Capítulo beteado por Yani, gracias por ayudarme.
Disclaimer: la mayoría de los personajes mencionados son propiedad de Stephenie Meyer.
Capítulo 15
Esbocé una sonrisa.
Reprimí las ganas de saltar de felicidad cuando terminé la llamada con Jenks, tal vez necesitaba hacer todo a la vez.
―¿Apareció? ―Angela estaba frente a mí con los brazos cruzados, quizá esperaba una explicación que no le daría. Aferró su bata a ella como si quisiera prohibir que viera de más, no tenía interés en hacerlo―. ¿De la nada apareció y pide que vayas por ella?
Me había puesto mal la ropa y ni siquiera importaba; tenía la camisa por fuera y los pies sin calcetines y con zapatos. Necesitaba un baño urgente y lavarme los dientes.
Acomodé las sábanas de la cama de Ang. Le agradecería que me permitiera dormir, aunque sabía que ella debió pasarla mal en el sofá.
Me pasé una mano por el pelo y la miré cuando terminé de hacer la cama.
―Debo irme. Lamento haberte hecho pasar una mala noche, seguramente el sofá no es tan bueno.
―Fue soportable, al menos no me dio tortícolis. ―Esbozó una ligera sonrisa―. Es curioso que te cambiaras frente a mí y anoche no quisieras que durmiera contigo.
―Me alegro de que no sucediera porque hoy me estaría arrepintiendo ―respondí, sintiendo un escozor en mi alma, había fallado una sola vez y no me alcanzaría la vida para arrepentirme.
―Hice café ―ofreció―. ¿Quieres quedarte a desayunar?
Negué con la cabeza y ella caminó junto a mí hacia la entrada del apartamento.
―Edward, sé que es imprudente de mi parte. ―Tocó mi antebrazo antes de que pudiera salir―. Me gustaría saber qué pasará conmigo. Prometiste ayudarme, me habías dicho que me hiciera cargo de todo y que te avisara y… está todo listo.
Mi celular sonó; era Renée quien llamaba.
Con desesperación pasé una mano por mi pelo. Le debía una buena explicación del porqué no recogí a mis hijos anoche.
Exhalé pesadamente mirando a Angela.
No había podido dejar de sonreír. Me sentía exactamente como un crío en Navidad cuando descubre todos esos regalos prometidos bajo el pino.
―Lo siento, debo irme. Gracias por dejarme dormir.
.
Renée abrió la puerta a los segundos que presioné el timbre. Sus ojos me escanearon de pies a cabeza, traté de darle mi mejor cara y que no me viera siendo un despojo de hombre con resaca.
Seguía pensando que necesitaba una ducha y lavar mis dientes.
―Renée ―articulé lo más bajo que pude―, me habló el detective Jenks. Bella apareció en Colombia. ―Las palabras brotaron de mi garganta.
Su cuerpo se desestabilizó, estaba por caer y mis brazos la sostuvieron.
―¿Qué sucede? ―Charlie apareció detrás de su esposa y la sostuvo con él, sus ojos también estaban sobre mí, exigiendo una explicación―. No llegaste a dormir a tiempo ―exhaló entre dientes―. ¿Qué le dijiste?
Incliné un poco la cabeza, me avergonzaba mirar sus ojos acusadores. Charlie cargó en brazos a Renée y caminó adentro, acomodándola en el sofá.
Renée movió la cabeza, sacudiéndola. Buscó mi rostro, su mano estaba aferrada a la mía, comprendía lo que sentía porque mi corazón no dejaba de latir con fuerza dentro de mi pecho.
Sonreí brindándole tranquilidad y sus dedos se apretaron en mi mano.
―Bella está viva ―verbalicé para que ambos escucharan, miré los rostros de ambos. Juraba que ninguno daba crédito a lo que escuchaban―. Debo ir a Colombia, Jenks me pidió asistir lo más pronto posible.
Renée sollozó cubriendo su boca. Podía apreciar sus lágrimas caer y recorrer sus pómulos.
En cambio Charlie se veía intranquilo y con un respirar más marcado. Tomé con fuerza su mano y lo ayudé a sentarse sobre el sofá.
―Respira profundo y pausado ―le decía su esposa.
―¿Cómo está? ―logró decir Charlie―. ¿Cómo está mi hija?
―Jenks me dijo poco. Al parecer está bien, intranquila, no me quiso decir mucho. Debo hacer una maleta para irme, ya compré un boleto y otro para ti. ―Miré a Charlie―. Necesitaré que me acompañes. ―Él asintió mientras limpiaba sus lágrimas―. Quiero que sigas cuidando de mis Ardillas ―me dirigí a Renée―, no permitas que mamá se los lleve, por favor.
.
Papá se mantenía en silencio, tan solo mirándonos.
―¿Cómo puedes creer lo que dice un tipo que te ha estado robando dinero por años? ―Mamá seguía despotricando mientras yo continuaba atareado haciendo una maleta para viajar a Colombia―. Estás apostando por una estúpida llamada, Edward. Ni siquiera sabes lo que haces.
