Descargo de responsabilidad.

Star Wars no me pertenece, ni ninguna de las imágenes mostradas. Este fic fue creado por mí con el propósito de entretener.

Star Wars Xión 17

—¿Anakin? —llamó Ahsoka al entrar a la sala de comunicaciones.

Anakin la había llamado allí, pero en este momento, él llevaba uno de los cascos del Sistema Cero, y en frente se proyectaba un mapa de la galaxia, con millones de puntos y algunos datos que ella no entendía, por lo que se preguntaba si era un proyecto secreto del que ella no podía saber.

La puerta detrás de ella se cerró con un movimiento de la mano de Anakin, y él se quitó el casco.

—No es un secreto… bueno, sí es un secreto, pero no para ti, nuestro vínculo hace que siempre esté allí para evitar fugas de información —dijo Anakin.

Ahsoka también confiaba en su vínculo, pero su confianza venía de Xion. Anakin era demasiado atolondrado para generarle confianza. Anakin la miró amenazadoramente, sabiendo lo que estaba pensando, pero Ahsoka ya no lo veía como a un dios, y no le importaba. Ella llevó su mano a su sable de luz, dispuesta a tomar otra pelea. Anakin hizo una mueca.

—Ahsoka…

—Anakin, ¿no estamos mejor como estamos ahora? —preguntó Ahsoka. Ella sentía que su relación había mejorado mucho—. Nos divertimos juntos —dijo Ahsoka.

—Eres mi padawan, no se supone que nos divirtamos juntos —se quejó Anakin. Ahsoka se encogió de hombros. Anakin suspiró, parecía que no terminarían blandiendo sus sables esta vez.

Anakin señaló el mapa e hizo un gesto con su mano para mostrar un dato en porcentaje que decía treinta por ciento.

—Esta es un arma biológica que he creado, y cuando haya infectado a todos sus objetivos, esta guerra habrá terminado —explicó Anakin, y Ahsoka debía admitir que estaba sorprendida.

—¿Un arma biológica? —preguntó Ahsoka.

—Tranquila, no es una enfermedad, sino una cura, y le tomará uno o dos años completar su distribución. Puedo usarla ahora, pero eso sería un desastre, porque ese viejo miserable tiene sus ojos sobre mí, y sin duda lo verá todo, por lo que debemos ser pacientes.

»Mientras tanto, te dejaré a cargo del Verdad y Reconciliación, sigue destruyendo cruceros separatistas. A diferencia de lo que piensa la República, no ganaremos esta guerra conquistando territorios, porque nuestro enemigo son las corporaciones, a las que ese viejo ha prometido ganancias, y con arruinar su economía, ya les estamos dando un gran golpe —explicó Anakin.

—¿No son los sistemas separatistas los que se están endeudando al construir más cruceros? Al final, si ellos se rinden, todas sus deudas recaerán en la República —dijo Ahsoka.

Anakin ya le había explicado cómo funcionaba esta guerra y cómo el gremio de comercio, el clan bancario, la federación de comercio y la mayoría de súper-corporaciones de la galaxia estaban usando esta guerra para enriquecerse, al tiempo que dejaban a la República en la ruina. Pero si ellos destruían más cruceros, al final, serán los planetas los que aumentarán sus deudas, y las corporaciones no sufrirán ningún daño. Anakin sonrió.

—Si me llamas maestro, puede que comparta esta información —dijo Anakin. Ahsoka puso los ojos en blanco.

—Como quieras, ahógate en tu ignorancia —dijo Anakin.

—Anakin, soy la única persona con la que puedes compartir tus planes, tarde o temprano terminarás hablando —dijo Ahsoka con indiferencia. Anakin hizo una mueca.

—¡No voy a hablar! —sentenció Anakin.

—Yo tampoco preguntaré nada —afirmó Ahsoka.

—Bien —dijo Anakin.

—Bien —respondió Ahsoka.

Ambos se cruzaron de brazos, pero Ahsoka recordó que no estaba allí para discutir, y Anakin acababa de darle el Verdad y Reconciliación; eso no era algo común.

—¿El Consejo te ha llamado? —preguntó Ahsoka.

—Una estación vigía en el sistema pantora ha sido atacada, y se presume que son droides. No te preocupes, no es nada importante; algunos nativos rebeldes. Lo hubiera rechazado, pero habrá muertes si no intervengo, y creo que puedo obtener algo de ayuda para nuestra causa —explicó Anakin. Ahsoka asintió—. También he terminado tu casco —dijo Anakin, y una esfera plateada salió de la mochila metálica que llevaba a su espalda y voló a su mano para convertirse en un casco del Sistema 0.

Era un casco naranja con tatuajes blancos que dibujaban patrones como los suyos, y el casco también tenía un diseño personalizado para ella, porque era un casco que se ajustaría a su cabeza.

