—Hoy he recibido una nota de Lucius —dijo Anthony poco después de que las señoras abandonaran la habitación, dejando a los caballeros con sus copas y sus cigarros—. Me pide que vaya a casa del hijo de Eddie mañana por la tarde,
pero no explica el motivo. ¿Alguno de vosotros sabe para qué viene a la ciudad?
—Yo he recibido una nota idéntica —respondió James con aire pensativo —. Jason no suele venir a la ciudad, a menos que tenga negocios que atender o crea que alguien necesita que le corten la lengua.
Y dado que James miró a Theo mientras hacía la última observación, el joven se irguió en su asiento y protestó:
—No me mires a mí. Ya me has reñido por la última expulsión del colegio.
Ya he dicho que no volverá a ocurrir.
—Si el asunto tuviera algo que ver con Theo, no me habría llamado a mí —señaló Anthony.
Draco estaba preocupado porque Hermione se había visto obligada a abandonar la habitación en compañía de tres mujeres de su familia. De modo que demoró unos instantes en darse cuenta de que sus tíos lo miraban a él.
Se encogió de hombros.
—Yo no sé nada, y eso que estuve en Haverston hace unos días. Tampoco comentó nada en la boda. Pero no he vuelto a casa desde esta mañana, así que no sé si me habrá enviado una nota a mí también. Y aparte del asunto de esta noche,
no me he metido en ningún lío que merezca la atención de mi padre.
—Te olvidas de la subasta, amigo —recordó Gregory servicial—. Sin duda tendrá algo que decir al respecto si se ha enterado. Al fin y al cabo, fue una venta pública.
Mientras Draco dirigía una mirada fulminante a Gregory James preguntó:
—¿Qué subasta?
Entonces Anthony preguntó a Draco:
—Diantres, no la habrás comprado, ¿no?
Antes de que el joven pudiera responder. James hizo sus propias deducciones.
—¿Ha comprado a Hermione? Caray, y yo que creí que lo había hecho todo en esta vida, al menos una vez.
En ese punto Draco dirigió una mirada acusadora a su tío y preguntó:
—¿Se lo has dicho?
—Claro que no, jovenzuelo —dijo, claramente divertido—. Pero si yo me di cuenta de inmediato, ¿por qué crees que él no iba a notarlo? James siempre ha sido mucho más libertino que yo.
James arqueó las cejas.
—¿Cómo me has llamado?, ¿libertino yo?
Las cejas de Anthony se arquearon exactamente en el mismo ángulo.
—¿Acaso no lo eras?
—Puede que sí, pero prefiero la forma en que lo expresa Pansy:
«conocedor de las mujeres» suena mucho mejor.
—Estoy de acuerdo —respondió Anthony—. Nuestra querida niña tiene un don especial para las palabras.
—«Libertino» me parece un término bastante apropiado —dijo Blaise con una sonrisa burlona.
Los ojos verdes de James se posaron en su sobrino político mientras decía con su tono más seco:
—¿Has dormido en el sofá últimamente, muchacho? Porque si no es así,
estaré encantado de acompañarte yo mismo.
Blaise se sonrojó. Era un secreto a voces —al menos entre James,
Anthony y el propio Blaise— que Pansy se enfadaba con su esposo cada vez que éste discutía con sus tíos favoritos. Demonios, debería haber mantenido la boca cerrada, y las siguientes palabras de Anthony se lo confirmaron:
—No has debido empezar. El hecho de que Pansy no esté presente en estos momentos no quiere decir que no vaya a enterarse.
—Tienes un gran corazón, tío —murmuró Blaise.
Anthony alzó la copa en un silencioso brindis y dijo:
—¿Verdad que sí?
Si Blaise deseaba estar en alguna otra parte en esos momentos, Draco también hubiera deseado haberse roto una pierna o algo por el estilo para no tener que estar allí. Había sido una locura pensar que saldría airoso de esa velada sin que nada delatara su relación con Hermione.
Pero dado que Gregory había sacado el tema, le dijo a James:
—Quería hablar contigo de este asunto, tío. Esta semana pasé dos veces por tu casa, pero no te encontré.
