5.-El principal sospechoso
En el jardín de las sombras
"In the garden of shadows"
De Alexandra_Emerson
Alfa-Bet-eado
—Mentiste, ¿verdad?
Draco había estado esperando esta pregunta todo el día. Tan pronto como le dijo a Harry que no había reconocido el hechizo que se había usado para matar a Rosmerta, pudo ver que Hermione no le creyó. Estaba un poco impresionado de que ella hubiera llegado tan lejos antes de sacar el tema.
—Lo hice —dijo mientras entraba a la habitación, apagando las luces del baño con un movimiento de su varita.
Hermione, que había estado leyendo en la cama, dejó el libro sobre la mesa.
—¿Por qué?
Ahora era el momento de que Draco pusiera palabras a la explicación en la que había estado trabajando toda la tarde. El que tenía perfecto sentido en su cabeza, pero que sabía que se convertiría en un galimatías una vez que intentara expresarlo.
—Necesitaba reflexionarlo bien —dijo, subiéndose a la cama y sentándose de rodillas—. No soy bueno con las sorpresas, no me gusta actuar hasta que haya pensado en todas las posibilidades, así que mentí, para darle tiempo a mi cabeza de poner todo en orden. Pero voy a decirle que conozco el hechizo. Circe, yo inventé el hechizo. No voy a ocultar eso. Iré a la oficina de Aurores el lunes a primera hora y les contaré todo lo que sé.
—¿Tú inventaste el hechizo?
Draco asintió.
—Y mentiste para... ¿Ganar tiempo?
Él asintió de nuevo.
—Fue un shock escuchar que mi hechizo se usó de esa manera. Esa nunca fue la intención, por supuesto que no. Se suponía que iba a usarse en objetos, eso es todo. Simplemente… necesitaba tiempo para entenderlo.
—¿Y cubrir tus huellas?
La acusación lo golpeó como una bludger.
—¿De verdad crees eso?
—No —dijo rápidamente, sacudiendo la cabeza—. Es justo a donde saltó mi mente.
—Porque sospechas de mí —espetó.
Hermione se acercó a él y tomó su mano.
—Lo siento. Por supuesto que no creo que lo hayas hecho. Fue allí donde se dirigieron mis pensamientos por un segundo; es el instinto sobrante de mi rotación en el departamento de criminalística. —Ella sonrió—. Confío en ti y te conozco. No eres un asesino; por eso eras un mortífago tan horrible.
—Yo fui un mortífago muy malo.
Ella colocó su palma sobre su corazón.
—Un corazón demasiado grande.
Draco tomó su barbilla y le dio un beso, suave y tierno.
—Lamento haber mentido. No me siento tan cómodo con ellos como tú.
—Lo sé.
—Y no soy tan bueno a la hora de lanzarme hacia lo desconocido.
—Yo también sé eso.
—Lo sabes todo —bromeó él.
—Sí. Y una de esas cosas que sé es que van a dudar de ti, ya que mentiste inicialmente. Entonces tú... Deberías contarle a Harry lo que me dijiste, creo que te ayudará.
Era lo último que Draco quería hacer, pero ella tenía razón. Tendría que mostrar un poco de vulnerabilidad para tener a Harry de su lado, lo cual sería clave para maniobrar más allá de las sospechas que caerían sobre él. De mala gana, asintió.
—Sí, bien. Cooperaré en lo que pueda.
—Espero que los atrapen pronto, sea quien sea.
Draco tarareó de acuerdo y la besó de nuevo, ansioso por dejar atrás el espantoso tema de conversación.
La reunión de Draco con los Aurores al día siguiente transcurrió sin incidentes. Fue a la oficina de Harry y le dijo que él había inventado el hechizo. Entregó una versión modificada de la explicación que le había dado a Hermione la noche anterior sobre por qué había mentido, despojada de las partes patéticas. Afortunadamente, parecía que Hermione había llegado primero a Potter, aunque Draco no podía imaginar cómo, ya que había dejado a Lyra en la guardería esa mañana. Quizás ella le había enviado una lechuza o le había llamado por Flu. Cualquiera que fuera la explicación, Draco no se estaba quejando. Ella había ayudado a poner a Harry de su lado, así que ese fue un obstáculo superado.
El siguiente obstáculo fue un interrogatorio bajo Veritaserum, dirigido por uno de los Aurores Jefes, con una bruja severa llamada Clara Woden. Le explicó dónde había estado la noche del asesinato de Rosmerta, en la cama con su esposa, y luego le contó todo lo que sabía sobre el hechizo: por qué lo había hecho, cuánto tiempo había tardado, cómo funcionaba y quién sabía al respecto de él: su jefe, Westmoore y un francés que trabajó en su antiguo equipo, Yves Forestier.