Ahsoka sonrió y lo tomó. Al tocarlo, se sintió cálida. Ahsoka parpadeó.

—Lo querías rápido, por lo que he usado la Fuerza para crearlo —dijo Anakin con incomodidad.

Eso explicaba por qué su diseño parecía artesanal y los sentimientos de Anakin en él. Era lindo…

Ahsoka sacudió esos pensamientos de su mente. No caería en las tonterías de este idiota inconstante. Ella sabía que su corazón no era confiable y andaba detrás de otras mujeres. Ella ni siquiera lo consideraría, sabiendo lo poco confiable que eran sus sentimientos. Si terminara igual que Padmé, ¿no sería ella la que sufriría luego? Además, ella iba a ser una Jedi; no tenía tiempo para las tonterías de Anakin.

—¡Gracias, es hermoso! —dijo Ahsoka. Él era un inconstante, pero en verdad tenían mucho en común. Si Anakin dejara de fastidiarla con lo de llamarlo maestro, podrían ser buenos amigos.

—De nada, aunque no necesitas esto…

Ahsoka lo ignoró y se dio media vuelta. No escucharía las tonterías de este idiota. Él tenía un control absurdo de la Fuerza, y no había forma de que comprendiera las limitaciones de los demás.

—¡No me ignores, soy tu maestro! —reprendió Anakin.

Ahsoka se rió y corrió. Anakin corrió detrás de ella, y Ahsoka probó su nueva herramienta de combate en un entrenamiento ligero de persecución, que terminó en los hangares.

Ahsoka saltó por encima del caza Jedi de Anakin, y al aterrizar, este ya estaba en frente de ella, y su mano se dirigía a su cuello. En otra ocasión, este sería el fin de su huida, pero el Sistema 0 le planteó otra probabilidad mucho antes de que Anakin se deslizara delante de ella. Esta era que las esferas dispararan sobre Anakin, mientras ella usaba la Fuerza para empujarse a un lado y sacará su sable de luz.

Los disparos que llovieron sobre Anakin no le hicieron nada, a pesar de que él no sacó su sable de luz; todo fue absorbido por un escudo, que en realidad no era un escudo, sino una habilidad Jedi de absorción de energía, que al nivel que Anakin la controlaba, le permitía usar sus manos para enfrentarse a un sable de luz, por lo que para detener disparos bláster, apenas gastaba algo de concentración.

Enfrentarse a Anakin era como enfrentarse a una montaña abrumadora, pero Ahsoka no planeaba rendirse. Ella ya había comprendido que no tenía ninguna oportunidad de igualarlo con la Fuerza. Eso era un hecho. Por lo tanto, seguir entrenando de la forma en que Anakin quería no le servía para su objetivo de superarlo. Ella debía seguir otro camino, y parte de ese camino era usar el Sistema 0.

Aún con el casco del Sistema 0, que añadía los cálculos precisos de una computadora a su mente, le fue imposible igualar a Anakin. Ahsoka se quitó el casco al terminar su entrenamiento; ya estaba agotada, pero Anakin seguía sin siquiera parecer un poco cansado.

—Ahsoka, para los Jedi, la Fuerza es nuestra mayor aliada, no debemos confiar en herramientas externas…

—¿Eso quiere decir que dejarás de usar tu sable de luz? —preguntó Ahsoka antes de que él terminará de hablar. Anakin parpadeó—. Sí, es una herramienta externa —dijo Ahsoka cuando Anakin miró el sable de luz.

—La Fuerza es nuestra mayor aliada, y debemos usarla con todas las herramientas a nuestra disposición —dijo Ahsoka, dándose media vuelta—. Te invito a la cena por hacer el casco —agregó.

—La cena es gratis, solo quieres sacarme información —reprendió Anakin.

—Bueno —dijo Ahsoka encogiéndose de hombros, y solo un par de segundos después él la siguió.

Ahsoka sonrió; en verdad había pocas personas con las que Anakin pudiera hablar, por lo que siempre terminaba hablando con ella, pero Ahsoka no lo invitaba para sacarle información, ella de verdad disfrutaba hablar con él. Anakin sabía muchas cosas que a ella le interesaban.

Un día después, Ahsoka y parte de la 501 salieron del hiperespacio en un asedio separatista.

—Comandante Tano, las naves separatistas se preparan para entrar al hiperespacio —informó el clon encargado de los sensores, mientras el cañón Kyber se activaba y disparaba sobre un crucero, provocando una explosión masiva que también afectó a un segundo crucero.

—Fijen coordenadas, al siguiente asedio —ordenó Ahsoka con una sonrisa, viendo a otros dos cruceros huir, y a algunas fragatas y droides cazas, junto a varios escuadrones de bombarderos, dirigirse hacia ellos.