—Sí, George me lo dijo. Pensaba ir a verte mañana, pero ya que estamos aquí...
—Bueno, no es un buen tema para la hora de la digestión; en realidad es bastante desagradable...
—Deja que yo me preocupe de mi digestión, muchacho —dijo James con una sonrisa.
Draco asintió con la cabeza y prosiguió:
—Verás, nos encontramos en una subasta por pura casualidad, y puedo asegurarte que yo no tenía ninguna intención de participar, pues no quería otra amante y la chica estaba en venta precisamente para eso.
Hasta que vi quién estaba pujando... —Entonces pasó a relatarles todo lo que sabía de Tom Riddle, concluyendo con—: Comprenderéis entonces que no podía permitir que se quedara con Hermione, sabiendo lo que sé de él.
—Claro que no —convino Anthony.
La expresión de James se había endurecido.
—¿Y cuál es la razón de que quisieras contarme esta historia?
Draco suspiró.
—Me parece intolerable que ese señor vaya por ahí practicando sus perversiones sin que nadie se lo impida.
Esperaba que se te ocurriera alguna medida para detenerlo.
—Claro que sí —dijo James con una sonrisa cruel, ominosa—. Se me ocurren varias.
—Aparte de matarlo, claro está —consideró prudente añadir Draco.
James guardó silencio durante casi diez segundos antes de responder:
—Si insistes.
Las mujeres habían subido a la planta alta para pasar un rato con los niños.
Judith estaba arropada en la cuna y dormía plácidamente, pero Jacqueline agitaba los brazos con energía sobre el regazo de su madre y el pequeño Thomas recorría la habitación, enseñando sus juguetes con orgullo a cada una de las mujeres.
Las mujeres de la familia Malfoy habían hecho sentir tan cómoda a Hermione que por un momento olvidó su posición y disfrutó de su compañía. Le encantaban los niños, igual que a las demás. Siempre había soñado con tener hijos, aunque eso ya no era posible. Por desgracia, también tendría que renunciar a ellos.
La conversación era animada, con referencias constantes a los niños o a los maridos, como cuando Pansy dijo:
—He oído que el tío Tony arregló la boda de Judith y Jack antes incluso de que nacieran.
—Bueno, te aseguro que no tuve una hija inmediatamente después de Rosiynn sólo para fastidiarlo —
respondió George, y se apresuró a añadir con una sonrisa picara—: Aunque es una idea interesante. Puede que la próxima vez la ponga en práctica, sobre todo porque James estará encantado.
—¿Fastidiar a mi Tony? —terció Rosiynn—. Ay, no me cabe la menor duda de que James Malfoy haría cualquier cosa por conseguirlo.
—Pero ¿no son hermanos? —preguntó Hermione, confundida.
—Sí, querida, pero a los cuatro hermanos les encanta discutir, burlarse y provocarse mutuamente, sobre todo a Tony y James —explicó Rosiynn—. Los dos mayores son grandes discutidores, pero los menores siempre están despedazándose, verbalmente, claro. Y disfrutan muchísimo haciéndolo.
Cualquiera diría que son enemigos acérrimos, pero en realidad están muy unidos.
—Y se unen para meterse con cualquier otro, sobre todo con mi Blaise —añadió Pansy con un suspiro—. Espero que no me cueste mucho limpiar la sangre del comedor, teniendo en cuenta que los hemos dejado solos.
Hermione parpadeó, perpleja, pero Georgina y Roslynn rieron.
—Yo no me preocuparía, Pansy, puesto que Draco está también allí —dijo Roslynn—. Ejerce una influencia moderadora sobre James y Tony.
—Yo también lo he notado —señaló Georgina—. Quizá se deba a que lo ven parecido a Lucius, y es evidente que la conducta de los dos mejora cuando Lucius está cerca. A menos que discutan con él, desde luego.
—Hace un momento parecían llevarse bien —dijo Hermione, todavía perpleja —. ¿Debo entender que tu marido no les cae bien, Pansy?
—Claro que sí —respondieron las tres mujeres a coro.