Después de eso, fue al Departamento de Misterios y se encerró en uno de los laboratorios de investigación más antiguos y rara vez utilizados, ansioso por evitar a otras personas mientras esperaba que el Veritaserum desapareciera. Draco logró pasar el resto del día sin hablar hasta que su jefe lo arrinconó en la sala giratoria de puertas mientras salía.
—¡Malfoy! Te he estado buscando todo el día.
Draco suspiró hacia la puerta que lo conduciría hacia afuera. Tan cerca.
—Westmoore —saludó Draco, y luego añadió en voz baja—, el hombre más guapo que he conocido. —Genial, al menos el Veritaserum había desaparecido. Se giró para mirar a su jefe—. Estoy de camino a recoger a mi hija, así que, si necesitas hablar sobre uno de mis informes, tal vez sea más fácil esperar...
—No, no, no es nada de eso —dijo Westmoore con un gesto—. Sólo quería hablarte sobre esto que ocurrió con Rosmerta. Circunstancias terribles. Horrible.
Draco asintió, estudiando el rostro del hombre. Pero él, como Draco, era muy bueno ocultando sus emociones. Draco pensó que, como jefe de los Inefables, tenía que serlo.
—Los Aurores vinieron a hablar conmigo hoy —añadió Westmoore.
—Les di tu nombre. Estoy seguro de que ya lo sabes, que fue uno de mis hechizos el que se utilizó.
—Sí —dijo Westmoore, con ojos astutos recorriendo con avidez el rostro de Draco—. Te interrogaron, ¿supongo?
—Sí, bajo Veritaserum.
—Yo también. Y supongo que les hablaste de Forestier. Lo hice, si tú no lo hiciste.
—Les dije. Nombré a todos los que sabían sobre el hechizo.
Westmoore se limitó a asentir y se acarició la barba con la mano.
—Nunca me gustó, Forestier. Sabía que era un riesgo traer a un extranjero, pero él tenía las credenciales.
—Estoy seguro de que no fue él —dijo Draco, ansioso por terminar la conversación.
—¿Lo estás? —Westmoore respondió, levantando una ceja—. ¿Entonces estás diciendo que fui yo?
—Estoy diciendo que podría ser cualquiera —suspiró Draco—. Quizás Forestier se lo contó a alguien más. Quizás alguien irrumpió en el Departamento de Misterios y revisó mis notas. O el asesino podría haber inventado un hechizo similar por su cuenta. No lo sé, señor. Como dijiste, es una circunstancia terrible, pero estoy seguro de que los Aurores atraparán a quien lo hizo lo suficientemente pronto. Ahora, si no te importa, tengo que recoger a mi hija.
Draco abrió la puerta hacia afuera y casi se arroja. Cuando estuvo de nuevo a solas, se detuvo en el pasillo y respiró hondo para calmar su creciente pánico.
Inhala… Uno, dos, tres… Cuatro… Exhala… Uno, dos, tres… Cuatro.
Mierda. ¿Por qué todo este asunto de Rosmerta le afectaba tanto? No era asunto suyo. Sí, era preocupante que el asesino hubiera usado un hechizo similar a uno suyo, pero había inventado cientos de hechizos. Probablemente esto fue sólo una coincidencia.
Inhala… Uno, dos, tres… Cuatro… Exhala… Uno, dos, tres… Cuatro.
Se sentía enfermo, aunque probablemente fue por el Veritaserum. Era alérgico a las plumas de jobberknoll y a todas las pociones que las contenían, un hecho del que se enteró en tercer año cuando intentó robar una poción de memoria antes de los exámenes. En lugar de eso, terminó vomitando en la enfermería.
Hermione odiaba esa historia. La idea hizo que los labios de Draco se levantaran. Se imaginó la forma en que ella lo había regañado, cómo después de toda la mierda que había hecho en Hogwarts, ella se había sentido tan ofendida por la idea de que él hiciera trampa en los exámenes.
Inhala… Uno, dos, tres… Cuatro… Exhala… Uno, dos, tres… Cuatro.
Con la cabeza todavía llena de recuerdos de Hermione, se levantó de la pared y caminó hacia el ascensor, respirando profundamente mientras caminaba. Pero por mucho que respirara conscientemente o fantaseara con su esposa, no podía evitar la sensación de que de alguna manera estaba conectado con todo esto.
—Ahora me recoges todos los días —dijo Lyra cuando llegaron a la acera frente a su guardería.
—Sí, ya no tengo esas citas especiales.
—¿Por qué?
—No las necesito.
Ella se detuvo al final del camino, mirando hacia el callejón por el que usualmente caminaban para que él pudiera aparecerlos de regreso a la cabaña. Draco asintió calle arriba.
