Harry Potter pertenece a J.K. Rowling.
Solo nos pertenecen los OC.
La Pirata de los Cielos
39: Boggart.
El profesor Lupin no estaba en el aula cuando llegaron a su primera clase de Defensa Contra las Artes Oscuras.
Todos se sentaron, sacaron los libros, las plumas y los pergaminos, y estaban hablando cuando por fin llegó el profesor.
Lupin sonrió vagamente y puso su desvencijado maletín en la mesa. Estaba tan desaliñado como siempre, pero parecía más sano que en el tren, como si hubiera tomado unas cuantas comi das abundantes. —Buenas tardes —dijo—Por favor; metan los libros en las mochilas y acompáñenme, la lección de hoy será práctica. Sólo ne cesitarán de sus varitas mágicas. —La clase cambió miradas de curiosidad mientras recogía los libros. Nunca habían tenido una clase práctica de Defen sa Contra las Artes Oscuras, a menos que se contara la me morable clase del año anterior, en que el antiguo profesor había llevado una jaula con duendecillos y los había soltado en clase. Desconcertados, pero con interés, los alumnos se pusie ron en pie y salieron del aula con el profesor Lupin. Este los condujo a lo largo del desierto corredor. Doblaron una es quina. Al primero que vieron fue a Peeves el poltergeist, que flotaba boca abajo en medio del aire y tapaba con chicle el ojo de una cerradura.
Peeves no levantó la mirada hasta que el profesor Lupin estuvo a medio metro. Entonces sacu dió los pies de dedos retorcidos y se puso a cantar una mo nótona canción: —Locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin, locatis lunático Lupin...
Aunque casi siempre era desobediente y maleducado, Peeves solía tener algún respeto por los profesores. Todos miraron de inmediato al profesor Lupin para ver cómo se lo tomaría. Ante su sorpresa, el mencionado seguía sonriendo. —Yo en tu lugar quitaría ese chicle de la cerradura, Peeves —dijo amablemente—. El señor Filch no podrá entrar a por sus escobas. —pero Peeves no le hacía caso, así que Lupin, solo sacó su varita. —Es un hechizo útil y sencillo —dijo a la clase, volvien do la cabeza—. Por favor; estad atentos. —Alzó la varita a la altura del hombro, dijo. — ¡Waddiwasi! —y apuntó a Peeves. Con la fuerza de una bala, el chicle salió disparado del agujero de la cerradura y fue a taponar la fosa nasal izquier da de Peeves; éste ascendió dando vueltas como en un remo lino y se alejó como un bólido, zumbando y echando maldi ciones.
Se pusieron otra vez en marcha, mirando al desaliñado profesor Lupin con creciente respeto.
Snape hizo conocer su presencia, al cerrar de golpe su libro. —Posiblemente no le haya avisado nadie, Lupin, pero Longbottom está aquí. Yo le aconsejaría no confiarle nada difícil. A menos que la señorita Granger le esté susu rrando las instrucciones al oído. —Y se retiró —Granger... —fue todo.
El profesor Lupin había alzado las cejas. —Tenía la intención de que Neville me pudiera ayudar en la primera fase de la operación, y estoy seguro de que lo hará muy bien. —El rostro de Neville se puso aún más colorado. Snape torció el gesto, pero salió de la sala dando un portazo. —Ahora —dijo el profesor Lupin llamando la atención del fondo de la clase, donde no había más que un viejo arma rio en el que los profesores guardaban las togas y túnicas de repuesto. Cuando el profesor Lupin se acercó, el armario tembló de repente, golpeando la pared. —Hay un boggart ahí dentro. —Casi todos pensaban que un boggart era algo preocu pante. El armario tembló de repente, golpeando la pared. Neville dirigió al profesor Lupin una mirada de terror y Seamus Finnigan vio con aprensión moverse el pomo de la puerta. —A los boggarts les gustan los lugares oscuros y cerra dos —prosiguió el profesor Lupin—: los roperos, los huecos debajo de las camas, el armario de debajo del fregadero... En una ocasión vi a uno que se había metido en un reloj de pa red. Se vino aquí ayer por la tarde, y le pregunté al director si se le podía dejar donde estaba, para utilizarlo hoy en una clase de prácticas. La primera pregunta que debemos contestar es: ¿qué es un Boggart?
Hermione levantó la mano. —Es un ser que cambia de forma —dijo—. Puede tomar la forma de aquello que más miedo nos da.
—Yo no lo podría haber explicado mejor —admitió el profesor Lupin, y Hermione se puso radiante de felicidad—. El boggart que está ahí dentro, sumido en la oscuridad, aún no ha adoptado una forma. Todavía no sabe qué es lo que más miedo le da a la persona del otro lado. Nadie sabe qué forma tiene un boggart cuando está solo, pero cuando lo dejemos salir; se convertirá de inmediato en lo que más temamos. Esto significa —prosiguió el profesor Lupin, optando por no hacer caso de los balbuceos de terror de Neville— que ya antes de empezar tenemos una enorme ventaja sobre el boggart. ¿Sabes por qué, Alex?