El verdad y Reconciliación entró al hiperespacio mucho antes de que llegaran hasta él, y el cañón Kyber empezó a cargarse de nuevo para cuando llegaran a encontrarse con la siguiente flota separatista. Así, cada pocas horas, los separatistas perderían varios cruceros. Ahsoka pensó que pronto estarían en la ruina; quizás esta guerra terminaría antes de lo que Anakin pensaba y esa arma biológica que preparaba ya no sería necesaria.

Anakin, junto a la mitad de la 501, fue enviado a Orto Plutonia, el planeta alrededor del cual orbitaba la luna Pantora, origen de los pantoranos. Anakin ya conocía los detalles del conflicto, a pesar de que el informe solo mencionaba que habían perdido la comunicación en una base del planeta.

Anakin ya sabía que los clones se habían encontrado con una especie nativa llamada Talz. Él ya había confirmado todo esto con la Fuerza, pero lo que más le importaba de esta misión no eran los Talz o los mismos pantoranos, lo que más le interesaba era su senadora, Ryo Chuchi, una novata en el Senado, libre de la influencia de Palpatine, y que la Fuerza y sus propios recuerdos le decían que podía convertirse en un gran apoyo para Padmé.

—Anakin, ¿en qué piensas? —preguntó Obi-Wan, que también había sido enviado junto a sus tropas al lugar porque los Pantoranos sospechaban de una invasión separatista.

Anakin miró a Obi-Wan, quien lo miraba con el ceño fruncido. Él miró a su alrededor. Ellos estaban en el puesto de observación de unos droides, después de visitar el puesto de observación de los clones. Los droides habían sido despedazados con violencia, y sus partes mecánicas adornaban la entrada y la sala de mando.

—Maestro, estoy pensando en esta situación —dijo Anakin mirando al presidente Pantorano, que estaba a unos diez metros de él.

El presidente era un tipo azul y flaco como un palo, que despotricaba como un loco sobre los separatistas, lo que hacía que Anakin se preguntara cómo llegó a presidente de su mundo.

—Anakin, no mientas, tus sentidos están en todos lados, menos en la situación actual —reprendió Obi-Wan en voz baja, mientras miraba a la senadora Chuchi.

Anakin se encogió de hombros. Tampoco era que necesitara ocultar sus planes.

—La Fuerza me indica que esta guerra estará más a nuestro favor si logro traerla a nuestro lado —dijo Anakin.

—Anakin, somos Jedi, no tenemos un lado —advirtió Obi-Wan con impotencia. Anakin lo miró seriamente.

—Maestro, todos tenemos un lado, y el de los Jedi es el lado de la paz —replicó Anakin.

—Anakin, inmiscuirse en la política es demasiado arriesgado, los senadores tienen ambiciones personales, y apoyarles puede terminar creando un desequilibrio y aumentar el conflicto, sumergiéndonos más en él —dijo Obi-Wan.

—Maestro, lideramos el ejército de la República, y los separatistas nos ven como enemigos mortales. Prácticamente somos demonios a sus ojos. No podríamos estar más involucrados en esta guerra.

»Lo que pretendo al involucrarme es justo lo contrario a lo que dices. Pretendo salir de este foso al que los Sith nos han arrojado. Y pretendo hacerlo luchando por la paz —explicó Anakin.

Obi-Wan reflexionó durante algunos segundos.

—Anakin, tu plan me da un mal presentimiento. Siento que estás arriesgando demasiado, y cuando haces apuestas grandes, tus pérdidas también pueden ser grandes —dijo Obi-Wan con preocupación sincera.

—Maestro, estaré bien —dijo Anakin.

—Anakin, corres más peligro que cualquier Jedi en esta galaxia —dijo Obi-Wan. Él no se refería a su seguridad personal.

—Maestro, a pesar de que parece que no escucho al Consejo, en verdad sí lo hago. Entiendo el código Jedi y por qué está allí. Sé que es lo que nuestros enemigos tratan de usar en nuestra contra. Estoy tratando de lidiar con todo y trato de que las cosas salgan lo mejor posible. Tampoco ignoro lo difícil que es para el Consejo apoyarme porque represento un cambio en todo lo que piensan, y aún no están convencidos de que ese cambio sea lo correcto. No los juzgo por ello —dijo Anakin.

—Anakin, yo… —su maestro respiró hondo—. Tienes peor opinión de ti que el Consejo Jedi. Anakin, el Consejo Jedi no duda de ti como persona, y tus supuestos defectos no son tales. Solo resaltan porque eres un Jedi; no es la costumbre que esto sea así, pero el Consejo entiende que esta es tu forma de ser y ya eras así antes de llegar a los Jedi.

»Ellos son conscientes de que te exigieron mucho al tratar de cambiarte, y también aceptan que fue un gran error no haberte escuchado. De haberlo hecho, no estaríamos en esta guerra.