—Hace buen tiempo, vayamos al parque hoy.
—¿Al muggle? —prácticamente chilló, con los ojos encendidos.
—Sí. Pero no vamos a decir esa palabra, ¿verdad?
Ella abrazó sus piernas y luego le sonrió.
—No digas «muggles» ni hables de magia. Seré buena, te lo prometo.
Lyra charló sobre su día mientras caminaban, deteniéndose sólo para tomar grandes bocanadas de aire. Mientras cruzaban hacia el parque, ella lo agarró de ambas manos y corrió hasta quedar justo frente a él en el camino.
—¡Dame vueltas! ¡Dame vueltas!
—¿Te giro?
—¡Como la rueda de la bicicleta! —Señaló a un muggle que pasaba en bicicleta—. ¡Gírame como la última vez!
Draco la levantó ligeramente y giró un par de veces, levantándola en el aire mientras ella reía.
—¿Así? —Preguntó, devolviéndola con cuidado al camino.
—¡Sí!
—¿Qué te hizo pensar en eso? —Estaba tratando de recordar una vez que la había hecho girar y dijo que era como una rueda de bicicleta, pero no lo logró. Seguramente no sería una de esas escenas escondidas detrás de la pared de su mente.
—Ayer —dijo inútilmente, ya que, para ella, esto podría referirse a algo que había sucedido entre hacía una hora o un año—. ¡Cuando me llevaste a la escuela! —añadió ella.
Eso lo redujo un poco. Draco rara vez la llevaba a la escuela, ya que tenía que llegar a trabajar antes que Hermione. Pero todavía no podía recordar un momento en el que la hubiera hecho girar así, especialmente en la acera afuera de su escuela.
—Está bien, bueno, fue divertido. Gracias por recordármelo.
Ella le dio una mirada de «eres estúpido», que le recordaba mucho a su madre antes de correr hacia el patio de recreo, obligándolo a trotar rápido para seguirle el ritmo.
Mientras observaba jugar a Lyra, su mente seguía vagando hacia Rosmerta y su conversación con Westmoore. ¿Tenía razón al sospechar de Forestier? ¿Era realmente capaz el francés de hacer eso? ¿Cuál fue su motivo? ¿Cuáles fueron los motivos de alguien, en realidad? Rosmerta era sólo una camarera, y además una persona muy querida.
—¡Papá!
Draco volvió a centrar su atención en Lyra, que estaba colgada de una de las barras de acero; Draco olvidó cómo se llamaban, algo que tenía que ver con un animal de la jungla.
—¡Muy bien, Lyra! —respondió, sonriendo mientras la veía balancearse unas cuantas veces más y finalmente caer.
Su mente volvió a divagar, pero Lyra se apresuró a tirar de él hacia atrás, queriendo mostrarle cómo podía bajar por el tobogán de espaldas. Draco se obligó a concentrarse en ella y deleitarse con el simple placer de observar a su hija, quien pasó su vida rodeada de magia e incluso había montado una escoba con él algunas veces, pero aún encontraba alegría en un simple patio de recreo muggle.
No debería insistir en el caso de Rosmerta. No era asunto suyo. Si iba a dedicar sus pensamientos a algo, debería ser a Lyra y Hermione. Así que durante el resto de la hora hizo precisamente eso.
Así fue como se le ocurrió el plan de llevar a Lyra a cenar para que Hermione pudiera pasar una velada tranquila a solas en la cabaña. Con lo cansada que había estado últimamente, estaba seguro de que disfrutaría la noche libre. Y Draco dejaría que Lyra eligiera el lugar, ya que todavía sentía náuseas y planeaba saltarse la cena.
—Pero, ¿qué pasa con mamá? —Lyra preguntó cuando Draco le contó el plan.
—¿No quieres tener una cita especial conmigo?
—Sí —dijo ella de inmediato, pareciendo preocupada de que él fuera a cambiar de opinión—. Pero… ¿qué comerá mamá? ¿Y cómo sabrá dónde estamos?
Draco se agachó para que su rostro estuviera al nivel del de ella y frunció ligeramente el ceño.
—¿Sabes? Ese es un buen punto —dijo, fingiendo que era la primera vez que pensaba en esto—. Tengo una idea; vayamos a un restaurante mágico y luego podremos llamarla por red Flu desde la chimenea. ¿Cómo suena eso?
Lyra se balanceó en su lugar, levantándose de puntillas.
—¿Puedo ser yo quien meta la cabeza en el fuego?
Draco le sonrió. Ella realmente era la hija de su madre. Valiente. Recordó haber estado aterrorizado por la red Flu hasta los diez años.
—Por supuesto que puedes.