Alex se sorprendió de que alguien lo notara, pues normalmente, preguntaban a su hermana, ella era (después de todo) La-Niña-Que-Vivió, no él. — ¿Porque somos muchos y no sabe por qué forma decidirse?
—Exacto —dijo el profesor Lupin. Y Hermione bajó la mano algo decepcionada—. Siempre es mejor estar acompa ñado cuando uno se enfrenta a un boggart, porque se despista. ¿En qué se debería convertir; en un cadáver decapitado o en una babosa carnívora? En cierta ocasión vi que un boggart cometía el error de querer asustar a dos personas a la vez y el muy imbécil se convirtió en media babosa. No daba ni gota de miedo. El hechizo para vencer a un boggart es sen cillo, pero requiere fuerza mental. Lo que sirve para vencer a un boggart es la risa. Lo que tenéis que hacer es obligarle a que adopte una forma que vosotros encontréis cómica. Practicaremos el hechizo primero sin la varita. Repitan conmigo: ¡Riddíkulo!
— ¡Riddíkulo! —dijeron todos a la vez.
—Bien —dijo el profesor Lupin—. Muy bien. Pero me temo que esto es lo más fácil. Como veis, la palabra sola no basta. Y aquí es donde entras tú, Neville. —El armario volvió a temblar. Aunque no tanto como Neville, que avanzaba como si se dirigiera a la horca. —Bien, Neville —prosiguió el profesor Lupin—. Empecemos por el principio: ¿qué es lo que más te asusta en el mundo? —Neville movió los labios, pero no dijo nada—. Perdona, Neville, pero no he entendido lo que has dicho —dijo el profesor Lupin, sin enfadarse.
Neville miró a su alrededor; con ojos despavoridos, como implorando ayuda. Luego dijo en un susurro: — "El profesor Snape".
Casi todos se rieron. Incluso Neville se sonrió a modo de disculpa. El profesor Lupin, sin embargo, parecía pensativo. —El profesor Snape... mmm... Neville, creo que vives con tu abuela, ¿es verdad?
—Sí —respondió Neville, nervioso—. Pero no quisiera tampoco que el boggart se convirtiera en ella.
—No, no. No me has comprendido —dijo el profesor Lupin, sonriendo—. Lo que quiero saber es si podrías explicarnos cómo va vestida tu abuela normalmente.
Neville estaba asustado, pero dijo: —Bueno, lleva siempre el mismo sombrero: alto, con un buitre disecado encima; y un vestido largo... normalmente verde; y a veces, una bufanda de piel de zorro.
— ¿Y bolso? —le ayudó el profesor Lupin.
—Sí, un bolso grande y rojo —confirmó Neville.
—Bueno, entonces —dijo el profesor Lupin—, ¿puedes recordar claramente ese atuendo, Neville? ¿Eres capaz de verlo mentalmente?
—Sí —dijo Neville, con inseguridad, preguntándose qué pasaría a continuación.
—Cuando el boggart salga de repente de este armario y te vea, Neville, adoptará la forma del profesor Snape —dijo Lupin—. Entonces alzarás la varita, así, y dirás en voz alta: ¡Riddíkulo!, concentrándote en el atuendo de tu abuela. Si todo va bien, el boggart-profesor Snape tendrá que ponerse el sombrero, el vestido verde y el bolso grande y rojo. —Hubo una carcajada general. El armario tembló más violentamente. —Si a Neville le sale bien —añadió el profesor Lupin—, es probable que el Boggart vuelva su atención hacia cada uno de nosotros, por turno. Quiero que ahora todos dediquéis un momento a pensar en lo que más miedo os da y en cómo po dríais convertirlo en algo cómico... —La sala se quedó en silencio. Alex meditó... ¿qué era lo que más le aterrorizaba en el mundo? Lo primero que le vino a la mente fue lord Voldemort, un Voldemort que hubiera recuperado su antigua fuerza. Pero antes de haber empezado a planear un posible contraataque contra un Boggart-Voldemort, se le apareció una imagen horrible: una mano viscosa, corrompida, que se escondía bajo una capa negra..., una respiración prolongada y ruidosa que salía de una boca oculta... luego un frío tan penetrante que le ahogaba... Se dio cuenta entonces, de que Tom Sorvolo Ryddle, no daba miedo, debido a que ahora sabía que existía un ser humano, detrás del nombre, un hombre horrible... como Gellert Grindelwald o Hitler, pero solo un hombre, al fin y al cabo. — ¿Todos preparados? —preguntó el profesor Lupin. Alex se horrorizó, escuchó un suspiró y volvió la mirada, encontrando a su hermana, dando bocanadas, para calmarse. Pero él no estaba preparado. Pero no quiso pedir más tiempo. Todos los demás asentían con la cabeza y se arremangaban. —Nos vamos a echar todos hacia atrás, Neville —dijo el profesor Lupin—, para dejarte el campo despejado. ¿De acuerdo? Después de ti llamaré al siguiente, para que pase hacia delante... Ahora todos hacia atrás, así Neville podrá tener sitio para enfrentarse a él. —Todos se retiraron, arrimándose a las paredes, y dejaron a Neville solo, frente al armario. Estaba pálido y asustado, pero se había arremangado la túnica y tenía la varita preparada. —A la de tres, Neville —dijo el profesor Lupin, que apun taba con la varita al pomo de la puerta del armario—. A la una... a las dos... a las tres... ¡ya!
