CLVI
Peones, Parte 4

Tokio de Cristal, 05 de diciembre de 2992, 01:06p.m.

Aurora no se sentía bien.

Sentada en su trono, se sentía como si hubiera dos conciencias habitando el mismo cerebro, librando una batalla de voluntades, y temía que la voluntad más fuerte fuese la que solamente pensaba en destruir. Apenas era lo suficientemente consciente de sí misma para darse cuenta que estaba siendo lentamente poseída por un ser muy poderoso, cuya naturaleza absoluta era la total destrucción de todo lo que existía en el universo. Solamente conocía una entidad que era capaz de hacer semejante cosa sin ningún remordimiento. Lo había visto en Fala, era la razón por la que Sailor Alpha había muerto, y la razón principal por la que había creado a los Galthazar. Creía que, sin las Sailor Senshi, no habría razón por la que Sailor Omega apareciera, al no haber Sailor Cristales que robar. Mientras luchaba por el control de su cuerpo y su mente, la reina Aurora se preguntó cómo había aparecido Sailor Omega, pues ella sabía que había sido Sailor Galaxia quien la había encerrado en el agujero negro que, a su vez, era el Caldero Primordial.

Oh, no.

Aurora no podía creer la mala suerte que tenía la Vía Láctea. Con la derrota definitiva de Sailor Galaxia, Sailor Moon había garantizado que Sailor Omega escapara de su prisión, pues Sailor Galaxia era el sello mediante el cual el miembro más poderoso del Triunvirato Divino permanecía encerrado, y su muerte rompió dicho sello. La destrucción del Caldero Primordial había ocurrido demasiado tarde, pues Sailor Galaxia fue derrotada antes que eso pasara, y Sailor Omega tuvo una ventana razonable de tiempo para escapar de su prisión. Aquello explicaba por qué había sistemas solares que habían sido atacados por una entidad desconocida que robaba los Sailor Cristales de las Sailor Senshi de aquellos sistemas solares, pero no explicaba por qué sus ataques se habían detenido dos siglos después de su primer avistamiento, porque aquello había permitido que los Galthazar hicieran ese trabajo por los siete siglos restantes. ¿Sailor Omega contaba con la creación de los Galthazar, o aquello no formaba parte de su plan?

No obstante, antes que pudiera ponderar alguna respuesta, la reina Aurora sufrió un violento dolor de cabeza que hizo que ésta diera vueltas, y las ganas de vomitar fuesen irresistibles. Cayó de rodillas frente a su trono, y vomitó lo que había comido esa mañana, pero el dolor de cabeza no desapareció. No podía permanecer de pie, y apenas era capaz de razonar de forma coherente. Y no era que Aurora no fuese ajena a dolores de cabeza antes, pero, como se trataba de eventos esporádicos, no le había dado mucha importancia. Sin embargo, Aurora, en medio de su delirio, se dio cuenta que sus jaquecas habían comenzado justo después de tener aquella conversación con Sailor Dark Mercury…

Demonios.

Mientras los dolores de cabeza se iban tornando más intensos, Aurora recordó que Sailor Dark Mercury le había entregado personalmente su Sailor Cristal, porque no podía imaginar otra cosa que le pudiera causar los dolores de cabeza, puesto que había sido el único Sailor Cristal que había tocado. Todos los demás habían sido obtenidos por los Galthazar, y dejados en el Pozo Negro, justo como ella les había dicho que hicieran…

Aurora, de improviso, se vio atenazada por un nuevo temor, mucho más grande que el que hubiera tenido alguna vez, pero aquel miedo se fue opacando de a poco por la otra conciencia que competía por el dominio de su persona. Fue cuando comprendió que Sailor Dark Mercury le había engañado para que tomara su Sailor Cristal. Ella jamás escapó de la nube negra que estuvo a punto de envolverla. Tal como ella en ese momento, Sailor Omega poseyó a Sailor Dark Mercury, tomando los Sailor Cristales necesarios para ganar fuerza y cruzar media galaxia solamente para encontrarse con Aurora. Sin embargo, los tiempos no parecían concordar, porque no creía plausible que Sailor Omega, dentro del cuerpo de Sailor Dark Mercury, se demorara dos siglos en llegar a ella. Seguramente estuvo observando la situación por un largo tiempo, llegando a la conclusión de que los Galthazar harían un mejor trabajo coleccionando los Sailor Cristales, para que luego ella actuara en el momento oportuno.