—¡Sí! ¡Vámonos! —Ella agarró su antebrazo con entusiasmo, lista para que él Desapareciera, a pesar de que estaban al aire libre.
Draco se rio y la guio hacia un camino oscuro a su izquierda.
—Primero busquemos un lugar más privado.
—¡Bien! ¿Y puedo echar el polvo también?
—Puedes, pero seré yo quien diga nuestra dirección, ¿de acuerdo?
—Bueno —refunfuñó, pareciéndose a Hermione otra vez mientras fruncía el ceño. Pero el ceño fruncido fue rápidamente reemplazado por una dulce sonrisa—. ¿Puedo comer postre?
—Ya veremos.
Sus ojos se abrieron como platos.
—¡Pero no es fin de semana!
—¿Estás tratando de convencerme o no, ma lyre?
—Hum… ¿sí?
Él se rio mientras la arrastraba hacia una calle lateral a oscuras.
—Necesitamos trabajar en tus habilidades de Slytherin, ¿de acuerdo?
—Soy una Slyverin —recitó—, pero no debo decírselo a mamá.
—Muy bien.
Después de acostar a Lyra esa noche, Draco fue a su habitación y fue recibido por una Hermione muy feliz y sonrojada.
—¿Tomaste un baño? —preguntó mientras se metía en la cama y apoyaba la cabeza en su regazo. No necesitaba su respuesta, podía oler las sales de baño de lavanda en ella.
Ella le pasó los dedos por el pelo mientras dejaba escapar un suspiro de satisfacción.
—Lo hice.
—¿Y pusiste el agua increíblemente caliente, por eso todavía estás rosada?
Ella se rio.
—Los baños calientes son encantadores. Es raro que no te gusten.
—Me gustan los baños calientes, pero tus baños están hirviendo. Me siento como si estuviera en un caldero.
Ella se rio, haciendo que su cabeza temblara ligeramente en su regazo. Draco la rodeó con ambos brazos y se acercó a ella.
—Gracias por toda tu ayuda con Lyra hoy. —Las palabras sonaron extrañas, ya que las escuchó desde su vientre con un oído y desde su boca con el otro—. El día extralargo de trabajo era justo lo que necesitaba para ponerme al día. Y no tenías que acostarla esta noche, pero eso también fue genial.
—Has estado exhausta. Pensé que te gustaría tener la oportunidad de relajarte.
—Lo hice; ahora eres tú quien parece exhausto. —Ella le dio un codazo en la pierna con el pie.
—Nuestra hija es implacable; eso debe ser tuyo. Yo era un niño muy dócil.
Ella volvió a reír, esta vez con más fuerza. Draco levantó la cabeza y la miró, con la boca abierta y los rizos mojados rebotando. Merlín, amaba su risa. Él la amaba. Volvió a bajar la cabeza y la apretó mientras sentía el resto de su risa retumbar en su estómago.
—Me encanta tu risa —dijo una vez que ella se detuvo.
Ella volvió a pasarle los dedos por el pelo.
—Te amo.
Draco se giró y le sonrió. Sin embargo, una vez que la miró a los ojos, supo que el momento de luz había pasado.
—Hablé con Harry antes de irme —dijo, confirmando su sospecha.
—Mmm. —Draco se levantó y se sentó con la espalda apoyada en la cabecera, pensando que sería mejor tener esta conversación seria mientras estaba sentado. Se detuvo unos momentos ajustando las almohadas detrás de él, luego se recostó y comenzó a hablar. Él le contó todo, desde el momento en que fue a hablar con Harry, hasta que se fue por el día, incluida la extraña conversación con su jefe.
—¿Crees que fue Westmoore? ¿O Forestier?
Draco echó la cabeza hacia atrás y dejó que sus ojos se cerraran, abrumado por una repentina sensación de cansancio.
—No lo sé —suspiró—. ¿Por qué lo harían? ¿Por qué alguien lo haría?
—No sé.
Ambos guardaron silencio. Draco pudo escuchar un ligero golpe proveniente del piso de abajo e imaginó al gato saltando sobre los muebles, probablemente tratando de atrapar las sombras. Hermione se acercó a él y apoyó la cabeza en su hombro.
—Lamento lo del Veritaserum. ¿Te sientes enfermo?
Draco enfocó su atención, tratando de encontrar las náuseas de antes.
—Estoy bien —dijo, apoyando su cabeza sobre la de ella—. Todavía estoy un poco fuera de lugar, pero me salté la cena, lo cual ayudó. Estaré bien por la mañana.
Ella se movió y tomó su rostro entre sus manos antes de besarlo ligeramente.
—Gracias por hablar con Harry, sé que no querías hacer eso.
Draco puso una mano detrás de su cabeza y la besó más firmemente.