Pansy rió y explicó:
—Verás, tío James y Blaise eran algo así como enemigos... En fin, cada uno de ellos iba tras la cabeza del otro. Pero cuando me enamoré de Blaise y me casé con él, puse fin a su batalla particular. Lógicamente, tío James no podía continuar buscando la forma de vengarse de su sobrino político. Después de todo, somos una familia muy unida. Y en cuanto al tío Tony, bueno, no estuvo de acuerdo con mi compromiso con Blaise.
Prefería asesinarlo a permitir que se casara conmigo. Creía que no era lo bastante bueno para mí, pues Blaise era un auténtico bribón en esas épocas.
—Como si Anthony no hubiera sido igual o peor —dijo Roslynn con una sonrisa.
—Y James era el peor de los tres —añadió Georgína—. Pero eso es típico de los hombres. Lo que es bueno para ellos no lo es para la sobrina favorita.
—La cuestión es que ahora mantienen una suerte de contienda amistosa —
dijo Pansy—. Aunque mis tíos siempre vencen al pobre Blaise en sus escaramuzas verbales.
—Anímate, Pansy —dijo Rosiynn—. Olvidas que ahora han encontrado una nueva víctima en Warren. Estoy segura de que acaparará gran parte de la atención que antes dedicaban a Blaise.
—¿Quién es Warren? —preguntó Hermione.
—Mi hermano —respondió Georgina—. Ingresó en el clan Malfoy la semana pasada, casándose con Amy. Pero hubo un tiempo en que quiso colgar a James y éste estuvo a punto de matarlo con sus propias manos. Pero ésa es otra historia. Baste con decir que también eran enemigos acérrimos. El hecho de que Warren fuera su cuñado no evitó que James quisiera zurrarlo. Pero ahora que Warren también se ha unido a la familia, esta vez como sobrino político, han hecho una tregua. Claro que eso no pondrá fin a sus batallas verbales.
—Amy también ha cambiado a Warren —señaló Pansy—. Antes tenía un carácter de todos los demonios, pero ahora disfruta esquivando sus provocaciones. ¿O acaso no habéis notado que cuando comienzan a meterse con él, se limita a sonreír y no les hace el menor caso?
Georgina rió.
—Yo sí lo he notado. James se pone furioso cuando Warren no le hace caso.
—Y sin duda Warren lo sabe.
—Desde luego —dijo Georgina con una sonrisa.
Hermione comenzaba a entender. Poco antes había preguntado por qué James llamaba «Jack» a su hija, y la respuesta unánime había sido: «Porque sabe que a su cuñado no le gusta.» Y eso decía mucho de James Malfoy.
—A propósito —dijo Pansy volviéndose hacia Hermione—, si aún no has perdido la cabeza por Draco, cualquiera de los hermanos de George sería un excelente partido para ti. Tiene cinco, ¿sabes? Y los otros cuatro no están casados.
—Ten cuidado, Hermione —advirtió Rosiynn—. Pansy es una casamentera incorregible.
—Conque estás interesada en Draco, ¿eh? —dijo Georgina a Hermione—.
Tuve toda la impresión al ver la forma en que os mirabais.
Las mejillas de Hermione se encendieron de rubor. Sabía que no debía haber ido allí, aunque Draco le había dicho que no tenían escapatoria, pues Pansy los había puesto contra las cuerdas durante las carreras. Esas mujeres eran encantadoras y amistosas, pero se habrían horrorizado de saber que Hermione era la amante de Draco. ¿Y qué debía decir ahora que habían sacado el tema?
Estaban convencidas de que Hermione buscaba marido, y ¿por qué no iban a creerlo? A fin de cuentas, estaba en la edad en que la mayoría de las mujeres deseaba casarse. Ella había quemado sus naves y nunca podría ser la mujer legal de nadie, pero lógicamente, la prima de Gregory se encontraría en una situación muy distinta.
La prima de Gregory era pura, dulce y virgen, o eso pensaban aquellas mujeres.
—Draco es muy agradable —comenzó Hermione con voz titubeante, sin saber cómo salir de ese lío—. Pero...
—Y muy apuesto —interrumpió Rosiynn.
—Y tiene un título nobiliario, si es que eso tiene alguna relevancia —
añadió Georgina con tono burlón.