El dolor en su cabeza comenzó a disminuir lentamente, pero lo que le llamaba la atención fue cómo sabía qué fue lo que había pasado, y cuál era el plan de Sailor Omega, pero, así como el dolor de cabeza, aquellas preocupaciones fueron desapareciendo de su mente, y las preguntas se convirtieron en afirmaciones, como si Aurora estuviera segura de que todo eso había en verdad ocurrido, y eso era porque Aurora ya no era Aurora.

La batalla en su interior había concluido, y la ganadora había sido Sailor Omega.

Tokio de Cristal, en ese mismo momento

Los Galthazar habían estado a punto de realizar sus ataques más devastadores, cuando, de repente, todos ellos se quedaron paralizados. Sailor Jade, quien había tratado de pasar desapercibida, usó sus poderes para encerrar a sus oponentes en prisiones de cristal, tal como lo había hecho con Polaris hace tanto tiempo ya.

—¡Bien hecho! —exclamó Sailor Jasper, mientras que Sailor Uranus y Sailor Tourmaline combinaron fuerzas para atacar a los Galthazar, y Sailor Zephyr se puso detrás de ellas, porque sería su turno de atacar.

El ataque combinado de Sailor Uranus y Sailor Tourmaline rompieron los cristales, y, al mismo tiempo, empujaron con violencia a los Galthazar hacia arriba, y mientras caían al suelo, Sailor Zephyr usó sus poderes sobre el aire para enviarlos lejos, de vuelta a la entrada al palacio de Tokio de Cristal. Sailor Starfighter usó su velocidad para alcanzar a los Galthazar, y, sin dejarlos hacer algún movimiento, atacó a los cinco al mismo tiempo, y, cuando cayeron al suelo, tanto Sailor Neptune como Sailor Turquoise los remataron con sus ataques acuáticos. De forma de asegurarse que los Galthazar recibieran el mayor daño posible, Sailor Starmaker, Sailor Starhealer, Sailor Kakyou y Sailor Jasper los atacaron con sus respectivas técnicas, lo que causó una explosión gigante.

Cuando el polvo se hubo asentado, los Galthazar yacían sobre el suelo, aparentemente inconscientes, sus ropas rasgadas, al igual que sus capas. Sailor Jade usó nuevamente su técnica para encerrar a sus oponentes en prisiones de cristal, de forma que no pudieran intentar hacer ningún movimiento, y Sailor Tourmaline se acercó a los cuerpos, para comprobar que estuvieran realmente inconscientes, y darles el golpe final a cada uno. Se arrodilló frente a Silverblade, y vio que sus ojos estaban cerrados, pero su pecho se expandía y contraía. Un acceso de rabia sacudió su cuerpo al recordar todo el daño que ellos habían causado, acabando con Sailor Senshi a lo largo y ancho de la galaxia. Crispando los puños, iba a hacer aparecer una estalactita de roca desde debajo de Silverblade, con el fin de acabar con su vida en un instante, cuando sintió que sus pies dejaban el suelo. Lo siguiente que sintió fue un golpe duro en su espalda, que casi la hizo sumirse en la inconsciencia.