—No quiero hablar de Potter mientras hacemos esto —murmuró contra sus labios.
—Trato. —Ella se subió a su regazo y lo besó con más fervor, soltando un suave gemido cuando sus lenguas finalmente se tocaron. Ella se meció contra él, frotándose contra su excitación, que crecía con cada nueva presión de sus caderas. Hermione le mordió el lóbulo de la oreja y luego susurró—. ¿Te sientes lo suficientemente bien para esto?
—Siempre me siento lo suficientemente bien para esto. Si alguna vez digo que no, sabrás que estás hablando con otro Draco.
Ella se reclinó y una sonrisa juguetona bailó en sus labios.
—Dos Dracos; qué pensamiento tan aterrador.
—Aterrador. —Estuvo de acuerdo mientras le levantaba el camisón por encima de la cabeza.
No pasó mucho tiempo hasta que ambos estuvieron desnudos y ella rebotó sobre su polla, una mano agarrando su hombro y su cabeza echada hacia atrás. Ella extendió su mano libre hacia abajo para enrollar su pezón, una visión que nunca dejaba de volverlo loco. Apoyó las manos en sus caderas y trató con todas sus fuerzas de no terminar prematuramente mientras la observaba.
Cuando abrió los ojos para mirarlo, brillaban con picardía. Sabía exactamente lo que le estaba haciendo.
—¿No vas a ayudar?
—Tuve un día muy largo y duro.
Ella se rio, un sonido que él rápidamente bebió.
—No voy a hacer una broma sobre tu pene largo y duro —susurró.
—Eso es una lástima, fue un gran juego.
Ella sonrió y movió su mano entre sus piernas.
—Entonces, ¿estoy sola?
Draco se mordió el labio para evitar gemir, luego movió sus manos hacia su trasero y levantó sus caderas, resolviendo al menos ayudarla un poco. Ella reanudó sus saltos y al poco tiempo estaba jadeando su nombre.
—Dra-Draco. ¿Estás…? ¿Draco, estás...?
Tenía los ojos muy abiertos, como si estuviera sorprendida de haber finalmente alcanzado la felicidad que había estado persiguiendo. Draco tomó su pecho con su boca y dijo contra su pico.
—Suéltalo, Hermione.
Él la vio desmoronarse, estremeciéndose cuando el placer la recorrió en pequeñas sacudidas. Hizo una pausa por varios momentos, respirando pesadamente con la cabeza apoyada en el hueco de su cuello. Luego, comenzó a balancear sus caderas nuevamente.
Draco levantó su cabeza y colocó una mano en su mandíbula mientras la empujaba, sosteniendo su mirada y moviéndose lentamente, para poder saborear este regalo que ella le estaba dando durante el mayor tiempo posible.
Él echó la cabeza hacia atrás y continuó mirándola mientras sostenía sus caderas. La tormenta dentro de él casi había desaparecido, pero sabía que eso sólo significaba que estaba cerca y que cuando reapareciera, sería más poderosa que nunca.
Ella le chupó el cuello y luego le rozó la garganta con los dientes. Draco sintió que el placer crecía y capturó sus labios, empujando su lengua contra la de ella desesperadamente mientras el torrente lo recorría. Él jadeó en su boca mientras se derramaba dentro de ella, gimiendo ante la intensidad de su liberación.
Él sostuvo su cuerpo cerca, cálido y resbaladizo por el sudor, mientras se recuperaba. Cuando su respiración se alivió lo suficiente como para poder hablar, le dijo cuánto la amaba y tomó descansos para lamer las sales de baño de lavanda de su piel.
Con gran dificultad lograron desenredarse y entrar tambaleándose al baño para lavarse antes de acostarse. Después de que Hermione regresó al dormitorio, Draco comenzó a cepillarse los dientes. Aproximadamente un minuto después, lo invadió la sensación de que algo andaba mal. Miró a su reflejo, que según su instinto estaba tratando de decirle algo.
Fue absurdo. Pero Draco había vivido rodeado de magia toda su vida y había visto muchas nociones absurdas hechas realidad. Estudió el espejo, buscando la pista que su subconsciente intentaba mostrarle, pero antes de que pudiera encontrarla, se escuchó un ruido sordo en el dormitorio.
Corrió a la habitación, todavía con el cepillo de dientes en la boca.
—¿Estás bien? —murmuró, con el corazón golpeando su caja torácica.
Hermione estaba alcanzando desde la cama, un libro que yacía en el suelo.
—Se me cayó el libro —dijo innecesariamente.
Draco fue a recogerlo, tratando de convencer a su cuerpo, que todavía estaba nervioso, de que podía calmarse.
—¿Qué pasó? —preguntó, recorriendo con los ojos la habitación.