»Anakin, desde que el Consejo ha visto a dónde nos ha llevado toda esta situación, la mayoría cree que es hora de dejar la orden en manos de la siguiente generación y apartarse, como hizo en su momento la Maestra Jadle… Anakin abrió mucho los ojos. Esas eran unas noticias horribles. Obi-Wan hizo una mueca.

—Sí, yo y la Maestra Jadle somos conscientes de que la presión acabaría contigo si eres nombrado Gran Maestro de la orden, y al menos de momento, hemos conseguido que ese plan quede de lado —confesó Obi-Wan.

Anakin sintió un escalofrío en la espalda; esos viejos en verdad eran desarmados. Ellos metían la pata hasta el fondo y luego se iban al retiro, dejando todo a su cargo. En verdad, en este mundo no se podía confiar en nadie, pensó Anakin con indignación.

—Anakin, calma. Además, si te conviertes en un Maestro del Consejo, tendrás acceso a todos los holocrones —ofreció Obi-Wan.

Anakin parpadeó con sorpresa y algo de incomodidad, lo que hizo que Obi-Wan también abriera mucho los ojos de la sorpresa y creara una ola en la Fuerza.

—Maestro…

Obi-Wan se dio la vuelta, torciéndole el cuello como una mujer cuya dignidad fue ultrajada, y caminó recto como una tabla, tratando de controlar su ira. Anakin suspiró. De seguro él no le hablaría en varios días, pero el asunto con los holocrones realmente le pilló por sorpresa.

Hacía tantos años que él se había infiltrado en la biblioteca y los había estudiado todos que ahora solo eran algo de lo que se había olvidado.

«Demonios, incluso tenía una buena excusa para cuando Obi-Wan me descubriera», pensó Anakin, pero debido a su actitud en este momento, su excusa sonaría a lágrimas de cocodrilo a oídos de Obi-Wan. «Bueno, al menos ahora Obi-Wan se opondrá con todas sus fuerzas a que me nombren gran maestro de la orden», pensó Anakin. No había forma de que él se olvidará de este crimen atroz, que era colarse en la biblioteca prohibida.

—General Skywalker, ¿debo prepararme para que los clones a cargo del General Kenobi traten de apresarlo? —preguntó Rex acercándose a él y dándose cuenta de que por algunos días sería una persona no grata para Obi-Wan.

—Rex, no sabía que te dedicaras a la comedia —dijo Anakin con frialdad y caminó hacia el presidente de Pantora y la senadora Chuchi.

La senadora y el presidente habían dejado su conversación porque, al igual que los clones, habían notado su conversación con Obi-Wan, y se dieron cuenta de que terminaron peleados.

—Presidente, senadora, les ofrezco nuestras disculpas. Son asuntos de la orden —dijo Anakin. Obi-Wan lo miró con frialdad, pero esto era un asunto de la orden y él asintió de mala gana.

—Estamos enterados de ello, muchos no aprueban sus declaraciones —dijo el presidente Chi Cho con enemistad.

Anakin ya sabía que este tipo era un militarista, de armas tomadas, y su respuesta a todo era disparar primero y preguntar después, por lo que nunca obtendría su apoyo. Por fortuna, él sabía que este presidente estaba a punto de sepultar su carrera política, y él no tendría que hacer nada para que eso se hiciera realidad, pues ya podía ver los eventos hilarse delante de él. Lo que Anakin no dejaría que pasara era que los clones murieran por las ambiciones de este tipo.

—Presidente Chi Cho, por favor no haga declaraciones de ese tipo —dijo la senadora Chuchi con algo de timidez pero más apresuramiento que timidez.

Obi-Wan logró mantener su rostro sereno, pero Anakin estaba algo sorprendido, al igual que el presidente Chi Cho, que veía a la senadora Chuchi como si le hubiera salido otra cabeza; su conmoción era casi palpable. Anakin sabía, que en el futuro, la senadora Ryo Chuchi, sería una persona decidida, que luego se enfrentaría al imperio, pero ahora era alguien tímida, que apenas comenzaba su carrera, por lo que su intervención sorprendía al presidente pantorano.

—General Skywalker, la asamblea de Pantora, en su gran mayoría, está de acuerdo con usted en estudiar a fondo las razones e intereses en esta guerra, por lo que me han encargado que me pronuncie ante el Senado al respecto —explicó la senadora—. Es usted muy valiente —agregó en un susurro.

Anakin parpadeó, y Obi-Wan le dirigió una mirada disimulada a la senadora y luego a él. Anakin le sonrió. «Qué mujer tan encantadora, y ahora que la veo de cerca, también es muy linda», pensó Anakin. Obi-Wan puso los ojos en blanco, volteando para disimular su envidia.

—Gracias, senadora Chuchi, pero solo hago lo que puedo para traer la paz a la República, y como parece opinar el presidente, es posible que esté equivocado. Los Jedi somos guardianes de la paz; la política es un asunto para aquellos versados en ella, como usted y el presidente Chi Cho —dijo Anakin con propiedad.