Las demás Sailor Senshi se quedaron de piedra al ver que Silverblade había conseguido romper su prisión de cristal y la de los demás. Instantes más tarde, todos los Galthazar se habían puesto de pie, sacudiéndose el polvo y ladeando la cabeza de un lado a otro. A las Sailor Senshi les costó un poco recuperarse de la impresión de ver que sus mejores técnicas no les habían hecho gran cosa a sus contrincantes, pero cuando lo lograron, Sailor Jade y Sailor Amethyst fueron las primeras en actuar. Una creó una barrera de cristal, la que fue reforzada por el escudo de la otra, de manera que la única forma en que los Galthazar pudieran atacar fuese por el aire. Ahí entraría Sailor Zephyr, la que, usando sus poderes, aprovecharía que los enemigos estuvieran en el aire para mandarlos a volar y escapar a un lugar seguro, porque con los ataques anteriores pudieron comprobar que les iba a ser imposible derrotar a los Galthazar de manera frontal. Sin embargo, debían contar con que el plan podía fallar, y Sailor Amethyst le había indicado a Sailor Jade que se llevara ambos fragmentos del Cristal de Plata junto a Serena y sus amigas. Ella iba a necesitar una cara familiar para tratar de convencer a Serena de que volviera a ser Sailor Moon. Ella era la última esperanza que tenían para derrotar a los Galthazar.

Después de que Sailor Jade utilizara sus poderes a modo de barrera, tomó los fragmentos del Cristal de Plata que tenían Sailor Amethyst y Sailor Tourmaline, y huyó a toda velocidad del campo de batalla, tratando de no mirar atrás, justo cuando Silverblade rompía con todo el plan de las Sailor Senshi, destruyendo la barrera con un movimiento poderoso de su espada.

El resto de las Sailor Senshi se prepararon para combatir una vez más, y no perdieron tiempo en usar sus poderes en contra de los Galthazar, pero ellos parecían saber de forma misteriosa cómo contrarrestarlos. Sailor Amethyst, en medio de un tira y afloja muy desigual con Frostbite, vio cómo los Galthazar esquivaban los ataques o los neutralizaban con poderes propios en la correcta combinación, y se dio cuenta, para su desazón, que ellos solamente habían disimulado haber sido tratados como muñecos de trapo solamente para observar sus ataques, de manera que pudieran saber cómo actuar. Y así, en menos de cinco minutos, con una combinación aterradora de velocidad, fuerza, poder, técnica y una capacidad de trabajar en equipo que ningún grupo de Sailor Senshi podría siquiera concebir, los Galthazar ya tenían en el suelo e inconscientes a todas las Sailor Senshi, salvo Sailor Jade, quien había conseguido escapar. Pero aquello no sería un problema, porque Frostbite podía rastrear a la fugitiva, aún cuando se hubiera transformado en una chica normal. Y aquello había resultado muy conveniente, porque era justamente esa última Sailor Senshi la que poseía el más valioso de los Sailor Cristales, y era muy difícil ocultar su señal energética.

—Nosotros nos ocuparemos de obtener los Sailor Cristales de estas Sailor Senshi —dijo Silverblade a Frostbite—. Tú anda a buscar a la que falta.

—Cuenta con ello —dijo Frostbite, y salió en busca de Sailor Jade.

Lo que Frostbite no sabía, era que ella se encontraba a pocos metros de la posición de Serena y sus amigas.

Tokio de Cristal, media hora antes

Era la tercera vez que Sailor Chibi Moon y el Sailor Quartetto viajaban al presente desde el pasado, con el fin de analizar la situación, cuando Sailor Pallas se dio cuenta que algo estaba pasando cerca del palacio de Tokio de Cristal, a juzgar por el humo que brotaba cerca de la torre más alta del palacio. Sailor Chibi Moon tenía un mal presentimiento sobre lo que podría estar ocurriendo, y apremió a sus compañeras a que se dirigieran hacia la columna de humo.

Lo otro que saltaba bastante a la vista era la ausencia de ciudadanos. La sensación era extraña, como si se encontraran en medio de una cueva a varios centenares de metros de profundidad, porque el silencio era tan penetrante que hacía una presión intangible en sus oídos. Y, mientras seguían avanzando, más les daba la sensación de haber entrado en alguna suerte de pueblo fantasma. Sailor Chibi Moon no quería pensar en lo peor, pero debía reconocer que, con el dominio de los Galthazar, era muy probable que el resto de las Sailor Senshi hubieran regresado al planeta, y estuvieran enfrentando a los Galthazar.