—Me pareció ver una araña corriendo por mi pierna, pero debe haber sido simplemente un truco de la luz. Gracias por apresurarte a rescatarme.
Él le sonrió y continuó cepillándose los dientes.
Sus ojos brillaron mientras lo miraba.
—Me gusta esto: un hombre desnudo cepillándose los dientes.
—Tendrías un fetiche por cepillarte los dientes —bromeó, con las palabras confusas.
Hermione simplemente se encogió de hombros.
—Los cepillos de dientes son maravillosos. Incluso a ti te gustan.
—Sí. —Esto era una mentira. Draco prefería los hechizos de limpieza bucal. Pero a Hermione le gustaba cepillarse los dientes y le gustaba cuando Draco se cepillaba los dientes, así que eso hizo. Lo había estado haciendo durante tanto tiempo que ahora era un hábito, uno que seguía incluso cuando ella no estaba cerca para verlo. Se lavaba los dientes con el cepillo y la pasta de dientes, y luego usaba un hechizo de limpieza bucal cuando Hermione no estaba mirando.
—Así que simplemente te quedarás ahí y te cepillarás los dientes —estaba diciendo ella.
—Te gusta —respondió, pero cuando abrió la boca, un hilo de pasta de dientes le cayó por la barbilla.
—¡Vuelve al baño! Estás goteando sobre la alfombra.
Draco se rio y regresó al fregadero, pero una vez que estuvo fuera de su compañía, el temor de antes regresó. ¿Qué carajo? Un informe de un asesinato, a cientos de kilómetros de distancia, y se había convertido en un idiota que no podía soportar estar solo. Siguió el resto de la rutina rápidamente, diciéndose a sí mismo que lo hacía por irritación.
Cuando se metió en la cama, rodeó a Hermione con sus brazos y la apretó con fuerza contra su pecho.
—¿Estás bien? —preguntó ella.
Se preguntó si ella podía sentir su corazón acelerarse.
—Ahora lo estoy —dijo con sinceridad, enterrando la cabeza en su cabello.
—Sé que esto de Rosmerta es mucho, especialmente con los nuevos detalles, pero pasará. Los mejores magos de nuestro departamento están en esto; estoy segura de que lo resolverán pronto.
Draco tarareó e inhaló profundamente, saboreando su aroma. La miel familiar, mezclada con lavanda y sudor. Dejó que el olor y la sensación de ella lo calmaran, así como el suave tacto de sus patrones a lo largo de sus brazos. Al poco tiempo, una vez que su ritmo cardíaco volvió a la normalidad, su dedo se detuvo. Ella estaba dormida.
Draco no la soltó. En todo caso, la abrazó más cerca, diciéndose a sí mismo que si la abrazaba con suficiente fuerza, todo estaría bien. Encontrarían al loco y terminaría sin tener relación con Draco. Entonces podría continuar como lo había estado haciendo antes, disfrutando de su familia sin la amenaza de la oscuridad acechando los límites de su paz. Las cosas siempre salían bien para ella, lo que significaba que mientras él la mantuviera cerca, también saldrían bien para él.
Era una lógica sólida. Al menos, pensó Draco mientras su mente vagaba hacia la tierra de los sueños. Inconscientemente, su brazo rodeó con más fuerza a Hermione, decidido a aferrarse rápidamente a su rayo de luz.
El viernes siguiente, Draco estaba teniendo un mal día. Hermione se había despertado enferma. Tan enferma que apenas podía incorporarse y sentarse, aunque no había aparecido nada en los hechizos de diagnóstico que él había lanzado.
Él insistió en que se quedara en casa y descansara, luego se hizo cargo del desayuno y de la ardua tarea de llevar a Lyra a su guardería. No hace falta decir que llegó terriblemente tarde al trabajo.
Había planeado pasar el día en la biblioteca del Departamento, aprendiendo tantos hechizos de diagnóstico avanzados como pudiera, pero Westmoore lo interceptó y le ordenó escribir un informe sobre el progreso actual de su equipo sobre lo que habían aprendido sobre el Efecto Mariposa, y enviarlo al final del día. Draco estaba actualmente a la mitad, esperando terminar rápidamente para poder tener tiempo en la biblioteca antes de tener que ir a buscar a Lyra.
El argumento de la Ley del Caos de Oswald es que el resultado de todos los sistemas, por desorganizados que parezcan, es sensible a un punto de partida. El equipo se ha vuelto bastante experto en rastrear hacia atrás, tomar un suceso determinado y determinar cómo ocurrió. Pero seguir adelante, sabiendo desde el principio que estás haciendo algo que podría llevarte a la ruina, o quizás al mejor resultado posible imaginable, ahí es donde reside el verdadero potencial.