Rosiynn rió.
—Tendrás que perdonar a mi cuñada americana, Hermione. No le da mucha importancia a los títulos. De hecho se quedó de una pieza cuando descubrió que el título venía en el mismo paquete que James cuando se casó con él.
—Los títulos están bien si a uno le gustan. A mí no —aclaró Georgina.
—Draco es un excelente partido —prosiguió Pansy—, pero no creo que esté preparado para sentar la cabeza. Además, Hermione todavía no conoce a tus hermanos, tía George. Drew es un verdadero tesoro y...
—¿Y qué te hace pensar que mis hermanos están preparados para sentar cabeza? —preguntó Georgina a Pansy con una sonrisa.
Pansy rió.
—En realidad, no creo que ningún hombre esté preparado nunca. Todos necesitan un empujoncito en la dirección correcta. En el caso de mi Blaise,
tenía a todo el clan Malfoy agobiándolo y al tío Tony amenazándolo con desheredarlo si no accedía a casarse conmigo.
—Lo cual era perfectamente lógico después de comprometerte de ese modo, querida —dijo Rosiynn.
—Pero no lo hizo —replicó Pansy con una sonrisa—. Aunque todo el mundo creyera que sí.
—Ya sabes que da lo mismo una cosa que otra. Cuando hay un escándalo de por medio, la verdad carece de importancia. Por desgracia, lo único que va a misa es lo que creen los demás.
—Bueno, yo no me quejo —respondió Pansy—. Después de todo, era la única forma de cazarlo. Y él tampoco se queja de que lo empujaran al altar, al menos no más de lo que se queja el tío James.
—Ah, James sí se queja —dijo Georgina riendo—. James no sería quien es si no protestara por todo.
—Pero yo todavía no busco marido —dijo Hermione, con la esperanza de terminar con el tema—. Sólo he venido a Londres a comprarme ropa, como ya os ha dicho Gregory. No tengo intención de casarme —añadió. Le molestaba tener que insistir en la mentira, pero no veía otra salida—. Dentro de pocos días volveré a casa.
—¡Qué pena! —dijo Pansy—. Tendré que hablar con Gregory para que te obligue a quedarte. Todavía no has ido a ninguna fiesta. Yo misma prolongaré mi estancia para acompañarte. Sería muy divertido, Hermione, así que piénsatelo.
¿Pensarlo? Lo único que podía pensar Hermione en esos momentos era cuánto le gustaría que la mentira fuera verdad. Lo que Pansy le proponía podía ser muy divertido. Y Hermione nunca había asistido a un baile de sociedad. Siempre había creído que llegaría el momento, pero ahora... ahora tenía que obligarse a recordar que esas cosas nunca formarían parte de su vida.
-
Lucius no recordaba haber pasado un trance peor en su vida que el de decirle a su familia que iba a divorciarse de Francés. Saber que estaba a punto de desatar un escándalo de manera deliberada, cuando tantas veces los había sermoneado sobre la importancia de evitar que las malas lenguas se ensañaran con el nombre de la familia... En fin, muy pronto se lo recordarían, sobre todo James y Tony.
Por increíble que pareciera, los dos habían sentado la cabeza después de casarse, pero siempre serían unos tunantes. Y Lucius nunca había disimulado su disgusto, así que ahora no le cabía la menor duda de que disfrutarían viendo cómo se volvían las tornas.
No había convocado a toda su familia. Sólo había requerido la presencia de sus hermanos y de Draco.
Ellos podrían informar a sus esposas e hijos con posterioridad. Edward lo comprendería. James y Tony lo encontrarían muy gracioso, pero el que realmente le preocupaba era Draco. ¿Cómo tomaría la noticia? Al fin y al cabo.
Francés era la única madre que había conocido.
Debería habérselo dicho primero a él, y en privado. Era una cobardía de su parte hacerlo en una reunión, pero esperaba un poco de apoyo de sus hermanos,
por lo menos de Edward. También esperaba que la presencia de los demás evitara que Draco hiciera demasiadas preguntas.