Por más de veinte minutos estuvieron corriendo entre los edificios y las calles desiertas, y Sailor Chibi Moon solamente imaginaba una situación en la que los habitantes de Tokio de Cristal hubieran desaparecido de manera misteriosa: ellos se encontraban en los puntos seguros, en cada extremo de la ciudad. No había otra explicación, porque, de otro modo, si hubiese una emergencia, habría cadáveres.

Al final, cuando llegaron cerca de la fuente del humo, el Sailor Quartetto se percató de que allí había ocurrido una batalla. No había forma de saber qué clase de seres habían entablado combate en la plaza, pero ninguna de ellas podía detenerse a mirar el paisaje. Decidiendo que la mejor forma de averiguar lo que había ocurrido era dirigirse al palacio de Tokio de Cristal, Sailor Chibi Moon y sus compañeras, aunque estuvieran agotadas, corrieron hacia el palacio, circundándolo para llegar a la entrada, pero cuando iban a entrar, vieron una escena que les heló la sangre, e hizo que se escondieran entre unos árboles cercanos.

Los Galthazar acababan de zafarse de lo que parecían prisiones de cristal, y Sailor Chibi Moon reconoció esa técnica como la de Sailor Jade. Ellos tenían su uniforme dañado, pero, aparte de eso, no tenían heridas de consideración. Y, a juzgar por sus posturas, ella se dio cuenta que las Sailor Senshi frente a ellos estaban perdidas. No había posibilidad de ganar esa batalla, lo que no significaba que perdieran las ganas de pelear. Vio cómo Sailor Jade y Sailor Amethyst creaban una barrera de cristal, protegidas por un campo de fuerza. Sin embargo, cuando miró con más detalle la escena, vio que Sailor Jade tomaba unos objetos desconocidos de Sailor Amethyst y Sailor Tourmaline, y corría en una dirección muy específica, como si supiera adonde quería llegar. Eso a Sailor Chibi Moon le pareció muy extraño, e indicó a las demás a que la siguieran con cautela, de manera de averiguar en que dirección iba.

Tokio de Cristal, 05 de diciembre de 2992, 01:14p.m.

Sailor Jade, cansada como pocas veces en su vida, divisó a Serena y a sus amigas, quienes se encontraban juntas detrás de un edificio habitacional. Sin saber que era seguida por cinco figuras, las que iban a unos discretos treinta metros detrás de ella, Sailor Jade se aproximó a Serena, y, juzgando que ella no sabría quién era, decidió transformarse en una chica normal, de forma que Serena pudiera reconocerla.

—¿Molly? —preguntó Serena, mistificada—. ¿Eres una Sailor Senshi?

—No tengo mucho tiempo, Serena, así que seré breve —dijo Molly, acercándose más a Serena y mostrando ambos fragmentos del Cristal de Plata—. Estoy segura que, a estas alturas, debes saber que, en algún momento, fuiste Sailor Moon, y que peleaste por la humanidad incontables veces. Por favor, necesitamos que te conviertas en Sailor Moon una vez más. Ella es la única que puede hacerle frente a los Galthazar y vencer. Ya viste lo poderosos que son. Si no haces esto, las Sailor Senshi desaparecerán para siempre de este universo.

Serena, en medio del shock de saber que, en adición de haber sido una Sailor Senshi, dependía de ella su existencia, sabía que era necesario que hiciera lo que Molly le estaba pidiendo, pero no era fácil asimilarlo. Si aceptaba regresar a ser Sailor Moon, eso implicaba recuperar sus recuerdos, parte de los cuales había visto en el video de vigilancia que Amy había recuperado, y no quería volver a exponerse al peligro y al dolor, solamente para morir. Porque, después de lo que había visto, pensaba que los Galthazar eran invencibles, y que habían llegado para quedarse.