Eso es.
Draco maldijo cuando la punta de su pluma se rompió. Abrió el cajón en busca de otra cuando la puerta detrás de él se abrió de golpe. Entraron dos Aurores con túnicas rojo sangre, seguidos por tres oficiales del DALM. Corrigió la cuenta a tres Aurores mientras se giraba y miraba al grupo, viendo a Harry demorándose detrás de la multitud, ocultando su rostro en las sombras.
—¿Dónde estabas anoche? —La Auror al frente le ladró. Draco la reconoció: Jefa Woden, la Auror que lo había interrogado a principios de semana.
—Estaba en la cama con mi esposa —dijo Draco arrastrando las palabras—. ¿Y tú?
—¿Estaría dispuesto a repetir eso con Veritaserum?
—Me sometí a un interrogatorio bajo Veritaserum el lunes pasado. Pensé que tú, entre todas las personas, recordarías...
—Necesitamos otro. —Draco fue interrumpido por un hombre corpulento a la derecha de Woden, uno de los oficiales del DALM.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó Draco, dirigiendo su pregunta a Harry, quien todavía estaba parado cerca de la parte de atrás. Draco podía ver su rostro ahora, pero no sabía qué hacer con la mezcla de culpa y preocupación grabada allí.
Harry no le respondió. En cambio, el otro Auror, un hombre delgado con grandes entradas en el cabello, dio un paso adelante.
—Thorfinn Rowle. Lo conocías, ¿no? ¿De la guerra?
—Él también conocía a Rosmerta —intervino el hombre corpulento.
Un escalofrío recorrió a Draco.
—He dado mi testimonio sobre este asunto al Wizengamot —dijo con los dientes apretados, y luego añadió mentalmente: «y por favor no me pidas que lo repita, porque he olvidado la mayoría de los detalles».
—Rowle fue asesinado en su celda anoche —continuó el Auror de mediana edad.
—No veo cómo es eso…
Fue Woden quien interrumpió a Draco.
—Fue otro hechizo desconocido. Esta vez, fuimos directamente al Jefe Inefable y después de revisar sus notas, dijo que el hechizo era similar a uno que creaste el año pasado. Secario.
Draco asintió brevemente.
—Sí.
—¿Por qué carajo harías un hechizo como ese? —preguntó el hombre corpulento.
—Hice el hechizo para mi hija —explicó Draco con los dientes apretados—. O, mejor dicho, para mí, ya que yo era quien tenía que cortar las piezas para sus juegos de muñecas de papel. Intenta cortar todas esas piezas y estoy seguro de que harías un hechizo similar. —Decidió no añadir que dudaba mucho que alguien más en la sala tuviera la habilidad para semejante tarea.
—¿Qué son las muñecas de papel? —preguntó Woden.
Harry finalmente habló.
—Es un juguete muggle: muy sencillo, una muñeca y su ropa de papel. Como él dijo, hay todas estas pequeñas piezas que debes recortar.
—¿Sabes quién más estaba hecho pedazos? —gruñó el bruto—. Rowle: cortado en un pequeño montón ordenado en el suelo.
Estaba a sólo un pie de distancia de Draco, claramente tratando de leer su culpa en su rostro, pero Draco no le dijo nada.
—Eso no suena muy bien —dijo Draco lacónicamente, intentando (sin éxito) evitar imaginar la escena.
El hombre se burló.
—No lo fue.
—¿Por qué estás convencido de que fue el hechizo de tijeras? —preguntó Draco—. Hay una serie de hechizos que podrían...
—Había líneas negras por todo él —dijo el hombre—. Y los cortes fueron a lo largo de esos...
—Suficiente. —Woden dio un paso adelante, para estar al nivel del bruto, mientras Draco intentaba con todas sus fuerzas olvidar la forma en que su hechizo cortaría rápidamente todas las líneas negras de una página—. No vamos a llegar a ninguna parte con esto —continuó Woden, luego se volvió hacia Draco—. Malfoy, ¿te someterás al interrogatorio?
Se cruzó de brazos.
—¿Por qué? ¿Porque hablé con las víctimas varias veces hace más de diez años y su asesino está usando mis hechizos? Cualquier Inefable podría haber encontrado mis notas. No están encerradas.
—Te guste o no, eres nuestro principal sospechoso. Pero si vienes con nosotros, te sometes a otro interrogatorio y nos ayudas a confirmar tus coartadas, podemos moverte más abajo en esa lista.
Draco frunció el ceño.
—Quiero estar completamente fuera de la lista.
—Bien. Entonces entrega tu varita y ven con nosotros. —Woden extendió la palma de su mano, pero Draco pasó junto a ella y se detuvo frente a Harry. Harry miró la varita que Draco sostenía durante varios momentos antes de tomarla, tal vez recordando su breve paso como su dueño.
