta casi lógico. Arthur estaba loco, siempre lo había estado.
— Sigue disfrutando de tu estadía, hijo de puta — dijo cuando ya no pudo reír más. Se llevó una mano al bolsillo interno de su chaqueta y aquella fragancia que le hiciera "volver" le intoxico con la fuerza de la peste.
Se sintió mareado cuando Arthur arrojó una pequeña bolsa ante él y su contenido se regó frente a él.
—Espero disfruten su mutua compañía, tortolos — finalizó volver a aullar y darle la espalda.
La imagen mental de él partiéndolo a la mitad y bebiéndolo entero para ir tras toda la maldita ciudad fue vago consuelo al entender que era lo que ese maldito bastardo había dejado caer frente a él.
Trato de inclinarse para alcanzarla, pero no pudo. Trato de llorar para honrarla, pero no había liquido alguno en su cuerpo, trato, trato y trató. Pero estaba completamente inmovilizado, completamente sometido e incapaz de hacer nada.
Al final, solo le quedó "encerrase" en su interior y en medio de su propia desesperación, cerrar los ojos y tratar de olvidar.
"Mina…"
°~*OOO*~°
Esa mañana durante el desayuno Integra se topó con la mirada de Lucian Wilbanks, al menos una docena de veces. Lo que le fastidió enormemente. Principalmente ante la posibilidad de que él creyera que había generado en ella el suficiente impacto como para buscarlo con la mirada. Lucian no le había interesado lo suficiente para buscarlo y el descubrir su treta para llamar su atención, simplemente lo habían hecho pasar por un manipulador más en un lugar que estaba lleno de ellos.
Ella sabía quién era Joseph Wilbanks, había tratado con él un par de veces y había sido bastante desagradable cuando supo que ella iría al mismo instituto que sus hijos. Situación que, según entendía había sido ventilada por su majestad. De acuerdo con lo que le señala Walter, el padre de los muchachos de seguro consideraría que entrar en contacto con ella de una forma más amena y cercana le podría dar una gran cantidad de oportunidades comerciales, las cuales siempre eran bienvenidas. Quizás se había confiado de la apariencia de ambos muchachos para llegar a ella y le parecía claro que Lucian, mucho más responsable que su hermano sería quién llevaría a cabo la diplomacia familiar.
Ya desde el año anterior Lucian había mostrado un carácter afable y cortes, el cual ahora sabía que era calculador, lo que era lógico criándose con semejante padre. A nivel escolar, los muchachos eran muy apreciados en la escuela, respaldados por la gran fortuna de su padre el hecho de que no contaran con una casa noble tras ello, a la mayoría de los estudiantes parecía no importarles. Solo aquel grupo reducido de nobles europeos, protestantes y decadentes, grupo al cual, lamentablemente pertenecía solían ignorarlos, lo que no había evitado que Lucian se volviera miembro de la directiva escolar, así como capitán del club de futbol y natación, equipos en donde había ganado varios torneos para la escuela. A esto se le unía el hecho de que la personalidad contestataria de Dante lo había vuelto tremendamente popular entre los estudiantes que obviaban la organización básica de la escuela. Aunque al igual que su hermano también era rechazado por el grupo de los europeos.
Este último era de un carácter más vivaz y alegre, lo que le convertía en el preferido de los muchachos pues se arriesgaba como ningún otro, era intrépido y retaba abiertamente a los profesores, por quienes pocas veces mostraba respeto, lo mismo ocurría con los estudiantes de los cursos mayores de quienes se burlaba abiertamente y mostraba de manera afanosa su desprecio por la separación de clases que estos imponían. Integra mentiría si dijera que aquellos gestos no le agradaban. Era el muchacho el que le resultaba molesto, sobre todo porque además ambos cursaban el mismo grado, lo que les juntaba, a su gusto, en demasiadas ocasiones.