—Hmm… —carraspeó Obi-Wan, evitando que la conversación continuara—. Senadora Chuchi, presidente Chi Cho, el tema que nos atañe en esta situación es otro, y el Caballero Anakin y yo estamos aquí por otro asunto —dijo Obi-Wan con seriedad.

—Supongo que eso es correcto —dijo el presidente Chi Cho, que al parecer quería dar un discurso. La senadora se apresuró a asentir.

—Maestro, no creo que este asunto sea obra de los droides. Para decir esto, me baso en la forma violenta en que estos ataques fueron llevados a cabo —dijo Anakin viendo las piezas de droides clavadas en estacas—. Senadora, presidente, en nombre de la Orden Jedi, quiero pedirles que me dejen investigar un poco esta situación —dijo Anakin, y de una vez empezó a caminar sin dejar hablar a nadie.

Anakin se detuvo fuera de la base de observación, pero sus seguidores tampoco pudieron hablar allí, porque una nave estaba aterrizando y causando que la nieve y el frío se arremolinaran.

El presidente, sus cuatro guardias que también eran pantoranos, Obi-Wan y los clones, se vieron azotados por la nieve y el aire frío, lo que los obligó a cubrirse el rostro. Anakin solo se paró firme, y el viento y la nieve ni siquiera asotaron su túnica Jedi. A su lado, caminó una asombrada senadora Chuchi, que no parecía poder entender cómo era que el viento y la nieve parecían esquivarles a ellos dos.

Anakin ignoró a Obi-Wan, que parecía querer reprenderlo por usar la Fuerza de esa forma, y miró la puerta trasera de la pequeña nave de transporte, que se abrió, para dejar salir a C-3PO, que él había solicitado a Padmé. R2 venía a su lado.

—Caballero Anakin, la senadora Amidala me ha enviado a este lugar para servirle de intérprete —se presentó C-3PO.

—¿Intérprete de qué? —se apresuró a preguntar el presidente Chi Cho con tono iracundo.

Anakin se preguntó si este tipo ya sabía de la existencia de los Talz. Considerando su actitud, eso era posible.

—Presidente Chi Cho, como le dije antes, hay algo extraño en este ataque, y me dispongo a averiguar de qué se trata. La orden del Senado es clara, debemos llegar al fondo de este asunto, para defender los intereses de los pantoranos que son miembros de la República Galáctica —explicó Anakin.

—Esas órdenes se refieren a investigar una invasión separatista… —Anakin levantó la mano.

—Presidente Chi Cho, no le corresponde a usted ni a mí interpretar las órdenes del Senado. Mis órdenes son claras, debo llegar al fondo de este asunto, por el bien del pueblo Pantorano, asegurar su seguridad, por lo que usted y la senadora Chuchi volverán a la base, mientras Obi-Wan y yo investigamos —dijo Anakin, y no le dio tiempo a Chi Cho de responder. Anakin miró a Rex.

—Rex, nuestra misión es asegurar al presidente y a la senadora. Llévalos de vuelta a la base y ve que estén seguros —ordenó Anakin—. Sé amable con la senadora Chuchi; ella es una de las pocas personas en esta galaxia que se preocupa por nosotros —agregó. Rex saludó.

—A sus órdenes, General —respondió Rex, y de inmediato, varios clones se llevaron al presidente mientras Rex le hacía una reverencia a la senadora y la invitaba a caminar de vuelta a su transporte.

Anakin asintió, mientras Obi-Wan se mordía la lengua por reprenderlo, pero su ira pudo con él y no le habló.

Obi-Wan y Anakin siguieron el rastro de los atacantes hasta una aldea, llevando a R2 y C-3PO con ellos.

—Inaceptable. Son simples mentiras; esto es una invasión al territorio de Pantora. Pantora declara la guerra para defender a sus ciudadanos —declaró el presidente Chi Cho cuando Obi-Wan les informó a él y a la senadora Chuchi sobre los Talz y los resultados de las investigaciones.

Anakin se preguntó si Palpatine tenía sus manos metidas en esto; este era ciertamente su estilo, provocar conflictos y luego enviarlos a ellos a resolverlos, pero sin darles ninguna verdadera herramienta de negociación o autoridad, por lo que las cosas terminaban mal la mayoría de las veces.

—Presidente Chi Cho, los Talz son tribus nativas y no poseen tecnología que les permita llegar a este lugar —explicó Obi-Wan.

—Son simples mentiras; son invasores y, como presidente de Pantora, les ordeno acompañarme a la batalla para resolver esta guerra —reprendió el presidente Chi Cho con indignación.

—Presidente, no estamos aquí para interferir en los asuntos internos de Pantora… —Anakin levantó la mano para evitar que Obi-Wan los apartara del conflicto y enviara a los clones a morir.