—Si no he terminado a las cuatro, alguien tendrá que traer a Lyra —dijo Draco en voz baja. —Hermione está enferma en casa, así que...— Su voz se quebró cuando fue golpeado por una oleada de emoción.
—Yo me encargaré de ello —dijo Harry, guardando la varita de espino en su túnica.
Cuando Draco se volvió hacia Woden, quien claramente era la líder del grupo, se preguntó si Harry, quien lo invitaba a cenar todas las semanas y dejaba que sus hijos se quedaran en la cabaña, también pensaba que él era el principal sospechoso.
Le dieron a Draco tanto Veritaserum que terminó en el costado de la sala de interrogatorios diez minutos después de la entrevista, jadeando mientras su estómago se revolvía con brusquedad.
Hubo un debate sobre si realmente era alérgico a las plumas de Jobberknoll, como afirmaba, o si había estado intentando estropear la entrevista. Afortunadamente, existía un hechizo que podía detectar intolerancia a los ingredientes. Desafortunadamente, tuvieron que ir a San Mungo para encontrar a alguien que supiera cómo lanzarlo.
Después de confirmar que Draco era efectivamente alérgico a las plumas de Jobberknoll, esperaron varias horas antes de intentar interrogarlo nuevamente. Lo dejaron solo en una de las celdas mientras esperaban. Draco se sentó en la dura cama mirando la pared, haciendo todo lo posible por recordar su última visita a una celda como ésta, y luchando por recordar cómo había escapado de una sentencia hace tantos años, y preguntándose si algún enfermizo giro del destino lo haría aterrizar en Azkaban después de todo.
Aparentemente había cientos de maneras diferentes de preguntar lo mismo, y Woden estaba decidido a probarlas todas. Draco respondió lo mismo cada vez.
—No, no maté a Rosmerta.
—No, no maté a Rowle.
—Yo estaba en casa, durmiendo en mi cama, durante ambos asesinatos.
—No estoy aliado con ningún mago oscuro.
—No, no estoy planeando ningún crimen.
Ya era tarde cuando finalmente regresó a casa, mucho después de la cena. Harry lo llevó de regreso a la cabaña, ignorando las protestas de Draco sobre cómo pudo llegar a casa. Sin embargo, logró sacudir a Chico Maravilla en la puerta, ansioso por entrar a su casa sin una escolta de Aurores, incluso si solo fuera Harry.
Lyra estaba sentada en el suelo de la sala de estar, jugando con sus muñecas de papel, nada menos. Si Draco no hubiera vomitado sus entrañas varias veces, lo habría hecho en ese mismo momento. En lugar de eso, colocó una mano en la pared para estabilizarse y respiró lentamente varias veces antes de entrar a la habitación.
—Draco —dijo Hermione, viéndolo en el pasillo. Prácticamente se deslizó hacia ella, como si lo arrastrara una fuerza invisible. Una vez que estuvo sentado en el sofá, a su lado, la rodeó con ambos brazos, esperando no oler demasiado a vómito.
—¡Papá! ¡Te guardamos la cena!
—No tengo hambre, ma petite lyre —dijo por encima de la cabeza de Hermione—. Pero gracias. ¿Fuiste buena con tu madre?
—Sí —dijo con total naturalidad, y luego rápidamente se vio ocupada por la tarea de ponerle un vestido nuevo a su muñeca, doblando con cuidado cada solapa con sus pequeños dedos.
Draco se reclinó y miró a Hermione, sosteniendo su barbilla mientras inspeccionaba su rostro.
—Te ves mejor. ¿Te sientes mejor?
—Estoy bien. ¿Cómo estás? Ron vino y me dijo... Se interrumpió y luego bajó la voz hasta convertirla en un susurro.
—¿Rowle…? ¿Y otro de tus hechizos…?
Draco asintió sombríamente.
—¿Y sospechan de ti?
Él asintió de nuevo.
—Pero yo estaba contigo —le siseó, desesperado por que ella le creyera—. Estuve contigo las dos noches. Nunca me fui.
—Lo sé. —Ella puso una mano sobre su rostro. Draco cerró los ojos y se inclinó hacia ella—. Sé que no hiciste esto. Confío en ti, Draco.
Draco se inclinó hacia adelante y presionó su frente contra la de Hermione. Ella le creyó. Ella lo había dicho sin la más mínima duda. La apretó con más fuerza contra su pecho y se recordó a sí mismo que ella confiaba en él. Pero no importa cuán fuerte la abrazara, había una sombra de duda, un sentimiento de que no lo merecía.
¿Ustedes también confían en Draco?
Próxima actualización: miércoles 27