Molly iba a hablar nuevamente, pero se quedó congelada. Literalmente congelada. Serena vio detrás de la estatua de hielo en la que se había convertido su amiga, y vio a Frostbite acercándose a paso tranquilo hacia ellas. Ninguna de ellas pudo hacer algo para evitar lo inevitable, y Frostbite iba a tomar los Sailor Cristales que quedaban, cuando se detuvo. Compuso una sonrisa.

—Ustedes otra vez —dijo, deteniéndose un momento para buscar la mirada de Amy, pero ella no parecía hacerle caso. Encogiéndose de hombros, y decidiendo cortar todo lazo con ella y olvidar que alguna vez existió, Frostbite dio media vuelta para encarar a Sailor Chibi Moon y al Sailor Quartetto. Lita, en un arranque de locura, se adelantó a las demás, y tomó los fragmentos del Cristal de Plata de las manos congeladas de Molly.

—¡Escondámonos, rápido! —chilló Lita, y las demás no tuvieron que pensarlo dos veces. Sin que Frostbite las viera, Serena y sus amigas entraron al edificio desierto, y subieron hasta el último piso.

Afuera del edificio, Sailor Chibi Moon y el Sailor Quartetto temblaban de miedo al tener en frente a un Galthazar, pero ninguna de ellas creía que había otra opción más que pelear. Solidificaron su postura frente a Frostbite, decididas a pelear hasta las últimas consecuencias.

Palacio de Tokio de Cristal, dos minutos más tarde

El resto de los Galthazar regresó al palacio con el botín en sus manos. En ninguna de sus batallas habían recolectado tantos Sailor Cristales como en aquella, y tampoco habían tenido que pelear en serio en otros enfrentamientos, pero las Sailor Senshi a las que habían derrotado lo ameritaban. Silverblade disfrutaba de los retos, y aquella última contienda había sido corta, pero bastante satisfactoria. Tal vez subestimamos un poco a las Sailor Senshi, pero eso ya no importa. Nuestro trabajo está a punto de terminar.

Cuando llegaron frente al trono de la reina Aurora, sin embargo, fruncieron el ceño al ver a una Sailor Senshi cuyo uniforme era completamente negro. Su piel era muy pálida, tenía el cabello tan negro como la noche, y brotaba una extraña aura oscura de su cuerpo. Sostenía un cetro con la última letra griega en uno de sus extremos.

—Buen trabajo, muy buen trabajo —dijo Sailor Omega, tronando los dedos, y los Sailor Cristales que sostenían los Galthazar flotaron en dirección a sus manos. Compuso una sonrisa de suficiencia—. No son todos los Sailor Cristales que faltan, pero el resto puedo obtenerlos por mi cuenta. Ya no los necesito.

Los Galthazar se miraron entre ellos, luciendo desconcertados. Aquello había sido completamente inesperado. Se suponía que Aurora era la reina de Tokio de Cristal, pero, en su lugar, había una Sailor Senshi que jamás habían visto en sus vidas. Se suponía que su trabajo era obtener los Sailor Cristales de todas las Sailor Senshi de la Vía Láctea, sin imaginar que aquel trabajo había sido dado por otra Sailor Senshi.

—Nos usaste —dijo Silverblade, desenvainando su espada—. ¡Querías los Sailor Cristales para ti! ¡Nos manipulaste, a Aurora y a nosotros! ¡Devuelve esos Sailor Cristales!

—No —fue la respuesta lapidaria de Sailor Omega, poniéndose de pie, y enarbolando su cetro. Los Galthazar también se prepararon para la pelea—. Además, yo soy Aurora. Corrompí su mente para tener un cuerpo en el que nadie sospechara de que había alguien más detrás del trono. Gracias a Aurora, pasé desapercibida, algo que no pude haber logrado con el otro cuerpo que conseguí poseer.

—No te lo volveré a repetir —dijo Silverblade con una voz pareja, pero cargada de amenaza—. Devuelve esos Sailor Cristales, o te arrepentirás de habernos manipulado para tus propios fines.

Sailor Omega apuntó su cetro hacia los Galthazar, una sonrisa maligna cruzando su cara.

—Como quieran.