—Maestro, nuestras órdenes son claras: llegar al fondo de este asunto y proteger al presidente y a la senadora Chuchi. Ya hemos cumplido nuestro primer cometido, pero el presidente se ha negado a reconocer el valor de nuestra investigación y ha declarado que no confía en la Orden Jedi para este asunto.

»Como es así —Anakin le hizo una reverencia a la senadora Chuchi—. Senadora, solo nos queda retroceder e informar de este asunto al Senado para que envíen una nueva comisión de apoyo diplomático —informó Anakin, y de inmediato miró a Rex—. Rex, me temo que los Pantoranos nos han despedido; esto, sin duda, será una mancha en nuestro buen historial, pero el presidente, como representante de los Pantoranos, ha sido claro y no acepta nuestra intervención, por lo que debemos retirarnos a la brevedad, así que en marcha —ordenó Anakin, y de inmediato comenzó a caminar.

—Sí, General —dijo Rex haciendo un saludo y ordenando al resto de los clones que los siguieran.

Obi-Wan también parpadeaba, pero Cody, su comandante clon, se había dado por aludido y ayudaba a su sorprendido general a abandonar las instalaciones.

Antes de que Anakin saliera de la sala de comunicaciones de la base temporal, la senadora Chuchi corrió y se paró frente a ellos para hacer una reverencia.

—Maestro Obi-Wan, General Skywalker, por favor, no se vayan. El presidente Chi Cho no expresa la voluntad de los Pantoranos, y tampoco la de nuestra asamblea de gobierno —dijo la senadora de forma apresurada, como si temiera ser ignorada. Anakin le dedicó una sonrisa sincera y una mirada interrogativa.

—¡Anakin! —reprendió Obi-Wan tres días después, cuando fueron invitados al planeta Pantora por la Asamblea de Gobierno, que ya había mandado a arrestar al presidente Chi Cho, reconocido la legitimidad de los Talz sobre el planeta Orto Plutonia y negociado la paz con ellos.

Anakin sonrió porque el hecho de que Obi-Wan le hablara significaba que su ira por la infiltración en la biblioteca prohibida se estaba calmando.

—Dígame, maestro —dijo Anakin observando la ciudad de los Pantoranos.

—Anakin, estuviste a punto de causar un incidente con los Pantoranos, sin mencionar que la Orden Jedi pudo haberse visto afectada —dijo Obi-Wan con impotencia.

—Maestro, usted también estaba allí. El expresidente Chi Cho ya sabía de los Talz; solo quería una excusa para una guerra. Sospecho que su popularidad entre su pueblo no era buena y, como cualquier político, quería desviar la atención. Solo he apresurado un poco su caída. Estoy seguro de que los Pantoranos nos lo agradecen —dijo Anakin.

—Anakin, un día tus presentimientos pueden estar errados, y tampoco es que seas un gran juez de carácter —dijo Obi-Wan con un suspiro.

—No necesito ser un buen juez de carácter cuando la Fuerza me guía. Maestro, debería hacer más caso a la Fuerza —replicó Anakin, dándose media vuelta y mirando hacia la puerta del departamento.

La puerta se abrió, y Rex pasó escoltando a R2 y a C-3PO. Rex lucía una medalla en su armadura porque la Asamblea Pantorana había aprovechado para reconocer el esfuerzo de los clones en las Guerras Clon, y tanto Rex como Cody recibieron una medalla en un acto oficial.

—Caballero Skywalker, la senadora Chuchi le envía su agradecimiento por su colaboración en la resolución pacífica de este conflicto y le invita a una cena para expresarle sus agradecimientos en una cena privada, pagada por la Asamblea de Pantora —dijo C-3PO.

R2 bufó, o eso era lo que significaban sus pitidos de desprecio. Obi-Wan se llevó la mano a la cara.

—Maestro, la envidia es el camino al lado oscuro —dijo Anakin mientras caminaba hacia el frente, usando la Fuerza para dejar a R2 y a C-3PO atrás, ya que esos dos podrían arruinar su cita.

—Rex, guía el camino; hay una linda senadora esperando por mí —ordenó Anakin.

Que la Asamblea de Pantora pagara la cena significaba que esto era política, pero tampoco era necesario ser tan apegado a las cosas sutiles; él podía ignorarlo.

—General, supongo que este asunto no debe ser mencionado a la comandante Tano y a la senadora Amidala —dijo Rex mientras caminaba a su lado.

El corazón de Anakin se saltó varios latidos mientras miraba a Rex con incredulidad. Rex ni siquiera volteó a mirarlo mientras caminaba con paso firme, sosteniendo su casco debajo de su brazo derecho.

—General, cada vez que la senadora Amidala llama por ayuda, la galaxia debe prescindir de su mejor general —explicó Rex—. En cuanto a la comandante Tano, jamás he presenciado a alguien que se rebele ante sus órdenes sin sufrir consecuencias severas —agregó.