Un haz de chispas salió de la varita del profesor Lupin y dio en el pomo de la puerta. El armario se abrió de golpe y el profesor Snape salió de él, con su nariz ganchuda y gesto amenazador. Fulminó a Neville con la mirada. Neville se echó hacia atrás, con la varita en alto, moviendo la boca sin pronunciar palabra. Snape se le acercaba, ya estaba a punto de cogerlo por la túnica...
— ¡Ri...! ¡Riddíkulo! —dijo Neville. Se oyó un chasquido como de látigo. Snape tropezó: lle vaba un vestido largo ribeteado de encaje y un sombrero alto rematado por un buitre apolillado. De su mano pendía un enorme bolso rojo.
Hubo una carcajada general. El boggart se detuvo, con fuso, y el profesor Lupin gritó: — ¡Parvati! ¡Adelante!
Parvati avanzó, con el rostro tenso. Snape se volvió ha cia ella. Se oyó otro chasquido y en el lugar en que había estado Snape apareció una momia cubierta de vendas y con manchas de sangre; había vuelto hacia Parvati su rostro sin ojos, y comenzó a caminar hacia ella, muy despacio, arras trando los pies y alzando sus brazos rígidos... — ¡Riddíkulo! —gritó Parvati. Se soltó una de las vendas y la momia se enredó en ella, cayó de bruces y la cabeza salió rodando.
— ¡Seamus! —gritó el profesor Lupin.
Seamus pasó junto a Parvati como una flecha. ¡Crac! Donde había estado la momia se encontraba ahora una mujer de pelo negro tan largo que le llegaba al suelo, con un rostro huesudo de color verde: una banshee. Abrió la boca completamente y un sonido sobrenatural llenó la sala: un prolongado aullido que le puso a Harry los pelos de punta. — ¡Riddíkulo! —gritó Seamus. La banshee emitió un sonido ronco y se llevó la mano al cuello. Se había quedado afónica.
¡Crac! La banshee se convirtió en una rata que intentaba morderse la cola, dando vueltas en círculo; a continuación... ¡crac!, se convirtió en una serpiente de cascabel que se deslizaba retorciéndose, y luego... ¡crac!, en un ojo inyectado en sangre. — ¡Está despistado! —gritó Lupin—. ¡Lo estamos logrando! ¡Blaise!
Blaise Zabini se adelantó. ¡Crac! El ojo se convirtió en una mano amputada que se dio la vuelta y comenzó a arrastrarse por el suelo como un cangrejo. — ¡Riddíkulo! —gritó Blaise.
Se oyó un chasquido y la mano quedó atrapada en una ratonera.
— ¡Excelente! ¡Ron, te toca!
Ron se dirigió hacia delante.
¡Crac!
Algunos gritaron. Una araña gigante, de dos metros de altura y cubierta de pelo, se dirigía hacia Ron chascando las pinzas amenazadoramente. Por un momento, Alex y Hermione pensaron que Ron se había quedado petrificado. Pero entonces... — ¡Riddíkulo! —gritó Ron. Las patas de la araña desaparecieron y el cuerpo empezó a rodar. Lavender Brown dio un grito y se apartó de su camino a toda prisa.
¡Crac!
La araña sin patas, se transformó en un hombre que llevaba una armadura de placas y una máscara demoniaca con un grito tallado en ella.
Por un instante, Céline se paralizó, cuando su Boggart tomó la apariencia de una persona enfundada en una armadura de bronce y llevaba una máscara sobre su negra rostro. Solo había escuchado historias sobre ellos, se paralizó del miedo y eso permitió al Boggart desenfundar sus espadas y atacarla.
En lugar de retroceder, avanzó hacia adelante, pateando al Boggart y buscando espacio; pero el Boggart era demasiado veloz para ella, era un oponente muy fuerte y esas espadas, eran igualmente agiles y afiladas... pronto lo comprobó, cuando le rasgó la camisa. — ¡Riddíkulo! —gruñó Céline, agitando la varita y el Boggart se transformó en un retrato, en donde aparecían sus dos pares de abuelos: Anton y Ann, sus madres: Aleksandra y Susanna, y ella.
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Cuando la clase con el profesor Lupin finalizó; todos tenían los ojos muy abiertos, con incredulidad, sin poder entender completamente qué era esa cosa, que atacó a Céline.
Solo supieron que el Boggart había tomado quizás, su forma más letal, que nunca antes, alguien hubiese visto.