―Con un demonio, ¡cállate! No has parado de hablar desde hace veinte minutos. Me haces pensar que hubieras preferido que mi esposa no apareciera nunca. ―Miré sus ojos, enfrentándola―. ¿Es eso?
―No. Solo tengo miedo que vuelvas a decaer ―me explicó atropelladamente deteniendo mi brazo―. Podemos ir tu padre y yo, no es necesario que caigas en estrés, recuerda todas esas pastillas que tomaste para controlar tu ansiedad y sueño. No quiero volver a verte cómo hace años, no lo permitiré.
―Se trata de mi esposa, mamá. Me corresponde ir a mí junto con Charlie.
―¡No estoy de acuerdo! ―increpó―. Detesto que esa familia no te deje en paz, odio que te atosiguen todo el tiempo, te estresan con estupideces que ellos deben resolver. Es su responsabilidad, no la tuya.
Sacudí la cabeza. No podía dar crédito a las sandeces que escuchaba de mi madre.
―¿Qué diablos te pasa, Esme? ¿Desde cuándo te convertiste en una mujer llena de odio? Soy yo quien irá a Colombia porque Bella es mi esposa y mi presencia es requerida, y si no fuera así, de igual manera iría porque no la dejaré sola ni un minuto.
―Si no hay otra opción, déjame a los niños. No dejaré que te los lleves y los hagas sufrir por gusto. ¿Oíste?, no lo permitiré.
―No voy a pedirte permiso para mis decisiones. Mis hijos se quedarán con mi suegra y no tienes derecho a acercarte mientras yo no esté aquí.
Caminé hacia la puerta con sus gritos a mi espalda. No iba a detenerme, no perdería el vuelo por escucharla. No cuando mi Bella me esperaba.
―Hijo… ―habló papá detrás de Esme, podía notar en él un semblante más sereno que el de mi madre―. Me alegro que Bella esté de regreso.
Asentí.
.
.
Doce horas y media después habíamos pisado suelo colombiano. Exactamente Cartagena.
Mis pensamientos continuaban sin ordenarse por completo. Según lo dicho por Jenks, Bella fue auxiliada en Colombia, pero no fue en ese lugar donde estuvo todos estos años.
Era una locura. Y yo estaba a nada de también enloquecer.
El tiempo me empezaba a impacientar.
Mis piernas se volvían cada vez más débiles conforme avanzaba por los pasillos del hospital. Jenks caminaba junto a mí y Charlie apoyaba su brazo en mis hombros.
Realmente no sabía cuál de los dos necesitaba más apoyo moral el día de hoy. Podríamos ser los dos. Sentía que en cualquier momento se desplomaría en el pasillo, apenas le pude hacer un gesto, una media sonrisa a mi suegro en una manera de reconfortarlo. Fue cuando vi a mi gran amiga acercarse.
―Kaure ―pronuncié.
―No podía perderme este momento. ―Ella me abrazó con fuerza.
Mis ganas de llorar se acrecentaron y movieron cada fibra de mi ser. Ella estaba aquí presenciando un milagro.
De mis labios no salió una sola palabra. Mi cuerpo temblaba lleno de euforia, apenas podía controlarme.
Seguimos caminando.
Fue extraño que unos policías estuviesen resguardando la habitación. No hice caso y Jenks abrió la puerta.
Mi corazón crujió fuertemente en mis oídos y mis lágrimas fluyeron sin poderlas contener.
Bella estaba ahí en la camilla con las manos en su regazo.
Volteó hacia nosotros y todo mi mundo se detuvo de golpe; eran los mismos ojos marrones que siempre extrañé, su mismo cabello caoba, aunque un poco más maltratado, también su piel tenía un ligero tono más bronceado.
Era ella misma con un semblante abrumado y sus ojos llenos de incertidumbre.
―Mi Bella. ―Me arrojé en la camilla sin tener precaución de lastimarla y sujeté su rostro, acunándolo entre mis manos.
Mis dedos la estaban tocando después de cinco largos años. Empecé a llorar entre sollozos en el momento que la punta de sus dedos recorrieron con mucho cuidado mi mandíbula, era como tantas veces lo hizo.
―Ojitos bonitos ―susurró.
Sonreí. Incliné mi rostro lentamente y capturé sus labios calentitos y suaves en un beso que ella correspondió sin soltar mi cara. Estaba por profundizarlo pero me detuve al escuchar una tímida y suave voz infantil.
―Mami.
Desvié mi mirada.
Una pequeña niña asomó la cabeza por un lado de la camilla; cabello cobrizo y lleno de ondas fue despejado con una manita, dejando ver el bonito rostro que poseía; dulce, angelical y mostrándome unos ojos verdes esmeralda tan parecidos a los míos que me observaban con curiosidad.
Por Dios… Esa pequeña niña era mi hija.
Hola, aquí tenemos nuevo capítulo y sí, sé que tendrán muchas dudas, vamos despacio para saber lo que ocurrió con Bella, es muy probable que el siguiente capítulo sea narrado por ella. Antes de que olvide, Edward no durmió con Ángela, eso sí está claro.
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