Habían llegado todos salvo James. Anthony ya lo había interrogado dos veces acerca de las razones de la reunión, pero Lucius no le había dado ninguna pista. Se había limitado a responder que iría al grano tan pronto como hubieran llegado todos.
Esperaba junto a la chimenea. Edward y Anthony se habían enfrascado en una discusión amistosa sobre inversiones mineras. Ganaría Edward, desde luego.
Era un auténtico genio en cuestiones financieras. Draco parecía incómodo, casi culpable, pero, que Lucius supiera, el joven no se había metido en ningún lío en los últimos tiempos. Aunque quizá debería visitar a algunos amigos antes de volver a Haverston para empaparse de los últimos chismes.
Finalmente, James hizo su aparición en el umbral del salón donde estaban reunidos. Las protestas de Anthony no se hicieron esperar:
—Llegas tarde, hermano.
—¿De veras?
—Lucius no ha querido decirnos nada hasta que tú llegaras, así que llegas condenadamente tarde.
—Tranquilo, muchacho, no llego tarde. Es evidente que todos habéis llegado demasiado pronto.
—Eso ya no tiene importancia, ahora que todos estamos aquí —señaló Edward con placidez.
—Siéntate, James —invitó Lucius.
James arqueó las cejas.
—¿Necesito sentarme? ¿Tan terrible es lo que vas a decirnos?
—¡Maldita sea. James, estoy en ascuas! Así que siéntate de una vez —
exclamó Anthony.
Lucius suspiró para sus adentros. No había una forma sencilla de abordar el tema, de modo que en cuanto James se sentó junto a Anthony en uno de los sofás, dijo:
—Os he hecho venir aquí para informaros, antes de que la noticia se haga pública, de que Francés y yo vamos a divorciarnos.
Sin decir otra palabra, esperó un aluvión de preguntas, pero sólo recibió silencio y miradas atónitas. No debería sorprenderle. Él había tenido tiempo para asimilar la noticia, por indigesta que ésta fuera, pero los demás no.
—No nos estarás tomando el pelo, ¿verdad, Lucius? —preguntó Anthony por fin.
—No.
—¿Seguro?
—¿Alguna vez me has visto bromear sobre un asunto tan serio? —
respondió Lucius.
—Sólo quería asegurarme —dijo Anthony antes de soltar una carcajada.
Edward hizo una mueca de disgusto y dijo:
—No tiene ninguna gracia. Tony.
—Claro que... sí —consiguió articular Anthony entre risa y risa.
—Yo no le veo...
—Tú no puedes verle la gracia —interrumpió James con sequedad—.
Quizá porque nunca has tenido que soportar los sermones de nuestro querido hermano mayor.
—Supongo que podrás explicar vuestra reacción —dijo Edward con tono solemne.
—Desde luego. Lo que le causa tanta gracia a Anthony es que esta vez quien dará lugar a un escándalo es Lucius, para variar. Yo también lo encuentro bastante divertido... y creo que ya era hora.
—No me extraña de ti —dijo Edward, disgustado.
—Me refería al divorcio, no al escándalo. Fue un matrimonio absurdo y debería haber terminado mucho antes. El hecho de que Lucius por fin haya decidido actuar con sentido común...
Lucius interrumpió para explicar:
—Es Francés la que quiere el divorcio.
—¿De veras? —preguntó Edward—. Bueno, eso cambia las cosas. Dile que no.
—Ya he tomado la decisión de aceptar.
—¿Por qué? —preguntó Edward.
Lucius suspiró. Esperaba el apoyo de Edward, no su oposición. Y había imaginado que James se desternillaría de risa, como estaba haciendo Anthony.
Sin embargo, James parecía estar de acuerdo con él.
Increíble. Y Draco no había dicho una sola palabra. Tenía la frente fruncida,
pero en una expresión que reflejaba más preocupación que disgusto.
—Quiere casarse con otro, Edward —dijo Lucius—.Sería muy egoísta de mi parte negarle ese derecho teniendo en cuenta que nuestro matrimonio nunca ha sido normal, como bien sabéis todos.
Edward negó con la cabeza.