Ambos hermanos eran de gran estatura, el cabello de Lucian era azabache en contraste de su hermano quien lucía un castaño casi rubio, el resto de la fisonomía era particularmente similar en ambos de formas simétricas y agradables a la vista. Mientras Lucian denotaba la inteligencia en su mirada, en la de Dante solo podía verse el brillo contestatario de los jóvenes inconformes con la sociedad y sus reglas.
—Quisiera hablar contigo — dijo Integra mientras llevaba su bandeja deteniéndose justo frente al muchacho, quién la miró sorprendido, ella diría que casi gratamente.
Integra notó como es que el resto de los estudiantes les miraban y sintió que si cedía a la sensación de vergüenza que comenzaba a subirle por las piernas se vería ridiculizada por su propia debilidad.
—Por supuesto — contestó, para luego girarse hacia sus acompañantes entre los que se encontraba su hermano y despedirlos. La sonrisa que le mandó Dante no pudo menos que molestarla y reafirmar sus ideas.
Ambos procedieron a sentarse frente a frente, sin tomar en cuenta la expectación que habían generado en el resto de los alumnos.
—Estoy para servirte — dijo Lucian, en un tono que a Integra le pareció demasiado coqueto.
—El verano conocí a tu padre — Lucian asintió.
—Lo sé, me lo dijo.
—¿Es lo único que te dijo?
—No — contestó para coger con elegancia una cucharilla para revolver lo que parecía ser miel sobre su té.
"Este muchacho es ridículo"
—Me pidió además que tratara de generar conexiones contigo. Que eres demasiado importante como para dejarte pasar — aquello captó completamente la atención de Integra sobre las facciones del muchacho — y supongo que es algo que has notado de inmediato.
Integra retrocedió y cogió su té, sin azúcar para llevárselo al rostro, una explosión de su temperamento solo la dejaría en evidencia frente a todos.
—Por supuesto. Desde el año pasado que estamos en esta escuela y que te acercaras solo ayer para hablarme, entenderás, no pudo dejarme indiferente.
—Que lástima — río el muchacho —pensé que era porque te había gustado.
Integra quiso reír, pero aquello habría significado desperdiciar té completamente aceptable y nuevamente mostrar que ese muchacho o la interacción con él significaba mucho más de lo que realmente era. Pero lo cierto es que como se estaban dando las cosas y sus palabras en ese momento; Lucian Wilbanks si le estaba agradando.
—Si me dices lo que tu padre quiere podré evaluarlo y ver que tantos beneficios pueden traernos.
—¿Traernos?
—Desde luego, si bien aún no cumplo los dieciocho años, puedo entender lo básico de las transacciones comerciales que pueden beneficiar a mi casa.
—¿Puedes tú decidir sobre ello en tu casa?
—Por supuesto, soy la líder.
Y la forma en la cual Lucian no le quitó la vista de encima, le revolvió el estomago de una forma muy extraña. Recordó a Alucard y el beso robado a la fuerza años atrás.
"Era una treta, igual que ahora"
—Le transmitiré esta información a mi padre, de seguro lo confirmará con tu mayordomo, pero aquello será un detalle.
Integra asintió y en ese momento cogió una pequeña galleta de jengibre que con delicadeza se llevó a la boca.
—Adelante. Estaré atenta a lo que él desee.
Pero Lucian no se movió. En vez de eso y por sobre el vapor de su taza se le quedó mirando.
—¿Hay algo más que debamos hablar?
—Si, ya habíamos tratado antes. Supongo que la conmoción del momento no te dejó fijarte claramente en mí — bien estaba hecho, ahora el muchacho había captado completamente su atención.
—¿Cuándo?
—Cuando te caíste del caballo en el entrenamiento de polo, en la primavera pasada. Quedaste en shock en el suelo y me acerque para cubrirte la herida tras tu oreja.
Integra recordó la atención, pero no el rostro de quién lo había hecho.
—Vengo notándote desde hace mucho Integra, mucho antes de que mi padre me lo ordenara.