Padmé le hacía correr por todos lados, Ahsoka era insubordinada. Así de fácil, Anakin había quedado expuesto ante sus tropas. Anakin suspiró.

—Rex…

—La senadora Amidala es sin duda una gran mujer —apoyó Rex con seguridad, antes de que él hablara.

—Bueno, Ahsoka es algo joven…

—La comandante Tano no es menos capaz que usted, pero el que estén juntos puede llegar a ser algo peligroso —explicó Rex. Anakin no entendió.

—Rex, el Consejo Jedi no ejecuta a quienes rompen las reglas. A lo sumo, cumplirán su amenaza de expulsarme, pero no tienes que preocuparte por eso. Ahsoka está decidida a ser una Jedi —explicó Anakin. Rex volteó y le miró de arriba abajo.

—General, me refería a que la galaxia podría estar en peligro —dijo Rex.

Anakin parpadeó, comprendiendo que en estos días, nadie le tenía ningún respeto. Este tipo solo quería que él estuviera con Padmé porque consideraba que ella podía meterlo en cintura. En cambio, Ahsoka, para Rex, era más de lo mismo, y juntos harían el doble de desastres de lo que él pudiera hacer por su cuenta.

—Rex, cuando volvamos al Verdad y Reconciliación, estarás encargado de limpiar el piso del hangar superior durante una semana —ordenó Anakin.

—Por supuesto, general. La insubordinación debe ser castigada sin dudar —dijo Rex con una sonrisa.

—Rex, también te encargarás de la limpieza de los tres hangares inferiores —ordenó Anakin. Rex saludó para acatar sus órdenes, pero no dejó de sonreír.

Varios meses habían pasado desde que Padmé intervino en el Senado, y Palpatine aún no había movido ficha en su contra. Padmé no estaba tranquila por eso, solo más preocupada, preguntándose cuándo Palpatine decidiría que era buen momento para deshacerse de ella. Pero hoy, Padmé estaba más preocupada porque había recibido una llamada de su planeta natal, Naboo, sobre la presencia de droides en su territorio. Esto había hecho que la actual reina le llamara, temiendo un ataque separatista.

Padmé también tenía pensado que quizás Palpatine se atreviera a tratar de destruir todo Naboo debido a su intervención en su contra. Este también era su planeta, pero ella sabía que al Lord Sith no le importaba nada, y por eso estaba muy preocupada por los ciudadanos de Naboo, lo que la hizo apresurarse al lugar, en compañía de 02.

Ahora Padmé se encontraba en un pantano, después de haber seguido un rastro de un veneno peligroso hasta allí.

—Hay una base debajo de la superficie con algunos batallones de droides y lo que parecen ser laboratorios para armas biológicas —informó 02 con su voz robótica. Padmé confirmó sus peores temores, pero no podía dejar que sus sentimientos la abrumaran. Ella debía actuar por la seguridad de Naboo.

—02, envía toda la información al Capitán Panaka e informa a la reina y al Senado. Mientras tanto, busca alguna entrada que podamos usar. Necesito ver esto con mis propios ojos —dijo Padmé.

—No se recomienda. Este planeta es peligroso. Deberías volver a Coruscant y llamar al ejército de la República —aconsejó 02.

—Gracias, 02, pero para eso, necesito al menos ver el peligro con mis propios ojos —dijo Padmé sacando su bláster.

02 le guió hasta detrás de un árbol e indicó que hackearía una puerta para ella.

Media hora después, Padmé había sido capturada, y 02 flotaba a su alrededor como si fuera un juguete, mientras Nuvo Vindi, un científico Faust, le explicaba sus malvados planes para esparcir un virus mortal por toda la galaxia.

Detrás de él, estaban cinco mercenarios y cientos de droides, con más de veinte droidekas.

—Doctor, ya has terminado, ¿puedes dejar que cumplamos con nuestra tarea ahora? —preguntó un mercenario.

—Por supuesto que no, ella será mi conejillo de indias… —el mercenario colocó el cañón de un bláster en la cabeza del doctor.

—Doctor, ya le hemos dejado despotricar tonterías, pero ni se le ocurra pensar que nos quedaremos en este lugar más de lo necesario —reprendió uno de los mercenarios, mientras otro avanzaba.

—02, eso debería ser suficiente —dijo Padmé, y 02 cambió su color de blanco a negro.

—Infiltración completada, levanten las manos y ríndanse… —uno de los mercenarios levantó su bláster de forma despreocupada y primero le disparó a ella y luego a 02. En ambos casos, el disparo fue inútil porque a 02 no le afectó el disparo, y ella ahora estaba rodeada por un escudo.

—Modo masacre activado —dijo 02 con voz robótica, sacando cañones de toda su superficie y disparando fuego de bláster en todas direcciones.