—Tú siempre supiste que tu matrimonio no sería normal. En su momento te advertimos que te arrepentirías y que no tendrías escapatoria. Pero tú dijiste que no te importaba, que no tenías intención de casarte con ninguna otra.
—Es verdad, me lo advertisteis —admitió Lucius—. Y en aquel entonces no me importó. Pero no voy a permanecer eternamente fiel a una decisión que tomé cuando era joven, preocupado por el bienestar de los niños.
—No eres tú quien quiere el divorcio, sino ella —insitió Edward—. Y esa mujer debería ser más sensata.
Anthony sonreía, disfrutando de la disputa de sus hermanos mayores. James se había cruzado de brazos y parecía tan imperturbable como siempre. Edward estaba tan alterado que tenía la cara roja como un tomate.
Lo único que podía tranquilizarlo era otra pequeña dosis de la verdad.
—Tiene un amante, Eddie. Lo ha confesado. Es el hombre con quien desea casarse.
Anthony parpadeó atónito.
—¿Francés tiene un amante? Hombre, ésa sí que es buena —y volvió a estallar en carcajadas.
—Refrénate, hermano —dijo James a Anthony—. Esto ya no tiene gracia.
—Pero ¿Francés? ¿Su Francés? No me lo imagino —respondió Anthony—.
Es un ratoncillo tímido. Quién iba a decir que tendría las agallas necesarias para... Bueno, con el carácter que tiene Lucius se exponía a que la matara con sus propias manos. Y lo ha confesado. No puedo creerlo.
Dado que era realmente increíble. James miró a Lucius buscando confirmación, y obtuvo un breve gesto de asentimiento.
—Es verdad. Como podéis imaginar, yo también me sorprendí. Pero después de mucho meditar, llegué a la conclusión de que no podía culparla porque yo nunca... Quiero decir, ella nunca tuvo un verdadero matrimonio conmigo.
—Eso no viene al caso, Lucius —observó Edward, todavía ceñudo—.
Muchos cónyuges hacen caso omiso de los vínculos maritales, pero el divorcio nunca ha sido la solución, al menos en nuestro círculo.
—No es correcto decir «nunca» —respondió Lucius—. Entre los nobles también ha habido divorcios, aunque sean menos frecuentes.
—Mi padre sabe muy bien que el divorcio traerá aparejado un estigma —
dijo Draco por fin—. Creo que es un acto muy decente de su parte darle a su esposa lo que desea.
Increíblemente aliviado, Lucius sonrió a su hijo. Al fin y al cabo, la opinión de Draco era la única que le preocupaba.
—Vamos, Eddie —dijo James—. Hasta el chico puede ver que este viejo caballo ha sido vencido. —Luego se dirigió a Lucius—: Deberías haber dejado claro desde un principio que no pedías nuestros votos, porque ya ha-bías tomado la decisión. Tu problema, hermano, es que siempre has concedido demasiada importancia a la opinión de los demás. Si tú no tienes dudas al respecto, el asunto no es de la incumbencia de nadie, ¿no crees?
—No todos podemos permitirnos ese lujo —señaló Lucius—. Y mucho menos aquellos que debemos tratar a diario con los nobles. Pero, como bien has dicho, la decisión ya está tomada, y hoy mismo iniciaré las gestiones pertinentes.
Gracias, James, por respaldarme en este asunto.
—¡Dios santo! ¿Es eso lo que he hecho? —exclamó James con fingida sorpresa—. Venga, Tony, vamonos a Knighton, a ver si puedes devolverme el sentido común con unos cuantos golpes. Parece que lo he perdido esta mañana.
Anthony rió.
—Sin duda a Jason le ha costado tanto darte las gracias como a ti digerirlas,
pero estoy dispuesto a devolverte el sentido común a golpes, por cualquier razón.
—No lo pongo en duda —gruñó James.
Lucius esbozó una sonrisa afectuosa mientras sus dos hermanos menores abandonaban el salón. Pero luego se encontró con la mirada desaprobadora de Edward y suspiró.
—Cometes un error, Lucius.
—Ha quedado muy claro que así lo crees, Edward. Pero yo prefiero pensar que estoy corrigiendo un error que cometí hace mucho tiempo.