El doctor Vindi fue el primero en caer, seguido de los cuatro mercenarios. Ellos no duraron ni un segundo; 02 les había disparado a todos a la vez. Los droides de enfrente cayeron al siguiente segundo, pero solo eran B1, y detrás avanzaban B2, seguidos por droidekas que activaron sus escudos.

02 no dejó de disparar y dos horas después, toda resistencia en la base había sido aplastada, sometida, y ahora 02, que se había dividido en otras veinte esferas más pequeñas, se volvía a unir frente a ella, sobre un montón de chatarra, que era en lo que se habían convertido el ejército de droides que custodiaba la base subterránea.

—Todos los archivos han sido borrados, el virus destruido, y los explosivos plantados —informó 02.

—Gracias, 02. Salgamos de este lugar —dijo Padmé.

—Senadora, he localizado un transporte más eficiente que el vehículo de carga en el que llegamos. Por favor, sígame —dijo 02. Padmé asintió con una sonrisa. Ella no apoyaba la guerra, pero sin duda, Palpatine se llevaría muchas sorpresas al intentar atentar contra su vida y la de sus aliados.

...

—Aprendiz, el general Skywalker está destruyendo cruceros separatistas a un ritmo mayor del que pueden ser repuestos —dijo Darth Sidious, que era un holograma encapuchado en la sala de comunicaciones.

—Maestro, eso puede acelerar nuestros planes con el clan bancario y la federación de comercio —dijo su maestro, el conde Dooku.

Ventress observaba la conversación en silencio, en estado de alerta ante cualquier intrusión de Darth Maul, que se había convertido en el nuevo general del ejército separatista, y que no estaba por allí en estos momentos. Aun así, Ventress no bajaba la guardia, pues el propósito de Darth Maul y Darth Sidious era deshacerse de ella y de su maestro.

—Aprendiz, tienes una mente perspicaz. Haz los preparativos, las acciones de Skywalker solo acelerarán la caída de la República en nuestras manos —dijo Sidious, y cortó comunicación.

—¡Necio! —sentenció su maestro, reprendiendo a Sidious.

Ventress estaba de acuerdo con esa opinión. Skywalker no podía subestimarse; él no iba a poner cartas en las manos de Sidious, y más cuando ya debía sospechar su identidad, algo obvio debido a sus recientes movimientos.

—Maestro, ¿cómo actuaremos? —preguntó Ventress.

—Seguiremos todas las órdenes, no interferiremos en esta batalla política. Si Skywalker logra voltear los planes de Darth Sidious en su contra, eso será bueno para nosotros —sentenció su maestro. Ventress también estaba de acuerdo con eso.

—Ahora sígueme, aprendiz. Tengo que presentarte a algunos senadores a los que debes sugerir que Darth Maul podría no estar siguiendo las reglas de batalla apropiadas en esta justa guerra por sus derechos —dijo su maestro guiando el camino.

Ventress sonrió, eso también arruinaría muchos planes de Darth Sidious y prepararía el camino para su ascenso y el de su maestro. Podrían culpar a Darth Maul de todos los crímenes de guerra cometidos por el ejército de droides y sus comandantes, mientras cosechaban los frutos de sus incursiones en los mundos de la República, aumentando la confianza de los mundos separatistas en ellos.

NA 1: Rex está con Padmé. Anakin sigue ganando apoyos y lo que está difundiendo por la galaxia, o más precisamente en el ejército clon, tiene el propósito de eliminar el biochip de obediencia y la Orden 66. Una vez que los chips sean interferidos, Anakin no tendrá miedo de ir directo contra Palpatine, por lo que si logra su cometido, la guerra terminará en ese momento.

NA 2: Ahora Padmé también conoce las capacidades de los robots, "masacre", y actuará con más confianza al oponerse a Palpatine.

NA 3: Palpatine ha visto una oportunidad en la destrucción indiscriminada que Anakin está causando en los cruceros separatistas, y planea usarlo para adelantar sus planes. Las piezas comienzan a encajar y el final de la guerra se acerca, ya que no tengo mucho más que contar sobre las Guerras Clon.

NA 4: Antes del final de esta parte de las Guerras Clon, pasaremos a Mandalore, ya que es un punto importante. Recuerden que Satine es la líder de mil quinientos mundos neutrales y Palpatine quiere a todos en la guerra. Estoy pensando en las Hermanas de la Noche, pero con Ventress con Dooku y Maul con Sidious, Madre Talzin no tiene mucho que hacer para ganarse el favor de ninguno de los dos aprendices. A quien sí veremos aquí es a Cad Bane, porque Palpatine querrá usarlo pronto. Como podrán imaginar, con todo lo que ha pasado, La Venganza de los Sith cambiará mucho, también la trama principal.

NA 5: Por supuesto, hace años que Anakin se infiltró en la biblioteca Jedi y se ha apoderado de todos sus conocimientos. Por eso, ser un maestro del Consejo nunca le ha interesado.